Damián J. Rosanovich
drosanovich@gmail.com
Universidad Nacional de San Martín-Universidad Pedagógica Nacional, Buenos Aires, Argentina
Reseña de Hans Blumenberg y Reinhart Koselleck. Briefwechsel 1965-1994. Editado por Jan Eike Dunkhase y Rüdiger Zill. Frankfurt am Main, Suhrkamp, 2023, 181 pp.
Los estudios de historia conceptual nutren su acervo documental con la publicación de la correspondencia entre dos protagonistas de las ciencias humanas de la segunda mitad del siglo XX. En efecto, Hans Blumenberg (1920-1996) y Reinhart Koselleck (1923-2006) no solamente fueron grandes animadores de diferentes discusiones teóricas, sino que tuvieron una gravitación clave en decisiones institucionales de relevancia, tanto en las universidades en las que trabajaron, como en otras instituciones científicas de las que fueron parte, o grupos de discusión, como el celebérrimo Poética y Hermenéutica, que supo dar forma al debate alemán de las humanidades por casi tres décadas.1
El volumen que aquí presentamos se compone de una breve correspondencia de cuarenta y cuatro cartas, la mitad de las cuales constituye el envío de libros o separatas,2 prácticamente sin texto añadido; y un extenso y valioso epílogo de los compiladores, en donde se reconstruyen aspectos biográficos e intelectuales del vínculo entre los autores del epistolario. Es preciso destacar y agradecer la profusa cantidad y calidad de muy útiles notas de Rüdiger Zill y Jan Eike Dunkhase a la edición. A pesar de su brevedad, la comunicación es ciertamente fructífera, puesto que permite enriquecer debates clave de las humanidades, que tuvieron lugar en los años sesenta/setenta, pero que luego prolongaron su alcance hasta nuestros tiempos. Dado que la comunicación más fluida se da entre los años 1969 y 1975, los textos y las problemáticas discutidas se remiten a las que tuvieron lugar en ese período. En términos del registro propio de la misma, es necesario destacar que las cartas carecen del tono de intimidad y confianza que tiene la correspondencia entre Koselleck y Schmitt,3 donde queda en evidencia el alcance del vínculo entre el historiador y el jurista; pero también de la formalidad profesada por Blumenberg hacia el ya longevo jurista de Plettenberg, en la correspondencia que tuviera lugar, precisamente, entre 1971 y 1978.4
A partir de este panorama, podría afirmarse que, a pesar de que ambos autores defiendan posiciones teóricas divergentes, encuentran un terreno común en el cual debatir. En este sentido, varias de las cartas hacen ostensible las tensiones inherentes al carácter interdisciplinario de las ciencias humanas, y en particular, a la relación entre historia social e historia conceptual, historia de la ciencia e historia de la filosofía.
En este sentido, podríamos decir que la correspondencia, entre los muchos tópicos que toca, se refiere principalmente a dos elementos en tensión: (a) por un lado, la relación entre la historia social y la historia conceptual. Por otro (b), la posición de ambos frente al así llamado teorema de la secularización.
El primer punto puede visualizarse en la sorpresa que Blumenberg ostenta en la carta escrita el 19 de abril de 1973: “No puedo olvidar el shock que experimenté hace cinco años, cuando por primera vez leí en la página 17 de su libro Prusia entre reforma y revolución la tesis de que la historia conceptual pertenece a la historia social y no a la historia de las doctrinas [Geistesgeschichte]. Esta actualización de la historia conceptual como un proceso anónimo que nuevamente converge en el “espíritu del mundo” me resulta todavía completamente insoportable”.5 Ciertamente, a pesar de compartir el terreno de Poética y Hermenéutica, Koselleck y Blumenberg ostentaban dos abordajes disímiles. Mientras que el filósofo de Lübeck por entonces reescribía la segunda edición de La legitimidad de la Edad Moderna, texto que trabaja casi exclusivamente con fuentes filosóficas y de reflexión teórica (Carl Schmitt, Rudolf Bultmann, Max Weber), de espaldas a la historia social; el historiador de Görlitz buscaba anclar sus investigaciones en la historia social, para a partir de allí, configurar un tipo de comprensión que no fuera estrictamente dependiente de la historia de las doctrinas.
