Las batallas del color
Prácticas de imagen al sur
de la ciudad de Buenos Aires
Ana Clara Fabaron
San Martín, UNSAM EDITA
2019, 326 pp.
por
Florencia Luz Valese
Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales,
Universidad Nacional de San Martín
Cómo citar esta reseña: Las
batallas del color. Prácticas de imagen al sur de la ciudad de Buenos Aires
de Ana Clara Fabaron. Florencia Luz Valese, Etnografías Contemporáneas, 8 (14),
pp.249-252.
¿Cuáles son las características de
los paisajes urbanos contemporáneos? ¿Cómo abordamos la intervención y la
marcación visual del espacio público sin anular su diversidad?, ¿de qué modo
las mismas se vinculan con otras relaciones sociales, prácticas urbanas y
sentidos de lugar? Observar la configuración visual de un barrio como La Boca
constituye una experiencia compleja y diferencial. En él conviven, se tensionan
y superponen múltiples relatos y colores que dan cuenta de la diversidad en los
modos de habitarlo: los conventillos, la Bombonera, Caminito y la Vuelta de
Rocha, espacios de arte contemporáneo, grafitis, pintadas y carteles políticos,
banners publicitarios, murales. Se trata de una textura particular, a la cual Las batallas del color se aproxima con
una sensibilidad minuciosa.
Diseñadora gráfica, Doctora en
Antropología Social y docente universitaria en nuestra casa de estudios, Ana
Clara Fabaron aborda en este libro dinámicas sociales
vinculadas a las imágenes, las producciones y políticas culturales, los usos
del espacio, las identificaciones y la desigualdad en espacios urbanos. El
extrañamiento y la curiosidad por las grandes urbes caracterizan su trabajo,
fruto de haber crecido en una localidad de la provincia de Buenos Aires.
El presente libro, publicado en el 2019 por UNSAM EDITA,
es producto de su investigación doctoral sobre los vínculos entre
prácticas de imagen, prácticas espacio-temporales e identificaciones sociales
en el barrio porteño de La Boca desde una perspectiva del habitar. Estas prácticas de imagen son
definidas por la autora como “los procesos (sociales, culturales, afectivos y
políticos) que involucran la producción, circulación y/o interpretación de
imágenes materializadas en distintas superficies urbanas” (p.21).
Cabe señalar que en la
zona sur de la ciudad de Buenos Aires confluyen el déficit habitacional y
procesos de reconversión urbana, cuya singularidad se manifiesta en el análisis
de la autora. Es en este contexto en el cual se despliegan las relaciones
sociales complejas y conflictivas de sujetos posicionados desigualmente en la
trama urbana, problemática central que hilvana la introducción, los siete
capítulos y la conclusión que conforman la obra. Su aproximación es etnográfica: Fabaron realizó trabajo en terreno desde mediados de 2008
hasta fines de 2011 y con algunas visitas esporádicas en el 2012. Además, se
sirvió de materiales y registros diversos como mapas, material periodístico
local, documentos oficiales, redes sociales, producciones literarias, visuales
y musicales y datos estadísticos. Su participación en diversas actividades
comunitarias barriales de índole artística y en
eventos de arte urbano dan cuenta de su inmersión en el campo y del compromiso
con sus interlocutores. Todo ello nos cuenta la autora en la introducción, de
una manera que facilita la lectura fluida de los fenómenos que relata en las
páginas siguientes.
En el primer capítulo,
la autora presenta un panorama amplio que permite al lector comprender a La
Boca de un modo relacional, en sus vínculos con Puerto Madero, Isla Maciel y
con la ciudad en su conjunto. Poblada mayormente por sectores populares y en
menor medida por sectores medios, los habitantes de La Boca invocan una
historia, una cultura y una identidad boquense que supone rupturas y continuidades
con los territorios aledaños. Luego, el segundo capítulo ofrece al lector una
revisión histórica de la producción de una tradición cultural de
simbolizaciones del barrio que se remonta a las primeras décadas del siglo XX y
se materializa en los paisajes urbanos. En este sentido, Fabaron
afirma que la noción de paisaje de La Boca se asocia a ciertos usos del color y
a una comprensión compartida desde la cual suscribir o disputar la noción
cliché que se inscribe en las narrativas acerca de la Nación y la
“argentinidad”. La dimensión visual de estas representaciones es central. Es
por ello que las reflexiones evocan elementos ya clásicos como el Riachuelo, lo
portuario, el antiguo transbordador y el nuevo puente, el conventillo
multicolor, la obra de artistas como Benito Quinquela Martín, los colores azul
y oro, las murgas, el carnaval, y el tango.
