La degeneración como metáfora absoluta en el siglo XIX francés1

Ingrid Sánchez Téllez

ingrid.sanchez.tellez@gmail.com

Universidad Central de Chile, Santiago, Chile

Resumen

El objetivo de este artículo es aplicar la metodología histórico-filosófica propuesta por Hans Blumenberg, la metaforología, para rastrear la historia de la metáfora dégénérescence en el siglo XIX francés que repercutió en la literatura de la época. Para tal fin, el artículo indaga en un conjunto de metáforas socialmente relevantes y una metáfora transversal con la cual adquiere sentido el lenguaje en los textos históricos, literarios y filosóficos. El artículo está dividido en tres partes. La primera parte estudia el concepto de degeneración hereditaria como uno de los principales modos de representación histórica y médica de la época. Desde su comienzo en Francia a finales del siglo XVIII con la publicación de tratados y tesis sobre las enfermedades transmitidas de una generación a otra, la degeneración dio cuenta de una ideología degenerativa de la moral en la sociedad decimonónica. La segunda parte documenta la aparición del término dégénérescence y describe su formación como concepto histórico y médico de Francia entre 1871 y 1893. La tercera parte ejemplifica las principales metáforas descritas en la obra de Émile Zola, Les Rougon-Macquart, para explicitar de qué manera la herencia degenerada, en el pensamiento decimonónico, justificó las reformas arquitectónicas, las discriminaciones raciales y los antagonismos de clase que se describieron en la literatura de la época. Como conclusión, el estudio del funcionamiento de la metáfora absoluta dégénérescence permite postular que no puede entenderse el naturalismo sin las teorías biológicas del cuerpo enfermo y, por extensión, de la decadencia social del Imperio, la monarquía y la nación.

Palabras clave: degeneración, metaforología, Émile Zola, naturalismo francés, narrativa del siglo XIX.

Abstract: Degeneration as an Absolute Metaphor in Nineteenth-Century France

The objective of this article is to apply the historical-philosophical methodology proposed by Hans Blumenberg, the metaphorology, to trace the history of the dégénérescence metaphor in the French nineteenth century that had repercussions on the literature of the time. To this end, the article traces a set of socially relevant metaphors and a transversal metaphor with which language acquires meaning in historical, literary and philosophical texts. The article is divided into three parts. The first part studies the concept of hereditary degeneration as one of the main modes of historical and medical representation of the time. Since its beginning in France at the end of the eighteenth century with the publication of treatises and theses on diseases transmitted from one generation to another, degeneration has revealed a degenerative ideology of morality in nineteenth-century society. The second part documents the appearance of the term dégénérescence and describes its formation as a historical and medical concept in France between 1871 and 1893. The third part exemplifies the main metaphors described in the work of Émile Zola, Les Rougon-Macquart, to explain how the hereditary degeneration, in nineteenth-century thought, justified architectural reforms, racial discrimination and class antagonisms. In conclusion, the study of the operation of the absolute metaphor dégénérescence allows us to postulate that naturalism cannot be understood without the biological theories of the sick body and, by extension, of the social decline of the Empire, the monarchy and the nation.

Keywords: Degeneration, Metaphorology, Émile Zola, French naturalism, Nineteenth-century narrative.

Recibido el 4 de abril de 2023

Aceptado el 16 de mayo de 2023

*****

El siglo XIX fue una época en que los diversos avances y descubrimientos científicos conquistaron otros campos del saber, tales como la literatura y las artes. La gran mayoría de la literatura decimonónica estuvo atravesada por una pretensión científica, una necesidad por mostrar que la “verdad” del conocimiento o de las pasiones humanas podía retratarse en las páginas de una novela. Durante la primera mitad del siglo XIX, el argot de los bajos fondos utilizado en obras literarias sirvió como uno de los componentes principales para satanizar los callejones y las tabernas. Por el contrario, en la segunda mitad, la jerga utilizada asimiló a los obreros y campesinos como una clase social más cercana y no como una raza opuesta. En ambos casos, la “verdad” de una época se plasmó en la literatura a través del lenguaje, de los modos de vida y de las enfermedades.

El objetivo de este artículo consiste en una revisión metaforológica de la degeneración en los textos literarios. Para tal fin, el artículo rastrea, en algunos textos literarios del siglo XIX francés, algunas obras historiográficas y tratados médicos el uso de la palabra dégénérescence y su actual significado: la desviación patológica de la psique.

La hipótesis de este artículo es que la metáfora dégénérescence permite explicar la producción literaria del periodo referido, precisamente porque se trata de un concepto histórico fundamental, tal como fue postulado por la obra de Reinhart Koselleck. Por tal razón, el motivo de fondo de este artículo es postular la importancia de estudiar la metáfora degenerativa como un modo de historicidad, ya que es índice de realidad y factor de cambio histórico.

La metodología utilizada, la metaforología, rastrea las condiciones sociohistóricas para probar cómo los fenómenos literarios son efecto, en ocasiones, de transformaciones históricas, científicas y médicas. Hans Blumenberg planteó la metaforología en Paradigmas para una metaforología en el Seminario de Hermenéutica y Poética en los años 1960.2 La metaforología surgió como respuesta a lo que ni la hermenéutica ni la historia conceptual daban cuenta: los conceptos inconceptuables que sólo pueden evidenciarse por medio de las metáforas que los describen. Los conceptos inconceptuables no pueden seguir un registro totalmente histórico; es por ello que requieren del estudio de la metáfora y sus usos en el habla coloquial. Blumenberg rastreó cómo el lenguaje natural y el lenguaje filosófico poseen en su origen un lenguaje poético. Además, probó en su libro, Die Genesis der kopernikanischen Welt, que la historia de las ciencias físicas y matemáticas no estaban exentas de esta prescripción. Tanto la astronomía moderna como el giro copernicano tuvieron un origen metafórico, un origen que provino de una raíz poética.

La metaforología planteada por Blumenberg no es un método exacto, sino un análisis metaforológico del concepto de verdad como luz. Blumenberg rastrea desde Platón a Descartes cómo la verdad es metáfora de la luz frente a la oscuridad como falsedad o desconocimiento. Por lo tanto, la metaforología es un estudio histórico-teórico (sincrónico y diacrónico) de las metáforas. El proceso metodológico de la metaforología consiste en la exploración de la dimensión simbólica que puede o no estar en la metáfora. Como metodología, la metaforología es un instrumento que ayuda a identificar cómo algunas metáforas cristalizan modos de historicidad; puesto que son índices de realidad y factor de cambio histórico. Nos ayudan a identificar, distinguir y separar épocas por medio del uso e intensificación de algunas metáforas.

La historia conceptual de Blumenberg resulta fundamental para develar las relaciones existentes entre la literatura y los diversos campos de estudio; labor que la filosofía ha cargado. Aunque la historia conceptual surgió en el seno de un cruce disciplinario, las ciencias de la literatura (nombre designado en Alemania) no obtuvieron desarrollos tan intensos como en otros campos.

La historia de los conceptos literarios no ha logrado consolidarse debido, entre otras razones, a que la historia sigue utilizando los textos literarios como fuente histórica y no a la inversa. Los textos históricos pueden también interpretarse como textos con potencial literario. En el caso de esta investigación, el análisis de los textos literarios se realiza con el mismo rigor historiográfico que un texto del pasado y, al mismo tiempo, los textos históricos son reconstruidos para fines estrictamente literarios. Estudiar la realidad para determinar la creación novelística e imaginativa de Émile Zola posee un potencial ideológico importante que, en los estudios culturales corresponden a las entrevistas o a la memoria. El potencial subversivo de la ficción, en el caso específico de Zola, consiste en que la literatura naturalista se convierte en un instrumento contra el orden político establecido, contra el proyecto de nación francesa, contra la idea de progreso y contra las consecuencias del capitalismo industrial. El pensamiento histórico está presente en la narrativa.

Por consiguiente, la metaforología aplicada a la literatura de Émile Zola permite estudiar cómo es que la degeneración activa la narrativa mientras devela los desarrollos históricos. De igual modo, dicha metáfora enmarca las tradiciones científicas, los avances metodológicos y las concepciones literarias en un tiempo y espacio específico: la Francia decimonónica.

Está claro que la formación de una teoría literaria como el naturalismo está precedida por una serie de reflexiones médicas, patológicas, nosográficas y científicas que conducen a una labor moral del escritor. Es por lo que estudiar cómo opera la degeneración en las diversas metáforas orgánicas a lo largo de la narrativa zoliana posibilita el estudio de espacios sociales, problemas políticos y dilucidaciones ideológicas de una época, que atraviesan el campo literario.

Por lo anterior, el aporte de la investigación consiste en argumentar que la degeneración literaria evidencia espacios invisibilizados por la sociedad decimonónica. De manera que la metáfora literaria dégénérescence es una biologización de la herencia. La metáfora dégénérescence es la articulación literaria entre la ideología científica y la moral de una época. Resulta relevante para este estudio el proceso en que un concepto médico (dégénération) se asimila como parte del lenguaje cotidiano (dégénéré) hasta transformarse en una metáfora literaria (dégénérescence), ya que permite acceder a un momento histórico en que el desarrollo de la ciencia se convirtió en un proyecto discursivo científico que permeó en la literatura. El control higiénico, las remodelaciones y los tratados degenerativos tienen historicidad; están ligados a las prácticas médicas, políticas y literarias. El higienismo y los tratados degenerativos en la literatura naturalista visibilizan espacios de representación del conflicto social, ya que la lógica política de la Francia del siglo XIX queda altamente codificada por los usos sociales de la medicina. La literatura naturalista expresa este proceso.

