“Dejar el cuerpo en casa”

Etnografía digital de una protesta antirrepresiva en tiempos de COVID-19

por Andrea Bonvillani

Instituto de investigaciones Psicológicas Facultad de Psicología,

Universidad Nacional de Córdoba, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

abonvillani@gmail.com

orcid.org/0000-0003-0911-076X

Resumen

Este artículo tiene como objetivo describir la incidencia de la medida sanitaria de aislamiento social derivada de la pandemia por COVID-19 en una manifestación contra las políticas públicas de seguridad del Gobierno de la Provincia de Córdoba (Argentina) que se realiza por las calles de la ciudad del mismo nombre desde hace más de una década. La estrategia metodológica consistió en una etnografía digital en tres escenarios de observación (asamblea virtual, redes sociales y trasmisión en vivo en YouTube) y tres entrevistas a activistas, utilizando mediaciones tecnológicas.

En el universo de sentido de estos militantes el espacio de lucha excluyente es la calle, lo que determina que el desarrollo del repertorio de protesta en la vía pública sea una característica definitoria de esta acción colectiva. La modalidad virtual se significa como “necesaria” para los adherentes afectados por la crisis sanitaria, pero no reemplaza a la acción colectiva en la calle y dista mucho de ser considerada una estrategia ciberactivista.

El registro etnográfico permitió reconstruir la experiencia vivida por la investigadora en la trasmisión en vivo de la acción de protesta, identificando un complejo de sensaciones vinculados con la ausencia de co-presencia física que la comunicación mediada tecnológicamente no logra superar: desconexión entre el mundo virtual y el real, pasividad, ajenidad y soledad.

Palabras clave: protesta, pandemia, etnografía digital, redes sociales, ciberactivismo.

“Leave the body at home.” Digital ethnography of an anti-repression protest in times of COVID-19

Abstract

This article aims to describe the incidence of the social isolation health measure derived from the COVID-19 pandemic in a mobilization against the public security policies of the Government of the Province of Cordoba (Argentina). This mobilization has been carried out through the streets of the city of the same name for more than a decade.

The methodological strategy consisted of a digital ethnography based on three observation scenarios (virtual assembly, social networks and live broadcast on YouTube) and three interviews with activists, using technological media.

In the universe of meaning of these activists, the excluding space of struggle is the street, thus protest on public roads is a defining characteristic of collective action. The virtual modality is defined as “necessary” for adherents affected by the health crisis, but it does not replace collective action in the street and is far from being considered a cyberactivist strategy.

Ethnographic tools allowed me reconstruct the experience lived by the researcher in the live broadcast of the protest action, identifying a complex of sensations linked to the absence of physical co-presence that the technologically mediated communication cannot overcome: disconnection between the virtual world and the real, passivity, alienation and loneliness.

Keywords: protest, pandemic, digital ethnography, social networks, cyberactivism

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Bonvillani, Andrea (2023). “Dejar el cuerpo en casa. Etnografía digital de una protesta antirrepresiva en tiempos de Covid-19”, Etnografías Contemporáneas, 9 (16), pp. 66-84.

Introducción

Desde 2007 se realiza en Córdoba (Argentina) la denominada Marcha de la gorra (en adelante MDG), una acción colectiva contenciosa (Tarrow, 1997) que se manifiesta en contra de las políticas públicas de seguridad del Estado Provincial, cuya aplicación conlleva hostigamiento y violencia cotidiana hacia jóvenes de sectores populares (Bonvillani, 2020). El punto culminante de este proceso de hostigamiento y violencia cotidiana lo constituyen los denominados casos de “gatillo fácil”1 que se presentan frente a la opinión pública como accidentes o resultantes de un enfrentamiento, para encubrir asesinatos de la policía local.

Los datos estadísticos nacionales en relación al accionar policial en contexto de pandemia indican que hasta el mes de agosto de 2020 se registraron 34 casos de gatillo fácil. En Córdoba, “el 54 por ciento de las personas asesinadas por el aparato represivo estatal son menores de 25 años, en el marco de las detenciones y controles establecidos para garantizar el cumplimiento del aislamiento social” (Colectivo de Investigación El Llano En Llamas, 2020: 99).

El punitivismo focalizado discrecionalmente sobre los jóvenes excede los límites locales, proyectándose hacia las sociedades latinoamericanas mediante la imputación de una condición de enemigo interno, responsable inequívoco de la violencia y la inseguridad urbana y, consecuentemente, objeto de represión (Valenzuela Arce, 2019).2 Esta construcción estigmatizante a partir de la equivalencia simbólica “joven pobre = peligroso” (Bonvillani, 2015), obedece a la vigencia de imaginarios sociales hegemónicos de fuerte carga prejuiciosa. Además de condiciones fisonómicas, como el color oscuro de la piel, distintos atributos socioestéticos que identifican la pertenencia de estos jóvenes a la cultura popular local (vestimentas, modos de peinarse, hablar, caminar, etc.), operan como marcadores sociales y criterios de selectividad policial (Bonvillani, 2020).

Desde la mirada social hegemónica la “gorra”3 es un elemento que opera como indicativo de peligrosidad, razón por la cual da nombre a esta acción de protesta antirrepresiva.

La dinámica organizativa de la MDG es asumida por un núcleo de manifestantes variable en cada edición y de conformación voluntaria. Al igual que los que luego componen las columnas que marchan en la calle, provienen de diversas agrupaciones de base territorial, partidarias, culturales, de derechos humanos, estudiantiles, sindicales, ecologistas, feministas, etc., así como los denominados “autoconvocados”, es decir aquellos que no reconocen pertenencia a ningún grupo.

El funcionamiento de este núcleo organizativo es asambleario y trabaja mediante Comisiones, (Documento de cierre, Artística, Seguridad, Comunicación y Finanzas), forma de división de las tareas que permite decidir colectivamente sobre diversos asuntos que van desde la logística al contenido político del mencionado Documento.4 Esto no garantiza que todo lo que suceda efectivamente en la calle se ajuste a estas planificaciones: en la concreción del “hecho manifestante” (Fillieule y Tartanowski, 2015) participan actores que no acompañan estas reuniones organizativas y que despliegan prácticas no necesariamente regidas por esos consensos, especialmente las artísticas.

En marzo de 2020 se decreta en la Argentina el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), como respuesta sanitaria frente a la pandemia por COVID-19 declarada por la Organización Mundial de la Salud. Dicha medida determinó el confinamiento de la población en sus domicilios, pudiendo realizar desplazamientos indispensables. Si bien el ASPO sufrió modificaciones desde aquella medida drástica inicial,5 sus alcances restrictivos de la circulación permanecieron a lo largo de ese año, siendo las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales las designadas para hacer efectivo el cumplimiento de estas disposiciones.

En este escenario de fuertes prohibiciones para acceder y permanecer en el espacio público y de recrudecimiento del control punitivo y de violencia policial es que se plantea la edición número catorce de la MDG (en adelante, 14MDG).

Si por definición la manifestación es un desplazamiento colectivo que dibuja una forma particular e intencionada de transitar por la ciudad, desafiando sus modos habituales y permitidos de circulación (Fillieule y Tartanowski, 2015), en este caso la presencia de los jóvenes de los barrios populares de Córdoba en sus calles céntricas es el motor político de la causa. Irrumpir en esas calles tiene el sentido de habitar colectivamente los espacios restringidos, poniendo entre paréntesis un ordenamiento urbano que los violenta y los excluye (Bonvillani, 2016).

