La agencia de energía en grupos de doulas y gestantes
por Leila Abdala
Universidad Nacional del Litoral/CONICET
RESUMEN
Palabras claves: parto; rondas de gestantes; espiritualidades holísticas; energía
“It’s like if all your ancestors and (their) energy were with you, pushing” The Energy Agency in Doulas and Pregnant Women Circles
ABSTRACT
RECIBIDO: 3/02/2021
ACEPTADO: 11/06/2021
CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Abdala, L. (2021). “’Es como que todos tus ancestros y energía están con vos haciendo fuerza’. La agencia de la energía en grupos de doulas y gestantes”. Etnografías Contemporáneas, 7 (13), pp. 178-197.
Introducción
Somos doce mujeres alrededor del fuego. A lo largo de todo el año nos encontramos una vez al mes para tomar la formación de doulas.1 Todas llevamos una pollera, un rebozo2 cubriendo nuestro útero y los pies descalzos. “Así como caminar con los pies descalzos nos conecta a nuestra Tierra, nuestra Pachita, el uso de las faldas permite que esa misma energía ascienda a nuestro 1° chakra, absorbido por las faldas”, se lee en una publicación de Facebook de Doulas de Santa Fe (Argentina). Prepararme y “vestirme” para ir a hacer campo me conduce a problematizar la dimensión estética y corporal que supone la investigación etnográfica (Badaró, 2009); la propia transformación estética que experimento durante el trabajo de campo supone construir una imagen de mí misma en relación a los atributos que determinados signos estéticos y corporales significan en el universo moral de los círculos de espiritualidad femenina ligados a la “liviandad”, la “fluidez”, la “delicadeza”. […] El fuego es el elemento central del altar compuesto también por otros objetos: un cuadro con un útero bordado que dice “Mi jardín”; hierbas para sahumarnos; una escultura de un tigre; una vara de madera con la cual cada participante del círculo invoca a sus ancestras.
Una doula es una mujer que cumple un rol fundamental como acompañante de la mujer-madre en el proceso de embarazo y parto, y como socializadora de prácticas maternales vinculadas al cuidado de lxs recién nacidxs. Si bien no tienen una formación académica formal, manejan conocimientos básicos sobre fisiología del embarazo, parto y puerperio, primeros auxilios, puericultura, lactancia y educación prenatal (Felitti y Abdala, 2018). En la ciudad de Santa Fe todos los años se imparte una formación a cargo de una partera en la tradición.
El rebozo es un tejido mexicano que, en este caso, se ata a la cintura con el fin de otorgar calor al útero y “proteger ese centro de poder”. También, se suele utilizar para cargar a los hijxs en la espalda y como instrumento de las parteras tradicionales en el tratamiento de la sobada (Quattrocchi, 2006).
Alrededor están indicados nuestros lugares: el diploma con nuestro nombre, un calendario lunar 2018 y un cinto de lana al crochet hecho a mano por una de las doulas “mayores”, elemento que funciona como investidura simbólica. (Diario de campo, Ceremonia de graduación del taller de formación de doulas, ciudad de Santa Fe, noviembre 2017).
Esta nota la tomé días después de la ceremonia de graduación de formación de doulas. Si bien yo había realizado observaciones participantes en los grupos de promoción del parto humanizado de la ciudad de Santa Fe durante mi tesis de grado, en la instancia de doctorado aposté por una mayor inmersión etnográfica y me propuse no limitar de antemano los espacios e instituciones en los cuales situarme. El punto de partida fue tomar el taller anual de formación en doula. Dejar de ser la feminista que estudia los derechos del parto–como me presentó frente a otras mujeres la partera que guía estos talleres–, para devenir en aprendiz de doula, me permitió problematizar e indagar con mayor profundidad el vínculo entre las experiencias de maternidad y las espiritualidades holísticas.
El estudio de las relaciones entre espiritualidad y procesos que hacen a la vida sexual y (no) reproductiva de las mujeres tiene antecedentes en otros países (Bobel, 2002; Klassen, 2001; Fedele, 2016; Tornquist, 2001 y 2003; Ramirez Morales, 2016a y 2016b). En el campo argentino, existen algunos trabajos que abordan la menstruación (Felitti, 2016; Felitti y Rohatsch, 2018; Fahs, 2016), el aborto (Felitti e Irrazabal, 2018) y la partería (Felitti y Abdala, 2018), pero no así las maternidades. De este modo, en la tesis doctoral analizo el fenómeno de la maternidad como una experiencia corporal y emocional donde intervienen elementos espirituales y nociones sobre lo sagrado; una perspectiva poco trabajada a nivel local.
El objetivo de este artículo consiste en abordar la agencia de la energía como aquella entidad no humana que se ensambla con las humanas para construir las experiencias de parto, fundar grupalidad y lazos afectivos entre las mujeres que participan en rondas de doulas y gestantes. A lo largo del trabajo de campo, la energía ha devenido en un actante clave. La misma es reiteradamente mencionada por las entrevistadas en sus relatos de partos, y es referida e invocada en múltiples ocasiones en las rondas de doulas y gestantes. En este sentido, me interesa indagar la manera en la que se entrama con las participantes de la investigación. ¿Qué efectos tiene la energía en las experiencias de partos de las mujeres? ¿Qué entidades son capaces de ensamblar? ¿De qué manera se entrama con las mujeres en las rondas de doulas y gestantes? Seguir la pista de la energía, como fuerza metodológica real, es el objetivo de este texto.
A partir de los aportes metodológicos de la Teoría del Actor-Red (TAR), me valgo del supuesto de que la realidad social está compuesta por agentes humanos y no humanos, lo cual implica la participación de diferentes tipos de agencia (material y semiótica) (Ariza; 2016). Parto de la hipótesis de que el acercamiento a estas grupalidades, que entendemos que performan una manera “alternativa” de experienciar la gestación y el parto, no puede abordarse exclusivamente en función de explorar los “imaginarios”, “creencias” o “representaciones” de las mujeres que conforman los grupos estudiados. La apuesta, en cambio, consiste en indagar en los modos en que los grupos definen cuáles son las existencias que entran en juego y las relaciones que se establecen entre ellas; explorar aquellas materialidades y entidades no humanas que las interlocutoras definen y reconocen que intervienen en las rondas y los partos.
