Salud y cuidados

Intersecciones entre las prácticas públicas
y las dimensiones domésticas

por Mariana Lorenzetti y Alfonsina Cantore


Mariana Lorenzetti

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / Secretaría de Investigación de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones

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milorenzetti@fhycs.unam.edu.ar

Alfonsina Cantore

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad de Buenos Aires

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alfonsinacantore@gmail.com

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Lorenzetti, Mariana; Cantore, Alfonsina (2023). “ Salud y cuidados: intersecciones entre las prácticas públicas y las dimensiones domésticas”, Etnografías Contemporáneas, 9 (16), pp. 114-123.

En las ciencias sociales, y en el campo de la antropología en particular, las discusiones sobre los cuidados y autocuidados son un tópico de creciente interés para comprender las dinámicas que hacen al sostenimiento y reproducción de la vida cotidiana. Con la afectación de la pandemia por el virus SARS-CoV-2 (COVID-19) fue necesario revisar los distintos planteos en torno a los cuidados colectivos y personales, principalmente en el terreno de la salud. Se generaron discusiones y nuevas formas de aproximación a la luz de los desplazamientos entre los contornos de lo público y lo privado en distintas instancias de actuación. La reducción de la circulación, las actividades virtuales, los trabajos caracterizados como “esenciales”, entre otras cuestiones conllevaron a confinar la mayoría de las tareas en los hogares. Muchas de las acciones de cuidado se aunaron en el espacio doméstico desdibujando no solo las fronteras del “adentro” y el “afuera”, sino la carga de responsabilidades públicas y personales. Tal condensación y redefinición de las coordenadas espaciales-vinculares, dieron paso a ciertas reconfiguraciones –no exentas de tensiones– en relación con el mantenimiento de la salud en su más amplia expresión.

En diversos contextos, las nociones de salud-enfermedad-atención-cuidados de distintas/os agentes sociales interpelaron no sólo a los sistemas públicos de salud, sino también a otras áreas de incumbencia. La pluralidad de las prácticas ligadas al sostenimiento de la vida complejizó los alcances de aquellas estrategias de afrontamiento centradas exclusivamente en las miradas biomédicas. En este proceso quedaron implicados diferentes espacios como los de seguridad, educativos, laborales, domésticos y comunitarios, donde las concepciones de salud-enfermedad articularon diversas agendas de trabajo fijando acentos y prioridades asociados a los cuidados de sí y de otras personas.

La interpretación de esferas de actuación compartimentadas (sanitarias, educativas, de seguridad, habitacionales, medioambientales, entre otras) comenzó a resquebrajarse, dando paso a pensar la salud y los cuidados en las múltiples reorganizaciones. Aquello que suele considerarse estrictamente biomédico, precisó de entrecruzamientos intersectoriales que implicaron tanto dislocamientos en el entendimiento de lo sanitario, como agendas de investigación atentas a pensar las reformulaciones de las nociones de salud puestas en juego en diferentes ámbitos.

En esta dirección, los trabajos que problematizan los cuidados en sus sentidos sociales, políticos y económicos, retomaron diversos abordajes teóricos-metodológicos para trabajar el proceso de la pandemia y postpandemia identificando continuidades y discontinuidades respecto de los modos y estrategias en la gestión de la vida. Tal como señala Karina Batthyány (2020) la trayectoria en las conceptualizaciones de los cuidados en América Latina ha ido tomando volumen a partir de las discusiones que han subsumido su especificidad dentro de otras categorías analíticas más amplias tales como división sexual del trabajo, producción y reproducción de formas de organización social, políticas públicas y adscripciones de género, entre otras.

En este recorrido, entonces, el cuidado como nodo heurístico adquirió peso propio en vinculación con aquellas perspectivas que pusieron bajo la lupa las configuraciones contemporáneas del bienestar social. El cuidado como categoría de análisis entrecruzó modos de reconocimiento de derechos y las discusiones éticas vinculadas a la manutención de la vida, como también en los debates en torno al mercado, al rol de las agencias estatales, las asociaciones comunitarias, las desigualdades de género, las crianzas, las tareas domésticas, las dimensiones afectivas, los sentidos altruistas, entre otros aspectos.

Si bien no hay una definición unívoca de cuidado en las investigaciones académicas, podemos decir que hace referencia a todas aquellas prácticas a través de las cuales es posible la supervivencia cotidiana, el sostén de la vida y la reparación de nuestros contextos (Fisher y Tronto, 1990; Rodríguez-Enríquez, 2015). Dichas actividades diarias cobran materialidad en las tareas y servicios tanto en los espacios domésticos, públicos y laborales. Como sostienen Annemarie Mol y Anita Hardon (2021) –en su trabajo traducido para este dossier– este carácter polisémico del término se expresa en la imbricación mutua de los contextos y las dinámicas sociales particulares, así como también en los procesos de investigación que ponen en movimiento el cuidado en tanto categoría analítica.

De una u otra manera, los cuidados no están delimitados, ni son de fácil definición, en parte porque las dimensiones para analizar el cuidado son múltiples y van desde aspectos afectivos, materiales, simbólicos, políticos, individuales y sociales, temporales, etc. Sin embargo, las mismas características de multiplicidad del cuidado invitan a pensar que es un elemento central del bienestar humano (Faur y Pereyra, 2018) y, como tal, todas las personas atravesamos situaciones donde precisamos ser cuidadas (Tronto, 1993 y 2007). Para este dossier esta cuestión es un punto primordial porque separa la idea de que el cuidado se dirige hacia personas que presentan cierta dependencia y, por lo tanto, problematiza la idea verticalista del cuidado donde aparece un cuidador activo a un cuidador pasivo (Martín Palomo y Terrón, 2015). En este sentido, los artículos aquí reunidos dan cuenta de una distribución circular-concatenada de los cuidados no exenta de tensiones, donde muchas veces los roles y responsabilidades entre agencias estatales, mercado, familia y organizaciones sociales se presentan difusos y son objeto de disputas.

Precisamente, las autoras que enmarcan sus trabajos en la antropología de la salud (Mol, 2008; Pols, 2012; Esteban, 2003), fueron las primeras en enfatizar una idea de salud que, sin desligarse del ámbito sanitario, no se limita únicamente a este. La diferencia entre cuidar y curar ha cobrado fundamental relevancia para comprender que la primera excede a la esfera biomédica, aun cuando lo que afecte sea una enfermedad crónica (Mol, 2008) o, para nuestros intereses, la situación procesual de una pandemia. La “lógica del cuidado” que propone Mol invita a pensar el cuidado como acciones ante situaciones que se les presentan a las personas y tienen que resolver. Por lo tanto, para estas corrientes el cuidado es una práctica, una acción, que obliga a los actores a la flexibilidad y adaptación para obtener resultados que finalmente son impredecibles (Mol, 2008; Pols, 2012; Mol y Hardon, 2021). Este tipo de enfoque se preocupa por el accionar de las personas y sus posibilidades de hacer con su mundo circundante.

Otros análisis focalizan en la ética del cuidado en vinculación con el ejercicio de derechos y las necesidades de las personas de cuidar y ser cuidadas. El punto está en el sentido moral y colectivo del cuidado que se transforma así en una categoría política y social (Tronto, 1993). A partir de ese sentido sociomoral se dirimen los arreglos entre quienes necesitan de los cuidados y quienes reconocen la responsabilidad de ofrecerlos. En el cuidado se entrelazan una red de relaciones (Fisher y Tronto, 1990; Mol y Hardon, 2021) que traspasan la dicotomía cuidadora/o-cuidada/o, donde se ponen en juego los esquemas de corresponsabilidad entre instituciones sociales, mercados y los ámbitos gubernamentales (Tronto, 2007).

Es importante aclarar que, aunque las personas sean cuidadas y cuiden a lo largo de su vida, no se trata de olvidar las desigualdades y dificultades que se manifiestan ante las posibilidades de destinación de recursos materiales y configuraciones de redes sociales. En esta clave de lectura, los diálogos entre las investigaciones realizadas desde la perspectiva de la economía feminista y con enfoque interseccional constituyen un aporte fundamental para los debates del cuidado social como categoría analítica y política (Castilla y Canevaro, 2021; Martín Palomo, 2008; Mol y Hardon, 2021 y en este volumen). Bajo la consigna “eso que llaman amor es trabajo no pago” (Federici, 2018), distintos análisis han procurado dar cuenta de la retribución económica que implica el trabajo doméstico y de cuidados efectuado sin remuneración alguna en los hogares. Asimismo, han problematizado la feminización de las tareas de cuidado que perpetúan la posición subordinada de las mujeres tanto en los ámbitos laborales como no laborales (Faur y Pereyra, 2018). Tal como señalan Dolors Comas-d’Argemir y Silvia Bofill-Poch, “el cuidado es trabajo (remunerado o no, formal o informal); tiene dimensiones normativas de obligación y responsabilidad, y conlleva unos costes financieros y emocionales” (2022: 3).

