Todos los canguros el perro: reflexiones sobre las relaciones interespecíficas.

Un diálogo con el libro Amor y Enfermedad de Andrea Mastrangelo   

 

Por Oscar Daniel Salomón

 

Oscar Daniel Salomón

Instituto Nacional de Medicina Tropical INMeT-ANLIS Dr CG Malbrán/CONICET

orcid.org/0000-0002-6206-3862  

osalomon@anlis.gob.ar

 

Resumen

La relación interespecífica entre humanos y perros ha dado lugar a una importante producción de textos analíticos, pero también ha servido como espacio de discusión y puente entre miradas y epistemologías disciplinarias. En ese sentido, el libro de la Dra. Andrea Mastrangelo, Amor y Enfermedad, etnografía de una zoonosis, propone la investigación de la leishmaniasis visceral, una parasitosis compartida entre humanos y perros, desde una perspectiva posthumanista. El exhaustivo análisis etnográfico, que realimenta la discusión teórica, se realizó en el marco de un proyecto multidisciplinario sobre la emergencia de esta enfermedad, transmitida por insectos, en la frontera noroeste de Argentina, donde el perro resultó eje discursivo del conflicto entre colectivos sociales y sectoriales. Como investigador del proyecto mencionado, y sanitarista que debía tomar decisiones, el libro me motivó reflexiones desde la perspectiva biológica, antes que intentar una reseña exegética en una disciplina ajena. Un contrapunto que, al reconocer un antropocentrismo contextualizado, advierte en relación con el perro y otros “seres sintientes”, que aún las investigaciones que pretenden objetividad de metodología científica, pueden desarrollar las preguntas a partir de respuestas preconstruidas desde la percepción interespecífica del investigador.

Palabras clave: leishmaniasis visceral, relaciones interespecíficas, perro, zoonosis.

 

All the kangaroos the dog: reflections on the interspecies relations.  A dialogue with the book Amor y Enfermedad by Andrea Mastrangelo

Abstract

The interspecific relationship between humans and dogs has given rise to an important production of analytical texts, but it has also served as a space for discussion and a bridge between disciplinary views and epistemologies. In this sense, Dr. Andrea Mastrangelo's book Love and Disease, ethnography of a zoonosis proposes the study of visceral leishmaniasis, a parasitosis shared between humans and dogs, from a posthumanist perspective. The exhaustive ethnographic analysis, which feeds the theoretical discussion, was carried out within the framework of a multidisciplinary project on the emergence of this disease, transmitted by insects, in the northwestern border of Argentina, where dogs were the discursive axis of the conflict between social and sectorial collectives. As a researcher of the aforementioned project, and as a health official who had to take decisions, the book motivated me to reflect from a biological perspective, rather than attempting an exegetical review in a foreign discipline. A counterpoint that, by recognizing a contextualized anthropocentrism, warns in relation to dogs and other "sentient beings", that even research that pretends objectivity of scientific methodology, can develop questions from preconstructed answers from the interspecific perception of the researcher.

Key words: visceral leishmaniasis, interspecific relationships, dog, zoonosis.

 

Recibido: 24 de marzo de 2021

Aceptado: 7 de julio de 2021

 

Cómo citar este artículo: Salomón, Oscar Daniel (2022). “Todos los canguros el perro: reflexiones sobre las relaciones interespecíficas: un diálogos con el libro Amor y Enfermedad de Andrea Mastrangelo, Etnografías Contemporáneas, 8 (14), pp.86-105.

 

Introducción

Cuando me reuní por primera vez con el texto Amor y enfermedad, etnografía de una zoonosis de la Dra Andrea Mastrangelo (2019), pensé que la lectura iba a ser otro ejercicio en la aventura del trabajo conjunto. Un diálogo entre disciplinas, que emprendimos hace más de una década, espaciado en el tiempo por la dinámica de las prioridades individuales antes que por la voluntad. En dicho tiempo transitamos senderos que confluyeron en paralelo o se bifurcaron en contraste dialéctico, buscando la síntesis y no la confrontación narcisista. Por eso, esperaba leer la consolidación del trabajo de campo en Argentina, desde la perspectiva antropológica, de una investigación sobre leishmaniasis visceral, una zoonosis compartida por humanos y perros, que puede ser desde asintomática a fatal con agrandamiento de hígado y bazo, y que es transmitida por pequeños insectos flebótomos en los que las hembras, como los mosquitos, se alimentan de sangre. El proyecto comenzó junto a la Dra. Yadón de la Organización Panamericana de la Salud, con un largo y esforzado período para que el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo IDRC-Canadá[1] financiara el tema, y luego siguió con la ejecución y coordinación de la propuesta en áreas de frontera desde 2014 a 2017. La propuesta inicial incluía equipos multidisciplinarios de Argentina, Brasil y Paraguay, a los que luego se agregaron profesionales de Uruguay y Bolivia. Sin embargo, al leer el libro, la leishmaniasis visceral que conocía como arena experimental desde lo biológico, fáctica desde lo epidemiológico, y en ocasiones arena romana desde lo social, se descentró de la enfermedad y aún del conflicto específico que generó, para converger en el eje argumental del perro como producción social polisémica.

Entonces, entendí que el esfuerzo realizado por la autora, en terreno y luego en la discusión teórica, merecía un diálogo reflexivo, antes que una exégesis en forma de reseña o un prólogo genérico. Sin la pretensión de hacer una crítica antropológica a un estudio antropológico, o de agregar un trabajo original a un tema tratado extensamente en la literatura antropológica reciente, actitudes que sólo serían posible para un biólogo desde la soberbia de la ignorancia, me atrevo a mirarlo desde la biología, pero no como epistemología alterna sino como integración desde el continuo conceptual y fáctico de las disciplinas, donde se prioricen “los procesos sobre los eventos, las relaciones sobre las entidades discretas, y el desarrollo sobre la estructura”[2]  (Ingold, 1990: 224). Los años transitados junto a la autora por los esforzados puentes de la multidisciplina y la interfaz de la interdisciplina, internalizados como marco teórico ecoepidemiológico (Susser y Susser, 1996a, 1996b; March y Susser, 2006), me permiten el intento de estas reflexiones a partir de la lectura de su libro, optando por el respeto a la tolerancia.  Para ello, se debe mantener una vigilancia autocrítica, evitando a conciencia el acecho de la hegemonía disciplinaria solapada en propuesta colonialista de consenso, o la crítica a la alteridad construida a partir de estereotipos, falacia del hombre de paja, y teorías que en la otra disciplina ya son obsoletas.