El análisis propuesto se basa en una revisión de notas de campo tomadas en rondas de gestantes y encuentros de formación de doulas de la ciudad de Santa Fe. También se trabaja con relatos de partos obtenidos a partir de entrevistas semiestructuradas a madres y doulas.3 Estos datos fueron producidos desde el año 2017 hasta la actualidad (2021).
El texto se estructura de la siguiente manera: en primer lugar, recupero los aportes de la TAR para abordar a la energía como actante y refiero a la manera en que la premisa metodológica “seguir la pista de la energía” me condujo a la construcción de nuevas aldeas etnográficas; en segundo lugar, presento los talleres de preparación del parto y las rondas de gestantes y doulas como espacios influidos por las espiritualidades holísticas; y, en tercer lugar, abordo específicamente los diferentes modos en los que se agencia la energía en las grupalidades estudiadas.
“Seguir la pista de la energía”: la Teoría del Actor-Red como marco metodológico
Para la Teoría del Actor-Red (TAR), lo “social” designa un tipo de vínculo, de asociación momentánea que se caracteriza por la manera en que se reúnen y generan nuevas formas; es decir, lo social
no designa un dominio de la realidad o algún artículo en particular, sino que más bien es el nombre de un movimiento, un desplazamiento, una transformación, una traducción, un enrolamiento. Es una asociación entre entidades que de ninguna manera son reconocibles como sociales en el sentido habitual, excepto en el breve momento en que son reorganizadas (Latour, 2008: 97)
De esta forma, y a contrapelo de la sociología crítica, lo social no es una esfera especial ni alguna entidad o fuerza que agota las explicaciones sociológicas, sino aquello que debe ser rastreable y explicado en su propio desplazamiento.
Ahora bien, ¿cómo rastrear aquellas asociaciones, vínculos y fluidos que se reconvierten en algo nuevo? Una de las consignas metodológicas de la TAR consiste en seguir a los actores; parafraseando a Latour, se trata de ponerse al día con las innovaciones y los métodos que han aplicado los mismos actores para hacer que la existencia colectiva “encaje”; indagar aquellas descripciones que podrían definir mejor las nuevas asociaciones que se han visto obligados a establecer. Así, seguir a los actores supone perseguirlos “al moverse entre cosas que han agregado a las capacidades sociales de modo de hacer más duraderas las interacciones en continuo cambio (2008: 102)”.
Con la finalidad de preservar el anonimato y salvaguardar la confidencialidad de las entrevistadas utilizamos seudónimos.
Asimismo, Latour alerta que no es posible definir de antemano la “naturaleza” de los actores, ni limitar a priori la acción social a lo que los humanos hacen con “intenciones” y “motivos”. Para eso, propone como una fuente de incertidumbre dotar de capacidad de agencia a los objetos, hacer que éstos sean partícipes en el curso de la acción. Los objetos o lo “no humano” pueden ser pensados como actantes en la medida en que pueden “hacer que otros hagan”, es decir, en tanto tengan incidencia en el curso de la acción de otros. Así, los objetos y/o lo “no” humano pueden autorizar, permitir, dar recursos, alentar, sugerir, influir, bloquear, hacer posible, prohibir. Esto no implica, nos aclara el autor, establecer un principio de simetría entre humanos y no humanos, sino el no anticipar asimetría entre acción humana intencional y un mundo material de relaciones causales. Entonces, si partimos por dejarnos llevar por el fluido social, y eso supone que aquello que se mueve, transforma y genera nuevas asociaciones se extiende más allá de lo humano, nos encontraremos con una proliferación y multiplicidad de agentes capaces de participar en el curso de la acción humana. Lo social no es una fuerza determinada posible de ser ubicada en un lugar particular, sino que circula por todas partes, construye redes a partir de un relacionamiento entre entidades sociales y no sociales. En este trabajo exploro la agencia de la energía en las grupalidades de madres estudiadas. En sintonía con el campo semántico de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología, utilizo la palabra agenciamiento (Phillips, 2006) para describir el entrelazamiento de la acción entre humanos y entidades no humanas. El concepto de agenciamiento tiene el beneficio adicional de evitar la división entre agentes humanos y las entidades que éstos “arreglan”, lo que suspende la afueridad del mundo y la internidad de las/os sujetas/os (Ariza, 2016: 251).
A partir del trabajo etnográfico en los talleres de formación de doulas, la dimensión espiritual de la experiencia de género y de la maternidad empezó a tener un lugar central en el trabajo de campo. En uno de los encuentros en el cual conversábamos sobre las experiencias de nuestros ciclos menstruales comenté que los análisis de prolactina me habían dado muy elevados –diagnóstico de hiperprolactinemia–y que la sugerencia de los expertxs del campo de la biomedicina consistía en realizarme una serie de estudios que incluían análisis de sangre y tomografías computadas, para evaluar la medicación que debía tomar.4 Bastó con poner a disposición de la ronda de mujeres ese diagnóstico para que comenzaran a girar una serie de hipótesis en relación a las causas del “desequilibrio hormonal” y las formas de poder “armonizarlo” sin medicación. Es decir, las causas del alto nivel de prolactina no se encontraban, para la doulas, en el nivel orgánico, sino en desequilibrios emocionales que generaban deficiencias energéticas que repercutían en el plano físico-corporal.5 A partir de allí, empecé
La Prolactina (PRL) es una hormona de naturaleza proteica sintetizada y secretada en la hipófisis anterior. Esta hormona presenta un amplio espectro de acciones biológicas siendo su principal función la estimulación de la glándula mamaria durante la lactancia.
