Maternidades transnacionales

La reconfiguración de la parentalidad en familias cubanas protagonistas del proceso migratorio

Aimée Gross Gutierrez

Profesora e Investigadora del Departamento de Sociología, Universidad de La Habana

deborah@ipk.sld.cu

Deborah Betancourt

Socióloga en el Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí”

deborah@ipk.sld.cu

Resumen

Es innegable que la migración ha ampliado las fronteras territoriales de la nación cubana. Ello se evidencia en la creciente transnacionalidad que caracteriza a un número significativo de familias cubanas protagonistas de procesos migratorios. En su interior estas familias experimentan una serie de mutaciones y reordenamientos como estrategias para reproducir la “convivencia” familiar a pesar de las distancias geográficas. Estos reordenamientos familiares se acrecientan, si la que migra es la figura materna. En estos casos, las madres se enfrentan a nuevas formas de entender y ejercer la maternidad, más allá de la co-residencia y presencialidad con sus hijos. Conlleva a la reconfiguración de los roles maternos, a la construcción de vínculos en base a circuitos de comunicación, afecto y soporte financiero y a transferencias de las labores de cuidado y educación de los hijos/as a otros miembros de sus redes familiares y/o sociales. El objetivo que se trazó el presente estudio fue analizar la (re)configuración de las estrategias familiares de cuidado de hijos/as –adolescentes y jóvenes– que se dan en un grupo de familias cubanas –cinco en total– cuyas madres han emigrado, quedando sus hijos bajo el cuidado de otros parientes.

Palabras claves: Maternidad transnacional, Estrategias familiares de cuidado, Reconfiguración de roles, Transferencias de cuidado, Vínculos transnacionales.

Abstract

It is unquestionable that migration has expanded the territorial boundaries of the Cuban nation. This is reflected in the increasing transnationality that characterizes a significant number of Cuban families involved in migratory processes. Inside these families a series of mutations and rearrangements are experienced as strategies to reproduce the family "coexistence" despite geographical distances. These families’ rearrangements are stronger if the mother is the main migrant. In this case, mothers are faced with new ways of understanding and putting motherhood into practice beyond co-residence and presence with their children. These families lead to the reconfiguration of maternal roles and building links based on communication circuits, affection and financial support, and a process of assignments of care work and education of their children to other members of their family or their social networks. The aim of this study was to analyze the (re) configuration of family child care strategies that take place in a group of Cuban families –five in total– whose mothers have emigrated, leaving their children under the care of other relatives.

Keywords: Transnational Motherhood, Family Child Care Strategies, Reconfiguring Roles, Care Transfers, Transnational Links.

 

Recibido: 29 de octubre de 2016

Aceptado: 11 de diciembre de 2017

 

A modo de introducción

El aumento del número de personas que migran en la actualidad no tiene precedentes, ascendiendo, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones en el 2014, a un estimado de 243.7 millones de migrantes internacionales en el mundo (OIM, 2015). En la contemporaneidad también se está gestando un fenómeno incuestionable denominado feminización de las migraciones. Si bien el elemento definitorio de esta denominación es una participación creciente de mujeres en numerosos flujos migratorios11. Según datos de (…) (como en los de sudamericanos hacia los EUA y Canadá, y especialmente en los dirigidos a Europa, sobresaliendo el caso de España), este fenómeno también ha transformado los significados y consecuencias de la migración internacional, dejando atrás la concepción tradicional de la emigración de mujeres que, desde una perspectiva asociacional, las percibía como un actor pasivo que seguía el desplazamiento de esposos e hijos, siendo relegadas a un segundo plano en la elaboración teórica de las dinámicas migratorias.

Muchos estudios han revelado el importante papel de las mujeres en las distintas etapas del proceso migratorio al involucrar decisiones familiares e impulsar y liderar el establecimiento de iniciativas de colaboración y el establecimiento de redes migratorias que vinculan los lugares de origen y destino. De esta forma, podría decirse que las mujeres están ejerciendo un papel esencial en las tendencias del transnacionalismo contemporáneo. No obstante, si bien estos mecanismos pueden representar condiciones emancipatorias para las mujeres, flexibilización de la división sexual del trabajo y transformación de los modelos y roles de género, también es cierto que perpetúan asimetrías colectivas y estructuras de subordinación, independientemente de la percepción exitosa que algunas migrantes puedan tener en su inserción en las sociedades de destino. (Martínez Pizarro, 2007: 126)

Una de las causas que ha generado el aumento de la migración femenina ha sido el fenómeno de la globalización, el cual ha creado y consolidado mercados de trabajo internacionales que se encuentran divididos por sexo. La incorporación de la fuerza laboral femenina migrante en los países receptores está vinculada fundamentalmente al sector marginal e informal, así como al área de los servicios, del cuidado, el trabajo doméstico y el sexual, asegurando una fuerza laboral de bajos salarios. Un elemento significativo a tener en cuenta en este proceso es que muchas de estas mujeres que salen de sus países de origen hacia nuevos territorios, son madres que han tenido que dejar a sus hijos bajo el cuidado de otros familiares para emprender sus proyectos migratorios. Adriana Zapata (2016:15) al referirse a las consecuencias que provoca en la familia la migración materna plantea, que este fenómeno, genera dinámicas que implican la reconfiguración de papeles en las familias que se quedan y pone en tensión la figura tradicional de la mujer/madre encargada del cuidado de sus hijos.

En el caso cubano, los migrantes comparten entre ellos tres características sociodemográficas importantes (Aja, 2009; Álvarez, 2005; Casaña, 2004; Núñez, 2007): la concentración de los flujos migratorios en las edades laboralmente más productivas, el predominio de migrantes de relativamente elevada calificación y la elevada participación de la emigración femenina, un fenómeno que ha venido en aumento en los últimos años, llegando incluso a superar la emigración masculina.22. La relación de (…) Esta problemática migratoria cubana cobra un matiz particular por la influencia que en ella ejerce el diferendo entre Cuba y Estados Unidos desde 1959, lo cual incluye las agresiones de todo tipo, las presiones para provocar emigraciones masivas e ilegales, y el bloqueo económico hacia la Isla.33. Como parte de (…) En el caso de la política migratoria cubana, como plantearan las investigadoras Consuelo Martín y Janny Bárcenas (2015: 27), esta ha tenido un lento proceso de flexibilización, hasta llegar a las actuales regulaciones migratorias que marcan hito en el manejo histórico dado a la emigración en el país. El Decreto-Ley Nº 302, modificativo de la Ley No. 1312, “Ley de Migración” del 20 de septiembre de 1976, puesto en vigor a partir del 14 de enero de 2013, elimina la necesidad de un permiso de salida y extiende a dos años el plazo de estancia de los cubanos en el exterior con posibilidad de prórroga, permitiendo el regreso de la población cubana radicada en otras latitudes. A partir de estas flexibilizaciones migratorias, en el período comprendido entre el 14 de enero de 2013 al 30 de noviembre de 2014 viajaron 346.295 personas (Martín y Bárcenas, 2015:31). Esta entrada y salida de migrantes entre Cuba y los países de destino ha ampliado el carácter transnacional de la migración internacional en la Isla (Martín y Bárcenas, 2015:31).