Algo llamativo para destacar es que para Koselleck uno de los abordajes más idóneos para llevar a cabo su proyecto de historia conceptual era, precisamente, la metaforología teorizada en 1960 por el mismísimo Blumenberg.6 En ella, y en referencia a una conferencia realizada, Koselleck le escribía a Rudolf Vierhaus (1922-2011) el 6 de marzo de 1965: “Hablé sobre revolución y guerra civil. Hubo una larga y buena discusión, incluso sobre el método. Sobre ello me gustaría mencionar que los Paradigmas para una metaforología, de Blumenberg, sean probablemente lo mejor que se ha escrito “para nosotros” al respecto en los últimos tiempos”.7
Si bien por esos años Blumenberg se concentraba en la historia de la ciencia y en la historia de la filosofía, sus intereses no se encontraban ciertamente de manera lejana a los del futuro profesor de Bielefeld. En efecto, en sus investigaciones buscaba dar cuenta del “trasfondo de un proceso histórico”, “del horizonte, en el cual pueden ser buscadas nuevas posibilidades”.8 Muy probablemente el filoneokantismo suscripto por ambos fuera la ocasión para el encuentro, y para el acercamiento que explícitamente se manifestaran mutuamente: “El centro de mi trabajo sobre “Crítica y crisis” está metodológicamente muy cerca de sus enfoques, que por supuesto no conocía en ese momento”.9
Sin embargo, las compatibilidades se quiebran en el momento en el cual aparece la controversia en torno a la secularización. En efecto, en la primera edición de La legitimidad de la Edad Moderna Blumenberg anatemiza toda defensa de la secularización, y la denuncia como un error in toto. Las reseñas críticas de Löwith y Gadamer (de 1968), la crítica de Schmitt en Teología Política II (1970), y la correspondencia con el jurista de Plettenberg (desde 1971) atemperan las invectivas del filósofo de Lübeck en la segunda edición (1974), pero no alcanzan a ordenar una impugnación sistemática, a tal punto que el mismo Blumenberg abandonaría la discusión, aun cuando se había convertido en uno de sus grandes animadores, tomando distancia de Poética y Hermenéutica y de los “discípulos” de Schmitt.10 Antes de conocer la reelaboración teórica de las críticas a la secularización, afirmaría Koselleck, el 2 de agosto de 1971, en una carta a Schmitt:
En mi opinión, [Blumenberg] es el último historicista, en tanto que defiende metódica y formalmente hasta el final el dictum de que cada época sería inmediata respecto de Dios. Su posición es consecuentemente antiteleológica y el método funcional correspondiente trae a la luz conocimientos que introducen diferencias asombrosas. Blumenberg ha desarrollado a la perfección la técnica interpretativa de cómo se construye en rigor un presupuesto argumentativo, cómo se transforma [umsetzen] históricamente en ideas –a través de la identidad lingüística–, y gana una importancia que lo convierte en algo ya no deducible de otra cosa. Aquí radica su genuino aporte a la ciencia histórica. Frente a este punto me parece de importancia secundaria que su compromiso se origine personalmente en cuestiones de la legalidad y de la propiedad como categorías históricas. Esto constituye un desafío a una crítica que habrá que hacer, puesto que los efectos históricos y los efectos a largo plazo no pueden ser interpretados de manera suficiente por medio de un vocabulario jurídico determinado. Blumenberg no dirige, por así decir, sus “análisis metaforológicos” a su propio vocabulario. Con todo, a mi entender, esta crítica no menoscaba su contribución historiográfica.11
La carta de Koselleck es importante por el reconocimiento que el historiador profesa por la reflexión metaforológica, que no solamente aparece reconocida en la misiva de Vierhaus, sino en textos clásicos de Koselleck entre los cuales cabe mencionar “Revolución como concepto y como metáfora”,12 o la Introducción al tomo VII del Diccionario de conceptos históricos.13 Lo paradójico del opúsculo de Blumenberg sería que su gran virtud podría ser, simultáneamente, su gran debilidad. Ciertamente, las fuertes críticas dirigidas al teorema de la secularización podrían ser dirigidas al teorema blumenberguiano de la “reocupación”, fórmula impropia que sería descartada poco tiempo después.14
Esta carta constituye un preludio a la objeción que le formularía a Blumenberg, no sin antes dejar en claro –como hemos señalado– que su crítica a la secularización no toca el centro argumental de Crítica y Crisis, y que el abordaje descripto en 1959 se encontraba muy cercano a la metaforología, a pesar de que por entonces no se conocieran. En particular, hay dos extensas cartas (julio de 1973 y diciembre de 1975) en las cuales Koselleck abiertamente expone su argumentación contra la impugnación blumenberguiana de la secularización.
