Una visión socio-antropológica de las migraciones en América Latina

Por Natalia Gavazzo1 y Lucila Nejamkis2

Las migraciones se han convertido en una de las temáticas de mayor importancia, actualidad y futuro tanto en la agenda de los gobiernos y medios de comunicación como en el ámbito de las ciencias sociales y humanidades, en gran parte debido a que atraviesan el arco político, social, económico y cultural de la especie humana. Es por esta razón que –para una completa comprensión del fenómeno migratorio actual– resulta fundamental aportar una visión integral, donde se exprese la convergencia de sus aspectos teóricos y empíricos, desde una perspectiva interdisciplinaria cuyas herramientas conceptuales y metodológicas nos permitan comparar nuestras diversas indagaciones.

Por su parte, desde la antropología la “alteridad cultural” ha sido y es uno de los temas centrales de estudio, y por consecuencia su aporte como disciplina para la comprensión de las migraciones es central (Gavazzo, 2012). En su período “clásico”, la antropología tuvo un “sesgo sedentario” mediante el cual los grupos sociales parecían permanecer inalterados a pesar de las migraciones (Brettel, 2008). Esta idea de un mundo estático y sin contacto se vinculaba con una definición de cultura fundamentalmente ligada a un territorio, que se mantuvo hasta los años 50 y 60 cuando los antropólogos comenzaron a rechazar la idea de que existen culturas como entidades discretas, homogéneas, con fronteras fijas, territorializadas, y relativamente inmutables (Wright, 1998). En aquellas regiones del mundo que tradicionalmente habían sido la arena de trabajo de campo etnográfico, las personas habían comenzado a moverse en números significativos desde las áreas rurales hacia los crecientes centros urbanos, reuniéndose con personas de sus mismas comunidades de origen en barrios en donde –no obstante– también tenían contacto con “otros”. A partir de eso, la antropología debió modificar su mirada y por ende el foco de su atención para abarcar en su tarea de descripción y análisis a grupos que se desplazan a lo largo del mundo, cuestionando las fronteras territoriales y culturales hasta entonces naturalizadas por ellos mismos.

Puede decirse entonces que las dinámicas migratorias fueron teorizadas desde la antropología mediante una epistemología particular propia de la historia y características de la disciplina, lo que generó un conjunto específico de preguntas (Brettel, 2008:113) cuyo valor sin dudas merece ser retomado para realizar análisis concretos de casos actuales. Por ejemplo, esta disciplina que ha sido particularmente sensible al lugar y a lo local y –al mismo tiempo– ha adoptado una perspectiva comparada, nos permite analizar simultáneamente el lugar de origen de los migrantes con el de destino, tal como se realiza –entre otros– en los estudios transnacionales (Glick Schiller; Basch, y Szanton–Blanc, 1999). Asimismo, “el foco en la cultura y lo cultural permite comprender las interacciones entre creencias y comportamientos en grupos particulares, como también estudiar las relaciones sociales, los procesos de adaptación y los cambios culturales principalmente en aquellas formas de organización social que son características tanto del proceso migratorio como de las comunidades de inmigrantes, como son las cuestiones de identidad y etnicidad” (Gavazzo, 2012). Estas son algunas de las discusiones que podemos definir como contribuciones que la antropología realiza para la comprensión integral del fenómeno migratorio en el mundo, en el diálogo interdisciplinario propio del campo de estudios migratorios.

Retomando estos debates y aportes, el presente dossier propone una visión holista y compleja del fenómeno migratorio en sus múltiples dimensiones a partir de estudios etnográficos realizados desde una perspectiva cualitativa y socio–antropológica con diversos grupos de migrantes en varias ciudades latinoamericanas, en los cuales se toma como ejercicio metodológico la comparación en sus distintos sentidos y acepciones. El conjunto de artículos seleccionados han sido el resultado de las redes académicas creadas desde el año 2013 a partir del Núcleo de Estudios Migratorios (NEMI) del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Desde las reuniones y conferencias, hasta las proyecciones audiovisuales, participación colectiva en congresos y un seminario de posgrado que ya lleva dos ediciones, hemos conseguido reconstruir colectivamente con otros investigadores, equipos, disciplinas e instituciones, numerosos aspectos de la complejidad del fenómeno migratorio en diversas partes del mundo, especialmente de América Latina. El dossier que aquí presentamos entonces es un paso más en esta trayectoria: desde la convocatoria a contribuciones a los colegas con los cuales dialogamos en estos años hasta los debates que –esperamos– alimente para seguir el intercambio en el futuro, la intención ha sido y seguirá siendo avanzar en la comprensión de las migraciones a partir de etnografías comparativas que propongan una visión integral desde los migrantes, especialmente de aquellos que viven en ciudades de la región.

