María Paula Rey
mariapaularey88@hotmail.com
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina
El objetivo del presente trabajo es analizar la forma en que el período medieval aparece caracterizado en los trabajos de Reinhart Koselleck, a través de un diálogo entre su obra y las respuestas teóricas críticas postuladas por ciertos sectores del medievalismo en los últimos años. Asimismo, nuestra reflexión se orienta a problematizar la aplicabilidad o no de la historia conceptual a los estudios medievales, y a señalar la necesidad de revisar la construcción de una mirada sobre el período medieval en las teorías y discursos de y sobre la modernidad. En este sentido, nuestra hipótesis es que para una mejor comprensión de la modernidad, de su génesis y del discurso que crea sobre sí misma, es condición imprescindible tanto un conocimiento crítico del período medieval como la conciencia de cómo la modernidad proyecta y crea una Edad Media a su medida y, por supuesto, lo que eso implica.
Palabras clave: Historia conceptual, medievalismo, modernidad, periodización.
The purpose of this work is to analyze the way in which the medieval period is characterized in the works of Reinhart Koselleck, establishing a dialogue between his work and some of the critical theoretical responses postulated by medievalists in recent years. Our reflection also aims to problematize the applicability or not of conceptual history to medieval studies, as well as to point out the need to revisit the construction of a view of the medieval period in the theories and discourses of and about modernity. In this sense, our hypothesis is that for a better understanding of modernity, its genesis, and the discourse it creates about itself, both a critical knowledge of the medieval period and an awareness of how modernity projects and creates a tailor-made Middle Ages are essential.
Keywords: Conceptual History, Medievalism, Modernity, Periodization.
Recibido el 9 de abril de 2024
Aceptado el 31 de mayo de 2024
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En las últimas dos décadas se han multiplicado los estudios que señalan la tendencia a reducir el período medieval a unas pocas características rígidas. Si bien este tipo de denuncias no son novedosas dentro del campo del medievalismo, sí lo es el esfuerzo por elaborar estos argumentos desde una perspectiva teórica que integre la historia conceptual (Begriffsgeschichte).1 En gran medida, la crítica del medievalismo actual se dirige hacia las teorías de la modernidad y de su génesis, cuya mirada sobre lo medieval suele estar al servicio de identificar la especificidad de lo moderno y a proyectar una idea de la Edad Media como un período homogéneo, monolítico y estático.2
El aporte fundamental de estas críticas ha sido advertir sobre la existencia de una Edad Media proyectada por las teorías de la modernidad, una Edad Media necesaria y funcional para la propia definición de lo moderno.3 La distinción medieval/moderno, entendida como una forma específica de periodización, no implica solo un acto arbitrario de estabilización cronológica, sino que es el resultado de la reflexión que la modernidad occidental ha hecho de su propio devenir histórico.4 En otras palabras, la distinción entre lo medieval y lo moderno se encuentra en el seno de la comprensión que la modernidad tiene de sí misma y, por lo tanto, es una parte constitutiva de ella: a través de un mecanismo que suele ser de contraste, la Edad Media permite a la modernidad definir sus rasgos. Como consecuencia, el período medieval se ha convertido, en el seno de la cultura europea, en lo que podría considerarse una “otredad” propia.5
En los últimos años, esta simplificación de lo medieval también ha sido señalada por los estudios subalternos y poscoloniales, que han llamado la atención sobre las consecuencias de una “Edad Media globalizada”.6 Esta universalización de la categoría “medieval”, entendida como un conjunto de ideas y prejuicios que se aplican no solo al pasado medieval europeo sino a cualquier sociedad que no cumpla los parámetros de la “secularidad” y “modernidad” del núcleo europeo-occidental, replantean la pregunta sobre el significado que adquiere lo medieval en su relación con la modernidad desde una perspectiva mucho más amplia.7 En este sentido, lo que ponen de manifiesto los aportes de estas corrientes es la manera en que los parámetros del desarrollo europeo y de su modernidad han establecido los ejes narrativos de una historia global donde todas las otras historias (las múltiples otredades), se adecúan y comparan al punto de referencia de la historia europea.8 En este sentido, lo medieval puede interpretarse también como “premoderno” para abarcar a todas aquellas sociedades (europeas o no) que son pensadas como un estadio previo en la evolución social, económica, cultural y política, cuyo modelo de referencia –hacia dónde deben ir– está marcado por la secularidad, la racionalidad, la cientificidad y la autoconciencia de las sociedades occidentales “modernas”.9
La historia conceptual, en la variante teorizada por Reinhart Koselleck, se encuentra desde sus fundamentos atada al problema de la compleja articulación medieval/moderno o, en términos más precisos, premoderno/moderno. Su hipótesis de la existencia de un período “bisagra” –que él llama Sattelzeit–, caracterizado por un profundo cambio en la conceptualización de la experiencia social, presupone dos términos o períodos distinguibles –un antes y un después– que tienen características que los diferencian. En el caso de Koselleck la transición es pensada en términos de discontinuidad con el pasado: la Sattelzeit constituye, en esencia, un proceso de ruptura con el pasado.10 En este sentido, si pensamos que en la propuesta de Koselleck la modernidad emerge como un quiebre o una ruptura en relación a su pasado, cabe la pregunta por la forma en que ese pasado es pensado y articulado en su obra. Comprender la forma en que lo “premoderno” aparece caracterizado en la obra de Koselleck resulta fundamental para establecer la especificidad de su caracterización de lo “moderno” y de la modernidad, entendida como un período histórico y como una experiencia del tiempo nueva.
A partir del diálogo teórico propuesto por el medievalismo en los últimos años, el objetivo del presente trabajo es rastrear la caracterización de lo “premoderno” –y en particular lo “medieval”– en la obra de Reinhart Koselleck y algunas de las respuestas que ha despertado entre sectores del medievalismo, especialmente del angloparlante. Tomaremos como referencia la crítica temprana elaborada por Kathleen Davis y algunas relecturas más favorables de la obra koselleckiana, principalmente las propuestas por Helge Jordheim y Silke Schwandt.
Buscar en la obra de Koselleck una caracterización del período medieval no es sencillo. En primer lugar, porque lo medieval aparece disuelto en una idea más general de lo “premoderno” –aunque no aparezca el término, específicamente– como todo aquello que antecede al advenimiento de la modernidad.11 En segundo lugar, porque Koselleck no abordó ni analizó sistemáticamente aquellos elementos que caracterizarían al período medieval más que en un sentido contrastante con la modernidad. A pesar de esto, es posible identificar rasgos del Medioevo que aparecen destacados en su obra, lo que nos permite, al menos, una aproximación a la idea del período que emana de sus análisis.
De la amplia obra de Koselleck, Futuro pasado es el trabajo que mejor permite una aproximación a su comprensión del período medieval. Por otro lado, constituye posiblemente la obra más conocida de Koselleck, y una de las primeras en ser traducidas al inglés.12 En este sentido, un gran porcentaje de la comprensión de la obra de Koselleck que se tiene en el mundo angloparlante –desde donde ha sido principalmente cuestionada y donde el medievalismo le ha prestado particular atención, interesado en un debate teórico dentro de la disciplina histórica–, proviene de lecturas de esta obra.13 Por estos motivos, centraré mi análisis en este trabajo en particular.
En “Modernidad. Sobre la semántica de los conceptos modernos de movimiento”, anteúltimo ensayo de Futuro pasado, Koselleck analiza la génesis de la expresión “tiempos modernos” y del concepto de “modernidad” en la teoría de la historia y la historiografía. En este contexto, examina la emergencia y desarrollo del concepto de “Edad Media” como parte constitutiva de la forma de periodización que se consolida entre fines del siglo XVIII y mediados del siglo XIX: la tríada Antigüedad-Edad Media-Modernidad.14
El concepto de Edad Media, derivado de la concepción del medium tempus humanista, “se impuso de forma general en el siglo XVIII –aún de manera peyorativa– convirtiéndose en el siglo XIX en el topos firme de la periodización histórica”.15 Siguiendo a Koselleck, a pesar de que desde el Humanismo existe una idea de un medium tempus como un período paréntesis entre el mundo antiguo y el Renacimiento, la caracterización de ese medium tempus como una época globalmente definible a partir de características distintivas es producto de la narrativa universal de la Historia que se consolida en los siglos XVIII y XIX.
