Vol. 5 Núm. 9: Etnografías de lo digital: reflexiones y experiencias de campo multisituadas y (des) situadas

Estrategias de etnografía multisituada con jóvenes universitari@s indígenas que navegan en Facebook

Por Jorge Alberto Meneses Cárdenas1

Meneses Cárdenas, Jorge Alberto (2019). “Estrategias de etnografía multisituada con jóvenes universitari@s indígenas que navegan en Facebook2”, Etnografías Contemporáneas, año 5, N° 9, pp. 94-113.

Resumen

El trabajo presenta las rutas por las que transité como etnógrafo en Facebook como campo etnográfico, articulado con espacios presenciales a través de una etnografía multisituada con jóvenes universitari@s indígenas en dos contextos de América Latina. Para visibilizar esto mostraré algunas estrategias que elaboré a partir de la habilitación de herramientas etnográficas híbridas con el objetivo de conocer las biografías digitales situadas, así como las prácticas y sentidos juveniles, durante la temporalidad etnográfica. De allí que tanto la experiencia presencial como la co-presencia digital fueron complementarias para describir y reflexionar sobre la triangulación de datos etnográficos. Es por eso que la experiencia etnográfica visibilizará la minería y cultivo de datos digitales, a través de la apropiación de artefactos digitales para describir cómo fue que, en los usos, exploré diversas dinámicas juveniles contemporáneas en línea.

Palabras clave: Etnografía multisituada, campo digital, Facebook, herramientas híbridas, jóvenes universitari@s indígenas.

Strategies of multisituated ethnography among indigenous university students that surf on Facebook

Abstract

The article presents the venues I went through as an ethnographer on Facebook in articulation with fieldwork in a multi-sited ethnography with young indigenous university students in two contexts in Latin America. I show some strategies that I designed based on hybrid ethnographic tools with the purpose of studying digitally situated biographies, as well as the juvenile practices and senses, during the ethnographic time. Hence, both face-to-face experience and the digital co-presence were complementary in describing and reflecting on the triangulation of ethnographic data. Hence, the ethnographic experience shows the mining and cultivation of digital data, by appropiating digital artifacts, and how I explored diverse online contemporary indigenous youth dynamics.

Keywords: Multisite ethnography, digital field, Facebook, hybrid tools, young indigenous university students.

 

Recibido: 31 de enero 2019

Aceptado: 20 de abril 2019

 

Introducción

En 1922 Bronislaw Malinowski señalaba que había tres elementos que justificaban la presentación de un trabajo etnográfico: alguna innovación metodológica, una nueva aportación con respecto a los trabajos precedentes y tratar de presentar información exacta pero que sin que ello resulte aburrido (Malinowski, 1986: 14). A casi un siglo de que el fundador de la etnografía sentara las bases del trabajo de campo para conocer lo que la gente dice, hace y piensa de lo que dice y hace, mediante el estar ahí de forma presencial, el ahora etnográfico está incrustado por la ubicuidad (Pink, 2016), a través de la co-presencia digital que permite la relación social etnográfica en línea. Por eso es que ahora la observación participante y el participar observando en la co-presencia digital forman parte de la experiencia etnográfica contemporánea, reconfigurando el espacio y la temporalidad del campo etnográfico; en este caso con la ubicuidad etnográfica se conoce en los usos las prácticas y saberes de l@s agentes juveniles.3

Arranqué preguntándome quiénes eran y qué hacían l@s jóvenes universitari@s indígenas de la Universidad del Mar, en la costa del Pacífico mexicano, y de La Guajira, en el Caribe colombiano, respectivamente. Esa pregunta me ayudó a centrar mi atención en jóvenes zapotec@s, mixtec@s, mixes, tacuates y afrodescendientes que cursaban la universidad en Huatulco (México); mientras que en el contexto colombiano hice lo propio con wayuus, wiwas y afrodescendientes en la ciudad de Riohacha. Con ello pude definir personas en contextos situados.