La visión que proponemos, en síntesis, recupera de la antropología el foco en la dimensión humana de los procesos de desplazamiento a nivel global y en la experiencia de “ser un migrante” (Gavazzo, 2012). Tal como señalamos, primero, porque propone una definición de cultura e identidad que, lejos de ser primordial e inherente, las entiende como socialmente construidas. Segundo, porque permite conocer las vinculaciones entre sociedad y cultura tanto en sus dimensiones locales (micro) como globales (macro), lo que ilumina los lazos transnacionales en los que los migrantes operan a través de las fronteras. Tercero, porque la antropología problematiza las relaciones entre “lo ideal” y “lo real” permitiendo una formulación más compleja de los procesos de adaptación y cambio que son parte del “ser un migrante”. Cuarto, porque al remarcar las diferencias entre modelos de participación o emic (la perspectiva del actor) y de observación o etic (la perspectiva del investigador) posibilita una mejor comprensión de los alcances de nuestra capacidad de conocer al “otro” y formular teorías consistentes al respecto. Quinto, porque al hacer lo anterior, además, la antropología ofrece un camino para analizar los vínculos entre estructura y agencia, lo que implica aceptar que el migrante moldea y es moldeado por el contexto (político, económico, social y cultural) en el que opera, tanto en la sociedad emisora como receptora. Finalmente, porque la perspectiva holista vigente aun hoy en la mirada antropológica permite “una exploración de un rango amplio de fenómenos sociales que tienen impacto en y son afectados por la migración” (Brettel, 2008:136).

La etnografía como herramienta interdisciplinar

Tal como se verá mediante los casos expuestos en cada uno de los artículos que componen el dossier, la antropología, a través del trabajo de campo etnográfico realizado en directa relación con los sujetos, observando y participando de sus acciones, escuchando sus discursos y pensamientos, puede realizar un aporte significativo –y en ocasiones único– a nuestras conversaciones teóricas interdisciplinarias respecto de las migraciones. Porque una aproximación cualitativa es de gran importancia para acceder a las prácticas y representaciones de los actores, y a los modos en que los migrantes –e incluso sus descendientes– se identifican y caracterizan los obstáculos que encuentran para el ejercicio de sus derechos (Gavazzo, 2012). En última instancia, el trabajo de campo en el terreno puede de ser de gran utilidad para “identificar y analizar prácticas institucionales, que cotidianamente estructuran la interacción entre las instituciones y la población migrante” (Brettel, 2008:141).

A ese respecto, además de darnos una perspectiva única sobre el “ser migrante”, en el desafío de captar la idea de movimiento que nuestro objeto de estudio requiere, cobra especial interés la observación multisituada como forma de investigación socio–antropológica. Como veremos, varios de los artículos de este dossier permiten también reflexionar sobre la puesta en práctica de una etnografía multisituada, aporte metodológico interesante tanto para el estudio de las migraciones como para los trabajos comparativos. Tal como plantea Schaffhauser Mizzi, la multisituación no es una idea totalmente nueva y deriva en parte de las recomendaciones de Marcel Mauss (1926) acerca de la etnografía y la doble necesidad de contar con varios puntos de observación para dar cuenta de la dinámica de un evento estudiado. Pero para este autor, hay algo nuevo o distinto en el aporte de Marcus (1998) que tiene que ver con la globalización del mundo entendida ésta como un desbordamiento de todos los centros, una suerte de meta–etnocentrismo, donde una postura cultural no está más situada en un territorio delimitado natural e históricamente hablando sino que se encuentra atrapada en el movimiento mismo de los portadores de esa postura (Schaffhauser Mizzi, 2016).