Dada esta estrecha relación entre la irrupción de los cuerpos en la calle y la MDG, este artículo está inspirado en el siguiente interrogante: ¿Cómo incidió la coyuntura excepcional de pandemia y medida sanitaria de aislamiento social en una protesta antirrepresiva que se realiza en el espacio físico céntrico desde hace más de una década?

Un dato inicial es que en la edición 2020 de la MDG se produjo un hecho histórico en la convivencia de dos modalidades de realización: “virtual” y “presencial”. Frente a lo cual surgen estos interrogantes: ¿Cómo las significaron organizadores y participantes?, ¿cuáles fueron los repertorios de protesta específicos de cada una?

Teniendo en cuenta que el rol de los medios digitales en las formas de participación política de los jóvenes encuentra en la literatura especializada de la última década un sitial cada vez más destacado (Feixa, 2021), es que amerita interrogar la proyección política de los sentidos y prácticas de esta inclusión de lo digital en tanto innovación en la historia de esta acción colectiva juvenil.

El cruce entre prácticas políticas y uso de tecnologías digitales se inscribe en el campo de estudios del “ciberactivismo” (Fernández Prados, 2012), incluyendo un conjunto de acciones que se escenifican en el ciberespacio para comunicar, organizar, propiciar debates, construir y difundir contenidos de posicionamiento político. Más recientemente se ha delineado un sub- campo de estudios que cruza la digitalización con las acciones colectivas reivindicatorias: la denominada “ciberprotesta” (Burgos, 2020) como un nuevo repertorio que utiliza a la internet y las redes sociales como espacios de visibilización y denuncia de problemáticas sociales.

En ese marco, la pregunta concreta a formular será: ¿Qué relaciones pueden establecerse entre esta modalidad virtual y el ejercicio de ciberactivismo en los participantes de la 14MDG?

El análisis de esta experiencia es ocasión para reflexionar sobre las potenciales consecuencias que la pandemia y las necesarias medidas sanitarias de aislamiento y distanciamiento han tenido y tendrán en los modos de investigación del lazo social, particularmente aquel que articula una causa común que nos interpela y moviliza. Dicho de otro modo, se trata de interrogar la co-presencia como condición necesaria para desarrollar vínculos humanos y, por ende, investigarlos.

La estructura del artículo es la siguiente. En la primera parte explicito los lineamientos metodológicos adoptados, mientras que en la segunda desarrollo las líneas de significación vinculadas a la calle como locus excluyente de la MDG, para luego analizar las prácticas mediadas tecnológicamente correspondientes a la edición considerada y los sentidos asociados. En las conclusiones tensiono los emergentes de la etnografía digital emprendida con las preguntas iniciales.

Metodología

Desde 2013, estudio la MDG a través del desarrollo de una estrategia metodológica que he denominado “Etnografía colectiva de eventos”6 (Bonvillani, 2018a). Es decir que en siete ocasiones consecutivas el “campo” de estudio fue la vía pública en tanto escenario de la acción de protesta.

En la edición 2020 de la MDG, y a partir de la crisis sanitaria pandémica, se produjo un hecho inédito: por primera vez en su historia la marcha se trasmitiría totalmente en vivo a través de redes sociales. La elección de la estrategia metodológica en este caso no solo respondió a dar cuenta de esta novedad, sino a mi propia limitación para ir a la calle en tanto ser humano atravesado por la amenaza del contagio.

Frente a estas condiciones, implementé una “etnografía digital” para el estudio de “las interacciones mediadas por ordenador o de las prácticas sociales y culturales asociadas al uso y la producción de internet” (Estalella y Ardévol, 2007: 3) que se desarrollaron en el marco de la 14MDG.

La opción por el adjetivo “digital” procura superar los límites del equívoco al que induce el uso del significante “virtual” para designar este tipo de etnografía, cuando el mismo es entendido como opuesto a lo “real”. Como sostienen varios referentes en este campo, esta discusión se inscribe finalmente en el problema de la legitimidad de la etnografía cuando no implica trabajo de campo en el espacio físico o en la interacción cara a cara, es decir, “dada la ausencia de la dimensión del estar allí” (Postill, 2017: 62).

Si el Internet y las redes sociales digitales constituían desde hace una década un componente fundamental en el desarrollo de nuestras vidas cotidianas, las condiciones de aislamiento a las que nos ha sometido la pandemia por COVID-19 los han vuelto un recurso imprescindible para la supervivencia. Si asumimos que nuestra tarea como etnógrafos “es comprender cómo se viven las formas de vida” (Hine, 2017: 22), hacerlo en la hora actual no puede eludir nuestra experiencia virtualizada en los más diversos planos, incluso el de la participación política.

El trabajo de campo se ordenó teniendo en cuenta tres escenarios de observación mediados tecnológicamente:

1) Asambleas virtuales organizativas realizadas los días 6 y 13/11/20 a través de videollamada de Google Meet y convocadas en las redes sociales de la MDG.

2) Transmisión en vivo de esta edición, disponible en un canal de YouTube https://www.youtube.com/watch?v=4Jte_x.

Realicé una visualización online sincrónica el día 20/11/20, así como diferida, la cual registré siguiendo lineamientos de la etnografía: un enfoque antropológico que implica el uso de la primera persona para mostrar la inmersión subjetiva de la investigadora, así como el ejercicio de reflexividad, enriquecido por la experiencia previa en el estudio de esta acción colectiva de protesta.7 El producto del registro etnográfico es una narración en primera persona que permite plasmar pensamientos y sensaciones que despertó en mi la visualización de la MDG trasmitida en directo.

3) Muro oficial de la MDG en Facebook https://www.facebook.com/MarchaDeLaGorraCba y página web: http://marchadelagorra.org.8 Se consideraron posteos de administradores (flyer de difusión, piezas audiovisuales, documento de cierre y la crónica de la 14MDG) y comentarios de usuarios, desde la primera publicación referida a esta edición de la MDG (5/11/20) hasta la última (30/11/20). Para organizar los archivos provenientes de este seguimiento se utilizó Keep Google, herramienta de almacenamiento y primer ordenamiento del material recopilado.

Además del registro etnográfico en estos tres espacios, realicé entrevistas en profundidad a través de videollamada de Google Meet a tres jóvenes a las que designé con nombres ficticios como Vera, Ana e Isa, para proteger sus identidades.

Vera participó en la asamblea virtual y luego siguió la transmisión en vivo de la 14MDG, mientras que Ana fue identificada por darle “Me gusta” a una de las publicaciones de la página de Facebook del evento, pero no participó de esta edición. A diferencia de las mencionadas que se definen como autoconvocadas, Isa es parte desde hace cuatro años de la organización de la protesta en la llamada “cobertura colaborativa” encargada de todos los aspectos concernientes a la comunicación y, particularmente en esta edición, fue una de las cuatro “cámaras” que filmaron en la calle, nutriendo la transmisión en vivo.

Dadas las restricciones impuestas por las medidas sanitarias antes descriptas, la técnica de entrevista se condujo de manera remota. Asumiendo que la vida cotidiana comprende sentidos y prácticas que articulan mundos online y offline, las entrevistas se articularon con la propuesta de etnografía digital de esta acción colectiva partiendo del supuesto que aunque “nuestro objeto de estudio esté ubicado en un universo o en otro, necesitamos hacer (y hacernos) preguntas que involucren a los dos mundos” (Winocur, 2014: 13). De este modo, el procedimiento de entrevista incluyó preguntas sobre las experiencias de participación política en ambos registros: el presencial y el virtual.

