Tabacaleros. Trabajo rural y padecimientos
María Carolina Diez
Buenos Aires, Antropofagia
2017, 130 pp.
Hugo Lavazza11. Licenciado en (…)
Esta etnografía analiza el impacto de los paquetes tecnológicos en los procesos y condiciones de trabajo en relación con los padecimientos que los tabacaleros tienen, vinculados a los problemas de salud respecto de la actividad que realizan y “vivencian cotidianamente” (2017: 15), pero también sobre las rutinas de atención que estos trabajadores efectúan para paliar los problemas de salud. La autora se vale de la observación participante, de entrevistas en profundidad y de registros fotográficos para dar cuenta de estas situaciones donde acontecen intoxicaciones y otros inconvenientes con agrotóxicos.
El libro está organizado en cuatro partes. Una introducción donde Carolina Diez reconstruye, mediante la observación participante, el conjunto de prácticas en torno a los desarrollos agrícolas sobre el tabaco tipo “Burley”, en la región de “Alto Uruguay” de la Provincia de Misiones, para establecer la problemática del padecer de los tabacaleros. El primer capítulo está dedicado a explicar el proceso de producción del Burley, un segundo capítulo se concentra en todo el sistema de padecimientos y problemas de salud en los procesos de trabajo, y un tercero donde se aboca a analizar cómo los tabacaleros marcan prácticas para sopesar estos padecimientos mediante estrategias de salud. En este sentido, la etnografía se propone reflexionar, en términos generales, sobre el proceso de vinculación del trabajador con la agroindustria para comprender las lógicas de reproducción social y, en segundo lugar “…el deterioro de la fuerza de trabajo a partir de los recorridos laborales…” (2017: 16).
La metodología utilizada por la autora cumple una serie de requisitos bien estructurados: la caracterización del contexto, la evaluación del grado de sustentabilidad ambiental, la realización de entrevistas a familias en distintas etapas de la investigación. En esta tarea selecciona casos significativos, familias e instructores o técnicos agrícolas dependientes de las empresas tabacaleras así como fuentes periodísticas para conocer la incidencia de los biocidas en la salud. El criterio para seleccionar los casos fue variado, desde agricultores chacareros formados en el ámbito familiar, hasta emigrantes brasileños y otros que se asociaron a la actividad de manera reciente, “profesionales del tabaco”. En este punto incluye el contacto con ex tabacaleros ya que “… como grupo éstos presentan otra perspectiva en relación con la producción y en relación con la salud y la enfermedad” (2017: 23).
La autora sostiene que en el proceso de trabajo se generan los padecimientos en los productores, por esto dedica el primer capítulo a analizar el proceso productivo en sus múltiples dimensiones: el enganche agroindustrial, empresas y productores, el sistema de endeudamiento, la continuidad familiar, las instituciones contratantes (y diversos actores que participan del proceso productivo como los “echos” o “por cuenta” que trabajan en dicho proceso pero de quienes no se tiene registro alguno). La tesis de Carolina Diez es que el funcionamiento, en conjunto, de estos elementos influye en la estructura de salud de la población dedicada al tabaco. Así lo menciona cuando dice que si “… tomamos en consideración el trabajo que realizan y las tensiones en relación con el discurso de la industria sobre los ‘riesgos’ laborales (se) abre un campo de aproximación a las dolencias que atraviesan la vida cotidiana de los tabacaleros” (2017: 47).
De este modo, la autora explora las prácticas que generan padecimientos para los tabacaleros cuando intentan lidiar con la plantación, el acopio y la selección de tabaco. Estos procedimientos implican el uso de cartillas proporcionadas por la Empresa y por la Cooperativa Tabacalera de Misiones, cuya intención es crear condiciones de trabajo protegido. Estas indicaciones son postuladas “…como un modelo sustentable y amigable con el ambiente y la salud humana, en contraposición a formas de hacer y proceder consideradas tradicionales” (2017: 57). Pero las recomendaciones, si bien son distribuidas y explicadas, no se corresponden con la realidad del productor tabacalero y las prácticas “tradicionales”: los agrotóxicos son utilizados en mayor cantidad y frecuencia de lo que recomienda la cartilla y, también, son empleados otros de insumo generalizado por la población al ser considerados inocuos, lo que hace que las plantaciones contengan un excedente de ellos. Ello es así, porque el tabacalero tiene que cumplir con cierta cantidad de producción, por lo que las instrucciones terminan siendo el “ideal” del productor, y no lo que realmente cumple en la producción concreta con los agrotóxicos.
