Trabajos originales de investigación

Etnografía carcelaria en tiempos de pandemia: Examinando la detención y deportación de migrantes durante el COVID-191

Ulla D. Berg
Departamentos de Antropología/Estudios Latinos y Caribeños, Universidad de Rutgers, New Brunswick, NJ
uberg@lcs.rutgers.edu
https://orcid.org/0000-0002-4724-2969

Sarah Tosh
Departamento de Sociología, Antropología y Justicia Penal, Universidad de Rutgers, Camden, NJ
sarah.tosh@rutgers.edu
https://orcid.org/0000-0002-7017-9777

K. Sebastian León
Departamentos de Justicia Penal/Estudios Latinos y Caribeños, Universidad de Rutgers, New Brunswick, NJ
ksl96@lcs.rutgers.edu
https://orcid.org/0000-0001-6754-6137

Resumen

Cada año, el gobierno de los Estados Unidos detiene y deporta a cientos de miles de personas que antes de su deportación son recluidas durante un promedio de 55 días. Los efectos a corto y largo plazo de la pandemia del coronavirus en la detención y deportación de migrantes continúan siendo evaluados en tiempo real, incluyendo una mejor manera de estudiarlo. Este artículo proporciona un análisis puntual sobre la relación entre la aplicación de la Ley de Inmigración y el confinamiento, las emergencias de salud pública y los métodos etnográficos. Esto proporciona dos aportes. El primero es metodológico y se enfoca en los desafíos y oportunidades de los métodos etnográficos en entornos penitenciarios cuando los protocolos relacionados con la pandemia han planteado desafíos adicionales a la etnografía carcelaria presencial. La segunda contribución es empírica y documenta cómo adaptamos métodos etnográficos a un diseño de investigación interdisciplinario y a las exigencias de la pandemia para estudiar la propagación del coronavirus en cuatro centros de detención de migrantes en Nueva Jersey, EE.UU.
Palabras clave: etnografía, COVID-19, estudios carcelarios, detención de migrantes, deportación

Carceral ethnography in a time of pandemic: Examining migrant detention and deportation during COVID-19.

Abstract

Each year the United States government detains and deports hundreds of thousands of people who prior to their removal are held in confinement for an average of 55 days. The short and long-term effects of the coronavirus pandemic on migrant detention and deportation continue to be evaluated in real time, including how we can best study it. This paper provides a timely analysis on the relationship between immigration enforcement and confinement, public health emergencies, and ethnographic methods. It makes two contributions. The first is methodological and focuses on the challenges and opportunities of ethnographic methods in carceral settings when pandemic-related protocols have raised additional challenges to conventional in-person prison ethnography. The second contribution is empirical and documents how we adapted ethnographic methods to an interdisciplinary research design and to the exigencies of the pandemic to study the spread of the coronavirus in four immigrant detention facilities in New Jersey, USA.
Keywords: Ethnography, COVID-19, carceral studies, migrant detention, deportation

Introducción

Son las 11 de la mañana de un viernes de junio de 2020, y First Friends of NJ and NY está a punto de salir al aire en Facebook.2 Desde marzo de 2020, esta organización por los derechos de los migrantes con sede en Nueva Jersey y que brinda visitas voluntarias, asistencia después de la liberación y apoyo a los migrantes detenidos y solicitantes de asilo, ha organizado actualizaciones semanales, y luego quincenales, a través de Facebook para poner al día a su comunidad de voluntarios con datos de supuestas infecciones por coronavirus en cuatro de los centros de detención de Nueva Jersey: el Centro Correccional del Condado de Hudson (HCCC), el Centro Correccional del Condado de Essex (ECCF), la Cárcel del Condado de Bergen (BCJ) y el Centro de Detención de Elizabeth (EDC), donde el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, siglas en inglés) de EE.UU. mantiene cautivos a migrantes en riesgo de ser deportados en los tribunales de inmigración de Nueva York y Nueva Jersey.3 La mayoría de los viernes por la mañana, miembros de nuestro equipo de investigación—formado en la primavera (2020) en medio de una crisis de salud pública para estudiar la relación entre el coronavirus y la detención y deportación de migrantes en Nueva Jersey—se conectaban desde oficinas improvisadas en sus casas, a causa de la pandemia, a las sesiones en vivo para unirse a esta comunidad de activistas y defensores y escuchar las últimas noticias del COVID en los centros de detención de Nueva Jersey, tomar notas y confirmar que la sesión informativa fuera grabada para su posterior transcripción, revisión y análisis.

Los Estados Unidos tienen el sistema de detención de migrantes más grande del mundo (Young, 2020), que actualmente incluye más de 200 centros públicos y privados de detención y cárceles. Al comienzo de la pandemia de COVID-19, el sistema de detención de EE.UU. operaba con una capacidad ampliada que había sido instaurada por el gobierno de Trump, con una población diaria récord de más de 50.000 migrantes (ICE, 2020). A fines de febrero de 2021, un año después del inicio del gobierno de Biden, la agencia de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) de EE.UU. informó una baja histórica de 13.529 personas detenidas por ICE. Sin embargo, esto no fue un reflejo de políticas más humanas y favorables a los inmigrantes, sino que se debió a una combinación de menos cantidad de nuevos cruces por la frontera entre EE.UU. y México; de transferencias, así como de algunas liberaciones, incluyendo las relacionadas por compasión con el COVID-19; y deportaciones (ICE, 2020; TRAC, 2021). Aún así, sabemos poco sobre el movimiento de personas alrededor del sistema de detención durante la pandemia, y solo ahora hay académicos que están comenzando a reconstruir este capítulo particularmente oscuro y reciente de la historia de la detención y deportación de EE UU.

A diferencia de las investigaciones previas a la pandemia sobre fenómenos carcelarios, en los cuales los investigadores habrían intentado acceder a los centros de detención para hablar en persona tanto con los funcionarios como con los detenidos (ver, por ejemplo, Drake et al., 2015; Gill et al., 2018; Hammersley, 2015; Rhodes, 2015), ahora gracias a la pandemia eso no es posible. Sin poder ingresar a los centros de detención debido a las restricciones de acceso relacionadas con el COVID, la capacidad de realizar entrevistas a distancia con guardias y administradores, abogados, activistas y migrantes en detención, y al mismo tiempo estar en sintonía para aprender virtualmente de activistas y de la comunidad que defiende los derechos de los detenidos, fue fundamental para comprender si los prisioneros y los detenidos estaban siendo intencionalmente sometidos a condiciones que podrían resultar en una enfermedad prematura relacionada con el COVID o incluso en la muerte (ver Hawkins y Stodder, 2020; ICE, 2021; Irvine et al., 2020, o el registro en las redes sociales de #FreeThemAll). Al escuchar directamente de los miembros de First Friends que se comprometieron a diario y directamente con las instituciones de confinamiento, comenzamos el proceso, a distancia y de primera mano, de obtener acceso a las personas y lugares de importancia inmediata en el nexo entre el COVID-19, las instituciones de justicia penal y la detención y deportación de migrantes. La forma en que la información de las pruebas de COVID-19 era obtenida, comunicada y respondida, tanto para los reclusos como para los miembros del personal en las cuatro instituciones del estado de Nueva Jersey a través de estas sesiones informativas, se convirtió en una fuente de investigación etnográfica que compartimos en este artículo.