Al darme cuenta de que las juventudes contemporáneas en América Latina se podrían dividir entre las conectadas a ciertas instituciones, como la familia, la escuela y el trabajo, y las que estaban desconectadas de ellas (Reguillo, 2010; Urteaga, 2011), pero que las desconexiones se pueden agudizar más cuando, además de ser joven, se es indígena, mujer, homosexual, afrodescendiente y pobre, centré mi atención en conocer las culturas digitales de jóvenes indígenas que estaban experimentando el “estar siendo”4 universitari@s e internautas en dos universidades del continente; en específico, en ciudades costeras que están en estados/departamentos con históricos rezagos educativos y distintos tipos de carencias estructurales –en sus respectivos países– y que ahora también ocupan los últimos lugares en conectividad para acceder a Internet (INEGI-ENDUTIH, 2015; DANE-ENCV, 2016).

Una vez que delimité a las personas en espacios presenciales, especifiqué el campo etnográfico digital en la plataforma de Facebook, con la finalidad de conocer en los usos (Árdevol, 2016; Hine, 2004), las apropiaciones, las prácticas dinámicas y los flujos de sentidos en línea, desde un estudio multisituado (Hine, 2004). Para lograr esto, surgió la necesidad de articular estrategias traslapadas: el estar etnográfico presencial con la co-presencia digital, habilitando herramientas híbridas/incrustadas (Rogers, 2009; 2013).

El artículo pretende situar la relación entre la etnografía multisituada y el campo digital, ubicando las estrategias que utilicé para dar sentido y coherencia a las prácticas y saberes juveniles, y poniendo en el centro a l@s jóvenes universitari@s indígenas, con quienes compartí distintas experiencias y formas de apropiación de lo digital, con la finalidad de conocer sus culturas digitales.

La etnografía multisituada

Al delimitar el campo etnográfico digital en la plataforma de Facebook renuncié a la pretensión de conocer Internet de manera holística y me centré en la conectividad. Opté por la propuesta de que Internet puede ser visto, más que como un lugar, como “un campo de relaciones”; pero no relaciones a la deriva, sino desde espacios situados que permiten que las conexiones “adquieran sentido” en un contexto dado (Hine, 2004: 76).

Una joven zapoteca5 me hizo reflexionar sobre el hecho de que la apropiación de la plataforma de Facebook no equivalía a la realidad presencial, puesto que en repetidas ocasiones mencionaba que, aunque ella pusiera ciertas cosas en su perfil, no necesariamente correspondía a que lo haría, lo sintiera o lo pensara como tal.6 Al ubicar desde lo ontológico que Internet es apropiado como una esfera de socialidades más que como un espejo donde proyectamos banalidades, el acercamiento etnográfico privilegia lo multisituacional, porque lo digital se intersecta con múltiples espacios cotidianos y se apropia de acuerdo al contexto histórico, el marco tecnológico, los objetos culturales y las personas (Escobar, 2004; Boellstorff, 2012).

La utilidad de la propuesta de etnografía multi-situada de Hine (2004: 77) radica en que lo multisituado es “como una exploración de la experiencia interactiva y comprometida de la conectividad”. La noción de campo no se puede circunscribir a un territorio dado, sino que el campo etnográfico “podría convertirse en el estudio de espacio de flujos, y estructurarse a partir de las conexiones más que a lugares concretos y delimitados” (Hine, 2004: 77). Esto no desdibuja que los usos de lo digital se realizan y se significan en contextos localmente situados, porque al integrar lo online a la etnografía “se rompe con la noción de ‘espacialidad’ en las comunidades para concentrarnos en los procesos culturales en vez de centrarnos en los lugares físicos” (Hine, 2004:77-78).

Además, si Andrés Fábregas (Ejea, 2015: 311) señalaba que “lo que hoy se llama etnografía multisituada es una añeja insistencia de la antropología en general como disciplina basada en la comparación”, para Sarah Pink (2016: 45) el estudio sobre lo digital no puede realizarse sin observar que los artefactos están incrustados en el tejido social de la vida social y cultural de las personas, por lo que una etnografía digital no debería ubicarse en la centralidad de las tecnologías, sino en su relación con las personas y los contextos.