Carolina Diez le da una importancia destacada al análisis de las cartillas porque es el eje por donde las empresas descargan responsabilidades sobre una cantidad de afecciones y la cota de producción que el tabacalero debe alcanzar para obtener beneficios. De modo que se presentan contradicciones y tensiones “…por un lado la necesidad de instalar los supuestos de estos materiales encuadrados en la modernización agrícola; (pero) por otro, la distancia existente entre estos supuestos, recomendaciones y la realidad cotidiana de los productores…” (2017: 61). Esta situación genera una serie de estrategias en donde los tabacaleros deben luchar con afecciones que se manifiestan en diferentes estadios del proceso productivo. A estas afecciones la autora las denomina padecimientos cotidianos: “… hacerse un tratamiento con barro y recostarse, o tomar ciertas infusiones o pastillas para los dolores, principalmente óseos o musculares (columna, brazos, etc.). Otros malestares comunes fueron los mareos y dolores de cabeza” (2017: 70). Al itinerario de los agricultores, en medio de estos padecimientos, lo llaman “lidiar con el tabaco” (2017: 71). A dicha situación la evalúan como una tarea monótona y cansadora, ya que una vez que se tienen varios procesos en los galpones: de selección, secado y enfardado, de inmediato vienen de las empresas a entregar nuevos elementos para la cosecha futura. Así quedan enganchados y están permanentemente sometidos a la resistencia corporal implicada en la realización de ese trabajo concerniente a los siguientes aspectos: “El paso de los años y, en cierta medida, la irrupción temprana de malestares…” (2017: 73). Aquí incluye sufrimientos tales como cáncer de piel, reuma, problemas óseos y descomposturas del estómago, los mismos se establecen como ejes de los relatos de los productores.
Estos relatos sobre los padecimientos juegan un rol dicotómico que hace que el agricultor tenga un discurso ambivalente en relación al tabaco y al proceso de producción del mismo. Por un lado, se trata de una planta que da utilidades en dinero, pero, por otro lado, hay una actitud de rechazo respecto de esta producción por la cantidad de dolencias que trae con los años de intensos movimientos del individuo en el marco del proceso de trabajo. No obstante, los productores tratan de que su progenie salga de este círculo funesto de “lidiar con el tabaco” y que puedan dedicarse a otra actividad.
En el segundo capítulo, Carolina Diez elabora un cuadro donde presenta las fases del trabajo y las dolencias que se ostentan. Por ejemplo, para la fase de plantar registra envenenamientos, entumecimiento de manos y afecciones de la vista; en la fase de cuidar registra cansancio por uso de herramientas, heridas, intoxicaciones y manos pegajosas; y en la cosecha, lesiones en las manos, náuseas, alergias del polvillo del tabaco, dolores en la cintura y mareos por el olor de las hojas. En este apartado, da importancia crucial a las intoxicaciones provocadas por los herbicidas tanto por el trabajo de desmalezado como por el trabajo en el galpón ya que las hojas de tabaco tienen contenido de venenos. De esta forma, la autora explica la relación que tienen los tabacaleros con dichas intoxicaciones y presenta diversos testimonios de lo nocivo que pueden resultar estos herbicidas, dejando marcas inalterables en el cuerpo y la memoria de los productores. Tal es así que cuando sienten el olor de un veneno determinado les da náuseas y casos de alucinaciones entre las molestias mencionadas.
Por último, Carolina Diez dedica un capítulo a los recorridos laborales en el contexto de lo que denomina “tiempo del tabaco y atención a la salud”. La estrategia teórico-metodológica en este punto fue seguir a personas específicas para ver los padecimientos en el continuo temporal del trabajo del tabacalero. Allí aparece un interrogante guía de la argumentación del texto que es “¿Cómo viven y significan este proceso?” (2017: 87), refiriéndose con dicha pregunta a las acciones que los tabacaleros efectúan durante la producción de tabaco. La autora, con la intención de brindar algunas respuestas, encuentra que entre las cuestiones más significativas están la dependencia a las obras sociales de las tabacaleras, las estrategias de auto-atención y el tratamiento de los nervios que produce la actividad. Por ello el “tiempo del médico” equivale a salir de la chacra, lo que retrasa el cuidado del “ciclo del tabaco”.
En las conclusiones, la autora sintetiza que a pesar de las familias que consiguen salir del círculo de la producción de tabaco, en la mayoría de los casos siguen trayectorias asociadas a realizar el trabajo con calidad y las precauciones que pueden tomarse para evitar el “padecer”. Dichas premisas forman parte de dimensiones estructurales trasladadas a las re-significaciones del “lidiar con el tabaco” en lo referido a los padecimientos y que hacen transitar a los productores por procesos de enfermedad. El libro de Carolina Diez constituye un aporte revelador a las etnografías sobre el tema de salud/atención, en el sentido que es un caso monográfico e intensivo sobre la problemática tratada.
Licenciado en Ciencias Antropológicas, Magíster en Antropología Social, Doctor en Antropología y pos-doctor en Ciencias Humanas y Sociales. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras, Sección de Etnología. Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMeT).