Gestión política y científica de la cultura
Gonzalo Iparraguirre
Buenos Aires: Biblos
2017, 328 páginas.
por Sofía Guagnini
Estudiante de Antropología Social y Cultural de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales. Universidad Nacional de San Martín.
sofía.guagnini@gmail.com
Cómo citar esta reseña: Imaginarios del desarrollo. Gestión política y científica de la cultura. De Gonzalo Iparraguirre. Sofía Guagnini. Etnografías Contemporáneas, 10(18). pp 250-254.
Este libro es, ante todo, una propuesta. Una invitación a utilizar la antropología y el método etnográfico como herramienta para la gestión e intervención. Imaginarios del desarrollo. Gestión política y científica de la cultura recorre tres casos de estudios abordados desde la antropología aplicada siempre a partir de la misma pregunta: ¿Qué es el “desarrollo territorial”? Mediante la combinación de la experiencia laboral en gestión territorial en el sudoeste de la Provincia de Buenos Aires con indagaciones teóricas de alta complejidad, Gonzalo Iparraguirre construye una obra que logra reunir en las mismas páginas planos que suelen pensarse como inconexos. El libro se organiza a partir de la elaboración paulatina de un gran modelo teórico-metodológico que permite generar sistemas interpretativos que acompañen las dinámicas territoriales en las que los imaginarios son movilizados por diferentes actores sociales. Mientras avanza en la comprensión sobre cómo es posible que grupos que conviven en los mismos lugares tengan imaginarios tan diferentes, también logra aportar conocimiento antropológico para la elaboración de herramientas de toma de decisiones políticas, técnicas y científicas.
En su página web, Iparraguirre se define como antropólogo especialista en tiempo y proclama que su “vocación como antropólogo” está comprometida con la comprensión y traducción de temporalidades. En este libro profundiza en su área de estudio, pero incluye al espacio como parte fundamental de su investigación. Tiempo-espacio o temporalidad-espacialidad son duplas que reconoce como prácticamente indisolubles y considera que deben ser abordadas como dos caras de un mismo problema antropológico. Su formación como antropólogo comenzó en la Universidad de Buenos Aires (UBA); se graduó como licenciado con una tesis que aborda la temporalidad con grupos mocovíes en Chaco, y luego se doctoró con la investigación que da sustento al libro aquí reseñado. Su trayectoria combina trabajo de campo con diferentes grupos sociales (indígenas, inmigrantes, agricultores, emprendedores, políticos) y más de una década en gestión y diseño de políticas públicas en diferentes niveles de organismos públicos en la Argentina (Gobierno Provincial, Nacional y Municipal) y empresas privadas.
Si bien el inicio formal del proyecto de doctorado fue en el año 2010, el libro incluye experiencias previas que coinciden temporalmente con el final de la tesis de licenciatura del autor (2006-2010). Guiado por un deseo de poder intervenir y mejorar la experiencia de vida en su propia localidad, Iparraguirre emprende la vuelta a casa y se instala definitivamente en Tornquist, distrito del que es oriundo. Entre 2007 y 2010 se desempeñó en tareas de asesoramiento y gestión del patrimonio cultural para el parque Tornquist y para el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. De esta experiencia nace el “caso 1”, que aborda el imaginario social del patrimonio y la dinámica socioterritorial en el Parque Provincial Ernesto Tornquist y en un organismo provincial de gestión de patrimonio arqueológico y paleontológico. Para este caso, Iparraguirre trabajó con guardaparques y guías del área protegida, biólogos universitarios, turistas y funcionarios del gobierno provincial y municipal en relación directa con el parque.
La segunda etapa se extendió entre 2011 y 2014, y se centró en la Agencia de Extensión Rural del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Tornquist, dependiente de la estación experimental agropecuaria bordenave. La cotidianeidad en el INTA generó un abordaje interdisciplinario y mediado por tareas de gestión que le permitió tener un diálogo entre agrónomos, técnicos y productores, lo que generó un acercamiento conceptual y fáctico al problema del desarrollo territorial. En esta segunda etapa surgen el “caso 2” y “caso 3”. El primero se centra en analizar los discursos, imaginarios y prácticas del turismo rural en la Comarca Turística Sierra de la Ventana. Los grupos sociales trabajados fueron los prestadores turísticos de la Comarca, funcionarios y políticos y los técnicos asesores e investigadores. El último caso abarca el distrito de Tornquist y se enfoca en interpretar los imaginarios sociales en torno a la producción agropecuaria entre productores, técnicos y funcionarios.