Esta forma de investigar nos lleva al señalamiento de Balbi, Gastañaga y Ferreiro (2017) acerca de que existe una complementación de la etnografía y la comparación, a pesar de que ninguno de ellos parece haber alcanzado el estatuto de “métodos” para la antropología. De acuerdo con su propio relato, la primera rige como paradigma obligado dentro de la disciplina a partir de los años setenta, cuando reemplazó a la segunda que había sido “el” modo de validación del conocimiento antropológico clásico desde el siglo XIX. A pesar de que en algunos ámbitos académicos continúa siendo cuestionada su legitimidad como técnica de investigación, la cantidad de disciplinas que hoy utilizan esta herramienta de investigación hace que exista –al menos de manera parcial– un amplio reconocimiento de su validez como parte de un enfoque cualitativo de investigación. Esto corresponde también a la cualidad de interpretativa que tiene la antropología contemporánea en comparación con la tendencia comparativista de su predecesora. Sin embargo, ¿podemos rescatar también el aporte de una mirada comparativa de las migraciones como valiosa y hacerla convivir con la opción etnográfica?

La comparación como método de conocimiento

Al igual que la etnografía, la comparación se encuentra en el corazón de la antropología y se vincula a la situación etnográfica que nos coloca frente a la necesidad de comparar para comprender lo que a priori nos parece “otro”. Porque no solo la antropología compara grupos sociales, sino que las personas comparan cuando interactúan mediante clasificaciones entre “otros” y “nosotros”, tanto entre los sujetos como entre los analistas (Gavazzo, 2012). En cuanto a estos últimos, como señalamos más arriba, la antropología desde el siglo XIX ha convertido a la comparación en un método científico que le ha permitido dar cuenta de sus sujetos de estudio preferenciales: los pueblos “extraños” del mundo (Strathern, 1999; Murdock, Douglas, 1969; Radcliffe–Brown, 1929; Schapera, Singer, 1953; Leach, 1972). A través del método comparativo, se ha pretendido dar cuenta de la totalidad de la especie humana (permitiendo la elaboración de afirmaciones de carácter general) y al mismo tiempo de la diversidad de culturas.

En el ámbito migratorio (como en otros ámbitos de las ciencias sociales y humanas) es muy difícil intentar no comparar, incluso cuando la comparación no está sistematizada o cuando aparezca como implícita. Si bien la comparación como herramienta metodológica se presenta como un atractivo adicional para llevar a cabo un trabajo de investigación, es necesario reflexionar en torno a varios ejes al momento de pensar este tipo de estudios: 1) ¿Por qué comparar?; 2) ¿Qué es comparable?; 3) ¿Cómo comparar? (Sartori, 1999). En este sentido, se entiende que hay que tomar una serie de resguardos teórico metodológicos al momento de plantear la comparación. Siguiendo a Marco Martiniello (2013), hay una larga tradición en este tipo de abordaje metodológico, sobre todo desde las academias europea y estadounidense las cuales se han centrado principalmente en cuatro áreas: a) los migrantes en una situación particular, b) comparar lugares, c) un tercer tipo implica establecer relaciones entre diferentes períodos históricos respecto a la migración, d) por último, establecer diferencias entre disciplinas y perspectivas teóricas.

Esta propuesta constituye un excelente ejemplo de cómo la antropología puede contribuir a desnaturalizar los diversos puntos de vista y a resaltar la reflexividad como formas válidas de conocimiento. Los estudios comparativos realizados desde este enfoque han desempeñado un papel crucial en el desarrollo de los estudios migratorios tanto en las ciudades de origen como de destino, llevando y trayendo sentidos del “aquí” y el “allá”, repensando las fronteras que nos impone el marco de los estados nación y que los migrantes atraviesan en sus constantes desplazamientos.

