Vivir afuera. Antropología de la experiencia urbana
Segura, Ramiro
Buenos Aires, UNSAM Edita, 2015, 173 pp.
ISBN 978-987-1435-94-4

por Lucía de Abrantes11. Instituto de A (…)

Una de las discusiones más controversiales de la antropología urbana es aquella que se dirime entre la antropología en la ciudad y la antropología de la ciudad. Mientras la primera remite al corpus de trabajos desarrollados en contextos urbanos pero sin problematizar la ciudad en sí misma, la segunda ha tomado como foco de análisis la ciudad y ha olvidado, por momentos, abordar las particularidades de los escenarios locales. El libro que reseñamos busca desentrañar dicha polaridad para reparar en las potencialidades que habitan en el encuentro de ambas perspectivas. Es así que en la propuesta de Ramiro Segura, la ciudad no solo se postula como escenario en el cual se realizan prácticas y representaciones, sino también como un objeto de estudio que merece ser indagado en toda su especificidad y totalidad. Asimismo, en palabras del propio autor, se trata de un trabajo que “busca mostrar no solo cómo la mirada antropológica enriquece la comprensión del urbanismo (...), sino también señalar las vías por las cuales el fenómeno urbano presenta desafíos analíticos, conceptuales y empíricos para la mirada antropológica, tradicionalmente desarrollada en contextos no urbanos” (p. 20). Estos intereses de investigación son abordados a partir de una investigación etnográfica en la ciudad de La Plata y sus periferias, realizada entre 2007 y 2010.

En este trabajo se analizan distintas dimensiones de la ciudad: sus fronteras, sus planificaciones, sus desbordes, sus crecimientos, sus poblamientos, sus desigualdades, sus segregaciones y sus flujos. A su vez, la ciudad aparece como practicada, representada, soñada e imaginada, pero sobre todo como ciudad experimentada. Para Segura, la antropología de la experiencia urbana –de y en la ciudad– es la piedra angular sobre la cual se levanta toda su propuesta. En efecto, comprender y analizar esa experiencia de los habitantes, específicamente de las periferias de La Plata es el objetivo central de la investigación que presentamos.

La experiencia urbana es entendida aquí como los modos de ver, sentir y hacer la ciudad por parte de actores situados social y espacialmente. Por esta razón, en este libro encontraremos una superposición de diversos abordajes de la ciudad: la ciudad como objeto que se mira, como experiencia corporal y como experiencia pública.

En cada uno de los capítulos, Segura introduce aportes de los estudios urbanos y de distintas teorías sobre la ciudad, y los hace dialogar con los datos construidos al calor de un exhaustivo trabajo etnográfico. Así, la reflexión conceptual junto con un trabajo de campo bien documentado y el uso de diversas fuentes secundarias (estadísticas, históricas, cartográficas, etc.) son la base sobre la cual construye algunas interpretaciones posibles sobre las formas en que los sujetos practican, habitan y representan la ciudad y sus periferias.

Luego de delimitar los conceptos y las herramientas metodológicas, Segura dedicará un primer capítulo a analizar las relaciones que se establecen entre la configuración material de la ciudad de La Plata y las representaciones que se han elaborado en torno a dicha configuración. Para llevar adelante tal propósito, se remite al plano fundacional donde la ciudad de La Plata se “prefiguraba” como una ciudad geométrica y simétrica, una ciudad ordenada y equilibrada, una máquina urbana, una cuadrícula perfectamente diagramada. Una configuración que buscaba separar, limitar y distinguir los límites de una ciudad “pujante”, el esplendor de las “luces” y la cultura; del campo, la pampa, lo rural y el “atraso”.

Ahora bien: el autor nos dirá que esa propuesta fundacional sufrió, como es de esperar, diversas transformaciones. Es decir, a medida que se fue asentando, la ciudad material se alejó de su proyecto original. Sin embargo, al recurrir a un abanico de documentos históricos (legislaciones y políticas sobre la ciudad, publicidad municipal, intervenciones y proyectos urbanos, representaciones mediáticas, etc.), Segura encuentra la impronta de una imagen o representación más o menos compartida acerca de la ciudad que ha sido construida sobre ese plano fundacional y que ha logrado permanecer a pesar de las transformaciones acaecidas. Una imagen que él denominará la persistencia de la forma y que servirá para interpretar distintos procesos urbanos que se han ido desplegando sobre este escenario. Así lo demuestra en el segundo capítulo, en donde recurre a este concepto para argumentar que la representación dominante de una ciudad limitada a una cuadrícula permitió establecer, y reforzar, fronteras materiales y simbólicas que contribuyeron a generar los primeros procesos de segregación sociorresidencial.