Si bien, como afirma Koselleck, la modernidad no toma conciencia de sí misma solo como consecuencia de la emergencia de una idea de los “tiempos intermedios”, sino que es producto de un largo proceso que culmina entre fines del siglo XVIII y el siglo XIX,
el tiempo moderno puede indicar una pretensión cualitativa, es decir, la de ser moderno en el sentido de lo completamente distinto, incluso mejor, respecto al tiempo anterior. En este caso, el tiempo moderno indica nuevas experiencias que previamente no fueron realizadas de ese modo por nadie, adquiriendo un énfasis que le agrega a lo nuevo un carácter temporal epocal. Finalmente […], el tiempo moderno también puede referirse retrospectivamente a un período que, en su conjunto, se concibe como nuevo frente a la Edad Media.16
Parece quedar claro, a través de este pasaje, que la Edad Media constituye para Koselleck en primer lugar una expresión que define un período histórico de acuerdo a la propia periodización que la modernidad consolida y que, como sugiere, cumple la función de cimentar la imagen que ésta articula de sí misma como tiempo nuevo y distinto. Es la modernidad de los siglos XVII-XVIII la que, retrospectivamente, afirma sus orígenes a fines del siglo XV y determina la escisión –y oposición– Edad Media/Edad Moderna,
para determinar el tiempo propio como terminantemente moderno en oposición al pasado y, por ende, a la historia antigua, no solo era precisa una toma de postura diferenciadora respecto al pasado, sino sobre todo respecto al futuro. Mientras se creyera en la última época, lo verdaderamente nuevo del tiempo no podía ser más que el último día, que fijaba un final para todo el tiempo actual […]. Solo después de que la expectativa cristiana en el fin perdiera su carácter de continuo presente, se pudo descubrir un tiempo que se convirtió en ilimitado y se abrió a lo nuevo […]. Este giro hacia el futuro se consumó sobre todo después de las guerras civiles religiosas que parecieron acarrear el fin del mundo con la caída de la Iglesia y que agotaron las expectativas cristianas. La marcha de las ciencias, que prometían descubrir y sacar a la luz cada vez más cosas en el futuro, así como el descubrimiento del Nuevo Mundo y de sus pueblos, repercutieron, primero lentamente, y ayudaron a fundar la conciencia de una historia universal que ingresaba globalmente en un tiempo moderno. […] En el siglo XVIII se puso en juego el ‘tiempo moderno’ como un concepto periodológico de oposición a la Edad Media.17
Las preguntas que siguen a continuación deben ser, entonces, ¿qué características hacen de los tiempos intermedios, de los media tempora, una época distinta? ¿Y cómo los caracteriza Koselleck en su trabajo? En términos generales, las referencias de Koselleck a la Edad Media se producen en su tratamiento de dos grandes temas, donde lo medieval aparece siempre como contraste con las transformaciones de la modernidad: el cambio en la concepción del tiempo por un lado y, estrechamente relacionado con esto, la temporalización y el desarrollo de un nuevo concepto de Historia desde fines del siglo XVIII.18
Esto no resulta del todo sorprendente si tenemos en cuenta que la diferencia fundamental entre la modernidad y los tiempos premodernos se vincula con un cambio de percepción en la temporalidad que se consolida y culmina durante el umbral temporal que Koselleck denomina Sattelzeit. En sus palabras, el “tiempo moderno” o “modernidad” sintetizan una nueva experiencia del tiempo que presupone un concepto nuevo de historia como singular colectivo.19 En este sentido, la Historia –ahora con mayúscula– se temporaliza y universaliza, y los acontecimientos pierden el carácter aditivo que, según Koselleck, tenían para la historiografía medieval y temprano moderna: “el tiempo histórico se incrementó con una cualidad creadora de experiencias que, por efecto retroactivo, enseñaba a conocer de nuevo el pasado”. Durante el umbral de época que supone la Sattelzeit, “la historia se temporaliza en el sentido de que, en virtud del tiempo que transcurre, se modifica el hoy respectivo y, con la distancia creciente, también el pasado o, con mayor precisión, el pasado se revela en su verdad respecto al presente correspondiente”. Un acontecimiento ya no era algo estático consignado en un papel: cambiaba su identidad “si se modificaba su status en la historia total que progresaba continuamente”.20 De esta forma, la potencialidad anticipatoria y profética propias del pensamiento histórico cristiano, así como el uso ejemplar del pasado por su cualidad equiparable con el presente, desaparecen. El pasado es, necesariamente, algo distinto al presente y la historia “real” puede ser aprehendida solo con el paso del tiempo.21 La Historia adquiere un tiempo que le es propio, distinto y distinguible del tiempo natural.22
Por contraste, en la caracterización que hace Koselleck de lo medieval en “Modernidad…”, se percibe la idea de que en este período la conceptualización y la experiencia del tiempo eran algo neutral y estático. La historia escrita en el período medieval sería solo una sucesión aditiva de acontecimientos, una suerte de continuum de presentes exacerbado por un futuro anticipado, escatológico: no existiría, en definitiva, un criterio de distinción entre “épocas” y todos los acontecimientos participarían de un mismo estatus orientado y condicionado por un fin de los tiempos ya definido.23 Esta perspectiva del tiempo conllevaría, de acuerdo con la interpretación de Koselleck, a la posibilidad de igualar todas las historias, pensarlas como semejantes y, por lo tanto, compararlas y aprender de ellas.24 Esto permitiría la premisa –heredada de la tradición clásica y ampliamente extendida como topos en el pensamiento medieval– de la historia magistra vitae: podía aprenderse del pasado porque ese pasado no era concebido como algo radicalmente distinto, sus premisas eran válidas casi de manera atemporal.25
Esta caracterización de la forma de conceptualizar el tiempo y la historia en el período medieval aparece con mayor claridad en el primer ensayo de Futuro pasado, “Futuro pasado del comienzo de la modernidad”.26 Koselleck inicia el ensayo con un análisis de la pintura de Albrecht Altdorfer, La batalla de Alejandro en Issos (c.1528-1529), la cual considera un ejemplo propio de la concepción de la temporalidad histórica premoderna por los anacronismos que presenta. En esencia, la representación que hace Altdorfer del período alejandrino apela a una representación contemporánea de la guerra: desde la vestimenta de los ejércitos hasta la representación de las técnicas militares, “el suceso histórico que Altdorfer capturó era en cierto modo contemporáneo suyo […]. Una diferencia temporal no quedaba eliminada arbitrariamente: no se manifestaba en absoluto como tal. […] Su batalla no era solamente contemporánea suya; también parece ser intemporal”.27
Para Koselleck, la pintura de Altdorfer constituye un ejemplo claro del pensamiento histórico cristiano-medieval, en esencia escatológico, en el cual el tiempo final configuraba los sucesos que lo antecedían como análogos y equiparables en el largo camino hacia el fin común. Es decir, el Medioevo experimentaba un sentido del tiempo “destemporalizado” (untemporalized) y carecía de conciencia histórica.28 De allí el carácter cuasi estático de la concepción medieval de la temporalidad y de la historia, atrapados por los condicionamientos doctrinarios a no ser más que una sucesión e interpretación de acontecimientos anticipatorios del final de los tiempos dogmáticamente preestablecido. Final de los tiempos, por otra parte, condenado a ser constantemente demorado y administrado de forma doctrinal por la institución eclesiástica. De esta forma, de acuerdo a Koselleck, “el fin del mundo es un factor de integración solo en la medida que queda indeterminado en un sentido político-histórico”, es decir, siempre que ese final de los tiempos se constituya en un futuro concebido como la “posibilidad del fin del mundo”.29 Esto le permite a Koselleck argumentar la importancia de la Reforma Protestante como un factor de quiebre en esa concepción de la historia sagrada y la elaboración, el “descubrimiento”, de una historia humana sin un fin preestablecido, ubicada en el campo de la probabilidad. El futuro dejaba de estar fijado previamente, se abría la posibilidad de que este se ampliara en sus posibilidades y que, con el desarrollo de la filosofía de la historia y del progreso se liberara, finalmente, de cualquier condicionamiento: el futuro adquiría un carácter desconocido.30
A la obra de Altdorfer, Koselleck contrapone la opinión de Friedrich Schlegel sobre la pintura, quien, trescientos años después, daba constancia de un distanciamiento crítico-histórico respecto de la obra,
Schlegel sabe distinguir el cuadro tanto de su propio tiempo como de la antigüedad que pretende representar. Así, la historia ha alcanzado para él una dimensión temporal específica de la que carecía claramente en Altdorfer. Formulado de forma tosca, para Schlegel, en los 300 años que lo separaban de Altdorfer, transcurrió más tiempo, o en todo caso un tiempo de otro tipo, que para Altdorfer en los cerca de mil ochocientos años que se extienden entre la batalla de Issos y su representación.31
Si bien la frase busca tan solo anticipar la hipótesis que articula el ensayo de Koselleck –que en los tres siglos que separan a Altdorfer y Schlegel la historia sufrió el proceso de temporalización y aceleración que caracteriza a los tiempos modernos–, el ejemplo de Altdorfer y la interpretación un poco impresionista que realiza Koselleck pueden resultar reduccionistas, una prueba de esa tendencia a la singularización y homogeneización de lo premoderno en general y de lo medieval en particular que señalábamos al comienzo de este trabajo.