Otro elemento importante dentro de este fenómeno lo constituye el tema del cuidado, estrechamente vinculado con la feminización de las migraciones internacionales y la crisis de los cuidados que padecen los países del Norte (Hernández, 2015:2). Uno de los efectos que está provocando esa crisis son las llamadas cadenas globales de cuidado (Hochschild 2001), proceso que pone de manifiesto la correlación que existe entre la inserción laboral de las mujeres migrantes en los países de destino y la propia organización de los cuidados en los hogares de origen. El término, empleado por primera vez por la investigadora Arlie Hochschild (2001),44. La cual lo def (…) permite explicar la migración femenina en varios corredores migratorios de distintas regiones del mundo, y hace alusión a circuitos internacionales de cuidadores –y especialmente de cuidadoras–, que garantizan la reproducción social de muchos seres dependientes, especialmente adultos mayores y niños y niñas, o discapacitados en diversas partes del planeta. Nicola Yeates (2005) describe estas cadenas con un ilustrativo ejemplo que muestra el caso de la hermana mayor de una familia de bajos recursos que cuida de sus hermanas, mientras su madre trabaja como niñera cuidando a otros niños, cuya madre ha migrado y quien, a su vez, cuida a los niños de una familia en un país rico.

Una de las cuestiones principales de este proceso, es que ha sido un rol que tradicionalmente le ha sido asignado a las mujeres dentro del hogar, por lo cual, como expresara la investigadora Adriana Zapata (2016:14), las estructuras de género y parentesco han influido de manera significativa y han creado binarismos que ponen a la mujer/madre en el ámbito reproductivo/privado y al hombre/padre en el ámbito productivo/público, provocando desigualdades que permean la vida familiar y social, así como el espacio local y transnacional.

El proceso migratorio, si bien pone a la madre en el espacio público y laboral, mantiene a las féminas que permanecen en el país de destino, generalmente incluidas dentro de la red familiar materna, como las principales facilitadoras del cuidado dentro del hogar. Zapata (2016) se refiere a este proceso como una extensión intergeneracional de las tareas adjudicadas a la madre/migrante, para garantizar el cuidado de los hijos que se quedan, y facilitar la inserción de las mujeres/madres en el sistema global. Si añadimos al debate que la mayoría de las mujeres que migran a los países del norte llegan a realizar labores de cuidadoras (Mummert, 2010; Orozco y Gil, 2011; Herrera, 2013), aun cuando depositaron ese rol de cuidado y educación de sus hijos en otras féminas del núcleo familiar, veremos que se reproduce una cadena interminable de redes de cuidadoras, tanto en el país de origen, como en el país de destino.

Lo atractivo de este proceso sería también develar cuál es la función de los padres dentro de estas cadenas de cuidado, los cuales, según Zapata (2016) se han visto invisibilizados en los procesos investigativos que abordan las temáticas de la familia, la migración y el cuidado de los hijos. Esta debilidad en los discursos científicos impide acercarnos al concepto que tienen los hombres sobre ser padres, así como a la comprensión de su presencia o ausencia física dentro del rol del cuidado de sus hijos.

Ante tales planteamientos es evidente que la migración impacta sobre la familia, así como germina una nueva forma de entender esta entidad social, designada familia transnacional. Las investigadoras Deborah Bryceson y Ulla Vuorela son las primeras en definirla como “aquella familia cuyos miembros viven una parte o la mayor parte del tiempo separados los unos de los otros y que son capaces de crear vínculos que permiten que sus miembros se sientan parte de una unidad y perciban su bienestar desde una dimensión colectiva, a pesar de la distancia física” (2002: 2). La gestión de los vínculos familiares en el espacio transnacional y sus impactos, van a depender, principalmente, de la calidad de las redes familiares, así como del grado de comunicación que establezcan entre sí (Parella, Solé y Cavalcanti, 2006), por lo que comprender la migración internacional a partir de las redes, implica reconocer que la decisión de migrar no es un hecho individual, sino también familiar y social (Mora, 2006; Herrera, 2002) en donde van a involucrarse diferentes actores que van a convertirse en un apoyo fundamental para los migrantes, así como para los miembros que quedan en origen.

Si bien es cierto que la migración de la madre/mujer produce transformaciones en las prácticas sociales, poniendo a prueba los modos, roles y funciones dentro de la familia, a partir de la migración, surgen estrategias que consolidan un ejercicio de la maternidad desde la distancia, fenómeno conocido como maternidad transnacional o globalización de la maternidad. Este concepto evoca la imagen de nuevas formas de llevar a cabo el cuidado y la educación de los hijos, basadas en circuitos de comunicación, afecto y soporte financiero que trascienden las fronteras nacionales (Hondagneu-Sotelo y Ávila, 1997). La maternidad transnacional es una clara muestra de la reconfiguración de roles que experimenta la familia producto de la migración, en donde entran a jugar roles importantes dentro de las prácticas de cuidado fundamentalmente las abuelas, tías y otros familiares de confianza, así como los propios hijos/as mayores que conforman el hogar.

La emergencia de recurrentes imágenes negativas sobre las madres migrantes en discursos mediáticos, políticos y educativos ha tenido efectos culpabilizadores, tanto en los países de origen como en los de destino. Las mujeres/madres migrantes son usualmente enjuiciadas por transgredir modelos culturales arraigados en el entorno social al “abandonar” a sus descendientes e incumplir con su labor tradicional, situación que generalmente no se cuestiona cuando es el hombre/padre quien emigra, pues se justifica su acción en aras de la prosperidad material de la familia.

Por consiguiente, el estudio del cual se desprende el presente artículo se planteó como objetivo general analizar la (re)configuración de las estrategias familiares de cuidado de los hijos/as, que se dan en un grupo de familias cubanas cuyas madres han emigrado. Con el fin de lograr mayor precisión en el alcance de la investigación nos trazamos además como objetivos específicos caracterizar el perfil sociodemográfico de las familias objeto de estudio, así como el proceso migratorio de las madres migrantes que conformaban la muestra, identificar hacia que actores familiares se dirigen las transferencias de cuidado de los/as hijos/as ante la migración materna en el grupo de familias analizadas, así como analizar la reconfiguración de roles que experimentaron las familias luego de la partida de la figura materna, dentro de las estrategias de cuidado de los hijos/as que quedaron en el país. Por último, nos centramos en hacer un análisis de las valoraciones que tienen los hijos/as, los tutores y las madres migrantes sobre el proceso migratorio, teniendo en cuenta los vínculos económicos y afectivos que se establecen entre ellos.

La novedad que ostenta esta investigación es que va a abordar la temática de la maternidad transnacional y las cadenas globales de cuidado que se dan a partir de la migración materna dentro del contexto cubano. Estos fenómenos han sido prácticamente inexistentes en los estudios sobre migración y familia en Cuba desde la óptica sociológica. El estudio se propone acercarse a las particularidades que distinguen el ejercicio de la maternidad transnacional en un grupo pequeño de familias cubanas, que si bien no podrá ser generalizable a todas las familias cubanas que vivencian procesos similares, permitirá una primera aproximación sociológica a las múltiples formas en que se concibe y ejerce la maternidad en contextos migratorios como el cubano.