Las terapias de armonización energética rebasan o exceden las prácticas internas de las rondas de doulas. Más bien, se inscriben –como las rondas mismas–en un circuito de prácticas holísticas más amplias como el reiki, la meditación, las flores de Bach, etc. Podemos leer esta forma de interpretar los procesos corporales como la incorporación de un habitus Nueva Era (Gracia, 2018).
un recorrido terapéutico con el acompañamiento de algunas compañeras doulas para “armonizar” mis desequilibrios hormonales que eran, según sus puntos de vista, al mismo tiempo energéticos. 6
Lo que quiero señalar con esta anécdota es que, a medida que empecé a “seguir la pista de la energía” –como una fuerza metodológica real (Latour, 2008)–, me encontré participando de círculos de ginecología natural, talleres de fertilidad e infertilidad consciente, rituales de luna llena y de terapias de armonización energética para aprender a “escuchar al cuerpo” y así “armonizar” mis “desequilibrios” energético-emocionales. En sintonía con las reflexiones de Viotti (2018), resulta importante incluir la dimensión energética
como elemento articulador de la dimensión cotidiana de una trama más compleja que hace a la sociomorfología y a los principios organizadores de los grupos y las prácticas terapéuticas como objeto de análisis en sí mismos. Desde este punto de vista existe un continuum que constituye un espacio de circulación que excede la lógica institucional de un grupo o una práctica y, al mismo tiempo, los principios que cada uno de ellos movilizan, sin desconocer las especificidades, pueden ser enlazados a partir de una gramática común que se extiende sobre los sistemas terminológicos y de pensamiento (Viotti, 2018: 251).
Así, seguir el rastro de la energía como un actante más, premisa metodológica de la TAR, me condujo a distintos escenarios que se convirtieron en nuevas aldeas etnográficas (Sarrabayrouse, 2011), entendidas como aquellas que se recrean en las prácticas concretas.
Rondas de gestantes: la gestación y el parto como eventos espirituales
En las rondas se encuentran doulas, parteras “en la tradición” y mujeres gestantes, muchas veces acompañadas por sus parejas, familiares o amigas. Las rondas se suceden los días martes a la tarde. Se elige ese día de la semana ya que, como cuenta la partera, se siguen las costumbres de la “tradición”, y “durante todo el día hay fueguitos encendidos en toda América Latina”. Las rondas en las que hago campo se llevan adelante en un centro de atención prenatal ubicado al Norte de la ciudad7 y tiene una convocatoria abierta; es decir, suelen convocar a mujeres y familias que no suelen participar de las otras actividades o talleres que se imparten en esa institución, y que viven en distintos barrios de la ciudad. La participación en las rondas no es arancelada, pero se espera que quienes participan dejen una “contribución voluntaria” para colaborar con el sostenimiento del espacio.
Bajo la creencia de “saber es poder” y que muchas de las cosas dependen de la voluntad y las “energías” que las mujeres ponen para “conectar” con su ciclicidad, embarazos y partos–voluntades y energías que en una cadena de sentido se ligan al placer y al instinto–:¿qué sucede cuando las expectativas vinculadas a un parto con la menor intervención médica posible fracasan o no se cumplen?, ¿qué pasa cuando las mujeres en el parto no viven o se sienten en armonía o en sintonía con las energías creadoras o empoderantes al parir? Es necesario destacar el carácter normalizador y culpabilizador que pueden asumir las retóricas que explican las dolencias a partir de articular lo corporal, mental y espiritual, al construir –como lo hace todo dispositivo pedagógico (Darré, 2013)– un vector que distingue entre lo apropiado y lo inapropiado, entre la “buena” y la “mala” madre.
En este espacio se desarrollan, además de las rondas, encuentros de preparación para el parto, gimnasia pre y posparto, yoga prenatal, gabinete de masajes y formación anual de doulas. Por razones de confidencialidad no doy información sobre el nombre de la institución.
Las parteras que guían las rondas de la ciudad de Santa Fe se han formado en la Escuela de Parteras Comunitarias en la Tradición, fundada en el año 2008 con sede en Villa General Belgrano, provincia de Córdoba (Argentina). Se definen como comunitarias porque buscan recuperar el rol de las parteras en las comunidades donde se insertan, lo que las constituye en referentes de salud, más allá de intervenir en los procesos de parto-nacimiento. Y, al mismo tiempo, se plantean el objetivo de “volver a las raíces” y recuperar capacidades “ancestrales” de las parteras tradicionales y originarias al distanciarse de los saberes de la biomedicina, en favor de conocimientos “espirituales” y de la “tierra”. Es importante destacar que las parteras formadas en esta escuela son mujeres blancas de clases medias que atienden partos en domicilio.
Más allá de su propia denominación como “tradicionales”, las consideramos como referentes en la Argentina de lo que Davis Floyd (2006, 2001) denomina “partería posmoderna”: un tipo ideal de partera que establece una crítica radical al sistema biomédico enfatizando el aspecto político y autónomo de su profesión, que se involucra en el activismo político tejiendo alianzas y asociaciones con diferentes actores, que cruza el conocimiento profesional y tradicional, uniendo la información científica con conocimientos alternativos; que ejerce un tipo de partería comprometida con los derechos e intereses de las mujeres (Felitti y Abdala, 2018; 107).