En una clave afín a El giro copernicano, en la primera de estas misivas Koselleck plantea la indiscutible productividad interpretativa de la historia conceptual, la cual no puede ser reducida a una mera metodología que presuponga un objeto de investigación que no es alterado por el abordaje. En efecto, el 18 de julio de 1973 afirma el historiador:
¿No debería leerse también metafóricamente el espíritu del mundo y buscar los fenómenos históricos que Hegel veía de esta manera y a los que quizás hoy se les podría dar otro nombre? Mi búsqueda de estructuras temporales, de formas de progresión, aceleraciones y desaceleraciones, de lo contemporáneo en lo no contemporáneo y viceversa apunta inevitablemente a conexiones supraindividuales entre las unidades de acción que no pueden reducirse sólo a individuos específicos.15
El autor de Futuro Pasado no reivindica, pues, la teleología ni la dialéctica hegeliana, como se desprende de sus textos. Por el contrario, la referencia al autor de la Ciencia de la Lógica permite visibilizar hasta qué punto la tarea del historiador presupone condiciones de posibilidad y categorías que no pueden ser ignoradas sin que ello determine con peso decisivo las investigaciones. En este sentido, las reflexiones de Koselleck y de Blumenberg se ubican en el umbral existente entre la investigación histórica y la reflexión filosófica, que impugna tanto el positivismo ingenuo que reivindica la prerrogativa de un acceso sacrosanto e “inmediato” a las fuentes; como el historicismo decimonónico rankeano, que cree encontrar en las hipóstasis del pasado una clave explicativa inescrutable, o pretende derivar contenidos históricos de sustancias ahistóricas que sui generis se desplazan por la antecámara del espacio dentro del cual tienen lugar las acciones de los seres humanos.16
¿Qué tipo de reconstrucción teórica puede elaborarse respecto de las fuentes históricas, que permita formalizarlas sin que ello implique apelar a una trascendencia que las explique como un mero epifenómeno? En los años sesenta, esta pregunta es respondida parcialmente a partir de la secularización, entendida como una clave explicativa que operaría como punto de partida para poner en relación diferentes fuentes propias de la historia social y de la historia de las doctrinas. Si bien Koselleck recupera las ideas fundamentales de su colega en torno a la metaforología, las diferencias en torno a la comprensión de la secularización constituyen un momento incomponible. En la carta del 16 de diciembre de 1975 afirmaba lo siguiente:
Más allá de la unicidad de cada situación, también existen, por supuesto, estructuras que perduran extendidamente y a largo plazo. Creo que esto es válido no sólo para la historia social, sino también para la historia de las doctrinas [Geistesgeschichte] […] [Mis argumentos] se dirigen contra una historia causal de efectos, ya que en última instancia debe ser concebida de manera sustancialista. Pero también está la adopción de las opciones que se encuentran afectadas. Si se admite esto, me parece que la tesis de la secularización contiene todo tipo de cuestiones plausibles, más allá de toda crítica cultural, etc., que comparto completamente. Sus distinciones teóricas entre escatología y progreso son totalmente convincentes y coherentes […] Aun cuando no se piense la historia de una manera sustancialista, se deben permitir tales formas de transición. ¿Cómo deberían nombrarse? Si se supone que secularización significa algo así como “sustracción de un más allá” [Entjenseitigung], entonces la expresión podría ciertamente usarse”.17
Como en muchos de sus textos, en su correspondencia Koselleck es muy cauteloso en lo referido a la exteriorización de las objeciones a Blumenberg. Sin lugar a dudas, hay por parte suya un intento de no tensar el vínculo, aun cuando las diferencias entre ambos son nítidamente ostensibles.18 La interrupción de la comunicación epistolar, el distanciamiento de Blumenberg de Poética y Hermenéutica, y el rechazo que ulteriormente manifestaría frente a las numerosas invitaciones a congresos nos permiten presumir que la cordialidad de Koselleck transcurría en paralelo a un régimen de trabajo que poseía Blumenberg que resultaba independiente respecto de sus relaciones con los colegas.
A medio siglo de esta comunicación epistolar es posible afirmar que continuamos discutiendo la relación entre historia social, historia conceptual e historia de las ideas. Koselleck y Blumenberg representan, sin lugar a dudas, dos intentos diferentes por configurar un tipo de programa de investigación interdisciplinario de ciencias humanas que escape tanto al ensayismo de “crítica cultural” como a la hiperespecialización. Ambos tuvieron hondas divergencias, pero suscribieron el tácito acuerdo de que el derrotero de ese trabajo debía realizarse a través de la historia conceptual, y en particular, del maridaje entre filosofía e historia. En este sentido, su correspondencia resulta altamente esclarecedora en tanto y en cuanto nos recuerda que el camino intermedio a transitar está circundado por la ortodoxia (neo) positivista y por el pundonor historicista. El valor del legado metodológico que ambos nos transmiten es rigurosamente subsidiario de la búsqueda de los supuestos que están inscriptos en las investigaciones históricas particulares, y no en una comprensión abstracta de la tarea que “en sí” realiza todo historiador. De esta manera, en un contexto actual caracterizado por la proliferación de interrogantes acerca de los alcances y la vigencia de las teorías, es posible afirmar que sus intervenciones son más actuales hoy que en su propio momento.