De acuerdo a lo sugerido por Koselleck, ¿debemos aceptar que Altdorfer era incapaz de comprender críticamente aquello que lo distanciaba de la época alejandrina? ¿Puede afirmarse que porque no poseía una teoría de la historia que implicara una concepción del tiempo específicamente histórica –en los términos de la modernidad–, la conceptualización medieval de la historia era necesariamente homogénea, acrítica y neutral? Quizá, como veremos a continuación a partir de la crítica de Kathleen Davis, la “destemporalización”, el carácter estático, acrítico y neutral que Koselleck atribuye al pensamiento medieval es producto de una perspectiva que, por necesidad, lo “destemporaliza” en todas sus dimensiones, lo aborda acríticamente e intenta neutralizarlo.
Como señalamos en la introducción, existe una crítica de sectores del medievalismo a ciertas miradas reduccionistas sobre el período. En lo que respecta a la propuesta koselleckiana sobre la modernidad y, por contraste, sobre lo medieval, han sido especialmente sectores del medievalismo norteamericano y angloparlante quienes han desarrollado una crítica a su enfoque. Entre ellos, Kathleen Davis es quien ha contribuido de forma más consistente a ello en su trabajo Periodization and Sovereignty.32
El argumento central del trabajo de Davis es que la periodización, en esencia la dicotomía medieval/moderno, influye en la forma en que los conceptos que estructuran el mundo moderno, como la idea de secularización y soberanía, impactan en los principios ideológicos que sostienen el mundo en el que vivimos y reproducen diferencias y jerarquías. En este sentido, la idea de la “Edad Media globalizada” constituye un ejemplo de la forma en que la modernidad piensa el mundo a través de una narrativa dominante que está al servicio de legitimar un orden de cosas que se vislumbran como algo necesariamente mejor.33 Davis es explícita en sus objetivos, cuando señala que:
Por periodización no me refiero simplemente al trazado de una línea arbitraria a través del tiempo, sino a un complejo proceso de conceptualización de categorías, que se postulan como homogéneas y se validan retroactivamente mediante la designación de una división en periodos […]. Mi preocupación en este libro no es revisar las definiciones de lo “medieval” o lo “moderno”, sino abordar las oclusiones y reificaciones instanciadas por la propia operación de periodización, y mostrar por qué esto es importante hoy en día.34
La clave, desde su punto de vista, es que la construcción de una periodización anclada en la operación de separar lo medieval y lo moderno necesita de una construcción de lo medieval como algo singular, homogéneo y estático. Esto no tiene consecuencias solo para los especialistas en el período y no debería, de ninguna manera, ser solo preocupación de los medievalistas. Asumir acríticamente esta operación de periodización tiene consecuencias a la hora de intentar comprender las estructuras ideológicas y conceptuales que articulan el discurso de la modernidad y encierra el peligro de reproducirlas y relegitimarlas inconscientemente a través del discurso histórico. Independientemente de la postura política implícita en el planteo de Davis, es interesante el registro en el que su análisis se sitúa, donde a pesar de su formación como medievalista, demostrar empíricamente el valor de lo medieval en esta discusión no tiene el impacto necesario. En su diálogo con la propuesta de Koselleck, Davis sostiene que
los medievalistas hace tiempo que se cansaron de tales atribuciones de inmovilismo, cerrazón y homogeneidad, que causan tanta distorsión al punto de desafiar la respuesta. Sin embargo, la respuesta sobre una base empírica sería en cualquier caso irrelevante, porque el problema que enfrenta Koselleck, así como sus predecesores y sucesores en este tema, no es en absoluto empírico, a pesar del frecuente recurso a la evidencia empírica. Se trata de una lucha filosófica en torno a la novedad radical –o la posibilidad de la novedad radical– de la Neuzeit, y sus argumentos, así como su relevancia para nosotros hoy en día, y que gira en torno a la estructura de la soberanía y su relación con la teología.35
En su tratamiento de las teorías de la modernidad y de la secularización, Davis recupera las tesis de Karl Löwith, Hans Blumenberg, Carl Schmitt, Walter Benjamin y, como señalamos, del propio Koselleck.36 En lo que respecta a su interpretación de la propuesta koselleckiana, la postura de Davis es sumamente crítica. Para Davis, el trabajo de Koselleck es en esencia una teoría de la periodización que tiene el enorme problema de ser funcional a una interpretación que suaviza y oculta la dimensión política e ideológica detrás de los debates sobre la modernidad. Asimismo, el trabajo de Koselleck, fundamentalmente sus ensayos en Futuro pasado, han facilitado interpretaciones o desarrollos teóricos que sostienen lecturas reduccionistas de la temporalidad.37 En este sentido, para Davis,
Futuro pasado es, por ende, tanto un ejemplo como un factor de la dificultad de la teoría crítica para abordar, y a veces incluso reconocer, acontecimientos que desafían los conceptos preconcebidos de religión, secularismo, democracia y política [...]. Mi argumento, en parte, sugiere que, al cambiar el objetivo de la crítica de la legitimidad política a las concepciones del tiempo histórico, Koselleck –como muchos de sus contemporáneos– no solo sustituye una ruptura medieval/moderna por el fundamento ausente de la soberanía, sino que también suministra a esta sustitución una forma narrativa.38
Si bien Koselleck no aborda de manera explícita el debate sobre la secularización, su teoría de la periodización, de acuerdo con Davis, recupera su eje central –por lo menos de la manera en que la teoría había sido articulada por Blumenberg–: la diferencia cualitativa entre la modernidad y la Edad Media.39 Esta diferencia cualitativa, como analizamos en el apartado anterior, está vinculada en la obra de Koselleck a la idea del cambio en la concepción de la temporalidad y de la historia. Si bien, como admite Davis, los ensayos de Koselleck exploran la concepción moderna de la temporalidad y de la historia de manera enriquecedora, lo hacen a partir de la exclusión fundamental de la Edad Media.40 Como medievalista, es esta exclusión de lo medieval lo que preocupa a Davis, no solo porque tipifica el pensamiento medieval de forma reduccionista, sino sobre todo porque contribuye a consolidar una teoría de la periodización que es efectiva y persuasiva cuando vista desde el punto de vista del discurso político auto-definitorio de la “Europa moderna” pero que, por contraste, contribuye a cimentar una mirada sobre la otredad con consecuencias para el mundo actual. Es un discurso que construye una otredad de una manera muy similar a como articula la idea de Edad Media.41
La crítica específica de Davis a cómo Koselleck presenta el pensamiento medieval se articula a partir del primer ensayo de Futuro pasado que analizamos en el apartado anterior, “Futuro pasado del comienzo de la modernidad”. La reflexión de Davis sobre el análisis que Koselleck hace de la pintura de Albrecht Altdorfer y el reduccionismo con el cual presenta la comprensión medieval del tiempo y la historia es contundente:
La caracterización de Koselleck de los conceptos medievales del tiempo es tan reductora y engañosa que llamarla errónea parece inadecuado; de hecho, como mostraré, es inadecuada, ya que estas caracterizaciones operan sobre la base de suposiciones tan amplias que fácilmente racionalizan y absorben pruebas empíricas contradictorias.42
El problema con la idea de Koselleck de que la pintura de Altdorfer es un ejemplo de una concepción premoderna del tiempo y de la ausencia de una conciencia histórica radica, para Davis, en que ignora la periodización propia que establece el cristianismo –la lógica a partir de la cual, a través del momento fundacional de la encarnación, la historia cristiana supera a la tradición judaica–:
La elección de la políticamente cargada Alexanderschlacht de Altdorfer encripta así el problema de la suplantación y la ruptura temporal de la encarnación, a la vez que vincula la visión de futuro del cuadro a un pasado medieval, totalmente cerrado y sin temporalizar.43
De acuerdo con Davis, la insistencia de Koselleck en una interpretación del tiempo premoderno como esencialmente escatológico constituye un reduccionismo en donde lo que se consolida es un esquema binario y linear que va de la estasis a la acción, de la profecía a la política y de la religión a lo secular.44 En resumen, como afirma Davis, “en cuanto empezamos a pluralizar lo ‘medieval’ de alguna manera significativa, empezamos a socavar la condición de posibilidad de la operación de periodización” que sostiene la propuesta koselleckiana.45 En definitiva, a las teorías de la modernidad articuladas sobre el esquema medieval/moderno, la complejidad específica de lo medieval –sobre la cual el medievalismo ha insistido mucho– no le puede interesar sin al mismo tiempo atentar contra los principios que articulan su discurso sobre la génesis y las características de la modernidad.
