Solidaridad, efervescencia y reafirmación revolucionaria
por Luis Alonso Hernández
orcid.org/000-0003-3447-7061
RESUMEN
The ritual of San Hugo Chávez: solidarity, effervescence and revolutionary reaffirmation
ABSTRACT
RECIBIDO: 3 de febrero 2021
Aceptado: 3 de julio 2021
Introducción
El presidente Hugo Chávez Frías falleció el 5 de marzo de 2013 tras perder la lucha contra el cáncer. A 20 días de su muerte se inauguró en la parroquia1 23 de enero, zona popular de la ciudad de Caracas, una capilla consagrada en su nombre.2 Desde entonces, a este lugar acuden personas provenientes de todo el país a pedir favores, pagar promesas o simplemente visitar al que llaman “comandante eterno y supremo”. Consideran que este santuario es un portal para mantener comunicación directa con el “santo-presidente”, otra de las categorías de los interlocutores para referirse a él.. Esta figura suprahumana goza de trayectoria entre sus fieles por la supuesta eficacia demostrada a la hora de cumplir peticiones relacionadas a la adquisición de vivienda, trabajo y salud.
Desde entonces, todos los 5 de marzo se conmemora en el pequeño santuario del 23 de enero la fiesta a San Hugo Chávez, organizada por Elizabeth Torres, habitante del lugar, guardiana de la capilla y miembro de la Milicia Bolivariana,
En Venezuela, las “parroquias” son las unidades político-territoriales que conforman un municipio.
La capilla fue construida por vecinos del lugar con la ayuda de algunas organizaciones sociales. Se encuentra a 200 metros del Cuartel de la Montaña, lugar donde descansan los restos de Hugo Chávez. Ambos sitios son considerados sagrados por los creyentes y forman parte de un circuito que inicia en la capilla y culmina en la instalación militar.
componente civil de la Fuerza Armada Nacional. El ritual desplegado por los vecinos –eje central de este artículo– es analizado desde los supuestos teóricos de Bell (1992) quien centra la atención en los modos en que cada sociedad ritualiza y qué características de la acción distinguen a los actos en un contexto determinado. En este sentido, acojo lo que la autora denomina “prácticas de ritualización”, dentro de las cuales se unen dicotomías propias del pensamiento moderno, como la separación del pensamiento y la práctica.
Las apreciaciones de Cannell (2007) fueron fundamentales al enfocar el estudio de los rituales no solo en responder para qué sirven o qué provocan en los creyentes estas prácticas, sino en la importancia que los nativos le conceden a participar en determinadas celebraciones. También fue de utilidad la noción de communitas, propuesta por Turner (1974), para analizar el contexto del aniversario de la muerte de Hugo Chávez en el que participan representantes del Estado, devotos/solicitantes y simpatizantes del chavismo.3 En este momento –o por lo menos para algunos interlocutores–las leyes jerárquicas de la estructura social se perciben menos intensas. Tanto líderes políticos, promeseros, funcionarios, militantes y curiosos parecen vivir en esta fecha un tiempo especial que los une en una celebración dual.
Si por un lado, en el cuartel de la Montaña (lugar donde descansan los restos de Hugo Chávez) la celebración sigue un orden estatal, con tiempos y espacios estrictamente organizados, en el santuario levantado por el pueblo se fortalece el vínculo con el orden sagrado, como lo muestran datos etnográficos recogidos en el lugar en 2018. Se observa entonces, como las posiciones nativas convierten a esta actividad en una experiencia diferencial, en la cual, la efervescencia, en términos de Durkheim (1982) –por lo menos en ese momento– genera lazos que fortalecen el sentido de comunidad y refuerzan en el imaginario de los participantes una especie de unidad espiritual.
El ritual del 5 de marzo
El 5 de marzo en la parroquia 23 de enero se desarrollan dos actos rituales muy especiales para los simpatizantes del chavismo, enmarcados en el aniversario de la “siembra” o “cambio de paisaje” del comandante Hugo Chávez.4 El primero es organizado por la comunidad bajo la dirección de Elizabeth Torres, guardiana de la capilla, y el segundo es coordinado desde el Estado, en el Cuartel de la Montaña, ubicado muy cerca del santuario. En el acto del cual participé acompañando a Elizabeth, esos elementos que convierten a la ceremonia en algo
Sugiero acompañar la categoría devoto con la de solicitante, es decir: devoto/solicitante. Este término pone en primer plano la demanda y la relación e intercambios pragmáticos establecidos con los muertos. Flores Martos (2014) citando a Losonczy (2001:11) expone que las diferencias entre las nociones de devoto/fiel señalan la separación entre una perspectiva centrada en la salvación y, una forma de vínculo con entidades suprahumanas, en torno a problemas cotidianos.
Para los devotos/solicitantes el presidente Chávez no ha muerto. Por esa razón conmemoran la “siembra”, el legado de sus raíces, así como “el cambio de paisaje”. Para ellos, Chávez sigue gobernando desde otro plano.
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Fuente: Luis Alonso Hernández.
especial, diferente, peculiar, son concebidos por nuestros propios interlocutores, razón por la cual, importa lo que ellos definen, piensan y viven como distintivo en el marco de la celebración de esta fiesta conmemorativa. En este sentido, el ritual no supone una definición absoluta y apriorística (Peirano, 2006). Foto 1.
Participar de esta experiencia es de suma importancia para los creyentes (Cannell, 2007). Les permite estar cerca del “santo-presidente”, rezar el rosario y las oraciones dedicadas al comandante Chávez, ofrecer testimonio sobre favores concedidos, cantar a la revolución, exhibir la boina roja, vestir remeras con la cara de Hugo Chávez acompañadas de cintas con el tricolor nacional. Algunos aprovechan y dejan una carta en la capilla, en la que solicitan alguna casa, trabajo o salud. Otros muestran en sus brazos tatuajes en honor al “padre de la revolución”, “guía” y “protector”. Durante esta jornada, devotos/solicitantes y uno que otro militante que se acerca a la capilla le dan formalidad al 5 de marzo y refuerzan la litúrgica política chavista, incluso mucho más que el propio 4 de febrero, fecha conmemorativa a la asonada militar liderada por Hugo Chávez en 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez.