Las tres entrevistadas eran conocidas de la autora de este artículo de ámbitos de militancia y de investigación y fueron contactadas a través de medios digitales. Se les solicitó consentimiento informado, el cual fue grabado dentro del mencionado procedimiento de entrevista. Este producto audiovisual fue transcripto y codificado. Dado mi recorrido de varios años como investigadora en el campo de estudios de militancia antirrepresiva local muchos de los protagonistas de estos procesos me conocen e, incluso, hemos desarrollado lazos de confianza. No obstante, en todas estas situaciones me situé en el campo “develando mi presencia” (Estalella y Ardévol, 2007), explicitando mi pertenencia institucional, mis objetivos investigativos y los recaudos éticos vinculados con el resguardo de la identidad de los participantes. De este modo reiteré una rutina desarrollada desde que comencé a habitar etnográficamente esta acción colectiva (Bonvillani, 2018a).

La forma de citación de los fragmentos textuales indica el contexto por sus iniciales, seguido de la fecha de su producción, a saber: Publicación en Facebook (PF), Registro de asamblea virtual (RAV), Registro etnográfico (RE) y entrevista (E).

Esta etnografía digital de la MDG en 2020 se inscribe en una trayectoria de investigación, en cuyo marco he desarrollado trabajo de campo en calle en los últimos siete años, como se evidencia en las publicaciones referenciadas en este artículo. De este modo esta “experiencia local previa” (Postill, 2017: 61), posibilita poner en diálogo significados y prácticas acerca de esta manifestación que se producen online y offline.

Los diversos modos de inscripción de las entrevistadas en el campo, así como las distintas fuentes digitales consultadas permitieron poner en diálogo los datos, encaminando el análisis cualitativo en la construcción interpretativa de líneas de significación.

“La lucha es en la calle”

Dada la emergencia sanitaria que se desarrolló de manera global y repercutió a nivel nacional, por primera vez en su historia la MDG se organizó por medio de una “asamblea virtual” en una videollamada, convocada en su Facebook oficial el 5/11/20.

De este espacio participamos aproximadamente 42 personas que nos presentamos aclarando nuestras pertenencias organizativas: integrantes de la Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil, militantes de partidos políticos de izquierda, activistas de organizaciones sociales territoriales y de colectivos artísticos, autoconvocados e investigadoras universitarias.

A través de más de quince intervenciones orales en el marco de la asamblea virtual antes mencionada, los participantes expresaron consenso respecto de la importancia de llevar a cabo la 14MDG, dando continuidad a esta modalidad histórica de protestar: “sacar los cuerpos a las calles, porque esa es la principal forma que tenemos de que se escuchen nuestras demandas” (RAV6/11/20).

Algunas voces subrayan que las motivaciones para salir a la calle se potencian a partir del recrudecimiento de la represión que el gobierno nacional y provincial ha implementado para garantizar el cumplimiento de las medidas sanitarias del ASPO, tal como lo anticipa el texto de la convocatoria a esta primera reunión organizativa:

En este año tan particular, con pandemia y cuarentenas, se evidenciaron aún más las violencias que hace 13 marchas venimos (d)enunciando.
Por eso seguimos. Y por eso, llega la 14MDLG.
(PF5/11/20)

La posición compartida se sintetiza en la expresión “la lucha es en la calle”, sintagma que se abre en un haz de líneas de significación que desarrollo a continuación.

Si como he afirmado anteriormente, la manifestación se define por su estrecha relación con la calle, en el caso de la MDG la aparición disruptiva de una gran cantidad de jóvenes de los barrios populares en el centro significa plasmar su demanda: el poder circular como cualquier ciudadano por sus calles sin ser interceptados, detenidos y violentados por la policía (Bonvillani, 2016).

Una de las asambleístas afirma que “la marcha de la gorra es en la calle, es el sentido que siempre tuvo: irrumpir en la ciudad”, mientras que en la entrevista a Ana señala que la acción en el espacio público es “disruptiva porque molesta” (E22/6/21). Esta expresión denota que la realización de la manifestación en las calles de la ciudad genera molestia a los vecinos y transeúntes porque interrumpe el flujo de circulación que hace posible las actividades cotidianas.

Por definición, estos modos de manifestarse y ocupar la calle tienen ese sentido: la irrupción súbita de estos cuerpos estigmatizados y expulsados produce interrupción en el devenir cotidiano de la ciudad, ya que altera el tránsito, enlentece el flujo de personas y cosas, en síntesis, perturba aquel ordenamiento urbano normalizado.

Manifestarse en la calle también significa preservar la memoria y rendir homenaje a los jóvenes muertos. Ese es otro hilo que hilvana de manera invisible este nosotros que ocupa la calle detrás de las vallas policiales: “Otra vez a sacar los pibes a las calles y demostrarle tanto al poder judicial, a la policía y al gobierno que acá estamos, que somos las madres de los pibes asesinados por la policía, desaparecidos. Salir y dejar el nombre de mi hijo bien en alto como lo hacemos todos los años” (RAV6/11/20). 9

El asfalto de las aceras cordobesas es también el foro a cielo abierto donde las madres del “gatillo fácil” afrontan año tras año la dura tarea de ir en contra de la versión oficial –creída y celebrada por la opinión pública cordobesa– de que a sus hijos los mató la policía en cumplimento de su deber porque eran delincuentes (Bonvillani, 2018b). Limpiar sus nombres, así como ponerle “cara” a las estadísticas de muertes es un ritual de reivindicación que por la intensidad emocional que moviliza necesita de cuerpos que acompañen y sostengan, aspecto que retomaré más adelante.

Imagen 1


Fuente: https://www.facebook.com/MarchaDeLaGorraCba Fecha: 20/11/20.

Desde los propios marcos interpretativos de la acción (Cefaï, 2008) que se evidencian a través del análisis de los emergentes del trabajo de campo que se han desarrollado en párrafos anteriores, la visibilización y la denuncia en la calle del hostigamiento y persecución cotidiana que sufren estos grupos estigmatizados constituyen la mejor estrategia para expresar el reclamo e interpelar a la opinión pública local acerca de esta problemática. Hacer la MDG es salir a las calles todos los 20 de noviembre, honrando una historia de resistencia amasada colectivamente que, a su vez, nutre la propia narrativa épica de la manifestación.10

Siendo el acceso libre a las calles céntricas de la ciudad de Córdoba una experiencia restringida para los jóvenes de los barrios populares, y habida cuenta que allí se realizan las detenciones arbitrarias y los hostigamientos policiales sistemáticos, dicha narrativa épica se refiere a la construcción discursiva de la ocupación y movilización colectiva por esas mismas calles como una hazaña que se realiza hace más de una década de modo ininterrumpido.

En esa línea, el documento de cierre de esta edición comienza afirmando: “Caminamos la decimocuarta marcha de la gorra. Son catorce años saliendo a las calles, llenando el centro de lxs pibxs” y continúa: “¡Que se sepa que estamos más plantades que nunca, avivando las brasas de las luchas! ¡Que recordamos nuestra historia y a les pibes fusilades por el aparato represivo!”.

Luego de haber cumplido más de una década ininterrumpida, se puede enunciar con fundamento el peso específico de la propia historia construida colectivamente que, como memoria de lucha recuperada, se pone al servicio de la organización de la acción de protesta en la calle, aún en estas condiciones excepcionales de pandemia. Historia y continuidad de la MDG forman un núcleo de sentido que encuentra su realización en el espacio de la calle:

Imagen 2


Fuente: https://www.facebook.com/MarchaDeLaGorraCba Fecha: 20/11/20

Tomamos el propio camino construido y también las luchas que nos anteceden; nos nutrimos de las luchas hermanas y transmutamos entre todxs, colectivamente, nuestra presencia acá, de nuevo. […] Desde hace 14 ediciones de Marcha de la Gorra, denunciamos que las muertes se han vuelto números. (Crónica de la 14MDG, PF21/11/20)

La justificación para manifestarse en la calle se nutre también de la significación política del punto de llegada de la marcha que, como ha sucedido en las últimas ediciones, fue el edificio del centro cívico del Estado provincial para señalar públicamente “la responsabilidad política del Gobierno de Córdoba en la represión” (RAV6/11/20).