Si bien la crítica de Kathleen Davis ilustra algunos de los límites y contradicciones de los elementos subyacentes a la periodización que articula Koselleck, y si bien esta crítica ilustra el sentimiento de muchos medievalistas respecto de las interpretaciones que suelen reproducirse sobre el período medieval, sería injusto no señalar que otros autores han sostenido miradas menos críticas sobre las consecuencias que la interpretación koselleckiana tiene para la comprensión del período medieval.
En un artículo publicado en 2012, Helge Jordheim argumentaba contra la interpretación dominante en el mundo angloparlante –de la cual Davis es exponente– que considera que la idea de Koselleck de la existencia de una pluralidad de tiempos históricos constituye en realidad una pluralidad de períodos históricos en sucesión cronológica y, por lo tanto, una teoría de la periodización.46 El trabajo de Jordheim, por el contrario, busca mostrar que la teoría de Koselleck de la existencia de múltiples temporalidades es en realidad una teoría que desafía la lógica de la periodización: “en el centro de la obra de Koselleck se encuentra el intento de sustituir la idea de un tiempo lineal y homogéneo por una noción de temporalidad más compleja, heterogénea y con múltiples capas”.47
En este sentido, Jordheim llama la atención sobre un punto importante: en términos generales, muchas de las críticas elaboradas en el mundo angloparlante hacia la obra de Koselleck han descansado sobre traducciones de su obra y, en esencia, solo de dos: los ensayos de Futures Past y The Practice of Conceptual History.48 La falta de traducción de otros trabajos de Koselleck y las características de las disponibles, constituyen para Jordheim un punto nodal. Junto al hecho de que las propuestas de Koselleck evolucionaron en el tiempo y es difícil reducir sus ideas a uno solo de sus trabajos, muchas de las críticas hacia ellos descansan en traducciones que, muchas veces, condicionan el sentido del original. Como señala Jordheim, en uno de los ensayos de Koselleck recuperados en The Practice of Conceptual History, titulado “On the Need for Theory in the Discipline of History”,
la historia, decía, “solo puede existir como disciplina si desarrolla una teoría de la periodización”. Aunque “una teoría de los tiempos históricos” habría sido una traducción perfectamente viable e idiomática, el traductor opta por una “teoría de la periodización”, probablemente basándose en la presuposición de que esta es de hecho la única teoría de los tiempos históricos que podría interesar a los historiadores […. L]a confusión de “tiempos históricos” con “periodos” en el plano de la traducción es sintomática de una lectura particular de Koselleck que ha sido dominante en el contexto anglófono […].49
Jordheim, entonces, retoma la crítica de Davis y, si bien reconoce que algunos puntos señalados por la autora deben ser tenidos en cuenta, señala que un abordaje más amplio de la obra koselleckiana puede aportar una mirada diferente. Una lectura total de la producción de Koselleck –compleja y dispersa, por cierto– señala que la periodización es uno de los varios elementos que componen una teoría de las temporalidades múltiples la cual, en sus aspectos generales, parece desafiar más que afirmar la periodización.50
La propuesta de Koselleck, que se resume en el término “zeitschichten” (que en español se traduce habitualmente como “estratos de tiempo”), considera la existencia de estructuras y capas temporales de diferente origen y duración que se superponen y están presentes al mismo tiempo: la simultaneidad de lo no simultáneo.51 Lo que resulta fundamental para Jordheim – en esencia a partir de la propuesta de John Zammito– es el hecho de que esta idea de la convivencia de estratos de tiempo implica en realidad que no existe una radical “otredad” con respecto al pasado y que este pasado, condensado en capas que se articulan una sobre la otra, atraviesa el presente: no existiría, en definitiva, una discontinuidad necesaria entre lo premoderno y lo moderno.52
La perspectiva cambia significativamente, como sugiere Jordheim, al tener en cuenta los aportes más tardíos de Koselleck: su idea de la complejidad temporal de la historia, de la existencia de “múltiples temporalidades” y su teoría de que el tiempo histórico combina unicidad y recurrencia abre posibilidades que interpelan desde otro a lugar al medievalismo.53 El mismo Koselleck, en una reflexión tardía donde se aprecia la influencia braudeliana –publicada el mismo año de su muerte–, lo reconoce de forma explícita, cuando admite que un abordaje que contemple la interacción variable de repetición y unicidad permitiría trascender las categorías de periodización tradicionales que dividen la historia en “edades” (antigua, medieval y moderna), lo que habilita la posibilidad de pluralizar las épocas “en función de las proporciones que observe la mezcla de repetición y unicidad”.54 En este sentido, su afirmación de que “ni la repetición constante ni la innovación permanente resultan suficientes para explicar el cambio histórico”, relativiza la idea, reproducida a menudo por sus seguidores, de la radical novedad que supone la modernidad.55 En este sentido, las sutilezas del último Koselleck permiten repensar la relación medieval/moderno al complejizarla.