Veamos algunos datos etnográficos:
Ana era una señora de 64 años. Cuando la observé hacía fila para entrar al santuario y tocar el busto de San Hugo Chávez, del cual, según ella, brota una energía inexplicable. Yo me encontraba a su lado y establecimos conversación. Me afirmó que es creyente, que tiene mucha fe en el “comandante eterno y supremo”. Había viajado desde Guanare, estado Portuguesa, a unas seis horas en automóvil de Caracas. Para Ana, no era lo mismo ir a una misa en una iglesia católica y pedir ese día a Chávez. Lo “diferencial” y “estratégico” (Bell, 1992), está en subir al 23 de enero. Cree que el santo-presidente merodea por los alrededores del barrio y “acá en la capilla se abre como una puerta donde él nos escucha, nos protege y guía a la revolución”. Para Ana, no tiene gracia conectarse con Chávez desde otro lugar, aunque advirtió que “el comandante está donde quiere”, lo que afianza atributos propios de los santos como la potencia y la omnipresencia (Brown, 1982).
Ana se mostró convencida de los milagros de Chávez. En sus manos tenía una estampita con la oración al “comandante eterno”. Estaba vestida de pantalón blanco y una remera roja con el rostro del “santo-presidente”. Ana fue a pedir salud, pues su hermana estaba muy enferma. Me confesó que estaba peor, pero hizo una promesa a Chávez y mejoró. Me afirmó: “es milagroso, no hay duda”. Ana sube al 23 de enero todos los 5 de marzo desde el año 2015, aunque relató que en esta oportunidad se le hizo muy difícil el viaje, por la falta de dinero en efectivo que atraviesa Venezuela, “lo que complica pagar un autobús hasta la capital”. A esto agregó que la oferta de autobuses había disminuido y que el viaje resulta muy peligroso por la delincuencia y el mal estado de las autopistas venezolanas.
En todo momento Ana se dirigió a Chávez como el “comandante eterno y supremo”, el uso de esta categoría fue una constante en las personas con las que interactué. Un par de señoras de alrededor de sesenta años comenzaron a entonar cantos marianos. Le pregunté a Ana si era católica, me respondió que sí, pero al igual que otros devotos/solicitantes, no asistía regularmente a misa porque según ella “los curas parecen de la oposición”. No militaba en ningún partido, pero se consideró revolucionaria, “defensora de la patria” y “enemiga del imperio”, otras de las coincidencias entre quienes pedían favores y venían a renovar su “condición revolucionaria”.
Tras nuestra conversación, Ana ingresó a la capilla y repitió lo que hacían todos: tocó la cabeza del busto. Es como un requisito si se va a pedir algún favor. Leyó la estampita con la oración al comandante, acarició el pequeño busto y se dio vuelta. Sacó de su cartera una vela blanca y la encendió en la repisa que Elizabeth colocó para tal fin. También sacó una bandera venezolana y la colocó en una cesta dispuesta para que las personas dejaran ofrendas y peticiones. Me llamó la atención el asunto de la bandera, por esta razón le consulté sobre sus motivos para traer desde tan lejos el tricolor nacional. Me respondió que la patria estaba en peligro debido a los ataques de Estados Unidos y esta ofrenda era una manera de inyectarle la fuerza del pueblo al “santo-presidente”.
Ana no era la única con este tipo de símbolos durante el ritual. Otras personas portaron cuadros con el nuevo rostro de Simón Bolívar. Recordemos que en 2010 fueron exhumados los restos del Libertador y, con información arqueológica forense, se reelaboró su rostro. La nueva versión es muy distinta a la imagen tradicional que muestra la historiografía oficial. El nuevo Bolívar presentado por Chávez en 2012 tiene claramente rasgos fenotípicos de un mulato. La misma capilla está inundada de estos elementos identitarios: el escudo nacional, la bandera, el mapa, el turpial y la orquídea, estos últimos el ave y flor nacional respectivamente. De alguna manera el uso de estos símbolos propios de la venezolanidad le dio nuevos aires al culto en torno a la figura del comandante Chávez: rescatar lo nacional, reivindicar lo autóctono, reforzar las relaciones sociales entre quienes siguen la ideología chavista y, quizá, entre quienes le adversan.
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Fuente: Luis Alonso Hernández.
Doña Cecilia también viajó desde el interior del país. Para el momento de nuestra conversación tenía 66 años. Viajó desde Rubio, estado Táchira, a unas 15 horas de Caracas. Llegó a la capital con su hija Natalia, de 36. Subieron al 23 a pagar una promesa. Llevaron un ramito de flores blancas y rojas y un frasco con dulce de lechoza (papaya), el preferido del presidente Chávez. Se lo colocaron en la repisa donde está el busto. El ramo lo dejaron a las afueras, donde estaban las palmas que adornaban la entrada. Rezaron algunas oraciones y agradecieron porque a Natalia se le asignó una casa por la Misión Vivienda.5 No dudaron en que el comandante Chávez intervino en la adjudicación. “Siempre le pedimos y siempre cumple, por eso venimos a visitarle a su capilla, hoy en el día de su siembra”, dice Doña Cecilia, una señora bajita, gordita, canosa, quien porta un vestido negro estampado. Vivió este momento como si se tratase de la “siembra” de un familiar, vestir de negro en ese momento para ella es señal de respeto, la forma de recordarlo. Fue un luto extraño, diferencial, para doña Cecilia “Chávez vive”.
Igualmente portaba un rosario rosado en su cuello. El estado Táchira está ubicado en los Andes y la gente es muy católica. Le consulté si militaba en el partido de gobierno, me afirmó que se inscribió hace años pero que no participaba en actividades partidistas, incluso, cada día cuestiona a algunos funcionarios gubernamentales que, a su juicio, se han desviado de los propósitos del “padre de la revolución”. Me relató que siempre recuerda al comandante, lo especial que es
Plan nacional creado durante el gobierno de Hugo Chávez para adjudicar viviendas.
para ella. Le pregunté qué representa Chávez en su vida, miró al cielo, se afligió y me dijo: “no sé qué decir, lo que siento supera las palabras, hombre bendito, nuestro presidente permanece en nuestros corazones, lo amaré hasta el día de mi muerte, nos dejó muy rápido, nos lo arrebataron”.
