Asambleas socioambientales en la Argentina
Activismo como agenciamiento
Por Karin Skill1 y Susann B. Ullberg2
En la plaza principal de la ciudad de Santa Fe, se han reunido los miembros de la Asamblea Permanente de Afectados por la Inundación. Es la tarde del 28 de abril de 2005 y están planeando las actividades del día siguiente para conmemorar el aniversario de la inundación que golpeó a la ciudad en 2003, así como para reclamar la responsabilidad política del desastre. La ciudad de Santa Fe, con casi 400.000 habitantes, se sitúa en las costas de los ríos Paraná y Salado, en la Cuenca del Plata, una región que se caracteriza por un clima húmedo y temperaturas altas. La protesta social ha sido organizada a través de reuniones de asamblea, realizadas con regularidad desde 2004. Al preguntarles, los asambleístas expresan que participan en la reunión en calidad de inundados, es decir, víctimas de la inundación que han sido abandonadas por el Estado. Los miembros del grupo la Carpa Negra levantan su carpa y, entre los frondosos árboles de la plaza, cuelgan la gran pancarta blanca, ahora ya grisácea y deshilachada, que los ha acompañado desde el primer año de protesta y en la que se lee: “La Carpa Negra de la Memoria y la Dignidad”. Una gran piedra blanca, que asemeja una lápida sepulcral debido a su forma y a la inscripción: “Ni olvido, ni perdón”, está colocada junto a la carpa, de cara a la Casa de Gobierno. El año anterior, otro grupo perteneciente a la Asamblea, la Marcha de las Antorchas, clavó más de cien cruces de madera en el suelo de la esquina opuesta de la plaza, para hacer presentes a quienes fallecieron durante el desastre y el periodo posterior al mismo. Los activistas de la Carpa Negra están planeando mantenerse en vela y, al día siguiente, comenzar temprano con la radio callejera que transmite directamente desde la plaza. Una conferencia de prensa fue organizada para presentar una investigación técnica independiente sobre las causas de la catástrofe de inundación ocurrida en 2003, comisionada por los demandantes en el proceso judicial contra el Gobierno entablado por algunos activistas de la Asamblea. Diana, una de las demandantes, hizo la introducción. Estaba sentada en una mesa cubierta con un mantel blanco, junto a un altar y frente a un gran mapa de la ciudad. A su izquierda, se encontraba una representante local de las Madres de la Plaza de Mayo, una mujer mayor que portaba el emblemático pañuelo blanco en la cabeza. A la derecha de Diana, estaban sentadas dos jóvenes abogadas representando a los demandantes. Junto a ellas, estaba el experto técnico contratado por las mismas, un profesor de la universidad de la ciudad, experto en ingeniería hidráulica, quien también había sido víctima de la catástrofe. Su informe confirmó y aclaró las conclusiones alcanzadas en las investigaciones de otros expertos. Los informes contribuyeron al argumento jurídico de los demandantes y al argumento moral de los activistas inundados.
Unos setecientos kilómetros al noroeste de Santa Fe se sitúa Andalgalá, un pueblo con aproximadamente 18.000 habitantes ubicado en la provincia de Catamarca. Andalgalá ha obtenido la atención de activistas socioambientales debido a la resistencia contra el nuevo proyecto minero Agua Rica a cielo abierto en las montañas de los Andes, donde se extraerán metales preciosos con explosivos, agua y químicos, a pocos kilómetros del centro de la ciudad. Cuando la Asamblea El Algarrobo se reúne bajo el árbol que dio su nombre al grupo, en el paisaje semidesértico de Catamarca, sus asambleístas discuten las acciones a tomar en contra de la corporación minera. Hay un pasacalle que avisa: “Sí a los glaciares, sin agua no hay vida”. Junto a la asamblea, una antena de radio colocada por ellos mismos se eleva hasta tocar el cielo de la tarde, proveyendo a los asambleístas tanto con ondas de radio como de conexión de internet. En el camino de grava que lleva hacia el sitio del proyecto minero en las montañas, pilas de piedras y neumáticos recuerdan del bloqueo de caminos que los asambleístas han estado realizando desde diciembre de 2009, para impedir que las máquinas mineras entren a su montaña. Probablemente, todavía es posible encontrar balas de goma en el suelo, pequeños objetos de memoria del violento encuentro acontecido el 15 de febrero de 2010, entre la asamblea y el Kuntur, una fuerza especial de la policía catamarqueña, cuando esta última trató de levantar el bloqueo de caminos para abrirles el paso a los excavadores mineros, pero no lo logró. Numerosos videos mostrando este evento han sido subidos a YouTube por los asambleístas, y han sido vistos, compartidos y comentados miles de veces. La bandera wiphala, que simboliza a los pueblos indígenas de los Andes y sus derechos territoriales, ondea en el viento y, a un lado del camino, se alza una bandera con el colorido logotipo de la Asamblea El Algarrobo. Dicho logotipo fue creado por uno de los asambleístas con habilidades artísticas y representa el árbol de algarrobo extendiendo sus raíces profundamente en la tierra, con un lema que vincula al conflicto minero con otros conflictos que están teniendo lugar en el territorio argentino y latinoamericano.
El propósito de estas escenas introductorias es ilustrar etnográficamente cómo una asamblea socioambiental puede ser analizada como un agenciamiento4 en línea con las teorías de Deleuze y Guáttari (2003) y seguidores (cf. DeLanda, 2006). Un agenciamiento está constituido por elementos heterogéneos, tales como personas, ideas, paisajes, conocimientos, habilidades, materiales y tecnologías, y se forma a través de un proceso denominado por Turnbull como labor social (2000). La particular coyuntura temporal-espacial es lo que otorga a la reunión de asamblea su capacidad social y política (DeLanda, 2006). Vemos que otros elementos, además de la gente y sus discursos, están entrelazados (invitados) en la asamblea y son dotados de agencia. Lo anterior está en consonancia con “el giro poshumanista, ontológico y material” (Åsberg et al., 2012)5 en el que la materia y el ambiente no son vistos ni como pasivos, ni como externos a los humanos (Alaimo, 2010:1). La “naturaleza” siempre se encuentra tan cerca como la propia piel (Val Plumwood en Alaimo, 2010: 2). Alaimo y Hekman explican en Material Feminism que “la fuerza material del trabajo de Deleuze... generalmente es ignorada debido a que se centra exclusivamente en lo discursivo” (2008:3). La justicia medioambiental, la salud medioambiental y los conflictos de distribución ecológica son poderosas áreas para estudiar la intersección entre la sociedad y la naturaleza, y pueden ser un “sitio en el que la división naturaleza/cultura se disuelve” (Tuana, 2008:202).