Las participantes de las rondas son mujeres-cis, heterosexuales, urbanas y de clase media8 que pueden categorizarse bajo la noción de “madres holísticas” (Fedele, 2016), para las que el embarazo, el parto y los cuidados en la primera infancia son considerados como importantes eventos espirituales en la vida de la madre y el niño o la niña. Las “madres holísticas” se caracterizan por la importancia que otorgan a la gestación consciente, el parto natural, la lactancia prolongada, el contacto y apego entre madre-bebé; el involucramiento del padre en la crianza;9
8 Queda profundizar en un próximo trabajo los modos en los que se articula el marcador de clase con las nociones de persona que sostiene y condiciona las experiencias y vivencias de los partos y, más generalmente, de la maternidad. A modo de hipótesis, puedo esbozar que este grupo de mujeres sostiene una noción de persona que, al mismo tiempo que se entrelaza y relaciona con la naturaleza y el cosmos a partir de un fluir energético –lo que podría leerse en clave de una sensibilidad Nueva Era (Carozzi, 2000)–, se ancla en un modo de subjetivación que se concibe a sí misma como autónoma y con capacidad de elección. En el caso de los partos, la búsqueda de autonomía se construye en tensión con el modelo médico hegemónico.
En otro texto abordo los significados y prácticas maternales asociados al estilo de crianza que las mujeres estudiadas definen como “natural”, mediante la descripción del repertorio de prácticas maternales de cuidado que supone, el análisis de las situaciones típicas de cuidado que se derivan de ella y la identificación del rol que tienen los varones en este estilo de crianza desde la mirada de las mujeres-madres (Abdala, 2019).
la crítica a la concepción del cuerpo del sistema biomédico y la solicitud de una atención más centrada en las mujeres; la creación de rituales para celebrar el embarazo y el parto; el uso del discurso de la energía, de la categoría de género como un elemento central para la religión y la crítica social; la sacralización del cuerpo y la sexualidad; y el énfasis en la realización personal y la autenticidad.
Las rondas de gestantes se basan en los lineamientos y principios de la humanización del parto (Tornquist, 2003), y plantea una construcción de saberes y experiencias sobre el proceso gestacional desde una mirada diferente a la que propone el modelo médico hegemónico de atención obstétrica-perinatal. Uno de los objetivos principales del movimiento por la humanización del parto consiste en denunciar las intervenciones del sistema experto de la medicina y sus subsistemas asociados (hospitales, sanatorios, centros de salud) sobre el embarazo y el parto que limitan la autonomía y el poder de decisión de las mujeres, que en general responden a un proceso de “medicalización de la vida” (Hellman, 1994), que extiende funciones curativas y preventivas hacia “funciones de control y normalización” (Menéndez, 1984). Humanizar el sistema de atención biomédico desde este marco significa evitar la medicalización y tecnificación del parto y nacimiento al devolverle el protagonismo a la madre y a su hijo/a en ese momento tratarlos como personas-sujetos de derechos y no como meros cuerpos-objetos (Fornes, 2011:138). Es relevante señalar que las memorias y experiencias de las gestaciones y partos de las mujeres cis están siendo reconfiguradas a partir de la emergencia de una arena pública vinculada al derecho al parto humanizado en un contexto de constitución de la violencia de género como problema público en la Argentina reciente. Así, la emergencia de la categoría “violencia obstétrica” supone la construcción de un cuadro moral/cognitivo de referencia que permite leer en clave de violencia a ciertas prácticas obstétricas vinculadas a la gestación y parto (Abdala, 2021).10
Al mismo tiempo que se discuten los sentidos, prácticas y valores de lo que Davis-Floyd (2001) denomina “modelo tecnocrático de nacimiento”,11 se propone la construcción de subjetivaciones “empoderantes”, “gozosas”, “conscientes”. En las rondas se dan cita doulas, parteras y familias gestantes a las que se propone “ver la gestación, el parto y el puerperio de manera consciente, basados en el
En Argentina existe una ley de Parto Respetado (Ley Nacional 25.929) sancionada en el año 2004 que ampara los derechos de los padres y los hijos en el momento del parto y del nacimiento y busca poner freno al intervencionismo médico injustificado, obligando a su cumplimiento en el subsector público de salud, la seguridad social y en el privado. Otras leyes que las organizaciones toman en su trabajo cotidiano para legitimar sus reclamos son la Ley de Derechos del Paciente (Nº 26.529) y la Ley Nacional Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Nº 26.485) que tipifica específicamente a la violencia obstétrica, entendida como el conjunto de prácticas caracterizadas por un trato deshumanizado y un abuso de medicalización de los procesos naturales por parte del personal de salud. Ambas leyes fueron sancionadas en el año 2009.
Siguiendo a Davis-Floyd (2001) podríamos decir que el movimiento por el parto humanizado se enfrenta con un “Modelo Tecnocrático de Nacimiento” que considera al parto como un evento patológico, con una organización jerárquica y estandarizada de los cuidados, considerando al cuerpo como máquina, al paciente como objeto, y al médico como figura de autoridad y responsabilidad, con miras al beneficio económico.
amor...para sanar juntos, como tribu. Para saber que cada llegada de un nuevo ser a este lado de la vida, es y siempre será, SAGRADA” (Facebook Grupo Ronda de Gestantes, fecha de publicación 21/4/2018).12 Estas propuestas que ofrecen doulas y parteras invitan a las mujeres a tener una relación reflexiva con su cuerpo, revalorizar el conocimiento corporal y sacralizar los procesos de gestación y parto.
La ronda merece ser comprendida en su dimensión material y simbólica; material, en la medida en que organiza la dimensión espacial. Todas las personas se ubican en forma de círculo con un altar en el centro. En el altar siempre están presentes los cuatro elementos (tierra, agua, fuego, aire), y algún objeto que tenga relación con el tema a conversar. Por otro lado, la circularidad sugiere relaciones de simetría entre quienes participan en la ronda, más allá de sus roles y funciones. Al no haber posiciones espaciales privilegiadas, la circularidad invita a “compartir”, a habilitar la circulación de la palabra.13 Las rondas tienen una frecuencia semanal y su duración depende de la cantidad de personas que asistan (de dos a tres horas aproximadamente), dado que se espera que todxs puedan expresarse. La dinámica suele ser la siguiente: la partera y las doulas que guían “abren” la ronda al proponer un tema de disparador para conversar –por ejemplo: miedos en el parto, lactancia, deseos en relación al parto, signos de alarma durante el trabajo de parto, sexualidad durante la gestación y puerperio, ronda de relatos de partos, derechos en el momento del parto, entre otros–.. Luego de compartir experiencias y sentires, la partera hace un cotejo de salud a la gestante: se escuchan los latidos del corazón del bebé; se revisan los pies, las uñas, manos y la lengua de la mujer, con la finalidad de evaluar su oxigenación, circulación, retención de líquidos y alimentación. Para finalizar, se termina con un canto, una meditación o visualización.
