EL CANON ACCIDENTAL.
MUJERES ARTISTAS EN ARGENTINA (1890-1950)
Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Buenos Aires, Argentina
25 de marzo al 7 de noviembre de 2021
Curada por Georgina Gluzman
Ayelen Pagnanelli
CIAP, UNSAM - CONICET / CONICET
Tras un año de ansiosa
espera, en marzo pasado abrió al público El
canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950), una exhibición programada para abrir en
el fatídico abril de 2020. Celebramos que el MNBA haya cobijado la realización
de esta inédita exhibición que nos presenta las obras de arte realizadas por
mujeres del pasado reparando la violencia simbólica de desconocer su amplia y
significativa producción. El canon
accidental reúne más de 80 obras de más de 40 artistas y material
documental tanto del acervo del MNBA como de un importante número de
colecciones particulares y museos provinciales del país. Se encuentra basada en
la investigación de la tesis doctoral de 2014, luego vuelta libro, Trazos invisibles: mujeres artistas en
Buenos Aires, 1890-1923 editado por Biblos en 2015, de la historiadora del
arte e investigadora del CONICET Georgina Gluzman quien ofició de curadora.
Este anclaje en la investigación histórica constituye la fuerza de la propuesta
expositiva.
El canon accidental formula un recorrido
que está lejos de presentar obra de mujeres de todos los tiempos y lugares
esencializando o generando la ilusión de que exista algo como el “arte de
mujeres”. En cambio, la exhibición traza un recorrido por un período y una
locación concreta. El período que abarca nos permite distanciarnos del presente
y situarnos a inicios del siglo pasado para comprender cuáles fueron las
posibilidades de algunas mujeres de producir obra y apreciar aquellos objetos
que han logrado llegar a nuestros días. La exhibición realiza dos operaciones
en simultáneo; por un lado exhibe obras y artistas mayormente olvidadas y
desconocidas tanto por el público general como el público especializado; y por
otro lado, provoca el cuestionamiento del relato que hemos incorporado y
replicado sobre la historia del arte. El título de la exhibición alude
precisamente a esta doble operación que se ejerce sobre el canon de la historia
del arte argentino, esa selección arbitraria construida para sostener la
supremacía de los varones cis, burgueses, blancos y hetereosexuales que es aquí
puesto en discusión. La selección de esta exhibición es un accidente y no
pretende de modo alguno fundar un canon alternativo.
La obra que inaugura El canon accidental ilustra estas
operaciones feministas sobre la historia del arte; se trata del retrato de
Amelia Sánchez realizado por Eugenia Belín Sarmiento. A pesar de una exitosa
carrera comercial como artista profesional, Belín Sarmiento ha sido recordada
por los retratos de su célebre abuelo. El retrato de Sánchez se exhibe dentro
de una caja de acrílico sin haber sido restaurado. Este tratamiento objetual
nos insta a considerar la vida material de la pintura y el frágil estado en el
cual se encuentra. La obra fue rescatada de la basura en la calle por la hija
de Rosa Faccaro, una curadora que trabajaba en una exhibición de mujeres
artistas en la década de 1980. Su mención en El canon accidental es un ejercicio de memoria feminista,
rescantando así la genealogía de mujeres que han trabajado en pos de esta
recuperación. De este modo, Gluzman nos presenta con una pintura que ha
sobrevivido físicamente, nos trae su historia material y al mismo tiempo, nos
obliga a pensar cómo fue que perdimos la presencia de estas artistas y sus
obras en la historia del arte.
En contra de pensar que
estas mujeres fueron rarezas, excepciones, que no existieron o que fueron
irrelevantes, la exhibición parte de la premisa de que hubo mujeres creando
arte y participando activamente en la vida cultural del país. Definitivamente,
uno de los méritos de El canon accidental
es develar la abrumadora presencia de mujeres con sofisticadas e innovadoras
obras de arte. Por este motivo, están organizadas bajo el eje de lo “central”,
desactivando la idea de que toda la producción de mujeres fue marginal. El canon accidental se organiza,
entonces, en base a tres núcleos temático-temporales que restituyen un panorama
de creación artística del cual poco ha llegado a nuestros días y a nuestros
libros de historia del arte.
El primer núcleo
denominado “En el centro de los géneros” recompone la diversidad de la obra de
las mujeres del período de entresiglos con un despliegue de retratos,
naturalezas muertas, desnudos y pintura animalista. Reúne obras de artistas como
Josefa Díaz y Clucellas, Julia Wernicke, Sofía Posadas y Graham Allardice de
Witt. En una de las salas se destaca la espectacular presencia de En Normandie, una pintura de María Obligado de imponente formato (162 x 207 cm).
Obligado, como muchos otros artistas varones, realizó extensos estudios de arte
en la capital de Francia. Su estadía allí le permitió que obra suya fuera
exhibida en los Salones de París de 1900 y de 1902 y fuera reseñada ampliamente
en la prensa parisina y porteña.[1]
En Normandie, pintura de corte
naturalista, representa a un grupo de mujeres trabajando en el armado de redes.
La pintura fija su atención en las mujeres trabajadoras contribuyendo a la
iconografía del trabajo del siglo XIX.