De hecho, en los últimos años, estas ideas sobre la temporalidad desarrolladas en la obra tardía de Koselleck han sido las que han permitido redescubrir, desde el medievalismo, algunas posibilidades metodológicas de la historia conceptual. Las reflexiones de Koselleck sobre la relación entre lenguaje e historia y sobre la estructura temporal del cambio conceptual han permitido que su obra pueda ser un recurso teórico y metodológico aún en el abordaje de períodos premodernos.56 Algunas de sus afirmaciones tardías plantean, incluso, la posibilidad de una relectura de sus trabajos anteriores. Cuando, en su ensayo sobre las estructuras de repetición y la relación entre el cambio histórico y el cambio lingüístico Koselleck afirma, siguiendo a Heinrich Lausberg, “cuando no logra visualizarse el carácter recurrente de los topoi retóricos y se los toma equivocadamente como únicos o novedosos, acaban por ser sobrevalorados; y si, por el contrario, son tomados como fórmulas vacías, son entonces infravalorados, lo cual es igualmente erróneo”, su articulación de la idea de que el pensamiento antiguo y medieval sobre la historia puede resumirse en un topoi bastante extendido como el de “historia magistra vitae” habilita una relectura.57 En efecto, en lo que respecta a la literatura medieval en general, y en particular a la historiográfica y cronística, esta se caracteriza por el recurso recurrente a topoi, fórmulas, estrategias retóricas y estructuras de formato, dimensión que debe tenerse en cuenta a la hora de hacer una evaluación del concepto de pasado en el pensamiento medieval.58
Los medievalistas que han optado por aproximarse a sus objetos de estudios recuperando aspectos de la obra koselleckiana lo han hecho sobre todo teniendo en cuenta sus contribuciones a la perspectiva de la semántica histórica. En este sentido, estos especialistas son conscientes de las salvedades que deben hacerse y de que las afirmaciones teóricas y metodológicas expuestas en la obra tardía de Koselleck deben adaptarse a las condiciones específicas del campo de los estudios medievales. Aún a pesar de la polémica sobre la existencia de conceptos políticos en la premodernidad, lo cierto es que la definición de concepto de Koselleck –entendido este como la articulación de una red de significados y como condensación de la experiencia histórica lingüísticamente articulada–, y los elementos que constituyen los estratos temporales de los conceptos –repetición, novedad y generatividad–, han resultado operativos en algunos estudios recientes sobre el Medioevo.59 En este sentido, la idea de que la historia de un concepto implica en realidad la historia de una serie de conceptos vinculados en redes de sentido, ha sido útil. Metodológicamente, el recurso a la semasiología y a la onomasiología abre la posibilidad a una mayor precisión en el análisis de los cambios semánticos y de la comprensión situada y diacrónica de un concepto determinado.60
Un ejemplo de recientes trabajos publicados en los que se incorpora la perspectiva semántica y conceptual en diferentes variantes al análisis de conceptos políticos medievales se encuentra en el segundo número del décimo volumen de Contributions to the History of Concepts. El ensayo que mejor ilustra la aplicabilidad de la historia conceptual al período medieval es el de Silke Schwandt, titulado “Virtus as a Political Concept in the Middle Ages”.61 Allí, Schwandt se pregunta por las posibilidades que las propuestas de Koselleck (“repeatable semantics”) y de Niklas Luhmann (“cultivated semantics”) tienen para el análisis de conceptos políticos en el período medieval.62 Hechas las salvedades que requiere el campo de estudios medievales cuando es presentado a un público más amplio –las características fragmentarias y a menudo complejas de la documentación y la atención particular que debe prestarse a las lenguas en que esa documentación se conserva–, Schwandt apuesta a la utilidad teórica y metodológica de la Begriffsgeschichte y la Historische Semantik para su análisis del concepto medieval de virtus.63 Su apuesta es que, aún a pesar de las dificultades que presenta el testimonio documental medieval y de las precauciones que debe tener el historiador para abordar el período –sobre todo en lo que concierne a la definición de lo “político”–, la historia conceptual puede efectivamente contribuir a arrojar luz sobre los núcleos del pensamiento político medieval:
Los términos y concepciones medievales tenían una calidad diferente a la de los de nuestra época moderna. Sin embargo, aunque estas condiciones puedan establecer una especificidad medieval del uso y la concepción del lenguaje, ello no impide un análisis semántico del material que tenemos hoy a nuestra disposición. Solo tenemos que ser más cuidadosos y diligentes con el material histórico y sus implicaciones. En general, los desafíos metodológicos, en este caso relativos a la especificidad del lenguaje medieval, se aplican a cualquier tipo de lenguaje.64
El primer paso en el trabajo de Schwandt, una vez establecido el corpus documental, es analizar las recurrencias del término virtus –y sus variantes casuísticas, en el caso del latín– en los textos.65 Schwandt elige trabajar con los llamados “espejos de sociedad” o “de príncipes”, a menudo reconocidos como la literatura “política” por excelencia del Medioevo.66 Esta primera aproximación a la palabra-concepto, cuantitativa, se complementa a continuación con la búsqueda de aquellas palabras a las cuales virtus aparece frecuentemente asociada (Schwandt las llama “co-occurring words”) y la relación sintáctica entre ellas.67 Este segundo paso permite determinar patrones en el uso del término –combinaciones sintácticas, en principio–, lo que cumple un rol determinante en el proceso de atribución de sentido.68 Esta estrategia metodológica le permite a Schwandt, por ejemplo, determinar al menos tres significados diferenciables de virtus en De Civitate Dei de San Agustín: virtus como poder mítico, como cualidad positiva del carácter de algo y como norma social.69 Virtus constituye, para Schwandt, un concepto clave en la discusión sobre la moral social y la política medieval que condensa dos sistemas morales: por un lado el de la filosofía clásica (el concepto griego de areté) y por otro el cristiano.70 Es, en síntesis, un concepto político que articula la sociedad, la integración intelectual de otros conceptos e ideas y participa de la legitimación política.71
Esto se confirma en el rastreo que Schwandt hace del término en la literatura cristiana posterior, fundamentalmente en las obras de Gregorio Magno y Esmaragdo de Saint-Mihiel: allí, el concepto de virtus (en general en su variante plural virtutes) aparece asociado casi exclusivamente a aspectos vinculados a las normas sociales, es decir, como atributos de carácter o acciones que son positivas y que se adhieren a la norma y su realización: más precisamente, virtus es en estas obras la norma que el gobernante –a quien el espejo está dirigido– debe seguir.72 Schwandt identifica, de esta forma, un cambio sustancial entre De Civitate Dei, donde el concepto presentaba un rango más amplio de posibles atribuciones de sentido y un uso donde el sentido se reduce significativamente a un aspecto, el de la expresión o realización de las normas sociales.73 Esta reducción del sentido de virtus es prueba, para ella, de una variación semántica seguida de un proceso de estabilización,
Mientras que los escritos tardoantiguos de Agustín muestran el esfuerzo lingüístico de cristianización, los espejos altomedievales demuestran que a una fase de variación y selección semántica le sigue otra de estabilización semántica. La virtus, que es la norma y, más concretamente, la virtud cristiana, se ha convertido en el aspecto dominante del significado.74
Schwandt analiza por último el Policraticus de Juan de Salisbury, considerado a menudo el primer “tratado” de política medieval, y también perteneciente –aunque con particularidades– al género de espejos de príncipes. En la obra de Juan de Salisbury se confirma el sentido de virtus como expresión de normas sociales ya presente en los trabajos de Gregorio Magno y Esmaragdo de Saint-Mihiel y se confirma la dimensión cristiana del concepto al estar ausente la referencia a Dios como fuente de toda virtud: la idea de que toda virtud se fundamenta en Dios no necesita ser explicitada.75 Lo que Schwandt destaca del Policraticus es que junto a esta acepción del concepto de virtus, Juan de Salisbury reintroduce la idea de virtus asociada a la areté griega, presente en San Agustín. Para Schwandt, esta reintroducción del sentido no cristiano de virtus ilustra cómo el concepto nunca, en realidad, perdió su contenido filosófico,
Virtus es un término en el que confluyen varios conceptos. Las reflexiones filosóficas y teológicas sobre la moral pueden debatirse a través de la misma palabra. Esta coexistencia demuestra que el cambio semántico no significa necesariamente que los aspectos más antiguos del significado dejen de existir como posibles atribuciones de sentido. Puede que simplemente estén latentes, esperando a ser referidos de nuevo.76
Independientemente de la evaluación que pueda hacerse del trabajo de Schwandt en relación al concepto de virtus en el contexto medieval –que no constituye el objetivo de este trabajo–, su artículo es un ejemplo muy claro de cómo los principios metodológicos y teóricos de la historia conceptual –y otras variantes de la semántica histórica– pueden aplicarse al campo del medievalismo con un enorme potencial de esclarecimiento. Prueban, por último, que la obra más tardía de Koselleck, en su nivel metodológico y teórico más complejo, puede interpelar a los medievalistas desde una perspectiva práctica y proporcionarles herramientas de reflexión y trabajo que superan la aparente imposibilidad de aplicar la Begriffsgeschichte a lo premoderno.