Como sostienen varios referentes en el estudio de las manifestaciones, la elección de su trayectoria espacial no es un tópico menor: “privilegia las inmediaciones de los lugares de poder o todo otro sitio adecuado para llamar la atención” (Fillieule y Tartanowski, 2015: 25). En este caso denunciar es develar el padecimiento muchas veces ocultado o silenciado por el poder, hacerlo voz y presencia en lo público:

Muchas cosas quedaron reprimidas hace un montón y pudieron salir. Para gritarles en la cara. En medio de mucho agite, nos enteramos que la Policía corta la zona de Boulevard Perón y 25 de mayo, para que nuestra Marcha de la Gorra no alcance la entrada del Panal. Parece que nos quieren cortar el recorrido porque nos quieren quitar la fiesta. (Crónica de la 14MDG, PF21/11/20). 11

Un rasgo identitario de la MDG es el uso intensivo y diversificado de recursos expresivos y simbólicos para hacer presente la demanda en la calle. Junto con las prácticas que componen el repertorio canónico de la protesta como gritar las consignas, corear canciones alusivas y realizar pintadas de denuncia, la MDG despliega un conjunto de intervenciones artísticas tales como murgas, teatro espontáneo, teatro callejero, artes circenses, música popular etc., las que varían de acuerdo a sus ediciones y que tienen en su centro al cuerpo de los manifestantes (Bonvillani, y Roldán, 2017).

Imagen 3


Fuente: https://www.facebook.com/MarchaDeLaGorraCba. Fecha: 20/11/20

Las teatralizaciones y las murgas, por ejemplo, requieren de la cercanía física y, en muchos casos, del roce y del encuentro de los cuerpos, características incompatibles con mantener el distanciamiento social para prevenir el contagio de COVID-19.12 En la instancia de preparación de la 14MDG algunas voces evidenciaron esta tensión, a la vez que propusieron crear una “Comisión de Bioseguridad”, que tomara a su cargo “un criterio de cuidado en cuanto a la salud” y para “tomar medidas necesarias como para no exponernos” (RAV6/11/20).

Imagen 4


Fuente: http://marchadelagorra.org. Fecha: 10/11/20

La publicación de Facebook del 19/11/20 es la única mención a este tópico en todas las vías de comunicación de la MDG:

EL CUIDADO ES COLECTIVO
MARCHAMOS CON TODAS LAS MEDIDAS DE BIOSEGURIDAD  😷   📌  
Usemos barbijo en todo momento y colocado de manera correcta tapando nariz y boca.
📌  Evitemos tocar la cara y el barbijo.
📌  Mantengamos la distancia social entre personas y reducir al mínimo el contacto.
📌  Si podes llevá alcohol 70/30 o alcohol en gel. O si marchas con tu orga o espacio, cada una tendrá a disposición alcohol. También desde la seguridad de la marcha contamos con todos los insumos, en caso de necesidad solicitar.
📌  No compartas mate ni otras bebidas, cigarrillos, etc. Evitá también
compartir otros objetos como carteles o banderines. Y si los compartís,
acordate siempre de desinfectarlos.

Este “Protocolo” remite a la Comisión de Seguridad, por lo cual es posible inferir que en la práctica, aunque se propuso, la de Bioseguridad no se creó finalmente.

La visualización de la transmisión en vivo de la 14MDG permite advertir que se realizaron distintas intervenciones artísticas durante su recorrido. Dos de ellas son denominadas por los organizadores de la 14MDG como “Los muñecos” y “Cadáver exquisito”. Las mismas serán explicadas a continuación y tienen en común que fueron planificadas previamente a la realización de la marcha en la calle y su realización no demandó contacto físico entre manifestantes.

La primera de las mencionadas consistió en hacer muñecos que fueron colocados en distintos puntos del trayecto de la movilización (Ver Imagen 2) para representar los cuerpos abatidos de aquellas personas que murieron en el último año por Covid, feminicidios o gatillo fácil:

Nosotrxs reivindicamos la vida. Desde hace 14 ediciones de Marcha de la Gorra denunciamos que las muertes se han vuelto números.
Qué sabemos realmente de esas personas, qué historias, qué nombres? Nos dicen que todo está mejorando. Pero estas ausencias pesan, están más presentes que nunca al no estar más. (PF14/11/20)

El “Cadáver exquisito” remite al juego que inventaron los artistas del dadaísmo para la creación de frases concatenadas de manera espontánea, siguiendo los aportes de los distintos participantes del grupo. Esta intervención en la 14MDG se plantea como una construcción colectiva a partir de “elegir una palabra que exprese nuestra resistencia” (PF10/11/20), frente a la violencia policial sufrida.

Los repertorios artísticos que se despliegan en la MDG reconocen dos lógicas: la de aquellos que se proponen, discuten y organizan en la Comisión específica y otros que se plasman en la calle el día de la marcha, sin planificación previa. Por ende, estos últimos escapan al conocimiento de los organizadores, como es el caso de una teatralización que representa al Gobernador provincial encima de una especie de jaula rodeada de personas que se mueven alrededor, arrastrándose en la calle. Se aprecia claramente que hay contacto físico entre los participantes y se ha perdido la distancia social preventiva (RE20/11/20).

Otra práctica de gran visibilidad en la transmisión simultánea fueron las “intervenciones gráficas en vivo”: pintadas, stencils, graffitis en calles, paredes y mobiliario urbano donde se escriben colectivamente los reclamos que dan sentido a la lucha. Estas marcas persistentes que desbordan los límites de la inmediatez de la manifestación posibilitan “valorar también todo el esfuerzo y el recorrido de la denuncia que tiene la marcha” (Vera, E28/5/21).

En la imagen siguiente puede apreciarse una inscripción realizada sobre el asfalto donde se lee: “Presente hoy y siempre”. Este graffiti se pintó en cercanías a las figuras de los jóvenes muertos por gatillo fácil, las que fueron adheridas y pintadas sobre una de las esquinas céntricas de la ciudad por donde transita la movilización. Ambos datos refieren al esfuerzo por dejar marcas trascendentes en la geografía de la ciudad que denuncien la injusticia de estos asesinatos.

El arte también permite transmutar la ira y la impotencia por el agravio recibido en alegría compartida. Es una forma de reparación simbólica frente a las vivencias de dolor, temor y vergüenza que sufren día a día los miles de jóvenes de los barrios pobres en esas mismas calles del centro de la ciudad:

Se mantiene la organización, la murga, las banderas y les pibes; el arte calándote los huesos, metiéndose a la fuerza en los oídos de los indiferentes. [...] Los bombos que te estremecen. La murga que te invita a bailar. De este lado, la alegría, la música, los bombos, el baile y los colores, a pesar de todo. Porque nuestros gritos son de bronca y nuestros abrazos transformadores. (Crónica de la 14MDG, PF21/11/20)

El lugar de lo virtual

En la asamblea se decidió asumir dos modalidades -virtual y presencial- para la MDG del año 2020, voluntad colectiva expresada en su consigna:

El viernes 20/11 en las calles o en tu casa:
“Ante la respuesta represiva,
¡Somos Memoria Presente y Lucha Colectiva! (PF13/11/20)

En este flyer de convocatoria publicado en el sitio web se establecen las coordenadas espaciales de la marcha en la calle, pero se omiten estas referencias para la modalidad “virtual”.