Estrategia metodológica

El artículo que se presenta responde a un estudio mixto de carácter descriptivo-analítico, en el cual las unidades de análisis fueron cinco familias habaneras, cuya figura materna hubiese emigrado, temporal o definitivamente, hacia otro Estado-nación quedando en el hogar de origen su(s) hijos/as comprendidos entre las edades de 10 a 24 años en el momento de su migración materna,55. El rango de ed (…) y con los cuales mantuviesen vínculos estrechos y continuados desde el país de destino. De cada una de las familias se tomaron como sujetos de estudio los hijos(as) (en total 5) que quedaron en el país, los tutores que quedaron responsables de su cuidado (4)66. En una de las (…) , y las madres migrantes (5) que se encontraban fuera del territorio nacional. La estrategia de investigación se basó en la aplicación de un total de 14 cuestionarios, a través de tres guías semiestandarizadas aplicadas a las madres, hijos(as) y cuidadores de forma diferenciada en cada caso. Posteriormente se profundizó en la parte cualitativa del estudio empleando la técnica de relato de vida a dos de las madres migrantes.7 La aplicación de esta técnica permitió obtener el discurso de las protagonistas de los procesos migratorios e indagar en sus motivaciones para migrar, los criterios tomados en consideración para efectuar las transferencias de cuidado, así como su percepción en torno a como se han reconfigurado los vínculos familiares, las relaciones materno-filiales y las funciones maternas desde la distancia geográfica. Fue una mirada diferente, a aquellas personas que representan el agente desencadenante de transformaciones y modulaciones al interior de la familia, y que en diversas investigaciones, han sido estigmatizadas negativamente como “las que abandonan”, debido a la construcción social que sobre las madres se ha creado.

Durante la investigación nos fueron facilitados además documentos familiares en los que se incluyeron fotos, vídeos, correos electrónicos y SMS, que permitieron validar informaciones que los actores habían brindado a través de los instrumentos metodológicos, y visualizaron áreas de la vida privada de nuestros protagonistas como vacaciones, cumpleaños, comidas familiares, frases de apoyo y demostraciones de afecto y cariño entre madres migrantes, familiares e hijos/as, que fueron substanciales para el posterior análisis. La combinación de estas técnicas permitió desentrañar aspectos esenciales de la dinámica y funcionamiento de estas familias, así como los vínculos y lazos que se dan entre madres e hijos desde los distintos espacios territoriales en los que residen.

La identificación y selección de los casos de estudio se llevó a cabo a través de una muestra no probabilística, de carácter intencional. Dado que en el país las estadísticas sobre migraciones internacionales desagregadas por atributos como estado civil, presencia de hijos, nivel educacional, son prácticamente inaccesibles, cuestión que dificultó la identificación de la población del estudio, se recurrió a informantes clave, cercanos a las investigadoras, para la identificación y contacto con familias que cumplieran con los criterios anteriormente enunciados, y que pudiesen ser incluidas en la investigación. Posteriormente, y apoyándose en la técnica Bola de Nieve, estas familias iniciales facilitaron el contacto con otras que cumpliesen con las características antes determinadas para el estudio.

Para garantizar el anonimato de los participantes y la confidencialidad de la información recogida en el estudio, los nombres de cada uno de los participantes se mantuvieron en el anonimato, utilizando en su lugar pseudónimos para su diferenciación.

La familia cubana a través de fronteras nacionales: Madres desde la distancia

El estudio del cual se desprende este artículo se centró en cinco familias transnacionales de Ciudad de La Habana, residentes en tres municipios de la capital: Playa, Plaza y Centro Habana, de las cuales se analizó su composición y estructura familiar, así como algunos elementos relacionados con el proceso migratorio vivenciado por una de sus miembros.

En la investigación realizada se identificó que el proceso migratorio modificó la estructura y composición de las familias transnacionales que formaron parte del estudio. Antes de la migración, la muestra estaba conformada por dos familias nucleares,77. La familia nuc (…) una familia extensa,88. Familia extens (…) una monoparental,99. Se entiende po (…) y una familia monoparental ampliada,1010. Familia monopa (…) al mismo tiempo que el número promedio de miembros por hogar era de aproximadamente cuatro integrantes. Posterior a producirse la migración materna, las variables anteriormente mencionadas cambiaron de manera categórica transformándose ahora predominantemente en familias de tipo extensas y unipersonales (hijos solos), estas últimas en dos de los casos de la muestra, y la relación de miembros por hogar se movió entre uno y tres integrantes con igual representatividad.

Sin embargo, si bien la emigración materna condicionó un reordenamiento dentro de la composición y estructura de las familias que fueron objeto de estudio, esta dispersión no condujo a la desintegración familiar, sino a la conformación de nuevos tipos de familia que implican el traslado de la residencia habitual de los hijos, pero también la incorporación al núcleo familiar de otros parientes que conformarán las denominadas por Sonia Parella y Carlota Solé (2007) redes familiares de cuidado. Estas redes, según las autoras, se convertirán en la ayuda y soporte de las madres migrantes,1111. Se aplicó sola (…) además de que lograrán atenuar los impactos de la migración en los hijos/as que quedaron en Cuba.

El proceso migratorio de las madres objeto de estudio se caracteriza por motivaciones esencialmente económicas, la búsqueda de mejores oportunidades financieras para las migrantes y sus familias en el país de origen. Tal es el caso de Ana, una madre de 53 años de edad, que en el 2007, después de desempeñarse por muchos años como profesional de la salud en Cuba, decidió viajar hacia Barbados en busca de mejores condiciones de vida, dejando, bajo la responsabilidad de su mamá inicialmente y posterior al fallecimiento de esta en manos de su tía, a su hija de entonces 13 años. Ana declara que han sido nueve años viviendo separada físicamente de su niña, dejando de disfrutar momentos tan importantes juntas como su menarquia, la celebración de sus quince años, su entrada al preuniversitario y a la Universidad, pero alega la satisfacción de poder ayudarla económicamente a ella y a su familia en Cuba.

Lo mismo piensa Raquel, de 66 años, una madre que desde 1999 pasaba algunas temporadas fuera de Cuba trabajando en Málaga, España, lo cual le permitía un ingreso económico estable, para ella y sus dos hijos. En el año 2005, después de haber perdido su trabajo en España, decide viajar hacia Italia para el parto de su hermana menor y ayudarla en el cuidado de sus hijos. Luego de encontrar eventualmente un buen empleo como cuidadora de ancianos, decidió establecerse de manera definitiva en ese país. Sus hijos en ese momento tenían 14 y 30 años, sin embargo a raíz de la partida de la madre el más pequeño quedó solo en el hogar, y el mayor comenzó a vivir de forma independiente en un apartamento encima del de su hermano. Aunque confiesa que experimenta lo que ella denomina una “nostalgia crónica, al mismo tiempo que no se percibe “ni cubana, ni italiana, asegura que no se arrepiente de la decisión que entonces tomó: “(…) si en Cuba estás en muy malas condiciones, vete y desde acá los ayudas [a la familia] y tratas de estar presente siempre (…) yo necesitaba ganar dinero para mandarle a la gente de allá.” (Raquel, madre entrevistada residente en Italia). Estos argumentos demuestran que el factor económico continúa ocupando un lugar privilegiado en las motivaciones de la emigración cubana.

Otro aspecto substancial en este análisis lo constituyen las vías empleadas por las madres de la muestra para acometer la migración. La totalidad de las féminas declararon que utilizaron vías legales para migrar fuera de Cuba. Tres de ellas declararon haber salido de Cuba a través de una carta de invitación puesta por un familiar que se encontraba en el extranjero, otra señaló que viajó a través del proceso de reclamación familiar, mientras que Teresa empleó los beneficios de haber adquirido la ciudadanía española como medio para emigrar de Cuba.1212. La Disposición (…) Ella, actualmente de 51 años de edad, viajó en el año 2013 con su hijo más pequeño hacia los Estados Unidos, después de obtener la ciudadanía española. En el hogar, y bajo el cuidado de su esposo, quedaría Andrés, su hijo mayor, el cual contaba entonces con 22 años. Han pasado tres años desde su partida y Andrés vive anhelando el momento de reunirse con su madre y su hermano. Aunque cuenta con la residencia permanente y posee un trabajo fijo como cuidadora de ancianos, lo más que ha alcanzado en este tiempo es hacer una visita a Cuba de 8 días para volver a ver a sus seres queridos.

