Sabina Frederic
Buenos Aires, Siglo XXI Editores
2020, pp. 264
por Matías Paschkes Ronis
EIDAES – UNSAM
matiasronis85@gmail.com
Cómo citar esta reseña: La gendarmería desde adentro. De centinelas de la patria al trabajo en barrios, cuáles son sus verdaderas funciones en el siglo XXI. De Sabina Frederic. Matías Paschkes Ronis, Etnografías Contemporáneas 8 (15).
El libro de Sabina Frederic, doctora en Antropología Social (Universidad de Utrecht), investigadora independiente del CONICET y ex Ministra de Seguridad de la Nación (10 de diciembre de 2019 - 20 de septiembre de 2021), no constituye, tal como se puede pensar, una investigación sobre políticas de seguridad, o por lo menos no es solo eso. Indagar acerca de las “verdaderas funciones”, tal como anticipa el subtítulo, de la Gendarmería, implica –lejos de lo que aparenta el adjetivo– desencializar el rol de una fuerza para dar cuenta de sus profundas transformaciones sucedidas al calor de comienzos de este siglo. Transformaciones tan profundas como “imperceptibles” –significante central a lo largo del libro– que solo la mirada, la escucha y la implicación corporal y emocional de la antropóloga puede dar cuenta.
Se puede decir que su investigación no trata simplemente del análisis de políticas de seguridad porque el peso de la primera palabra absorbe por completo a la segunda. En este sentido, si debemos enmarcar su trabajo en un (sub)área disciplinar –tarea que nunca es del todo justa– quizás la que mejor encaje es la de la antropología política. Pues, el trabajo de Frederic es, fundamentalmente, un estudio sobre las instituciones del Estado argentino y sus transformaciones.
Lo interesante del libro es que aborda la política estatal desde la perspectiva de la Gendarmería Nacional, a la cual define como “‘el borde’ de la política del Estado” (p. 95) cuya tarea histórica como “centinelas de la Patria” fue justamente la gestión de las poblaciones en las zonas fronterizas y que a comienzos del siglo XXI tuvo que empezar a cumplir tareas en los “bordes” internos, en esos espacios de abandono y marginalidad a los que el Estado parece no poder llegar.
Cabe resaltar la idea de “gestión de las poblaciones” que realiza la Gendarmería, porque Frederic da cuenta de un trabajo político (entendiendo el término en su sentido más amplio) más allá de las tareas propias de la seguridad. Justamente, la hipótesis fuerte del libro se vincula al proceso de “politización de lo militar y militarización de la política” (p. 246) que se produce paradójicamente en el período kirchnerista. Esto es, en un momento histórico posneoliberal, atravesado por una épica de inclusión social, de recuperación del Estado de Bienestar, de derechos humanos y, fundamentalmente –y esta es la segunda paradoja–, marcado por una fuerte confrontación y desconfianza a las fuerzas militares. Es en este contexto que se produce la “imperceptible delegación política” de la gestión de las poblaciones de estos “bordes” internos a la Gendarmería que crece exponencialmente durante esos años producto de la ampliación de sus funciones.
Lo imperceptible señala así varias cosas: 1) la imperceptible dimensión política que se oculta bajo la perspectiva de la seguridad; 2) los imperceptibles cambios institucionales del Estado argentino; 3) las tareas concretas muchas veces imperceptibles de Gendarmería; y, por último, pero no menor, 4) la dimensión humana y emocional de los gendarmes de carne y hueso, sus anhelos, impotencias, miedos y frustraciones. A todos estos cambios y procesos “imperceptibles” el enfoque etnográfico suma la subjetividad de la propia antropóloga –también atravesada por anhelos y miedos, confianzas y desconfianzas, del arco político progresista argentino– que deviene luego Ministra de Seguridad de la Nación.
En los primeros tres capítulos del libro, Frederic aborda los diferentes espacios de acción de la Gendarmería. En el primero describe la experiencia de los gendarmes que prestan servicio en un móvil antidisturbios emplazado en la localidad de Ezeiza. En dicho móvil se encontraban los miembros del SEI (Sección de Empleo Inmediato) de la gendarmería quienes constituyen, según sus propios términos, el grupo “más militar” de la fuerza. Este grupo participó de las represiones de las protestas de Lear en el 2014, en el conflicto de Cresta Roja en el 2015 y su primera actuación en CABA fue durante diciembre del 2017 reprimiendo la protesta durante el debate de reforma de la ley previsional. Frederic describe a los gendarmes no como sujetos pasivos que esperan cumplir órdenes sino, por el contrario, como mediadores centrales que deben convivir y negociar con los manifestantes durante los cortes de rutas, como así también traducir y conformar sus propios criterios de acción cuando se ven confrontados a órdenes contradictorias entre las que emana el poder ejecutivo y el judicial para poder así protegerse ellos mismos. Gran parte de los desenlaces violentos y las represiones son explicadas, desde la perspectiva de los gendarmes, por haberse sentido desprotegidos por el poder político y debido al cansancio y a las contradicciones a las que se ven sometidos.