Nuestro objetivo aquí es doble: por un lado, ofrecer conocimientos etnográficos obtenidos a distancia sobre cómo la transmisión del COVID-19 es experimentada y entendida por individuos en diferentes posiciones que se cruzan en espacios carcelarios y cómo se intentó y se impugnó su contención. Por otro lado, el artículo también trata sobre las formas en que hemos experimentado las exigencias de realizar investigaciones políticamente sensibles al tiempo y con métodos etnográficos que han sido desafiados fundamentalmente por mandatos de distanciamiento social y de órdenes de quedarse en casa, superpuestas a las dificultades preexistentes de comprender el alcance y la escala total de lo que sucede en las cárceles, prisiones y centros de detención en los Estados Unidos. Este enfoque dual refleja el doble propósito de la etnografía carcelaria propuesta previamente por los etnógrafos carcelarios (Drake et al., 2015: 2), que cuando se adapta al contexto de la pandemia, permite examinar en qué puede contribuir la etnografía (a distancia) a la comprensión de la prisión/centro de detención y así también qué investigación sobre detención, realizada a distancia durante una emergencia de salud pública, puede contribuir a repensar la empresa etnográfica.

En las siguientes secciones, ofrecemos primero una discusión general sobre el trabajo de campo etnográfico durante la pandemia, seguida de una discusión más específica sobre el estudio de los espacios de detención durante el pico de confinamiento, cuando los protocolos relacionados con la pandemia plantearon desafíos adicionales a la etnografía carcelaria convencional. La pandemia de coronavirus plantea nuevas ideas pedagógicas y empíricas y su impacto en el emprendimiento etnográfico constituye un enfoque principal de este artículo. Aquí hacemos una crónica de cómo llevamos a cabo una investigación sensible al tiempo y políticamente, con metodologías que han sido fundamentalmente cuestionadas. A esto le sigue una discusión sobre las formas en que aplicamos y adaptamos métodos etnográficos a un diseño de investigación interdisciplinario y a las exigencias de la pandemia, mientras estudiamos, en forma remota, la propagación del coronavirus en cuatro centros de detención de migrantes locales en Nueva Jersey, EE.UU. En general, nuestro enfoque en este artículo se refiere a cómo podemos investigar y escribir etnográficamente sobre la detención de migrantes “en tiempos de corona”4 —no a pesar de la pandemia, sino reformada e incluso revitalizada por ella— confiando más plenamente en la colaboración y trabajo de equipo interdisciplinario. Por lo tanto, aquí defendemos un enfoque holístico de la investigación etnográfica en entornos penitenciarios que puede abordar los desafiantes enredos de la logística y la epistemología en la producción de conocimiento etnográfico durante una emergencia de salud pública.

El COVID-19 y el trabajo de campo etnográfico en entornos penitenciarios

La implementación de alternativas temporales al trabajo de campo de inmersión en persona y los métodos etnográficos durante tiempos de crisis no es algo nuevo en las ciencias sociales. Durante la Segunda Guerra Mundial, antropólogos como Ruth Benedict y Margaret Mead no pudieron viajar y realizar trabajos de campo fuera de los Estados Unidos debido a la guerra, la destrucción y las restricciones de viaje impuestas por el gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, recurrieron al estudio a distancia de sociedades y culturas a través de producciones culturales incluyendo películas, novelas, poesía y otras expresiones (Mead y Metraux, 2000 [1953], Patterson, 2001; Postill, 2017), investigación en algunos casos comparable a los esfuerzos de los “antropólogos de sillón” del siglo XIX antes de la invención del trabajo de campo moderno de Malinowski (Podjed, 2021). Hoy en día, el trabajo de campo de inmersión –que no es cara a cara y en persona– se ha normalizado cada vez más, no solo ante las pandemias y otras emergencias globales, sino también porque las comunidades virtuales y en línea ahora están ampliamente establecidas como sitios legítimos de sociabilidad humana, prácticas culturales e investigación etnográfica en una variedad de subcampos (p. ej., Boellstorff, et al., 2012; Shumar y Madison, 2013; Smets et al., 2014; Wilson y Peterson, 2002).

La investigación de información etnográfica realizada de forma remota durante la pandemia probablemente va a proliferar en los próximos meses y años, especialmente porque los investigadores han tenido que enfrentarse a la pregunta de qué alternativas seguras podrían existir para las interacciones y los encuentros en persona. Algunos se han “quedado en el pasado” deliberadamente, optando por investigar y escribir en forma aislada con materiales etnográficos preexistentes a la pandemia junto con formas más tradicionales de investigación de archivo (Käihkö, 2020a). Otros han señalado la renovada importancia de los medios digitales y en línea para la empresa de investigación, aunque reconocen que los medios digitales como archivos etnográficos presentan su propio conjunto de desafíos (DeHart, 2020). De hecho, la etnografía digital (Pink, 2016), la etnografía remota (Postill, 2017) y la netnografía (Kozinets, 2010) han experimentado un renacimiento y se han unido a nuevos conceptos como la chatnografía (Käihkö, 2020b) como alternativas que permiten a los investigadores continuar practicando la etnografía durante la pandemia. De hecho, nuestro equipo no está solo al reflexionar sobre cómo el COVID-19 ha afectado no solo a las prácticas y los procesos que estudiamos etnográficamente, sino también a cómo los estudiamos.

El COVID-19 también dio lugar a críticas revisionistas entre algunos etnógrafos que sugieren que tal vez el trabajo de campo en la modernidad nunca fue tan exclusivamente en persona e inmersivo como se sugiere y que la etnografía contemporánea, antes de la pandemia, ya se había ajustado significativamente a los desafíos de la vida moderna y sus instituciones. Günel, Varma y Watanabe (2020), por ejemplo, reconocen en su convincente “Manifesto for patchwork ethnography” que la dependencia de muchas fuentes de datos diferentes y fragmentadas, en parte como resultado de condiciones de vida y de trabajo cambiantes, no tiene por qué comprometer la integridad del paradigma etnográfico y del proyecto antropológico, aun cuando también han transformado la producción de conocimiento etnográfico. Extendemos el punto de Günel, Varma y Watanabe para argumentar el beneficio explícito de una estrategia de investigación que “ensambla” diferentes fuentes de datos y aborda los desafiantes enredos de la logística y la epistemología en la producción de conocimiento etnográfico. En el contexto de COVID-19, la etnografía colaborativa debe reconocerse más plenamente no solo como una adaptación sensata y temporal a la pandemia y sus secuelas, sino también como parte central de los nuevos tipos de asociaciones etnográficas y teóricas que la pandemia hizo posible, lo cual continuará contribuyendo a expandir los límites de la práctica disciplinaria y el impacto en los próximos años (cf. Boyer y Marcus, 2021; Davis y Craven, 2016; Fischer, 2021). De hecho, la combinación de los puntos fuertes de cada uno de los coautores dentro de nuestro equipo, nos permitió avanzar en un enfoque etnográfico híbrido y trabajar a un ritmo que solo fue posible por medio de un equipo de varias personas.