Los lugares en las novelas de Émile Zola, así como los tejidos del cuerpo, pueden analizarse por su composición, estructura y características, pueden estudiarse por las metáforas que evidencian accidentes hereditarios y cambios en los temperamentos e instintos de los personajes. Las metáforas espaciales muestran los vicios hereditarios o las lesiones orgánicas de los miembros familiares de Les Rougon-Maquart, así como también reflejan el pensamiento de una época: los problemas sociales como enfermedades médicas. Por tal razón, resulta necesario examinar de qué manera la metaforología médica es importada por Émile Zola a la literatura para surgir después como metáfora de una época en el uso de la palabra dégénéré.

Conviene aclarar que este estudio no consiste en un catálogo exhaustivo de todas las metáforas –tarea imposible e infructuosa–; por el contrario, la metodología permite seleccionar las metáforas que son histórica y socialmente significativas. Como argumentó Reinhart Koselleck para el caso de la formación de los conceptos, algunas metáforas operan como conceptos históricos fundamentales.3 La diferencia entre el método histórico conceptual de Koselleck y el método metaforológico de Blumenberg radica en que para el segundo, las metáforas no sólo operan como conceptos históricos fundamentales, sino que estructuran el mundo para determinar la totalidad de la realidad. La historia de las palabras para Blumenberg constituye una forma de acceder a las transformaciones históricas que han establecido sistemas, escuelas o movimientos político-sociales. La degeneración, como concepto histórico fundamental, permite comprender gran parte de la lógica de una época: textos filosóficos, políticos, literarios. La metáfora degenerativa en la literatura y en los tratados médicos de la época se ubica entre lo biológico y lo maquínico; forma parte de un tercer campo semántico que organiza la relación entre la vida y la técnica, la modernidad y la tradición, la salud y la enfermedad. La operación metafórica y su articulación mediante una lógica de decadencia destaca la cuestión sobre la técnica y la modernidad. Es decir, la modernidad no se refiere a la máquina como un organismo, sino a los organismos cuyas funciones fisiológicas se asemejan al funcionamiento de una máquina: aparato digestivo, aparato respiratorio, aparato circulatorio, etcétera. Los aparatos maquínicos del cuerpo como piezas independientes pero organizadas dentro de un mecanismo (el cuerpo humano) más grande. Pensar a los organismos como máquinas nos remite a una interpretación de la phýsis como téchne. En definitiva, la degeneración se comporta, como lo ha explicado el teórico Jean-Louis Déotte como un aparato (appareil) estético. Para Déotte, un aparato es aquella relación entre lo que “aparece” y la “técnica”: una “existencia de épocas de la sensibilidad”.4 Los aparatos son los que redefinen la sensibilidad de una época. En ese sentido, la degeneración como aparato estético permite elucidar la combinación entre lo orgánico y lo maquínico, propio de la lógica cultural de la Francia decimonónica.5

La función orgánica/maquínica de los espacios es una herramienta de representación que articula la ideología científica decimonónica con la decadencia política, social y familiar: la decadencia del rey en paralelo con la decadencia del poder político, de un grupo social (la aristocracia), de la familia y del individuo.

Las metáforas de la degeneración hereditaria en las novelas de Émile Zola, que el naturalismo explicita por medio de las predeterminaciones hereditarias de los personajes y su relación con el medio ambiente, permiten comprender el pensamiento científico del siglo XIX y las pretensiones científicas del autor. No sólo se heredan riquezas benéficas, sino también se heredan las enfermedades, los hábitos y las costumbres.

Finalmente, el artículo está dividido en dos partes. La primera parte, “La construcción de la metáfora de la dégénérescence”, documenta la aparición del término dégénération y describe su formación como concepto histórico y médico de Francia entre 1871 y 1893. La segunda parte, “Las metáforas degenerativas en la obra de Émile Zola”, analiza cómo el concepto dégénération se transformó en una metáfora literaria (dégénérescence) que explica la estructura psíquica de algunos personajes pertenecientes a la saga Les Rougon-Macquart.

La construcción de la metáfora de la dégénérescence

“Los pueblos perecen porque se han degenerado, y no por otra causa. […] Si mueren, es porque ya no poseen, para atravesar los peligros de la vida, el mismo vigor que tenían sus antepasados; en una palabra, porque han degenerado”,6 aseveró Joseph Arthur Gobineau, considerado uno de los precursores del racismo moderno. Los estudios de Augustin Thierry y Henri Boulainvillier, que propusieron el vínculo entre la raza y la clase, sirvieron de fundamento para el pensamiento racial de Gobineau. El interés por la obra de Gobineau respondió a la necesidad por elucubrar teorías políticas que explicaran la degeneración social y política de Francia en esa época.

La idea de degeneración hereditaria comenzó en Francia a finales del siglo XVIII con la publicación de tratados y tesis sobre las enfermedades transmitidas de una generación a otra. El primero de ellos fue el caso de Georges Buffon quien, desde 1766, dio una primera explicación sobre las variaciones de la especie humana como un fenómeno de degeneración. La disminución o la desaparición de ciertas especies que llamó dégénération está contenida en el tomo XIV de L’Histoire naturelle. El segundo de ellos fue Johann Blumenbach quien retomó la teoría de Buffon para explicar las variaciones físicas en los seres humanos. Blumenbach escribió una tesis médica titulada De generis humani varietate nativa (1775) y en ella planteó la idea de una degenerat (degeneración) como las variaciones de la especie humana y su separación con la variedad caucásica.7 Más tarde, Alexis Pujol envió a concurso un tratado titulado Essai sur les maladies héréditaires (1787) en el cual estudiaba la transmisión de las patologías de los padres a los hijos y sus apariciones posteriores al linaje familiar, las enfermedades congénitas y las herencias de los temperamentos y hábitos. Nueve años después, François-Emmanuel Fodéré escribió un tratado titulado Traité de Médecine Légale et d´hygiène publique ou de police de santé: adapté aux codes de l’Empire français et aux connaissances actuelles, à l’usage des gens de l’Art, de ceux du Barreau, des jurés et des administrateurs de la santé publique, civile, militaire et de marine (1798) diferenciando las enfermedades contagiosas de las hereditarias. Tanto Alexis Pujol como François-Emmanuel Fodéré creyeron, al igual que el alemán Johann Peter Frank,8 que el trabajo de la policía de salud debía establecer un orden en los ejercicios médicos, además de un orden social.

La policía de salud pública debe vigilar también especialmente en que haya un orden establecido para el exercicio [sic] de la Medicina y Cirugía, para las Comadres, para el exercicio [sic]) de la Farmacia y de la Droguería, y para todo concerniente a la venta o despacho de aquellas cosas que pueden ser remedios o venenos.9

El alemán Johann Peter Frank mostró que el ejercicio médico y la policía vigilante debían trabajar juntos para controlar el ejercicio de la medicina. Esto supuso que el ejercicio médico, desde el siglo XVIII, formó parte de los asuntos de Estado. La relación medicina-Estado repercutió en la creación de numerosos grupos de vigilancia, como los higienistas franceses, quienes comenzaron la tradición de los tratados sobre enfermedades hereditarias.

Durante el siglo XIX aumentó la publicación de tratados que explicaron la degeneración del organismo y su relación con los espacios que se habitan. Incluso, se estudió el origen de las causas físicas y morales del delito: la herencia de los padres y de los lugares. Un ejemplo de ello fue la hérédité dissimilaire de Prosper Lucas, la cual sirvió a las obras degeneracionistas que mostraban la predisposición del cuerpo a las patologías. Ciertos individuos, según su herencia, estaban predispuestos a enfermedades mentales que podían, o no, identificarse desde antes de su aparición. Además, un tratamiento eficaz consistía en alejar al individuo de su condición social, del espacio que lo determinaba.

Algunas de las primeras referencias al término dégénérer se pueden encontrar en el Dictionnaire Étymologique de la Langue Françoise (1750) de Gilles Ménage. El diccionario de Ménage posee tres usos diferentes para el término. El primero, dégénérer, aparece en la definición de bastardo, palabra proveniente de Alemania (boet-art), que significa degeneris animi. Según el código De naturalibus liberus (1750), los bastardos se denominaron degenerados o degeneres humaines.10 El segundo uso es como verbo en la definición de la palabra Druide: “la palabra druide, así como la de mapus ha degenerado de significación (& eft.) atrapado en la carrera por un hombre que trata con el demonio”.11 Por último, en otra definición se utiliza como sinónimo de cambio o transformación: “Muchos nombres propios además de [trcsîllurtres](sic) han degenerado entre nosotros en términos incomprendidos como Nicodéme Olibryus.”12

Con el paso de los siglos y tras la aparición de la obra titulada Considérations sur les êtres organisés: de la perfectibilité et de la dégénérescence des êtres organisés (1806) de Jean-Claude de la Métherie la palabra dégénération cambió por dégénérescence. Bénédicte Percheron explicó en el artículo titulado Le corps dégénéré: des textes scientifiques à la littérature française du XIXe siècle que las nociones y las diferencias en el siglo XIX entre dégénération y dégénérescence son ambiguas.13 Lo anterior puede explicarse, por un lado, con el surgimiento de la palabra dégénération en el Nuevo Diccionario de Historia Natural (1817) de Julien-Joseph Virey: un sinónimo de variación.14 Por otro lado, el Diccionario de Historia Natural (1844) dirigido por Charles d´Orbigny, devela la pugna entre los estudiosos contemporáneos: si dégénérescence puede entenderse como una degeneración de la especie o no.15 A partir de ambas fuentes es posible interpretar que durante el siglo XIX, la palabra dégénération apuntaba a una variación en los caracteres biológicos; mientras que dégénérescence afirmaba a una degeneración hereditaria que no necesariamente se relacionó con la idea de variación de la especie.