Disímiles fueron las estrategias empleadas por estas mujeres para emigrar, pero al analizar con detenimiento, se puede apreciar que, en su generalidad, emplearon rutas seguras:”(…) Yo nunca me quedé ilegal, siempre estuve bien con Cuba y bien con Italia (…) siempre hice las cosas legal, porque mi miedo era que no me dejaran entrar más a Cuba (…)” (Raquel, madre residente en Italia).

Otros elementos importantes lo constituyen el año en que acometieron el desplazamiento migratorio, el tipo de desplazamiento que realizaron, así como el tiempo que llevan en las sociedades receptoras las madres de la muestra, en donde los resultados reflejan que entre los años 2005 y 2013 se produjeron los desplazamientos migratorios de estas mujeres. Con respecto al tipo de desplazamiento acometido, es importante destacar que tres de los casos que conformaron la muestra declararon no tener la intención inicial de permanecer de forma definitiva en el país de destino.

No hubo despedida de la familia, ni de mi hija; porque no pensé emigrar al principio (Ana, madre residente en Barbados); (…) En un primer momento yo iba y venía, pues vivía con un susto de que se me pasara el tiempo y no pudiera entrar más a Cuba, terror, pero después encontré un buen trabajo y un buen contrato y si me iba lo perdía (…) entonces decidí quedarme en Italia. (Raquel, madre residente en Italia)

Las motivaciones que decidieron hacerlas replantearse una estadía definitiva en el país receptor estuvieron relacionadas con la tenencia de contratos de trabajo, que si bien les garantizaban una seguridad económica para ellas y para sus familias, también les limitaban la posibilidad de viajar con regularidad hacia Cuba y permanecer por tiempos prolongados en la Isla. Los dos casos restantes planearon y realizaron su viaje con la intención de emigrar definitivamente de Cuba.

Al analizar los países de destino de la migración de estas mujeres encontramos: Ecuador (1), Italia (1), Barbados (1) y Estados Unidos (2). Justamente en este último reside Lourdes, de 49 años, la cual en el año 2012, y ante la delicada salud de su padre de 80 años, residente en los Estados Unidos, decide viajar a cuidar de él junto al menor de sus hijos. En el hogar quedó Lea, su hija mayor de 22 años, quien fue a vivir a casa de su abuela materna. Han pasado cuatro años desde la partida de Lourdes, pero la joven aún extraña mucho, su abuela comenta que ella trata de suplir la carencia materna, pero está consciente de que nunca será igual. “La migración afecta emocionalmente, porque siempre los hijos necesitan de sus padres.”

Cuando revisamos el tiempo que las migrantes llevan en los países de destino, se puede constatar que los períodos oscilan entre los 3 y los 11 años de permanencia fuera de Cuba. Estos elementos guardan relación con otro proceso, que no es más que el status de residencia que presentan actualmente las madres migrantes en las sociedades de destino. Cuatro de ellas declararon ser residentes permanentes en los países de destino, mientras que solo una de las madres de la muestra expuso que aún mantiene la condición de residente temporal en la sociedad receptora.

“Como si fuera su mamá”. Transferencias de cuidado en las familias transnacionales estudiadas

En las familias objeto de estudio analizamos hacia quiénes se dirigieron las transferencias de cuidado de los hijos/as de las migrantes, cuando ellas migraron fuera de Cuba, en donde los resultados recogidos fueron sumamente interesantes. El primero de los datos a destacar es que, de las cinco familias analizadas en la investigación, solo cuatro de ellas reconocen la existencia de tutores para los hijos de las madres migrantes, debido a que uno de los jóvenes vive de forma independiente desde el momento inmediato posterior a la migración materna, donde contaba con 14 años y aunque su hermano mayor tiene su vivienda contigua a la de este, no es reconocido por el menor como tutor. La tendencia entre las madres de la investigación fue elegir para el cuidado de sus hijos a personas mayoritariamente del sexo femenino que pertenecían a su mismo grupo familiar, comprendidas dentro de la tercera edad, con un nivel medio de formación académica y amas de casa. Es importante aclarar que el estado civil no constituyó un elemento a considerar por las madres migrantes en la elección de la persona que asumiría el cuidado de su(s) hijo(s).

Los estudios de familia y migración han generado cuestionamientos sobre el rol que ocupan los padres en el cuidado de los hijos que se quedan, pues su participación suele ser generalmente escasa y en ocasiones, sus voces son invisibilizadas de los procesos investigativos. Si bien los padres de los hijos e hijas del estudio tuvieron muy poco protagonismo en el cuidado de los jóvenes –en tres de los casos enunciados anteriormente la figura paterna se encuentra invisibilizada en el discurso de los hijos, madres y cuidadoras, obviándolos como figuras participantes del cuidado, no sólo posterior a haberse efectuado la migración materna, sino desde mucho antes– ha de señalarse el caso en que es la figura paterna quien asume la función de cuidado. Un último caso hace mención del padre como cuidador en la primera etapa del proceso migratorio, pero no fue considerado en la muestra por encontrarse residiendo junto a la madre migrante en el momento en que se desarrolló el estudio. La hija más pequeña de esta familia, incluida en el estudio, fue trasladada a la residencia de su abuela materna posterior a efectuarse la migración del padre, siendo esta quien quedó a cargo y asumió el rol de cuidado de la joven al efectuarse la migración paterna. Este es el caso de la familia de Sonia, de 46 años de edad, quien en el año 2013 emigró hacia Ecuador dejando en el hogar a sus hijas de 17 y 23 años bajo la responsabilidad de su cónyuge y padre de las hijas. En el 2014, el esposo viajó para reencontrarse junto a ella, por lo que la más grande de las hijas se quedó en la casa paterna bajo el cuidado de su familia en la provincia de Cienfuegos y la más pequeña, que se encontraba terminando su último año en la Escuela Nacional de Arte (ENA) en La Habana, quedó a cargo de la abuela materna en esta ciudad. El objetivo de Sonia es que sus hijas vayan también a vivir junto con ella, pero confiesa que aún ellas no lo han decidido.

Se hace evidente entonces que, ante la ausencia materna, en las familias analizadas se delegaron las funciones domésticas y de cuidado mayoritariamente en otras mujeres, lo cual reafirma la presencia de una división sexual del trabajo dentro de los hogares, así como de las denominadas cadenas globales de cuidado. A su vez, tres de las madres migrantes trabajan en los países de destino como empleadas de servicio y una de ellas como cuidadoras de niños y de ancianos. Los casos de Raquel y Lourdes son ejemplos de ello: “Desde que llegué no tuve trabajo, porque yo fui a cuidar niños, a servirle a mi hermana (…) Después cambié de trabajo, para asistente de anciano, que en Italia se le dice vadante, que es el que mejor se paga, porque hay muchos ancianos” (Raquel, madre residente en Italia).