La intensificación de los entornos a distancia y en línea en la investigación y la docencia, que se volvieron más predominantes y visibles durante la COVID-19, también creó nuevas desigualdades en términos de nuestra capacidad para contribuir a la producción de conocimiento etnográfico, tanto para los investigadores como para los participantes del estudio. Por ejemplo, nos encontramos reflexionando sobre formas implícitas y explícitas de clasismo y capacitismo que son producidas y reproducidas por las condiciones laborales pandémicas. De alguna manera, la capacidad de observar y participar digitalmente depende menos de qué tan lejos podamos "sumergirnos" en el campo y por cuánto tiempo, sino de la calidad de nuestros arreglos de vivienda, la estabilidad de nuestra conexión a Internet y si nuestros recursos y privilegios personales, gubernamentales e institucionales permiten servicios críticos que hacen posible el trabajo etnográfico (a distancia), siendo los más importantes espacios de trabajo adecuados y cuidado de los niños para aquellos con roles de padres y cuidadores. Lo mismo es cierto para los participantes de la investigación. Participar en una entrevista realizada en forma remota puede ser fácil para el participante con tiempo disponible, una oficina tranquila y acceso sin problemas a Zoom u otras plataformas, pero es menor para el participante que trabaja desde su casa junto con otros miembros de la familia en viviendas pequeñas o ruidosas, o para el migrante recientemente liberado sin una situación de vida estable que necesita privacidad y tiempo de inactividad para reflexionar críticamente y hablar sobre experiencias potencialmente desencadenantes por haber estado detenido durante la pandemia. Sugerimos que estas circunstancias sean tenidas plenamente en cuenta al establecer entrevistas etnográficas realizadas a distancia y al evaluar los datos obtenidos de dichas entrevistas y de la observación de los participantes en comunidades en línea o digitales.

Además, los etnógrafos de las prisiones han identificado durante mucho tiempo cuestiones metodológicas, epistemológicas y éticas específicas en torno al trabajo etnográfico en espacios de confinamiento que podrían ser aplicadas productivamente a la reinvención de la praxis etnográfica durante la pandemia. Estos incluyen el acceso de la investigación a los lugares de detención y encarcelamiento para documentar la vida cotidiana y las rutinas en estas instituciones (Bosworth y Kellezi, 2016; Hasselberg, 2016; Maillet et al., 2017; Wacquant, 2002); cuestiones de ética de la investigación y reflexividad en el estudio de entornos carcelarios (Bell y Wynn, 2020; Bosworth y Kellezi, 2017; Esposito, 2017; Hammersley, 2015; Turnbul,l 2018); la relación prisión-sociedad y la articulación entre mundos intramuros y extramuros (Boe, 2020; Brown y Schept, 2017; Cunha, 2014; Fassin, 2017; Gill, et al., 2018; Weegels et al., 2020), y la importancia de la contextualización de los observaciones desde dentro de los muros de la prisión con otras instituciones relacionadas, incluidos los tribunales, la policía y los múltiples actores estatales y no estatales en la infraestructura de deportación (Barak et al., 2020; Berg, 2021; Conlon y Hiemstra, 2017; Coutin, 2003; Könönen, 2019; Mountz et al., 2013; Provine et al., 2016). Muchas de estas preocupaciones destacadas por los etnógrafos de la prisión se pueden aplicar al contexto de la pandemia de manera más amplia y nos ayudaron a concebir nuestra estrategia de investigación para este proyecto. Esta investigación penitenciaria "pre pandémica" también nos ayudó a contextualizar nuestros hallazgos y a tener en cuenta el "excepcionalismo de la investigación pandémica" (London y Kimmelman, 2020).

Cuando la observación etnográfica in situ en lugares de confinamiento, como los centros de detención de inmigrantes, se volvió imposible debido a preocupaciones de seguridad tanto por parte de los participantes como de los investigadores, los investigadores de detención y encarcelamiento tuvieron que adoptar estrategias compuestas para acercarse a una comprensión de cómo el COVID-19 está afectando los espacios y procesos carcelarios que estudiamos. Uno de los ajustes requeridos fue metodológico e incluyó la transición de métodos presenciales a métodos remotos de recopilación de datos. El otro era epistemológico y tenía que ver con la redefinición del objeto de estudio lejos del centro de detención como un lugar físico y hacia los sistemas y procesos de detención ampliamente concebidos (ver Brooks y Best, 2021; Könönen, 2021; Turner y Peters, 2016). En particular, los estudios que fueron modelo de dichos movimientos conceptuales más allá de los muros de la prisión para considerar el sistema carcelario y la condición como "atravesados ​​por varias circulaciones que llegan dentro y más allá de sus límites" (Gill et al., 2018: 183) fueron útiles para enmarcar nuestro análisis de los variados impactos del COVID-19 en los sistemas y procesos de detención y deportación de inmigrantes. Finalmente, había cuestiones éticas en torno a la realización de investigaciones en un espacio y sobre el manejo de una población cautiva que, en muchos sentidos, eran 'blancos fáciles' (Raff, 2020) esperando que llegara el virus y potencialmente matarlos (Rosas y Raymond, 2020), y la responsabilidad y urgencia que sintió nuestro equipo de redactar, difundir nuestros hallazgos y contribuir a influenciar en la política pública y la opinión sobre las consecuencias de vida o muerte de los inmigrantes detenidos en los Estados Unidos.5

Cuando el gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, declaró el estado de emergencia en el estado el 9 de marzo de 2020 debido al coronavirus, nuestra universidad creó un centro institucional para actividades de investigación relacionadas con el COVID-19, que incluía oportunidades de financiación intramuros para la investigación biomédica y de ciencias sociales. Nuestro proyecto titulado “Detención de inmigrantes, deportación y transmisión del COVID-19: reto para la salud pública y la seguridad en Nueva Jersey” –parte de la primera ronda de propuestas financiadas– se diseñó explícitamente en torno a los desafíos éticos y logísticos de la pandemia del coronavirus y obtuvo la aprobación de nuestra Junta de Revisión Institucional (IRB). Nuestro estudio propuso examinar cuatro centros de detención en el estado de Nueva Jersey: la Cárcel del Condado de Bergen, el Centro Correccional del Condado de Essex, HCCC y el EDC de propiedad privada. Estábamos particularmente interesados ​​en examinar el papel de la detención de inmigrantes en el intento de contención del COVID-19, los efectos de la respuesta a la pandemia en los migrantes detenidos y los procesos del sistema de inmigración. Nuestros métodos de recopilación de datos incluyeron entrevistas en Zoom semiestructuradas con administradores de cárceles, abogados de inmigración, representantes de organizaciones sin fines de lucro y migrantes recientemente liberados; análisis de contenido de la cobertura relevante de los medios; observación participando en eventos públicos en línea y presenciales; y la creación de una base de datos cuantitativa que registre estimaciones de pruebas positivas a lo largo del tiempo en las instalaciones que están siendo estudiadas. Nos basamos en la investigación previa de cada miembro del equipo y las experiencias y compromisos activistas con la detención de inmigrantes, la investigación de deportación y los sistemas carcelarios. Publicamos un primer conjunto descriptivo de hallazgos empíricos sobre la transmisión del COVID en cuatro centros de detención de Nueva Jersey en abril de 2021 (Tosh et al., 2021), pero no brindamos un tratamiento sólido a las características metodológicas o epistemológicas del proceso de investigación cualitativa. En el resto de este artículo, exploramos los desafíos que enfrentamos al ejecutar este diseño de investigación y compartimos ejemplos de los hallazgos que pudimos generar de forma remota con estas metodologías.