En tanto caja de resonancia, pensar en el encadenamiento de los cuidados llevados a cabo en las distintas esferas abre paso entonces a visibilizar las desigualdades de clase, género, adscripción étnica y con ello a las “vulnerabilidades en resistencia” (Lamas, 2021). Es en estas dinámicas procesuales y contextuales, donde se torna importante detener la mirada para interpretar de qué modos se descargan mandatos sociales hacia quienes se les atribuye la responsabilidad del sostenimiento de la vida (Fisher y Tronto, 1990) y los agenciamientos posibles de acuerdo con las condiciones sociales de existencia.

Que los cuidados no sean reconocidos socialmente tiene que ver, en parte, con que se los ha asociado exclusivamente al ámbito privado, lo que hace difícil que se los considere como trabajo debido a los componentes afectivos y morales que suelen condensar (Esteban, 2003). En términos generales, se deslegitima el tiempo y dedicación que los mismos conllevan y están naturalizados como aquellas actividades que corresponden a las mujeres y otros cuerpos feminizados por responder a la división sexual del trabajo (Comas-d’Argemir, 2000). Justamente, la pandemia colocó a los cuidados en el centro del debate y obligó a pensarlos de una manera más o menos reflexiva y con diferentes grados de androcentrismo en esas deliberaciones.

El proceso de la pandemia instó a pensar que “los cuidados son necesarios para que una vida sea vivible” (Faur, 2020) y que todas las personas tienen la capacidad de cuidar y necesidad de ser cuidadas más allá de su género. No obstante, el desarrollo de las actividades diarias requiere de habilidades, saberes y destinar tiempos que suelen atribuirse preponderantemente a mujeres y disidencias quienes han incorporado estos aprendizajes desde muy pequeñas (Fisher y Tronto, 1990; Comas-d’Argemir, 2000; Mol, 2008). En este sentido, si bien estas cuestiones quedaron bajo la lupa, tales consideraciones no necesariamente se tradujeron en distribuciones más equitativas de estas tareas, ni en una predisposición a revisar estructuras patriarcales enraizadas.

Las tareas de cuidado están lejos de poder sostenerse en soledad y aislamiento por más que, a simple vista, las medidas de contención de la pandemia promovieron enfáticamente el distanciamiento como vía privilegiada de cuidado. De allí que pensar en la producción de los cuidados como categoría para el análisis social de la coyuntura pandemia-postpandemia implicó desgranar las redes vinculares que obligadamente tuvieron que reencauzarse con el entrelazamiento de elementos de los más diversos.

¿Quién cuida a quién?, ¿qué actividades son consideradas cuidados?, ¿cuáles son/para quiénes?, ¿en qué términos se expresan y se aprenden las prácticas de cuidados? constituyeron los ejes que, durante la pandemia al tránsito de la postpandemia, avivaron las discusiones respecto de las posibilidades de desfamiliarización y desfeminización de los cuidados, así como también el entendimiento de la provisión y distribución del cuidado como derecho. De allí que la agenda de investigación exprese la necesidad de indagar en la organización social de los cuidados poniendo en foco la construcción de redes y los distintos agentes intervinientes. En este sentido, la pandemia como punto de inflexión puso sobre relieve distintas interpelaciones respecto del peso de las responsabilidades del cuidado entre las agencias del estado, el mercado, la familia y las organizaciones comunitarias. En otras palabras, el proceso de la pandemia en tanto momento singular de “sufrimiento social” (Kleinman, Das y Lock, 1997) instaló en la agenda pública una dimensión olvidada del cuidado que es la “preocupación por” (Fisher y Tronto, 1990). Para las investigaciones esto significó la necesidad de recuperar las miradas de las economías de los cuidados, el cuidado como derecho y acción política, la dimensión ética y sus aspectos vinculares/afectivos (Batthyány, 2020).