La ciudad como escenario y actor

Como decíamos, este dossier rescata de la antropología diversos recursos, entre ellos el de destacar la importancia del contexto local mediante estudios etnográficos y el de las comparaciones a distintos niveles. A este respecto, debemos tener en consideración el proceso de urbanización de las migraciones, que remite al hecho de que la mayor parte de las poblaciones en movimiento en la actualidad se dirigen a las ciudades (UN–HABITAT, 2005). Este proceso se da tanto en el caso de las migraciones internas desde las áreas rurales –algo que viene sucediendo desde el éxodo fomentado por la revolución industrial desde hace siglos– como también por las migraciones internacionales impulsadas por las posibilidades de trabajo, educación y salud –entre otros atractivos– que las grandes urbes presentan a aquellos que se ven forzados a emigrar desde zonas empobrecidas del mundo (UN–HABITAT, 2005). Como resultado de estos desplazamientos, actualmente más de la mitad de la población mundial vive en ciudades.

A pesar de la creciente importancia de los estudios realizados en diversas aglomeraciones urbanas, algunas ciudades y regiones del mundo tienden a atraer mucha atención, mientras que otras ciudades son ignoradas en la investigación comparativa (Martinello, 2013). Un gran número de estudios comparativos se encuentra en varias capitales de Estados miembros de la Unión Europea, algo que también ocurre en Estados Unidos, lo que vuelve necesario un campo de estudios a nivel local. Existe una gran cantidad de estudios actuales que analizan a las “ciudades interculturales”, categoría de la gestión y la política pública que constituye un buen punto de partida para pensar acerca de lo que implica “ser migrantes” en algunas de las ciudades más grandes del mundo (por detalles sobre estos estudios ver Marconi y Ostanel, 2015). Sin embargo, en nuestra región (como en muchas otras correspondientes a la periferia de nuestras disciplinas) “la realización de trabajo sobre el terreno en contextos urbanos pertenecientes a la propia sociedad del investigador ha sido una constante desde la misma constitución del campo antropológico, fundamentalmente debido a la ausencia de territorios coloniales en los que desplegar la estrategia de etnografía ultramarina que caracterizara a los momentos expansivos de las agendas metropolitanas” (Noel y Segura, 2016:17). Justamente por ello –e independientemente de las características del espacio bajo análisis– las “antropologías periféricas” solo pudieron sujetarse parcialmente a las exigencias de distancia, alteridad y comparación propias de las “antropologías imperiales” (Stocking, 1982).

Específicamente en América Latina, en lo que respecta al vínculo entre estudios urbanos y migración ya desde la década de 1980 se produjeron importantes trabajos sobre las migraciones internas, ligados con los procesos de urbanización y reestructuración agraria (Herrera y Sorensen, 2017). En relación a las migraciones internacionales, en los últimos veinte años una serie de trabajos se han centrado en analizar la migración sur–norte, otros han estudiado la llegada de cada vez más migrantes de otras regiones de América Latina y del sur global a las ciudades de nuestra región, incluso a aquellas sin tradición migratoria internacional como las ciudades andinas (Herrera y Sorensen, 2017). Esto es especialmente relevante porque, contrariamente a la creencia de que los desplazamientos se dan hacia los países del norte global, la mayor parte de ellos en América Latina son al interior de la región.

Un dossier desde el sur

Retomando estos legados, los seis artículos que componen este dossier evidencian la importancia del trabajo comparativo en el estudio etnográfico de la temática migratoria. Su lectura conjunta representa –según creemos– un aporte metodológico novedoso no solo para la antropología sino también para pensar la interdisciplinariedad en las ciencias humanas y sociales que intervenimos en este campo de estudios.