‘Acercamiento’ a la etnografía a distancia: Acceso, entrevistas, observación de participantes y mantenimiento de registros digitales

Desde el comienzo de la pandemia, los cuatro centros de detención de Nueva Jersey en nuestro estudio estuvieron cerrados al público, incluidas las visitas de familiares, abogados, visitantes voluntarios, periodistas e investigadores. Debido a esta falta de presencia, tuvimos que confiar en el acceso y las metodologías de investigación a distancia, incluidas las entrevistas en Zoom y la observación de participantes en espacios digitales. Los resúmenes de Facebook Live organizados por First Friends y presentados al comienzo de este artículo sirvieron como nuestro punto de entrada al "campo" y rápidamente se convirtieron en un sitio etnográfico central para nuestro proyecto sobre la propagación del COVID-19 en los centros de detención de migrantes de Nueva Jersey. Por lo general, las sesiones informativas comenzaban con una descripción general de la población de detenidos de ICE en cada instalación, comparándola con la semana anterior y con el panorama nacional. Esta descripción general fue seguida por una actualización detallada, por institución, ofrecida por el Director del Programa First Friends y la inclusión de datos obtenidos por First Friends de los guardias sobre casos positivos de COVID-19 en aislamiento, detenidos completamente recuperados, casos positivos de COVID-19 entre el personal y los oficiales, el personal y los oficiales que se recuperaron por completo, las liberaciones de ICE que ocurrieron después del informe previo y las nuevas llegadas de ICE. Las sesiones informativas nos dieron acceso a datos de infecciones y pruebas de COVID-19 realizadas que se actualizaban semanalmente en las cuatro instituciones en donde realizamos nuestro estudio y nos permitió monitorear tanto la cantidad de detenidos por ICE que las cárceles habían comunicado, como la evolución de los resultados positivos de las pruebas realizadas durante el transcurso del estudio. Más allá de esto, nos permitieron contemplar las políticas de gestión y control de datos en asociaciones público-privadas en el campo del control migratorio. Los datos sobre pruebas e infecciones ofrecidos en las sesiones informativas a menudo iban precedidos o acompañados de una discusión sobre la voluntad de las instituciones, o la falta de ellas, de divulgar esta información al público y sobre la confiabilidad percibida de la información proporcionada.6 Las sesiones informativas generalmente terminaban con una breve actualización sobre las actividades realizadas por First Friends después de la liberación de detenidos, incluyendo transporte, vivienda y asistencia en efectivo para ellos, la coordinación y publicación de fianzas de inmigrantes,7 y un llamado a accionar, a menudo como invitación para unirse después de la reunión, y hacer llamadas a los centros de detención o funcionarios locales. Nuestra participación como observadores en estos y otros eventos en línea nos llevó a evaluar, en tiempo real, la eficacia de los métodos de investigación in situ remotos frente a los tradicionales para navegar los muchos desafíos de la "etnografía de la detención" durante una emergencia de salud pública.

Las entrevistas en Zoom con los interesados fueron otro componente clave de nuestra investigación. En general, los administradores de las cárceles locales fueron muy comunicativos, más de lo que esperábamos, y estuvieron disponibles para las entrevistas a distancia, después de haber recibido la invitación formal para participar en nuestro estudio. Algunos de ellos también nos invitaron a sesiones informativas en línea y audiencias públicas. Lo mismo pasó con los abogados, los que brindan apoyo y migrantes que habían sido detenidos. Las excepciones, como era de esperar, fueron los directivos y el personal de EDC a cargo de la empresa con fines de lucro CoreCivic, quienes rechazaron o simplemente no respondieron a nuestras solicitudes de entrevistas y participación.8 Hemos realizado un total de 15 entrevistas con administradores de centros de detención, activistas con base en la comunidad, abogados de inmigración y migrantes detenidos y liberados durante la pandemia. 9Esta diversidad de entrevistados permitió una comprensión completa de cómo se experimentó, manejó y entendió la pandemia, desde diferentes puntos de vista dentro de la detención y la infraestructura de deportación.

La investigación etnográfica durante una emergencia de salud pública se desarrolla en un paisaje afectivo volátil, con ansiedad adicional y diferentes percepciones de riesgo entre investigadores e interlocutores (Kuiper, 2021). Nuestro equipo era muy consciente de la situación y, en ocasiones, estuvo en conflicto al solicitar el tiempo de los participantes en medio de una crisis de salud pública, pero también creíamos que la urgencia del tema justificaba estas solicitudes. Permanecimos atentos durante todo el proceso de investigación en cuanto a cómo fueron impulsadas las decisiones de participación de los interlocutores por una amalgama de motivos y afectos. Por ejemplo, uno de los guardias que participó en una entrevista en Zoom desde su oficina comenzó orgullosamente contándonos todo sobre los esfuerzos e iniciativas exitosas en "su cárcel" para mitigar la propagación del virus. Sin embargo, a medida que avanzaba la entrevista, confesó que, en última instancia, su motivación para aceptar la invitación a participar en nuestro estudio se basó en la angustia que sentía por la pérdida de colegas a causa del COVID en las instituciones:

Mi prioridad número uno es concentrarme en preservar la vida. Recuperar mi lugar. Restaurar la moral. Como dije, nadie está entendiendo esto. Perdí a cinco colegas. Mi cárcel tiene… 175 años este año. Nunca en la historia perdimos a una persona. Perdí dos oficiales penitenciarios, dos enfermeras y un personal de apoyo. ¿Esas enfermeras? Un oficial penitenciario sabe que existe la posibilidad de perder la vida. Lo entendemos, hicimos un juramento. Las enfermeras hicieron un juramento de Florence Nightingale. Nunca en un millón de años pensaron que iban a dar su vida. Ni siquiera son militares. Una enfermera militar entiende eso. Estas enfermeras llegaron allí para proteger, nutrir y brindar atención de calidad al paciente y perdieron la vida. Y –yo– soy dueño de eso por el resto de mis días en este planeta. Ellos murieron bajo mi cuidado. Y estoy tratando de no cometer el mismo error dos veces [...] .Una de las razones por las que decidí participar es que no puedo quedarme con la conciencia tranquila, si permito que otra cárcel pase por lo que yo pasé. Por lo tanto, si la experiencia es tan buena como mala, yo puedo ayudar en [otras] instituciones.