Puede concluirse que en los casos analizados primaron cuatro elementos fundamentales en la elección del sujeto de transferencia de cuidado. El primero de estos fue la relación de parentesco entre los tutores, las madres migrantes y sus hijos/as, en donde se hizo innegable la necesidad de las féminas de confiar a sus hijos en manos de personas que formaran parte de su familia, percibiéndose esta responsabilidad de cuidado más como una obligación o “deber ser” de estos parientes cercanos, que una ayuda o apoyo. El segundo de los elementos recurrentes identificados fue la confianza que estas madres tenían en el tutor, cuestión que descansa en el primer elemento mencionado, puesto que al ser los cuidadores madres, tías y esposo de las migrantes, ello permitió que dichas personas gozasen de la confianza de la migrante, como también de la de sus hijos, puesto que han cuidado y compartido la vida con ellos. “Mi madre es la persona indicada para cuidar de mi hija, (…) es nuestro pariente más cercano, es cariñosa, responsable y goza de toda mi confianza.” (Lourdes, madre residente en los Estados Unidos) Los dos últimos criterios identificados fueron el cariño y la responsabilidad para con sus hijos, características que están implícitas en las madres del estudio y que quisieron ver reflejadas en las personas que asumirían por ellas el rol de cuidador.

Queda en evidencia ante los resultados de la muestra, que el trabajo efectivo de las redes transfamiliares dentro del hogar, garantiza la funcionalidad familiar, la estabilidad emocional y psicológica de los hijos que quedaron en el país y la tranquilidad de las madres que se encuentran fuera de Cuba. Dicha afirmación corrobora el planteamiento de Parella y Solé (2007), al señalar que la gestión de los vínculos familiares en el espacio transnacional y sus impactos van a depender, principalmente, de la calidad de las redes familiares, así como del grado de comunicación que tengan entre sí. Es importante destacar que los procesos de transferencia de roles de cuidado en estas familias se efectuaron a través de métodos extrajurídicos y meramente mediante acuerdos familiares informales. Lo interesante de este proceso es que, en ninguno de los casos estudiados, se acudió a un tribunal para legalizar dichas tutorías, puesto que, según el Código de Familia cubano, esto implicaría que la madre tuviera que ceder sus derechos de patria potestad sobre sus hijos, y ninguna de ellas estaba dispuesta a hacerlo.1313. El Código de F (…)

Es relevante mencionar el papel que juegan las redes de apoyo al cuidador(a) en estos procesos de transferencias y en la capacidad de gestión demostrada por los tutores para ejercer la labor de cuidado. En el caso del estudio es importante destacar que el número de personas que integran estas redes de apoyo es muy pequeño en las familias analizadas, y solo tres de ellas declararon su efectividad y funcionalidad. La desventajosa posición económica y la lejanía geográfica de otros miembros familiares que pudieron haber fungido como redes potenciales al cuidador, constituyen los principales argumentos esgrimidos por los entrevistados para sopesar este resultado, lo cual evidencia además una incuestionable sobrecarga de roles para estas mujeres que, en la mayoría de los casos, asumieron la función de cuidado. “(…) no pido que me ayuden porque la otra familia de mi nieta vive en otra provincia.” (Sol, abuela cuidadora); “No necesito ayuda, porque se ha mantenido la misma conducta que antes que mi esposa se fuera” (Leroy, padre cuidador).

No obstante, en aquellas familias en las que se constató la presencia de redes, los apoyos se dirigieron esencialmente hacia tres direcciones: material (dinero, comida), instrumental (asistencia en los quehaceres del hogar) y cognitivo-emocional (compañía, afectos, información, consejos). Si cruzamos estos resultados con las estrategias familiares de cuidado implementadas ante la emigración materna, tanto en el país de origen –por parte de los tutores y otros familiares– como las empleadas por las madres desde sus países de destino para mantener los vínculos y continuar ejerciendo la maternidad, encontramos que fundamentalmente las estrategias de tipo cognitivo-emocional, relacionadas con la provisión de afecto, comunicación, la transmisión de conocimientos, de consejos y la compañía brindada a los hijos, resultó ser una de las más atendidas y priorizadas por estas familias. La mayoría de los jóvenes de la muestra valoraron el cuidado, la comunicación y la confianza con sus tutores de forma muy positivas, las cuales han logrado mitigar el impacto de la migración de sus madres.

Mi tía no ha sustituido a mi mamá, pero se ha encargado de que no sienta tanto su ausencia. Ella siempre estaba en las reuniones de la escuela, para que no fuera la niña rara que no tenía mamá, en las visitas al preuniversitario para que no me sintiera abandonada, porque mi mamá no podía ir a verme como lo hacían el resto de los padres, y ahora me ayuda en la Universidad para que termine mis estudios. (Wanda, hija de 22 años)

Las estrategias familiares económicas estuvieron dirigidas fundamentalmente a garantizar la reproducción económica de los hijos en origen, en donde el empleo de las remesas económicas enviadas por la madre migrante constituyó un ente fundamental para la alimentación y la manutención de los hijos/as, así como también para cubrir necesidades básicas del hogar. “El dinero que envía mi hija se emplea para cubrir las necesidades del hogar, y para los gustos personales de su hija.” (Sara, abuela cuidadora) “El dinero que envía mi sobrina es para pagar cuentas, comprar alimentos y cualquier otra cosa que su hija necesite (…)” (Rebeca, tía-abuela cuidadora entrevistada). Según los datos de la muestra, las remesas económicas constituyen una ayuda monetaria substancial para las familias analizadas, aunque este aspecto no se comportó de la misma manera en cada uno de los hogares. Solo dos de los tutores declararon recibir apo. económico para el cuidado de los jóvenes. Este resultado halla su explicación en que las transferencias monetarias que brindan las madres hacia las familias en Cuba son emitidas mayoritariamente hacia los hijos/as, los cuales hacen uso y gestión de dichos recursos en dependencia de las necesidades personales, y no siempre de las familiares. “No recibo ningún tipo de apoyo económico, porque mi hija manda el dinero a mi nieta directamente” (Sol, abuela cuidadora) Es innegable por tanto que, a pesar de que en los hogares muestrales las remesas constituyen un aliciente para los gastos dentro del hogar, dos de los cuidadores están asumiendo los gastos de alimentación y la manutención de estos jóvenes bajo su propia responsabilidad y con sus propios ingresos.

En relación a los vínculos económicos y afectivos que se producen en las familias analizadas ha de mencionarse que las principales expresiones de los estrechos lazos existentes entre las madres migrantes y sus familiares en Cuba se producen, como habíamos mencionado anteriormente, a través de la transferencia de remesas monetarias, pero también a través de remesas sociales. Estas se definen como el conjunto de valores, estilos de vida, pautas de comportamiento y capital social que se da entre las comunidades de origen y de destino y las mismas circulan y se transmiten a través de intercambios familiares: fotografías, llamadas telefónicas, correos electrónicos, regalos e incluso, visitas esporádicas del migrante. De esta forma, las remesas sociales constituyen beneficios intangibles a largo plazo, al transferirse conocimientos y habilidades mediante actividades comunicativas o interacciones cara a cara entre personas que sostienen algún vínculo (Zapata, 2009:1753).

Las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones: la telefonía móvil, el correo electrónico e Internet (a través de aplicaciones como IMO, Skype y redes sociales como Facebook) se han convertido en puentes que acortan las distancias geográficas entre los familiares residentes en los países de origen y de destino. Conocer y estar al pendiente de temas como la salud y la educación de los hijos/as, la situación laboral, las novedades en el hogar y la familia, constituyen los temas esenciales sobre los que versa la comunicación entre ambas partes.