Llama la atención que la alusión a la modalidad virtual no es sostenida en las publicaciones en la red social. Por ejemplo, tanto en el posteo solicitando la realización de aportes a través de la compra de un bono contribución (11/11/20), como en la actualización del perfil donde aparece identificada en primer plano una suerte de logo de la 14MDG (14/11/29), se repite fecha, hora y punto de inicio del recorrido, sin mencionar aspectos referidos a lo virtual.

Esto se reitera en el documento de cierre, voz oficial de la protesta. Estas omisiones son los primeros indicios respecto de las significaciones otorgadas a lo virtual en esta experiencia política y se orientan en el sentido de lo que reconoce una de sus organizadoras en una entrevista: “En un momento se dijo que había doble modalidad, me hiciste acordar ahora porque me había olvidado, obviamente yo a la modalidad virtual ni bola, quería ir a la calle” (Isa, E28/6/21).

Si en el marco de la tradición disruptiva de la MDG comparamos la potencia política del uso de la calle para visibilizar y denunciar la demanda antirrepresiva, la modalidad virtual aparece cuestionada respecto de su impacto político:

No se cuánta validez se le da a la cuestión de la virtualidad […]. En otros debates que he compartido, se planteaba que desde ciertos sectores se utilizaba la cuestión de la virtualización como para desmovilizar en la calle, que es lo que más impacto genera en la sociedad […] ¿en qué sentido lo virtual es disruptivo? Porque es un espacio que se crea en que las personas que quieren estar ahí, pero ¿a quién se molesta? (Ana, E22/6/21)

Esta sospecha atribuida a ciertos sectores que buscarían “desmovilizar” parece resonar en algunas posiciones sostenidas en la asamblea que señalan usos políticos del ASPO por los distintos gobiernos: “no porque estemos en cuarentena nos van a hacer callar o nos van a hacer quedar en nuestras casas y que no salgamos de los barrios populares que es lo que quieren ellos” (RAV6/11/20).

Tanto en el plano de la discusión y organización asamblearia como en las publicaciones en sus medios digitales, el sentido más recurrente respecto de la modalidad virtual de la MDG es considerarla un recurso alternativo de cuidado ofrecido a aquellos impedidos a participar en la calle por la pandemia. Estos casos específicos se detallan en el Protocolo de Bioseguridad:

• Si perteneces a grupos considerados de riesgo o convivís con personas que lo son, podés brindarnos tu apoyo desde tu casa mediante las redes sociales. Si aun así decidís asistir, extremá los cuidados de bioseguridad.
• Si tenés o tuviste síntomas compatibles con COVID-19 en los últimos 20 días, apóyanos desde tu casa. Todo suma.(PF19/11/20)

En esta línea de significación los modos mediados digitalmente pueden convivir con la manifestación “real” (en los propios términos de los asambleístas), es decir, la de la calle. Como afirma una militante histórica: “La marcha de la gorra es en la calle, celebro todo lo que se pueda hacer en paralelo” (RAV6/11/20).

Esta figura retórica de la acción en paralelo se expresa con insistencia en varios posteos en Facebook, convocando a participar “Desde la calle o por redes desde tu casa!”

Aunque van hacia la misma dirección las líneas paralelas nunca se juntan, no se tocan: calle y casa se enuncian en disyunción. Es posible que este efecto del discurso tenga su correlato en algunas impresiones respecto de la experiencia de la trasmisión en vivo de la 14MDG, aspecto que retomaré más adelante.

Varias intervenciones en la asamblea anticipan que el número de manifestantes en la calle puede verse menguado tanto por el temor al contagio del virus, como por las dificultades de accesibilidad al centro de la ciudad desde los barrios, debido a la falta de transporte público por las restricciones derivadas de las medidas sanitarias. Esta proyección cuantitativa de los cuerpos en la calle, debilita el imaginario de éxito basado en la presentación pública de la acción de protesta como fuerza social de gran magnitud (Tamayo y Torres, 2015) que, como en cualquier activista político, habita en los organizadores de la MDG: “todos queremos tener una marcha lo más grande que se pueda” (RAV6/11/20).

Frente a ello, estos asambleístas especialmente preocupados por potenciales restricciones de la participación en la calle mencionadas en el párrafo anterior, proponen el uso de las redes sociales que ya posee la MDG como un recurso para incluir a aquellos que no podrán hacerlo presencialmente: “Nos podemos organizar y difundir. Para eso están las redes” (RAV6/11/20).

Estas propuestas imaginan la participación mediada por pantallas “subiendo” fotografías con consignas generales previamente consensuadas, mostrando alguna intervención artística definida oficialmente o recordando experiencias de ediciones anteriores. Finalmente lo que se busca es “que la locación no sea un limitante para compartir y multiplicar una misma consigna” (Vera, E8/5/21).

Como puede observarse estas proposiciones se restringen a acciones asincrónicas previas al hecho manifestante en la calle, tendencia que se revierte al final de la asamblea con la opción de la trasmisión simultánea.

Imagen 5. Captura de pantalla transmisión en vivo


Fecha: 20/11/20

Si se analiza la actividad de los canales oficiales de comunicación de la MDG otro aspecto que se destaca es la exigua interacción inter-usuarios y de estos con los administradores del muro. En el canal de YouTube los comentarios están desactivados. Los pocos existentes en Facebook tienen un carácter controversial o agraviante y no son respondidos, lo que limita el intercambio de ideas. Por ejemplo, el insulto de un usuario frente a la publicación de la Crónica #14MDLG (21/11/20) no activa debate alguno. Como integrante de la Comisión de comunicación Isa explica en su entrevista que esto puede deberse a los problemas que tuvieron anteriormente con estos comentarios “por las cosas horribles que nos dice la gente”: una muestra de la vigencia de imaginarios sociales locales punitivistas que repudian estas expresiones públicas. En síntesis, el hecho de que se utilicen las redes sociales como parte de la manifestación y, sin embargo, no se interactúe en ellas, parece explicarse por las experiencias previas de agravios recibidos de parte de usuarios que en el pasado han comentado tales publicaciones. Esas “cosas terribles que nos dicen” son insultos donde se caracteriza a los manifestantes como violentos, delincuentes, drogadictos, etc. y, consecuentemente, se justifica la represión policial sobre ellos (Bonvillani, 2019a).

A diferencia de años anteriores en los cuales sólo se transmitía en vivo la lectura del Documento de cierre, por primera vez en 2020 la MDG se emitió totalmente en directo a través de un canal de YouTube durante más de una hora y logrando 258 visualizaciones. Según describe Isa –quien fuera una de las responsables de la trasmisión en directo– la misma fue receptada en una “base” situada en el domicilio de otro activista, quien subía al canal de YouTube lo que cuatro cámaras de celular filmaban en la calle, de acuerdo con los turnos que se anunciaban en un grupo de Telegram: “Muy básico, pero bueno: eso era lo que teníamos de equipos”. Esta acción estuvo atravesada por las condiciones impuestas por la pandemia: fue organizada por no más de siete personas que trabajaron voluntariamente de forma virtual y durante los quince días previos a la MDG, cuando en ediciones anteriores el promedio de preparación es de dos meses.