El enfoque en la preservación de la vida también fue central para nuestro estudio. Sin embargo, cuando se refirió a las pérdidas, el guardia se refería exclusivamente a los miembros del personal, no a los prisioneros y detenidos.10 Tales distinciones entre el personal y los prisioneros en la práctica diaria de “preservación de la vida” en las cárceles durante la pandemia no pasaron desapercibidas para los que estaban allí en prisión. Vincent, un migrante recién liberado que contrajo COVID-19 mientras estaba detenido en una de las instalaciones en estudio, nos dijo:

Cuando comenzó la pandemia empezaron a poner reglas. ‘No vamos a dejar que veas a tu familia de nuevo. No más visitas. No más visitas de contacto’. Así que estoy como, ok, espera un segundo. Entonces, ¿tienen miedo de que nuestra familia contagie al CO [oficial penitenciario] o que nos enfermemos nosotros? Está bien. Pero, ¿qué pasa con el CO que entra y sale de las instalaciones todos los días? Dos veces, tres, cuatro veces al día. ¿No crees que traerán ese [virus] aquí?

Lara, una abogada de inmigración que representa a migrantes detenidos en la cárcel del condado de Essex, se hizo eco de la observación de Vincent. Informó que la cárcel había implementado videollamadas entre los abogados y sus clientes detenidos, pero que los abogados tenían que viajar desde la ciudad de Nueva York para atender estas llamadas en el vestíbulo de la cárcel, y comentó: “Eso niega el propósito de no tener ninguna exposición. Otros detenidos relataron cómo sintieron que literalmente los dejaron allí para que murieran. Estos testimonios apuntan, en términos muy crudos, no solo a cómo las instituciones gubernamentales asignan un valor diferencial a la vida humana, dando forma a la vida de quién vale la pena preservar y proteger (ver Mbembe, 2003), sino también a una conciencia generalizada de la porosidad de los muros de la prisión que permitió que el virus viajara y se propague, un tema clave identificado por etnógrafos de prisiones y académicos carcelarios en general (Ellis, 2021). Vincent y sus compañeros detenidos estaban aterrorizados por contraer el COVID-19 y enojados por haber sido separados de sus familias y de sus abogados en nombre de "mitigar la propagación del virus", mientras que al mismo tiempo veían al personal ir y venir, a menudo, sin usar mascarillas. Varias veces durante una entrevista de tres horas en octubre de 2020, Vincent nos contó sobre las represalias contra los prisioneros y detenidos que criticaron o desafiaron los protocolos de seguridad de la prisión por el COVID-19. Estas represalias iban desde guardias que ignoraban las solicitudes de mascarillas, higiene personal o artículos de limpieza de los detenidos hasta amenazas de confinamiento solitario (Tosh et al., 2021).

Al estar en una posición de poder tan desventajosa, Vincent y otros migrantes se dedicaron a hablar con investigadores y periodistas para concientizar al público sobre lo que habían vivido con el COVID-19 durante su detención. Algunos también nos compartieron entradas de sus diarios que detallan la vida cotidiana en detención durante la pandemia. Por ejemplo, Félix mantuvo y compartió con nosotros su breve diario, que en su mayoría detalla sus encuentros con determinados miembros del personal. Una nota especifica que: “Después de quejarse de que el oficial X me servía la comida sin guantes ni mascarilla todas las mañanas, me trajo una caja de leche [Félix es alérgico a la leche]. Un día veo dormir al Oficial X en el trabajo. Presenté una queja al Sargento Z. Ahora estoy siendo atacado por hablar. Temo por mi vida en esta institución”. Cuando más tarde le preguntamos a Félix qué es lo que más le gustaría que cambiara en el centro, respondió: “La forma en que los trabajadores tratan a los detenidos. Ya sabes, su actitud, la forma en que nos tratan como si no fuéramos nada. Te tratan de cualquier manera. Para ellos eres ilegítimo. Es simplemente duro”. Otros nos escribieron cartas para explicarnos la terrible situación dentro de las paredes de la prisión o para transmitirnos su estado emocional. Luciano, quien fue trasladado de Essex a Bergen sin previo aviso ni explicación, expresó su angustia por la incertidumbre: “Todo el tiempo nos mienten y esta cuarentena me está afectando mucho[...] Todo es un desastre y últimamente no me he sentido bien. No sé si hay plomo en el agua, moho en el techo, pero esto me está afectando mental y emocionalmente. La situación es muy aterradora. Mi familia me necesita y tengo miedo de enfermarme aquí”. Estos documentos, ricos en detalles sobre las condiciones de la vida cotidiana en detención durante la pandemia, se convirtieron en una parte central de nuestro archivo etnográfico para el proyecto.

Los abogados fueron otro grupo importante de entrevistados a distancia que entendían la razón fundamental de las instituciones para implementar restricciones a las visitas externas a las instalaciones, pero que también se quejaban de que su acceso a los clientes se había reducido drásticamente debido a las restricciones para entrar, al menor tiempo en áreas comunes, a la movilidad reducida de los detenidos dentro de las instalaciones, a la falta de confidencialidad en sus conversaciones con los clientes y a las contínuas fallas de las tecnologías a distancia. A través de entrevistas de Zoom con abogados, conocimos detalles importantes sobre cómo las restricciones pandémicas impuestas por las cárceles locales y por ICE habían producido un conjunto de consecuencias colaterales relacionadas con la protección del debido proceso para los extranjeros que enfrentan la deportación. Esto incluye acceso reducido a la representación legal para los detenidos, desafíos para los abogados en la preparación de los casos porque no llegaban a conocer a sus clientes en persona y múltiples dificultades para la comunicación. La mayoría de los abogados que entrevistamos hablaron sobre las numerosas dificultades de hacer su trabajo a distancia. Por ejemplo, Kevin, un abogado de inmigración, nos dijo que la falta de reuniones en persona era un obstáculo para obtener la confianza necesaria para obtener el tipo de información que le permitiría construir un caso de inmigración efectivo. Esta preocupación fue compartida por otros abogados. Nick, otro abogado de inmigración, compartió: “Ellos están expresando por teléfono algunas de las experiencias más terribles de sus vidas” y “Voy a ir a juicio sin siquiera haber visto a mi cliente”. La falta de acceso de los abogados a los clientes se vio agravada por el hecho de que los detenidos tenían menos tiempo de lo habitual en las áreas comunes debido a las medidas de distanciamiento social que los mantenían encerrados en una celda o en su dormitorio la mayor parte del día. Estas restricciones retrasaron la comunicación, a menudo urgente, relacionada con sus casos.