En primer lugar, el conjunto de artículos del dossier circunscribe su campo de estudio a América Latina, lo que no es casual teniendo en cuenta las redes académicas que tiene el IDAES y el NEMI especialmente en América del Sur. No es un dato menor que nuestra región sea puesta como centro de reflexión para pensar qué está pasando aquí en materia de procesos migratorios, que tienen sus propias dinámicas como el hecho de ser mayormente sur–sur. Viajando desde el Perú a Montevideo, Buenos Aires, Arica, Iquique o Santiago, surcando los caminos desde Colombia hasta Quito y Guayaquil, o desde Bolivia y Paraguay al conurbano bonaerense, e incluso atravesando el globo para llegar desde Corea hasta la capital argentina, los múltiples desplazamientos analizados en estos artículos se ubican en una región que se considera parte del sur global y que –por esa misma razón– es frecuentemente desatendida en los estudios realizados en el así llamado norte. Este foco en los migrantes que viven en América Latina nos permite comprender las características de una región que muchas veces se concibe como de emigración, pero en la que circulan gran cantidad de contingentes poblacionales, mostrando su potencial como destino y a la vez las desigualdades internas que no suelen ser observadas y analizadas en las miradas “desde afuera”. Por eso también están hechas por investigadores latinoamericanos sobre sus propios países o países vecinos a aquellos en los que nacieron. Son varios de ellos también antropólogos migrantes de la región.

En segundo lugar, tampoco es casual que tres de los seis trabajos de este número tengan a las mujeres como objeto de estudio, y dos de esos tres trabajen el afecto como eje de análisis. Esto no solo nos permite comparar procesos específicos de un fenómeno que se considera relativamente reciente en la historia, que es el de la llamada feminización de los procesos migratorios (Cerrutti y Massey, 2001; Hondagneu–Sotelo, 2001; Parella i Rubio, 2003). Este concepto refiere al crecimiento relativo de mujeres en los flujos migratorios a nivel mundial, proceso que acompaña a su vez a la participación creciente de las mujeres en los mercados de trabajo. Este fenómeno no ha sido ajeno en América Latina, por el contrario, se encuentra en vigencia como marcan estos trabajos. Sin duda, aunque sea un fenómeno global, la feminización de las migraciones tiene sus particularidades en cada uno de los lugares en que toma forma. Los tres artículos que se centran en migraciones de mujeres lo hacen en distintos territorios nacionales: Uruguay, Argentina y Chile, e incluso en diversas ciudades dentro de cada uno de ellos. Y no es casual tampoco que, siendo tres países sudamericanos, los tres artículos tengan al colectivo peruano como foco de estudio, ya que es –según las estadísticas– uno de los grupos migratorios más feminizados de la región.

Dentro de este primer grupo el artículo de Guizardi, López, Nazal y Valdebenito atraviesa a los otros dos ya que se preocupa por la cuestión metodológica para abordar desde la etnografía la migración de mujeres peruanas en cuatro diferentes ciudades chilenas: Arica, Iquique, Valparaíso y Santiago. En esta búsqueda logran aportes tanto a nivel local como global. En el plano general, la principal contribución es la fusión entre dos métodos –el Extended Case Method y la Etnografía Multisituada– a través de la combinación de estrategias cualitativas y cuantitativas. El aporte de esta metodología propone entender el trabajo etnográfico en cuanto una praxis, destituyendo así la idea de separación entre práctica y teoría. A su vez, plantean la realización de la etnografía en equipo y la aplicación de estrategias cuantitativas de investigación. A partir de la utilización de estas herramientas, los autores aportan al conocimiento de la migración de mujeres peruanas en el plano local de las mencionadas ciudades localizadas en Chile. En relación con eso, los autores logran derribar el “mito santiago–céntrico” de la migración que indica que todo se concentra en la ciudad capital, algo que ellos mismos denominan “santiaguismo metodológico” (expandiendo así la noción de “nacionalismo metodológico” elaborada por Glick–Schiller, 2002). Este aporte es fundamental ya que la centralidad capitalina se observa en la mayoría de los estudios migratorios tanto en el norte como sobre todo en el sur.