El Dictionnaire analogique de la Langue Française: répertoire complet des mots par les idées et les idées par les mots (1862) de Prudence Boissière postula dos definiciones para la palabra dégénérescence. La primera, determina la dégénération como un estado o acción de degenerar. Cambio de especie o de naturaleza.16 La segunda establece la dégénération como parte del campo semántico familiar. La degeneración familiar es la pérdida de las cualidades de la raza o la realización de acciones indignas de la virtud de los antepasados.17 Doce años más tarde, el Dictionnaire de la langue française (1874) de Émile Littré relaboró la definición de Boissière en un compendio más amplio de los usos y la historia de la palabra. La dégénération posee tres definiciones: la acción de degenerar, un término médico y un término familiar.18 A partir de fuentes históricas, médicas y literarias, Littré actualizó las definiciones e, incluso, determinó las conjugaciones verbales para dégénérer.

Del tratado histórico de François Raynal,19 Littré extrajo la definición que relaciona la degeneración de los organismos vivos con las condiciones del terreno o el ambiente.20 De Leclerc de Buffon21 rescató la concepción de hombres que degeneran la especie humana.22 Del Essai de psychologie de Charles Bonnet del siglo XVIII utilizó los usos en el habla coloquial: el participio pasado. En los usos y las conjugaciones del verbo dégénérer destacó el acompañamiento con el auxiliar avoir cuando implica una acción; con el auxiliar être al marcar un estado; con la preposición de para el origen, y con la preposición en cuando estima la imperfección de la cosa:

rem. 1. Degenerar se conjuga con el auxiliar avoir, cuando expresa acción: estos granos se han degenerado rápidamente; con el auxiliar être cuando marca el estado: estas semillas están degeneradas desde hace mucho tiempo. // 2. Degenerar toma la preposición de cuando queremos marcar el origen y nos hemos desviado; y la preposición en cuando queremos señalar la imperfección en que ha caído una cosa.23

Por último, el diccionario de Littré define la dégénérescence como un término proveniente de la historia natural y de la medicina. Sinónimo de degeneración, término de patología, alteración de humores o cambio en la organización del cuerpo que lo lleva al deterioro.24

Posteriormente, la publicación de numerosos tratados sobre la dégénérescence y el uso común de la palabra en la literatura adquirió relevancia durante el siglo XIX no sólo en el ámbito literario o médico, sino en el habla cotidiana. Los primeros estudios sobre las implicaciones degenerativas en los seres se realizaron en el siglo XVIII, aunque siguieron publicándose en el XIX. Éste fue el momento histórico, “el siglo de la degeneración”, en el que un término médico se incorporó en el habla cotidiana para convertirse en metáfora de su época: “un hombre degenerado”. Mauro Sebastián Vallejo explicó que, antes de 1840, los tratados y tesis relacionados a temas de la herencia y sus afecciones médicas se dividieron en dos grandes periodos de estudio:

Todos los tratados y tesis sobre la herencia antes de 1840 respetan fielmente un esquema. La primera mitad está abocada a los desarrollos teóricos. […] La segunda mitad se dedica al tratamiento de las afecciones hereditarias.25

Si bien es necesaria la discriminación epocal que realiza el autor para añadir información relevante al uso cotidiano de la palabra dégénérescence durante el siglo XIX, los tratados sobre enfermedades hereditarias evidencian dos hechos relevantes con respecto a las imposiciones de control higiénico: (1) la transición del mecanismo de control en el trabajo médico hacia el control social. (2) El dispositivo de poder articulado bajo la idea de la salud sobre la herencia del cuerpo enfermo.

El primero de ellos, la transición del mecanismo de control en el trabajo médico hacia el control social, muestra que el cuerpo enfermo debía ser asunto del Estado. Esto supuso que el concepto de higiene se convirtiera en un proyecto operativo del poder del Estado sobre los padecimientos de los habitantes a través de la difusión de tratados sobre enfermedades hereditarias. En efecto, el ejercicio médico, mediado a su vez por el aparato estatal, vigilaba el cuerpo del enfermo como un fenómeno social que podía sistematizarse y tratarse. De tal forma que es posible concluir que el positivismo biológico estuvo relacionado con los proyectos estatales.

El segundo hecho fue el surgimiento de un nuevo dispositivo de poder que se articuló a partir de la idea de la salud y de las enfermedades hereditarias. Este dispositivo de poder fueron los tratados y tesis sobre las enfermedades hereditarias que se multiplicaron y gestaron las principales nociones de un discurso médico vinculado a la herencia.26 Como consecuencia, la división de los tratados a lo largo de un siglo promovió la coyuntura entre la idea de la salud y la enfermedad que operó por medio de un imaginario dual excluyente y la idea de un Estado capaz de llevar a sus médicos al encuentro con tratamientos específicos para curar los males hereditarios.

En ambos hechos, la relación organismo-sociedad implicó que los grupos sociales fueran vistos como organismos que dependían de la interacción con otros organismos para funcionar. Por medio de la idea relacional, el mal funcionamiento de ciertos organismos podía repercutir en otros, así que fue necesaria la vigilancia de la sociedad tanto como la vigilancia del cuerpo. A este respecto, Bénédicte Percheron aseguró que Paul Bourget es considerado el teórico de la decadencia social. El Essai de psychologie contemporaine –publicado primeramente como ensayos en el periódico Le Parlement de 1881 a 1883 y, posteriormente, en tomo completo por Alphonse Lemerre en 1883– muestra que la sociedad, durante el siglo XIX, fue asimilada como un organismo.27 El degenerado, por tanto, no sólo es inútil por sus debilidades hereditarias, sino inútil para la sociedad, ya que la pervierte. De igual modo, Claude Bernard aseguró que existía una relación entre la sociedad y los organismos por las funciones que ocupan los miembros en ellos.

El organismo, como la sociedad, está construido de tal manera que las condiciones de la vida elemental o individual son respetadas, esas condiciones son las mismas para todos; pero, al mismo tiempo, cada miembro depende, en cierta medida, por su función, y por su función del lugar que ocupa en el organismo, en el grupo social.28

Tal como mostró Claude Bernard, el campo médico se nutrió, a partir de una noción similar a la de Morel, de un concepto médico que evidenciaba la degeneración moral de los organismos y, por tanto, de la sociedad. La degeneración se aplicó primero a los animales, luego al campo médico y, por último, a la psicología y la moral. La dégénérescence fue sinónimo no sólo del mal funcionamiento del organismo, sino de un mal funcionamiento en la moral de la sociedad. Este mal social se debía a las condiciones de vida, al trabajo y al alcoholismo en las clases marginadas.29 La degeneración no fue únicamente física, como en Buffon o en Blumenbach, fue el síntoma de la decadencia moral. Las numerosas concepciones y referencias de la palabra dégénérescence comprueban que el término permeó todos los campos: el médico, el familiar, el lingüístico y el geográfico.

Más adelante, la literatura dio cuenta de este proceso de interpretación médica. El término se convirtió en metáfora de los desvíos morales, las enfermedades mentales y las enfermedades sociales. Un ejemplo de los vicios morales es la novela de los hermanos Goncourt, Germinie Lacerteux. La degeneración está oculta en la metáfora del descenso de la mujer honesta:

Había bebido esos “traguitos” mañaneros a los que son tan aficionadas las criadas de las “entretenidas”. Había bebido con unas y con otras. Había bebido con los hombres que acudían a la lechería a desayunar, había experimentado con Adèle, que bebía como un hombre que experimentaba un placer vil en ver caer tan bajo a la criada de una mujer honesta.30

La pérdida de la honestidad es el síntoma del desvío moral. La degeneración es un término médico que remite a las lesiones interiores del cuerpo, a la especie, a la raza degenerada por las condiciones ambientales y se extiende al ámbito social: la raza degenerada por los comportamientos amorales. Un ejemplo de la degeneración como enfermedad mental es la novela Le Village aérien (1901) de Jules Verne:

Sí […] el doctor Johausen estaba en absoluta demencia. Ya medio desequilibrado cuando salió de Camerún, había perdido la razón después de su llegada a Ngala. Y, ¿quién sabe si no fue esa degeneración mental lo que le había valido la proclamación del rey de los Wagddis?31

Verne equipara la demencia con una degeneración mental; lo que supone que la enfermedad siempre estuvo latente en el personaje y que con el tiempo se degeneró. Por último, un ejemplo de la degeneración social lo encontramos en la novela Les Célibataires (1832) de Honoré de Balzac. En el siguiente fragmento, la degeneración todavía es sinónimo de pérdida: “Al principio de su matrimonio, esos Rogron tenían, desde hace dos años, una hija y un hijo; todos degenerados, sus hijos eran espantosos. […] Esos desgraciados niños regresaron con una horrible educación del campo”.32 La degeneración, en el caso de Balzac, enmarca la dualidad ciudad-campo evidenciando sus diferencias culturales. La degeneración surge por el contacto con un espacio “no civilizado” que impacta en la estructura familiar de los Rogron.