En consonancia con lo anterior, fue importante conocer las prácticas y dinámicas sociales juveniles en la universidad, sus casas, algunos de sus espacios de origen y diversos espacios públicos, como en la plataforma de Facebook, pues el interés era conocer las experiencias en sus procesos de vida, así como la dinamización de flujos de sentido de forma ubicua, tal como lo experimentan l@s jóvenes indígenas que los transitan.

También, la etnografía multisituada cobró relevancia porque las situaciones cara a cara y digitales permitieron observar las performatividades juveniles según la posición que guardaban en las distintas interacciones sociales, en el entendido que “una situación social no es un pergamino que desciframos; se trata de una sucesión de acciones” (Bensa, 2015: 86). Las situaciones juveniles me permitieron acceder a la triangulación de datos, sin pretender comprobar ni moralizar si lo que decían en el Facebook era verdad con respecto a lo que decían y hacían en el cara a cara, sino que la finalidad fue darle mayor coherencia a los flujos de sentido y a las prácticas en las distintas realidades espacio-temporales.

Ahora bien, si lo ontológico visibilizaba nuevas formas de socialidad y de experimentar la condición juvenil a través de la inmersión en lo digital, utilicé diversas herramientas como estrategias para tener acceso a los mundos juveniles contemporáneos, como a continuación lo relato.

Las herramientas híbridas como eje para alcanzar
la reflexividad etnográfica

Rogers (2009) indica que los métodos digitales se pueden dividir entre los extractivos y los observativos. Los primeros están más asociados con lo cuantitativo y los segundos están vinculados con la experiencia del investigador en distintos espacios. Lejos de situarme en una dicotomía excluyente, considero que el participar observando en Facebook me permitió recolectar datos más que extraerlos, porque aproveché las características de la plataforma para las necesidades de la investigación y así pude conocer a l@s internautas en sus propias bitácoras digitales cotidianas. Con ello “se gana simetría en la exploración pues el investigador emplea los mismos medios que sus informantes” (Hine, 2004:20).

Cuando pasé del estalkeo ocasional como un viajero en Internet (Salmons, 2016) a participar observando en la co-presencia digital, fui reconfigurando mi posición en la plataforma. Para no dicotomizar las interacciones presenciales de las digitales, el espacio inter fue fundamental para observar las articulaciones entre conexión/desconexión ante el fenómeno de Internet, como lo sugiere García Canclini (2004). De tal manera que, en el proceso de investigación, combiné lo habitualmente aceptado por los etnógrafos hasta la habilitación de nuevas maneras de mirar/participar/observar –de forma reflexiva– (Guber, 2014). Conocer las prácticas y sentidos juveniles de manera multisituacional con herramientas heurísticas (Miller y Horst, 2012) me permitió vincular lo digital y las acciones presenciales a través de la ubicuidad como una forma de estar etnográfico.

Las herramientas etnográficas fueron tomando sentido al convivir con l@s multitareas7 desde la apropiación de multipantallas en microespacios fronterizos con la finalidad de “enredarme” en sus conexiones culturales, como lo proponen distintos autores (Pink, 2016; Miller y Horst, 2012; Rogers, 2013; Boellstorf, 2012; Berry, 2012). Esto no indica que haya desplazado las herramientas e interacciones cara a cara. Más bien, me ubiqué dentro de los estudios emergentes que asumen que los métodos digitales no pueden ser concebidos para investigar dispositivos tecnológicos y escenarios on line, sino para ver su relación con los eventos sociales (Rogers, 2013).

Lo anterior tiene relevancia porque al construir los datos me valí de entrevistas, texteos y preguntas en línea, con el interés de conocer sus por qué. Lo cual requirió hacer una inflexión para no situarlos como piezas museográficas vivas y extraer datos etnográficos, pues en la interlocución conviví con “sujetos analizantes” (Rosaldo, 1990: 30), y no con colaboradores que arrojan memorias heredadas.

Hacer de esa inflexión algo pragmático significó “aprender de los métodos” habilitados por los agentes para interpretar, situarse y “conocer su propio mundo” (Guber, 2014: 22). Esto con la finalidad de reconocer en la etnografía no un manual de técnicas para aplicar, sino partir del entendido intersubjetivo de que el campo etnográfico es una relación social con situaciones de interacción, pues el campo etnográfico es ante todo una experiencia etnográfica (Guber, 2014: 15).