Lógicamente, desde la distancia todo es más difícil, pero trato de estar presente y poder ser parte de la vida de mi hija. (Ana, madre residente en Barbados) Yo estoy siempre presente, tengo un día en la semana en que llamo [por teléfono] y a veces hasta más. Ahora tenemos email, pero a mí me gusta oírlos: a mis hijos, a mi hermana, a mi sobrina; estamos lejos, pero estamos cerca. Hay casos que se pierden y no llaman nunca, pero yo no. (Raquel, madre residente en Italia)

Es importante aclarar que dos de los hijos han visitado a sus madres en sus países de residencia actual: Barbados e Italia. Los motivos declarados para el viaje han sido en uno de los casos “pasar tiempo juntos”, mientras que el otro caso estuvo movido por una situación personal en donde la hermana mayor estaba falleciendo y la madre quería que el hijo estuviera junto a su hermana antes de morir. Ésta también ha constituido una vía para fortalecer los lazos entre las madres de los hijos/as.

Reconfiguración de roles dentro del hogar

A raíz de la migración materna, la mayoría de las madres de la muestra se convirtieron en las principales proveedoras económicas de sus hijos y, en algunos casos, también de las familias, mediante el envío de remesas monetarias y otros bienes hacia los países de origen. “Enviar remesas hacia Cuba para mí tiene una máxima prioridad, puesto que es de gran ayuda para la manutención de la casa y de mi hija” (Ana, madre migrante en Barbados).

Es necesario destacar que anterior a efectuarse el proceso migratorio, en las familias analizadas donde las madres se encontraban casadas (2), el rol materno estaba asociado esencialmente al cuidado y las labores domésticas, mientras que el rol paterno era fundamentalmente el de proveer económicamente para las necesidades del hogar. Mientras que, en el caso de las madres que se encontraban divorciadas, el rol materno no solo incluía el cuidado y los quehaceres en el hogar, sino también la provisión económica de la familia. El proceso migratorio va a trastocar muchas de estas funciones, puesto que las funciones domésticas y de cuidado serán transferidas fundamentalmente a los tutores, y en menor medida a los hijos, por lo que las madres de la muestra se encargarán del envío de remesas y de velar por el bienestar de los hijos y de la familia desde las sociedades receptoras.

Es a partir de la transnacionalización de la función económica del rol materno, que las remesas monetarias y el envío de bienes adquiere un significado simbólico para los hijos y familiares que la reciben, y a través de ellos los hijos perciben el afecto, el cariño y la preocupación de las madres migrantes. Como ya revelaban investigaciones anteriores (Guarnizo, 2003; Moncayo, 2006; Gallego, 2006; Zapata, 2009), el envío de remesas, regalos u obsequios constituyen una forma muy común de comunicar, expresar y simbolizar el afecto y por lo tanto, la presencia del padre o madre migrante, representan el compromiso del migrante con su familia y constituyen una expresión y demostración de la conservación de las interrelaciones afectivas a través de la distancia.

En el caso de los hijos/as, la totalidad de ellos se volvieron los principales receptores y administradores de las remesas monetarias posteriores a la migración materna, las cuales emplean para suplir sus gastos y, en algunos casos, aportar para las necesidades del hogar.

De igual manera los tutores, posterior al proceso migratorio, asumieron la protección y cuidado de los jóvenes, velando por su alimentación, su salud física y emocional, ayudándolos en el plano académico y laboral y en la toma de decisiones personales, laborales, escolares, brindándoles apoyo en los procesos de cambio, así como compañía en los momentos y fechas importantes, para atenuar la añoranza ante la ausencia materna.

En cuanto a los procesos de toma de decisiones cotidianas sobre los hijos/as, las madres transfieren al cuidador un poder decisorio (no amparado legalmente) basado esencialmente en la confianza que se deposita en ellos, como un elemento fundamental que facilita las prácticas de cuidado. En la dinámica cotidiana, los tutores identifican las cuestiones de menor o mayor grado de importancia sobre los jóvenes, y se eligen cuál de estas deben ser consultadas o consensuadas con la figura materna. “(...) para tomar decisiones cotidianas no se llama por teléfono, porque saldría muy caro, además su mamá confía en mí” (Rebeca, tía-abuela cuidadora); “No se consultan las decisiones cotidianas con ella [madre], se le cuenta, porque las decisiones que tomo son correctas y la madre confía en ellas” (Leroy, padre cuidador).

Ello está relacionado fundamentalmente con la edad actual de los hijos que conforman la muestra, los cuales en su totalidad son mayores de edad, lo que les exige hacerse responsables de sus propios actos. Por lo que las decisiones que se toman en torno a ellos se expresan a través de consejos, sugerencias e intercambios de experiencias y pierden su carácter impositivo y coercitivo: “(...) confiamos en mi nieta, en sus decisiones, y más ahora que está en la Iglesia” (Sara abuela cuidadora); “(...) mi hija toma sus propias decisiones porque es mayor de edad” (Lourdes, madre residente en Estados Unidos).

Sin embargo, las respuestas de las madres en este punto fueron discrepantes, puesto que ellas se sienten partícipes de las decisiones que se toman sobre sus hijos/as, al mismo tiempo que demandan que cada una de sus opiniones sea tomada en consideración.

Una mirada al proceso migratorio desde tres direcciones: hijos/as, tutores y madres

El primer eslabón de este análisis será el referido a los hijos/as, los cuales consideran la migración materna como una acción positiva, justificable y necesaria, no solamente para sus madres, sino también para ellos. Estos resultados discrepan de los estereotipos que se han creado acerca de la maternidad, en los cuales, según Zapata (2009), las madres solteras, divorciadas y, en el contexto que nos atañe, las madres migrantes, no siempre están incluidas en las imágenes positivas que se promueven sobre la maternidad, indisolublemente identificada con el cuidado. Pedone (2008) plantea que la mujer, -con su “partida” o su “ausencia” ha sido considerada la responsable de la crisis en los grupos domésticos, lo cual tiene efectos culpabilizadores tanto en los países de origen como en los de destino, debido a que el supuesto abandono por parte de las mujeres de un rol “esencialmente” femenino, obliga a una reestructuración de las relaciones y la organización del grupo doméstico “abandonado” para poder suplir a quien dejó de cumplir con sus obligaciones y responsabilidades.

Esta discrepancia en relación a los estereotipos sexistas que culpabilizan a las madres por el acto migratorio, en el caso de la muestra de estudio puede estar asociada a que, en la mayoría de los casos, las madres decidieron involucrar a sus hijos/as en la toma de decisión sobre el proceso migratorio, valorándose las opiniones de los jóvenes y explicándose las causas y finalidades de la acción. Ello pudo haber incidido en la percepción que los hijos/as tienen de este evento, como una acción que además, tiene repercusiones positivas en su bienestar económico, a pesar de las consecuencias y desarreglos que supone dentro del hogar, la ausencia de la figura materna.

Otro elemento influyente se vincula a la imagen de éxito que se ha creado del emigrante en la sociedad cubana, y de la migración, como un fenómeno que redunda en un mejor estatus, no solo económico, sino también social, para la familia que queda en Cuba. Los jóvenes entrevistados perciben en la migración de sus madres una oportunidad de acceder a mejores recursos y a una serie de bienes y servicios que de otro modo les sería muy difícil acceder, al mismo tiempo que visualizan, a través de este evento, una posibilidad de realización de sus proyectos de vida, en los cuales también se encuentra el propósito de emigrar del país.

Entiendo la razón por la que mi mamá emigró y para nada siento que me haya abandonado, solo que ella era madre soltera, con un salario de médico y se dio cuenta de que sus ambiciones y las mías no podían realizarse en Cuba (Wanda, hija de 22 años); Considero que la decisión de mi mamá de salir de Cuba fue valiente, sacrificada y con buena intención, con el fin de sacarnos adelante (Ronni, hijo de 24 años).