El trabajo no tuvo un financiamiento específico, sino que durante todo este período existió una búsqueda por reconvertir sistemáticamente la experiencia laboral en material antropológico. Iparraguirre muestra de forma transparente qué sucede cuando buscamos aplicar la teoría social a problemas concretos y, a la vez, las virtudes de abordar etnográficamente políticas de gestión. Este diálogo entre teoría, gestión y etnografía organiza y marca el ritmo de lectura del libro.
Desde un enfoque sociopolítico, el autor busca desnaturalizar procesos sociales implicados en el desarrollo. A partir de Escobar, Iparraguirre entiende que pensar el desarrollo es también adentrarse en la historia y la cultura, la ciudadanía, el conocimiento, el Estado y la explotación. Enmarcado en las corrientes filosóficas de la fenomenología y el deconstruccionismo, comienza por desandar el camino de la naturalización de las nociones de tiempo y espacio moderno. Esto le permite abordar antropológicamente la fórmula “desarrollo territorial” y avanzar en un reconocimiento de sus características locales al separarlo de la noción a escala nacional y global.
La propuesta fenomenológica lo lleva a entender al tiempo como fenómeno del devenir en sí y al espacio como fenómeno material del tiempo. Tiempo y espacio son las manifestaciones del devenir y la existencia, pero se limitan al instante del presente. En un movimiento que le permite pasar del campo filosófico al antropológico propone los conceptos de temporalidad y espacialidad como las aprehensiones contextualizadas que configuran nociones específicas de procesos temporales y territorializaciones espaciales. Su propuesta avanza con la distinción del carácter temporal de desarrollo en tanto refiere a proceso siempre en devenir, e implica una racionalización de la aprehensión del tiempo en donde se tensiona ya no solo el presente, sino un origen pasado y también un destino futuro. Iparraguirre sostiene que dentro de la imaginación social hegemónica el “desarrollo” ocupa un lugar central ligado a la idea de “progreso”, proponiendo una visión unitaria del devenir de la humanidad, sobre cómo deberían desenvolverse las cosas en el tiempo.
En discusión con estas visiones, el autor elige casos de estudio situados que le permitan –mediante un abordaje etnográfico– acercarse a la propuesta poscolonial de estudios locales. La territorialización del “desarrollo” comienza desde la denominación elegida para referirse al territorio de cada caso (Comarca Turística Sierra de la Ventana, distrito de Tornquist, Ventania, y similares). El autor propone superar las generalidades que se desprenden de la fórmula “suroeste bonaerense” mediante una recomposición de los diferentes procesos sociohistóricos de cada una de esas nomenclaturas. No es casual que entre grupos sociales vinculados al turismo prevalezca el uso de Comarca Turística de Sierra de la Ventana, mientras que para funcionarios públicos haya mayores referencias a nombres distritales o geopolíticos. Lejos de ser confuso, el uso de diferentes términos según el caso enriquece el análisis, ya que permite sintetizar las diferentes formas en las que el espacio es comprendido y habitado.
Su teoría se completa al presentar a los imaginarios sociales como conjuntos de representaciones mentales sobre los modos de pensar y actuar de un grupo social en su vida cotidiana. Se sitúa dentro de las corrientes estructuralistas y de antropología simbólica para comprender las constelaciones y categorías como parte central del análisis social. Dentro de la tradición local retoma a los antropólogos Wright y Cernadas y su abordaje de la imaginación social como un producto histórico. Por el contrario, se separa y discute con las corrientes de la “percepción” en los estudios aplicados porque tienden a generalizar el pensamiento de los actores y remite a algo sensitivo.