En la Argentina del siglo XXI, la asamblea ha surgido como una forma de, y para, la movilización política popular. Ha sido asociada en gran medida con el extendido descontento social con la democracia representativa durante la crisis del 2001-2002, pero también ha surgido en relación con diferentes controversias socioambientales. Entre estos últimos se encuentran por ejemplo los conflictos en torno a la minería a cielo abierto en gran escala y las fumigaciones con pesticidas (cf. Weinstock, 2007; Skill y Grinberg, 2014) en los cuales se reclama por la salud y el bienestar de las poblaciones locales. Asambleas populares de este tipo se han formado también tras diferentes desastres en el país para exigir responsabilidades políticas y resarcimiento económico (Salmenkari, 2009; Ullberg, 2013; Josin, 2015). Los desastres y los riesgos ambientales transforman a la gente en activistas/asambleístas que demandan justicia y que abordan problemas técnica y científicamente complejos, como por ejemplo la construcción de terraplenes, la minería a cielo abierto, las sustancias tóxicas y el cambio climático. Estos son problemas que conectan las escalas locales y mundiales de modo simultáneo (Hastrup, 2013).
Con asamblea, nos referimos tanto al grupo de gente que constituye un actor colectivo, como a las reuniones en las que la asamblea es constantemente creada. Los argentinos tienen una larga tradición de búsqueda de influencia política a través de reuniones en espacios públicos, plazas y calles (Catela da Silva, 2004; Rossi, 2005; Salmenkari, 2009). En este contexto, la alusión a la asamblea implica ideas y prácticas de democracia directa, con un modo de proceder específico (Rossi, 2005) y un patrón común de movilización de protesta (Salmenkari, 2009), influido por los discursos latinoamericanos (Vara, 2013) que entremezclan las luchas pasadas y presentes (cf. Catela da Silva, 2004). La globalización y el neoliberalismo transnacional de las últimas décadas parecen haber estimulado un interés académico renovado en cómo los ciudadanos se organizan (localmente) para combatir los efectos de dichas políticas (cf. Graeber, 2009; Razsa, 2015). Las asambleas argentinas han resultado ser atractivos objetos contemporáneos de estudio académico, tal vez debido a su meta de reinventar lo político y de contribuir a otro mundo posible (Dinerstein, 2003; Fernández et al, 2008; Svampa y Pereyra, 2003).
La teoría del agenciamiento se basa en la ontología realista y materialista (DeLanda, 2006; Deleuze y Guáttari, 2003:15). Como antropólogas, pensamos que usar este marco nos permitirá investigar qué es lo que se ensambla durante las reuniones de la asamblea, más allá de las expresiones e ideas discursivas. Los agenciamientos devienen en relación con otros agenciamientos. De esta forma una asamblea se crea en relación con el Estado-nación, los medios sociales, los paisajes, el neoliberalismo, los mercados y las corporaciones transnacionales, etc. Este es el aspecto no-existencialista y exterior del agenciamiento: es históricamente contingente (DeLanda, 2006). Los agenciamientos reúnen elementos heterogéneos que son tanto materiales como inmateriales, a través de procesos de territorialización y desterritorialización (ibid.). El rol de territorialización mantiene los elementos y sus relaciones y, por consiguiente, la durabilidad del agenciamiento. El rol territorializador está compuesto por elementos que recombinan o recolocan elementos en agenciamiento y puede causar una reformación del agenciamiento. Otro aspecto de esta ontología realista es que un agenciamiento se vuelve más grande cuanto más elementos apropiados sean ensamblados (DeLanda, 2006). De esta manera ”las herramientas existen únicamente en relación con las entremezclas que éstas [las herramientas] posibilitan” (Deleuze y Guáttari, 2003:90).
Este texto en sí es un agenciamiento. No solo hemos usado “mucha tinta tóxica y árboles convertidos en papel” (Haraway, 1988:575) para expresar nuestras observaciones como investigadoras, sino también nuestras experiencias de investigación, computadoras, tecnologías de comunicación y cables. Es el resultado de la colaboración, en las ideas y los textos, entre dos antropólogas suecas que han realizado trabajo de campo en Argentina en el siglo XXI, aunque en diferentes proyectos. Nuestro trabajo se une porque comprende material etnográfico de diferentes reuniones de asamblea, que hemos documentado a través de nuestros respectivos trabajos de campo translocales y transtemporales (cf. Ullberg, 2013). Nuestro campo de investigación no es comparativo. Preferimos que nuestros casos etnográficos se reflejen mutuamente, a fin de ofrecer una metodología analítica para el estudio antropológico de las asambleas.
DeLanda (2006:28) sostiene que, para evitar la cosificación de los agenciamientos, los investigadores deben enfocarse en los procesos históricos que ensamblan elementos. Para que la teoría (interdisciplinaria) del agenciamiento pueda funcionar en la antropología, sugerimos que se utilice el concepto de labor social de Turnbull (2000) para analizar el proceso de agenciamiento en sí, pues, nuestro supuesto de partida es que los agenciamientos no solo aparecen. Con labor social, Turnbull se refiere al “trabajo de negociación y decisión... aportado para crear las equivalencias y las conexiones que producen orden y sentido” (ibid.: 13). Sostenemos que también es importante enfocarse en los elementos que han sido desechados mediante la labor social, para poder capturar la contingencia y la no-linealidad de los agenciamientos. Este es un argumento a favor del uso de la observación participante de las actividades y la interacción que tienen lugar en las asambleas. Este texto examinará la asamblea argentina como un agenciamiento, haciendo uso de las investigaciones etnográficas realizadas durante la última década. Las preguntas que sirven de guía son: ¿qué elementos son ensamblados? y ¿cómo son dichos elementos entremezclados en las asambleas?
Generalmente se dice que todas las personas son bienvenidas a participar en las asambleas, donde la gente se reúne debido a intereses en común. Los participantes tienen diversos orígenes, así como diferentes experiencias, conocimientos y recursos, tanto culturales como simbólicos (Svampa y Pereyra, 2003). A veces, sin embargo, las asambleas están conformadas por un núcleo que es más homogéneo en términos de clase o ideología (Rossi, 2005). Aunque la asamblea, como un agenciamiento, puede ser descrita como una configuración contingente de diferentes elementos materiales e inmateriales, también es una comunidad social. Como tal, los asambleístas no sólo se identifican con la causa en juego, sino que también tienen un fuerte sentido de pertenencia a la comunidad de la asamblea. Más allá de ir a las reuniones, la identificación con la asamblea puede tener diferentes aspectos visuales, desde un tatuaje del logotipo del algarrobo en la propia piel de un asambleista, hasta poner los lemas en su página de Facebook, exponerlos en una remera o en los juguetes de su hijo. El aspecto no-esencial de la teoría del agenciamiento enfatiza que diferentes elementos, como los asambleístas, surgen en relación con otros agenciamientos y a través de la interacción (DeLanda, 2006). Como se mostrará a continuación, diferentes organismos con diferentes experiencias y capacidades son ensamblados en las reuniones de la asamblea, lo cual, a su vez, tiene un efecto sobre ellos. Por consiguiente, el participar en las reuniones de la asamblea significa pertenecer a la Asamblea, pero, más importante aún, significa convertirse en un asambleísta.