Las rondas de gestantes comparten la estructura de los círculos de mujeres, definidos por Ramírez Morales (2019) como un
modelo de organización femenina que retoma diversos elementos espirituales y culturales con el fin de promover la autogestión, el empoderamiento, el autoconocimiento y un contacto estratégico con lo sagrado que encuentra su expresión en el cuerpo y las experiencias de las mujeres; volviéndose así uno de los espacios privilegiados para el desarrollo y la gestión de la espiritualidad femenina
(Ramírez, 2019:153).
Estos espacios se encuentran permeadas por lo que Sointu y Woodhead (2008) llaman “espiritualidades holísticas contemporáneas”; a saber, prácticas que involucran al cuerpo, que han cobrado visibilidad desde los años ochenta, y que tienen como objetivo la integridad y bienestar del “cuerpo, la mente y el espíritu”. Tales prácticas permean las vinculadas a la Nueva Era, pero se extienden
El grupo Ronda de Gestantes es un grupo cerrado de Facebook que se armó ad hoc entre las doulas, mujeres y familias que en ese momento participaban de las rondas.
Como bien lo señala Lázzaro (2018), a excepción de las apelaciones a lo sagrado, las rondas –en tanto cuentan con un rol de coordinación, pero aspiran a la participación horizontal e igualitaria– combinan recursos de los grupos de concientización feminista de los años 1970 (Felitti, 2011) y de los llamados “grupos de ayuda mutua” (Papalini, 2014).
mucho más allá de ellas para formar parte de las terapias complementarias y alternativas relativas a la salud, en este caso vinculadas a la gestación y parto. Para las autoras, las espiritualidades holísticas contemporáneas y las prácticas de salud que se derivan sirven para otorgar valor al self en la forma de trabajo corporal, ya que las mismas invitan al sujeto a “conectar y explorar con el cuerpo”. El punto de partida para la espiritualidad contemporánea es la “encarnación física”, donde el cuerpo se presenta como una vía y acceso privilegiado a la vida interna espiritual y emocional.
En las rondas analizadas, observo que las prácticas holísticas y espirituales (ejercicios de yoga, cantos, meditaciones, visualizaciones, respiraciones ováricas, entre otras) que se imparten construyen significados sobre los procesos corporales y fisiológicos que las invitan a cuestionar la atención “medicalizada” e “intervenida” de los partos. La promoción y adhesión a las prácticas vinculadas a los partos que circulan al interior de los talleres evoca una sensibilidad más delicada en torno al cuerpo (Douglas, 1998). Siguiendo a Douglas, “la opción por la delicadeza” se inscribe en un continuum de prácticas tales como el vegetarianismo, el ecologismo, las nuevas religiosidades y la elección por terapias alternativas.14 La búsqueda de una experiencia humanizada de parto es explicada por las mujeres por la afinidad personal con formas “naturales” y “fisiológicas” de atención, entendiendo por eso el conjunto de diversos conocimientos y prácticas médicas y de salud que, según ellas, incorporan aspectos “emocionales y espirituales”, además del plano “físico-material” para comprender e intervenir en el proceso de parto-nacimiento. Es decir, además de hacer propio los supuestos del paradigma de humanización del parto, que recurre a evidencias científicas, reivindican a su vez una experiencia “espiritual” en la que se moviliza e interviene una dimensión “energética” que no forma parte de un argumento cientificista.15 En este sentido, lo médico-terapéutico y lo religioso-espiritual no entran en tensión ni aparecen como esferas escindidas en las experiencias de partos de las mujeres; más bien observamos que retóricas “científicas”, “naturales” y “holistas” se imbrican y ensamblan en pos de la reivindicación de una experiencia “empoderada” y “espiritual”.
Esta concepción del parto las acerca a la definición del “modelo holístico de atención del parto” de Davis-Floyd (2001): unidad de cuerpo-mente-espíritu; el cuerpo como un sistema de energía interrelacionado con otros sistemas de
Las terapias alternativas construyen un corpus común de conocimientos que implica definiciones de la persona, sus entidades, la salud y la enfermedad, la etiología de la enfermedad y las formas diagnósticas terapéuticas, en el que la energía–en tanto potencia generalizada–, la armonía, el equilibrio de la energía en la relación entre la persona, sus entidades y el mundo que lo rodea, son conceptos centrales. Así, tanto en el caso del reiki, como del yoga, la acupuntura o las Flores de Bach, se habla de la persona como una entidad compuesta de diversos niveles de materia, en los que la energía fluye y mantiene la vitalidad de los seres humanos (Saizar y Bordes, 2014:11)
Como también lo señala en su trabajo Fornes (2011) “la expresión “está científicamente probado” aparece sistemáticamente en los relatos de las mujeres participantes de los grupos analizados, como fórmula discursiva que permite legitimar las demandas contra las altas tasas de cesáreas, episiotomías, la inducción de los partos, el corte tardío del cordón, entre otras prácticas que consensuan la evidencia clínica con el activismo por un parto humanizado” (Fornes, 2011:139).
energía; curar el conjunto de la persona en el contexto de la vida; la unidad esencial entre el profesional y el paciente; diagnóstico y curación desde adentro hacia afuera; estructura de organización en red que facilita la individualización de los cuidados; la autoridad y responsabilidad inherentes al individuo; la ciencia y la tecnología al servicio del individuo; crear y mantener la salud y el bienestar: objetivo a largo plazo; la muerte como paso en un proceso; la curación como centro de atención; la inclusión de múltiples modalidades de curación.