Luego de este breve recorrido, es posible afirmar que la obra de Koselleck permite distintas lecturas y que ninguna de ellas, al menos las presentadas aquí, pueden ser desestimadas. Sin duda una parte del trabajo de Koselleck, fundamentalmente Futuro pasado –pero también su introducción al Lexikon– alimentan la idea de que su teoría y, más generalmente la Begriffsgeschichte, presuponen necesariamente una periodización, en el sentido de proveer un esquema para la comprensión de la génesis y el desarrollo de la modernidad.77 La premisa teórica subyacente de que la historia puede ser solo significativa y comprensible retrospectivamente, implica la necesidad de una teoría general que permita aprehenderla.78 De esta forma, la premisa de que la modernidad es, en esencia, una época diferente, con características novedosas visibles en múltiples niveles, necesita de la articulación de un momento fundacional o de un período de transición en el que lo nuevo y lo viejo se conviertan en algo perceptiblemente distinto. Así, puede entenderse que la obra de Koselleck articula una mirada sobre la “premodernidad” en aquellos términos que le permiten caracterizar la modernidad: el pensamiento medieval se simplifica con el objetivo de recuperar de él solo aquello que es significativo para comprender la radicalidad del cambio que implica la modernidad.
Como hemos señalado, en Futuro pasado el pensamiento medieval sobre lo histórico aparece descrito como un pensamiento estático, escatológico y doctrinalmente condicionado. Como señala Kathleen Davis en su crítica, el panorama medieval es infinitamente más complejo, y un conocimiento más pormenorizado conduce a leer la caracterización koselleckiana como un reduccionismo un poco injusto. Para un medievalista, una presentación de este tipo ignora o esconde las sutilezas del pensamiento medieval, porque no tiene en cuenta, entre otras cosas, las diferencias existentes entre el pensamiento temprano medieval y el más tardío; la compleja recepción medieval del pensamiento clásico y la relación entre este y la reflexión teológica cristiana; la propia periodización que los autores medievales establecían al escribir sus obras; la extensa reflexión medieval sobre el tiempo y su conciencia crítica sobre el pasado y sobre sus fuentes, etc. Está claro que Koselleck no era medievalista y que su interés radicaba en otro lugar: no es del todo sorprendente que su presentación de lo medieval se limite a aquello que hace a su argumento principal. Sin embargo, la idea, que se deriva de algunos de sus aportes y de muchas interpretaciones de su obra, de la necesaria radicalidad de la ruptura entre la modernidad y el pasado –sin profundizar en el conocimiento de ese pasado–, conduce a argumentaciones que sostienen sus conclusiones en aquello que constituye su premisa teórica: tal o cual aspecto de la modernidad es radicalmente novedoso… porque la modernidad lo es. Es en definitiva el conocimiento más profundo de los aspectos propios del pensamiento medieval lo que conduce a algunos medievalistas a cuestionar ciertas premisas de la Begriffsgeschichte y a matizar algunas afirmaciones formuladas por autores inspirados por ella.
Al mismo tiempo, está claro que la obra de Koselleck no se limita a Futuro pasado y que, teniendo en cuenta las sugerencias de Jordheim y de Schwandt, una perspectiva que abarque sus trabajos más tardíos puede permitir, desde el medievalismo, una aproximación productiva a las propuestas de la Begriffsgeschichte koselleckiana. Es en primera instancia esta noción de la coexistencia de capas temporales presentes en un concepto la que otorga un sentido al conocimiento de lo premoderno como parte constitutiva de la arqueología de numerosos conceptos contemporáneos. El propio Koselleck, independientemente de las limitaciones que puedan atribuirse a su caracterización de lo medieval, en su análisis de conceptos particulares recupera esta arqueología y –en los casos en que es necesario– se remonta a la premodernidad de los conceptos para determinar la evolución de sus atribuciones de sentido.79 Por otra parte, como demuestra el trabajo de Schwandt, la idea de los estratos del tiempo condensados en un mismo concepto, junto con la semántica histórica desarrollada por Koselleck y otras escuelas puede proporcionar nuevas herramientas de abordaje para el análisis de conceptos políticos medievales aún a pesar de las particularidades del campo. Su análisis del concepto de virtus en el período medieval muestra la forma en que estas capas de sentido se condensan en el concepto y evolucionan.
Una apuesta teórica compleja y rica como la de Koselleck encierra contradicciones, se enfrenta a dificultades teóricas y metodológicas y no puede contentar de la misma manera a todos los especialistas. En este sentido, las teorías de y sobre la modernidad rara vez satisfacen a los medievalistas, para quienes la caracterización de los tiempos modernos habitualmente lleva como contrapartida la simplificación de su período de estudio. Quizá el aporte más indispensable de las críticas provenientes del medievalismo, con consecuencias para las teorías de la modernidad y para los historiadores de la modernidad, es que el desconocimiento de lo medieval tiene consecuencias en la comprensión de lo moderno y en muchos de los conceptos y principios a partir de los cuales la modernidad se entiende a sí misma. Sin una comprensión de la teología medieval y de sus alcances no puede articularse un modelo de secularización, de la misma forma que sin una comprensión de la complejidad del pensamiento medieval sobre el pasado no puede articularse un modelo comprensivo de las características del pensamiento histórico moderno que sea verdaderamente exhaustivo y no reductivo o modélicamente esquemático.
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1. En este trabajo me centraré en las propuestas hechas por la historiografía angloparlante, por ser la que en mayor medida, y de forma más activa, ha abordado la relación entre historia conceptual y estudios medievales desde una perspectiva crítica. Ver Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty: How Ideas of Feudalism and Secularization Govern the Politics of Time. Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 2008 y Andrew Cole y D. Vance Smith (eds.). The Legitimacy of the Middle Ages: On the Unwritten History of Theory. Durham, Duke University Press, 2010. Son interesantes al respecto también los artículos compilados por Graham A. Loud y Martial Staud (eds.). The Making of Medieval History. Woodbridge, York Medieval Press y Boydell and Brewer, 2017 y el tercer número del volumen 37 del Journal of Medieval and Early Modern Studies, editado por Jennifer Summit y David Wallace bajo el título “Medieval/Renaissance: After Periodization”, publicado en 2007. Debemos señalar que, en menor medida, la historiografía francesa ha problematizado ciertos aspectos de la relación entre historia conceptual y medievalismo, pero de manera muy acotada. Ver, a modo de ejemplo, las reflexiones de Joseph Morsel. “La production circulaire d'un concept: le ‘Geschlecht’ (lignage). Contribution à l'approche critique de la ‘Begriffsgeschichte’”, versión preprint en línea: https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-01390124, 2011. Una temprana reacción crítica al lugar asignado a la Edad Media es aquella que Wallace Ferguson alguna vez denominó la “revuelta de los medievalistas”. En esencia, esta “revuelta” fue la respuesta de los medievalistas a la tesis planteada por Jacob Burckhardt en su trabajo La cultura del Renacimiento en Italia, donde la Edad Media aparecía caracterizada como una sociedad primitiva y atrasada culturalmente. El exponente más influyente de esta respuesta fue el medievalista norteamericano Charles Homer Haskins, quien con su trabajo The Renaissance of the Twelfth Century (1927) sentó los precedentes de toda una reinterpretación del pasado medieval como el verdadero momento de quiebre en la historia de Occidente. Este corrimiento de la verdadera ruptura en Occidente ha sido interpretado, por la historiografía más reciente, como un esfuerzo por “modernizar” la Edad Media, fenómeno que fue dominante durante gran parte del siglo XX. Ver Leidulf Melve. “The Revolt of the Medievalists. Directions in Recent Research on the Twelfth-Century Renaissance”, Journal of Medieval History, Vol. 32, Nº. 3, 2012, pp. 231-252. Solo recientemente se ha puesto el centro de discusión en la idea de la “alteridad” de lo medieval y en la dicotomía medieval/moderno, particularmente en el ámbito intelectual norteamericano. Al respecto, ver Paul Freedman y Gabrielle Spiegel. “Medievalism Old and New: The Rediscovery of Alterity in North American Medieval Studies”, The American Historical Review, Vol.103, Nº 3, 1998, pp. 677-704.