La Asamblea Permanente de Afectados por la Inundación en la ciudad de Santa Fe comenzó como una protesta social contra las deficiencias del Gobierno respecto al estado de preparación ante desastres y a la gestión de los mismos, después de que 130.000 personas que vivían en un tercio del territorio de la ciudad se vieran afectadas por una catastrófica inundación el 29 de abril de 2003. Quienes participaban en esta asamblea, ya sea como individuos o miembros de un grupo, se describían a sí mismos como inundados, sin importar si realmente habían sido afectados por la inundación y evacuados, o no (Ullberg, 2013:112). Venían de diferentes barrios de la ciudad para participar en las asambleas; hombres y mujeres, jóvenes y jubilados, y profesionales y empleados. Las reuniones de asamblea convirtieron a los inundados en activistas que reclamaban justicia y una indemnización del Gobierno, mediante la realización de protestas en público. Al inicio, cuando los activistas ocuparon una de las plazas más importantes de la ciudad ‒frente a la Casa de Gobierno– como forma de protesta, no había suficientes turnos disponibles para tantos voluntarios. Estas víctimas-convertidas-en-activistas se apresuraban de un lado a otro entre la plaza, sus hogares y sus trabajos, vigilando la ocupación día y noche, y pasando horas en largas reuniones de asamblea realizadas en la misma plaza, a fin de discutir cómo lograr sus objetivos. El enojo y la determinación de hacer que la ciudad recordara el desastre y reconociera la situación de los inundados era lo que los motivaba a seguir. El número de inundados que ocupaban la plaza disminuyó gradualmente durante los seis meses que duró la protesta. Los inconvenientes eran muchos, en particular los causados por el municipio, que intentó ejercer el poder mediante cortes de electricidad y amenazas de desalojo dirigidas a la asamblea. Esta resistencia del Gobierno fortaleció a los asambleístas de manera temporal. De cientos de activistas, únicamente quedó una docena cuando terminó la ocupación de la plaza al final de ese año. En los años siguientes, este número oscilaría entre mil participantes en las reuniones de protesta anuales con motivo de los aniversarios del desastre, cien personas en las reuniones de asamblea celebradas antes de las juntas de protesta, y una docena de individuos centrales durante el resto del año. La densidad y la intensidad de la asamblea cambian durante el transcurso de un año, e influye en las reuniones.
Una de estos asambleístas era Marta, una mujer que a sus cincuenta años, vivía en uno de los barrios afectados y cuya casa se había inundado. Su batalla como auto-evacuada, dijo ella, fue dolorosa porque ni el Gobierno, ni los jueces, habían respondido a ninguna de sus demandas. Sin embargo, las protestas también resultaron gratificantes para ella, ya que conoció a muchas personas con las que no compartía residencia, condición social o convicción política, pero sí compartía la experiencia de ser víctima de la inundación. Las reuniones de asamblea no solo eran discusiones sobre las estrategias de protesta, sino también sobre el procesamiento y la creación de significado de una experiencia traumática, así como un aprendizaje sobre los derechos ciudadanos. Marta nunca había sido políticamente activa o había participado en una protesta callejera. Aunque varios participantes en la asamblea eran representantes de diferentes ONGs con experiencia previa en activismo, la mayoría de los activistas inundados eran novatos en términos de movilización social y política.
La Asamblea El Algarrobo fue fundada en Andalgalá el 14 de diciembre de 2009, cuando un docente tomó la iniciativa junto a un grupo de habitantes de hacer un bloqueo del camino para impedir el paso de las máquinas a la zona donde se iba a abrir la mina de Agua Rica. En Catamarca ya estaba la experiencia del establecimiento de la primera mina de cobre y oro a gran escala en Argentina explotada por la Minera Alumbrera. Algunas de las personas en la asamblea ya habían participado en el grupo Autoconvocados de Andalgalá que cuestionaba públicamente la manera en que la Alumbrera se llevaba los minerales sin dejar nada y la falta de compromiso con los catamarqueños (cf. Mastrangelo, 2004; Svampa y Antonelli, 2009). Con la fundación de la asamblea El Algarrobo la lucha se enfocó más en los aspectos ambientales. El lema fue “el agua vale más que el oro” y se presentó una demanda de paralizar el proyecto Agua Rica por aplicar una tecnología a cielo abierto que implicaba severos riesgos ambientales. La empresa minera, la canadiense Yamana Gold, presentó un estudio de impacto ambiental con el cual lograron que las autoridades provinciales autorizaran el proyecto Agua Rica. Este hecho generó la fuerte movilización por parte de los habitantes y la creación de la asamblea. Cuestionaron la calidad del estudio y opinaron que los políticos locales y provinciales habían vendido el pueblo para capitales extranjeros. La asamblea El Algarrobo entremezcló a mucha gente diferente en defensa del agua y con motivaciones tan variadas como el cuidado ambiental, la producción agraria y la salud de los pobladores, como honrar la memoria de antiguos defensores del territorio, como por ejemplo el cacique Juan Chelemín, quien encabezó la rebelión diaguita contra los colonizadores españoles en el Siglo XVII.