Las impresiones registradas por mí como investigadora en el marco del trabajo de campo realizado son compartidas con una de las entrevistadas, ambas en calidad de seguidoras de la trasmisión en directo, son coincidentes respecto del sentimiento de soledad:

Lo que más extrañé fue el encuentro, en el sentido de que yo tal vez me sentí bastante sola, estando en lo virtual, éramos muchos que estábamos también conectados ahí. Igual no hubo esa alegría de la marcha, no hubo esa murga, no hubo encuentro. La viví sola. (Vera, E28/5/21)
Los que marchan no saben que yo estoy de este lado, que yo los acompaño. Decido no postear. Ni hacer comentarios. Sobre todo porque veo que otros que están siguiendo la transmisión lo han hecho y no han recibido respuesta, de los que marchan ni de ellos entre sí. Eso no me gusta porque profundiza la sensación de soledad y desencuentro. (RE20/11/20)

En referencia a una manifestación realizada en 2011 en Barcelona, Postill (2017) relata que los que no pudieron asistir personalmente estaban habilitados a formular preguntas a través de Twitter a los panelistas de la transmisión en vivo del evento. La implementación de una opción de este tipo en el vivo de la 14MDG hubiera posibilitado alguna interacción entre los manifestantes en la calle y los que seguíamos la marcha desde casa, cualificando la experiencia aunque fuera remota.

La vivencia de separación y aislamiento generada por la distancia física impuesta podría haberse aminorado tendiendo algún puente interactivo entre las presencias virtuales y la dinámica de los cuerpos en la calle. Frente a esta conjetura Isa responde que hubiera sido posible pero que no les dio el tiempo “para pensar mejor la modalidad virtual para que fuera participativa”.

Seguir la transmisión en vivo como si se tratara de dos mundos desconectados se manifestó también en mi propia sensación de que usaba la pantalla de mi computadora personal como si estuviera viendo televisión, sintiéndome una espectadora solitaria y pasiva cuya acción se reducía a recibir estímulos visuales y auditivos recortados en un rectángulo de 15 pulgadas:

La sensación es la de estar mirando por una ventana o por el ojo de una cerradura. Porque en el entorno físico que rodea la pantalla de la notebook, está mi escritorio y mi propio cuerpo separado de lo que veo y escucho en la pantalla. Lo que puedo ver y oír está limitado por una pantalla. Es un recorte que me deja fuera. Es una experiencia solitaria. (RE20/11/20)

Curiosamente una de las realizadoras de la transmisión en vivo resalta que haber logrado proyectar simultáneamente desde la calle cuatro imágenes con audio, a pesar de contar con una tecnología muy limitada “fue como que la MDG tuviera su canal de televisión” (Isa, E28/6/21).

Esta vivencia de “televisación” se completa con la percepción de que lo que se ve y se oye de la MDG es un recorte de acuerdo al criterio de quienes filmaban, mostrando nuevamente coincidencia entre registro etnográfico y significaciones de una entrevistada:

Yo puedo ver y oír lo que el ojo de lxs que filman me permite. En un punto, la 14MDG que yo veo y escucho, es la que esas cámaras han querido que yo vea y escuche. (RE20/11/20)
¿Qué más extrañé? No sé, tal vez la posibilidad de elegir qué ver de la marcha […] La transmisión en vivo tuvo todos los cuidados necesarios para no exponer a les compañeres. (Vera, E28/5/21)

En concordancia con lo que expresa Vera, esta selección se debe a la protección de los activistas que intervenían el espacio público, de acuerdo a “ejes” definidos por la cobertura colaborativa de la MDG: “no enfocar los rostros de las personas si antes no les hemos preguntado, filmar planos generales o filmar de espaldas, para no identificarlas por seguridad” (Isa, E28/6/21). Aunque plenamente justificada en estas razones, esta selección contribuye a acrecentar la sensación de pasividad y de ajenidad respecto de la marcha en la calle.

En el desarrollo de mi trabajo etnográfico previo a 2020, he observado y practicado diversas formas de habitar la MDG en la calle, dependiendo de los puntos estratégicos de su geografía en los que me hubiera ubicado: en su cabecera con los murgueros, detrás de la bandera que portan las madres que han perdido a sus hijos por gatillo fácil, en el final con los militantes de partidos políticos o en las periferias con los transeúntes y espectadores ocasionales. Estos recorridos diversos que hacen posible presenciar y compartir escenas muy disímiles, son producto del ejercicio de cierta autonomía en la movilidad de los manifestantes, sobre todo cuando no integran una columna organizada.

La comparación entre estas vivencias etnográficas de la movilización callejera y aquellas experimentadas en la transmisión mediada tecnológicamente permite poner de manifiesto las limitaciones observadas en la virtualización de la marcha.

En tanto acción colectiva, participar de la MDG implica militar por una causa en el espacio público haciéndolo con la presencia comprometida de otros y otras. En esta experiencia se teje necesariamente una “textura vincular” (Bonvillani, 2016), en la cual se despliegan y afianzan distintas modalidades de lazo social en el aquí y ahora de la calle. En la base de estos vínculos se encuentra una comunidad de sentidos respecto de la causa que moviliza a estas subjetividades haciendo que coincidan en ese espacio y tiempo. Eso que se sabe compartido, aunque no se explicite con palabras, actúa ligando los cuerpos como si se tratara de una red invisible:

Aunque uno no se conozca con el que tiene al lado, la propia intensidad de lo que allí se vive acerca los cuerpos, los hace integrarse en las miradas cómplices, en los gritos acompasados, en el ineludible apasionamiento de compartir. Se siente colectivamente un clima emocional que termina ligándonos, como en un rito: hay momentos en los que me emociono mucho, […] me conecto con la potencia de estos cuerpos, con estos jóvenes que cantan, ríen, se mueven… con los colores de la marcha, con los abrazos de gente que se encuentra, con el estar feliz por estar ahí. (RE en Bonvillani, 2016: 1607)

Esta sinfonía del sentir colectivo se compone en el encuentro de cuerpos a través de miradas, abrazos, movimientos acompasados. Es una experiencia profundamente sensorial, más allá de lo que se ve y se escucha, porque hace vibrar a los cuerpos conjugando las lágrimas de angustia profunda por los asesinatos de jóvenes. Todo eso falta y se añora en la experiencia virtual:

La marcha en sí para mí siempre se constituyó como un espacio de encuentro y de alegría, y de posibilidad. Entonces nada, verla y vivirla así me pareció no sé, capaz hasta triste. (Vera, E28/5/21)
¿Qué se recorta de mis sentidos en este registro? El olfato, el tacto. No hay olores, no hay abrazos, ni besos, ni cuerpos cerca. (RE20/11/20)

Ese “abrazo de reconocimiento del compañero” como dice Vera en su entrevista, es también un soporte afectivo necesario para contener el dolor de las madres y familiares de los jóvenes muertos al recordar su pérdida. Ese es un abrazo imposible, un “impensable” de la virtualidad:

Hay cosas que no se pueden resolver con la virtualidad, es un impensable […] pensaba en las familiares cuando hacen su catarsis, si se puede usar esa palabra, siempre hay algo que tiene que ver con el abrazo, con sostenerse. No me imagino cómo eso podría hacerse en la virtualidad. (Ana, E22/6/21)
En el recorrido de las luchas poder encontrarse con gente compañera que abraza y que sostiene en medio de eso, porque en la marcha también están los testimonios de las madres, de la coordinadora… también necesita de alguien que esté al lado y nos tome una mano, o un abrazo directamente. Y yo a eso no lo tuve. En lo virtual no estuvo. (Vera, E28/5/21)

Algunos autores sostienen que internet se ha constituido en las últimas décadas en una “esfera pública virtual” (Papacharissi, 2015) que utilizando la comunicación mediada tecnológicamente haría posible la incidencia en la agenda pública por vía de la deliberación entre usuarios.