2. Para un recorrido por los debates medieval/moderno y ruptura/continuidad en el seno de las teorías de la modernidad, ver Antonio Rivera García. “La secularización después de Blumenberg”, Res publica, Nº 11-12, 2003, pp. 95-142; Id. “Blumenberg y el debate sobre la secularización”, Eikasia, Nº. 45, 2012, pp. 237-244.
3. Sobre la idea de una Edad Media necesaria, ver Giuseppe Sergi. La idea de Edad Media. Entre el sentido común y la práctica historiográfica. Barcelona, Crítica, 2001, pp. 19-24.
4. Ver Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, pp. 2-6.
5. Como señalan Freedman y Spiegel: “the Middle Ages has from the beginning served postmedieval Western historical consciousness as one of the primary sites of otherness by which it has constituted itself. As constructed by Renaissance humanists, the Middle Ages comprised the West’s shadowy ‘other’, against which the Renaissance and modernity itself was defined, a modernity delineated above all by its difference from the pre-modern Middle Ages.” Paul Freedman y Gabrielle Spiegel. “Medievalism Old and New…”, p. 678. Es necesario destacar, sin embargo, que a menudo las estructuras de periodización que se construyen sobre la distinción medieval/moderno oscilan entre esta mirada de lo medieval como una otredad negativa y una Edad Media romantizada. Como afirma Michael Hardt, en respuesta a los trabajos de Kathleen Davis, “What I find most fascinating, in fact, is the double play of continuity and break that Davis finds in these periodizing schemes: the Middle Ages are made to serve for modernity as both revered origin (of national character, racial integrity, and so forth) and despised Other (in terms of religiosity, economic production, and social organization)”. Michael Hardt. “Response: More Than We Bargained For”, en Andrew Cole y D. Vance Smith (eds.): The Legitimacy of the Middle Ages…, pp. 119-124, acá p. 119.
6. Kathleen Davis. “The Sense of an Epoch: Periodization, Sovereignty, and the Limits of Secularization”, en Andrew Cole y D. Vance Smith (eds.): The Legitimacy of the Middle Ages…, pp. 39-69, esp. pp. 40-41.
7. Ver Kathleen Davis. “The Sense of an Epoch…”, pp. 40-41.
8. Ver Lynn Hunt. “Modernity: Are Modern Times Different?”, Historia Crítica, Nº 54, 2014, pp. 107-124, esp. p. 109.
9. Ver Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, p. 5.
10. Sobre la Sattelzeit, sugerimos ver la traducción de la introducción al Lexikon escrita por Koselleck: “Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua germana”, Anthropos, Nº 223, 2009, pp. 94-95. Sobre la Sattelzeit en la obra de Koselleck, ver Gabriel Motzkin. “On the Notion of Historical (Dis)Continuity: Reinhart Koselleck’s Construction of the Sattelzeit”, Contributions to the History of Concepts, Vol.1, Nº 2, 2005, pp. 145-158. También Elías Palti. “Koselleck y la idea de Sattelzeit. Un debate sobre modernidad y temporalidad”, Ayer, Nº 53, 2004, pp. 63-74.
11. Koselleck sugiere que todos los acontecimientos previos al siglo XVIII pueden diluirse en una pre-historia, si se considera que es la experiencia moderna la que desarrolla una idea de la historia como sujeto y objeto –historia en y para sí–, idea que se sintetiza lingüísticamente en la Historia como singular colectivo. Nos dice Koselleck: “Desde entonces [desde el siglo XVIII] es posible concebir la historia como proceso que se ha desligado de fuerzas inmanentes, que ya no se puede derivar solo desde determinaciones naturales y que, por eso, no se puede seguir explicando suficientemente de forma causal. La dinámica de la modernidad se pone como sui géneris”. Reinhart Koselleck. “Historia, historias y estructuras formales del tiempo”, en Id.: Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona, Paidós, 1993, pp. 127-140, acá p. 140.
12. La edición original alemana es de 1979: Reinhart Koselleck. Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten, Frankfurt am Main, Suhrkamp. La primera traducción al inglés es de 1985: Futures Past: On the Semantics of Historical Time. Cambridge, The MIT Press.
13. Ver Helge Jordheim. “Against Periodization: Koselleck’s Theory of Multiple Temporalities”, History and Theory, Vol. 51, Nº 2, 2012, pp. 153-154.
14. Ver Reinhart Koselleck. “Modernidad. Sobre la semántica de los conceptos modernos del movimiento”, en Id.: Futuro pasado…, pp. 287- 332, esp. p. 291. Ver también Reinhart Koselleck. “Futuro pasado del comienzo de la modernidad”, en Id.: Futuro pasado…, pp. 21-40, esp. pp. 31-37.
15. Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, p. 293. Como señala Koselleck, las formulaciones más antiguas referían al tiempo medieval y calificaban al tiempo: middle times, moyen temps, medium tempus, etc. “Pero tan pronto como los tiempos intermedios fueron tratados como un período cerrado, se consolidó una calificativo que –en singular colectivo– resaltó una época (aevum, aetas) y no el tiempo en general”. Así, en la periodización tradicional actual, el tiempo queda reservado para la caracterización de la propia época, la de la modernidad: Neuzeit, modern times, temps modernes, etc. Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, p. 292.
16. Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, pp. 296-297.
17. Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, pp. 301-303. Ver también Id. “Futuro pasado…”, p. 31, donde Koselleck afirma: “En adelante sería posible evocar el pasado como ‘medieval’. Los mismos conceptos, la tríada Antigüedad, Edad Media y Edad Moderna, estaban ya disponibles desde el humanismo. Pero estos conceptos solo se han implantado lentamente a partir de la segunda mitad del siglo XVII y ciertamente para toda la historia. Desde entonces se vivió en un tiempo nuevo y se supo que se vivía en un tiempo nuevo.”
18. Ver el desarrollo del concepto Geschichte/Historie en el Lexikon, editado por Koselleck junto a Otto Brunner y Werner Conze. En este artículo, las secciones de las que Koselleck fue responsable fueron las dedicadas al concepto en la modernidad. En esencia, lo que Koselleck desarrolla en estas secciones está contenido en los ensayos de Futuro pasado. Ver Reinhart Koselleck. “Geschichte/Historie”, en Otto Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck (eds.): Geschichtliche Grundbegriffe: Historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland. Vol. 2., Stuttgart, Ernst Klett, 1975, pp. 593-717 [traducción al español: historia/Historia. Madrid, Trotta, 2004].
19. Ver Reinhart Koselleck. “Modernidad...”, p. 307. También Reinhart Koselleck. “Historia magistra vitae”, en Id.: Futuro pasado..., pp. 41-66, esp. p. 52.
20. Reinhart Koselleck. “Modernidad...”, p. 312. Sobre este fenómeno de la temporalización, Koselleck aclara, en el mismo ensayo citado: “Por supuesto es inexacto y hay que proceder con cautela al hablar de una temporalización de la historia, pues todas las historias tienen que ver con el tiempo, se produzcan cuando se produzcan. Pero parece conveniente y justificado el uso de la expresión como término científico, ya que –como se ha mostrado– la experiencia moderna de la historia conduce a conceptos temporales enriquecidos teóricamente que exigen que se explique toda la historia según una estructura temporal.” Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, pp. 320-321.
21. Ver Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, pp. 316-317.
22. Ver Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, p. 321.
23. Ver Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, pp. 297-299.
24. Ver Reinhart Koselleck. “Modernidad…”, p. 299.
25. Ver Reinhart Koselleck. “Historia magistra vitae…”.
26. Ver Reinhart Koselleck. “Futuro pasado…”. Este ensayo es uno de los grandes disparadores de las críticas provenientes desde sectores del medievalismo. Ver Helge Jordheim. “Against Periodization…”, p. 154.
27. Reinhart Koselleck. “Futuro pasado…”, pp. 22-23.
28. Ver Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, p. 92.
29. Reinhart Koselleck. “Futuro pasado…”, p. 26.
30. Ver Reinhart Koselleck. “Futuro pasado…”, pp. 29 y 36-37. Sobre esto, ver también Reinhart Koselleck. “‘Espacio de experiencia’ y ‘horizonte de expectativa’ dos categorías históricas”, en Id.: Futuro pasado…, pp. 333-357.