La fundación de una asamblea está íntimamente relacionada con la protesta pública contra una actividad, como en el caso de Andalgalá. No obstante, no todos los andalgalenses se movilizaron. Con la fundación de la Asamblea El Algarrobo, la población local se vio dividida en grupos de residentes a favor y en contra de la minería. Los residentes pro-minería acusaban a los residentes anti-minería de ser “hippies”, “en contra del progreso” y “foráneos” que se interesan más por el medio ambiente en una región caracterizada por la pobreza y el subdesarrollo. Un grupo de jóvenes que se había mudado de la megalópolis de Buenos Aires al pueblo de Andalgalá, en búsqueda de un modo de vida rural y alternativo, formaba parte del núcleo de la asamblea. En el heterogéneo grupo de asambleístas se encontraban personas de diferentes edades y género, personas de diversas profesiones, creencias e ideologías, como por ejemplo docentes, estudiantes, amas de casa, militantes (y ex políticos) de partidos políticos, productores, artesanos, agrónomos, abogados, enfermeras, jubilados, católicos, músicos, desocupados, y anarquistas. En las vacaciones se sumaban además muchos jóvenes oriundos del pueblo que durante el año estaban estudiando en las universidades de Buenos Aires, Córdoba, La Plata y Rosario. Todos traían experiencias e ideas diferentes a la asamblea. Alicia, una mujer de unos cuarenta años y docente de profesión, ofrecía sus conocimientos pedagógicos al servicio de la asamblea. Ella recordaba que en la escuela donde trabajaba, habían recibido material escolar con el logotipo de la Minera Alumbrera y que, en aquel entonces, ella, sus colegas docentes y la rectora de la institución agradecían los regalos a la empresa. Cuando se gestó la asamblea El Algarrobo, Alicia se sintió convocada a participar. Fue más precisamente al escuchar el discurso de una asambleista y al ver los audiovisuales que mostraban las voladuras de rocas en las explotaciones mineras cuando sintió que tenía que hacer algo. A la luz de los problemas sociales y ecológicos de la Alumbrera, y ante la amenaza de que sucediera lo mismo con la mina Agua Rica, esos recuerdos se le habían vuelto amargos. Alicia los reinterpretaba como un engaño de parte de la empresa, algo que ilustra que el devenir asambleísta puede implicar la reinterpretación de determinadas experiencias previas. En la asamblea se entremezclaron diferentes saberes, como por ejemplo la especialización en geoquímicos o imágenes satelitales, los conocimientos jurídicos para formular cartas y denuncias, y la habilidad de cocinar empanadas para vender y juntar fondos para financiar las actividades de la asamblea. Estas experiencias y saberes se entremezclaron con objetos materiales aportados por distintos asambleístas, como por ejemplo el auto para transporte, los teléfonos celulares o la casa para hospedar a visitantes. En esta heterogeneidad había una fuerte identificación colectiva de resistencia, basada en la noción de que eran individuos desamparados luchando contra un enemigo más fuerte, constituido por una compañía minera transnacional y un Estado corrupto que además contaba con lo que los asambleístas consideraban ser cómplices locales, como por ejemplo los empresarios que pueden ofrecer sus servicios o productos para la empresa (cf. Vara 2013).
En esta sección hemos descrito cómo las reuniones de la asamblea son configuraciones heterogéneas, que ensamblan diferentes personas y grupos, experiencias y saberes, objetos y otros elementos. La cuestión de la autenticidad ha sido discutida en estudios antropológicos sobre identidades étnicas e indígenas, y es relevante en este contexto debido a la defensa de su lugar. La teoría del agenciamiento se enfoca en el devenir y es, por consiguiente, no esencialista (DeLanda, 2006). Nuestros casos etnográficos dan cuenta de esta característica, mientras que las subjetividades asambleístas son producidas en los encuentros entre urbanitas alternativas, pueblerinos ambientalistas, activistas no inundados y víctimas no activistas.
La noción de apertura e inclusión en la ideología de la asamblea es posibilitada mediante la organización de las reuniones de asamblea en espacios públicos (y simbólicos), tales como la plaza principal de la ciudad o bajo un árbol determinado, a fin de hacerlos accesibles. Dicha apertura y accesibilidad puede tener connotaciones sorprendentes. En una reunión de la Asamblea El Algarrobo en diciembre de 2010, aproximadamente cuarenta participantes de todas las edades y géneros y, a juzgar por sus dialectos, de diferentes regiones, se habían reunido en torno al árbol de algarrobo. A pesar de la fuerte identidad local y territorial, los asambleístas locales dieron la bienvenida a la gente de otras partes del país, u otras partes del mundo, a unirse a su lucha, aunque fuese solamente por un día. Un mayor número de conexiones hace que la red sea más grande. A la mitad de esta reunión en particular, los representantes de una ONG nacional arribaron repentinamente al sitio de la asamblea junto con un famoso cantante argentino llamado Axel. La ONG había invitado al cantante a dar un concierto gratuito al día siguiente, como parte de las celebraciones del aniversario de la asamblea que tendrían lugar en la plaza principal del pueblo. Muchos asambleístas comenzaron a llamar por teléfono a sus amigos y familiares, y a tomarse fotos con él. Sin embargo, en medio de la agitación, César, un hombre que a sus cincuenta años y con amplia experiencia asamblearia previa, comentó con amargura que el hecho de irrumpir en la reunión e involucrar a artistas famosos, en lugar de escuchar las voces de los ciudadanos comunes, mostraba que la ONG no compartía la ideología de la asamblea. A diferencia de lo que opinaba César, para la mayoría de los asambleístas presentes la aparición sorpresa de la ONG con el cantante era muy valorada, no sólo por la emoción de conocer a una celebridad, sino también porque era un indicio de la atención a nivel nacional que su asamblea había logrado captar.
Nuestra etnografía muestra que las divisiones ideológicas y políticas dentro de las asambleas se manifiestan de diferentes maneras. En Santa Fe, los desacuerdos trataban parcialmente de la ayuda económica otorgada por el Gobierno provincial para facilitar la recuperación y la reconstrucción (Ullberg, 2013:79-80). Muchos de los inundados devenidos asambleístas aceptaron las condiciones de la compensación económica, pensando que el dinero les permitiría comenzar de nuevo después del desastre. Las decisiones de dichos activistas fueron consideradas por sus compañeros asambleístas como actos de traición y corrupción moral, y llevaron a un menor nivel de participación en general. En el caso de Santa Fe, los “traidores” dejaron de asistir a las reuniones debido a los conflictos (Ullberg, 2013:146). Estos son ejemplos de elementos que pueden conducir a la disipación y/o la reformulación del agenciamiento que continuamente se está creando (DeLanda, 2006). En Andalgalá, fue la asociación de la asamblea con la política partidaria que condujo a esta reformulación.
Al momento de crearse la asamblea, había en Andalgalá un intendente municipal pro-minería. En las elecciones municipales de 2011, se presentaba el candidato a intendente con la promesa, si él ganara, de prohibir la megaminería en el municipio. Uno de los lemas de su campaña electoral era “Otra Andalgalá es posible” y en uno de los carteles había una imagen de una mina a cielo abierto acompañado con el siguiente texto: “El pueblo de Andalgalá dice NO, SI Páez Intendente”. Durante la campaña de Páez, la asamblea organizó una votación interna para decidir si apoyaban públicamente a este candidato de intendente y además a su concejal para las elecciones. La asamblea votó que sí. Páez ganó las elecciones y en el mes de diciembre de ese año asumió como intendente de Andalgalá. En la asamblea se suscitaron entonces muchas discusiones respecto al apoyo que le habían dado al candidato. Algunos asambleístas opinaron que los compañeros que habían concebido la idea de “politizar” la asamblea a través de su apoyo manifiesto, tenían la intención de quebrarla. Otros objetaban diciendo que era positivo para la causa de la asamblea tener un intendente que haya expresado que estaba en contra de la megaminería. Con la asunción del intendente Páez en Andalgalá, varios asambleístas de El Algarrobo asumieron cargos administrativos en la municipalidad o fueron otorgados diferentes becas, cosa que no fue visto con buenos ojos por los demás asambleístas.