Esta “textura sagrada” adjudicada al comandante Chávez por devotos/solicitantes, simpatizantes y algunos militantes, en términos de Martin (2007) consolida prácticas de sacralización que ayudan a resolver las dicotomías entre lo sagrado y lo profano. Dentro de estas formas de sacralización, vemos que los contenidos son definidos por los devotos, concepto en sintonía con la idea de religión vivida que hace énfasis en una perspectiva “desde abajo” enraizada en las prácticas cotidianas de individuos comunes y no exclusivamente en la comprensión que hacen líderes institucionales (Orsi, 2005; Ammerman, 2007; Tweed, 2015; Frigerio, 2018).
Chávez es convertido por los creyentes en un ser excepcional (Carozzi, 2003-2004), es inscrito en una textura diferencial del mundo habitado (Martin, 2007), con poder para obrar en el mundo de los vivos y para algunos hacer milagros porque es un santo, para otros un muerto poderoso o un ser vergatario que nada tiene que ver con la santidad (Hernández, 2018).6 En concordancia con Martín (2007) y sus investigaciones sobre la cantante de cumbia Gilda, noté que dentro de los asistentes a la ceremonia no es homogéneo el vínculo que se establece con Chávez. Previamente, ya habíamos advertido que estamos frente a una identidad polisémica. Para Ana y otras mujeres es un santo y no lo ponen en duda, pero algunos simpatizantes y militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela, que entraban a la capilla y tocaban el bustito por curiosidad, rechazaron la idea de convertir a Chávez en santo, aunque reconocen que es un muerto con poder, que actúa con eficacia en el mundo de los vivos.
Por ejemplo:
Un par de jóvenes varones de 20 y 22, también con remeras rojas y jeans, que esperaban para entrar a la capilla me dicen que no son devotos, incluso que no son creyentes, pero subieron al Cuartel y aprovecharon para conocer el altar. Afirmaron haber escuchado de los milagros, pero son medio escépticos, se ríen con cautela, aunque admiten que algunos espíritus de hombres célebres –o extraordinarios como el Libertador Simón Bolívar– deben tener algún poder. “De que vuelan, vuelan”, me dice el que parece menor. Entran a la capilla, hacen un paneo con la mirada y salieron. Creo que son más curiosos que cualquier otra cosa.
También observé a una joven con una remera roja del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV ) y me le acerco. Le pregunté si sube a rezar, me dice que observa el cariño del pueblo a Chávez. Tiene 24 años, es de Petare –otro barrio popular de Caracas– estudia Comunicación Social en la Misión Sucre, plan educativo creado en la gestión chavista. También dice no ser creyente en
Vergatario es un venezolanismo que refiere a algo único e irrepetible, majestuoso. En el caso de una persona, un “ser vergatario” es alguien excepcional, cuyos méritos le hacen grande. Algunos devotos/solicitantes afirman que Chávez es un ser vergatario, que opera en el mundo de los vivos con absoluta independencia, no necesita de permiso de ningún Dios para interceder y hacer milagros.
la santidad del comandante, pero confiesa que vino a agradecer por todo lo que hizo por Venezuela, por su legado y tratará de entrar al Cuartel de la Montaña. Relató algunas acciones que realiza en su barrio, participa de grupos culturales y escribe en un periódico comunitario que informa sobre logros de la revolución.
“Esto es lo bonito que nos dejó nuestro comandante eterno y supremo, nos enseñó a participar, a debatir, a decidir, a expresarnos, nos dio amor, le devolvemos amor, yo pude estudiar gracias a él, para mí era imposible entrar a la Universidad y puedo estudiar en las misiones”, comentó la futura comunicadora. Entró a la capilla y como todos, tocó el bustito. Habló en voz baja y se marchó. Luego se sentó y esperó. Le pregunté si conoce de los milagros que le adjudican a Chávez, me responde que no le gusta que lo santifiquen, que Chávez no es santo. Pero afirma que respeta, exactamente dice: “Respeto pero no lo comparto”. Luego confesó que cuando reza lo recuerda y pide protección, como también lo hace con sus abuelos fallecidos. Le pregunto ¿cómo un ángel de la guarda? Se sonríe y dice “si”.
(Nota de campo 5 de marzo de 2018).
Estas prácticas de sacralización permiten observar durante el ritual a los devotos que consideran al comandante Hugo Chávez un santo como cualquier otra figura beatificada por la jerarquía eclesial y a simpatizantes/militantes que, sin considerarlo santo, creen que es un muerto poderoso que sigue operando en el mundo de los vivos. De esta manera evidencié una gran porosidad entre lo que los nativos consideran sagrado, con lo que la literatura religiosa clasifica como profano.
En este sentido, se observan prácticas de ritualización en la conmemoración del 5 de marzo que no sólo las distingue en relación con otras prácticas. El ritual se convierte así en una manera de actuar que se estructura al diferenciar, en diversos grados, actividades que, en comparación con otras, por lo general constituyen la cotidianidad de nuestros interlocutores en el 23 de enero.
Asimismo, esa diferenciación, de acuerdo a Bell (1992), es situacional debido a que las personas que se involucran en la ritualización lo hacen como una forma práctica de lidiar con algunas circunstancias específicas; en nuestro caso particular, pagar promesas por favores concedidos, recordar a un líder político y profundizar los valores de la Revolución Bolivariana, basada, de acuerdo a Elizabeth Torres, en principios como la equidad, la solidaridad, el poder popular y el amor por la patria.