En el segundo capítulo la antropóloga analiza la trama sociopolítica alrededor del homicidio de un bagayero en la localidad salteña de Orán. Frederic expone los límites de la mirada jurídica para entender la gestión de estos conflictos. Describe la ciudad de Orán como “una frontera caliente” (p. 91), producto de la degradación de los derechos de ciudadanía de la población que en su mayor parte sobrevive gracias al tráfico ilegal de mercancías con Bolivia. La función de control de los gendarmes se encuentra sobrepasada y, en la mayoría de los casos, sus tareas más que depender de órdenes verticales son productos de microdecisiones cotidianas que se realizan en función de lecturas de contextos específicos y relación con otros organismos del Estado.
En el tercer capítulo Frederic describe las experiencias de los Gendarmes que forman parte del Operativo Cinturón Sur, creado en junio del 2011 y a partir del cual se dispuso a más de 2400 efectivos a patrullar los “complejos urbanos conflictivos” de la zona sur de CABA. Me interesa rescatar aquí, nuevamente, las habilidades que los gendarmes tuvieron que aprender a poner en práctica para “adaptarse” a este nuevo “borde del Estado” diferente a las zonas fronterizas donde esta fuerza se desarrolló tradicionalmente. La autora da cuenta con precisión acerca de cómo los gendarmes traducen los saberes adquiridos en las fronteras de Paraguay y Bolivia a la realidad de las villas del sur, como ponen en juego sus habilidades de mediación, conversación y negociación para gestionar políticamente esas poblaciones, organizar a sus referentes, encauzar los problemas y conflictos. El “aguante” y la “adaptación” constituye así los principales desafíos de la fuerza en el territorio. Adaptarse en muchos casos tiene que ver con “policiarse”, esto es, aprender a flexibilizar muchas normas militares que resultan “inútiles” en dichos contextos. Ahora bien, esta situación de “aguante” –al igual que en los dos capítulos anteriores– tiene sus consecuencias tanto en el cuerpo como en las emociones y subjetividades de los integrantes de la fuerza que Frederic también indaga.
La dimensión de la corporalidad y las emociones constituye así una zona “imperceptible” de indagación que la antropóloga se permite explorar. Respecto a la situación de los gendarmes en los primeros tres capítulos, Frederic describe el desarraigo, las incertidumbres, la “expropiación del tiempo y de los cuerpos”, las impotencias en sus tareas cotidianas, los miedos y las crisis de identidad de los miembros de la fuerza. Todas estas emociones según la perspectiva de los gendarmes constituyen factores explicativos de la agresividad con que resuelven diferentes conflictos cuando se ven sobrepasados, cansados y atravesados por múltiples y contradictorias órdenes.
Resulta interesante rescatar también el modo en que Frederic da cuenta en el último capítulo del “caso Maldonado” en función de cómo impactó en la sociedad argentina activando la emoción del miedo la cual, lejos de provocar la desintegración social, activa cierta memoria colectiva que organiza a la comunidad política argentina a partir de la desconfianza en las fuerzas armadas. Esta situación impactó en ella misma como antropóloga, “dislocando” su propio trabajo de campo y la relación de confianza construida con Gendarmería a través de los años.
Los costos físicos y psíquicos del trabajo del gendarme analizados a lo largo del libro estuvieron históricamente compensados por la misión trascendental que cumplían como “Centinelas de la Patria”. Los cambios en las condiciones de trabajo y, fundamentalmente, las nuevas misiones en los “bordes internos”, impactaron de lleno en la subjetividad de los gendarmes, en especial en las nuevas generaciones, generando, según Frederic, una “metamorfosis en el contrato de subordinación”. Según la antropóloga este proceso de expansión de la fuerza y la incorporación de nuevas generaciones, tal como lo analiza en el capítulo 4, sumado a las críticas a las condiciones de trabajo y a las nuevas tareas explican la insubordinación pública y masiva ocurrida en octubre del 2012 que fue interpretada por el oficialismo en su momento como un intento de golpe de Estado –en consonancia con los procesos ocurridos por ejemplo en Brasil y, especialmente, en Ecuador durante el gobierno de Rafael Correa–.
La interpretación realizada por Frederic en ese momento del conflicto, expresada públicamente en un diario nacional, constituyó el inicio de una relación de confianza con la fuerza que le permitió realizar gran parte de su trabajo de campo. El libro “La Gendarmería desde adentro”, publicado en el 2020 y presentado por primera vez ante la misma fuerza no solo como académica, sino ya como Ministra de Seguridad de la Nación, nos permite a nosotros como lectores no solo conocer desde adentro a esta fuerza y sus transformaciones, sino también reconocernos como comunidad política moral en las relaciones y vínculos que tenemos con estas instituciones, en especial, en esa “común humanidad” que nos liga y que la antropóloga logra rescatar como momento crucial en la represión del 2017 cuando los gendarmes se quitan las máscaras a pedido de los manifestantes y uno de éstos grita: “¡Eh! Mirá, son personas” (p. 78).