A los pocos meses, en febrero de 2012, se suscitó otro momento de tensión en Andalgalá, ya mencionado en la introducción de este artículo. En el medio del conflicto social y político, los actores pro-minería de Andalgalá incorporaron las estrategias de la asamblea y bloquearon las principales vías de entrada al pueblo, a fin de impedir que la gente de otras partes del país pudiera llegar y participar en las actividades de la asamblea para conmemorar el evento de la represión de 2010. Se rumoraba de la llegada de Kuntur de la policía provincial para levantar la barricada de la asamblea otra vez, al igual que en 2010. La tensión y los rumores, más el hecho de que había interferencia en la radio de la asamblea y no podían transmitir nada, hicieron que una multitud de personas se reunieran en asamblea, junto al árbol de algarrobo. En la asamblea discutieron cómo prepararse en caso de un posible enfrentamiento nuevo con la policía, evaluaron las experiencias de la aquella exitosa resistencia del 15 de febrero de 2010, y debatieron cuales fueron entonces y cuales serían ahora los métodos y estrategias legales y legítimos a aplicar. Varios asambleístas ya habían sido denunciados ante la policía por su participación en actividades anteriores, lo cual convirtió su participación política en una actividad ilícita. Mientras la asamblea resolvía que iban a resistir todos sentados y encadenados brazo en brazo sobre la calle, un grupo conformado principalmente por hombres jóvenes, decidió prepararse a su manera. Se alejaron unos cien metros del algarrobo donde se encontraban los demás integrantes de la asamblea y se prepararon para un choque con la policía. Los asambleístas revelaron en entrevistas más adelante que estas tácticas de enfrentamiento físico son el resultado de experiencias previas, por ejemplo adquiridas durante los enfrentamientos ocurridos entre manifestantes y policías durante el llamado Argentinazo, en 2001. A pesar de ser ilegal la resistencia a la fuerza pública, varios ambientalistas consideran que tales prácticas son absolutamente legítimas Cómo actuar frente a las autoridades, y especialmente frente a la policía, a menudo se discuten en asambleas en relación a marchas y actividades públicas, dando cuenta de la entremezcla moral y política entre lo (i)legal y lo (i)legítimo en el agenciamiento.
Las reuniones de asamblea están organizadas de manera que ningún miembro o grupo en particular tenga que desempeñar un papel de liderazgo. Las reuniones son “...simples zonas de experimento social, espacios en los que los activistas pueden tratarse unos a otros de la forma en que consideran que la gente debe tratarse mutuamente, y para comenzar a crear algo de ese mundo social que ellos desean hacer aflorar” (Graeber, 2009:287). Como ya ha sido descrito anteriormente, la asamblea de los inundados en la ciudad de Santa Fe fue iniciada por evacuados que se movilizaron en respuesta a la negligencia y la mala gestión del desastre por parte del Gobierno. Recurrentes reuniones de asamblea entre los evacuados, realizadas en toda la ciudad, condujeron al establecimiento de una asamblea coordinadora un año después del desastre, a fin de organizar mejor las actividades de demanda y protesta llevadas a cabo por diferentes individuos y asambleas.
En un esfuerzo por alcanzar horizontalidad e igualdad, los deberes dentro de una asamblea dada generalmente son rotados entre los participantes para que no se vuelvan tareas permanentes. En la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), diferentes asambleas locales en todo el país organizan y acogen reuniones tres veces al año para compartir experiencias y apoyar la movilización local, así como para fortalecer el poder de las demandas. Debido a que viajar en este vasto país implica costos y tiempo, la mayoría de los participantes en las reuniones suelen venir de la región en la que se organiza la reunión de la UAC en particular. En julio de 2009, la UAC fue organizada en la provincia de Jujuy al noroeste del país. Algunos asambleístas habían viajado en camión desde Esquel, otros desde Buenos Aires. Los asambleístas se reunieron para una manifestación inicial en la ciudad capital de la provincia San Salvador de Jujuy, era el día más frío del año con escarcha en el pasto. Al día siguiente, la UAC se trasladó a Libertador General San Martín, pueblo coloquialmente llamado Libertador o Ledesma. Fue electo como lugar de encuentro por la UAC debido a que allí se halla el ingenio azucarero de la empresa agroindustrial Ledesma. El objetivo de la UAC en esa ocasión era llamar la atención a los posibles daños socioambientales del ingenio. En el programa se mezclaban discusiones y debates con actividades educativas. Una de esas actividades era el juego de interpretación de roles, otra actividad educacional consistía en hacer un gran mapa y documentar los problemas socioambientales en todo el país. El objetivo del juego de interpretación de roles era practicar cómo intervenir en contextos públicos para mejorar y empoderar la acción, y reforzar los vínculos entre la discusión, la pedagogía y la acción directa. Esto puede ser visto como un ejemplo de cómo la asamblea está ensamblada en un “organismo que piensa al actuar” (Mattini, 2002 en Dinerstein, 2003:197). Vale mencionar aquí que, a los pocos años de la asamblea de la UAC en Jujuy, la empresa Ledesma estaba nuevamente en la mira en el llamado Tribunal del Juicio Ético a las Transnacionales6 convocado por múltiples organizaciones sociales, entre ellas la UAC y la Asamblea El Algarrobo. En esta ocasión, Ledesma estaba acusada por complicidad con el Estado argentino durante la última dictadura militar (1976-83) (cf. Maisel, 2006), y la represión y criminalización de los movimientos populares en la actualidad. Este último ejemplo demuestra cómo en la asamblea, la lucha por una causa, una localidad y una escala se puede entremezclar con otra y crear efectos sinérgicos, en este caso, entre la defensa del territorio en Andalgalá con la de los derechos humanos en Ledesma y en el país entero.