A partir del término dégénérescence se exhibió que el cuerpo debía ser “vigilado” para evitar su degeneración. Existió una visión dual de la salud y la enfermedad, una pérdida cultural generada por la contraposición entre el campo y la ciudad y vicios morales que se gestaban en espacios insalubres. Por medio de temáticas como las de los bajos fondos33 o las imperfecciones existentes en la sociedad, los autores mostraron una parte social y espacial de Francia que se había mantenido oculta: los barrios, los callejones, los tapis-franc34 o la Corte de los milagros.35 Al respecto, Dominique Kalifa escribió:

Los bajos fondos que se afirman entonces en el lenguaje son los hijos naturales de estas inquietudes multiformes. Señalan lugares reales, productos de un cambio social veloz y brutal, pero hablan también de la necesidad de consolidar los contornos del mundo real por la puesta en escena de su reverso. Son síntoma, antídoto y espectáculo al mismo tiempo.36

En la literatura, los “bajos fondos” parisinos proporcionaron una geografía específica que le permitió a los autores construir un mundo que visibilizaba la división social por medio del desplazamiento del lenguaje culto. La literatura tuvo la necesidad de retratar lugares específicos de París (las Cortes de los milagros, las tabernas, los callejones parisinos), que podían degenerar a los personajes (el honor perdido, la inclinación al crimen, la planeación de fraudes y estafas). El lugar determinaba la historia degenerativa del personaje. La degeneración literaria estuvo en relación con tres elementos: la pobreza de las clases marginadas (las prostitutas, los ladrones, los mendigos, los obreros), el espacio que habitaba y con un evento económico que repercutió políticamente: el fin de la aristocracia y el inicio de la burguesía.

El imaginario literario burgués asoció la ciudad —que contenía el vicio propio de las clases marginadas y los aristócratas— en explícito a los habitantes de las ciudades. No obstante, Émile Zola retratará que no sólo la urbe parisina es la causante de la degeneración social, sino que es la Nación uno de los agentes patógenos que contaminan a los habitantes y a los espacios. En ese sentido, otros lugares como el campo o la provincia también formaron parte de la ciudad: la provincia no fue la inversión imaginada de la urbe.

Finalmente, este imaginario asociado a los espacios y a la criminalidad repercutió en el uso de la palabra dégénérescence. La degeneración se utilizó tanto para nombrar alteraciones en la constitución física, mental o moral de los personajes, como para evidenciar la degeneración social. El primero en hablar de la degeneración como alteraciones sociales fue François-René de Chateubriand en 1802 con la obra Génie du Christianisme. Más tarde, Charles Nodier en 1832 escribirá Fée aux Miettes en donde postulará la idea de hombres degenerados y no degenerados capaces de alcanzar el paraíso terrenal. Algunos otros en hablar del tema serán Víctor Hugo en Les Misérables (1862), Louis Bonald en Du perfectionnement de l’homme (1810), Guy de Maupassant en Le Docteur Héraclius Closs (1921) y Joris-Karl Huysmans en la novela À rebours (1884) donde creará al personaje Des Essentes, quien será la figura degenerada de la época (Percheron, “Le Corps dégénéré”, 1-14). Si bien Bénédicte Percheron menciona algunos de los autores que trabajaron el tema, es importante nombrar a otros que forman el gran corpus de la literatura de la degeneración e impactaron en la literatura posterior: Alfred Jarry, Eugène Sue, Jules Verne, Eugène Viollet-le-Duc, Emmanuel Sieyés, Jean Calvin, Henry Becque, Barbara Juliane Von Krüdener, Jean-Baptiste Lamarck y, por supuesto, Émile Zola. El corpus de la degeneración estaba in crescendo.

Las metáforas degenerativas en la obra de Émile Zola

La obra de Zola es una oportunidad única para rastrear el impacto histórico y literario de algunas metáforas provenientes de la medicina y biología decimonónicas. La obra de Zola está compuesta de algunas metáforas fundamentales para la Francia de la época. Es más, la lectura metaforológica nos permite postular que algunas novelas del ciclo Les Rougon-Macquart son el ejemplo de cómo los textos literarios, en ocasiones, sirven como una fuente confiable para trazar una historia de las sensibilidades nacionales. La novela opera como documento histórico y la historia como un recurso de aproximación literaria. El texto literario es también un texto histórico. La metodología aplicada a las ciencias de la literatura permite argumentar en favor del análisis de los textos literarios más allá de su propia autorreferencia.

El estudio de las metáforas en Zola, en definitiva, inaugura un nuevo camino para comprender la morfología espacial del Segundo Imperio. Aunque existen diversos estudios espaciales en Zola, ninguno se ha interesado en probar el rendimiento literario de la crítica metaforológica,37, puesto que no muestran la relación entre espacios, metáforas y órganos, punto crucial de esta investigación. Por esta razón, mi estrategia de análisis consiste en mostrar la correlación entre la fisiología y la cartografía, entre el análisis metaforológico de los espacios internos con los espacios externos. El espacio es un objeto de investigación en disputa epistemológica.

En la narrativa de Zola, la metaforología permite distinguir entre los términos, los conceptos y las metáforas. Los términos son palabras que sólo utiliza el autor, puesto que sólo funcionan discursivamente. Un ejemplo son los estados de ánimo en la novela decimonónica. La literatura realista y naturalista estuvo preocupada por los estados de ánimo y por la vida psíquica de sus personajes, pero, aunque fueron importantes para el ámbito literario, no trascendieron al discurso de lo cotidiano.

Por el contrario, a las palabras que trascendieron el discurso, Blumenberg las denominó conceptos. Los conceptos, además de ser extradiscursivos, tuvieron otra característica: estuvieron ligados a una realidad pública. Los conceptos, por lo tanto, son la unión entre el índice de realidad y el factor de cambio sociopolítico: palabras de una época que el autor utiliza en las novelas. Los conceptos sólo pueden ser aquellas palabras que explican algo que existe en la realidad (índice de realidad) y, al mismo tiempo, tienen la facultad para cambiar la realidad, es decir, describen y prescriben. La fisiología y la fisionomía poseen numerosos conceptos médicos que fueron aplicados en la literatura decimonónica: innatismo, herencia, mórbido, etcétera. La medicina ha aportado a las diferentes áreas conceptos que se han convertido en parte del habla cotidiana, como el que refiere Georges Canguilhem en Escritos sobre la medicina: el concepto crisis –de origen médico– para explicaciones políticas y económicas.38 De igual manera, la literatura donó conceptos a la medicina: el retifismo, la atracción hacia los zapatos. Este concepto que se utiliza actualmente en las ciencias médicas para describir la parafilia –la atracción fetichista por los zapatos– como trastorno sexual, tomó su nombre del apellido del escritor francés Nicolas Edme Réstif de la Bretonne.39

Por último, la metáfora es aquel elemento, tanto discursivo como extradiscursivo. De tanto usar la metáfora, puede funcionar como parte del lenguaje natural. Las metáforas son las palabras que surgen en el texto y que pueden utilizarse después en la realidad de la época, o bien, expresiones poéticas existentes en la realidad de la época que se traducen en metáforas literarias. Por consiguiente, la metáfora se entiende como un lenguaje poético naturalizado.

En ese sentido, la metáfora dégénérescence puede considerarse una “metáfora fundacional”, ya que con su aparición, despliegue y olvido puede trazar toda una época. La palabra dégénérescence requiere de un exhaustivo trabajo histórico para nombrarse “metáfora absoluta”. En la metaforología, así como existe lo inconceptuable (aquello que no puede ser concepto), existe la inconceptuablilidad radical, es decir, las metáforas absolutas, las que ya no pueden ser explicadas ni explicar más. Por tal razón, y para los fines exclusivos del análisis literario, me remitiré a nombrarla “metáfora fundacional”: una metáfora que explica una época. Por “metáfora fundacional” entiendo un lenguaje científico que se extiende a todos los ámbitos de la vida. La degeneración no es una metáfora común. Se asocia a problemas sociales como el deterioro de la raza, el progreso social, las tasas de criminalidad y los problemas de higiene pública. Funda un discurso: el discurso médico sobre el detrimento hereditario. Inaugura la estructura novelística del ciclo Les Rougon-Macquart: una primera lesión moral que afectará biológicamente a las generaciones posteriores.

En el ciclo Les Rougon-Macquart, la dégénérescence es la metáfora que organiza la estructura novelística, los acontecimientos y las lesiones físicas de los personajes. Esto sugiere que, en el modo de describir los espacios y las predisposiciones hereditarias, la narración naturalista develará que la enfermedad irrumpe la ilusión de la construcción del sujeto, puesto que está en contra del cuerpo. La enfermedad es solamente corporeidad. Bajo dicha ley, no importarán los ánimos o los intentos de los personajes por tender hacia la salud, sino los impulsos exteriores que, aunados a la predisposición hereditaria, culminarán en la degeneración del personaje. Además, las novelas intentan calcar los problemas sociales, políticos y médicos de su tiempo. De tal manera que la novela naturalista da cuenta de la desviación familiar así como del auge de las publicaciones de tratados sobre enfermedades hereditarias a partir del uso de las metáforas que refieren a la palabra dégénérescence.

Para determinar las metáforas absolutas en las novelas de Émile Zola resulta necesario diferenciar entre campo metafórico y metáfora. El campo metafórico es el espacio semántico en el que pueden hilarse diversas metáforas. Un ejemplo en las novelas de Zola son las metáforas descriptivas que sirven para narrar la herencia viciada o la estabilidad moral de los personajes. Para narrar el deterioro de sus personajes en la novela L’Assommoir, Émile Zola recurrió a una serie de imágenes que planteaban la dialéctica entre la salud y la enfermedad, por medio de dos metáforas: la suciedad física-moral y la limpieza física-moral. Por un lado, el autor asoció diversos elementos como la ropa tirada, el aguarrás, la agresividad con la mujer, la pereza, el hundimiento mental, el despilfarro a la metáfora de la suciedad. Asimismo, Zola utilizó otras metáforas como la llama de odio en los ojos o la bestialidad y las asoció a la metáfora fundacional: la degeneración. Por otro lado, para explicar la salud, asoció imágenes como el color azul, el vino, el corazón y el ahorro a la metáfora de la limpieza.