En el caso analizado el uso de las plataformas digitales está predominantemente orientado hacia la transmisión de información referida a aspectos organizativos de la manifestación o a posibilitar la visibilización de la marcha en la calle, pero no se disponen condiciones para el intercambio de posiciones políticas, incluso aquellas de apoyo a la causa.

Estos emergentes del trabajo de campo, referidos a las concepciones y usos de los asambleístas en este caso particular, permiten indicar que estamos más cerca de un canal de difusión de datos equivalente a otros medios de comunicación masivos que de un ágora que pretenda incidir en la formación de opinión pública en internet.

En concordancia con lo anterior en ninguno de los escenarios de campo explorados en este trabajo las prácticas propuestas o efectivamente realizadas por los manifestantes utilizando mediaciones digitales se conceptualizan como ciberactivismo.

A modo de conjetura, es posible sostener que esta distancia con la “militancia virtual” es consecuente con la línea de sentido desarrollada en la sección anterior del artículo, vale decir: la militancia es significada como “la puesta de cuerpos en la calle” y las acciones que pretendan desarrollarse en el ciberespacio son desacreditadas o valorados en una escala de menor impacto político:

La militancia virtual dicho como peyorativamente, esta militancia de escritorio donde uno se sienta, comparte flyers o lo que fuese en sus muros de Facebook o demás, pero después cuando hay que estar es como que hay un vacío. (Ana, E22/6/21)
Yo lo viví en lo virtual, pero la marcha estuvo en la calle y eso sí me parece que es lo importante […] es en la calle donde se había hecho siempre la marcha y es en la calle donde tenía que seguir estando. Tenía que sostener ese lugar que se había apropiado la marcha. Porque muchos creemos que los reclamos no son de cibermilitancia solamente. La cibermilitancia acompaña a las luchas, a la puesta de cuerpo. (Vera, E28/5/21)

Las potenciales ventajas de la ciberpolítica deben tensionarse con el grupo social analizado, ya que la brecha digital existente no sólo deriva del acceso a infraestructuras tecnológicas, sino de modalidades de uso/apropiación atravesadas por dimensiones culturales y simbólicas, como el nivel educativo y los estilos de vida de los usuarios (Rendueles y Sádaba, 2014).

En este mismo sentido, un reciente trabajo que explora prácticas de cibermilitancia en la MDG concluyó que los jóvenes de sectores populares participantes tienden a utilizar las redes sociales con fines recreativos y de sociabilidad intrapares, mientras que no se las apropian como canales de expresión de opiniones o posicionamientos políticos (Alonso, 2018).

Consistente con esta línea de significación, una de las entrevistadas refiere que “si fuera virtual los pibes no irían, aunque pueden ser mucho más creativos con el celular, no llega, no es el fin… no se si se pondrían a ver un vivo” (Isa, E28/6/21).

En Argentina las dificultades de conectividad se han vuelto una limitación excluyente debido a que es imprescindible para múltiples acciones cotidianas bajo pandemia y ASPO, como por ejemplo la virtualización del dictado de clases.13 Frente a lo cual una de las entrevistadas reflexiona sobre las posibilidades del ciberactivismo en el futuro de esta acción colectiva: “hay un solo celular en toda la familia, es muy difícil si se quiere llegar a los barrios. Creo que se puede si se apunta a otro público que es la sociedad en general, hay mucha gente que adora la MDG y tiene todos los accesos a las redes.” (Isa, E28/6/21)

Conclusiones

En el universo de sentido de estos militantes, el espacio de lucha es siempre entendido en su registro físico: si no es en la calle, no es MDG. Es un espacio conquistado y habitado por la MDG ininterrumpidamente en los últimos catorce años. La pervivencia de este repertorio de protesta es un rasgo característico que debe preservarse para honrar su propia historia de resistencia.

La calle es el escenario para la expresión intensamente provocadora y disruptiva de los cuerpos sistemáticamente perseguidos y expulsados por la violencia policial, tanto como para hacer “presentes” a los asesinados, en las voces desgarradas de sus madres y en sus fotografías que le ponen un rostro a la frialdad de la estadística.

La intensificación de la persecución policial hacia estos sectores justificada formalmente por el reaseguramiento de las medidas sanitarias aviva los ánimos de poner los cuerpos en la calle, porque paradójicamente son estos mismos cuerpos los que penan y penarán el confinamiento antes, durante y después de la pandemia.

Las huellas que dejan las intervenciones gráficas, tornan las calles céntricas en lienzos donde queda registrado el paso de la MDG y la denuncia de los culpables de tanto dolor. Este testimonio de lucha es una escritura callejera que trasciende el momento manifestante, una presencia material perdurable imposible en virtualidad.

Otros rasgos propios de la MDG son el despliegue de un nutrido repertorio de intervenciones artísticas y su textura vincular. Ambos involucran el encuentro físico y movilizan todo tipo de afectaciones corporales: abrazos, besos, risas, gritos, lágrimas, degustación compartida del mate. En consecuencia, en tiempos de COVID-19, habitar la MDG de acuerdo a los modos disfrutados durante tantos años pasó a ser una forma de exponer el cuerpo al contagio. El núcleo organizativo sugirió un Protocolo de bioseguridad, pero dadas las características poco orgánicas de la MDG, estas medidas no fueron respetadas homogéneamente, sobre todo en las intervenciones artísticas espontáneas en la calle.

El atravesamiento de lo “virtual” está presente desde la convocatoria de la 14MDG. Sin embargo, las prácticas realizadas adquieren sentidos diferenciados. Las redes sociales son vías para proporcionar información operativa referida a reuniones organizativas, logística o intervenciones artísticas planificadas. Esta modalidad de utilización del Facebook no es innovadora ya que se implementa desde los inicios de la MDG, más allá de algunos contenidos referidos a la coyuntura pandémica, como el Protocolo mencionado.

El debate se ve limitado por la prevalencia de acciones asincrónicas así como de comunicación unidireccional de los administradores hacia los usuarios, característica que también indica un emergente de las condiciones de posibilidad de intercambios discursivos bajo la vigencia de imaginarios sociales punitivistas, ya que estas restricciones decididas por el núcleo organizativo intentan evitar mensajes violentos de sectores de la opinión pública cordobesa.

De acuerdo a las evidencias que resultan tanto del registro etnográfico como de la observación de la participación de los demás seguidores en el momento de la transmisión en vivo del evento, la falta de interacción entre dichos seguidores y los manifestantes en calle profundizó la vivencia de desconexión entre el mundo virtual y el real. La selección de lo que podía verse y oírse del “espectáculo de la calle” produjo una sensación de pasividad y ajenidad, en tanto ubicó a los espectadores como receptores pasivos de estímulos seleccionados por otros. Designé a este complejo de sensaciones producidas en la experiencia de la transmisión en vivo de la 14MDG como “televisación”: fue como ver televisión por medios “no televisivos”, pero reproduciendo su carácter no implicado y distante.

La modalidad virtual puede existir en paralelo y con funciones acotadas, pero no reemplaza a la marcha en la calle. Se significa como “necesaria” para aquellos afectados por la crisis sanitaria o temerosos del contagio, pero dista mucho de ser considerada una estrategia ciberactivista.

Es necesario diferenciar una innovación circunstancial de una transformación perdurable del formato de protesta: en definitiva, lo que se designó como virtual en esta edición fue mostrar lo que sucedía en la “realidad” de la calle.