El primer trabajo conjunto con la Dra. Mastrangelo fue cuando convergimos en la provincia de Misiones, Argentina, investigando la leishmaniasis cutánea, enfermedad con la que la leishmaniasis visceral comparte el género de parásitos, pero que presenta una eco-epidemiología y una patología diferentes. La leishmaniasis cutánea, en el área de estudio, es predominantemente rural, asociada a la percepción de riesgo ambiental en zonas de interfaz silvestre-doméstica, y exposición laboral por deforestación o actividades en parches de vegetación densa, sin que el perro tenga un papel especial en su epidemiología. Sin embargo, el escenario cambió cuando debimos abocarnos a la emergencia de leishmaniasis visceral en Argentina, con potencial epidémico urbano y con el perro como su reservorio principal. Al poco tiempo de la irrupción de la zoonosis en el país, en una presentación en el Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología, en el año 2008, advertí sobre la probabilidad inminente de epidemia de esta enfermedad, sin antecedentes en territorio nacional, con alta mortalidad infantil si no es tratada, y la posible estrategia de control mediante el sacrificio de los canes infectados; entonces, todas las preguntas de los profesionales de la salud humana fueron sobre la salud de sus perros. En ese momento supe, aun desde la perspectiva biológica-sanitaria, que si esta zoonosis se transformaba en un Titanic, serían los perros y niños primero, y allí se terminarían los botes salvavidas. Cuestionarse para evitar dogmas, reconocer los errores, comprender y obrar sobre este nuevo escenario era sin dudas el mayor desafío para el control de la leishmaniasis visceral. Intentamos con Mastrangelo abordarlo desde el enriquecimiento mutuo de la ecoepidemiología multinivel, sin abandonar la especificidad de cada disciplina, conformándose así el puente que propone el libro Amor y enfermedad, etnografía de una zoonosis (2021). Por eso, para ser coherente con un camino con tantas encrucijadas reflexivas, de todos los perros comienzo primero por los canguros.

 

Todos los Perros el Canguro

Sobre la palabra canguro, el relato conocido, reiterado y apócrifo, cuenta que el Capitán Cook y Joseph Banks, el botánico de la expedición del Endeavour, cuando desembarcaron en 1770 en las costas de los territorios que, un siglo más tarde renombrada como Queensland, en la actual Australia, interrogaron en inglés a los habitantes locales por lo que creían eran ratas gigantes, y anotaron en sus diarios la palabra Kangaroo, sin comprender que le contestaban en la lengua nativa “no le entiendo”. Esta “tradición de los bosques”, contada en apenas cinco oraciones por el escritor y periodista Donald Alister Macdonald (1887: 118), resultó apropiada en momentos que la población colonial australiana buscaba diferenciarse de la metrópoli, con un discurso de colonos arraigados contrastado con el de lejanos emisarios reales, ignorantes del territorio. Y aunque esa etimología fue desmentida ya en 1898 por el antropólogo Walter Roth, y fundamentada desde la lingüística por John Haviland (1974), la anécdota resultó tan funcional al concepto de otredad extrema en el marco de un revisionismo crítico, que se replicó por décadas, en libros, aulas y cafés. Aún sigue siendo repetida en internet[3] y en el largometraje Arrival, distribuido en el año 2016, donde comunicarse con el otro extraterrestre desafía la semiótica terrestre, la antropóloga relativista se la repite al militar determinista, aclarándole luego a otro personaje con estereotipo filosófico neutro: It's not true, but it proves my point” (No es cierto, pero prueba mi punto).[4] 

Sin embargo, hay otra anécdota de interpretaciones erróneas y canguros, nuevamente en Queensland, pero esta vez cierta, que representa mucho mejor la interrelación de otredad extrema. En el nuevo milenio ya no ocurre con nativos sino con animales, en un contexto cultural donde algunos vertebrados, viejos vecinos del planeta, conceptualizados como nuevos sujetos, presentan una distancia social más próxima que la de los aliens extranjeros bárbaros, pero aún más allá de la autoconciencia. El Daily Mail de Australia publica el 13 de enero de 2016,[5] una nota con el título: “Por favor, no te mueras, mamá: El desgarrador momento en el que una madre canguro intenta llegar a su cría por última vez, antes de morir en los brazos de su compañero”. En el artículo, una fotografía captada por un aficionado durante un paseo dominical, es interpretada con frases conmovedoras como: “Él la levantaba y ella no se ponía de pie, simplemente caía al suelo, él la empujaba, se ponía a su lado [...)] era algo muy especial, sólo estaba de luto por la pérdida de su compañera”.3 La historia recorrió el sistema de noticias occidental, donde locutores y locutoras alcanzaron el paroxismo interespecífico. Pero al día siguiente, el 14 de enero, con la vertiginosidad usual de la información superficial hambrienta de novedades, el zoólogo Mark Eldridge aclaró para los medios australianos que la foto en realidad mostraba un macho excitado sexualmente que “no le está levantando la cabeza a la hembra para que pueda ver a su cría antes de morir, sino que intenta levantarla para poder aparearse con ella”, [6] y entonces los mismos comentaristas acusaron al canguro macho desde violencia de género y asesinato hasta necrofilia.[7] 

Tzvetan Todorov en La Conquista de América: el problema del otro (Todorov, 2010: 25) considera el encuentro de culturas de Europa y América del siglo XVI como la confrontación al otro más extremo posible, el más complejo de reconstruir, entonces la estrategia inicial fue construirlo totalmente a partir de percepciones moldeadas en preconceptos. En el caso de la confrontación primera, más radical por inesperada, Colón “Sabe de antemano lo que va a encontrar; la experiencia concreta está ahí para ilustrar una verdad que posee, no para ser interrogada”, mediante argumentos de autoridad antes que de experiencia. Todorov no imaginó que, sobre el final del siglo XX, la cultura occidental se vería otra vez construyendo un otro aún más extremo, absoluto, porque a pesar de las posibilidades de la metacomunicación (Bateson, 2000), la imposibilidad del lenguaje verbal articulado, nos conduce desde la alteridad de los canguros al nuevo otro por excelencia, la alteridad del can que hoy construimos, deconstruimos y reconstruimos en forma permanente.  Entonces, como Colón, la aproximación cotidiana al perro, pero también las preguntas académicas sobre relación interespecífica entre el perro y el humano, se moldean sobre respuestas preconcebidas, permean las mismas investigaciones sobre dicha alteridad que exigen un ejercicio intenso de extrañamiento (Lins Ribeiro, 1989), para desinternalizar el sujeto histórico perro imbricado en la cultura occidental, como se muestra en el libro Amor y enfermedad, y en estas reflexiones que generó su lectura.