Las posibilidades de generar otras tramas argumentales, sustentadas en el análisis de los corpus empíricos y que van a contrapelo de las tendencias que dicotomizan entre producción-reproducción, lo público-lo privado, estructura-agencia, lo individual-lo colectivo –por mencionar solo algunos– constituyen sin duda un punto de partida para abrir nuevas preguntas. Este ejercicio de desplazamiento constante puede ser fructífero a la hora de habilitar otras líneas de indagación y maneras de comprender las esferas de los cuidados y la salud en su sentido más amplio.

Bajo estas coordenadas, en este dossier reunimos un conjunto de trabajos que, a través de la presentación de problemáticas y situaciones específicas, contribuyen a comprender los reacomodamientos en las prácticas de sostenimiento y reproducción de modos de vida vinculados al repertorio de cuidados en contextos particulares. Cada artículo invita a detenernos tanto en las dimensiones sociales como en las configuraciones subjetivas que, en su mutua retroalimentación, hacen a los cuidados colectivos y personales. Todos ellos comparten y ponen de relieve la importancia de una mirada contextual, procesual y relacional para el entendimiento de las disputas en torno a los significados y prácticas de los cuidados. Los cinco artículos que integran el dossier, el conversatorio entre Dolors Comas-d’Argemir y Eleonor Faur junto con la traducción del trabajo Caring de Annemarie Mol y Anita Hardon, constituyen aportes sustantivos desde diferentes ángulos. Nos ofrecen claves de aproximación a las múltiples aristas de los debates respecto de los cuidados y la salud.

El artículo de Paulo Alves propone un recorrido teórico-metodológico para analizar la pandemia desde “las nuevas sociologías” y, por tanto, trae como propuesta pensarla como práctica social. El autor señala que la crisis que trajo aparejada la pandemia conllevó que aquellos supuestos de la vida cotidiana sean revisados por las rupturas y reacomodamientos ocurridos. Puestas en jaques las prácticas habituales de afrontamiento ante las dificultades presentadas, las personas desplegaron habilidades –esto es capacidad de asociar y vincular diferentes mediadores: objetos, técnicas, discursos, soportes de redes, relaciones sociales– que supusieron aprendizajes prácticos hacia nuevos arreglos sociales.

Así, desde este presupuesto, Alves insta a detenernos en una serie de preguntas: ¿Qué pueden decirnos las teorías sociales contemporáneas sobre las nociones de “acción”, “prácticas”, “experiencias”? ¿Qué desafíos teóricos-metodológicos tienen los análisis interesados en los procesos y en los modos en que los grupos sociales procuran configurar, inventar y adaptar respuestas para lidiar con las perturbaciones en el transcurrir cotidiano? Al retomar los planteos de Mol, apunta entonces a delinear una agenda de investigación ligada a comprender las praxis de los sujetos orientadas a afrontar nuevos escenarios y materialidades del contexto de pandemia-postpandemia. Propone así un análisis socioantropológico que no enfatice en las interpretaciones de los discursos, sino en las acciones que conllevan de por sí significados intrínsecos. Es decir, nos interpela a vincular tres aspectos centrales que hacen al curso de las acciones: la recuperación de construcciones pasadas, su actualización en las prácticas, las posibilidades y proyecciones a futuro.

El trabajo colectivo de Valeria Alonso, Sonia Fuentes, Paula Romero y Laura Sánchez apunta a las reinterpretaciones y continuidades en las relaciones de género al momento de cuidar. De la mano de los estudios feministas, sus preocupaciones se orientan a comprender cómo se expresan las desigualdades de género en los escenarios domésticos y laborales de cuidado desde las perspectivas de las/os trabajadoras/es de salud de la ciudad balnearia de Mar del Plata (Pcia. de Buenos Aires) durante la pandemia. A través de un abordaje etnográfico reconstruyen los relatos de mujeres y varones, de diferentes campos profesionales y ocupaciones en el ámbito sanitario, que remiten a los modos de producción de los cuidados en vinculación con las estrategias y aprendizajes desplegados en los distintos niveles de atención: Centros de Atención Primaria de la Salud y hospitales.

Las autoras problematizan las maneras en que performativamente opera el discurso institucional de la salud pública donde se homogeneiza las diferencias entre mujeres y varones bajo un ideal formal de igualdad, invisibilizando las desigualdades de género que se configuran en las acciones de cuidados y refuerzan la naturalización de los mandatos que estas suponen. En este contexto, las mujeres del sector salud, interpeladas como “trabajadoras esenciales”, vivenciaron el peso de la doble carga laboral: en el hogar y en sus empleos. De allí que, para desandar las situaciones desventajosas que atraviesan las trabajadoras de salud, las autoras inscriban su posicionamiento analítico recuperando un enfoque de género que no puede deslindarse del ejercicio de derechos de forma transversal en los espacios laborales y domésticos.