Recuperando los distintos patrones de poblamiento, los procesos de ocupación del suelo, la degradación de ciertos espacios urbanos, así como el desarrollo de los primeros asentamientos informales en estas zonas, en este capítulo el autor reconstruye históricamente la periferia y nos permite ver de qué modo la extensión territorial que comienza a trasvasar las fronteras de la “ciudad cuadrícula” empieza a figurarse como un espacio desconocido, invisibilizado, ajeno y distinto de la ciudad.

Luego, Segura se introduce en la periferia para reponer las piezas de la experiencia urbana de sus habitantes y descubre que, si bien es posible reconocer una experiencia en común, esa experiencia no es, necesariamente, compartida. Al analizar una serie de relatos en torno a los distintos modos de establecerse en la periferia, Segura postula que lo común remite a un conjunto de expectativas y prácticas: migrar hacia la ciudad en busca de mejores oportunidades, el sueño del lugar propio, las dificultades a las que tuvieron que enfrentarse (ausencia de infraestructura, servicios, dificultades en el acceso a la salud, educación, trabajo, etc.). Aun así, un proceso de temporalidad diferencial en la ocupación de este territorio periférico hubiera provocado distinciones respecto de la experiencia de sus habitantes, dando lugar a la conformación de grupos sociales diferentes.

En el capítulo tres se tematizan los modos en que los habitantes de esta periferia representan socioespacialmente la ciudad. Mediante la inclusión de relatos y la realización de mapas, el autor encuentra que el punto de vista periférico se constituye, siempre, bajo una relación de cercanías y lejanías (sociales, económicas, espaciales, morales) que la periferia sostiene con “la ciudad”. Temores, sensación de ajenidad, el “no sentirse parte”, son algunas de las percepciones que colman estas representaciones construidas desde “el afuera”.

Segura insiste en la idea de una periferia ecléctica: social, política, cultual, habitacional y económicamente heterogénea. Es decir, si bien “la periferia” puede aparecer como un espacio único cuando se la contrapone a “la ciudad”, lo cierto es que al situarse sobre sí misma se multiplica en espacios diversos. En este sentido, el capítulo cuatro indaga en las distintas categorías de clasificación (infraestructura, lugar de origen de la población residente, tiempo de residencia, situación legal de los terrenos, entre otras) utilizadas por los residentes de la periferia a la hora de interpretar, clasificar y diferenciar el espacio en el que viven.

Posteriormente, el análisis se dirige a explorar la relación de la desigualdad social y el espacio apelando a la noción de segregación sociorresidencial. A este respecto, el autor dirá que –si bien las desigualdades sociales se objetivizan en el espacio construyendo límites categoriales para clasificar lugares, objetos y personas– las distancias y disociaciones que generan estas categorías no son fijas ni monolíticas. De hecho, son sumamente permeables. Es decir, la ciudad debe ser comprendida como mosaico (con sus posiciones, segmentaciones y fronteras) pero también como flujo (con sus movilidades, interrelaciones entre los segmentos del espacio, etcétera).

Finalmente, Segura vuelve a destacar su mayor apuesta: demostrar que la experiencia urbana puede convertirse en una productiva perspectiva teórica y metodológica a la hora de abordar la complejidad de las ciudades. Reflexionar en torno a las semejanzas y las diferencias, lo común y lo singular, las transformaciones y los procesos, las relaciones entre lo figurado, lo representado, lo material y los vínculos que se despliegan entre los significantes y significados de los escenarios que habitamos, forma parte de todo aquello que podemos explorar desde tal enfoque.

Como lo hemos visto, el libro se compone de un conjunto de capítulos que reflexionan sobre problemáticas distintas; todas ellas sumamente significativas para el ejercicio de la antropología urbana. En estos apartados, se analizan las formas espaciales y las prácticas sociales; los límites y las relaciones (los segmentos, los flujos, las fronteras cambiantes); lo articulado y lo vivido en la ciudad de La Plata, en sus periferias y por sus habitantes.

Indudablemente, el espectro es amplio y muchos podrían argumentar que aquí radica una debilidad. Sin embargo, creemos que esa es su mayor fortaleza: Vivir afuera. Antropología de la experiencia urbana nos invita a realizar un abordaje de la ciudad sobre la superposición de una cantidad de dimensiones analíticas, estrategias metodológicas, debates conceptuales y elementos constitutivos de la vida en las ciudades. Por estas razones, para aquellos que buscamos reflexionar y comprender las ciudades contemporáneas, esta perspectiva antropológica integral, renovada y exhaustiva se presenta como una opción difícil de ignorar.

1.

Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín - CONICET; Núcleo de Estudios Urbanos (IDAES-UNSAM). E-mail: deabranteslucia@gmail.com.