Asimismo, asumí la reflexividad como una forma de comprender las interacciones, tanto como los lenguajes que se expresan. Aquí, el lenguaje no quiere hacer referencia a un código “exterior a la situación, sino en su dimensión performativa: decir es hacer” (Guber, 2014: 21). De este modo, la reflexividad a la que me apegué es la que asume que la interpretación del lenguaje, “de lo que se dice”, se hace dependiendo “de cada situación de interacción” (Guber, 2014: 21). Para que la reflexividad tuviera coherencia entre mis presupuestos teóricos, la experiencia etnográfica y l@s jóvenes universitari@s indígenas, oscilé “entre el punto de vista del análisis social y el de sus sujetos de estudio” (Rosaldo, 1990: 123). Ello sin naturalizar mi posición de investigador ni las asimetrías de las relaciones sociales etnográficas. Para hacer visible esto, describiré las estrategias con las que construí las biografías digitales.

Ante el reto de conocer los mundos juveniles de lo online/offline, las entrevistas semiestructuradas fueron claves para iniciar la ruta de lo que más tarde serían las biografías digitales. Estas se refieren a las historias juveniles sobre sus propias experiencias y sentidos de navegación en Internet en diversas plataformas, haciendo énfasis en la plataforma de Facebook, así como a los inicios sobre el uso y apropiación de diversos artefactos digitales para navegar en Internet. Quiero destacar que, aunque las biografías fueron un camino para conocer sus historias personales de iniciación y navegación en Internet, sus experiencias hubieran sido comprendidas de otro modo si yo no hubiera navegado entre ellos por la plataforma común, ya que no habría experimentado el participar observando en línea ni las herramientas híbridas.

En mi iniciación etnográfica sobre lo digital realicé entrevistas semiestructuradas para conocer las situaciones en las que conocieron y utilizaron las computadoras, los teléfonos celulares y el Internet. En ellas, conocí que ni la casa ni la escuela fueron lugares propicios para navegar en Internet; que más bien los cibercafés significaron el lugar de exploración y de encuentro juvenil. También, que como generación, la secundaria fue una etapa clave para tener los primeros celulares y hacer inmersiones en Internet desde computadoras, con la finalidad de hacer tareas y exploraciones lúdicas. Sin embargo, respecto de las diferenciaciones de acceso encontré que quienes tuvieron accesos retardados eran quienes vivían más alejados de ciudades y con padres con escasa escolaridad (principalmente, esto se presentó con universitari@s guajiros), mientras que quienes hicieron inmersiones tempranas tenían padres con mayor nivel de escolaridad y eran hermanos menores que accedían a teléfonos por regalos o compartían computadoras con hermanos mayores.

La justificación de hacer entrevistas semiestructuradas radicó en que, si bien inicié con un tema general, fue en la interacción etnográfica y en las entrevistas con l@s jóvenes como pude improvisar y apropiarme del celular para triangular la información. Cuando le pregunté a una joven umareña qué era el Facebook, ella me dijo que era “como una libreta de notas”, porque “allí podías escribir de todo”. Sin embargo, en la entrevista no exploré más sobre ello. Al revisar la entrevista, eso me hizo pensar en cómo valerme del Internet para poder complementar las biografías. Fue entonces que comencé a habilitar el WhatsApp y el Inbox8 de Facebook para complementar mis saberes sobre las biografías juveniles, preguntando sobre situaciones concretas, tal como ell@s lo hacen en los grupos escolares. Esta decisión de apropiarme del WhatsApp como espacio inter me condujo a categorizar esa aplicación como un invernadero de datos, pues logré hacer crecer la información sobre las biografías que iba construyendo tanto en las entrevistas como en las interacciones de Facebook. De allí que en la experimentación pude habilitar el WhatsApp, no para conocer sus propiedades o dinámicas, sino para que pudieran “desarrollarse/crecer” datos que cultivaba de otros espacios digitales y presenciales.