 

Todos los Perros el Perro

En la reflexión inicial del libro de Mastrangelo, el primer capítulo Señores perros, y en el capítulo de trabajo etnográfico que le sigue Todo lo perro en Iguazú, la autora nos presenta la leishmaniasis visceral en general y en particular en el norte de la provincia de Misiones, Argentina. De esta manera también presenta al sujeto objeto perro, con toda la complejidad de los problemas multidimensionales que aborda la ecoepidemiología, y con el aporte de las diferentes visiones disciplinarias. Si bien desde lo biológico hablamos de entidades específicas únicas, aunque con capacidad de evolución, en el texto se desarrollan las percepciones múltiples del perro. En este sentido, se ha propuesto que la percepción antropomórfica, la personalidad atribuida a un animal es tanto producto de una inferencia intelectual como de la interacción sensorial, tocar y dejarse tocar, significando sus cualidades expresivas (Servais, 2018). Mastrangelo hace referencia a Emmanuel Lévinas y precisamente también nos remite a Lévinas la construcción sensorial-intelectual del perro a partir del rostro del perro, de cada perro que nos mira, rostro recortado del resto del cuerpo animal, connotado como “significación sin contexto” (Lévinas, 1991: 80), responsabilidad ética frente a ese rostro y epifanía del otro; de todos los perro el perro proceso de individuación a propósito del rostro que avanza adaptando los sistemas antropométricos en aplicaciones cinométricas como Finding Rover® o PiP®, y donde se promete identificar unívocamente la cara singular de cada perro. Entre la reificación y el ser persona, el péndulo adopta tantas formas y grados como hay humanos y perros, desde el término mascota que denota etimológicamente amuletos animistas para la buena suerte y la criptomoneda dogcoin, hasta el término amo con reminiscencias de esclavitud que regula el tiempo, calidad de comida, sexualidad, destino de la cría, fuerza libre de trabajo y valor de mercado del esclavo (Ingold, 2000: 61-76), o las expectativas concretas de los humanos sobre la interacción social esperada con sus perros (Dotson y Hyatt, 2008).

Asociada a otros pares dialécticos de aparición periódica en la cultura occidental, como la continuidad entre naturaleza y humanidad o lo animal en el humano, la ambivalencia oscilante entre lo antropomórfico y lo animal en relación con los animales no humanos, no solo como postura conceptual sino en las particularidades del recorte de cada relación interespecífica concreta, resulta en discursos paradójicos. Las primeras leyes de protección animal en un sentido amplio y contemporáneo, a diferencia de los antecedentes más antiguos que se rastrean en el libro comentado, y que hoy se asocian a una axiología moral positiva, fueron dictadas por el partido nacionalsocialista en Alemania entre 1933-1934 e incluían, para ironía de la historia, la prohibición de vivisección (animal), de muerte (animal) sin anestesia, de maltrato a los perros (entrenados para maltratar), y hasta el hervido de langostas o manejo de ranas podían ser castigados con reclusión en campos de exterminio (Arluke y Sax, 1992). También resulta contradictoria, desde la lógica, que hasta el momento ningún grupo de derechos animales haya exigido el retorno de los perros a santuarios, para que vuelvan a formar jaurías naturales, como se reclama para orangutanes, elefantes y otras especies de mamíferos icónicos.[8] De la misma manera, los refugios proteccionistas de Estados Unidos de Norteamérica, invocando el bienestar animal, llegaron a sacrificar más de trece millones de perros y gatos por año (Rowan y Kartal, 2018). En Paraguay, en Ciudad del Este y Presidente Franco, frente a la ciudad de Puerto Iguazú, donde se focaliza el trabajo etnográfico del libro comentado, el 95% de la población reconoció derechos animales, el 98 % que los perros tienen sentimientos, pero a su vez el 74% le asignó moralidad (Giménez-Ayala et al., 2018), con la contradicción que señala la autora en relación con el incesto, y también el canibalismo o las características propias de la caza de un animal carnívoro.

En este continuo de inclusión y extrañamiento del perro, en esta arena socio-histórica entre la conceptualización de lo natural y lo doméstico, emerge en la Argentina la leishmaniasis visceral, una enfermedad infecciosa transmitida por insectos, como una irrupción de naturaleza atávica, naturalizando así aspectos biológicos, psicológicos y sociales de la enfermedad. Las patologías infecciosas, en escenarios de epidemia potencial o en curso, usualmente generan en los medios un estado de denuncia apocalíptica, subrayando la otredad aún de los enfermos humanos, y estigmatizando algún colectivo convenientemente estigmatizable (Salomón, 2016). Alboroto mediático que contrasta con el poco espacio y atención de los comunicadores por las patologías crónicas, de alta morbilidad y mortalidad, pero provocadas por presión del mercado como la obesidad. A su vez, la leishmaniasis visceral está caracterizada, por los organismos multilaterales rectores en el tema, como una enfermedad emergente sin estrategias validadas de control, lo que conlleva como consecuencia que no existen procedimientos estandarizados de efectividad probada (WHO, 2004), la comunidad exige certezas a los investigadores en el momento de máxima incertidumbre, y las respuestas en términos de probabilidad estadística no satisfacen a los gestores ni a la inquietud social, como es usual en las epidemias de agentes infecciosos.