Aproximaciones descriptivas sobre el tratamiento de la energía como fuerza que se desplaza y moviliza en las rondas y los partos
La energía, como categoría nativa, es reiteradamente mencionada por las entrevistadas en sus relatos de partos, y es referida e invocada en múltiples ocasiones en las rondas de doulas y gestantes. De esta manera, en este apartado describo los diferentes modos en los que la energía se agencia a partir de recuperar los relatos de parto de las mujeres y las observaciones participantes que realicé en las rondas.16 Con fines exclusivamente analíticos, distingo tres modos de agenciamiento: 1) la energía como aquella entidad que ensambla a las mujeres con sus ancestras; 2) la energía como aquella fuerza que, al ser percibida, habilita a enlazar mamá-bebé durante la gestación; 3) la energía como fuerza vital que interviene y dota de poder a las mujeres en los partos.
Creo necesario destacar que la creencia en la energía es un fenómeno que en los últimos años ha aumentado en el país. Como lo señala la Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en la Argentina llevada a cabo en el año 2019, en el ranking de las creencias de la población prevalecen la cultura cristiana junto con la energía, a la cual adscriben el 76% de lxs encuestadxs. A raíz de las transformaciones en las adscripciones religiosas, se observa en la última década un aumento en la creencia en la energía y la astrología (Mallimaci et al., 2019).
La energía como aquella entidad que ensambla a las mujeres con sus ancestras
En las rondas de gestantes y de doulas la energía aparece como aquella entidad capaz de ensamblar a las contemporáneas entre ellas y sus ancestras. Al comienzo de las rondas, cuando cada una de las mujeres que forman parte del círculo se presenta, debe tomar posesión de una vara de madera, decir su nombre y, a continuación, el de su madre y sus abuelas: Soy Leila, hija de Mónica, nieta de Carmen y Dilma. De esta forma, al invocar a esas mujeres cada una se inscribe en un linaje femenino que la ha llevado hasta allí, se las honra por la vida. De este
En diálogo con este trabajo se encuentra el de Bordes (2018), que explora los modos en que lxs actores sociales que participan en un espacio social de medicina alternativa, la reflexología podal, interpretan y hacen uso de la categoría de energía. La autora aborda la energía desde un enfoque de la sociología del conocimiento, al comprenderla como una categoría de conocimiento práctico. Esto es, como categoría que permite nombrar cuestiones difíciles de aprehender cognitivamente, como las relativas al ámbito de lo sagrado y la corporalidad. Pero que también emerge como un recurso narrativo/comunicativo viable para significar (e incluso etiquetar) situaciones y/o personas, así como para establecer relaciones de causalidad (lo que puede involucrar al entorno, a la propia persona y/o a los otros) (Bordes, 2018:106).
modo, las personas que se invocan están presentes energéticamente en el círculo. Podríamos señalar que opera aquí una genderización de la energía, al dotarse de una cualidad femenina.
En el momento del parto, las mujeres también suelen invocarlas –algunas a partir de encender velas en sus nombres o con fotos en los altares de sus casas– para que su presencia las acompañe y ayude a durante todo el proceso.17 “Nunca estamos solas en los partos; nos acompañan todas las mujeres que han parido. Tomemos esa fuerza”, comparte la partera en una ronda de gestantes. Asimismo, en el “colo”–ritual propio de la partería en la tradición– donde se celebra la finalización de la gestación y se honra a la mujer que se convertirá en madre, la ronda –a partir de obsequiarle dones, masajes y canciones– le da fuerza a la mujer que va a parir.
En los relatos abajo citados –como en muchos otros de las mujeres entrevistadas– se activa una poderosa fuerza que viaja a través de generaciones de mujeres, lo que de alguna manera las unifica. Esta energía creativa transgeneracional se concibe como una parte integradora del parto al formar parte de la dimensión espiritual del mismo. En este sentido, la energía influye sobre el grupo de manera profunda y cohesiva, y funda lazos solidarios entre las mujeres que acompañan. Quiero destacar que esa fuerza, esa energía se construye con mujeres dispuestas a acompañar a otras en la búsqueda de un parto “respetado”, “humanizado”.
La energía que se siente y se va generando como que no tiene palabras; se vive, se siente el respeto; ese saber de que todo es perfecto, del cuidado amoroso y de olvidarte de todo lo que hacés para dejar que sea…En ese momento te vas y confiás en las personas que están al lado tuyo y en todas las que te acompañaron para llegar a ese momento. (Anto, entrevista realizada por la autora)
Cuando las mujeres narran su experiencia de gestación, la energía aparece como aquel elemento extrahumano que funciona como una fuerza que, al ser percibida y encausada “positivamente”, las habilita a “conectar” y “comunicarse” con sus bebés.
Yo estaba predispuesta a vivir bien todo el momento, yo medité mucho también, como que estaba bien encerradita. Fue muy movilizante emocionalmente (...) Y bueno, con ella la comunicación era así, “bueno mamá está preparada, se está preparando, mamá te espera, cuando quieras, vení”. Así fue el último día. Ya a la tardecita me fui a bañar y me lloré todo. La tardecita también es un momento como que se mueven algunas energías, como que una entre en penumbras, como un pasaje cuando se va el sol. Y ahí ya la panza estaba como, la sentía como medio blanda, como más desprendida. Y fuimos y estuvimos así mirando el agua, cantamos una canción; como que le hicimos una despedida a la panza. Estar con el agua, conectar con esa vibra que también era el mundo de Ela. (Josefina, entrevista de la autora).
Queda pendiente para un próximo trabajo abordar la materialidad de la espiritualidad vivida de las mujeres, a partir de explorar sus altares de parto domésticos.