El WhatsApp fue también un espacio de co-presencia para la reciprocidad académica. Porque si ell@s daban, en esas comunicaciones digitales, también pedían información académica sobre sus tareas escolares. Mediante audios o texteos hacían peticiones para trabajos futuros y asesorías antes de entrar a clases. Les devolvía con texteos, audios o hipervínculos9 con sitios de universidades y archivos digitales que les pudieran servir, dependiendo de la petición. Esto me llevó a responder a jóvenes umareñ@s de Huatulco sus dudas sobre sus tareas cuando me encontraba de trabajo de campo en Riohacha, y viceversa, utilizando el Internet como un medio de interconexión trasnacional. Esto cobraba mayor relevancia porque en ambas universidades el material bibliográfico de sus bibliotecas es limitado, además de tener un sistema de estantería cerrada.

Para entender la experiencia de navegación también utilicé estrategias de co-presencia etnográfica en el Facebook. Es decir, gracias a las propiedades temporales de la plataforma (en el momento de la investigación), podía acceder a las líneas de tiempo de sus biografías de manera asincrónica, para conocer sus trayectorias pasadas mediante el estalkeo.10 Esto en sí mismo formó parte constitutiva de una de las maneras de observar etnográficamente en Facebook, mediante la minería de datos que propone Salmons (2016).11

Pero si las biografías sirven para escarbar en el presente sobre el pasado de cualquier persona, también me valí del diario de campo y de la libreta de notas como herramientas de trabajo. Porque la hibridación e improvisación de herramientas digitales no descartó a unas por otras. Más bien, fueron distintos medios/formas por los cuales pude adentrarme en las historias personales.

En suma, con la hibridación de herramientas logré re-conocer lo que decían, lo que hacían y lo que pensaban de sus trayectorias biográficas digitales, dinamizando la reflexividad con diversas relaciones sociales etnográficas.

De lo presencial a la co-presencia digital

Ante el reto de que la temporalidad etnográfica y la espacialidad eran ubicuas, tuve la necesidad de realizar una estrategia metodológica desde una propuesta que fuera “del Cara a Cara al Facebook to Facebook”, con la finalidad de entramar la vida cotidiana offline y las propias dinámicas digitales de lo online. Asumí que “una” realidad no era resultado de la otra, sino que ambas estaban siendo parte de las esferas sociales en las que transitaban l@s universitari@s de la UMAR y de la UNIGUAJIRA. El no mirarlas dicotómicamente como real/ficción perfiló una posición epistemológica y metodológica. La realidad contemporánea está imbricada y no puede sujetarse a esquemas que separen nítidamente los espacios digitales de los espacios sociales presenciales, pero tampoco que asuma que son como espejos. Verlo así sería más que una posición teleológica, una teológica binaria a la manera en que los cristianos separan la carne del espíritu (Boellstorf, 2012).

Sostengo esto apoyado en los propios términos juveniles. Cuando realicé las entrevistas semiestructuradas una joven zapoteca reflexionó sobre la diferencia del cara a cara y lo digital:

…no es lo mismo lo virtual que estar hablando cara a cara. No es lo mismo. Siempre me he preguntado que uno escribe jaja, pero no nos estamos riendo. Es diferente, al menos en las emociones.

En ocasiones sí me río cuando algo es muy chistoso, pienso que ese jaja, es muy corto para la risa que me dio. En otras ni siquiera me da risa y le pongo jaja. (@NailaUmareñaZapoteca)

Si Clifford Geertz hizo hincapié en la diferencia de las posibles significaciones del parpadeo de un ojo, en la comprensión etnográfica digital es necesario no asumir que lo digital tiene flujos unidireccionales en la comprensión de las hipernarrativas, sino más bien que son multilineales y multirreferenciales, porque la plataforma no contempla agentes pasivos. De esta manera, no asumí los actos de habla ni las diversas hipernarrativas digitales como meros discursos porque son perlocutivos: tienen una intención imbricada entre la locución (el acto de hablar en sí o el textear) y la ilocución (lo que genera este acto) (Austin, 1981: 54-67).