Una revisión de la literatura del campo ciberactivista muestra oscilaciones entre posiciones optimistas respecto de los alcances democratizadores del uso de las mediaciones tecnológicas y cierto escepticismo crítico (Masip, Ruiz-Caballero y Suau, 2019). En este marco, este trabajo ha intentado mostrar las significaciones particulares que este grupo de militantes articulados en torno a una acción de protesta específica le han otorgado a la irrupción situacional de dichas mediaciones tecnológicas en su práctica política de tantos años. De este modo, se ha intentado tomar distancia de lecturas maniqueas que pudiesen resolver la pregunta formulada en términos de uno u otro polo de valoración de dicha práctica activista.

En el caso analizado el desarrollo de formas de participación digitalizadas está condicionado por varios factores que caracterizan la propia acción antirrepresiva, a saber: los pocos “cuerpos” y recursos técnicos comprometidos en su organización y la restricción en la difusión de imágenes que pudieran perjudicar a los activistas en una protesta contra fuerzas policiales. Estas dificultades se profundizaron por la insuficiencia de tiempo para organizar la modalidad virtual, debido al atraso a convocarla en pandemia.

En aquellos directamente afectados por la represión policial el ejercicio de ciberactivismo se presenta especialmente comprometido. En primer lugar, por la conectividad limitada para sectores populares. En segundo lugar, porque la modalidad de uso de las redes sociales de jóvenes de estas procedencias sociales tiende a ser exclusivamente recreativa. Finalmente, porque para tomar la palabra en la esfera pública se necesitan competencias técnicas, argumentales y de manejo de información actualizada, distribuidas diferencialmente en la sociedad. Este emergente puede inscribirse en un debate de orden más general que atraviesa la MDG como es el alcance interpelador de esta acción colectiva de protesta en aquellos que son las víctimas inmediatas de la conflictividad que se denuncia (Bonvillani, 2019b).

La implementación de esta modalidad etnográfica inspiró la reflexión sobre el papel de lo digital, tanto como una característica novedosa del propio objeto-MDG, como de su carácter de instrumento metodológico para lograr su conocimiento. En este marco, un emergente es que el mismo sentido de irrealidad que deslegitima al significante “virtual” cuando connota a la etnografía, se desliza cuando desde posiciones radicales se concibe al ciberactivismo como “militancia de escritorio”, desmovilizante porque no “pone cuerpos en la calle”.

Lo que inicialmente fue percibido como limitación –el no poder estar en la calle- terminó por posibilitar aproximarme a un “objeto” supuestamente muy conocido, desde una perspectiva que visibilizó nuevas dimensiones y preguntas en torno a las posibilidades de participar e investigar “dejando el cuerpo en casa” (Benski, 2012).

A partir del registro de la experiencia virtualizada de la 15MDG que realicé como investigadora fue posible objetivar que la transmisión en vivo en la modalidad implementada se constituyó en un acto individual y pasivo que amplificó la sensación de desencuentro y soledad producto del aislamiento social que se venía soportando desde hacía varios meses en el contexto de pandemia.

Dicho registro estuvo marcado no sólo por la ausencia de co-ubicación (no estar en el campo físicamente) sino fundamentalmente por la imposibilidad de la co-presencia (Beaulieu, 2010), con otros investigadores con los cuales compartimos esta experiencia desde 2013, así como también con los manifestantes. La imposibilidad material de la interacción cara a cara no fue morigerada por el intercambio de palabras o imágenes que hubiera sido posible utilizando de manera participativa los canales mediados tecnológicamente.

Marchar es en sentido estricto una acción que compromete el cuerpo, que implica movimientos coordinados con otros y con otras. Y por eso la MDG es tracción a sangre y política del abrazo, impensables de la virtualidad. La virtualidad no provee carnadura, olores, abrazos: ese encuentro que sostiene la acción en colectivo y acompaña, contiene y alivia en el dolor de la muerte y la mortificación. Por eso este virus de desacople corporal ha actuado como un policía de los abrazos al interrumpir los rituales que identifican a la MDG. Tal vez esa sea la dimensión más cruel de la pandemia: el abrazo imposible, las lágrimas reprimidas, el calor corporal prohibido.

Referencias bibliográficas

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1 Siguiendo a Pita (2010) esta expresión de uso popular se refiere a hechos de violencia policial cuando se vuelven letales. Enfatiza la “liviandad” con que la policía termina con la vida de la víctima en situaciones que, desde la propia mirada policial, suelen caracterizarse como “uso desmedido de la fuerza”, aunque en realidad se trata de “ejecuciones extra-judiciales” y “falsos enfrentamientos”.

2 El uso del masculino genérico no debe interpretarse como un sesgo patriarcal en el uso del lenguaje, sino como un intento de facilitar la lectura.

3 La gorra es una prenda para cubrir la cabeza, generalmente está hecha con tela y posee visera.

4 Producto de la elaboración en dicha Comisión, cada año finalizando la MDG se lee un texto que expresa públicamente su posición oficial respecto de la demanda, las causas de la conflictividad social denunciada y sus responsables (Bonvillani, 2019).

5 Durante el año 2020 los cambios en las medidas sanitarias adoptadas por el gobierno fueron diversos, particularmente en lo referido a la restricción del uso y desplazamiento por el espacio público, lo cual implicó un fuerte impacto en los barrios populares debido a las dificultades para el acceso a su supervivencia cotidiana a través de changas y demás actividades laborales precarizadas, así como por el incremento de las situaciones de represión policial de la que fueron objeto. Para una ampliación al respecto, puede consultarse Plaza Schaefer y Sánchez (2021).

6 Este nombre enfatiza el carácter coordinado y cooperativo del trabajo de varias investigadoras que conformamos un colectivo, lo cual supone un esfuerzo de coordinación de distintas instancias y momentos que componen el hacer etnográfico. Dicho colectivo de investigación se encuentra radicado desde 2018 en el Instituto de Investigaciones Psicológicas (Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba/CONICET).

7 En coherencia con la posición epistemológica cualitativa asumida, esta opción permitió jerarquizar como fuente de interpretación la experiencia previa de la investigadora en el estudio intensivo de la MDG, así como su puesta en tensión con la situación novedosa de virtualización de la misma.

8 Desde su origen en 2007, el colectivo organizador de la MDG utiliza redes sociales. Ese año se inauguró la página en Facebook y en 2013 una cuenta en Twitter. No obstante, atendiendo a lo que comenta una de las integrantes del grupo responsable de la comunicación de la MDG, se le presta mayor atención a Facebook. Por este motivo se lo selecciona como fuente en este trabajo.

9 “Pibes” es una categoría local para designar a jóvenes.

10 Este día se recuerda la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño (1959) y la Convención sobre los Derechos del Niño (1989) por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

11 “Panal” es un nombre de uso coloquial para designar la actual Casa de Gobierno de la Provincia de Córdoba. La metáfora juega con su diseño arquitectónico que semeja las celdas de un panal de abejas y, siguiendo esta misma analogía, con el lugar donde se encuentran los “zánganos”, en alusión a una representación pública muy difundida de los políticos como vagos e improductivos. Las calles mencionadas en este fragmento delimitan al edificio.

12 Murga es un género musical rioplatense vinculado al carnaval que se acompaña de movimientos corporales dislocados y el uso de distintos instrumentos musicales como redoblantes, trompetas, etc. que le imprimen una sonoridad alegre.

13 Las desigualdades de acceso al mundo digital de adolescentes y jóvenes en Argentina han sido reportadas con antelación al contexto de pandemia. Ver por ejemplo Benítez Larghi (2016).