En esta conmemoración del 5 de marzo, vemos que el cuerpo también adquiere importancia. Algunas personas desarrollaron toda una serie de prácticas corporales donde se entreteje lo religioso (arrodillarse) con lo revolucionario (pararse firme frente al bustito de Chávez, alzar el brazo en señal de lucha), y que distinguen situacional y estratégicamente este evento con relación a otros en los que pudieran participar los presentes. Además, se observa cómo se activan signos que derivan su significado en virtud de su relación con otros signos; situaciones en las que entran en juego oraciones, ofrendas y la presencia de símbolos patrios como la bandera venezolana y la propia imagen del Libertador Simón Bolívar, personaje que particularmente durante esta fecha se convierte en una figura secundaria. El 5 de marzo, el protagonista es Chávez.
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Fuente: Luis Alonso Hernández.
La ritualización entonces adquiere sentido en su interacción y contraste con otras prácticas, dando lugar a lo sagrado. Esto equivaldría a aseverar entonces que lo intrínseco a la ritualización de esta fecha,es la producción de la diferenciación, es decir, no es cualquier fecha para los devotos/solicitantes, simpatizantes y militantes, viene a representar un tiempo en el que se eleva a un líder político que, en palabras de Turner (1974), es una figura convertida en un símbolo, en muchas cosas y en acciones.
En este sentido, la experiencia del 5 de marzo en la pequeña capilla del 23 de enero, amalgama creencia y práctica. Los sentidos o concepciones propias de los actores hacen que este acto conmemorativo se distinga de cualquier otra actividad cotidiana y le otorguen un carácter diferencial que puede ser observado debido a las estrategias o grados de ritualización presentes en la ceremonia, entre ellos aspectos formales y repetitivos que se mantienen con los años.
Esto no quiere decir que la conmemoración del evento sea estática, por el contrario, es flexible y con el tiempo aparecen o desaparecen elementos. Además, se aprecian sus componentes adicionales: lo situacional, lo estratégico, y una hegemonía redentiva (Bell,1992: 81-84) que tiene la capacidad de reproducir o reconfigurar una imagen del ordenamiento del poder en el mundo. En este caso particular, las formas en cómo los participantes del ritual conciben los valores propios del socialismo para reafirmar su convicción de bolivarianos y chavistas.
No se trataba de un rezo común y corriente; no presenciaba cualquier encuentro de vecinos, milicianos o militantes. A pesar de las dificultades económicas que padecía Venezuela, asistió gente proveniente de diversas regiones del país, cada uno con una actuación y un sentido particular a su visita, lo cual era la forma de conectarse con el “santo-presidente”, categoría nativa para referirse al comandante Chávez. Este elemento, afianza el carácter estratégico de una forma de vivir la religión (Orsi, 2005; Ammerman, 2007; Tweed, 2015 y Frigeiro, 2018) centrada en las prácticas cotidianas de individuos comunes y no en la visión de líderes religiosos legitimados.
Solidaridad y efervescencia
Aunque el Gobierno Nacional preparó varios actos para ese día, el ritual de la capilla organizado por Elizabeth Torres, estuvo vivo con la presencia de unas cien personas aproximadamente, sentadas en sillas de plástico que fueron ubicadas frente al altar. A diferencia de celebraciones como la del 17 de octubre en la Argentina (Plotkin, 1993), en Venezuela el Estado no ha intentado monopolizar las conmemoraciones representadas en el espacio público por simpatizantes y creyentes, aunque si hace grandes esfuerzos, en un país extremadamente polarizado, por mantener la imagen del comandante Chávez como el líder indiscutible de la Revolución Bolivariana.
Son las 10:30 de la mañana del 5 de marzo de 2018, tomó la palabra Elizabeth Torres, guardiana de la capilla. Dijo que es un día especial por recordar el quinto aniversario de la siembra de Chávez.
A cinco años de la siembra de “nuestro excelentísimo comandante eterno y supremo, nuestro santo, nuestro amor, nuestro presidente eterno. Como todos los años, este es un pequeño homenaje del pueblo a nuestro presidente, dicen que lo queremos beatificar y nos critican, pero él fue nuestro santo y lo recordamos como se debe. Ahora le doy la palabra al camarada Freddy, quien siempre nos colabora, nos apoya con las sillas y el sonido hoy. (Nota de campo 5 de marzo de 2018).
Freddy aparentaba unos 50 años. Tenía una gorra verde militar con la cara del Che Guevara al frente, jeans desgastados y remera azul. No era igual a la ceremonia del 2015 que había presenciado, las cosas habían cambiado, pero se iban dando con cierto orden. En su mente, Elizabeth tenía su propio esquema; era la guardiana de la capilla y se había encargado de todo. La corneta del sonido la colocaron al lado izquierdo de la capilla. Desde ese mismo punto habló Freddy, quien relató “las hazañas del comandante Chávez”. Se enfocó en la asonada militar del 4 de febrero de 1992, cómo despertó el pueblo y la importancia del poder popular. Contó anécdotas e hizo hincapié en que hacían falta hombres como Chávez, Zamora y Bolívar, recordándole a los presentes que “Todos Somos Chávez”.
Enfatizó que, en cada niño, joven, mujer, anciano, en cada indio, negro, en cada pobre, hay un revolucionario, “Todos somos Chávez carajo, nuestro comandante eterno y supremo, nuestro padre, líder, así como Bolívar, Zamora, Simón Rodríguez. Esta revolución es eterna como el comandante, así que temblad oligarcas, no hay marcha atrás, viviremos y venceremos. ¡Chávez vive!”
Los presentes respondieron – ¡la lucha sigue!
Después de la intervención de Freddy, Elizabeth dijo: “camaradas, nuestra camarada Elisa se encargará del rosario”. Le colocaron una silla en la entrada de la capilla, se sentó, tomó el rosario y pidió primeramente por la paz de Venezuela, la unión y larga vida a la revolución. También por el “descanso del comandante eterno, aunque él no descansa, trabaja mucho todavía”, dijo. Noté que algunos presentes tras comenzar el rosario se apartaron del lugar, se pusieron a conversar en los alrededores. Quedaron como 50 personas, en su mayoría mujeres, algunos niños. Por ser lunes, corresponden los misterios Gozosos. Cada uno de los cinco misterios que se mencionaron correspondieron a etapas de la vida de Jesucristo o la virgen María.