Estaba sentada en el borde de un taburete, doblada en dos, alargando las manos hacia la derecha y hacia la izquierda, con movimientos lentos, como si la embriagara esa peste humana, sonreía vagamente y sus ojos se ahogaron. Y parecía que sus primeras perezas venían de allí, de la asfixia de las viejas sábanas que envenenaban el aire que la rodeaba.40

Los personajes se deterioran lentamente. Por un lado, los arrebatos de pereza que “embriagan” a Gervaise son metáforas y anunciamientos de la enfermedad que está por venir: el alcoholismo. Por otro lado, la respuesta corporal de agrado por la suciedad está determinada según la tala hereditaria de decadencia y vicio de los Macquart. Sólo un personaje en decadencia puede gozar de la peste.

Del mismo modo, en el caso del personaje Coupeau, el deterioro está asociado al alcoholismo que deviene de una primera lesión orgánica descrita metafóricamente: la ruptura de su corazón. La ruptura del corazón de Coupeau, debido al accidente que sufre, acaba con su relación matrimonial: “Se decía en el barrio que al zinguero se le había desenganchado el corazón por la conmoción”.41

Por el contrario, la limpieza se puede asociar al color azul, al consumo del vino, al cuidado del corazón y al ahorro. El color azul en las habitaciones –la tienda de Gervaise en L’Assommoir, la habitación de Hélène en Une page d´amour, el saloncillo que lleva a la habitación de los Quenu en Le Ventre de Paris– retrata la estabilidad burguesa. Descuidar el azul de las habitaciones es sinónimo de decadencia moral.

En ambos ejemplos, la suciedad y la limpieza son campos metafóricos que enlazan diversas metáforas del vicio o de la salud. Dos campos que seleccionan y restringen el ingreso de las metáforas a su dinámica de sentido. En cambio, las metáforas, por sí solas, son elementos aislados que pueden o no pertenecer a un conjunto más amplio de sentido, que pueden o no fijarse semánticamente.

Con estas asociaciones descriptivas, el personaje tiene un supuesto ascenso social y económico que, tras la enfermedad de Coupeau, se transformará en una precipitación viciosa que involucra a todos los personajes y al lugar donde habita. El desplazamiento de la salud a la enfermedad o al vicio por parte del personaje Gervaise ocurre, invariablemente, como resultado de dos predisposiciones hereditarias: la física y la psíquica.

La predisposición hereditaria física de Gervaise puede encontrarse también en las novelas La Fortune des Rougon y L’Assommoir. Gervaise es descrita con un defecto de nacimiento que la convierte en genéticamente propensa al vicio. La cojera es la materialización de las talas hereditarias que infectan su sangre y afectan su cuerpo. El autor explica, en la primera novela, que el muslo derecho de Gervaise mostrará las brutalidades que la madre soportó en una borrachera y el régimen de anís al que fue sometido con el objetivo de mejorar su salud. Más tarde, en L’Assommoir, el autor volverá a explicar que el personaje fue engendrado bajo efectos de alcohol y violencia.

Incluso, si ella cojeaba un poco, provenía de la pobre mujer a quien el padre Macquart molía a golpes. Cien veces le había hablado de las noches en el que el padre, al volver borracho, se mostraba tan brutalmente galante que le rompía los miembros; y, seguramente ella había sido engendrada en una de esas noches, con su pierna atrasada.42

El momento de la procreación repercute en el cuerpo del personaje y en la predisposición al vicio. La afección de la enfermedad es el mal de la herencia. Un mal que, Prosper Lucas llamó innatismo mórbido: la condición de los progenitores al momento de la concepción que culmina en una nueva patología.43 El innatismo mórbido es la respuesta más próxima a las condiciones físicas de Gervaise que repercute en enfermedades o predisposiciones viciosas, como el alcoholismo.

La degeneración hereditaria, en el caso de Gervaise, no sólo se presenta en los órganos, los tejidos o los fluidos corporales para degradar las facultades físicas y morales, tal como explicó Georges Cabanis en el tratado titulado Rapports du physique et du moral de l’homme (1802). La degeneración de Gervaise es, primeramente, física, y posteriormente trasciende hacia las facultades morales del personaje. Más tarde, cuando la decadencia física, moral, económica y espacial invade la vida de Gervaise, la cojera se manifestará notablemente. Será así que la lesión corporal evidenciará una materialización de su degeneración actual y, al mismo tiempo, será un recordatorio de su degeneración familiar. En ese sentido, la cojera de Gervaise es lo que el médico Benedict Morel nombró como cachet typique o stigmate para referirse a las marcas que prueban la degeneración característica de las familias o grupos degenerados.44

El segundo tipo de predisposición hereditaria psíquica es la que proviene de las conductas viciosas de Gervaise y su madre en Plassans. Conductas vicios que debilitarán la moral del personaje. Nuevamente, las novelas La Fortune des Rougon y L’Assommoir describen el estado de embriaguez en el que caían ambas mujeres con anís cuando el padre abandonaba la casa. Un último suceso, en el que Gervaise estuvo a punto de morir, le produjo un inmenso terror por el alcohol. Es así que al inicio de la novela L’Assommoir, el personaje come la fruta del aguardiente para dejar la bebida, refiriendo que la máquina de destilar detrás suyo le produce frío en el cuerpo: “Es estúpido, pero me da frío, esta máquina…, la bebida me da frío…”.45

Con sólo observar la máquina de destilar en L’Assommoir, el personaje siente la fuerza de la herencia que se materializa en un malestar corporal. La herencia se hace presente en el cuerpo de Gervaise y esos desequilibrios físicos y psíquicos del personaje son síntomas de la degeneración hereditaria por venir.

Como consecuencia de las anomalías en el comportamiento de sus padres, el personaje principal experimentará una sensación parecida a la permanencia entre dos sitios: la suciedad y la limpieza, un hospital y un matadero, la salud y la enfermedad, el trabajo y la taberna, la vida y la muerte, el rechazo y la atracción.

Fue en esa acera, en este aire de horno, donde la arrojaron sola con los pequeños; y con una mirada enfiló los bulevares exteriores, a la derecha, a la izquierda, deteniéndose en ambos extremos, presa de un terror sordo, como si su vida, en adelante, se fuera a detener ahí, entre un matadero y un hospital.46

Estar a la “mitad de”, es estar en el centro de una herencia que no termina de definirse. La metáfora de su herencia es el cruce de esos dos límites que siempre se le presentan para atraerla y atemorizarla con la premonición de una próxima caída: “Ella se sintió presa de un sudor frente al futuro y se comparó con una moneda lanzada al aire, cayendo de cara o cruz, según las oportunidades del pavimento”.47 De la inestabilidad de Gervaise, del estar entre dos polos, surge la metáfora de la moneda. Por un lado, el personaje es una moneda que siempre tiene la posibilidad de convertirse en la otra cara. Por otro lado, la metáfora de la moneda lanzada al aire tiene una ambivalencia: la posibilidad de todo y de nada. Es estar eternamente en el limbo. La dualidad del personaje es un síntoma que nos indica la patología por venir, la herencia que acecha para trastornarla.

Por último, el hundimiento de Gervaise es en el fondo una serie de derrumbes morales y físicos que culminan en el alcoholismo y en la pérdida total de la voluntad: la pereza, la gordura, el lento abatimiento en la suciedad, la infidelidad. Para explicar la precipitación del personaje hacia el vicio, Zola utiliza la caída moral y el lento hundimiento con metáforas de agotamiento físico: el desmayo, el vértigo o las caídas.

Ella se abandonó, aturdida por el ligero vértigo que le venía del montón de ropa sucia, sin repugnancia por el aliento vinoso de Coupeau. Y el fuerte beso que se dieron en la boca, en medio de la inmundicia de su oficio, fue como una primera caída en el lento hundimiento de su vida.48

En la narrativa naturalista, el trabajo ennoblece. Mientras que la pereza sólo puede precipitar al personaje a la categoría de animal. El rechazo al trabajo es el síntoma de un primer deterioro. Es así que el vicio entra en el cuerpo cuando está en reposo, cuando se descuida. El vértigo que siente el personaje por la ropa sucia no es un vahído de repulsión. Esta información resulta relevante, ya que es un índice de su estado de descomposición. Además, rodeados de la ropa sucia y la tienda en decadencia económica, hay un fuerte beso entre Gervaise y Coupeau que, no puede leerse como un instante de amor, sino como una constatación de la podredumbre moral a la que ambos han llegado. Esas metáforas describen situaciones de carencia moral. Un estado físico que representa un desvío moral.

Otro ejemplo del funcionamiento de la degeneración es la transmisión de los vicios o del parecido físico. Por un lado, la herencia viciada de los padres repercute en el temperamento de los hijos. De la histeria y el alcoholismo de Gervaise Macquart y de las reacciones amorales de Lantier resultará la degeneración hereditaria de sus hijos: la enfermedad nerviosa de Étienne y la histeria y la enfermedad nerviosa de Jacques y de Claude. En un segundo matrimonio, el alcoholismo de Coupeau y de Gervaise culmina con las reacciones amorales de Anne Coupeau. Por otro lado, la herencia familiar de los Mouret confiere de enfermedades histéricas y nerviosas a la mayoría de los hijos. Tanto Serge como Jeanne sufren la histeria de sus padres que repercute en la tuberculosis. Por otro lado, la herencia también puede afectar el físico de los personajes. En algunos casos, los personajes no serán dañados por el temperamento de sus padres. La tala hereditaria se notará en los rasgos o parecidos físicos: la herencia indirecta de colaterales que genera el parecido de Octave Mouret con su tío Eugenio Rougon; o bien, la herencia directa del personaje Lisa Macquart con su madre. Esto significa que, tanto la herencia directa como la herencia indirecta pueden saltarse hasta tres generaciones. Un ejemplo de lo anterior es el último nieto, Charles, personaje de Le Docteur Pascal, miembro de la quinta generación, quien compartirá un parecido físico y mental con el de la abuela Dide.