A pesar de estos resultados, a medida que avanza el discurso de los hijos/as van emergiendo ciertas valoraciones en torno a variaciones en las relaciones materno-filiales posteriores al proceso migratorio. En primer lugar, puede hablarse de relaciones más frías y distanciadas, como resultado de la lejanía y la imposibilidad de verse regularmente. También se han tornado más tolerantes y menos conflictivas, puesto que, al estar tanto tiempo separados madres e hijos, hay una tendencia a valorar más el tiempo que pasan juntos y evitar por todos los medios tener desavenencias que roben los cortos períodos en que se encuentran.

(…) la relación con mi madre ahora es un poco más desapegada. (Sandra, hija de 20 años); Las relaciones con mi mamá son un poco más frías que antes de irse. (Lea, hija de 27 años); Las relaciones entre mi hijo y yo son buenas, si no nos vemos nunca, no tenemos tiempo ni para discutir (…) él me aguanta a mí y yo lo aguanto a él. (Raquel, madre migrante en Italia); Las relaciones con mi madre son buenas, mucho mejor ahora que estoy más grande y valoro más mi tiempo con ella (Wanda, hija de 22 años).

Es evidente que a pesar de que los hijos justifican y comprenden la migración de las madres por sus beneficios económicos y sociales, las consecuencias de la ausencia son palpables dentro de las relaciones madre-hijo, a pesar de los beneficios que las NTIC´s brindan como puentes de comunicación para estrechar distancias geográficas. Sin embargo, estas proximidades tecnológicas que alcanzan estas familias transnacionales a través de una vídeo-llamada o un correo electrónico, nunca podrá sustituir, según las valoraciones de los jóvenes y cuidadores analizados, el contacto físico, ni el estar presente en los momentos más importantes de la vida de los hijos(as).

Es importante tener en cuenta también la valoración que hacen los y las cuidadores/as y las madres sobre los cambios que han identificado en los jóvenes posterior a la migración materna, en donde las opiniones señalan que la totalidad de estos hijos/as se han tornado más maduros e independientes posterior a la migración. Dichas afirmaciones encuentran una plataforma en el hecho de que los jóvenes experimentaron el proceso migratorio de sus madres en edades entre los 11 y 22 años, una etapa en la vida del individuo donde ocurren cambios bio-psico-sociales muy importantes, y que se vio acelerado en estos jóvenes como consecuencia de la separación familiar y el reordenamiento que experimentaron en el hogar ante la migración materna:

(…) es una niña que ha crecido sin sus padres y eso siempre afecta, ella se ha visto en la necesidad de madurar más rápido que los demás. (Sara, abuela cuidadora); Después de la salida del país de mi mamá tuve que aprender a llevar una casa y cumplir con muchas responsabilidades (…) (Andrés, hijo de 24 años); Ha sido muy difícil el proceso de separación, pero ha hecho que mi hija sea más madura, independiente, responsable. (Ana, madre migrante en Barbados)

Estos datos avalan los resultados de las investigaciones de Marixsa Alicea (1999) y Claudia Pedone (2004), los cuales plantean que como resultado de la migración de los padres, los jóvenes entran en un proceso denominado adultez precoz, en donde tienen que asumir roles de adultos, así como también apropiarse de responsabilidades propias de sus padres y madres. Una evidencia que confirma la capacidad de gestión de los hijos a raíz de la migración materna, es el caso del hijo que posterior al desplazamiento migratorio de su madre, quedó viviendo solo en el apartamento asumiendo las labores domésticas y su cuidado, a pesar de que aún depende económicamente de la madre para su mantenimiento.

Además de identificar esta maduración e independencia en el comportamiento de los jóvenes de la muestra, fueron enunciadas en el discurso de los tutores algunas de las consecuencias afectivo-emocionales causadas por la emigración materna. “A veces se le notaba solitaria, aunque estuviera rodeada de gente. Aunque yo le dé mucho cariño y amor, no puedo suplir el cariño de su mamá” (Rebeca, tía abuela cuidadora).

Sobre esta cuestión, Sonia Parella y Carlota Solé, al investigar a familias migrantes de Perú y Ecuador, identificaban dos manifestaciones o expresiones del impacto afectivo, conductual y emocional de los hijos/as ante la migración parental:

Unos se sienten abandonados, tienen actitudes de falta de afecto que pueden influir de forma negativa en su rendimiento escolar, en la formación de su identidad, en su integración social y en sus valores (…) El caso inverso se encuentra en los niños que se sienten partícipes de los beneficios económicos obtenidos por sus progenitores; asumen su proyecto migratorio como algo propio y se hacen más responsables; (…) al comprender el gran esfuerzo realizado por ellos y ellas en el lugar de destino, soslayan los sentimientos de abandono, por el orgullo de saber que los padres son capaces de sacrificarse por ellos. (Parella y Solé, 2007:174).

Esta última manifestación señalada por las autoras se corresponde con las percepciones que poseen los hijos sobre el proyecto migratorio de sus madres, al concebirlo como un proyecto o estrategia familiar que los involucra a ellos y del cual son partícipes.

En cuanto a las valoraciones de los tutores sobre el proceso migratorio estos señalan que la migración materna no solo impactó en la dinámica familiar, sino que también ocasionó un impacto personal a través de una serie de transformaciones en sus dinámicas de vida, que los han hecho replantearse comportamientos y estilos de vida, con el objetivo de asumir, de la mejor forma posible, este rol. Otro aspecto relevante lo constituyen las carencias desde el punto de vista emocional, en donde la tristeza cobra un protagonismo importante como resultado de la distancia de un ser querido, ya que las migrantes además de madres, son también hijas, esposas y sobrinas de estos sujetos hacia los cuales fue transferido el cuidado. Este resulta un elemento interesante, puesto que hay un paralelo con las respuestas de los hijos/as de las migrantes, los cuales alegan también experimentar, posterior a la migración, esa sensación de ausencia ante la lejanía de un miembro de la familia, en muchos de los casos, sus hijas. “Mi vida es un poco triste luego que mi hija e hijo se fueron (…) hubiera preferido comer un plato de tostadas, pero tenerlos a los dos conmigo” (Sara, tutora y abuela cuidadora).

La valoración de las madres sobre su decisión de migrar constituyó un aspecto importante a destacar en la investigación. La totalidad de ellas lo considera una acción positiva, además de una gestión valiente y productiva. Esto saca a la luz un elemento importante en torno a la percepción social existente en los migrantes sobre este evento: el acto migratorio puede ser un proceso difícil por las pérdidas familiares, culturales, identitarias que conlleva, pero el sacrificio se torna un acto heroico y satisfactorio cuando pueden observar su esfuerzo materializado en mejores oportunidades económicas para sus hijos y su familia.

Ser extranjero es siempre una desventaja, especialmente en un país pequeño, encuentras discriminación, xenofobia, pero al final tienes la satisfacción de poder ayudar a tu familia (Ana, madre residente en Barbados); Valoro mi decisión de salir de Cuba como un proceso duro, por la separación de la familia, pero bueno por estar logrando lo trazado (Teresa, madre residente en los Estados Unidos).