Podemos indicar que, a estas alturas del ritual, los presentes participábamos de lo que Bell (1992) denomina hegemonía redentiva, es decir, los discursos y las formas en que las personas se relacionaban con el comandante Chávez tienen una gran capacidad de reproducir o reconfigurar una imagen del ordenamiento del poder en el mundo (1992: 81-84), en este caso, la reafirmación de la revolución bolivariana que pregona los valores propios del socialismo como única alternativa para cambiar el caos global.
A través de este ritual, que para gran parte de los participantes es un acto sagrado, también se reflexionó sobre los problemas del país y en los rezos más privados entre los devotos/solicitantes, se pidió para que los dirigentes políticos corrigieran sus errores y “todo se enrumbe como antes”. Indiscutiblemente, las estrategias de diferenciación vienen a distinguir este ritual de otras actividades cotidianas en las que participan los presentes. El ritual va tomando fuerza y en cada momento se va distinguiendo de otros eventos como asistir a la propia capilla un día distinto al 5 de marzo, ir a un acto del partido de gobierno, una jornada de reflexión sobre el futuro de la revolución o a ejercicios cívico-militares para defender “la patria de ataques imperiales”. En palabras de la ya citada Bell, la conmemoración de la “siembra del comandante” estaría marcando una “diferenciación privilegiada”.
Y dentro de esta reafirmación de la Revolución Bolivariana, la imagen del “comandante supremo y eterno”, “el santo-presidente”, el ser vergatario o el muerto poderoso, provee –en términos de Kertzer (1998), contenido ritual en donde la participación en la ceremonia genera emociones poderosas y estímulos psicológicos que sirven para conectar a los individuos con parte de su mismo entorno y, así estructurar el sentido de la realidad–. En este sentido, el símbolo representado en Hugo Chávez permite significar el mundo, interpretar lo que se ve, lo que son los participantes como individuos, y en este caso particular, reafirmar los principios de la revolución a través de un acto que es sagrado para los nativos, en el que se fusionan las maneras en cómo experimentan la religiosidad y la política. Incluso, al finalizar el ritual y cómo veremos más adelante, algunos participantes manifiestan salir “renovados”, “más revolucionarios que nunca”.
Sin embargo, en determinadas ocasiones los participantes del ritual, de acuerdo con lo que plantea el mismo Kertzer, no son conscientes del poder y significado del símbolo, debido a que perciben el mundo a través de “lentes simbólicos”, es decir, el significado varía depende de quién lo interprete. En todo caso, lo relevante es que participar en el ritual conlleva a una amplia satisfacción y, aunque los símbolos y su entendimiento puedan variar y ser inconscientes, son los agentes quienes producen nuevos símbolos, transforman otros y resignifican ciertas cosas.
Esta resignificación de símbolos es posible, según Kerzer, debido a la condensación de diversos significados simultáneos que interactúan entre ellos, lo que sería la multivocalidad, los diferentes significados en el mismo símbolo, como ocurre en el caso del comandante Chávez, cuyo significado no es homogéneo entre devotos/solicitantes, simpatizantes y/o militantes, es decir, no tiene un significado preciso, es una entidad polisémica en cuyo ritual se combinan elementos que no son estrictamente religiosos, pero que son considerados sagrados por quienes participan de esta fiesta.
No obstante, debido a la intervención de militantes, promeseros y simpatizantes en esta conmemoración del 5 de marzo, se identifican fuerzas políticas que pueden ser objetivadas de manera simbólica y ante la ausencia de consenso sobre cómo están marchando las cosas en Venezuela dentro de los mismos defensores de la revolución. Este ritual permite crear solidaridad, lo que evidencia el poder que tiene esta conmemoración en sí, al unir a gente que se auto adscribe como chavista, pero cuestiona severamente al presidente Nicolás Maduro.
Incluso, durante la ceremonia percibí que algunos devotos/solicitantes rezaban para que se corrijan los errores políticos que han profundizado la crisis venezolana, piden para que San Hugo Chávez “ilumine” a Maduro y pueda gobernar con sabiduría. Sin embargo, militantes que asisten y participan de la conmemoración más por curiosidad que por asuntos sagrados, niegan cualquier responsabilidad del Gobierno Nacional en la crisis venezolana. A pesar de las diferentes posturas, se nota un ambiente de efervescencia y solidaridad revolucionaria.
Patria querida y el sentido de communitas
Al finalizar el rosario, Elizabeth dijo que con ese acto se recordaba el amor que el comandante dio a los más necesitados y a Venezuela. “Como Simón Bolívar, fue enviado a salvar esta patria, nuestra patria querida”. Noté también que anteriormente, en 2015, se hablaba de “misa cantada”, ahora Elizabeth se refería a “el acto”, como alejándose de la liturgia católica.
En ese momento Elizabeth se paró firme, hizo un saludo militar y empezó a cantar Patria Querida, himno del Batallón del Ejército 414 de los Blindados “Bravos de Apure”. Su vestimenta y modelación del cuerpo de alguna manera representaban una forma de “materialización performativa” (Blázquez, 2011) que la diferenciaba del resto de los presentes por su vestimenta, autoridad y rigidez militar. Elizabeth dentro del ritual no es una más, es la que conduce, sirve a la milicia, es creyente, la guardiana de la capilla, la que recogía las ofrendas y las administraba frente al santo como a ella le parecía. Una especie de mediadora.
El himno Patria Querida era desconocido por la mayoría de los venezolanos, pero el comandante Hugo Chávez lo popularizó porque lo cantaba en algunas de sus alocuciones en televisión. Incluso, lo entonó en su última intervención pública, el 8 de diciembre de 2012, tras viajar a Cuba para seguir el tratamiento contra el cáncer. Después de entonar este himno, nunca más se le vio.
Elizabeth recordaba que, con esta letra, el comandante se despidió de Venezuela y el mundo, “nos dio el hasta siempre”. Una de las hijas de Elizabeth y otro joven repartieron la copia del himno a los presentes. Entre sollozos, siguió firme y entonó:
I
Al rumor de clarines guerreros Ocurre el blindado ocurre veloz Con celosos dragones de acero
Que guardan la Patria que el cielo nos dio.