La comunicación es una parte de la labor social que puede mantener o aumentar el agenciamiento. Los asambleístas se comunican no solo de manera interna entre los miembros de la asamblea, sino también con la comunidad circundante. Las asambleas usan cada vez más las redes sociales, como por ejemplo Facebook, para comunicarse e incluso crean su propio hardware de comunicación. En Andalgalá, la mayoría de las estaciones de radio locales trasmiten la publicidad de las empresas mineras, quienes hablan de su “absoluto cuidado del medio ambiente” y sus actividades mineras “sostenibles”. La postura contra la minería de la Asamblea El Algarrobo difícilmente trasciende a los medios de comunicación, razón por la cual reunieron fondos y construyeron su propia estación de radio en 2011. Esto permite que la asamblea tenga control de los programas, la información que se publica y la publicidad que se permite, y de este modo haga público un discurso contrario al de la compañía. Sin embargo, en términos de clarificación teórica, este dispositivo precisa de los asambleístas que trabajan en la radio para convertirse en una herramienta que posibilite la entremezcla de elementos (Deleuze y Guáttari, 2003:90).
Las asambleas procuran garantizar que todos los participantes expresen sus puntos de vista (Fernández et al., 2008). En nuestros respectivos trabajos de campo hemos observado, sin embargo, variación en la forma en la que los participantes sin experiencia anterior en este tipo de participación pública manejan esto. Algunas personas, como Marta, parecen tener una especie de talento natural para hablar. Debido a su franqueza y carisma, con el tiempo, ella se convirtió en la portavoz de la Asamblea Permanente en Santa Fe; lo que ilustra cómo una persona específica sin experiencia previa de activismo puede convertirse en asambleista en relación con el agenciamiento. Otros miembros de la asamblea que sienten que “no hablan bien” no se atreven a compartir sus puntos de vista o a pedir aclaraciones cuando no entienden algo. Sienten que tienen que luchar por formular sus argumentos sobre qué acciones tomar. Otras personas ya tienen experiencia en la militancia política o formación académica, con lo cual ya traen experiencias y saberes que les hacen sentir seguros a la hora de hacerse oír en el espacio público. Todo esto da cuenta de que en las asambleas hay modos heterogéneos y asimétricos de manejar la expresión de opiniones en un espacio muy concurrido.
En las asambleas se negocia aquello que debe ser comunicado al público. En la Asamblea el Algarrobo, reunidos bajo el árbol, se prepara con anterioridad lo que se presenta en las reuniones públicas en la plaza principal 9 de julio todos los sábados. Se organiza una caminata por la plaza “por el agua y la vida”. Antes de caminar, se proyectan videos en una pantalla grande, escuchan charlas dadas por representantes invitados por la asamblea, y escuchan y cantan el himno nacional. En la ciudad de Santa Fe del posdesastre, los activistas de la asamblea produjeron numerosas declaraciones y breves informes, publicados como Documentos (Ullberg, 2013:135-36). Los Documentos fueron presentados en conferencias de prensa o leídos en voz alta durante las manifestaciones, y después fueron conservados como declaraciones escritas, o artefactos de la memoria de la Asamblea Permanente. En los años 2004-2005, por lo menos catorce documentos fueron producidos y hechos públicos. La longitud de los documentos variaba, conteniendo desde una o dos páginas, hasta siete u ocho páginas. Tal como ilustra la viñeta etnográfica al inicio de este artículo, los documentos eran de autoría colectiva y generalmente eran redactados durante las asambleas con el objetivo de ser leídos ante el público. Varios autores habían escrito diferentes fragmentos de texto que esa noche del 28 de Abril de 2005 tenían que ser recopilados en una sola declaración para ser leída al día siguiente. Emilio, uno de los activistas independientes, leyó el borrador en voz alta. Una frase específica del informe publicado por la Casa de Derechos Humanos, fue la misma que había sido presentada en la conferencia de prensa esa misma mañana y llegó a ser profundamente debatida en la asamblea. Era una pregunta retórica sobre si seguir votando por los mismos políticos que desempeñaban diferentes cargos antes y durante la inundación. Luis, un hombre soltero de unos cincuenta años y electricista de profesión cuya casa había sido inundada en 2003, era el autor de la frase. Él sostenía que era fundamental recordarle a la gente de Santa Fe que los titulares del poder que fueron culpados por el desastre todavía continuaban ocupando puestos en el Gobierno y la Administración Pública. Luis opinaba que había que recordarle a la gente que considerara por quién votaría en las próximas elecciones. No obstante, otros integrantes de la asamblea se opusieron a dicha frase. Sostuvieron que se enfocaba exclusivamente en el acto de votar, como si ese fuese el único modo de lograr la justicia o ejercer la democracia. Ellos argumentaban que había muchas otras maneras de cambiar las cosas en la ciudad, tales como sus propias manifestaciones. Por consiguiente, para ellos, la frase presentaba un concepto demasiado limitado de cómo disputar el poder. Después de algunas discusiones, se realizó una votación. Se decidió no incluir la frase en cuestión en la declaración. Luis tomó su mochila y dejó la plaza, muy molesto por haber tenido que eliminar su frase, si bien otras oraciones de su autoría permanecieron en el documento. La reunión continuó y fue concluida con un documento final. Al día siguiente, miles de personas en la Plaza de Mayo escucharon en silencio la lectura del documento titulado A DOS AÑOS DEL 29 DE ABRIL, el mismo que trajo el desastre ocurrido dos años antes de vuelta al presente, tanto en sus mentes como en sus cuerpos. Mientras las palabras finales resonaban en la noche cálida y multitudinaria, la gente presente en la plaza se unió a los clamores por la justicia:
No podemos ni queremos olvidar.
¡Justicia por nuestros muertos y enfermos!
¡Juicio y castigo a los inundadores!
¡Confiscación de sus bienes!
¡Inhabilitación para ejercer cargos públicos!
¡Indemnización total para los afectados!
El ejemplo descripto arriba da cuenta de varios aspectos de la labor social que estamos analizando. Uno que quisiéramos destacar aquí es la cuestión temporal, o sea la coyuntura y la contingencia de los elementos en relación al agenciamiento. La idea de “lo político” es altamente delicada en la Argentina contemporánea. La noción émica de “hacer política” puede referir tanto a la politización y el clientelismo que permean la vida social argentina y que, de cierto modo, ha pasado a significar una invectiva para mucha gente, en vista de altos grados de corrupción. Por ello, la ideología de la asamblea es a menudo apolítica, en el sentido de ser apartidista y anti-Estado, dado que, por lo general, es el Estado argentino que es el adversario de la asamblea.