El abordaje estructuralista y simbólico se traduce a nivel etnográfico en una búsqueda por identificar categorías que sean representativas de las constelaciones de cada imaginario. Mediante entrevistas seriadas y observación participante recoge datos tanto de los discursos como de las prácticas, que luego son sistematizados en esquemas (encontrados en el anexo del libro) que representan las matrices de análisis de imaginarios sociales del patrimonio, el turismo rural y la producción agropecuaria. El análisis comparativo entre los casos pone en clara evidencia la multiplicidad de formas de entender el territorio y el desarrollo territorial entre personas que conviven. Vale la pena detenerse en algunos ejemplos de cada caso y la productividad de su comparación.
El caso 1 tuvo como objetivo la realización de un informe técnico sobre el manejo de recursos culturales dentro del Parque Tornquist para pensar nuevas políticas de gestión. Las visiones espacio-temporales de quienes diseñan el museo y los diferentes recorridos guiados a visitantes dentro del Parque promueven una representación del pasado que el autor caracteriza homogeneizante y universalista en relación a las amplias discusiones etnohistóricas y geológicas sobre los patrimonios culturales y naturales del lugar. La elección de una cronología unívoca para narrar la historia de habitantes originarios de la zona y sucesivas conquistas configuran la interpretación de quienes lo visitan al establecer con sus prácticas un modelo de representación del pasado. Por el contrario, la propuesta del autor es proponer un recorrido que pueda invitar a locales y visitantes del parque a dudar de sus convicciones sobre el lugar y predisponerlos a abrir su captación del entorno. Comprender al presente no como la acumulación del pasado sino más bien como la coexistencia del pasado en el permanente movimiento del presente. Para esto sería necesario mostrar las múltiples cronologías y reconocer la amplitud de conocimientos sobre la zona, generados no solo por los “técnicos del saber” (autoridades del Parque) sino también por grupos locales.
Es interesante comparar esta situación con el caso 2, los imaginarios del turismo rural, en dónde las diferentes aprehensiones del tiempo radican no en una interpretación del pasado sino en la variación de ritmos entre la temporalidad del turismo y la temporalidad que traen los visitantes, ligadas al mundo del trabajo y a la urbanidad. Las rítmicas de los locales permiten que florezcan diferentes recorridos y acercamientos al territorio, según la propuesta de cada emprendimiento. La homogeneidad de la propuesta del Parque contrasta aquí con la multiplicidad local. Iparraguirre argumenta que el turismo rural llega a ser una modesta práctica contrahegemónica que, aún bajo la lógica del consumo e inserto en el mercado del turismo masivo, logra establecer una valorización sobre la calidad de vida por el cambio de rítmicas que propone y promover vínculos locales y relaciones asociativas entre emprendimientos.
Un último contrapunto puede establecerse con los imaginarios de la producción agropecuaria, resumidos en el caso 3. El caso se diferencia de los otros particularmente desde el análisis espacial, ya que, si bien los productores agrónomos, los técnicos y los funcionarios habitan el mismo sistema serrano, la espacialidad de la producción agropecuaria son las llanuras entre las sierras. Si bien estas son parte del “paisaje”, la regionalización del territorio aquí no tiene que ver ni con las particularidades geológicas del Parque Tornquist ni con la forma de vida rural del caso 2, sino que son las características biológicas del suelo (húmedo/árido) y la forma de trabajarlo (ganadería/plantación) lo que genera discursos y prácticas para aprehender el espacio.
La densidad y calidad tanto de los apartados teóricos como de los casos de estudio permitirían que cada investigación sea un libro en sí mismo. Reunirlos todos en esta gran obra tiene la virtud de permitir la comparación entre cada uno de ellos pero la gran desventaja de volver ardua la lectura. En el comienzo del libro Iparraguirre afirma que busca tener una “escritura ligera” para que la investigación pueda ser referencia de técnicos y funcionarios en la gestión. Creo que el material que brinda es rico y novedoso, pero difícilmente accesible para alguien no familiarizado con lecturas de ciencias sociales, particularmente la parte dedicada al desarrollo teórico. Este libro amplía los horizontes de la etnografía y sus modos de ser aplicada, a su vez que renueva lecturas de teorías simbólicas y estructuralistas. Los abordajes le permiten discutir con las visiones de la cultura como objeto de estudio verificado y en cambio proponer el estudio desde las rítmicas culturales, que le da un carácter histórico y una perspectiva novedosa desde la antropología del espacio y del tiempo.