Las oportunidades de entrevistar a migrantes que fueron detenidos se hicieron posibles a través de referencias de sus abogados y a través de nuestro propio reclutamiento en audiencias públicas, en persona, donde algunos detenidos recientemente liberados vinieron a ofrecer sus testimonios sobre las condiciones de detención durante el COVID-19. Entrevistamos a tres migrantes recientemente liberados que habían experimentado la pandemia mientras estaban detenidos en las cárceles de los condados de Hudson, Essex y Bergen y registramos los testimonios de varios otros en reuniones públicas y eventos en línea. Estas entrevistas revelaron no solo la absoluta vulnerabilidad, el miedo y la ira por lo que muchos percibieron como un desprecio por sus vidas y su humanidad, sino también la precariedad de su situación después de su liberación. A excepción de Vincent, a quien entrevistamos en persona en un café al aire libre en Newark unas semanas después de su liberación bajo fianza, todos los demás inmigrantes que habían sido detenidos optaron por participar por teléfono, ya que ninguno tenía una computadora para acceder a Zoom o un lugar sin ruidos para contar su historia sin ser molestados. Por ejemplo, Félix, que había regresado a vivir con su madre en el Bronx cuando lo liberaron de la cárcel del condado de Bergen, terminó atendiendo nuestra llamada en su teléfono celular afuera de la casa porque la casa ofrecía poca privacidad para hablar sobre los eventos traumáticos experimentados en detención y que su madre no se enterara.

Las entrevistas telefónicas y por Zoom realizadas a distancia, cuando eso era posible, presentaron tanto beneficios como desafíos. Las entrevistas, además de las de los migrantes que habían sido detenidos, se realizaron en Zoom con los participantes frente a una pantalla de computadora en sus hogares u oficinas. En comparación con las entrevistas regulares cara a cara, las entrevistas en Zoom requieren ejercicios más complejos de contextualización etnográfica. La ventana de la pantalla revela principalmente el contexto social de manera accidental cuando las acciones o los sonidos del entorno entran en el marco y brindan información sobre el espacio de la vida íntima o el entorno de trabajo del participante, pero no brinda muchas pistas sobre la relación del participante con los demás en su entorno o más ampliamente de los contextos sociales en los que se realizan acciones y declaraciones. También fue más difícil construir relaciones a largo plazo y crear relaciones confidenciales con los participantes de la investigación en el contexto a distancia y, a veces incómodo en la llamada por Zoom, donde las entrevistas tienden a ser más guionadas y menos conducentes a la comunicación continua. Por otro lado, el contexto a distancia también trajo sus ventajas. Pudimos programar reuniones con personas que estaban ocupadas y situadas por todo el estado y en una región en la que, muy probablemente, no habría sido posible encontrar un momento adecuado para reunirnos en persona, particularmente en un momento de mayor crisis para todos los grupos involucrados. También existe la posibilidad de que algunos participantes de la investigación se sintieran más abiertos o cómodos hablando abiertamente desde el contexto familiar de su propio entorno familiar.

La participación como observadores en eventos virtuales y en línea sobre las condiciones en las cárceles y centros de detención locales incluyó audiencias públicas, informes de defensa por parte de las comunidades activistas y charlas y conferencias académicas (incluyendo aquellas en las que el equipo de investigación participó como oradores y panelistas). La participación como observadores en tales eventos en línea también tiene sus ventajas y desventajas, en comparación con las formas más tradicionales de etnografía en persona. Una gran ventaja fue la eliminación de los viajes diarios hacia y desde eventos públicos y reuniones comunitarias, lo que liberó un valioso tiempo para la investigación. Otro fue que la acción de las reuniones y eventos en línea observados —tanto las palabras como las imágenes— se podía registrar electrónicamente y archivar de inmediato, lo que brindaba la flexibilidad de posponer el análisis inicial hasta un momento posterior (Musante y DeWalt, 2011: 173). Sin embargo, Kozinets (2010) ha advertido a los etnógrafos sobre el peligro de confiar demasiado en la tecnología para registrar y archivar eventos en línea y argumentó que los “netnógrafos” deberían escribir notas de campo de forma muy parecida a como se hacía en los viejos tiempos cuando la participación como observador era cara a cara y se podía retener no sólo el registro informático del evento, sino la propia respuesta del investigador al sitio de campo, sus participantes y las relaciones entre ellos. Las demandas de un día de trabajo típico en pandemia repleto de reuniones en Zoom, una tras otra, a menudo crearon un retraso de parte de los miembros de nuestro equipo para realizar una entrevista etnográfica o asistir a un evento y escribir las notas de campo al respecto, y a veces incluso terminaba siendo una oportunidad perdida. Esto se debió en parte a las diferentes dinámicas de producir notas de campo cuando el “campo” se experimenta principalmente frente a la pantalla de la computadora.

La última de nuestras herramientas de recopilación de datos fueron los datos de las infecciones por el coronavirus que sistematizamos en una base de datos simple basada en los datos de resultados de las pruebas proporcionados en las sesiones informativas de First Friends. Mientras que ICE solo informa resultados positivos de las pruebas para los detenidos de esa agencia, aunque muchos están bajo contrato en instituciones locales que también albergan a presos del condado y del US Marshall, los datos oficiales de ICE no brindan una imagen completa de los datos de infección total de todas las categorías de personas confinadas dentro de una cárcel de 'ladrillos y cemento'. La proporción entre los presos de ICE y los que no pertenecen a ICE es conceptual y políticamente irrelevante en el contexto de una pandemia porque la única forma en que una prisión puede cumplir con los desafíos del COVID es si los presos/detenidos son liberados, examinados con frecuencia o ubicados en aislamiento de facto, o condiciones similares al aislamiento, lo que ya se ha demostrado que en contextos previos a la pandemia producen resultados inmensamente dañinos y antisociales (Metzner y Fellner, 2010). Sin embargo, es imposible saber con certeza en qué medida la reducción del número de detenidos se debe principalmente a las liberaciones o también significativamente a los traslados entre centros y deportaciones. Si bien estaba más allá del alcance de nuestro estudio documentar los detalles de las particularmente individuales "rutas de transferencia" (Hiemstra, 2019; Gill, 2009) durante la pandemia, nuestras entrevistas en Zoom con defensores y los propios migrantes confirmaron que tanto las transferencias como las deportaciones habían ocurrido durante la pandemia, efectivamente propagando el virus a diferentes partes del país y a los países de origen de los migrantes a través de la deportación (ver también Katz, 2020a; Martin, 2020; Montoya-Galvez, 2020; 2020b; Sieff y Miroff, 2020; Wong, 2020).

Alejamiento: ¿Qué podemos aprender sobre el COVID-19 y la detención de migrantes a través de la etnografía a distancia y colaborativa y viceversa?

A medida que se continúan evaluando, en tiempo real, las consecuencias del COVID-19 en la infraestructura de detención y deportación, se pueden extraer algunas lecciones metodológicas y epistemológicas de nuestra etnografía a distancia y colaborativa en los centros de detención de migrantes de Nueva Jersey. En esta sección final, discutimos lo que podemos aprender sobre el COVID-19 y la detención de migrantes a través de la etnografía a distancia y colaborativa y también lo que podemos aprender sobre las limitaciones de la etnografía (a distancia) aplicada a la investigación de la detención durante la pandemia.