En las rondas de gestantes, las doulas recomiendan a las mujeres que “trabajen” sus ansiedades y temores para poder “conectar” con lo “genuino” de la gestación. Para eso, se recomiendan meditaciones, yoga, ejercicios de visualización y prestar atención a los sueños. Así, la energía aparece como una forma de interpretar los procesos que atraviesa el cuerpo.
Y Ela nació en esa pieza, donde dormimos ahora, en la semana 39 a término, al tercer día de la luna nueva, la lunita de ella es la luna de ella. También yo estuve viendo cuándo iba a nacer, viendo la fecha, sientiéndola con la energía de la luna.18 Yo decidí, como que me parecía que iba a ser en esos días. El (día) cuatro era la luna nueva y nació el siete. Y el seis yo estaba re predispuesta y le había dicho que era un re lindo día para que nazca. (Josefina, entrevista realizada por la autora).
Para las grupalidades estudiadas, lograr un equilibrio del flujo energético a partir de sentirse confiadas y acompañadas, las habilita a “conectarse” con sus bebés. Así, la energía se agencia al enlazar la díada mamá-bebé
Todo se da porque se tiene que dar, porque es natural, entonces era optar porque ella venga al mundo de la forma más amorosa posible, estando nosotros dos principalmente; confiando que el cuerpo sabe lo que hace, sabe por qué lo tiene adentro, por qué lo engendró, sabe cómo es su fisiología, por lo tanto va a saber cómo sacarlo. Es confiar mucho en la naturaleza del cuerpo de la mujer. (…) Si yo iba a ser mamá, iba a ser porque la naturaleza así iba a querer que fuera. Porque esa energía sagrada, Dios, el nombre que le quieras poner, iba a permitir que en mi cuerpo se manifestara un hijo, sin poner ningún químico a mi cuerpo, sin obligarlo (Lucía, entrevista realizada por la autora).
En el discurso nativo se moviliza una fuerza en los partos, en clave energética, que no encuentra lugar o, más bien, rebasa un argumento fisiológico. Como data el trabajo de Mantilla (2019), la fisiología del parto y nacimiento, y la importancia de la experiencia fisiológica para las mujeres y los recién nacidos forman parte de la retórica de valoración del parir sin intervenciones médicas en los casos de gestaciones saludables.19 Ahora bien, lo que me interesa señalar en este trabajo es que en los relatos de las mujeres, se observa la incorporación de una dimensión
En este relato, la gestación establece relaciones de orden simbólicas con los ciclos lunares, una asociación frecuente en los espacios de espiritualidades femeninas.
“Desde la perspectiva fisiológica, el parto se define como un proceso involuntario, y el proceso fisiológico que se desencadena en el acto de parir, como una capacidad inherente a la condición femenina. Al colocar el parto en el ámbito de la naturaleza femenina, se invierte la retórica cultural hegemónica sobre la gestación y el parto que los define como eventos médicos, primordialmente por fuera del control y gestión de las mujeres gestantes. La apelación a una temporalidad natural del proceso de parir, que es a su vez individual y propia de cada mujer, se opone al modo estandarizado en el que se entiende la temporalidad desde el enfoque biomédico. […] Asumir que la fisiología es espontánea implica aceptar la importancia de la confianza como actitud ontológica frente a la ocurrencia del parto. Confianza en el cuerpo, y los procesos corporales propios de la especie humana y en la creencia que la intervención puede dañarlos es un eje central de esta perspectiva” (Mantilla, 2019: 154).
energética que supone una fuerza vital transformadora que no se agota en la confianza y potencia de los procesos corporales propios de la especie humana.
Las contracciones, desde las seis de la mañana hasta las ocho, eran súper intensas. Una fuerza que te venía del más allá, que te agarrás a cualquier cosa porque te tira para abajo. Tu cuerpo responde, lo tenés que atravesar, son las ráfagas. […] En un momento la partera me dice “empujá, ya está saliendo”. Y en ese momento que hice el pujo, que fue uno solo, salió. Ella coronó, su cabeza salió. (Sol, entrevista realizada por la autora).
Ese momento sí fue bravo, fue un segundo. Se le llama el “anillo de fuego” vos sentís una energía que sale, que se enciende fuego, es como todos tus ancestros y energía está ahí con vos haciendo esa fuerza. Es ese segundo y después sale el cuerpo al siguiente pujo solo. Y esa fue mi experiencia. Hay otras mamás que ni siquiera tienen que hacer fuerza. Fue bravo, muy intenso. Fue hermoso. (Martina, entrevista realizada por la autora).
La energía en los partos se agencia con las mujeres y las dota de poder para atravesar las fases más dolorosas del proceso.
Me decían: ¡vamos una vez más! ¡Una vez más! Y una solita era exhalar todas mis energías…. en pujos, llantos, dolor, palabras… YO PUEDO YO PUEDO!!!! Dijeron muchas veces: ¡ahí viene! ¡Una más! Hasta que sentí un fuego en mi vientre…. Un dolor muy intenso, un despojo del cuerpo una muerte y total entrega (Relato del parto de Lucía Aurora).
En un libro muy consultado por las parteras, Partería Espiritual de Ina May Gaskin, se las concibe a las mujeres durante el trabajo de parto como atravesadas por “fuerzas elementales”, por “leyes del flujo de la energía” que es necesario comprender para poder acompañarlas.
El estado de conciencia de la mamá atraviesa un gran cambio durante la primera etapa del trabajo de parto. […] Se torna menos una personalidad individual y más una fuerza elemental como un tornado, un volcán, un terremoto o un huracán, con sus propias leyes de comportamiento (Gakskin, 2007: 344).
A través de los relatos de partos, las mujeres manifiestan el “poder” que sienten al reapropiarse de este proceso, un evento sexual y espiritual que –según ellas– les pertenece y les fue expropiado por el intervencionismo médico.