Por ello, en el contexto de una epidemia zoonótica como la analizada, frente a discursos sanitarios antropocéntricos, a nivel individual la distancia entre humano y animal como constructo social revela sus límites históricos, múltiples y siempre arbitrarios (Batt, 2009; Carman, 2018), dejando a ciertos prójimos humanos más lejos que sus próximos caninos. Esta actitud unipersonal identifica, aglomera, busca empatía y conforma colectivos que se constituyen en la dinámica del conflicto y redefinen el problema en forma reactiva, definiendo el otro colectivo, los de zoonosis, los sanitarios, los investigadores, para definir su propia identidad de grupo. Estos considerandos de los brotes epidémicos en general y de la leishmaniasis visceral en particular, amplificaron el conflicto entre los actores, en el contexto relatado en Amor y enfermedad a partir de vacilaciones operativas, y la utilización masiva de internet. Esta última utilizada como fuente legítima de información, confrontada al discurso oficial deslegitimado, extrapolando datos sobre leishmaniasis visceral en Europa, India o Sudán, que corresponden a otras entidades y a ciclos biológicos diferentes del presente en la Argentina. El fenómeno de utilización de motores de búsqueda genera un sesgo en los resultados al utilizar herramientas tradicionales de la epidemiología como las encuestas de casos y controles, de tal forma que estar informado resulta un factor de riesgo, cuando en realidad indica una búsqueda intensificada de información a partir del momento que una persona recibe la noticia del diagnóstico positivo de su perro, previo a a la encuesta epidemiológica (López et al., 2016). Por otra parte, a una escala colectiva y sectorial, la competencia por capital social y la definición de espacios de poder gatillados por la emergencia sanitaria, es un tema que retomaremos en relación con el último capítulo y conclusión del libro de Mastrangelo.

 

Perro el que Lee

En el capítulo III del texto comentado, que lleva por título el que encabeza esta sección, la autora pasea al perro por la literatura.  Las diferentes lupas analíticas con que ilumina dicho paseo tamizan desde lo subyacente hasta las referencias explícitas. Será por medio de una de las condiciones exclusivamente humanas, la creación, que los perros superan la ambivalencia sujeto objeto hacia su humanización definitiva. Complementar el análisis exhaustivo, realizado en el capítulo mencionado, con aportes adicionales excedería el objetivo de estas reflexiones. Pero antes que un acto de arrogancia, aprovecho la confesión de la autora, de haber enfrentado un tema inconmensurable, para reforzar con referencias suplementarias el argumento de los innumerables perros creados, que sedimentan con las lecturas, condicionan y pueden predeterminar los resultados de los estudios de la relación interespecífica perro humano.

En las metamorfosis de Ovidio el cazador Acteón es transformado en ciervo y cazado por sus propios mastines, en castigo por haber espiado la desnudez de la diosa de la castidad (Ovidio, 2003: 284-288). Se generan así dos asociaciones literarias con el animal como instrumento, replicados en el renacimiento, pero con cultores hasta nuestros días. En un sentido el perro es una herramienta vindicativa de la moral vuelto diálogo satírico en el Cymbalum Mundi de Bonaventure de Pėrires, precisamente por uno de los comedores de Acteón (Mothu, 2012), y conversación reinventada luego por Cervantes en el Coloquio de los perros, que cuestiona al mismo género de la picaresca y los límites entre ficción y realidad, pero señalando así el uso del perro como una metonimia de lo humano (Cervantes, 2012). La otra asociación derivada de Ovidio relaciona al perro como agente de la sexualidad animal con la sexualidad femenina, que en el desmesurado Gargantúa y Pantagruel de Rabelais hace que Panurgo le rocíe extracto de perra en celo a la dama reticente de París y sea perseguida por seiscientos mil catorce perros (Rabelais, 1913: 186).

Sin embargo, hay usos alternativos del perro en la literatura y el arte, que resultan más ejemplificadores de los precondicionamientos y necesidades de extrañamiento cuando abordamos el tema de esta relación biespecífica, En Amor y enfermedad el itinerario literario se inicia también con la literatura greco-latina clásica, con el Cerbero mitológico, guardián del inframundo, por lo que entonces lo continúo con el mismo Cerbero, pero del Dante. En el florentino es un perro de tres cabezas, pero es también una bestia humanizada, victimario y víctima de la gula en el tercer círculo de los infiernos, presenta uñas en lugar de garras, pelo grasiento y vientre hinchado, lacera insaciable a los condenados insaciables y traga su mismo fango, compartiendo el castigo. Confusión de identidad que expresará, más próximo en el tiempo, con el humor inmediato de Mark Twain, el protagonista de Historia de un perro: ´"Mi padre era un San Bernardo, mi madre una collie, pero yo soy presbiteriano”; aunque al narrar, la influencia del realismo en Twain, hace que persista en el personaje la mirada animal monodimensional, sin entender porqué lo castigan al salvar al niño humano del fuego, ni entender cuando los humanos matan a su cachorro en un experimento inconducente y se felicitan entre ellos (Twain, 1904). Y precisamente de experimentos trata la novela de Mijail Bulgakov, citada por Mastrangelo, Corazón de perro, escrita en 1925 y publicada sesenta años después, donde un perro vagabundo toma forma humana tras el trasplante de órganos humanos, y encarna la imposibilidad del humano ideal, del Nuevo Hombre Soviético, para terminar ante el horror, la bajeza de la delación y el miedo volviendo a ser perro (Bulgakov, 2001). Experimento de la ficción, contemporáneo y especular de otros experimentos reales, aceptados en su contexto histórico, pero que hoy intentan remontar del animal objeto de entonces al animal sujeto actual, al buscar desanonimizar, rescatar el nombre singular de cada perro de las experiencias de Pavlov (Tully, 2003).