Nuestras metodologías a distancia nos enseñaron mucho no solo sobre el papel de la detención de inmigrantes en el intento de contención del COVID-19 y los efectos de la respuesta pandémica en los migrantes detenidos, sino también sobre los mismos sitios de detención que no pudimos visitar en persona. Las deficiencias en las respuestas a la pandemia en los establecimientos de Nueva Jersey que estudiamos a distancia estaban estrechamente relacionadas con las prácticas, las condiciones y los procedimientos ineficaces anteriores al COVID, incluyendo la higiene, los servicios de salud, el uso del almacén y el acceso a abogados.11 Algunos establecimientos no tenían servicios básicos exigidos por los estándares de detención antes de la pandemia, lo que podría haber permitido un ajuste más fluido de los protocolos de distanciamiento social en la era de la pandemia. Por ejemplo, EDC opera en un almacén reutilizado en el área portuaria de Elizabeth, NJ, sin ventanas ni acceso a la luz del sol ni recreación al aire libre; de hecho, el área de recreación "al aire libre" en EDC es en realidad una habitación interior con "una claraboya con barrotes que permite que entre aire fresco en un espacio cerrado y oscuro" (Human Rights First, 2018). Además, el diseño de la instalación hace que el aislamiento de los detenidos enfermos y el distanciamiento social sean difíciles, si no imposibles: los detenidos en EDC se alojan en unidades de vivienda estilo dormitorio con hasta 44 camas en cada unidad. De las cuatro instalaciones que estudiamos, EDC tenía el total acumulado más alto de detenidos que dieron positivo por COVID-19 mientras estaban bajo la custodia de ICE desde que comenzaron las pruebas en febrero de 2020. Mientras que ICE informa que desde febrero de 2020 Bergen tiene 26 casos confirmados de COVID-19, Hudson 14 y Essex 24, EDC cuenta con un total de 117 casos. La cantidad mucho más elevada en EDC puede explicarse por una multiplicidad de factores que incluyen, entre otros, el diseño espacial del establecimiento. Es cierto que la profundidad de nuestro análisis para este sitio en particular se vio obstaculizada por la falta de respuestas por parte de los administradores de CoreCivic para participar en nuestro estudio. En cambio, nos basamos en entrevistas en Zoom con defensores, testimonios de detenidos registrados a través de las sesiones informativas de First Friends y datos secundarios que contextualizamos con nuestro propio conocimiento previo y visitas al sitio antes de la pandemia.

En este sentido, especialmente cuando la cooperación de las autoridades es limitada, la etnografía a distancia es más útil y produce mejores resultados cuando se construye en base a un conocimiento previo y a relaciones entre un sitio y su gente.

Nuestro estudio sobre el COVID-19 y la detención de migrantes también nos enseñó cómo las categorías políticas y legales existentes interfieren con el diseño de la investigación en poblaciones confinadas. Incluso antes de la pandemia, las autoridades de inmigración de Estados Unidos usaban una variedad de establecimientos para confinar a los extranjeros bajo diferentes acuerdos. Esto ha dificultado la obtención de números de prueba de coronavirus confiables y descifrables, no solo sobre las interacciones de las diferentes categorías de las personas confinadas, sino también sobre los resultados positivos generales de las pruebas en cada ubicación. Esto fue especialmente cierto en los casos de establecimientos que albergaban a extranjeros detenidos en virtud de más de un acuerdo o contrato. Pero, independientemente de la proporción entre categorías de poblaciones confinadas, el patógeno del coronavirus no distingue entre categorías sociopolíticas o categorías legales de la persona. Quizás la lección más simple, pero también la más importante de este proyecto ha sido que la única forma efectiva de reducir la propagación del COVID-19 en lugares de detención es sacar a todas las personas de la detención, independientemente de las categorías legales o administrativas que tengan.

El análisis transcultural y comparativo de la detención de migrantes antes de la pandemia ya había revelado prácticas muy diferentes de confinamiento de migrantes y solicitantes de asilo en los Estados Unidos y en todo el mundo (Gill, 2009; Domenech, 2020; Hasselberg, 2016; Hiemstra, 2019; Esposito, 2017; Könönen, 2019, Mountz et al., 2013). Si bien sabíamos por trabajos anteriores con migrantes detenidos y deportados que las condiciones en los centros de detención y las experiencias de los migrantes en esos lugares variaba mucho, nos intrigó descubrir hasta qué punto las mejores prácticas locales y las idiosincrasias anteriores a la pandemia dieron una forma significativa a la manera en que se manejaron los brotes al nivel del condado y cómo estos protocolos, a su vez, fueron experimentados por abogados, activistas de detención y los propios migrantes detenidos. Creemos que nuestro análisis interdisciplinario de la transmisión del COVID-19 en los centros de detención de Nueva Jersey puede ayudar a la clarificación acerca de los impactos de los brotes virales en los espacios burocráticos de confinamiento y castigo en otros espacios, y al mismo tiempo resaltar las lecciones extraídas de las instituciones y procesos que están siendo estudiados. Al hacerlo, el objetivo más amplio ha sido proporcionar conocimientos tanto empíricos como metodológicos que puedan ser valiosos para revisar los protocolos de preparación para las pandemias en entornos penitenciarios y para la investigación etnográfica en curso.

Lejos de ser puristas etnográficos, vimos la etnografía como una herramienta que puede moldearse y modificarse para adaptarse a las exigencias del contexto pandémico. Este proyecto y las complejas circunstancias que le dieron a luz, requirieron no solo la adaptación de métodos etnográficos fundamentalmente desafiados por los mandatos de distanciamiento social, las órdenes de quedarse en casa y el contagio generalizado, sino también enfrentar las dificultades preexistentes para poder comprender toda su dimensión y el nivel de lo que sucede en las cárceles, prisiones y centros de detención en los Estados Unidos debido a la falta de transparencia, a menudo flagrante, en estas instituciones. En última instancia, nuestro objetivo con el proyecto en su totalidad, ha sido comprender el papel de la detención de migrantes en el intento de contención del COVID-19 y los efectos de la respuesta pandémica en los migrantes detenidos durante un momento crítico cuando Nueva Jersey todavía estaba en el epicentro de la pandemia, ya que su primera fase se extendió por los Estados Unidos. Los datos necesarios para responder estas preguntas requirieron que integráramos métodos etnográficos convencionales en un marco interdisciplinario ejecutado a distancia, lo que nos permitió superar los desafíos prácticos y metodológicos relacionados con el acceso a las personas y los lugares de importancia inmediata en el nexo entre el COVID-19 y la detención de migrantes y la deportación.

Un impacto positivo del frenesí académico por producir nuevos conocimientos sobre todo lo relacionado con COVID fueron las formas de colaboración que este momento inspiró. La naturaleza a distancia del proyecto permitió la colaboración entre los campus universitarios y la “reunión” de académicos interdisciplinarios con antecedentes únicos y relevantes de investigación, a pesar de estar ubicados en diferentes campus de Rutgers en todo el estado de Nueva Jersey. Con nuestros ya exigentes compromisos personales y laborales realzados por nuevas responsabilidades y el trauma colectivo de la pandemia, cultivamos una dinámica de equipo reflexiva y complaciente. El contexto a distancia mejoró aún más la capacidad de ser flexible con respecto a los horarios de las reuniones, las modalidades de comunicación y los estilos de colaboración. Pudimos unirnos y trabajar alrededor de las presiones impuestas por la pandemia en el sistema y la disponibilidad que tenía cada miembro del equipo en momentos particulares.