1. Sobre Poética y Hermenéutica, puede consultarse el trabajo de Pedro García Durán. “El mito como concepto polémico. El trasfondo político del debate sobre el mito en ‘Poetik und Hermeneutik’”, Conceptos Históricos, N° 7, 2019, pp. 128-155.
2. Por ejemplo, el 5 de febrero de 1968 Blumenberg envía a Koselleck la separata del artículo “Wirklichkeitsbegriff und Staatstheorie”, aparecido en castellano en nuestra revista como: “El concepto de la realidad y la teoría del Estado”, Conceptos Históricos, N° 14, 2023, pp. 159-189.
3. Ver nuestro “Clamate theologi in mundo alienato! Carl Schmitt y Reinhart Koselleck. Der Briefwechsel (1953-1983), Frankfurt am Main, Suhrkamp, 2019” Conceptos Históricos, Nº 9, 2020, pp. 224-231.
4. Ver Hans Blumenberg y Carl Schmitt. Briefwechsel (1971-1978). Frankfurt am Main, Suhrkamp, 2007.
5. Traducimos aquí la expresión Geistesgeschichte por historia de las doctrinas, ya que en este contexto puede abarcar la historia intelectual, la historia de las ideas latu sensu, la historia de la filosofía o la historia de la ciencia. Por esos años, estas dos últimas menciones remitían al campo de trabajo del Profesor de Münster, y la aseveración de Koselleck es incompatible con su postura: Hans Blumenberg y Reinhart Koselleck. Briefwechsel…, p. 60. El libro citado en cuestión es la tesis de habilitación de Koselleck: Preußen: zwischen Reform und Revolution: allgemeines Landrecht, Verwaltung und soziale Bewegung von 1791 bis 1848 [Prusia: entre reforma y revolución: Código Civil, administración y movimiento social de 1791 hasta 1848]. Stuttgart, Klett-Cotta, 1967. La cita comentada reza: “Las afirmaciones sobre estructuras, sobre “condiciones” (una palabra de moda en la época) se hacen más precisas a través de análisis de palabras y, en ocasiones, de conceptos. Desistimos aquí de la historia de las doctrinas [Geistesgeschichte]. La limitación de la historia conceptual para explicar datos conceptualmente mudos tiene la ventaja de permanecer cercana a la historia social, ya que sigue el movimiento lingüístico en el que se acumulan las experiencias históricas o se formulan las esperanzas. La historia conceptual que trasciende al ser humano actuante es, a este respecto, una variante de la historia social” (p. 61).
6. Ver Hans Blumenberg. Paradigmas para una metaforología. Madrid, Trotta, [1960] 2003.
7. Carta citada por Zill y Dunkhase en “Von Gipfel zu Gipfel”, epílogo al epistolario que reseñamos, p. 145.
8. Idem. p. 144 (referencia de Hans Blumenberg. Die kopernikanische Wende [El giro copernicano]. Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1965, p. 7).
9. [16 de diciembre de 1975]. Hans Blumenberg y Reinhart Koselleck. Briefwechsel…, p. 77.
10. Refiriéndose al debate de La legitimidad de la modernidad, diría el 2 de septiembre de 1977: “Para mí, los libros que escribí hace mucho o poco tiempo están muertos y olvidados; Sólo me interesa lo que escribo hoy y lo que comunico a los demás mañana o pasado, si las cosas van bien”. Hans Blumenberg y Reinhart Koselleck. Briefwechsel…, p. 91. En 1979 Blumenberg rechazaría la invitación de Jacob Taubes a participar del Coloquio que por entonces organizaba sobre teoría política y hermenéutica. Sobre este punto, ver nuestro trabajo: “¿Secularización o autoafirmación? Dos hipótesis sobre el origen de la modernidad”, Conceptos Históricos, Nº 12, 2021, pp. 64-99, esp. p. 77, nota 33.
11. Carl Schmitt y Reinhart Koselleck. Der Briefwechsel (1953-1983). Frankfurt am Main, Suhrkamp, 2019, pp. 237-238.
12. Ver Reinhart Koselleck. “Revolución como concepto y como metáfora”, en Id.: Historias de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social. Madrid, Trotta, 2012, pp. 161-170.