Coro
Patria, Patria, Patria Querida Tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol Patria, Patria, tuya es mi vida, tuya es mi alma, tuyo es mi amor.
II
Tiembla la tierra, vibra el espacio cuando el blindado corre marcial con su consigna de amar la patria y su esperanza de honrarla más
III
Paso, Paso, Paso al Blindado Nada en la Lucha lo detendrá Si halla la muerte gana la gloria Y con la gloria la eternidad.
IV
Paso al Blindado, Nadie pretenda Cambiar su ruta de Integridad Porque ha jurado vivir con honra Y esta ni muerto la perderá.
Coro:
Patria, Patria, Patria Querida Tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol Patria, Patria, tuya es mi vida,
tuya es mi alma, tuyo es mi amor.
El himno era emotivo, en especial el coro que era entonado enérgicamente por los presentes. Todos alrededor cantaban. Algunos lloraban al intentar cantarla, otros apenas podían pronunciar palabra alguna. El Patria Querida trajo un nuevo ambiente en la conmemoración. Elizabeth estaba en pleno llanto, no podía hablar y se sostenía del hombro de Freddy, quien se acercó para ayudarla. Yo traté de seguir la letra, en lo particular, me agrada el himno.
Freddy aprovechó el micrófono y pidió un minuto de silencio “en honor a nuestro comandante eterno y supremo”. Yo observaba el panorama desde una de las sillas traseras. Era imposible no emocionarse. Volteé y observé a un señor mayor, llorando, alzando una foto gigante del comandante Chávez. Otras dos señoras se abrazaban y lloraban. Una niña levantaba un muñeco inflable de Chávez, otros se pararon firme frente a la pequeña capilla. Reflexioné sobre el vínculo de estas personas con Hugo Chávez y traté de entender la reciprocidad que sostuvieron en vida y después de la “siembra”.
Mucho llanto, sin distingo de ningún tipo. En eso pensé que cada uno vivió la ceremonia a su manera, un ritual que si bien no es igual todos los años, permite cada 5 de marzo que gente proveniente de distintas regiones del país renueve su compromiso con el líder y con la propia Revolución Bolivariana. Durante esta visita al 23 de enero pareciese que los participantes reafirman convicciones, muchos suben al cerro como si hubiesen pasado por un rito de paso que les permitiese alcanzar un nuevo rango, adquiriendo derechos, obligaciones y patrones éticos con sus compromisos políticos y religiosos, una especie de pacto con Chávez que va mucho más allá de subir a la capilla o al Cuartel a rezar: se refieren a defender el proceso revolucionario hasta con su propia vida.
El mismo Freddy me comentó que participar los 5 de marzo en esta ceremonia les permite de alguna manera fortalecerse como revolucionarios, “nos convertimos en más camaradas que nunca a pesar de las diferencias”, además, “muchos de nosotros volvemos a prometer al comandante que de ser necesario “moriremos por su causa, por la Revolución Bolivariana”.
Tras unos dos minutos en silencio, se escucha el grito: ¡Chávez Vive! y los presentes responden ¡la lucha sigue!
Luego alguien gritó: ¡Hasta la Victoria Siempre! Un grupo respondió: ¡Viviremos y venceremos! Elizabeth volvió a tomar la palabra. Dijo:
Este es el verdadero socialismo, todos juntos en la capilla honrando a nuestro comandante eterno y supremo. Eres Chávez del 23, nuestro Santo Hugo Chávez del 23, comandante eterno y supremo de la Revolución Bolivariana, esta es la forma en que te agradecemos. Gentes de diferentes zonas están acá, de Caracas y de tu 23 de enero, no naciste en el 23, pero el 23 te adoptó. Hoy es el día de tu siembra y tus hijos seguimos tu legado, rodilla en tierra. Eres grande presidente, acompáñanos en esta lucha, a mantener la Venezuela revolucionaria, libre y soberana. ¡No volverán! ¡Que nadie se equivoque! ¡Chávez vive! (Nota de campo 5 de marzo de 2018).
Respondieron los presentes: “la lucha sigue”.
Al escuchar a Elizabeth referirse a que “este es el verdadero socialismo”, es decir, el socialismo representado en el ritual, pensé que estábamos frente a la idea de Turner (1974) de la communitas. De alguna manera, hombres, mujeres, ancianos, niños, jóvenes, devotos, militantes, creyentes, simpatizantes, espiritistas, milicianos y hasta uno que otro político congregado en la capilla, experimentaban por lo menos durante la ceremonia un sentimiento de igualdad. Por un instante se separaban de sus prácticas cotidianas y se sumergían en un mundo totalmente liminal. A pesar de las diferencias y concepciones sobre lo sagrado de cada participante, en este momento las leyes jerárquicas de la estructura se difuminan hasta desaparecer. Surge la communitas, idea que, de acuerdo a Turner, crea vínculos entre los miembros de la sociedad, razón por la cual, en ese momento, todos los hombres y mujeres son iguales.
A juicio de Turner (1974), la communitas surge de forma reconocible durante el periodo liminal, la “sociedad en comunión”, sin estructurar o rudimentariamente estructurada y relativamente indiferenciada, de individuos iguales que se someten a la autoridad genérica de quienes controlan el ritual, en este caso, a las indicaciones de Elizabeth. Mientras avanzaba y se desarrollaba la ceremonia, mientras hubo llanto, recuerdos, rezos, cánticos, gritos revolucionarios, se va gestando un fenómeno liminal en los cuales los actores experimentan profundamente la solidaridad social, en la cual se diluyen diferencias de todo tipo. En sintonía con Kertzer (1998), si bien no se genera un consenso entre los participantes, este tipo de rituales afianza indudablemente la solidaridad entre gente separada de sus lugares cotidianos.