“En el centro de la
consagración”, el segundo núcleo, gira en torno al Salón Nacional, realizado
desde 1911 –en el cual participó un importante número de mujeres– y las dos
décadas que lo siguieron. Trae a la luz que algunas de estas artistas
obtuvieron el reconocimiento de sus pares y éxito inusitado durante sus
trayectorias como artistas. Fue luego, en la escritura de la historia de este
momento, que sus nombres y contribuciones fueron borradas para ser hoy nombres
ignotos. Una de ellas fue Ana Weiss quien ganó el Gran Premio Nacional de
Pintura en el Salón Nacional en 1939.[2] Una de
las obras en exposición de Ana Weiss es una pintura temprana de 1915 parte de
la colección del MNBA de 140 cm x 100 cm. En El vestido rosa, Weiss construye la imagen de una joven mujer con
una actitud asertiva en atuendo de fiesta en un interior opulento indicando
pertenencia a cierta clase, utilizando el rosa y el azul en un contraste
perspicaz entre el vestido y el fondo. Esta sección incluye también obras de
Emilia Bertolé, Lía Correa Morales, Paulina Blinder, Leonor Terry, María
Washington, y Léonie Matthis, entre otras. Las salas de este núcleo
posiblemente presenten la mayor sorpresa al público dado que se exhiben
fabulosas obras de alta calidad técnica, imaginativas, osadas que enfurece no
haber conocido antes.
El tercer núcleo, “En el
centro de nuevas direcciones” expone las incursiones disciplinarias de las
mujeres durante la década de 1930. La sala incluye pinturas, esculturas,
fotografías y grabados de Carlota Stein, Laura Mulhall Girondo, Cecilia
Marcovich, Anita Payró, Bibi Zogbé, Gertrudis Chale, Mariette Lydis, Raquel
Forner –aquí como una de varias y no como la única mujer artista–, María
Catalina Otero Lamas y Anne Marie Heinrich. Incluye textos en la sala de las
historiadoras del arte Marta Penhos, María de Lourdes Ghidoli, Talia Bermejo y
Caroline Wolf. Una sección está dedicada a las exploraciones en el área del
grabado con obras de María Carmen Portela, Aída Vaisman, Ana María Moncalvo,
entre otras. La exhibición entonces cierra con obras de mediados de la década
de 1940 poco antes del reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres.
Otra intervención
curatorial feminista en el museo fue la inclusión, a lo largo de las paredes de
las salas, de etiquetas de obra indicando piezas cuyo paradero actual se
desconoce. Las etiquetas mantienen el formato de aquellas que usualmente
acompañan las obras, incluyen un breve texto e imágenes en blanco y negro,
cuando las hay. Señalan la ausencia y se mezclan entre las obras colgadas como
recordatorios de que lo que vemos exhibido es sólo una porción ínfima de
aquello que se produjo. Al mismo tiempo que nos invita a volvernos partícipes
en la puesta en valor de las obras realizadas por mujeres –quizás alguien posee
alguna de estas obras en su hogar– estas etiquetas dan cuenta de un problema
que atraviesa tanto las investigaciones como las curadurías de exhibiciones de
mujeres artistas del pasado: la desaparición material de las obras. Así, los
carteles funcionan trayendo esta problemática a quienes visitan la exhibición y
convocándonos a resolverlo de forma colectiva.
La exhibición se encuentra acompañada de un
completo catálogo. Ilustrado con imágenes en color de las obras exhibidas
contiene también imprescindibles biografías de las artistas exhibidas
recopiladas con un inmenso trabajo. El catálogo contiene traducciones al inglés
por Jane Brodie. Además de textos de Georgina Gluzman, incluye ensayos de la
historiadora feminista y curadora chilena Gloria Cortés Aliaga, de la mexicana
Dina Comisarenco Mirkin y de la argentina Lucía Laumann. A su vez se reimprime
un ensayo fundamental de la historia del arte feminista local “Una historia de
fantasmas. Artistas plásticas de la generación del ochenta en Buenos Aires”
escrito por la historiadora del arte Laura Malosetti Costa en el año 2000. El
catálogo se convertirá en una fuente fundamental para futuras investigaciones.
Dado el contexto de
cierre del MNBA debido a la pandemia de COVID-19, se han llevado a cabo varias
actividades de extensión en plataformas digitales. Una fue un curso de dos
reuniones, sumamente convocante, dictado por la curadora junto con Mariana
Marchesi, directora artística del MNBA, disponible en Youtube y la otra fue un
micrositio web con imágenes de las obras, biografías de las artistas, textos de
la sala e imágenes de la instalación. Estas iniciativas digitales componen un
puente entre la labor académica, del museo y el público interesado que podrá
consultarlo fuera de la ciudad de Buenos Aires y una vez finalizada la
exhibición.
El canon accidental trae al presente la
labor de las mujeres en el pasado e incorpora sus obras a una narración de la
historia del arte que desestabiliza el canon artístico nacional. Tiene el poder
de convocarnos a reflexionar sobre aquello que nos hemos perdido de conocer,
aquello que fue considerado de poco valor y que por ende no ha perdurado, y
reconocer los esfuerzos de quienes han intentado recuperar parte de estas
historias. El canon accidental se
entiende como una exhibición que espera ser una de muchas en una construcción
constante de conocimiento sobre las mujeres artistas. La exhibición constituye
una celebración y un reclamo urgente. Esperamos que contribuya a que las
instituciones culturales continúen exhibiendo obras producidas por artistas
mujeres tanto del pasado como del presente como también de otros colectivos que
han sido excluidos de los relatos de la historia del arte.