Por otro lado, Horacio Pereyra analiza las repercusiones de las medidas de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), durante los primeros meses de la pandemia, en las estrategias de supervivencia de las personas que viven en un barrio precarizado de Santiago del Estero. Mediante las conversaciones de quienes se acercan a la despensa-kiosco familiar para aprovisionarse de insumos, reconstruye las preocupaciones expresadas de quienes subsisten de “changas” –sin empleo formal estable–, donde la incertidumbre y el miedo, atraviesa la fragilidad de su presente. En este contexto, argumenta Pereyra, los sentidos del aislamiento y la imposibilidad de salir a trabajar encierran un conjunto de resquemores respecto de la posibilidad de cuidarse y cuidar de otras/os.

La fragilidad en los soportes-redes de los cuidados quedan al descubierto y las distintas acciones de las agencias gubernamentales encaminadas a mitigar los contagios despiertan la desconfianza entre los/as vecinos/as del barrio. En este movimiento, visualizarse en riesgo y ser identificado/a como “un riesgo” para otros/as constituyen las tensiones que atraviesan el derrotero precario de sus vidas (Butler, 2009). Con este recorrido, Horacio Pereyra señala los vínculos entre las condiciones estructurantes de vida y las posibilidades de acción de las personas en contextos específicos como vía de entendimiento de lo que significó “vivir en pandemia” en los barrios pauperizados.

Por su parte, en el trabajo de Andrea Szulc nos encontramos que la pandemia posibilitó a una comunidad mapuche continuar con la recuperación de maneras propias de atender la salud y cuidados familiares e intergeneracionales enmarcados en el proceso de (re)territorialidad iniciada en meseta neuquina. A través del análisis de una experiencia de parto domiciliario desglosa como se entretejen las dimensiones políticas, comunitarias y domésticas de las acciones de cuidados que se instituyen como contrapuntos de las prácticas medicalizantes y formas de ejercicio de violencia obstétrica.

Así, indaga cómo se reactualizan las formas de entender el mundo para proyectarse y fortalecer la vida comunitaria mapuche, en tanto lo que se pone en juego no es solo el derecho individual de las mujeres al parto respetado, sino el reconocimiento de derechos colectivos de autodeterminación respecto de las maneras de habitar el territorio. En esta reactualización de la propia forma de parir mapuche, que no se escinde de vínculos de confianza con algunas profesionales de la salud, se evidencia el carácter inacabado de los procesos de medicalización y, por lo tanto, susceptibles a los reparos anclados en la activación de memorias compartidas con las cuales se accionan otros repertorios de cuidados. De este modo, la autora da cuenta de que parir, en ese territorio disputado y recuperado, es una acción de afirmación identitaria y política.

En vistas de ampliar las miradas respecto de los cuidados y su vinculación a la salud, incluimos las reflexiones resultantes de la invitación al intercambio, bajo formato conversatorio, que les propusimos a Dolors Comas-d’Angemir y Eleonor Faur. Nos interesaba la posibilidad de brindar a las/os lectoras/es otro tipo de acercamiento de los recorridos realizados de ambas respecto de las dimensiones propuestas en el dossier. De este modo, su escrito recupera el diálogo entablado entre ellas donde retoman cuatro ejes de análisis: trayectorias de investigación respecto a los cuidados; debates en torno al cuidado en Europa y Latinoamérica; impacto de la pandemia en los cuidados y sociedades cuidadoras.