Lo anterior también da cuenta de la heterogeneidad interna, las negociaciones y tensiones que caracterizan a la asamblea y que ya hemos discutido en los párrafos anteriores, en relación a la manera en que éstas generan diferentes modos de participación que a su vez afectan la toma de decisiones. Luis, al igual que Marta, no traía experiencia previa de militancia política, pero era también una persona de mucha integridad y elocuencia, virtudes que además fue refinando en la asamblea. No obstante, esa falta de experiencias de activismo hacía que él a veces no lograra crear conexiones en el agenciamiento. Hemos aquí un ejemplo de elementos que fueron desechados en la labor social, tanto Luis como su oración en el documento, lo cual demuestra la no-linealidad de los agenciamientos. Por último, el ejemplo está en consonancia con las investigaciones previas que han mostrado que, aunque las asambleas argentinas valoran las estructuras de movilización horizontales, estas son a la vez capaces de usar retribuciones del Estado y la atención de los medios, así como las vías legales y las normas transnacionales, para defender su postura (Salmenkari, 2009). El conocimiento de los Documentos e informes por parte del público también era importante para los activistas. Ellos procuraban obtener la mayor atención pública posible, generalmente a través de la presentación de informes en las reuniones de asamblea a las que invitaban a periodistas locales. Las investigaciones y los informes presentados ejemplifican los elementos de conocimiento que son ensamblados a través de la labor social. En otros casos, se ha invitado a geólogos para que aseveren que los glaciares están amenazados por la industria minera, o se ha traído a doctores en medicina y biólogos moleculares para que informen de los efectos del uso de plaguicidas sobre la salud (Skill y Grinberg, 2011). La asamblea lucha por ensamblar evidencia y legitimidad, lo cual forma parte de la dinámica del agenciamiento. Cuanto más apoyo del tipo apropiado tenga, más fuerte se vuelve la asamblea, ya que la capacidad del agenciamiento aumenta, no sólo con el número de elementos, pero aún más importante, con elementos que son considerados legítimos y aceptables.
Las movilizaciones sociales contemporáneas recurren a discursos y símbolos especiales para defender su causa y aportar significado y legitimidad a su acción. Al igual que los documentos, un libro es una interconexión de elementos materiales e inmateriales. Un ejemplo es el libro Vienen por el oro, vienen por todo. Las invasiones mineras 500 años después (2009), escrito por el difunto periodista argentino y activista medioambiental Javier Rodríguez Pardo, en el que se describen las protestas de la asamblea en contra de la explotación minera en las ciudades de San Juan y Esquel. El libro circuló entre las asambleas socioambientales y sirvió como una fuente de conocimientos e inspiración. En repetidas ocasiones, Rodríguez Pardo fue invitado a participar en reuniones y a pronunciar discursos públicos. Este libro es un ejemplo de aquello que DeLanda (2006) describe como un agenciamiento, no como una matrioska rusa en la que las muñecas encajan perfectamente unas en otras, sino como algo que se superpone, que es contingente y desordenado. Esta lógica discursiva articula una situación contemporánea de controversia ambiental, como la que se dio en torno a la contaminación proveniente de la minería a cielo abierto, con el capitalismo imperialista que ha subyugado a los habitantes de las Américas tras los tiempos de la colonia. Este discurso puede también emerger en escenarios de acción colectiva, en los que la extracción de recursos no era el problema inicial. En la ciudad de Santa Fe, por ejemplo, el problema identificado y discutido en las reuniones de asamblea de los activistas inundados, inmediatamente después del desastre, era el Gobierno deficiente y el Estado corrupto que no habían protegido la ciudad y a sus habitantes del riesgo de inundación. Sin embargo, a partir de 2008, los problemas ambientales fueron repentinamente planteados como causales del desastre. Santa Fe es una de las históricas provincias de la Argentina que contribuyó a que este país fuera el llamado granero del mundo en el Siglo XX y que, en los últimos años, ha sido uno de los mayores productores de soja. El hecho de que la deforestación y el uso de plaguicidas afecten el clima, la calidad del suelo y del agua, así como la capacidad de absorción del suelo, e incrementen el riesgo de inundación, fue planteado en varias de las reuniones de asamblea y expresado mediante consignas y pancartas. Esto ilustra que los agenciamientos se transforman con el tiempo, a través de la labor social y la interacción, en particular en términos de la producción de conocimiento (Turnbull, 2000) y el uso de evidencia científica (Alaimo, 2010).
La elección de sitios simbólicos para realizar las asambleas es otro ejemplo de la entremezcla de los discursos poscoloniales y anti-imperialistas, así como de eventos históricos, lugares, gente, y pancartas. En la ciudad de Santa Fe, la Asamblea Permanente principalmente realizaba sus reuniones y acciones en la Plaza de Mayo, un lugar emblemático, en particular, porque el nombre lleva consigo la memoria de la Revolución de Mayo que condujo a la independencia nacional, pero también porque muchas protestas sociales han tenido lugar en plazas con el mismo nombre. Otro ejemplo es el de la reunión de asamblea que fue organizada por el movimiento Paren de Fumigar y la UAC, en septiembre de 2009. San Lorenzo fue, en 1813, el escenario de una de las más importantes y exitosas batallas de emancipación de los poderes coloniales españoles. Se ubica en la provincia de Santa Fe, a orillas del río Paraná, y actualmente alberga uno de los puertos privados más grandes de Argentina, desde el cual se exporta gran parte de la producción de soja del país. El tren que transporta los metales de la mina la Alumbrera, situada al interior del país, también atraviesa San Lorenzo en su camino al puerto de exportación. La asamblea de la UAC se transformó en una manifestación callejera y en una de las pancartas se leía: “Desde este puerto salen las riquezas del país, dejándonos con las explosiones, las fumigaciones, la pobreza y las enfermedades”. La pancarta ensamblaba ideas sobre el modelo de extracción-exportación que suponen la minería, la madera y los cereales, con los supuestos efectos sobre la salud de la población argentina como resultado.
Los discursos poscoloniales y anti-imperialistas son expresados mediante símbolos como wiphala y pachamama, la Madre Tierra en la cosmología andina, quien con frecuencia es invitada a las reuniones de asamblea, junto con las imágenes de íconos de la política latinoamericana, como Ernesto ”Che” Guevara, cantantes de protesta chilenos e intérpretes de música folclórica argentina. A menudo, el popular y emblemático rock nacional argentino también es utilizado para crear paisajes sonoros poscoloniales especiales. El juego de interpretación de roles realizado en la reunión de la UAC en 2009, y mencionado anteriormente, fue inspirado por el llamado Teatro del Oprimido, un análisis que sirve de medio para promover el cambio social y político. De este modo, la inspiración ideológica de difuntos educadores, músicos y políticos, se entremezcla para fortalecer el agenciamiento.