Entre la plétora de dolorosos desafíos provocados por el COVID-19, existe un lado positivo en la forma de oportunidades difíciles, pero con visión de futuro para el crecimiento disciplinario y para una reevaluación de cómo se produce el conocimiento de la detención de migrantes (cf. Bosworth y Kellezi, 2017; Könönen, 2021). La participación en persona como observadores que estaba centrada solo en las experiencias vividas por los migrantes detenidos dentro de los centros de detención, no habría sido posible durante la pandemia, pero tampoco nos habría permitido llegar a las conclusiones a las que hemos llegado sobre los procesos del sistema de detención más allá de los mismos centros de detención. La etnografía como método y estilo de investigación continuará evolucionando. La etnografía digital, junto con reflexiones más sinceras sobre los diversos privilegios y costos del trabajo etnográfico (a distancia) de cualquier tipo, presumiblemente ganará más prominencia y visibilidad intra e interdisciplinaria. Aquí, hemos compartido nuestras experiencias en la ejecución de un diseño de investigación colaborativo y de múltiples instrumentos que proporciona sugerencias sobre lo que funcionó para nosotros y lo que podría ser útil para otros que realizan investigaciones etnográficas o cualitativas intensivas a distancia en entornos penitenciarios y en un contexto pandémico.

En cuanto al destino de quienes son vigilados, detenidos, deportados y encarcelados en los Estados Unidos y en el extranjero, sus biografías y experiencias han estado y seguirán estando en el centro de nuestra erudición y activismo, con o sin una pandemia mundial. Son nuestras herramientas y enfoques etnográficos los que requerirán un constante perfeccionamiento y (re)adaptación.

Declaración de conflicto de intereses

Los autores declararon no tener ningún conflicto de interés potencial con respecto a la investigación, autoría y/o publicación de este artículo.

Financiamiento

Los autores informaron haber recibido el siguiente apoyo financiero para la investigación, autoría y/o publicación de este artículo: Este trabajo fue financiado por The Rutgers Center for COVID-19 Response and Pandemic Preparedness (CCRP2).

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  1. Este artículo es una traducción de Berg, Ulla D, Sarah Tosh, K. Sebastian León (2022), “Carceral ethnography in a time of pandemic: Examining migrant detention and deportation during COVID-19”. Ethnography, 28 February, Vol. 0 (0) pp. 1-21, 2022 © Copyright, sagepub.com/journals-permissions DOI: 10.1177/14661381211072414 journals.sagepub.com/home/et, Etnografías Contemporáneas agradece a Ethnography por ceder los derechos del artículo para su publicación en español. El artículo fue traducido por Susana Plotquin.↩︎

  2. Para obtener más información sobre la misión y la historia de First Friends of NJ and NY, consulte https://firstfriendsnjny.org/↩︎

  3. Tres de los cuatro establecimientos en nuestro estudio son cárceles del condado con Acuerdos de Servicio Intergubernamental (IGSAs) para retener a migrantes detenidos por parte de ICE. Solo EDC es privado y operado por la empresa con fines de lucro CoreCivic, y alberga exclusivamente a detenidos de ICE.↩︎

  4. El libro de Gabriel García Márquez, “El amor en los tiempos de cólera” ha servido como plataforma para generar títulos pegadizos para "[disciplina o subcampo] en tiempos del corona". El amor en tiempos de corona ha sido hecho (ver Dehghan, 2020) y superado, habiendo suplantado a títulos como "Medicina en el Tiempo de Corona” (Shilatifard, 2020); “Investigación Académica Clínica en la Época del Corona” (Banerjee et al., 2020); “La ciencia en la época de la corona” (Consejo editorial de Nature Methods, 2020), “Urología en tiempos de Corona” (Naspro y Da Pozzo, 2020); “La moda en la época de Corona” (Almila, 2020), y muchas otras intervenciones académicas oportunas y necesarias. Para agosto de 2020, unos sociólogos ya habían publicado “Etnografía en tiempos de COVID-19” (ver Fine y Abramson, 2020).↩︎

  5. Varios excelentes reportajes periodísticos de investigación hicieron el trabajo de obtener que el público le diera inmediata atención al asunto (ver De La Hoz, 2020; Devereaux, 2020; Lanard, 2020; Lewis, 2021; Raff, 2020).↩︎

  6. Si bien ICE finalmente hizo público el resultado de sus datos de pruebas en una base de datos de coronavirus en vivo (ICE, 2020), los activistas han criticado los números oficiales quincenales de infección por coronavirus que daba ICE como conteos insuficientes sistemáticos (Cho, 2020; Glaun, 2020; Siulc, 2020).↩︎

  7. Una fianza de inmigración es un pago al Departamento de Seguridad Nacional (DHS) establecido por un juez de inmigración que permite la liberación de un migrante detenido. Si es liberado bajo fianza, el migrante debe prometer presentarse a todas las audiencias judiciales obligatorias hasta que el caso esté resuelto, incluso si se trata de una orden de deportación.↩︎

  8. CoreCivic actualmente se enfrenta a una demanda de su arrendador para rescindir el contrato con EDC (Nieto del Río, 2021a). A pesar de los litigios en curso, la empresa pudo renovar su contrato hasta 2023. En 2020, el condado de Hudson extendió su contrato con ICE por un nuevo período de 10 años, a pesar de la amplia oposición pública, pero luego anunció que ningún migrante preso sería detenido en la cárcel después del 1 de noviembre de 2021 (Nieto del Río, 2021b). En abril de 2021, la cárcel del condado de Essex anunció que no renovaría su contrato con ICE que vencía en agosto de 2021, pero transfirió sus detenidos de ICE a otras instalaciones (Katz, 2021). El 20 de agosto de 2021, el gobernador Phil Murphy firmó un proyecto de ley que prohíbe que las cárceles privadas y del condado “entren en vigencia, renueven o extiendan acuerdo de detención migratoria” (Racioppi y Koruth, 2021). Sin embargo, el proyecto de ley no anula los contratos ya vigentes. La cárcel del condado de Bergen fue la última detención de Nueva Jersey en anunciar que ya no retendrían a migrantes detenidos en sus cárceles (Nieto del Río, 2021b).↩︎

  9. Hemos utilizado seudónimos para todos los participantes citados a continuación.↩︎

  10. Si bien no hubo muertes de detenidos debido al COVID-19 cuando entrevistamos al guardia en esta cárcel, cabe mencionar que las muertes bajo custodia por negligencia médica y los suicidios no son infrecuentes y son atribuibles, entre otros factores, a fallas organizacionales (Márquez et al., 2021; ver también ICE, 2021; Hawkins y Stodder, 2020).↩︎

  11. Hemos descrito estas deficiencias en detalle en un documento separado (Tosh et al., 2021).↩︎