En relación al primer eje, las autoras entrecruzan sus investigaciones asociadas al cuidado desde sus múltiples inserciones en espacios académicos, políticos y de gestión, mediante hitos y lecturas feministas que marcaron sus posicionamientos. En ese encadenamiento actualizan contrapuntos de convergencia y divergencia en los lugares de producción de conocimientos y acción, remitiendo a las coyunturas particularmente de España y Argentina. En el segundo eje, refieren a los debates de los cuidados preguntándose por la construcción de las masculinidades, la perspectiva interseccional, la familiarización, comunalización y mercantilización de los cuidados y los vínculos intergeneracionales. En el tercer eje, desmenuzan los modos en que la pandemia avivó la preocupación sobre cuidados. Recurren a la imagen de “palimpsesto” con el propósito de señalar las maneras en que se superpusieron aspectos ligados a las demandas de las mujeres y disidencias, los cuidados comunitarios, la profesionalización y la (des)institucionalización de los cuidados, la discusión del rol de las políticas públicas y la configuración del mercado laboral. En base a estas cuestiones, en el cuarto eje, “sociedades del Cuidado”, reflexionan sobre la retroalimentación entre agendas de investigación, de activismo y de gestión. Se detienen, entonces, en los posibles desafíos de los sistemas de cuidado, la necesidad de acuerdos creativos correspondientes a diferentes contextos para dar contenido a un proceso político comprometido con la aserción de derechos postergados.

Para cerrar, incluimos la traducción de “Caring” de Annemarie Mol y Anita Hardon, un trabajo incluido en el libro Pragmatic Inquiry. Critical Concepts for Social Sciences editado por John Bowen, Nicolas Dodier, Jan Willem Duyvendak y Anita Hardon en el año 2021. En su recorrido, las antropólogas apelan a la noción de collage para referirse a los cuidados. En concreto, se trata de pensar en las “piezas” y los “ensambles” a modo de caleidoscopio que, según los contextos donde se presentan las situaciones, enlazan determinados vínculos entre personas, recursos, objetos y tecnologías. Con esta clave de lectura, focalizan en el cuidar como verbo: acciones comprometidas en pos de mejorar algo. En este camino, donde las personas se encuentran constantemente ante situaciones impredecibles, las actividades de cuidado tienen un doble carácter exploratorio y adaptativo. Si bien dichas situaciones incluyen improvisar con lo que está al alcance, no desatienden el papel que juegan las dimensiones de lo conocido y las lecciones aprendidas. De allí que, el nudo del trabajo apunta a problematizar las acciones de cuidado y los usos de las tecnologías en sus posibilidades, constreñimientos y tensiones. Mediante las ejemplificaciones del cuidar en el ámbito de la salud refieren a las tecnologías de cuidado, identificando los entornos y las coyunturas en su heterogeneidad; como así también las apropiaciones de técnicas y conocimientos de y en permanente transformación.

En tanto que el cuidar supone un concatenamiento de acciones desplegadas en varios puntos de una red, no es posible comprenderlo en un sentido lineal y requiere de ajustes permanentes. Tal como señalan, si bien las acciones de cuidado suponen trabajar en dirección de “vale como bueno”, no necesariamente esta cuestión es obvia e invariable. Sugieren, entonces, correrse de los a priori “de lo bueno” o “deseable”, para abrir la posibilidad de preguntarnos “para quién, de qué manera, bajo qué circunstancias, con respecto a qué” (pág.), teniendo en cuenta que las fricciones son constitutivas de esos mismos modos del cuidar. Desde estas consideraciones, proponen comprender las conceptualizaciones de cuidado como herramientas que, como tales, no deben imponerse al analista, sino brindarle la posibilidad de indagar e interpretar en contextos específicos de actuación.

Como se desprende del recorrido realizado en estas páginas, los modos de entrecruzamiento entre cuidados y salud han abierto un abanico profuso de dimensiones y planteos que desafían las distintas perspectivas de análisis. Sin la pretensión de agotar todas las aristas e interpretaciones posibles que pueden desprenderse de los textos aquí reunidos, las/os invitamos a hacer sus propias lecturas.

Para terminar, queremos expresar nuestro agradecimiento al equipo editorial de la revista que hizo posible la traducción del trabajo de Annemarie Mol y Anita Hardon. Su trabajo de gestión y colaboración hizo posible su inclusión en este dossier. Igualmente, por la predisposición de permitirnos incluir el intercambio entre Dolors Comas-d’Angemir y Eleonor Faur, bajo el formato de coloquio, a modo de acercar la producción de conocimiento mediante una escritura amena y abierta hacia otras formas posibles de reflexión. En este caso, también manifestamos nuestra gratitud a ambas autoras que aceptaron este reto con entusiasmo y compromiso por la comunicación pública del quehacer académico.

Asimismo, agradecemos a los/as evaluadores/as que nos acompañaron durante este proceso y especialmente a todas las personas que se interesaron en la propuesta del dossier enviando sus artículos para disponerlos a las lecturas de quienes desean acercarse a la intersección entre cuidados y salud.

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