Pero lo que lo impresionó en ese momento fue su parecido con la abuela Dide, ese parecido que se había extendido por tres generaciones, que saltaba de aquel rostro reseco de centenario, de esas facciones gastadas, a esa delicada figura de niño, como borroso, ya demasiado viejo y acabado por el desgaste de la raza. Frente el uno del otro, el niño imbécil, de una belleza de muerto, era el final de la antepasada, de la olvidada.49

Los accidentes hereditarios que saltan de la primera a la quinta generación resultan en un personaje enfermo, envejecido y desgastado que pareciera la copia exacta de la abuela. Charles carga con todo el peso de la herencia y su degeneración resulta en una belleza imbécil: una belleza vegetal.

Aunque el ciclo de los Rougon-Macquart inicia con la abuela Dide, en la herencia naturalista no existe un comienzo ni un fin. Esta característica resulta importante, ya que el equilibrio hereditario puede lograrse después de varias concepciones. El equilibrio hereditario toma el nombre de herencia innata. Otros personajes como Pascal, Cleotilde, Angelique, Jean poseerán una herencia innata, es decir, no guardarán relación física o moral con sus padres. La herencia innata es la excepción a la regla de la herencia. El protagonista de Le Docteur Pascal explica la herencia innata de la siguiente manera: “Y queda lo innato: Hélène, Jean, Angélique. Es la combinación, la mezcla química donde se confunden los caracteres físicos y morales de los padres, sin que nada de ellos parezca encontrarse en el nuevo ser”.50 Aunque la herencia de los personajes predomine en el desarrollo y la exposición de los temperamentos, su relación con los espacios puede detonarlos o sesgarlos. Esto explica cómo la herencia viciada de los personajes está determinada por el medio ambiente.

¡Y bien! Verá si tengo razón al afirmar que la tuberculosis no es hereditaria, sino porque los padres tuberculosos legan un terreno degenerado, en el que se desarrolla la enfermedad al menor contagia. Hoy, Valentín, que ha vivido en contacto diario con el padre, está tuberculoso; mientras que Sophie, empujada a pleno sol, tiene una salud soberbia.51

Lo que legan los padres no es la enfermedad, sino la degeneración del cuerpo. Esta degeneración puede mermar ante un cambio de ambiente. Es decir, la higiene o la insalubridad de los espacios repercute en el cuerpo. Espacios aireados, soleados, producen cuerpos saludables. Por el contrario, espacios cerrados o que posibilitan los contactos prolongados con los agentes de contagio, producen cuerpos enfermos.

Finalmente, cabe destacar que esta explicación muestra cómo es que la metáfora de la degeneración actúa sobre la salud de los personajes que pertenecen a la genealogía de Gervaise. No es el objetivo de este trabajo el definir cómo es que la dégénérescence modifica la salud de los veintiséis personajes de la saga. Por el contrario, el objetivo es analizar de qué manera la metáfora se enlaza con otras metáforas orgánicas contenidas en las descripciones de los lugares. Las diversas metáforas naturalistas cumplen la función metonímica de sustituir un elemento por otro que tiene una relación existencial causal, espacial o de espacio/temporal. Lo anterior supone que la metáfora creará una alegoría que el lector puede asumir como verdad: el personaje Lisa —la salchichera de Le Ventre de Paris— como microcosmos de la burguesía. O bien, el mercado central como un aparato digestivo que devela el funcionamiento del capitalismo decimonónico.

La distinción entre las metáforas que pertenecen a un campo metafórico y las metáforas aisladas permite considerar la metaforología como un proceso metodológico que ahonda en la función de las metáforas espaciales en la narrativa naturalista. Para ello, conviene distinguir entre las metáforas secundarias, que únicamente tienen impacto discursivo (validez en la obra referida o en algunas novelas y que pertenecen a un campo semántico delimitado) y las metáforas fundacionales, aquellas que trascienden el espacio discursivo en el que están inscritas y adquieren un impacto epocal. Las metáforas fundacionales no le pertenecen a ningún escritor ni son producto de la invención de un individuo, pues son efecto de una construcción social para dotar de sentido a una época. Como el nombre lo indica, las metáforas fundacionales “fundan” el orden social por medio de recursos tropológicos: la realidad aparece como una invención retórica. La historia de la palabra dégénérescence requirió de todo un siglo para convertirse en concepto. Se originó en la medicina, permeó la vida cotidiana, se retomó en la historia de la literatura y permeó la conciencia a partir de su uso en el vocabulario cotidiano. Su carácter histórico reconstruye una época: son, como explicó Blumemberg, las realidades en que vivimos.

En definitiva, al estudiar la metáfora de la dégénérescence, es posible acceder al establecimiento del concepto de “herencia degenerada” que, a partir de la ideología científica decimonónica, se evidenció en la necesidad por reformar arquitectónicamente las ciudades modernas. Las reformas arquitectónicas, a su vez, instauraron políticas discriminatorias en las que los grupos sociales menos favorecidos fueron expulsados del centro hacia la periferia de la ciudad. Las reformas arquitectónicas, las discriminaciones raciales y los antagonismos de clase están ligadas a las prácticas médicas, políticas y literarias, lo que supone la visibilización de los espacios del conflicto social en la literatura y en los tratados médicos de la época.

Bibliografía

Ashley, Katherine. Edmond de Goncourt and the Novel: Naturalism and Decadence. New York, Rodopi, 2005.

Balzac, Honoré. La Comédie humaine, en Id.: Ouvres complètes. Tomo V. Paris, Michel Lévy Frères, 1869.

Bernard, Claude. Morceaux choisis. Paris, Gallimard, 1938.

Blumenbach, Johann. De generis humani varietate nativa. Gottingae, Vandenhoek & Ruprecht 1795.

Blumenberg, Hans. Conceptos en historias. Madrid, Síntesis, [1979] 2010.

—. Paradigmas para una metaforología. Madrid, Trotta, [1960] 2003.

Boissiére, Prudence. Dictionnaire analogique de la Langue Française: répertoire complet des mots par les idées et les idées par les mots. Paris, Larousse et Boyer, 1862.

Bourget, Paul. Essais de psychologie contemporaine. Tomo I. Paris, Librairie Plon, 1881.

Buffon, Georges. Histoire naturelle. Générale et particulière avec la description du cabinet du Roy. Tomo XIV. Paris, Imprimerie Royale, 1766.

Cabanis, Georges. Rapports du physique et du moral de l’homme. Paris, Imprimerie de Crapelet, 1802.

Canguilhem, Georges. Escritos sobre la medicina. Buenos Aires, Amorrortu, [2002] 2004.

Caponi, Sandra. “Para una genealogía de la anormalidad: la teoría de la degeneración de Morel”, Scientale Studia, Vol. 7, Nº 3, 2019, pp. 425-445.

D´Orbigny, Charles. Dictionnaire universel d´histoire naturelle: Zoologie. Tomo II. Paris, Elibron Classics, [1806-1876] 2001.

Déotte, Jean-Louis. ¿Qué es un aparato estético? Benjamin, Lyotard, Rancière. Santiago de Chile, Metales Pesados, [2007] 2012.

Fodéré, François-Emmanuel. Las leyes ilustradas por las ciencias físicas o tratado de Medicina Legal y de Higiene pública. Madrid, Imprenta Real, 1802.

—. Traité de Médecine légale et d´hygiène publique ou de police de santé: adapté aux codes de l’Empire française et aux connaissances actuelles. Tomo I. Paris, Imprimerie de Mame, 1813.

Gobineau, Joseph Arthur. Escritos políticos. México, Extemporáneos, [1851] 1973.

Goncourt, Edmond y Jules. Germinie Lacerteux. Madrid, Cátedra, [1864] 1990.

Kalifa, Dominique. Los bajos fondos. Historia de un imaginario, México, Instituto Mora, [2013] 2018.

Koselleck, Reinhart. Historia de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social. Madrid, Trotta, [2000] 2012.

La Métherie, Jean-Claude de. Considérations sur les êtres organisés: de la perfectibilité et de la dégénérescence des êtres organisés. Paris, Courcier, 1806.

Littré, Émile. Dictionnaire de la langue française. Tomo II. Paros, Hachette et Cie., 1874.

Lucas, Prosper. Traité philosophique et physiologique de l’hérédité naturelle dans les états de santé et de maladie du système nerveux. Paris, Bailliére, 1847.

Medina-De la Garza, Carlos E.; y Martina-Christine Koschwitz. “Johann Peter Frank y la medicina social”, Medicina Universitaria, Vol.13, Nº 52, 2011, pp. 163-168.

Ménage, Gilles. Dictionnaire étymologique de la Langue Française. Paris, Briasson, 1750.

Mitterand, Henry. Zola. L’histoire et la fiction. Paris, Presses Universitaires de France, 1990.

Percheron, Bénédicte. “Le corps dégénéré: des textes scientifiques à la littérature française du XIXe siècle”, Arts et Savoirs, Nº 13, 2016. Disponible en https://doi.org/10.4000/aes.935, acceso 15 de junio de 2023.

Pujol, Alexis. “Essai sur les maladies héréditaires”, en François-Gabriel Boisseau (Ed.): Ouvres de médecine pratique de Alexis Pujol. Tomo II. Paris, Baillière, 1790.

Sue, Eugène. Les Mystères de Paris. Paris, Charles Gosselin, 1843.

Vallejo, Mauro Sebastián. “Enfermedades hereditarias y enfermedades de familia según Prosper Lucas (1874-1850)”, Actas del I Congreso Internacional de Investigación y Jornadas de Investigación, Quinto Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2009, pp. 453-455.

Teorías hereditarias del siglo XIX y el problema de la transmisión intergeneracional. Psicoanálisis y Biopolítica. Tesis doctoral. Universidad Nacional de la Plata, 2011.