31. Reinhart Koselleck. “Futuro pasado…”, p. 23.
32. Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, pp. 87-95. El artículo ya citado de la autora, “The Sense of an Epoch…”, recupera los lineamientos básicos del libro, especialmente del capítulo 2 (que lleva el mismo título), pero amplía algunos aspectos. Tomaré estos dos trabajos como referencia para analizar su crítica. Quienes han sostenido que la propuesta de Koselleck es, en esencia, una teoría de la periodización, son fundamentalmente Kathleen Davis, Lynn Hunt y Peter Osborne. Ver además de los trabajos citados de Davis, Peter Osborne. The Politics of Time: Modernity and Avant-Garde. London, Verso, 1994. También Lynn Hunt. Measuring Time, Making History. Budapest, CEU Press, 2008, que se encuentra disponible en open access: https://books.openedition.org/ceup/810.
33. Ver Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, pp. 5-6.
34. Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, pp. 3-4. Las citas originales en inglés han sido traducidas por al autora en el cuerpo del texto con el objetivo de facilitar la lectura del trabajo.
35. Kathleen Davis, Periodization and Sovereignty…, p. 94.
36. Ver Kathleen Davis, Periodization and Sovereignty…, pp. 77-102.
37. Kathleen Davis, Periodization and Sovereignty…, p. 87.
38. Kathleen Davis, Periodization and Sovereignty…, pp. 87-88.
39. Ver Kathleen Davis, Periodization and Sovereignty…, p. 88.
40. Ver Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, pp. 89-90.
41. “His theory of periodization may be persuasive when viewed from within the self-defining ‘modern European’ political discourse in which he is situated, and indeed it has accrued many advocates. But it cannot be separated from the contemporaneous and interrelated discourses of ‘world order’ such as anthropology and Orientalism, which defined Europe’s Others in precisely the terms Koselleck applies to the Middle Ages, and which in effect it extends.” Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, p. 90; Id. “The Sense of an Epoch…”, p. 52. En éste último artículo, Davis modifica las palabras para hacer su crítica todavía más explícita.
42. Kathleen Davis. “The Sense of an Epoch…”, p. 50.
43. Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, p. 92.
44. Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, p. 94.
45. Kathleen Davis. Periodization and Sovereignty…, p. 5.
46. Ver Helge Jordheim. “Against Periodization…”, p. 151.
47. Helge Jordheim. “Against Periodization…”, p. 151.
48. Ver Helge Jordheim. “Against Periodization…”, pp. 151-152. Ver el ya citado trabajo de Reinhart Koselleck en su edición en inglés, Futures Past… (señalamos que existe una reedición de este trabajo hecha por Columbia University Press en 2004). Y Reinhart Koselleck. The Practice of Conceptual History. Stanford, Stanford University Press, 2002.
49. Helge Jordheim. “Against Periodization…”, p. 152.
50. Ver Helge Jordheim. “Against Periodization…”, p. 154.
51. Ver Helge Jordheim. “Against Periodization…”, p. 157. Ver también Reinhart Koselleck. Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia. Barcelona, Paidós, 2001, y el texto de José Javier Blanco Rivero. “La historia de los conceptos de Reinhart Koselleck: conceptos fundamentales, Sattelzeit, temporalidad e histórica”, Politeia, Vol. 35, Nº 49, 2012, pp. 1-33, esp. pp. 6-8.
52. Ver Helge Jordheim. “Against Periodization…”, p. 157. El texto que recupera Jordheim de John Zammito es “Koselleck’s Philosophy of Historical Time(s) and the Practice of History”, History and Theory, Vol. 43, Nº 1, 2004, pp. 124-135.
53. Ver Reinhart Koselleck. “Estratos del tiempo”, en Id.: Los estratos del tiempo…, pp. 35-42, esp. pp. 35-37. Hay que tener presente, y es oportuno señalarlo teniendo en cuenta la crítica inicial de Kathleen Davis, que esta mirada sobre la propuesta koselleckiana supone una perspectiva biográfica más amplia de su obra. El trabajo más elaborado de Koselleck sobre la temporalidad y sobre todo sus reflexiones sobre la complejidad del tiempo histórico son más tardíos. Por ejemplo su trabajo más conocido sobre los estratos del tiempo, Zeitschichten: Studien zur Historik, fue publicado veinte años después que Futuro pasado. La traducción de Zeitschichten: Studien zur Historik al inglés es muy reciente, del año 2018. Las referencias son las siguientes: Reinhart Koselleck. Zeitschichten: Studien zur Historik. Frankfurt am Main, Suhrkamp, 2000. La edición en inglés: Reinhart Koselleck. Sediments of Time: On Possible Histories. Stanford, Stanford University Press, 2018.
54. Reinhart Koselleck. “Estructuras de repetición en el lenguaje y en la historia”, en Id.: Sentido y repetición en la historia. Buenos Aires, Hydra, 2013, pp. 125-161, acá pp. 130-131.
55. Ver Reinhart Koselleck. “Estructuras de repetición…”, p. 152.
56. Además de Sentido y Repetición…, ver Reinhart Koselleck. Historia de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social. Madrid, Trotta, 2012.
57. Ver Reinhart Koselleck. “Estructuras de repetición…”, p. 158. Ver también Reinhart Koselleck. “Historia magistra vitae…”.
58. Ver Matthew Kempshall. Rhetoric and the Writing of History, 400-1500. Manchester, Manchester University Press, 2011; y Erich Auerbach. Mímesis. La representación de la realidad en la literatura occidental. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2014. El panorama medieval en relación a la historia y la conceptualización del pasado es muy complejo, sobre todo si tenemos en cuenta que la puesta por escrito del pasado era solo una forma entre muchas de recordar eventos. Asimismo, si bien en los fundamentos de la relación entre retórica e historia se encuentra la recepción medieval de Cicerón y Quintiliano, no debe perderse de vista la impronta de la tradición bíblica y patrística: la recepción no es acrítica y la escritura de la historia no se diluye en el solo propósito de los exempla, la compilación o la puesta por escrito de sucesos en orden cronológico.
59. Ver José Javier Blanco Rivero. “La historia de los conceptos…”, pp. 6-7 y 12.
60. Ver José Javier Blanco Rivero. “La historia de los conceptos…”, p. 9.
61. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept in the Middle Ages”, Contributions to the History of Concepts, Vol. 10, Nº 2, 2015, pp. 71-90.
62. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, pp. 72-73.
63. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, pp. 71-72.
64. Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 74.
65. Yo he trabajado con una lógica similar al analizar el uso del concepto de “imperio” (imperium) en el período angevino, utilizando como corpus las obras de Gerald of Wales. Ver María Paula Rey. “The Vocabulary of Empire: Gerald of Wales and the Angevin Dominions”, Annual of Medieval Studies at CEU, Vol. 26, 2020, pp. 101-120.
66. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 75.
67. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, pp. 78-79.
68. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 79.
69. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, pp. 79-80.
70. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 82.
71. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 81.
72. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, pp. 84-85.
73. “Following Gregory and Smaragdus, virtus is predominantly understood as an expression of social norms, either as prescriptions of behaviour or as their realizations. To be more precise, virtus is in most cases the norm that the ruler who is addressed by the mirror must follow […]”. Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 85.
74. Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 85
75. Ver Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, pp. 86
76. Silke Schwandt. “Virtus as a Political Concept…”, p. 87.
77. Ver Sandro Chignola. “Diferencia y repetición. Otto Brunner, Reinhart Koselleck, la historia conceptual”, Conceptos Históricos, Nº 1, 2015, pp. 18-38, esp. p. 28.
78. Ver Sandro Chignola. “Diferencia y repetición…”, p. 34.
79. Por ejemplo, ver los ensayos que hemos analizado sobre “Modernidad” e “Historia magistra vitae”, así como su análisis del concepto de revolución. Reinhart Koselleck. “Criterios históricos del concepto moderno de revolución”, en Id.: Futuro pasado…, pp. 67-85.