Resulta indiscutible que el proceso migratorio, ha traído desarreglos importantes en el interior de las familias estudiadas, pero dichos cambios, según los resultados recogidos en la muestra, fueron atenuados por la efectiva labor de las redes familiares de apoyo, por la comunicación efectiva entre las madres migrantes y la familia en Cuba, así como también por el envío de remesas monetarias y sociales que recibieron significados simbólicos y afectivos en los hogares estudiados. Por esta razón puede afirmarse que en ninguno de los actores entrevistados (hijos/as, tutores, madres), se evidencia una representación negativa del evento migratorio, al contrario, asumen posturas positivas y tolerantes que justifican el proceso migratorio efectuado.

Conclusiones

El proceso migratorio dentro de las familias muestrales, trajo como consecuencia arreglos y ordenamientos en su interior. La figura materna, como consecuencia de la visión androcéntrica del mundo y los palpables rasgos y resultados de la cultura patriarcal, ha sido por siglos asociada al rol doméstico y de cuidado, por lo que su ausencia en los hogares muestrales supuso, no solamente transferencias de las funciones, sino también reordenamientos en la estructura, la composición y los miembros que integran. Las madres objeto de estudio transfirieron el cuidado de sus hijos/as mayoritariamente a otras mujeres de su núcleo familiar como abuelas y tía-abuela, reafirmando la reproducción de la división sexual del trabajo dentro de las familias muestrales. La reconfiguración de roles dentro de los hogares también fue un elemento sumamente relevante, puesto que la migración materna trajo como consecuencia que las madres se convirtieran, en la mayoría de los casos de la muestra, en las principales proveedoras económicas del hogar, así como también que los tutores asumieran los roles domésticos y el cuidado de la alimentación, la educación, y la salud física de los hijos/as de las migrantes, los cuales, en gran parte de los casos, asumieron la administración de las remesas enviadas por sus madres. Resulta innegable que la migración materna internacional acarrea un reordenamiento sustancial en el entorno social y dinámico de las familias objeto de estudio, debido a que, la madre ha sido percibida, por siglos, como un agente protagónico del ambiente familiar y del desarrollo físico y emocional de los hijos/as. A pesar de que existen investigaciones que ratifican la prevalencia de discursos negativos y culpabilizadores desde ámbitos sociales, políticos, mediáticos y educativos hacia las madres migrantes como entes que abandonan (Pedone, 2008), el discurso de los hijos, cuidadores y madres entrevistados no revela enjuiciamientos por esta acción. En el caso de los hijos/as, estos perciben la migración como una acción efectiva, justificable, y con repercusiones tangibles en su bienestar económico. Los tutores, por su parte, identifican la migración positivamente, aunque aparejado a una sobrecarga de funciones domésticas y de cuidado y, en algunos casos, un evidente sentimiento de pérdida emocional. Por último, la posición de las madres es asumir la migración como una acción positiva, valiente, y productiva, que a pesar de las pérdidas emocionales que supuso, ha representado un beneficio para ellas y sus familias. Ante tales apreciaciones, se hace evidente que el reordenamiento familiar como resultado de la migración materna, si bien causa pérdidas emocionales, también es percibido en las relaciones materno-filiales y familiares como una estrategia que ayuda a solventar carencias económicas dentro del hogar.

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Zapata, Adriana (2016). “Madres y padres en contextos transnacionales: el cuidado desde el género y la familia”, Desacatos, Nº 52, septiembre-diciembre, pp. 14-31.

1.

Según datos de la OIM (2015), de los millones de personas que viven fuera del país en el que nacieron, casi la mitad (49%) son mujeres, a pesar de que existen diferencias considerables entre regiones: Europa presenta el porcentaje más alto de mujeres migrantes (51,9%), seguida de América Latina y el Caribe (51,6%), América de Norte (51,2%), Oceanía (50,2%), África (45,9%) y Asia (41,6%) (OMI, 2015)

2.

La relación de masculinidad de la emigración en Cuba ha visto afianzarse un proceso de feminización que ha colocado la relación entre los sexos en 117 mujeres por cada 100 hombres, excepto para los casos de las salidas migratorias ilegales desde la isla donde hay mayor presencia de hombres que de mujeres. (CEDEM, 2017:16)

3.

Como parte de una política de hostilidad hacia Cuba por parte de Estados Unidos, se han implementado una serie de políticas de recepción y estímulo a los emigrantes cubanos entre las que se pueden mencionar el Programa de Refugiados Cubanos (1960), establecido por el presidente J.F. Kennedy; la Ley de Inmigración y Naturalización (1961) desarrollada para beneficiar, bajo la condición de refugiados a los migrantes de los países del campo socialista; con un matiz diferente se produce la denominada Operación Peter Pan(1962) y la Ley de Ajuste Cubano(1966), esta última, vigente aún hoy.

4.

La cual lo define como “una serie de vínculos personales entre gente que está en distintos lugares del globo basado en el trabajo asalariado y no asalariado de cuidado” (Hochschild, 2001)

5.

El rango de edad elegido para la muestra de los hijos fue de 10 a 24 años, ante la necesidad de que los jóvenes pudieran elaborar un discurso sobre la decisión de migrar de sus madres, así como ofrecer su valoración sobre diferentes aspectos como el cuidador, las remesas, su percepción de la vida antes y después de la migración, entre otros aspectos abordados en la investigación.

6.

En una de las familias del estudio no se identificó a ningún sujeto en función de cuidador.

7.

La familia nuclear: Es la familia conviviente formada por los miembros de un único núcleo familiar. Núcleo familiar es el grupo formado por los miembros de una pareja y/o sus hijos. (Greif, 2006: 23)

8.

Familia extensa, formada por parientes cuyas relaciones no son únicamente entre padres e hijos. Una familia extensa puede incluir abuelos, tíos, primos y otros parientes consanguíneos o afines.(Greif, 2006: 23)

9.

Se entiende por familia monoparental aquella familia nuclear que está compuesta por un solo progenitor (varón o mujer) y uno o varios hijos. Este núcleo puede constituir por sí sólo una familia independiente (familia nuclear monoparental).

10.

Familia monoparental ampliada: Es aquella conformada por un solo progenitor (madre o padre), sus hijos y otras personas emparentadas .Por ejemplo, una madre (sin pareja) con dos hijos que viva con sus padres constituye un núcleo monoparental en una familia más amplia.

11.

Se aplicó solamente dos relatos de vida a las madres migrantes que conformaron la muestra del estudio. Uno de ellos fue realizado presencialmente aprovechando un viaje de la madre migrante al país durante el período en que se efectuó el trabajo de campo. El segundo relato de vida fue aplicado vía correo electrónico en comunicación con la madre migrante, en reiterados contactos con la misma, con el cual se obtuvo información relevante sobre algunos indicadores a analizar, a pesar de no lograrse alcanzar la misma intimidad que con el relato aplicado presencialmente.

12.

La Disposición Adicional Séptima de la Ley de la Memoria Histórica (Ley 52/2007) del Estado Español permitió que las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español optarán por la nacionalidad española de origen. Este derecho también se reconoció a los nietos de quienes perdieron o tuvieron que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio. Estuvo en vigor desde el año 2008 hasta el 27 de diciembre de 2011 y alrededor de cien mil cubanos fueron beneficiados. En: http://leymemoria.mjusticia.gob.es/cs/Satellite/LeyMemoria/es/memoria-historica-522007#a29

13.

El Código de Familia Cubano establece que la tutela de los menores de edad se produce cuando se extingue la patria potestad en todos los casos, por fallecimiento de los padres o cuando a éstos se les haya privado o suspendido de la patria potestad por sentencia judicial. (Artículo 137. Código de Familia.)