[...] y la vemos encenderse en el más profundo momento instintivo ancestral, conectada con todas las fuerzas de la naturaleza.... me emociona profundamente, siento mi corazón galopar, una cápsula de energía cósmica la envuelve, llama a Lucia, le pide que venga, llora, está incómoda [...] Cele vuelve a pujar lanzando un grito que resuena en el más allá... Su fuerza es incalculable, se ve tan poderosa que no tengo dudas de que lo logrará…Lucía sale cada vez más... (Relato de parto de nacimiento de Lucía Aurora).
Chau, yo pensé esto es genial. Sí, sentí un poco de dolor, lo que sea, pero sentí que fue maravilloso, no una cuestión de que fue lo peor de mi vida. Así simple,
tic, tic, tic. Fue muy loco, ella ya estaba acá con nosotros, en casa, ir a acostarnos con ella. Todo muy hermoso. […] Como que todas las fuerzas se habían ido ahí y el cuerpo sacó fuerzas de quién sabe dónde, que están ahí guardadas, que capaz que ni te imaginás que las podés llegar a tener. Es como que yo después no podía moverme y hace cinco minutos estaba en cuclillas teniendo a mi bebé. (Guillermina, entrevista realizada por la autora).
Las mujeres apelan a un lenguaje espiritual para expresar el carácter sagrado que para ellas reviste la gestación y el parto. Este proceso de sacralización de sus capacidades reproductivas, lejos de esclavizarlas e infantilizarlas –como lo sostienen algunos feminismos– las torna “poderosas”, “lobas”, dueñas de una “energía incalculable”. Para cierto feminismo asociar sacralidad a la maternidad tiene connotaciones políticas negativas al producirse una identificación con la maternidad a expensas de la subjetividad de la mujer.20 Sin embargo, para las mujeres de este estudio sacralizar la gestación, el parto, pensar estos procesos como hechos profundamente espirituales, no las descorporiza, no mina sus subjetividades en tanto mujeres, sino que las dota de un poder exterior. Como reflexiona Ramírez Morales cuando estudia la menstruación desde la perspectiva espiritual del sagrado femenino, “pareciera entonces que se trata de dar un nuevo sentido a la relación mujer-naturaleza al considerar que las mujeres más que estar sujetas a sus ciclos y procesos, ellas mismas pueden utilizar la relación con sus cuerpos como un medio de empoderamiento y de acercamiento con lo sagrado” (2016a: 139). En este sentido, la presencia de un discurso espiritual y la apelación a lo “natural” y el instinto, temas que generalmente en el campo académico y en la militancia feminista se los presenta como impedimentos y obstáculos para la adquisición de derechos sexuales y (no)reproductivos, revisten para estas mujeres anclajes que posibilitan procesos de agencia y autonomía corporal.
A modo de cierre
El movimiento por la humanización del parto a nivel local no se agota en una disputa feminista por la soberanía o autonomía corporal como derecho humano ( Jerez, 2015; Fornes, 2011; Osorio y Saulo, 2019), ni tampoco en una forma de reinventar y recuperar lo “natural” y “fisiológico” del evento (Mantilla, 2020) frente a la “tecnificación y medicalización” de los procesos de reproductivos de
De Beauvoir (1977 [1949]) fue una de las primeras en concebir a la maternidad como una actividad alienante que limita a las mujeres impidiéndoles cumplir con su destino más trascendente: mientras son reproductoras no hacen más que reproducir el orden social existente. En este sentido, para ella, en la renuncia a ser madres estaría la posibilidad de su igualdad con los varones, la oportunidad de desligarse de su potencia reproductora para aventurarse, por fin, a su potencia creadora. En los 70s, Firestone (1970), otra de las referentes del feminismo de la igualdad o del feminismo radical, sugirió que la vinculación problemática entre el binomio mujer-naturaleza podía ser disuelta a través de la anticoncepción, pero también de la reproducción artificial.
las mujeres. El aporte de este trabajo consiste en señalar la manera en la que el activismo por un parto “humanizado” también opera, complementariamente, a partir de movilizar un discurso espiritual que sacraliza los procesos de gestación y parto; un sentido sagrado que se expresa en torno a la noción de energía. De este modo, doy continuidad a indagaciones anteriores (Felitti y Abdala, 2018) sobre la caracterización del movimiento por el parto humanizado en la Argentina, donde se señala la convergencia del lenguaje de derechos humanos y una crítica a la violencia obstétrica categorizada como violencia de género, junto con un modelo aspiracional de sororidad femenina que encuentra impulso y lugar de realización en las nuevas espiritualidades.
A partir de recuperar los aportes metodológicos de la Teoría del Actor Red, se realizó un primer acercamiento al tema en una clave descriptiva para dar cuenta de la energía como un actante crucial en la formación de las redes que construyen el universo de rondas de gestantes y doulas que estudio. Con fines exclusivamente analíticos, se señalaron tres modos de agenciamiento: 1) la energía como aquella entidad que ensambla a las mujeres con sus ancestras; 2) la energía como aquella fuerza que, al ser percibida, habilita a enlazar mamá-bebé durante la gestación; 3) la energía como fuerza vital que interviene y dota de poder a las mujeres en los partos. Así, la energía, como entidad que forma parte del marco de referencia de las mujeres, se vuelve clave al intervenir y formar parte de las vivencias de mujeres que están en búsqueda de experiencias de gestar y parir “alternativas” a las biomédicas.
En lo que respecta a trabajos posteriores, considero relevante explorar específicamente la manera en la que las mujeres se asocian con materialidades sagradas que median y hacen posible la circulación de la energía para dar lugar a experiencias “humanizadas”, “respetadas” y “empoderantes”. Asimismo, se desprende del presente trabajo otra interesante vía de abordaje: la exploración de los altares domésticos de parto y de las rondas como sustento material de las subjetividades espirituales (De la Torre y Salas, 2020).
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