Tras terminar el ritual, vuelven a reintegrarse a una realidad muy distante a la que exponen los participantes del otro ritual, el que se lleva a cabo en el cuartel de la Montaña con invitados especiales, excesiva seguridad y poco pueblo: la representación de la anticommunitas, las jerarquías, la puesta en escena de la estructura, o en la clasificación de Roberto Da Matta (1979), un rito de refuerzo que busca fortalecer los mecanismos existentes de clasificación social, dejando claro el lugar de cada uno en la sociedad. Además, en este ritual se observa también cómo se alienta la exclusión y se le resta legitimidad a quienes no son chavistas y por ende no participan de los mismos. Son definidos como los otros, los ápatridas, pitiyankis, escuálidos y enemigos de la patria, recreando simbólicamente la legitimidad del régimen con el desprestigio del adversario. En el acto de la capilla, fueron casi nulas las menciones estigmatizantes hacia “la oposición”. Incluso, algunos participantes cuestionaron severamente al gobierno de Nicolás Maduro y rezaron “para que la revolución no se pierda”.
Momentos finales
Elizabeth invitó a quienes querían dar testimonio y agradecer al comandante. Se levantaron varias personas, entre ellas Santiago, un albañil que afirmó recibir ayuda divina por parte de Chávez y María del Carmen –a quien entrevisté días atrás y agradeció por volver a caminar–. También se levantó una señora del estado Mérida quien aseguró que por intervención de Chávez se curó de cáncer de ovarios. Otros hablaron de cómo los ayudó a conseguir vivienda, a conseguir recursos para intervenciones quirúrgicas.
Una joven de 25 años, del sector Monte Piedad, en el mismo 23 de enero, dijo que estaba quedando ciega por diabetes y gracias a San Hugo Chávez recuperó la visión. Expuso que en agradecimiento se inscribió en el Partido Socialista Unido de Venezuela y pronto lo hará en la Milicia Bolivariana. Lo mismo hará su papá y su novio, lo que refuerza la lógica de reciprocidad establecida con el comandante. Detrás de las sillas algunos militantes observaban, escuchaban. No son creyentes en la santidad de Chávez, pero tampoco cuestionan a quien piensa que sí. Dialogué con algunos y sostuvieron que esa es una de las formas en que “el soberano” devuelve amor a su comandante. El “soberano” representa al pueblo.
Se acercaban las 13 horas. Elizabeth afirmó que niños y niñas de escuelas del 23 de enero presentarían actos culturales hasta las 14 para cerrar esta conmemoración popular. Luego invitó a la ceremonia del Cuartel. Dijo que subiría el presidente Nicolás Maduro a presenciar el cañonazo de las 4:25 con el que se recuerda en el Cuartel de la Montaña la hora de la “siembra” del comandante Chávez. Este cañonazo se efectúa todos los días de la semana y es abierto al público a excepción de los martes.
La visita de Maduro generó expectativa. En realidad, no subió, observó el cañonazo desde el Palacio de Miraflores –desde donde se ve perfectamente el Cuartel– acompañado por los presidentes de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), reunidos ese día en una cumbre realizada en Caracas. Algunos devotos/solicitantes se mantuvieron en la capilla. Vino otro rosario. La gente siguió entrando a dejar ofrendas, rezar. En la noche se realizó una vigilia que dio por culminado este ritual con el cual los nativos se conectan, agradecen y fortalecen la solidaridad, la dimensión integrativa que plantea Turner, derivada porque son fenómenos liminales en los cuales los actores sociales experimentan profundamente la solidaridad social, y parecieran evaporarse las diferencias y jerarquías.
Siguiendo en esta línea, el ritual flexibiliza la diferenciación por estatus propia de la estructura social y, durante la fase liminal, los participantes abandonan su identidad o su condición social previa y al finalizar la ceremonia, poseen una identidad reforzada en la que, paseándose por elementos considerados por ellos sagrados, nacen como seres nuevos, consolidando sus estatus revolucionarios, su estatus chavista, por el que son capaces hasta de dar su propia vida. En este sentido, Elizabeth Torres manifestó “este acto es el verdadero socialismo, acá todos somos iguales, el que sube a 23 de enero, baja renovado, reafirma su compromiso con Chávez y la revolución”.
Resonancia, Estado y religiosidad vivida
En el caso que me ocupa, hemos visto cómo desde las esferas del poder político en Venezuela se ha establecido un discurso que podemos vincular con lo que Deleuze y Guattari (1980) denominan “caja de resonancia”, figura utilizada para describir el procedimiento a través del cual, el Estado captura fuerzas externas para construir su propio poder, apropiándose de lo que está afuera de su órbita para relacionarse con un afuera lleno de potencialidades dispersas en la vida social –dioses, santos, deseos– y hacerlo resonar.
Desde nuestra perspectiva, la posición y las formas en que desde el Estado se conmemoró la “siembra” del comandante, representó una de las maneras en que el poder estatal captura flujos, singularidades y expresiones múltiples de la vida social. En este caso particular, un aspecto relacionado a la sacralización de un hombre carismático y muy querido por los sectores populares, que en vida diseñó una gran cantidad de políticas públicas para beneficiar a las clases más desposeídas. (Foto 4).
Posterior a la conmemoración en la capilla, aproximadamente a las 15:30, en el Cuartel de la Montaña empezó a celebrarse el acto estatal en el que familiares de Hugo Chávez, funcionarios del alto gobierno, invitados especiales como el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, presenciaron una especie de ritual ecuménico en el que un sacerdote católico, chamanes indígenas, un pastor evangélico y un sacerdote yoruba (babalao), elevaron oraciones alrededor del mausoleo del comandante. En paralelo, a unos dos kilómetros del Cuartel, muy cerca del Palacio de Miraflores, el Gobierno instaló una tarima en el que se fueron presentando artistas.
Música bailable y algo de alcohol inundó el lugar, no sin antes recibir algunas críticas por parte de quienes subieron a rezar, a “renovarse” en la capilla del 23 de
Foto 4
Fuente: Luis Alonso Hernández.
enero. Ana, con quien conversé en la mañana, se quejó de lo que consideró una barbaridad: “que monten esa chabacanería para recordar a mi comandante es una falta de respeto. El acto del Cuartel está bien, aunque muy pocos tengamos acceso, pero esa tarima de mal gusto no la tolero. Hasta para evitar esas cosas le pido a mi presidente”.
