Historia conceptual y politización de una teoría

Nicolás Ferioli

nicoferioli@hotmail.com

Universidad Nacional de San Martín, General San Martín, Argentina

Reseña de Gonzalo Bustamante Kuschel y Carolina Bruna (comps.). Historia conceptual y politización de una teoría. Valencia, Tirant lo Blanch, 2021, 456 pp.

El volumen Historia conceptual y politización de una teoría, compilado por Gonzalo Bustamante y Carolina Bruna, es un verdadero aporte a la Begriffgeschichte entendida como un instrumento al servicio de la Historik, cuya tarea, en tanto ciencia teórica, consiste en desarrollar categorías que permiten comprender y esclarecer las condiciones de posibilidad de las historias.1 Bustamante en el artículo de presentación del libro reconstruye el contexto en el que surgió la historia conceptual como una “crítica a la modernidad, sumado a las ideologías y filosofías que la moldearon desde un principio revolucionario escatológico basado en la posesión de las leyes de la historia” (p. 42). A su vez, identifica en su devenir en la Escuela de Padua, cuyos principales exponentes hacen sus aportes a esta compilación, un gesto que recupera esta dimensión crítica inicial puesta ahora en función de una propuesta de radicalización de la filosofía política. Los artículos que componen los cuatro capítulos que organizan el libro tienen la virtud de concebir la historia conceptual como algo más que una mera metodología histórica. No se trata de hacer una historia de los conceptos, dado que los conceptos en sí no tienen historia, sino que contienen historia.2 Es por ello que mientras las palabras pueden ser definidas de modo más o menos preciso, la inherente polisemia del concepto hace que estos solo puedan ser interpretados.3 Esta interpretación no es posible de alcanzar solo mediante genealogías históricas que reconstruyan las transformaciones semánticas. Un registro diacrónico tal debe complementarse con un análisis sincrónico semejante que apunta su mirada hacia la historia social. De este modo, la historia conceptual en su proceder semasiológico y onomasiológico permite aunar en su reflexión investigativa el cúmulo de significados y la diversidad de experiencias históricas que los conceptos captan y movilizan.4 La compilación que reseñamos logra interpretar la dimensión política, plural y contingente de conceptos que organizan el entendimiento del mundo contemporáneo y que, como tales, hacen posible su cambio.

Un primer capítulo reúne los trabajos de Elías Palti, Sandro Chignola y Maurizio Merlo. Allí, a modo de constelación, se pone en diálogo a Koselleck con autores que conforman el universo teórico que propició el desarrollo de la Begriffgeschichte. El artículo de Palti destaca el contrapunto entre Koselleck y Gadamer respecto del problema de la temporalidad inscripto en la pregunta acerca de cómo y por qué cambian los conceptos. Si bien ambos se enmarcan en el nuevo paradigma del tiempo que introduce un concepto de historia esencialmente abierto, impredecible y cambiante, disienten respecto de la disponibilidad o no de esta realidad histórica; es decir, respecto de la distancia que separa la historia social de la historia conceptual. Por su parte, Chignola identifica en el sistema teórico y metodológico de Koselleck la integración de la analítica de la finitud heideggeriana y la teoría política de Schmitt. El autor observa cómo la temporalidad y espacialidad del Dasein, ambas co-originarias a su ser en el mundo, se complementan con una cualificación político-histórica que recupera la lógica binaria de amigo-enemigo. Así, Koselleck construye la condición mínima para pensar la dimensión colectiva del hacer contenido en “los tiempos y los espacios plurales y estratificados del multiverso contemporáneo” (p. 96). Finaliza el apartado un artículo de Merlo que analiza este carácter complejo y estratificado de los tiempos históricos con las categorías metahistóricas de “espacio de experiencia” y “horizonte de expectativa”. El entramado de futuros y pasados contenido en estas categorías escapa a las medidas cronológicas de un tiempo homogéneo que ubica los eventos históricos en el transcurrir perpetuo del presente. Ahora bien, Merlo destaca las críticas de Luhmann que sostienen que la semántica de los tiempos históricos está desprovista de una teoría de las modificaciones del patrimonio semántico de la sociedad. Esta crítica puede considerarse válida en los términos planteados, pero cabe señalar que la semántica de los tiempos históricos conserva fundamentos antropológicos básicos que permiten desarrollar determinaciones antitéticas idóneas para ilustrar de modo diverso las múltiples experiencias de finitud que “ponen a la historia en movimiento sin que el contenido o la dirección de tales movimientos sean por eso comprendidos de algún modo”.5 A su vez, es interesante remarcar que el propio Koselleck consideraba que el concepto de antropología adoptado designaba un programa aún en construcción; es decir, es una propuesta que no debe tomarse como algo ya realizado en su integridad y, por lo tanto, es pasible no solo de críticas, sino también de modificaciones.6