Sin embargo, acompañando el suceder de la historia, la literatura también reflejó la ambivalencia humano-animal no solamente hacia el animal no humano humanizado sino también en la dirección del humano reificado, cuando en el final de El Proceso de Kafka los ejecutores de la condena a muerte matan al personaje inocente “como un perro […)] cual si la vergüenza debiera sobrevivirle”, preanunciando la banalidad del mal de los genocidas (Kafka, 2007: 249). Y finalmente, para destacar la pérdida de sensibilidad como proyección de la modernidad líquida, Bauman y Donskis destacan La posibilidad de una isla de Michel Houellebecq como una advertencia novelada (Bauman y Donskis 2015: 243-258). En esta distopía, un grupo sectario logra réplicas adultas corporales exactas de sus individuos, sin infancia ni recuerdos explícitos, que se van sucediendo en el tiempo jalonado por sus muertes, en la novela hasta veinticinco veces. Los humanos, copia de humanos previos, viven cada uno aislado, sin contacto físico con otras réplicas ni con el mundo exterior, aunque sí mediante correo electrónico, mientras releen en forma iterativa las memorias del individuo original. Sin embargo, comparten sus días idénticos con la réplica del perro que perteneció al molde primero, un perro repuesto cada vez que se muere, y que así es su único sujeto objeto de afecto, de contacto táctil y anclaje al mundo concreto (Houellebecq, 2005). Este sustituto de eternidad plana contrasta con la profundidad del desgarro que implica la muerte del animal, que dada la diferencia de expectativa de vida entre humanos y perros es muchas veces la primera muerte internalizada en la infancia, reflejada en las citas de Mastrangelo del epitafio de Lord Byron a Boatswain y de Un perro ha muerto de Pablo Neruda, de publicación póstuma, con los que la autora comienza el capítulo III, aunque en los últimos versos, no citados, Neruda tal como se comentó más arriba para la obra de Mark Twain, se desprende de la proyección humana para aprehender la monodimensionalidad animal:  Alegre, alegre, alegre/como los perros saben ser felices,/sin nada más, con el absolutismo/de la naturaleza descarada ” (Neruda, 1977).

Desde la perspectiva histórica occidental Peter Ackroyd, en su biografía de Londres, transita estos cambios de percepción iniciada con el edicto real del siglo XII que condena a muerte a los dueños de perros que ataquen a los ciervos del rey, y sigue con la proclama real de 1837 que discrimina por primera vez perros salvajes, deambulantes y perros con dueño, mientras por la misma época aparece la primera casa para perros perdidos y hambrientos (Home for Lost and Starving Dogs), un nombre con eco a los huérfanos de Dickens y olor a doble moral victoriana (Ackroyd 2001: 414-415). En el mismo libro de Londres, relatada como urbi et orbi, se describe el impacto de una exposición de Géricault en Picadilly donde se visibilizó a los otros invisibilizados, los parias ciudadanos, discapacitados y mendigos junto a sus perros, sugiriendo una vida vagabunda pero también de aislamiento y falta de amistad humana (Ackroyd, 2001: 601). Perros que nos miran desde el cuadro desconfiados y nos remiten al humano perro por autodefinición filosófica, a Diógenes el cínico viviendo y defecando en la calle, mordiendo, que es precisamente el eje argumental de un análisis sobre el cinismo en la epidemiología y la salud (Castel et al., 2016). Por otra parte, además de la referencia al cuadro de Géricault, el perro en la plástica, su omnipresencia en escenas cinegéticas, urbanas como en Un dimanche après-midi à l'Ile de la Grande de Seurat, las fotografías-pinturas de Caillebotte y los grafittis integrados a la ciudad de Banksy, en retratos como las Meninas de Velázquez o Femme Au Chien de Picasso, es un tema para un libro dedicado exclusivamente al tema.[9]

De la misma manera, merece un análisis el perro en el cine, del que basta citar dos escenas icónicas: Carlitos utilizándolo de almohada al perro, ambos vagabundos, en la película de Chaplin Vida de Perros (A dog´s life), y el perro asumiendo la vergüenza de mendigar de Umberto D de Vittorio de Sica, en ambos funcionando los humanos de rescatadores (pelea callejera, perrera) y rescatados, aunque el optimismo de Chaplin no resista ante la angustia del neorrealismo italiano.[10] Otro espacio en la pantalla, donde se expresa en forma reiterada la relación interespecífica, es en los dibujos animados de la primera mitad del siglo XX, cuando los autores expresaban su ideología en forma descarnada. Así, mientras otros animales eran antropomorfizados o ginandromorfizados, los perros ya eran lo bastante próximos a los humanos para mantenerse como perros, Disney hace hablar a ratones y patos, o ciervos y zorrinos en Bambi, pero los perros siguen ladrando; la Warner tiene perros con funciones de perro, como mascotas de cerdos, cazadores de conejos parlantes, o guardianes encadenados con collar en un gallinero, y hasta en el trío de persecución ratón gato perro de Hanna-Barbera, de los tres animales el más fiel a su original animal es el perro, el único con collar que duerme en su cucha.

Finalmente, merece que se haga mención el lugar del perro en el humor gráfico, no hombre que se cree perro si no perro que piensa como hombre por encima del promedio, como el otro Diógenes filósofo, el que acompaña al linyera de Tabaré, Guinzburg, Abrevaya y García Blanco, Mendieta junto a Inodoro Pereyra de Fontanarrosa, o Snoopy en Charly Brown de Schulz; pero más ejemplificadoras sobre el diálogo interespecífico y la imposibilidad de una comunicación sin ambigüedades son las viñetas de Gary Larson. En ellas se muestra que, cuando le damos órdenes y amenazamos a un perro, él sólo escucha blah blah Ginger blah blah, su dibujo opuesto es el científico que tiene un casco decodificador de ladridos y la traducción del ¡guau, guau, guau! resulta ser ¡hey, hey, hey!, o cuando un nuevo perro es presentado por un humano ante otro humano como Rex, y él perro se presenta a otro perro como “Vexorg Destructor de Gatos y Devorador de Gallinas”.[11] Sin intentar, a partir de los dibujos de Larson hacer un análisis semiológico superficial, ni discutir sobre la mencionada metacomunicación de Bateson (Bateson, 2000), desde la perspectiva biológica, en la comunicación interespecífica no hay una relación bidireccional sino dos relaciones cruzadas con diferente marco sensorial. Las formas, dimensiones, direcciones, volúmenes y perspectivas analizadas desde la visión por el humano macróptico, son interpretadas por el olfato desde los perros macrosmáticos.[12] Esta diferente percepción de la realidad se puede comprobar, en un ambiente sin sonidos, con la frustración del perro cuando su compañero humano no lo encuentra porque no lo huele, y la frustración del humano cuando no encuentra a su compañero perro porque no lo ve.  Thomas Nagel dice que no puede saber qué es ser un murciélago (Nagel, 1974), y como sugiere Mastrangelo, a partir de una cita de Virginia Woolf, todo lo escrito por y sobre perros fue escrito por humanos, y está construido a partir de nuestra subjetivización del perro, a lo que se debería agregar, inclusive las investigaciones biológicas, antropológicas o etnográficas sobre los perros.