Verne, Jules. Le Village aérien. Paris, Hachette, 1918.

Virey, Julien-Joseph. Nuevo diccionario de Historia Natural. Madrid, Imprenta de Antonio Martínez, 1821.

Zola, Émile. L’Assommoir. Paris, Bibliothèque-Charpentier, 1906.

Le Docteur Pascal. Paris, Bibliothèque-Charpentier, 1906.


1 Agradezco los comentarios y las sugerencias de los pares ciegos, quienes ayudaron a robustecer y afinar los supuestos y las implicaciones de este trabajo.

2 El Seminario de Hermenéutica y Poética consistió en una serie de conferencias y debates de historia conceptual generados para evitar las tensiones epistemológicas entre la historia y la teoría. En él surge la metaforología como aportación de Blumenberg a la discusión entre Hans-Georg Gadamer y Reinhart Koselleck. Gadamer apuesta por la hermenéutica, por el sentido universal en el libro Verdad y método; Reinhart Koselleck, por la historia conceptual y funda el Diccionario de historia de los conceptos fundamentales.

3 Ver Reinhart Koselleck. Historia de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social. Madrid, Trotta, [2000] 2012, p. 40.

4 Ver Jean-Louis Déotte. ¿Qué es un aparato estético? Benjamin, Lyotard, Rancière. Santiago de Chile, Metales Pesados, [2007] 2012, p. 138.

5 Conviene diferenciar el término propuesto por Jean-Louis Déotte, aparato estético, de mi propuesta interpretativa: artefacto literario. Por un lado, la degeneración es un aparato estético porque redefine la sensibilidad del siglo XIX: la idea de que la sociedad, la familia y el cuerpo se degeneran por las relaciones con el espacio, los temperamentos y la herencia. La literatura decimonónica y el estudio metaforológico del concepto dégénérescence prueban que la degeneración puede ser interpretada como aparato estético, ya que redefinen el pensamiento de una época. Por otro lado, los artefactos literarios son aquellos elementos externos al texto literario que estructuran la narrativa y configuran la novelística. En el caso específico de Émile Zola, los artefactos literarios son el árbol genealógico y los mapas. Estos elementos forman parte de un sistema cartográfico que se configura como parte indispensable de la creación novelística. En la literatura decimonónica francesa, un artefacto literario puede ser la ciencia, ya que se incorpora en la trama de autores como Eugène Sue, Honoré de Balzac, Brillat-Savarin, entre otros, por medio de la fisiología, la pedagogía y la moral.

6 Joseph Arthur Gobineau. Escritos políticos. México, Extemporáneos, [1851] 1973, p. 128.

7 Ver Johann Blumenbach. De generis humani varietate nativa. Gottingae, Vandenhoek & Ruprecht, 1794, p. 114.

8 El estudio biográfico titulado “Johann Peter Frank y la medicina social” de Carlos E. Medina-De la Garza y Koschwitz Martina-Christine permite comprender las contribuciones del médico e historiador Johann Peter Frank (considerado el padre de la medicina social) a la prevención e higiene social. En la actualidad, los estudios de Peter Frank sobre medicina social han sido ampliamente estudiados. Ver Carlos E. Medina-De la Garza y Martina-Christine Koschwitz. “Johann Peter Frank y la medicina social”, Medicina Universitaria, Vol.13, Nº 52, 2011, pp. 163-168.

9 François-Emmanuel Fodéré. Las leyes ilustradas por las ciencias físicas o tratado de Medicina Legal y de Higiene pública. Madrid, Imprenta Real, 1802, p. 129.

10 Ver Gilles Menage. Dictionnaire étymologique de la Langue Française. Paris, Briasson, 1750, p. 156.

11 [Le mot Druide de même que celui de Mapus, a dégénéré de lignification & s’eft. pris dans la fuite pour un homme qui a commerce avec le démon] Gilles Menage. Dictionnaire…, p. 491.

12 [Baucoup de noms propres d’ailleurs trcsîllurtres ont dégénéré parmi nous en termes de mcpris comme Nicodéme Olibryus (sic)] Gilles Menage. Dictionnaire…, p. 723.

13 Ver Jean-Claude de La Metherie. Considérations sur les êtres organisés: de la perfectibilité et de la dégénérescence des êtres organisés. Paris, Courcier, 1806, p. 15.

14 Ver Julien-Joseph Virey. Nuevo diccionario de Historia Natural. Madrid, Imprenta de Antonio Martínez, 1821, p. 3.

15 Ver Charles D´Orbigny. Dictionnaire universel d´histoire naturelle: Zoologie. Paris, Elibron Classics, [1806-1876] 2001, t. II, p. 119.

16 Ver Prudence Boissiere. Dictionnaire analogique de la Langue Française: répertoire complet des mots par les idées par les mots. Paris, Larousse et Boyer, 1862, p. 223.

17 Ver Prudence Boissiere. Dictionnaire analogique…, p. 547.

18 Ver Émile Littré. Dictionnaire de la langue française. Paris, Hachette et Cie., 1874, t. II, p. 1020.

19 Guillaume-Thomas François Raynal (1713-1796) fue un escritor francés, director del Mercure de France en 1750 –revista literaria francesa fundada en el siglo xvii– y miembro de la Royal Society. Escribió una obra con la colaboración de Denis Diderot titulada Histoire Philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les deux Indes que se publicó anónimamente en 1770 para denunciar la esclavitud y el colonialismo. La obra fue prohibida en 1772 y publicada nuevamente para ser, de nuevo, en 1774 censurada. En 1780, el Parlamento de París quemó públicamente el tratado y Raynal debió escapar.

20 Ver Émile Littré. Dictionnaire…, p. 173.

21 George-Louis Leclerc de Buffon fue un naturalista, biólogo, botánico, matemático y escritor francés. Su obra consta de 36 volúmenes, se publicó entre 1749 y 1788 y se tituló Histoire naturelle de l’homme et de la femme: d´après nos plus grands naturalistes (2e édition augmentée d´une notice sur le sauvage de l’Aveyron et autres).

22 Ver Émile Littré. Dictionnaire…, p. 173.

23 [rem. 1. Dégénérer se conjugue avec l’auxiliaire avoir, quand il exprime l’action: ces grains ont dégénéré rapidement; avec l’auxiliaire être quand il marque l’état: ces graines sont dégénérées depuis longtemps. // 2. Dégénérer prend la préposition de quand nous voulons marquer l’origine dont on s’est écarté; et la préposition en, quand nous voulons marquer l’imperfection dans laquelle une chose est tombée] Émile Littré. Dictionnaire…, p. 1020.

24 Ver Émile Littré. Dictionnaire…, p. 1021.

25 Mauro Sebastián Vallejo. Teorías hereditarias del siglo XIX y el problema de la transmisión intergeneracional. Psicoanálisis y Biopolítica. Tesis doctoral. Universidad Nacional de la Plata, p. 178.

26 Entre los autores que escribieron tesis y tratados entre 1817 y 1886 se encuentran Marie Antoine Petit (1762-1840): Essais sur les maladies héréditaires (1817) incluido en el Dictionnaire des Sciences Médicales; L. J. Duviard: Dissertation sur l’hérédité des maladies (1819); en 1822, Philippe Chanel: Considérations sur les maladies héréditaires; un año después, Jacques Poilroux: Nouvelles recherches sur les maladies chroniques et principalement sur les affections organiques et les maladies; Antoine Joachim Cabanes: Dissertation sur les dispositions et les maladies héréditaires en général (1827); Pierre Paulin Pingault (1803-1872): Essai sur l’hérédité des maladies (1827); Pierre-Joseph Mongellaz (1795-1860): L’Art de conserver sa santé et de prévenir les maladies héréditaires, ou l’hygiène (1828), en el cual niega las enfermedades hereditarias con un estudio sobre los males de los padres que no han sido transferidos a los hijos; Pierre Brémont: Essai sur les maladies héréditaires (1832); M.J.M. Robin: Quelques propositions sur l’hérédité dans les maladies (1834); en el mismo año, François Pierre Cattois: Quelques vues sur l’hérédité physiologique et pathologique; Eugène Lustremant: De l’hérédité dans les maladies, et des indications qu´elle fournit (1835); G.M. Sersiron: Essai sur l’hérédité dans les maladies (1836); J. F. Faurie: Dissertation sur quelques maladies héréditaires (1837); Ludovic Ladmirault: Questions sur diverses branches des sciences médicales (1838); Pierre-Adolphe Piorry (1794-1879) escribió un tratado de 8 volúmenes entre 1841 y 1850 titulado De l’hérédité dans les maladies; Georges-Nicolas-Prosper Dubosc-Taret: De l’hérédité physiologique et pathologique (1843); Hippolyte Dieuzaide: Des maladies héréditaires et de leur traitement (1843); Claude Béclère: De l’hérédité dans les maladies (1845); Prosper Lucas (1808-1885): Traité philosophique et physiologique de l’hérédité naturelle dans les états de santé et de maladie du système nerveux: avec l’application méthodique des lois de la procréation au traitement général des affections dont elle est le principe (1847-1850); Alexandre-Sylvain: Malet De l’hérédité dans les maladies (1853); Jules Henri Bailly: Essai sur l’hérédité dans les maladies (1858); Charles Gustave Roeckel: De l’hérédité dans les maladies (1866); Jules Dejerine (1849-1917): L’Hérédité dans les maladies du système nerveux (1886). En la tesis titulada Teorías hereditarias del siglo XIX y el problema de la transmisión intergeneracional, Mauro Sebastián Vallejo estudia la influencia de los tratados fisiológicos de enfermedades hereditarias en el siglo XIX.