El siguiente artículo de este primer grupo es la propuesta de Canevaro y Rossi, quienes, a partir de un interesante trabajo de campo, comparan tres contextos político-institucionales y laborales para entender la migración de mujeres peruanas en Buenos Aires en los últimos 25 años. El trabajo resulta un aporte novedoso ya que, a partir del análisis de historias de vida, los autores dan cuenta del papel de las políticas públicas en las trayectorias migratorias de estas mujeres. En ese sentido, el desafío es más que atractivo, ya que une dos dimensiones de estudio: por un lado, una cuestión más micro a través de las trayectorias personales de los inmigrantes y por otro lado una dimensión macro al indagar sobre la incidencia del papel del Estado. Este diálogo da herramientas para analizar cómo una política regulatoria en materia documentaria o laboral puede modificar la vida cotidiana de sus destinatarios. El análisis se entrecruza con las especificidades del ámbito laboral donde la cuestión afectiva cobra un papel fundamental ya que se trata de trabajadoras domésticas, algo que aún no ha recibido suficiente atención en los estudios migratorios.

Por su parte, el texto de Zeballos Videla circunscribe a estas trabajadoras a la ciudad de Montevideo, teniendo también como centro el espacio afectivo/laboral, lo que dialoga con el anterior. La autora realiza un original abordaje metodológico utilizando la técnica del mapeo colectivo y logra reconstruir las narraciones de estas mujeres poniendo foco en la recepción en la sociedad de destino, en particular en sus relaciones de trabajo, pero también en las condiciones de acceso a la educación, la cultura y la recreación. En este sentido, a través de un recorrido tanto por los “espacios” en los cuales estas mujeres se sociabilizan como de una mirada al interior de los ámbitos laborales, la autora da cuenta de cómo se dan los procesos de construcción de alteridad e identidad en el espacio migratorio montevideano. El foco del análisis está puesto en las redes transnacionales de estas mujeres que permiten no solo la emigración desde Chiclayo, sino la inserción en Montevideo una vez llegadas. La conexión entre trayectorias biográficas e itinerarios espaciales, constituye una estrategia orientada a comprender las formas de incorporación (y sus limitaciones y problemas) de estas trabajadoras a la sociedad uruguaya y, en particular, a la sociedad montevideana.

En tercer lugar, podemos decir que de los tres artículos restantes dos tienen a Buenos Aires como escenario migratorio, lo que constituye también un aporte para la comprensión de los procesos migratorios que se dan en el espacio sociogeográfico conocido como el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y que comprende tanto a la Capital Federal como el Gran Buenos Aires compuesto de los 40 municipios linderos a ella.

El trabajo de Silva y Vila se centra en la cumbia como expresión musical de migrantes bolivianos y paraguayos, comparando no solo dos comunidades de migrantes con orígenes nacionales diferentes en su relación con los nativos, sino que lo hace a partir de dos espacios sociales (en este caso, bailantas) en dos distritos administrativos de una misma región metropolitana. En este artículo, los autores analizan el fenómeno de la música que escuchan y bailan los migrantes y sus descendientes, que son señalados por los nativos que también gustan de la cumbia como “los más negros entre los negros”, en sus propias palabras. Estos grupos de migrantes son sus “otros”, sus “inferiores” a quienes podían estigmatizar y excluir de la misma forma que otros actores de su entorno social lo hacen con ellos mismos. Atendiendo a la construcción de identificaciones por parte de los migrantes, la etnografía de Silva y Vila constituye un claro esfuerzo comparativo en numerosos niveles y escalas, lo que –sumado al hecho de enfocarse en la práctica musical, algo aún poco común en los estudios migratorios– constituye una contribución inestimable a la comprensión de los procesos de integración y específicamente de la discriminación y de la búsqueda de reconocimiento que bolivianos y paraguayos viven a diario en esta gran ciudad.

En otra línea de análisis, pero también centrando su estudio en la ciudad de Buenos Aires, más específicamente en el barrio de Flores, Castiglione reconstruye la memoria de los ritos funerarios de la comunidad coreana. El artículo presenta un tema poco trabajado desde los estudios migratorios, no solo en relación con la muerte como tema de indagación socioantropológica (cuestión que ha despertado curiosidad especialmente en aquellos que se dedicaron a estudiar a los pueblos indígenas), sino sobre todo en relación con la migración coreana que, si bien tuvo su pico de atención en la década de 1990, aún continúa siendo un misterio en muchos de sus aspectos centrales. En este sentido, es interesante comparar como los migrantes practican ritos en torno a la muerte en el lugar de origen y de destino, ya que en Buenos Aires se ven influenciados por un contexto social y cultural considerablemente diferente al de su Corea natal. En esta búsqueda la perspectiva transnacional sirve de guía para la indagación simultánea en ambos espacios migratorios. A su vez da herramientas para pensar de qué manera lo migratorio modifica las prácticas en relación a la muerte. A partir de su trabajo, la autora logra reconstruir las subjetividades y las representaciones sociales en torno a la muerte, las cuales también compara entre sí.