 

Todos los Canguros el Perro

El capítulo IV de Amor y enfermedad retorna al trabajo etnográfico, problematizando la escala espacial y el territorio en la epidemiología y en la ecoepidemiología de campo, mediante un trabajo multidisciplinario consciente de respetar las especificidades (Ingold, 1990). El desarrollo de dicho capítulo y las conclusiones finales están atravesados por las líneas argumentales que ya vienen cruzándose a lo largo del libro, el enfrentamiento y asechanzas mutuas entre intereses de colectivos enfrentados cada uno con la convicción de personalizar las mejores intenciones, y los espacios de poder sectoriales involucrados en esos conflictos. Si analizamos las posturas de los diferentes colectivos, incluyendo el de los agentes de salud, se observa una pulsión hegemónica disfrazada de reclamo de consenso, que descalifica y culpabiliza al otro con preconceptos maniqueos y monodimensionales, ignorando los contextos específicos, o simplificándolos al estilo de la sociobiología tardía de Laborit Resnais en la película Mi tío de América. [13] 

En relación a la perspectiva biológica, en la escala global, la aproximación desde Una Salud,[14] como se plantea en el libro, para algunos autores es interpretada como una metodología nueva donde demostrar su avanzada pionera, mientras para las instituciones operativas (Organización Mundial de la Salud, Organización Mundial de Sanidad Animal, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) es una estrategia  de coordinación de acciones que debe usar el corpus epistemológico y conceptual ya existente (Mazet et al., 2014; Lueddeke, 2018; WHO-OIE-FAO, 2019). Actuar durante epidemias también es diferente a actuar para prevenir epidemias, donde las demandas requeridas a cada disciplina en el primer caso están apremiadas, no por marcos metodológicos sino por la urgencia sanitaria, lo que ha llevado a las mismas instituciones operativas nombradas a solicitar metodologías sociales de evaluación rápida, especialmente a partir de los eventos asociados a la epidemia de Ébola (Manderson y Aaby, 1992; Taverne, 2015; GLOPID-R, 2017).

En el otro extremo del enfoque analítico de las escalas espaciales, la micro-escala, la interfaz o borde, que se discute en el capítulo IV desde lo social, cuando se analiza desde lo biológico es un concepto de microespacio dinámico, útil para discutir la leishmaniasis cutánea, así como para la leishmaniasis visceral es más explicativo el concepto de microheterogeneidad del paisaje. No hay un solo borde como no hay un solo perro, parte del trabajo entre disciplinas es entender que las definiciones no deben forzarse a ser homogéneas porque responden a diferentes metodologías, preguntas y objetivos. En biología los mapas aunque sean gráficos estáticos siempre son conceptualizados como un fotograma de un proceso dinámico, como los cortes transversales evolutivos o histológicos a partir de los cuales se reconstruye una filogenia o una estructura tridimensional. Por ello, en el caso de la leishmaniasis visceral, los modelos probabilísticos expresados en mapas además de la dimensión de las unidades de análisis según la capacidad de dispersión del insecto vector, deben incorporar la dinámica de los humanos y sus perros, las redes sociales y de intercambio y venta de canes que se analizan en Amor y enfermedad. En el mismo sentido, aún desde lo biológico, lo urbano como categoría también debe ser redefinido en función de objetivos y escalas, desde la definición censal formal útil a los estados y sus estadísticas, a lo operacional programático y el área de jurisdicción política, hasta cómo discrimina, si lo hace, el ambiente selvático, rural o urbano un insecto de pocos milímetros cuando reposa o se alimenta en el microhábitat de una cueva, un gallinero o un dormitorio. Los programas sanitarios de amplia cobertura territorial, aun cuando intenten ser permeables a las evidencias de las investigaciones, lo que sabemos que no siempre ocurre, si dichas evidencias no están adecuadamente transducidas a la escala y marco operativo, terminan siendo descartadas por impracticables, o por ininteligibles y fragmentarias. Los gestores programáticos antes que un problema multidimensional lo interpretan entonces como un problema múltiple, que requiere soluciones individualizadas para cada caso de los miles de problemas que deben resolver, lo que perciben como una dispersión inefectiva e inabarcable.

El compromiso de escalas y dimensiones, entre lo general y lo particular, entre los preconceptos y la realidad en proceso de cambio permanente, también marcó la historia de la leishmaniasis visceral en Argentina y en el norte de Misiones, que analiza el libro de Mastrangelo. Por eso, aunque el recorte a microescala desde el conocimiento presente es legítimo, también se debe contrapesar, a macroescala, la secuencia de eventos y procesos que afrontamos los agentes del sistema de salud, que asumimos la responsabilidad por la salud colectiva, ante una enfermedad desconocida, con potencial epidémico y alta letalidad, no como justificación, sino como contextualización de un desarrollo que iba produciendo sentidos cambiantes. Desde el nivel programático técnico el racconto de la leishmaniasis visceral en Argentina comienza con la alerta, en el año 2000, sobre la proximidad de la transmisión de esta zoonosis en Brasil y Paraguay. La historia continúa con el hallazgo del insecto transmisor en territorio nacional en el 2004 en Clorinda, Formosa, y el primer caso humano en el 2006 en Posadas, Misiones. Durante este período 2000 - 2006 desde el Programa Nacional alertamos sobre la emergencia potencial, intentando sensibilizar, para el monitoreo de casos posibles, a los profesionales y técnicos de salud humana y animal, pública y privada. La decisión en esta primera etapa de sacrificar los perros infectados, se tomó en conjunto entre Brasil, Paraguay y Argentina, con participación de los referentes de la Organización Panamericana de la Salud y Organización Mundial de la Salud. Se realizaron reuniones periódicas nacionales e internacionales, donde se analizó si la evidencia permitía cambiar las recomendaciones. Esas reuniones se continúan realizando, y aún hoy, a pesar de la muy abundante bibliografía experimental, de las revisiones críticas y sistemáticas sobre el tema que se generan cada año, el resultado indica que hasta el momento ninguna estrategia tiene suficientes evidencias de efectividad para el control, que es diferente a decir que hay evidencias que dichas estrategias no son efectivas. 