Las asambleas trabajan para ejercer presión a fin de lograr el cambio social de manera, sino apolítica, al menos apartidaria. Si bien también ocurre que, paralelamente a la movilización social, los miembros de las asambleas realizan demandas mediante los instrumentos políticos y judiciales7 establecidos, lo cierto es que hay ciertas demandas sociales y morales, tales como en nuestros casos etnográficos, que no son dadas curso mediante las vías institucionales establecidas, ya sea por falta de mérito o por intereses políticos encontrados. Además los tiempos de las demandas sociales raramente son las del mundo burocrático. Las asambleas emergen entonces para los ciudadanos como una alternativa moral y expeditiva de democracia directa. Así mismo, estas caminan sobre la delgada línea que separa la legalidad y la legitimidad. Mientras muchas de las acciones organizadas y realizadas por las asambleas, tales como manifestaciones, marchas y escraches, son una característica de la democracia y, por consiguiente, legales, otras actividades son ilegales, como el bloqueo de caminos. Sin embargo, aunque las manifestaciones, las marchas y los escraches sean legales, pueden causar controversia en las comunidades locales. Por ello, se dedica mucho tiempo en las reuniones de asamblea a discutir cómo crear legitimidad, tanto para las acciones legales como para las ilegales. Con frecuencia, esto se hace recurriendo a marcos legislativos supremos, como la Constitución Argentina y sus Artículos 41 y 43, mismos que establecen el derecho a un medioambiente seguro, en el caso de la Asamblea El Algarrobo, o a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el caso de la Asamblea Permanente de los inundados en Santa Fe.
En el presente artículo, hemos discutido y analizado cómo elementos heterogéneos, tales como ideas, habilidades, activistas, expertos, tecnologías, textos, fuerzas policiales, lugares, eventos históricos, paisajes, discursos y demás, son ensamblados a través de la labor social en asambleas. Como ha quedado claro, la asamblea argentina se caracteriza por su heterogeneidad y su dinámica. Varias de las asambleas a las que hacemos referencia, incluyendo aquellas que nosotras mismas hemos estudiado etnográficamente, han sido activas durante años y continúan luchando por sus metas mediante el agenciamiento de personas, discursos y objetos, principalmente a través de las asambleas. Es así como este particular agenciamiento de acción colectiva es conformado, haciendo de la asamblea un organismo que piensa al actuar. Las reuniones consisten en discusiones para elaborar estrategias de acción, como manifestaciones públicas y escraches, para marcar su presencia y expresar sus demandas. La presencia es importante, tanto material como ideológicamente, en particular en un país cuya historia está marcada por ausencias. Las tecnologías de la comunicación contemporáneas son, en efecto, un elemento en este agenciamiento en particular, pero la presencia física de la gente es preferida para realizar un escrache o para representar y socializar la pedagogía crítica de la asamblea. La ideología de estar presente que impregna la asamblea y se materializa a través de símbolos como la imagen de Che Guevara, así como la presencia física de las Madres de la Plaza de Mayo, hace que las asambleas socioambientales argentinas tengan connotaciones de los años violentos de la última dictadura, cuando las desapariciones forzadas de los activistas políticos eran habituales. Al recurrir a este emblemático legado, el reclamo adquiere fuerza en los ojos del público. Esta dimensión temporal y espacial de la presencia está relacionada con el proceso de territorialización del agenciamiento.
No obstante, las reuniones de asamblea no solo son teatros estratégicos y operativos de acción, sino también momentos para darle sentido a experiencias traumáticas y conflictos sociales. Sin prestar atención al origen de la asamblea, sin importar si es el resultado de una comunidad accidental posdesastre, como en la ciudad de Santa Fe, o una movilización contra los peligrosos proyectos de compañías transnacionales, como en Andalgalá, el reclamo de justicia es la clave. Aquí, tanto los medios de comunicación como las ciencias son elementos cruciales en este agenciamiento, ya que estos articulan y legitiman dichos reclamos. La gente sin experiencia previa en activismo interactúa con activistas establecidos y aprende las prácticas de la asamblea, así como las prácticas de protesta, siendo estas últimas el resultado y la extensión de las reuniones. En suma, las personas se convierten en activistas y la asamblea se convierte en acción colectiva en, y a través de, las reuniones.
En conjunto, la asamblea argentina puede ser entendida como un fenómeno emergente ensamblado a través de la experiencia histórica, la experimentación creativa y la presencia interactiva de múltiples elementos ideológicos y materiales, a través de los cuales los argentinos en el siglo XXI luchan por reinventar un futuro (a)político.
Agradecemos a Aisha Renée Malmgren por su trabajo de traducción al castellano de este artículo.
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Master en Antropología Social (Universidad de Estocolmo) y Doctora en Tecnología y Transformación Social (Universidad de Linköping). En 2010 fue investigadora posdoctoral en el Departamento de Antropología de la Universidad de California en Santa Cruz.
Doctora en Antropología Social (Universidad de Estocolmo), investigadora posdoctoral (Universidad de Gotemburgo) y docente (Universidad de Defensa de Suecia).
Una versión extendida de este artículo fue publicada en el volúmen Meeting Ethnography: Interrogating Meetings as Key Technologies of Contemporary Governance, Development and Resistance, compilado por Jen Sandler y Renita Thedvall (London, New York, Routledge. 2017. Pp. 69-87).
En la literatura en castellano hemos encontrado tanto los términos agenciamiento como ensamblaje para referirse al concepto en cuestión. Nosotras optamos en este artículo por utilizar agenciamiento, considerando que se encuentra más cercano al término agencement en su idioma original en francés, mientras que ensamblaje pareciera haberse traducido del término inglés assemblage.
Nuestra traducción, como las demás traducciones de textos en idioma extranjero.
http://juicioalastransnacionales.org/ . Último acceso 2016-12-18.
Solo a modo de ejemplo y sin entrar en detalles, pueden mencionarse aquí dos ejemplos. En Santa Fe hay dos juicios en curso (uno por vía penal y el otro por vía civil) desde 2003 en los cuales los querellantes son participantes en la Asamblea de Inundados. Los juicios de “la Causa Inundación” que busca establecer la responsabilidad jurídica, política y económica de la inundación 2003 en Santa Fe. Hasta la fecha ninguno de estos juicios han tenido un dictámen (Ullberg, 2013:138f198). En cambio, en el caso del conflicto ambiental en Andalgalá, el recurso de amparo presentado por asambleistas de El Algarrobo ante la justicia provincial fue apelado a la Corte Suprema de la Nación y tuvo en 2016 un fallo favorable. La Corte Suprema concluyó que la justicia de Catamarca no podía rechazar el amparo que plantearon los vecinos de Andalgalá y mandó por ello a dictar una nueva sentencia al superior tribunal de justicia (http://www.cij.gov.ar/nota-20151-Megaminer-a--la-Corte-Suprema-hizo-lugar-al-recurso-de-los-vecinos-de-Andalgal-.html. Último acceso 2016-12-18).