Volviendo al Cuartel de la Montaña, gracias a un contacto en Prensa Presidencial, pude presenciar el cañonazo de las 16:25, ceremonia que se realiza todos los días del año, para recordar la hora exacta de la siembra del “santo-presidente”. El resto del acto, que se extendió hasta la noche, estuvo caracterizado por representaciones teatrales sobre la vida de Hugo Chávez, música llanera y algunas reflexiones ideológicas.
Fuera del 23 de enero, en el canal del Estado durante todo el 5 de marzo se transmitieron programas que realzaron la vida y obra del presidente Hugo Chávez, usando incluso durante las transmisiones categorías nativas como la de “siembra”, “comandante eterno y supremo”, “el presidente de los pobres”, “el presidente de los excluidos”, expresiones que son un esfuerzo del Estado por capturar elementos que de alguna manera los reconvierte con mayor poder. Como indiqué anteriormente, le permite relacionarse con un afuera lleno de potencialidades dispersas en la vida social, entre ellas la propia construcción de lo sagrado por parte de los sectores subalternos.
No en vano, debido al poder simbólico de este líder político elevado al panteón de los santos populares, Nicolás Maduro afirmó en cadena nacional de radio y televisión que Chávez se le aparecía como un pajarito y le susurraba al oído lo que debía hacer. Pareciera que el Estado incursiona en la producción de lo sagrado, no sin razón, la mayoría de las dependencias públicas aún exhibe la imagen de Chávez y, a principios de 2017, desde el Ministerio de Comunicación e Información se desarrolló una campaña denominada “Aquí no se habla mal de Chávez”, para contrarrestar las protestas opositoras en la que algunos lemas cuestionan severamente al expresidente.
A esto le sumamos que, para la campaña de elecciones legislativas de 2015, uno de los símbolos fueron los ojos de Chávez, lo que daba a entender que el comandante y ahora santo, muerto poderoso o ser vergatario, observaba cuidadosamente por quién se votaría en los comicios. De acuerdo a la lógica expuesta por Deleuze y Guattari, el Estado se vio en la necesidad de “capturar” elementos asociados a la sacralización de Hugo Chávez, porque como ocurre con las cajas de resonancia, el Estado está vacío en su interior.
Todo este apoyo indirecto al culto desde el propio Ejecutivo Nacional se originó en momentos en que las encuestas mostraban una baja considerable en lo que al respaldo popular se refiere, razón por la cual, esta captura pudiera refrescar el cascarón vacío que representa el Estado, instancia que algunas veces, como lo expone Taussig (1997:15) usa para su propio provecho “la historia de los espíritus de los muertos como símbolo de una nación y del Estado”. Por esto plantea que no sabe bien qué tienen los muertos que, en este aspecto, resultan tan poderosos.
Reflexiones finales
El culto a Hugo Chávez y en especial la ceremonia del 5 de marzo, nos ha permitido reflexionar sobre la distinción que la bibliografía clásica sobre religión realiza entre “sagrado” y “profano”. En este contexto, en las acciones emprendidas por devotos/solicitantes, pero al mismo tiempo entre militantes y simpatizantes, las prácticas de sacralización muestran heterogeneidades. Como advirtió Martín (2007: 49) para el caso de Gilda en Argentina, esas prácticas son reconocibles en un proceso social continuo, en un mundo significativo en el cual se van avivando texturas diferenciales “que se activan en momentos específicos y/o espacios determinados y que, lejos de existir en forma abstracta o con un contenido universal, son reconocidas y actuadas por los nativos en diferentes situaciones”.
Este reconocimiento diferencial lo apreciamos el 5 de marzo, cuando los creyentes suben a rezar a la capilla, visitan el Cuartel de la Montaña, visten atuendos con la imagen del líder político, participan del ritual y organizan jornadas reflexivas en los barrios populares, para debatir sobre el legado de Chávez. De esta forma, mis interlocutores en el barrio mantienen viva la memoria de a quien consideran “santo-presidente” y “comandante eterno y supremo”, afianzando las características que lo ratifican como “excepcional”.
Estas prácticas se ven reforzadas por algunos actos ritualizados que vienen a distinguirse, en los términos que hemos tomado prestados de Bell (1992), situacional y estratégicamente de otros en los que participan las personas rutinariamente, como ocurre con la conmemoración popular del 5 de marzo. Durante esta ceremonia, los participantes generan emociones poderosas y resignifican el mundo a través de la imagen de Hugo Chávez. Incluso, según la misma Elizabeth Torres, ese encuentro representa para ellos el “verdadero socialismo” y la “renovación” de algunos creyentes que, al finalizar la ceremonia, bajan del 23 de enero con sus convicciones revolucionarias renovadas. Elizabeth afirmó que es como volver a “bautizarse” y reafirmar el compromiso con Hugo Chávez, lo que los llevaría a defender la revolución hasta con su propia vida.
Sin duda, el 5 de marzo es de suma relevancia para el calendario de la devoción y la adhesión litúrgica a Hugo Chávez. En este día, gente de todas las edades y distintas regiones, entre devotos/solicitantes, militantes o simpatizantes de Chávez, experimentan un sentimiento de igualdad al separarse de sus prácticas cotidianas y sumergirse en un mundo totalmente “liminal” en el que experimentan profundamente la solidaridad social, en la cual se diluyen diferencias de todo tipo. Esa fiesta es al mismo tiempo religiosa y política. Desde el punto de vista del culto, existe una vivencia en donde Chávez es al mismo tiempo una figura suprahumana sacralizada y una figura humana que se rememora por sus actos políticos desarrollados en vida.
Desde el punto de vista de la organización, la ceremonia incluye esos dos espacios en la propia capilla cuidada por Elizabeth Torres, y el espacio del culto secular encarnado en el Cuartel de la Montaña, ambos espacios e infraestructuras entre los cuales los frecuentadores circulan. Si bien no se genera un consenso sobre temas vinculados al proceso revolucionario, la crisis política nacional y la propia figura suprahumana de Chávez, se afianza la convicción revolucionaria, esa renovación de la que Elizabeth habla, que de alguna manera los fortalece y compromete en defender, hasta con su propia vida, el proceso bolivariano que inició el líder que veneran.
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