Una vez comprobada la transmisión en territorio argentino se fueron estudiando en forma intensiva las ciudades donde ocurrían los focos, se hicieron mapas de distribución y dispersión, de actualización periódica, un manual de vigilancia para municipios, y otro para equipos de salud. Se realizaron talleres de capacitación para profesionales locales, regionales con participación de los municipios espejo entre países, y de discusión ética humana y animal abiertos a la comunidad. Ante el hecho que el control mediante el sacrificio canino como estaba planteado no era factible, se realizó en Puerto Iguazú una reunión con referentes de la práctica pública y federaciones privadas de salud animal nacionales, provinciales y municipales, consensuando un acta de acuerdo para el manejo de la leishmaniasis visceral canina. Por el mismo motivo, y reconociendo que con una capacidad de carga sobrepasada de perros deambulantes, con y sin dueño, no es posible ninguna estrategia efectiva de control de la leishmaniasis visceral, como tampoco de accidentes viales generados por caninos, mordeduras y otras parasitosis, se propuso al municipio de Puerto Iguazú elaborar un plan maestro de manejo de perros y gatos. Motivado por los comentarios desfavorables por el tema de turistas en redes sociales, y con apoyo técnico financiero de los programas nacionales de Zoonosis, de Leishmaniasis, de Pro Tenencia Responsable de Perros y Gatos, y de Ciudades, Municipios y Comunidades Saludable, y del Instituto Nacional de Medicina Tropical localizado en la misma ciudad, se propuso un plan con el municipio como responsable de la coordinación e implementación, papel que el propio municipio reclamaba. Sin embargo, las autoridades municipales no pudieron avanzar en el desarrollo y ejecución del plan. Este último hecho lo señalo por el rol, destacado en el libro, que adquiere este nivel jurisdiccional, central en la política operativa. Las acciones municipales o la falta de ellas no sólo están motivadas por el traspaso de responsabilidades sin presupuesto, problema real en muchos casos, o de percepción de exclusión de los espacios de poder mediante teorías conspirativas, como aparece en un testimonio del libro “deliberadamente se había excluido a los funcionarios municipales de los tres países”, aunque la veterinaria citada no participó en las reuniones por conflictos municipales internos. La actividad municipal, en brotes epidémicos, pendula entre el coma y la histeria, y está determinada por la traducción de las iniciativas con motivación técnica a términos de costo y beneficios electorales de corto plazo, ya que el municipio es el espacio donde los electores están más próximos a los elegidos, y en el caso de enfermedades transmitidas por insectos cualquier intervención busca replicar las relacionadas al dengue, con el insecticida como herramienta principal.

En relación al conflicto generado por la indicación de sacrificio canino, como Programa Nacional de salud nacional se intentó evitar y confrontar posturas dogmáticas de autovaloración heroica, pero a su vez se debió afrontar la complejidad dinámica del problema, y la necesidad como sanitaristas de problematizar la realidad y dar soluciones concretas y factibles. En la Argentina, los brotes de leishmaniasis visceral urbana fueron una situación sin antecedentes nacionales, un escenario diferente a la leishmaniasis visceral rural del norte de América del Sur. Por ello, las decisiones se tomaron con base en el peor escenario posible y el menor daño, extrapolando la situación epidémica en las ciudades geográficamente más próximas a los focos nacionales (Campo Grande en Mato Grosso do Sul-Brasil y Asunción-Paraguay). Sin embargo, al referir el menor daño, se debe volver a pensar en tema de las escalas; como argumenta Rose, antecedente de la formulación de la ecoepidemiología, la incidencia a escala individual es diferente a la poblacional, y las medidas de prevención poblacionales, como la inmunización, son percibidas como de poco beneficio individual, especialmente en el corto plazo (Rose, 1985). Finalmente, las investigaciones que siguieron y continúan, especialmente en el norte de Misiones donde focaliza su atención el estudio etnográfico de Mastrangelo, demostraron una realidad diferente a la esperada. En latitudes de estacionalidad marcada, como en el Cono Sur de América, la leishmaniasis visceral canina llega a un punto de equilibrio, con pocos a ningún caso humano, lo que reenfoca el problema biológico y sanitario hacia la especificidad y sensibilidad del diagnóstico canino (Lamattina et al., 2019; Salomón et al., 2020). Por ello, la recomendación de sacrificio de perros con infección de Leishmania infantum sólo se mantiene para casos excepcionales, razones clínico compasivas, localidades con emergencia reciente, muy escasos perros infectados y primeros pacientes humanos, mientras se estudian los factores que contribuyen a crear o desestabilizar el equilibrio de la casuística canina y humana, y se intenta identificar a los perros hipertransmisores.

 

De Cabo a Rabo

 En conclusión, Amor y enfermedad de Andrea Mastrángelo es un jalón transcendente en el esfuerzo del trabajar entre disciplinas y entre especies, una puerta que se abre a otras puertas, reconociendo que precisamente la puerta se ha utilizado como ejemplo de la singularidad humana. La puerta para los animales humanos es una posibilidad de comunicación y para los animales no humanos un obstáculo. Y esta imagen de la puerta nos sugiere la necesidad, en los estudios sobre nuestros compañeros de ruta en la evolución, convivientes de una biosfera común, de aceptar el antropocentrismo inmanente; pero conscientes de él para problematizarlo, definir sus límites y advertir sus trampas y excesos, no para rechazarlo sino para resignificarlo. Si no, como la percepción de los taínos por Colón en el fin de siglo XV, o la de la hembra de canguro moribunda en el principio del siglo XXI, el perro como constructo social y las investigaciones del perro, pueden hacer preguntas sólo para obtener respuestas preconcebidas.