Por último, aunque haya estado presente en varios de los trabajos anteriores el nivel macro de las políticas públicas, especialmente de los modos en que impacta en las poblaciones migrantes, y aun cuando se haya analizado el rol del Estado como actor central en la vida social, es el trabajo de Ramírez el que pone al Estado como centro y realiza una etnografía del mismo a partir de un estudio de caso, como es el de la aplicación de ‘visa Mercosur’ en Ecuador. Para ello, indaga las prácticas cotidianas burocráticas, y los discursos e interacciones de los inmigrantes, principalmente de origen colombiano en su búsqueda de obtener una residencia legal en ese país. El artículo centra el trabajo comparativo en las principales ciudades, Quito y Guayaquil, y en una ciudad de frontera, Lago Agrio. Al poner en diálogo las estructuras burocráticas con las experiencias de los actores, el autor realiza un aporte para entender el funcionamiento del Estado, especialmente en el contexto latinoamericano. Esto, a su vez, podría utilizarse para futuros trabajos comparativos con otros países del MERCOSUR, en los que actualmente se debate la posibilidad de una ciudadanía regional que amplíe los beneficios de los tratados para la libre circulación y residencia. Como propuesta, este tipo de análisis permite enriquecer el diálogo de los procesos de integración regional con las lógicas particulares de cada país miembro, atendiendo en todo momento a la perspectiva de los migrantes como actores centrales de estos procesos.

Con este dossier, en síntesis, desde el NEMI nos propusimos problematizar las complejidades que implica estudiar la experiencia migratoria internacional en los tiempos que corren, a partir de estudios etnográficos realizados en distintas aglomeraciones urbanas de América Latina. Los trabajos seleccionados –según confiamos– permiten no solo situarse en la actualidad de los desplazamientos en la región sino dar cuenta de que es necesario focalizar el análisis tanto en las cuestiones globales como locales. Así podremos entrecruzar las características multiescalares y multifacéticas intrínsecas al fenómeno de estudio, lo que exige tener en consideración elementos teóricos de diversos órdenes, tal y como lo hacen los autores de los artículos de este dossier. Asimismo, la tarea que nos propusimos requiere de un marco conceptual que posibilite un entendimiento cabal y profundo de la faceta más cotidiana de estas experiencias migratorias y que, a la vez, las enmarque en las relaciones históricas, políticas y económicas de larga escala de las que son parte. En varios de estos artículos, son las asimetrías entre ciudades y países de origen y de destino, las que alimentan la emigración y las que complican la inserción de los migrantes en los lugares de residencia. Son ellas mismas las que evidencian la heterogeneidad y complejidad de una región en movimiento, cuyas características propias demandan estudios etnográficos de largo aliento, sin dejar de estar atentos a las coyunturas actuales y al impacto que tienen en la vida de tantas personas. Creemos que el esfuerzo por armar este marco teórico y conceptual más o menos consensuado de una manera coherente permeó el debate sobre el tema en las ciencias sociales en las últimas tres décadas, especialmente en la antropología sensible al lugar del migrante y atento a su punto de vista. Las reflexiones que tanto los autores como las coordinadoras proponemos en este dossier buscan revisar estos marcos y situar sus desenlaces críticos, para poder tensionar algunas de las certezas reproducidas por las teorías de la migración internacional originadas en el norte global, contrastándolas con los contextos particulares y los argumentos producidos en diversas ciudades de Latinoamérica. Esperamos de algún modo haber logrado esta meta y aguardamos con ansias futuros intercambios derivados de esta experiencia.

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1.

CONICET - IDAES/UNSAM.

2.

CONICET - IDAES/UNSAM.