13. Ver Reinhart Koselleck. “Vorwort”, en Otto Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck. (eds.): Geschichtliche Grundbegriffe. Stuttgart, Klett-Cotta, 1992, tomo VII, p. VIII.
14. En efecto, el mismo Blumenberg le reconoce este problema a Schmitt en una de sus primeras cartas. El 24 de marzo de 1971 escribe: “Lo extraño, casi paradojal, es que en la reformulación de la implicación de la ilegitimidad (que se conecta con la categoría de secularización) yo haya llegado a la conceptualidad de la “reocupación”, la cual es compatible con el concepto opuesto de “legitimidad”, cuando uno puede pensarla en el sentido de un procedimiento “legal”. Esta problemática no ha sido solucionada de manera satisfactoria en el libro [La legitimidad…]. En esta dirección, he intentado nuevamente ofrecer una alternativa a través del concepto de “autoconservación” [Selbsterhaltung], respecto del cual quizás pueda señalar con más claridad aquello que pienso cuando me refiero a la insostenibilidad de una vacancia en el sistema de posiciones de los conceptos fundamentales y de la “racionalidad” derivada de ellos del procedimiento de reocupación”. Hans Blumenberg y Carl Schmitt. Briefwechsel…, pp. 105-106. El nuevo texto referido es “Selbsterhaltung und Beharrung. Zur Konstitution der neuzeitlichen Rationalität”, Akademie der Wissenschaften und der Literatur in Mainz. Abhandlungen der geistes- und sozialwissenschaftlichen Klassen, N° 11, 1970, pp. 333-383.
15. Hans Blumenberg y Reinhart Koselleck. Briefwechsel…, p. 63.
16. Un detalle para destacar de Koselleck radica en el sinuoso derrotero que seguiría su producción intelectual, signada por su carrera académica. Crítica y crisis, su tesis doctoral, es defendida en 1954 y publicada en 1959. La originalidad del planteo -tanto en la hipótesis formulada, la consideración de la temporalidad moderna, y la elección de fuentes- le granjeó cierto reconocimiento, pero también severas críticas al carácter heterodoxo de su abordaje. El corolario era claro: este tipo de investigaciones serían un obstáculo para poder alcanzar un cargo de Profesor en la universidad. De aquí es posible hipotetizar el “giro” de Koselleck hacia su tesis de habilitación (1965), que moderaría las innovaciones de su trabajo doctoral, al inscribirse en una perspectiva más clásica. En este contexto se inscribe el citado “shock” de Blumenberg, al advertir el clivaje que formula Koselleck entre historia social e historia de las doctrinas. ¿Se trataría de una decisión teórica o de una mera adaptación al medio académico? La obra posterior de Koselleck hace ostensible que este problema no sólo no habría estado resuelto en 1965, sino que sería el hilo conductor futuro de sus reflexiones. Sobre las críticas recibidas a su tesis doctoral, ver Manfred Hettling y Wolfgang Schieder. “Theorie des historisch Möglichen. Zur Historik von Reinhart Koselleck”, en Id. (eds): Reinhart Koselleck als Historiker. Zu den Bedingungen möglicher Geschichten, Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 2021, pp. 25-42.
17. Hans Blumenberg y Reinhart Koselleck. Briefwechsel…, pp. 78-79. Koselleck volvería sobre este tema unos años más tarde, al ofrecer en el semestre 1983/1984 un curso sobre la filosofía de la historia de Löwith en confrontación con la teoría de la historia de Blumenberg. Como es conocido, haría más explícita su diferencia en la célebre conferencia de 1989 sobre la secularización, publicada en el 2000: “Esta transposición de una meta extrahistórica a una intrahistórica es -a pesar de la crítica de Hans Blumenberg- un proceso incontrovertible, que Karl Löwith ha demostrado en Weltgeschichte und Heilgeschehen”. Hans Blumenberg y Reinhart Koselleck. Briefwechsel…, p. 60, n. 30. El texto de Löwith en cuestión es Historia del mundo y salvación. Los presupuestos teológicos de la filosofía de la historia. Buenos Aires, Katz, [1953] 2007, en: Reinhart Koselleck, Aceleración, prognosis y secularización. Valencia, Pre-textos, 2003, p. 60, n. 30.
18. Sobre este punto, ver el ya citado epílogo de Rüdiger Zill y Jan Eike Dunkhase “Von Gipfel zu Gipfel…”, pp. 113 y ss.