En relación al antropocentrismo contextualizado, retorno a Mark Twain, que en sus Fábulas eruditas para buenos niños y niñas adultos nos cuenta de una expedición científica de los insectos y otros pequeños animales de la selva, que finalmente llega a una villa veraniega humana, en invierno, vacía. El profesor Cochinilla de la humedad, el lingüista del equipo, al traducir un texto humano que dice “en verdad, muchos creen que los animales inferiores razonan y hablan juntos”, habla y razona en el informe oficial, ante la asombrada academia de insectos: “¡Entonces hay animales inferiores al hombre!.” Comentario formal complementado por uno informal del escarabajo estercolero, el zapador sanchopanzesco, que dice que todo lo que aprendió de esa expedición es “que la ciencia sólo necesita una cucharada de suposiciones para construir una montaña de hechos demostrados.” (Twain, 1893: 148).

Y en una dialéctica imaginaria, desde lo biológico, le contestaría George Gaylord Simpson, en el texto escrito luego que la comunidad científica comenzara a aceptar el nuevo paradigma de la teoría unificada de la evolución:

Incluso si se le considera en el marco del reino animal y se le juzga con criterios de progreso aplicables a ese reino en su conjunto y no propios del humano, éste es un animal superior. A menudo se ha observado (tal vez por épater les bourgeois) que si un pez fuera un estudiante de la evolución, se reiría de tales pretensiones por parte de un animal que es tan torpe en el agua y que carece de la perfección de las branquias o una aleta caudal. Sospecho, sin embargo, que la reacción del pez sería maravillarse de que haya humanos que se cuestionen la superioridad humana (precisamente por ser el único animal con capacidad para cuestionarla) (Simpson, 1965: 301)

 

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[1] Corporación federal dependiente del parlamento de Canadá que financia la investigación y la innovación dentro y junto a las regiones en desarrollo.

[2] Citra original: “that asserts the primacy of processes over events, of relationships over entities, and of development over structure” (traducción del autor).

[3] Etimologìa de canguro. Diccionario etimológico, documento electrónico http://etimologias.dechile.net/?canguro / Anónimo (2011). “Canguro es no lo entiendo”, Diario popular, 31 de mayo, documento electrónico https://www.diariopopular.com.ar/suerte/canguro-es-no-le-entiendo-n89366, acceso 23/03/2021

[4] Villenueve, Denis (2016). Arrival. Estados Unidos: Paramount. La escena puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=Ffzv6pC5P3I

[5] Peters Daniel (2016). “Please don't die, mum: The heart-wrenching moment a mother kangaroo reaches for her joey one last time - before dying in the arms of her male companion”. Daily Mail Australia, 13 de enero, documento electrónico  https://www.dailymail.co.uk/news/article-3396905/The-heart-wrenching-moment-mother-kangaroo-reaches-joey-one-time-dying-arms-male-companion.html, acceso 23/3/2021 (Traducción del autor).

[6] Stephens, Kim (2016). “Kangaroo photos 'fundamentally misinterpreted': wildlife expert”. The Sydney Morning Herald, 14 de enero, documento electrónico:  https://www.smh.com.au/environment/conservation/kangaroo-photos-fundamentally-misinterpreted-wildlife-expert-20160114-gm5o69.html acceso 23/3/2021 (Traducción del autor).

[7] Feltman, Rachel (2016). “Photos of ‘grieving’ kangaroo actually show necrophilia (and possibly a killing)”. The Washington Post, 14 de enero, documento electrónico https://www.washingtonpost.com/news/speaking-of-science/wp/2016/01/14/photos-of-grieving-kangaroo-actually-show-necrophilia-and-possibly-a-killing/ acceso 23/3/2021  (Traducción del autor).

 

[8] Kahn, Ilyas. (2020). “La historia de Kaavan, el ‘elefante más solitario del mundo’ que fue liberado tras la presión de Cher”. BBC News Mundo, 2 de diciembre, documento electrónico https://www.bbc.com/mundo/noticias-55159667;  Jara Fernanda (2020). La orangutana Sandra cumple 34 años en el santuario de los Estados Unidos junto a animales de su especie. Infobae,14 de febrero, documento electrónico.  https://www.infobae.com/sociedad/2020/02/14/la-orangutana-sandra-cumple-34-anos-en-el-santuario-de-los-estados-unidos-junto-a-animales-de-su-especie/

 

 

[9] Los cuadros mencionados se pueden ver en https://www.artic.edu/artworks/27992/a-sunday-on-la-grande-jatte-188  /   https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Martial_Caillebotte_-_Gustave_Caillebotte_et_Berg%C3%A8re_sur_la_place_du_Caroussel,_1892.jpg; / https://www.graffitistreet.com/new-banksy-stencil-art-is-causing-a-riot-in-paris-2018/#jp-carousel-24641M; / https://es.wikipedia.org/wiki/Las_meninas#/media/Archivo:Las_Meninas_01.jpg  / https://www.gettyimages.dk/detail/news-photo/painting-entitled-femme-au-chien-by-pablo-picasso-is-news-photo/1146746682 , acceso 23/3/2021

[10] Chaplin, Charles (1918) A dog’s life. Estados Unidos: First National https://www.youtube.com/watch?v=txSJDmt4u6Q&ab_channel=Wm.Thomas Sherman /De Sica, Vittorio (1952) Umberto D. Italia: Amato, De Sica Rizzoli-https://www.youtube.com/watch?v=PCDLwKZN8g0&ab_channel=Pokfele, , acceso 23/3/2021

[11] Larson Gary los dibujos mencionados se pueden ver en: https://ar.pinterest.com/pin/89227636351150615/ https://ar.pinterest.com/pin/207236020330063640/, https://ar.pinterest.com/pin/22095854393296395/

 

[12] Los animales construimos el entorno físico mediante la percepción sensorial de un sentido dominante al que se subordina el resto de los registros de los otros sentidos, si es la vista la especie se caracteriza como macróptica, si el es olfato como macrosmática

[13] Resnais, Alain (1980). Mon oncle d'Amérique Francia: Les Productions Philippe Dussart https://www.youtube.com/playlist?list=PLwM62AQnhaLBYRlQ-QudSu0r-vAwvVWlb

[14]  Una Salud - One Health es un término institucionalizado desde 2006-2007 para describir la interacción disciplinaria, desde una aproximación holísitica, que relaciona salud humana, animal y ambiental