Un segundo apartado reúne los artículos de José Luis Villacañas, Giuseppe Duso, Carolina Bruna Castro y Jean-François Kervégan. El escrito de Villacañas retoma la tesis de la indisponibilidad de la historia, pero ya no en referencia a la posible distancia entre historia social e historia conceptual, tampoco respecto del problema de si los hombres hacen o no la historia, “sino si se realiza de forma disponible a la previsión” (p.156). El autor identifica en Koselleck una realidad objetiva de tendencias estructurales donde la variabilidad propia de los tiempos históricos se compone dentro de un marco de universalidad que la estructura y posibilita. Esta relación inestable y contingente entre tendencia y acción hace a la historia indisponible en tanto el presente difiere del futuro pronosticado en el pasado. Es al interior de esta divergencia que la historia se abre paso como crisis. Las crisis hacen surgir aquello que se encontraba en el origen y que las tendencias tienden a ocultar, olvidar y reprimir en pos de estabilizar la estructura. Villacañas utiliza el concepto de crisis para advertir brechas entre sistemas sociales y sistemas psíquicos. El artículo de Duso, fiel representante de la Escuela de Padua, es un elemento de crítica a la forma política moderna basada en el paradigma de la soberanía, con el individuo en el centro y el concepto de libertad como piedra angular del saber político normativo. El autor concibe la historia conceptual como “una labor que implica responsabilidad por el presente” (p. 190). Esto lo obliga a repensar la política y la democracia desde las aporías que emergen de su propia reflexión investigativa. Por su parte, el texto de Bruna expone el sentido político que moviliza el concepto de secularización en tanto forma de regulación del mundo que remite al quiebre de la modernidad con el medioevo. Así entendida, la secularización implanta un patrón estable en el devenir histórico que opera como una verdad científica equivalente a las matemáticas. La filosofía volcada a la historia aleja a esta última de convertirse en un mero relato de hechos carentes de intencionalidad. Es así como la historia conceptual permite “hacerse cargo de la desmesura de la humanidad” (p. 228). Este segundo capítulo de la compilación finaliza con el artículo de Kervégan que profundiza en la discusión en torno al teorema de la secularización y expone el debate entre Schmitt, Löwith y Blumenberg. El autor identifica cómo la política, emancipada de Dios, construyó su propia legitimidad en torno a una idea nacional que hoy se encuentra visiblemente agotada e incapaz de proporcionar el sustrato de unificación necesario para convivir en sociedad. La pregunta que ronda el artículo es: ¿sobre qué bases éticas y bajo qué premisas infra-políticas podemos constituir una cultura política común?

En un tercer apartado encontramos la exposición de los artículos de Patricia Springborg, Miguel Vatter, Kari Palonen y Claudio Sergio Ingerflom. El texto de Springborg propone, frente al grueso de la academia moderna que ve en Hobbes una variante de la ortodoxia cristiana, que el filósofo inglés era un epicúreo no riguroso que adhería a una teoría de la religión civil. La autora sostiene que Hobbes, al igual que Epicuro, ubica los orígenes de la religión en el miedo a la muerte y el temor a lo desconocido volviendo a los humanos vulnerables ante el clericalismo. En el caso de Vatter, se busca discutir la idea de stato que está presente en El Príncipe de Maquiavelo. El autor argumenta que Maquiavelo estableció el trabajo preparatorio de una concepción republicana del Estado que solo emergió mucho tiempo después con las revoluciones de Francia y Haití. A su vez, indica que este texto es el primero donde se muestra posible la conjunción de la antigua república y el Estado moderno. Por su parte, Palonen persigue el objetivo de ubicar a Weber en el quiebre de tradiciones establecidas de pensamiento y debates respecto del concepto de Estado. Según la autora, el concepto weberiano de “chance” entendido como posibilidad u oportunidad es crucial para el análisis empírico del Estado. Este incorpora el signo poderoso de la contingencia radical y transforma al Estado en un concepto de lo posible alejado de una idea de entidad estable y fija que se encuentra más allá de la política y los conflictos políticos mismos. Cierra este apartado de rigurosa investigación histórica el escrito de Ingerflom que retoma la mirada hacia la propia historia conceptual en tanto historia descentrada donde las estructuras formales del tiempo no constituyen el ser de la historia. Según Ingerflom no debe pensarse una única modernidad, ya que si bien todo cambia en todas partes, no todo cambia en todas partes al mismo tiempo y de la misma forma. En otras palabras, el autor considera que las estructuras temporales de los tiempos históricos escapan a la linealidad y uniformidad con que se piensa el cambio en la historia. A su vez, propone superar la concepción del cambio fundada en rupturas radicales o continuidades tendientes a enraizar anacrónicamente el presente. Esta vuelta hacia la reflexión teórica con la que nos encontramos al final de un capítulo preponderantemente empírico en cuanto a lo histórico nos recuerda que la Begriffgeschichte es teoría e investigación histórica al mismo tiempo.

El cuarto y último capítulo de esta colección congrega los artículos de Martin Jay y Michael Freeden. En el caso de Jay, en línea con Ingerflom que plantea una historia descentralizada que no busca la Europa en la no Europa, se cuestiona si es posible que la polis griega o la república romana pueda servir fácilmente como modelo para la vida política en África o América. El autor propone reflexionar sobre lo político sin la pretensión de alcanzar y defender una noción de tipo universal. En un ejercicio que evita destacar una definición como superior y descartar al resto, Jay agrupa definiciones sobre lo político en dos grupos en base a si el concepto revela primacía de las relaciones exteriores o de los asuntos internos. A su vez, divide estas definiciones en otros cuatro grupos según aquellas que plantean un conflicto antagonista, aquellas otras donde el conflicto es de tipo agonista, las que se identifican con la tradición liberal basada en la colaboración contractual entre individuos y las más cercanas a una tradición comunitaria, ya sea de cuño platónico o republicano. Con espíritu similar, el artículo de Freeden analiza la dificultad que tienen los diccionarios para definir los conceptos, en particular el concepto de política. El autor parte de la distinción entre arte y ciencia para navegar entre voces destacadas del ámbito intelectual británico del siglo XX y XXI. Así, recompone los estratos semánticos del concepto y busca responder a la pregunta acerca de qué queremos decir cuando decimos que algo es político.

Como breve comentario final, celebro que el volumen reseñado no se propone venir a llenar un vacío, sino que, por el contrario, busca problematizar conceptos que se encuentran llenos de sentido. Por último, considero que la compilación realizada por Bustamante y Bruna alcanza la alquimia perfecta entre rigurosidad historiográfica y reflexión filosófica. Esto hace del libro reseñado un verdadero trabajo histórico-conceptual que merece ser leído por todo aquel que se haya topado con esta reseña.


1. Ver Reinhart Koselleck y Hans-Georg Gadamer. Historia y hermenéutica. Barcelona: Paidós, 1997.

2. Ver Reinhart Koselleck. Los estratos del tiempo. Estudios sobre la historia. Barcelona: Paidós, 2001.

3. Ver Reinhart Koselleck. “Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana”, Anthropos, Nº 223, 2009, pp. 92-105.

4. Ver Reinhart Koselleck. Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós 1993.

5. Reinhart Koselleck. El concepto de Estado y otros ensayos. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2021, p. 35.

6. Ver Faustino Oncina. “Historia(s) e Histórica: Reinhart Koselleck en conversación con Carsten Dutt”, Isegoría, Nº 29, 2003, pp. 211-224.