27 Ver Paul Bourget. Essais de psychologie contemporaine. Paris, Plon, 1881, t. I, p. 10.

28 [L’organisme, comme la société, est construit de telle façon que les conditions de la vie élémentaire ou individuelle y soient respectées, ces conditions étant les mêmes pour tous; mais en même temps chaque membre dépend, dans une certaine mesure, par sa fonction, et pour sa fonction, de la place qu’il occupe dans l’organisme, dans le groupe social] Claude Bernard. Morceaux Choisis. Paris, Gallimard, 1938, p. 221.

29 Ver Bénédicte Percheron. “Le corps dégénéré: des textes scientifiques à la littérature française du XIXe siècle”, Arts et Savoirs, Nº 13, 2016, p. 8. Disponible en https://doi.org/10.4000/aes.935, acceso 15 de junio de 2023.

30 Edmond y Jules Goncourt. Germinie Lacerteux. Madrid, Cátedra, [1864] 1990, p. 164.

31 [Oui … le docteur Johausen était en absolue démence. À moitié déséquilibré déjà lors de son départ du Cameroun, il avait achevé de perdre la raison depuis son arrivée à Ngala. Et qui sait même si ce n´était pas cette dégénérescence mentale qui lui avait valu d´être proclamé roi des Wagddis?] Jules Verne. Le Village aérien. Paris, Hachette, 1918, p. 390.

32 [Au début de leur mariage, ces Rogron avaient eu, de deux en deux ans, une fille et un fils: tout dégénère, leurs enfants furent affreux. … Ces malheureux enfants revinrent avec l’horrible éducation du village] Honoré Balzac. La Comédie humaine, en Id.: Ouvres complètes. Tomo V. Paris, Michel Lévy Frères, 1869, p. 666.

33 En la literatura, la temática de los “bajos fondos”, iniciada desde el siglo XVIII por los libertinos franceses, fue seguida por Eugène Sue con la novela Les de Paris. Sue incluyó el patois, un argot que el historiador Jean Baptiste Théodore H. Burette en sus cartas a la impresión de 1843 de la novela Les Mystères consideró como dialecto del crimen. Al respecto, Dominique Kalifa ha explicado que la imaginación de lo popular y su asimilación con el crimen en ciertos espacios parisinos, produjo el concepto de “bajos fondos”, Ver Dominique Kalifa. Los bajos fondos. Historia de un imaginario. México, Instituto Mora, [2013] 2018.

34 El escritor Eugène Sue describe los tapic-franc [tabernas de bajo nivel] en la novela Les Mystères de Paris de la siguiente manera: “Un tapis-franc, en argot de robo y de muerte, significa taberna o cabaret del más bajo nivel. Ex convictos, que, en esa lengua inmunda, se llaman a sí mismos como ogros, o una mujer de igual degradación se llama a sí misma ogresa, tienen estas tabernas frecuentadas por el desecho de la población parisina; en donde abundan convictos liberados, estafadores, ladrones, asesinos” [Un tapis-franc, en argot de vol et de meurtre, signifie un estaminet ou un cabaret du plus bas étage. Un repris de justice, qui, dans cette langue immonde, s’appelle un ogre, ou une femme de même dégradation, qui s’appelle une ogresse, tiennent ordinairement ces tavernes, hantées par le rebut de la population parisienne; forçats libérés, escrocs, voleurs, assassins y abondent]. Eugène Sue. Les Mystères de Paris. Paris, Charles Gosselin, 1843, p. 9. Al inicio de la novela, el autor aclara que el nombre tapis-franc proviene del argot que enuncia el robo y el asesinato, un lenguaje que califica como “inmundo” y que sólo puede describir descarnadamente a los personajes que ahí habitan: los convictos, estafadores, ladrones y asesinos. Los cuatro elementos de la descripción: el nombre del lugar, el origen del nombre, el juicio de valor y los personajes que ahí residen muestran un proceso descriptivo que continuará a lo largo de la novela y cuyo movimiento va de lo macro, el mundo externo o el afuera (la taberna) hacia lo micro, el mundo interno, el adentro (los personajes). Esta estrategia descriptiva produce un extrañamiento por parte del lector hacia aquel lugar del vicio al que pronto entrará, como también el rechazo instintivo hacia el lenguaje empleado por los personajes. Es claro que Sue intentó describir lo más realista posible un imaginario del crimen contenido en algunos espacios de la urbe parisina.

35 Habitado por ciegos y discapacitados, la cour des miracles tuvo gran impacto ya que durante el día sus habitantes mendigaban las calles de París ostentando sus malformaciones y regresaban a casa para recuperar milagrosamente la salud. La “corte de los milagros” duró hasta el siglo XVII, cuando el primer ministro Jean-Baptiste Colbert propuso a Nicolás de la Reynie ante Luis XIV para resolver los problemas de orden público. Entre las políticas de saneamiento de París y las vigilancias a las costumbres de la época, Reynie instauró la figura del Comisario de Policía y logró entrar en la “Corte de los milagros” para descubrir y atrapar a los grandes criminales parisinos.

36 Dominique Kalifa. Los bajos fondos…, p. 90.

37 Existen numerosos estudios sobre las metáforas y la degeneración en las novelas de Émile Zola. Ver Henry Mitterand. Zola. L’histoire et la fiction. Paris, Presses Universitaires de France, 1990. Katherine Ashley. Edmond de Goncourt and the Novel: Naturalism and Decadence. New York, Rodopi, 2005.

38 Ver Georges Canguilhem. Escritos sobre la medicina. Buenos Aires, Amorrortu [2002] 2004, p.102.

39 Nicolas Edme Réstif de la Bretonne fue un escritor libertino francés del siglo XVIII que describió en sus novelas los vicios, abusos y crímenes ocurridos en la Francia nocturna. Quizá el inicio de los bajos fondos, la amplia literatura de Bretonne explicitó el goce por algunos fetiches como el del calzado femenino.

40 [Elle s´était assise au bord d´un tabouret, se courbant en deux, allongeant les mains à droite, à gauche, avec des gestes ralentis, comme si elle se grisait de cette puanteur humaine, vaguement souriante, les yeux noyés. Et il semblait que ses premières paresses vinssent de là, de l’asphyxie des vieux linges empoisonnant l’air autour d´elle] Émile Zola. L’Assommoir. Paris, Bibliothèque-Charpentier, 1906, p. 149.

41 [On disait dans le quartier que le zingueur avait eu le cœur décroché par la secousse] Émile Zola. L’Assommoir…, p. 124.

42 [Même, si elle boitait un peu, elle tenait ça de la pauvre femme, que le père Macquart rouait de coups. Cent fois, celle-ci lui avait raconté les nuits où le père, rentrant soûl, se montrait d’une galanterie si brutale, qu’il lui cassait les membres; et, sûrement, elle avait poussé une de ces nuits-là, avec sa jambe en retard]. Émile Zola, L’Assommoir…, p. 58.

43 Ver Mauro Sebastián Vallejo. “Enfermedades hereditarias y enfermedades de familia según Prosper Lucas (1874-1850)”, Actas del I Congreso Internacional de Investigación y Jornadas de Investigación, Quinto Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2009, pp. 453-455.

44 Ver Sandra Caponi. “Para una genealogía de la anormalidad: la teoría de la degeneración de Morel”, Scientale Studia, Vol.7, Nº 3, 2019, pp. 425-445.

45 [C’est bête, ça me fait froid, cette machine… la boisson me fait froid…] Émile Zola. L’Assommoir…, p. 62.

46 [C’était sur ce pavé, dans cet air de fournaise, qu´on la jetait toute seule avec les petits ; et elle enfila d´un regard les boulevards extérieurs, à droite, à gauche, s´arrêtant aux deux bouts, prise d´une épouvante sourde, comme si sa vie, désormais, allait tenir là, entre un abattoir et un hôpital] Émile Zola. L’Assommoir…, p. 51.

47 [Elle se sentait prise d´une sueur devant l’avenir et se comparait à un sou lancé en l’air, retombant pile ou face, selon les hasards du pavé] Émile Zola. L’Assommoir…, p. 68.

48 [Elle s’abandonnait, étourdie par le léger vertige qui lui venait du tas de linge, sans dégoût pour l’haleine vineuse de Coupeau. Et le gros baiser qu´ils échangèrent à pleine bouche, au milieu des saletés du métier, était comme une première chute, dans le lent avachissement de leur vie] Émile Zola. L’Assommoir…, p. 178.

49 [Mais ce qui frappait surtout, en ce moment, c’était sa ressemblance avec Tante Dide, cette ressemblance qui avait franchi trois générations, qui sautait de ce visage desséché de centenaire, de ces traits usés, à cette délicate figure d’enfant, comme effacée, déjà elle aussi, très vieille et finie par l’usure de la race. En face, l’un de l’autre, l’enfant imbécile, d’une beauté de mort, était comme la fin de l’ancêtre, l’oubliée] Émile Zola. Le Docteur Pascal. Paris, Bibliothèque-Charpentier, 1906, p. 52.

50 [Et il reste l’innéité, Hélène, Jean, Angélique. C’est la combinaison, le mélange, chimique où se confondent les caractères physiques et moraux des parents, sans que rien d´eux semble se retrouver dans le nouvel être] Émile Zola. Le Docteur Pascal…, pp. 79-80.

51 [Eh bien! voyez si j’ai raison de prétendre que la phtisie n’est pas héréditaire, mais que les parents phtisiques lèguent seulement un terrain dégénéré, dans lequel la maladie se développe, à la moindre contagion. Aujourd’hui, Valentin, qui a vécu dans le contact quotidien du père, est phtisique, tandis que Sophie, poussée en plein soleil, a une santé superbe] Émile Zola. Le Docteur Pascal…, p. 36.