Esta historia barrial de
la que participan instituciones y organizaciones, vecinos y vecinas, parte de
una red asociativa, también se encuentra signada por intereses ajenos, privados
y estatales, mediante la patrimonialización e
implantación de signos visuales que sirven al turismo. De este modo, el tercer
capítulo introduce las variables de un proceso de reapropiación de los símbolos
tradicionales que comienza en un pasado cercano, se actualiza y se refuerza día
a día. En línea con los procesos de neoliberalización
y globalización, la ciudad de Buenos Aires planifica un paisaje cultural para
el consumo y la multiculturalidad asociados al turismo desde la década de 1990:
la producción de valor de áreas urbanas, las políticas de patrimonio y la
creación de distritos “creativos” contribuyen a una marcación visual y estética
de la ciudad en pos de competir por recursos con
otras. Este escenario vuelve necesario un análisis de las políticas de
reconversión urbana del barrio que operan transformando lo existente para
nuevos usos públicos con un énfasis en lo visual. Fabaron
observa que los distintos tipos de intervenciones son guiadas por propósitos
diversos y manifiestan una tensión entre lo local y lo global. “Recuperar” un
espacio degradado para el consumo turístico, transformar un lugar en sagrado y
de encuentro o recordar muertes jóvenes violentas mediante expresiones
artísticas.
Las diferencias entre
las experiencias mencionadas se expresan en términos territoriales, como bien
evidencia la autora en el cuarto capítulo del libro, donde reconstruye las
principales demarcaciones espacio-temporales por las cuales los habitantes
definen las zonas y sus límites. Existen “lugares del barrio” y “lugares del turismo” que
entran en tensión. Sin embargo, las fronteras espaciales y sociales no se
trazan solamente entre quienes “son del barrio” y quienes “no son del barrio”,
sino que también se revelan en la delimitación de zonas, denominaciones, mapas,
temporalidades, usos y recorridos en el espacio barrial. El quinto capítulo está dedicado a las relaciones entre
cuerpos, paisajes urbanos cotidianos y formas de identificación-alterización,
focalizando en el análisis de las prácticas espacio-temporales y las
interacciones sociales en las calles del barrio. En La Boca los espacios de
circulación jurídicamente públicos (veredas, calles, plazas,) son utilizados
por sus habitantes para estar, como parte de la vida cotidiana. Estos espacios
de proximidad matizan las demarcaciones entre zonas y fronteras a la vez que
refuerza la distinción entre “lugares”.
Allí, las marcas
visuales como monumentos, murales y grafitis –entre otras–, buscan imponer
sentidos particulares de lugar, disputando así las relaciones de poder y la
legitimidad de su intervención. Los hallazgos centrales que Fabaron
revela en el sexto capítulo, aseveran que junto a los usos estratégicos de las
imágenes orientadas a una reconversión urbana para atraer inversiones y
consumidores de sectores medios-altos, existen numerosas prácticas de imagen
que no son instrumentales a este objetivo. Siguiendo a Alfred Gell, la autora encuentra que artefactos visuales como los
murales, implican una “agencialidad secundaria” que objetivan relaciones y
prácticas, produciendo efectos concretos en la vida social.
El último capítulo
entonces, muestra cómo en la materialización de las disputas por los usos y
sentidos de los espacios, los actores recurren tanto a una tradición de simbolizaciones
visuales propias del barrio como a la incorporación de nuevas estéticas. Desde la “ambigüedad
constitutiva” que Adrián Gorelik propone para pensar
la urbe, Fabaron explora las acciones de sus
interlocutores en el vínculo con los modos diferenciales y desiguales de
imaginar y habitar el barrio, disputar los sentidos, la apropiación, los usos
del espacio
y reclamar su derecho a ser productores culturales. Finalmente,
la autora se posiciona entre la ciudad planificada y los practicantes diarios
de la ciudad para dar cuenta de qué modo se construyen las relaciones y las
tensiones entre los paisajes urbanos cotidianos y los paisajes culturales a
partir de prácticas de imagen realizadas por sujetos que se encuentran
atravesados por relaciones desiguales de poder.
Alejándose de posturas dicotómicas
que señalan únicamente la capacidad de agencia “desde abajo” o el poder
totalizante “desde arriba”, Fabaron considera la
complejidad de los procesos estudiados y los factores
sociales, culturales, políticos y económicos que entran en juego en el
entramado social. Esta investigación evidencia etnográficamente la importancia
de la productividad propia de las imágenes para el análisis social. Su aporte a
los estudios sociales urbanos, a la antropología visual y a las discusiones en
torno al arte es destacable ya que se ocupa de desentrañar –y vincular–
problemáticas contemporáneas como la estetización del marketing urbano y las
iniciativas autogestivas.