Ubicar en las relaciones sociales presenciales y las de co-presencia digital las performatividades me ayudó a ampliar las conexiones de sentido, entendiendo que las acciones llevaban consigo prácticas, narrativas y situaciones que permiten observar el mundo social del agente juvenil en distintas situaciones y posiciones. Con ello se pueden ir develando las contradicciones, los imprevistos y las tensiones juveniles como parte constitutiva de la vida misma y no sólo como un problema conceptual. Además, esto permite generar un puente metodológico, teniendo como articulador de las prácticas presenciales y las de co-presencia digital, el carácter autoperformativo de l@s internautas durante el proceso social de la investigación.

Imbricado con lo anterior, los espacios de flujos son clave para conocer el sentido de las acciones, donde lo relativamente efímero y el presente continuo marcan el ritmo de las interacciones en línea, mediante las experiencias juveniles. Por eso es que para evitar la simplificación y no homologar las realidades fue necesario conocer las intersecciones que se daban en las distintas esferas socioculturales, distinguiendo en cada situación los diversos posicionamientos juveniles; con ello se logra no asumirlos como nuevos sujetos revolucionarios pero tampoco como personas sin agencia que reciben contenidos de forma mecánica.

Ahora bien, como ya lo adelanté anteriormente, para articular lo que se dice y se hace en los espacios presenciales, habilité la plataforma de Facebook de diversas maneras. Según Enedina Ortega y Eloy Caloca (2017), el acercamiento a Facebook puede hacerse de dos formas: como fenómeno y como soporte metodológico. El primero privilegia conocer las experiencias de uso, los entornos y tendencias de este fenómeno cultural. El segundo busca ser un soporte metodológico para otros problemas de investigación, utilizando la plataforma para hacer entrevistas, observación participante u observar algún fenómeno que se refleje allí. En este trabajo me apropié de la plataforma para ambas cosas, pues esas posturas no son antagónicas, sino que en muchos casos pueden ser complementarias, dependiendo de los intereses de la investigación.

La plataforma, ante todo, fue un campo etnográfico de relaciones sociales en línea. Situarme como etnógrafo a través de los contenidos, usos y apropiaciones, me llevó a transitar en las culturas digitales juveniles que estaba investigando. Por eso mismo también utilicé la plataforma para dialogar y observar de distintas formas a l@s internautas de esta investigación tal y como lo habilitan, pues no pude pasar por alto que en el digitalismo los jóvenes “por primera vez no están, por definición, en una posición subalterna” (Feixa, 2014: 45). Con ello no me refiero a que no están inmers@s en relaciones sociales asimétricas, pues en múltiples situaciones experimentan posiciones de subalternidad por su condición juvenil, de etnicidad, de género y generacional. Sin embargo, en cuanto al uso y apropiación de artefactos digitales, no son receptor@s pasiv@s de las instrucciones de los mayores (maestros, padres) de manera vertical. En buena medida, ell@s pueden ser instructor@s de los mundos digitales de sus mayores, pues sus formas de inmersión están relacionadas con la autoexploración y la cooperación entre pares. Entre otras cosas, esto visibiliza una permanente actualización de sus capitales digitales que les sirven para los retos y dinámicas académicas, así como para múltiples ludismos y socialidades en línea, además de estar mostrando ser alfabetizador@s digitales de muchas personas mayores, rompiendo el esquema esencialista de que los mayores enseñan a los menores.

Por otro lado, llegué a la fase de apropiación de la plataforma para practicar la minería y el cultivo de datos cualitativos en línea, bajo la propuesta metodológica de Janet Salmons (2016). Realicé la minería escarbando en los perfiles personales. Como ya lo adelanté en el apartado de herramientas híbridas, al poder “regresar” a los contenidos de sus líneas de tiempo en el Facebook, apropié el muro como un archivo vivo para conocer la biografía digital mediante el estalkeo. Que éste se pueda habilitar como una herramienta de la minería de datos depende tanto de que las propiedades del sistema permitan hacerlo, como de que l@s propi@s internautas no le pongan candados a sus muros, cosa que no sucedió. La minería de datos como técnica digital es asincrónica, pues se realiza mirando el pasado digital del muro. Sin embargo, que sea un archivo vivo permite que el pasado se reviva mediante los recordatorios del sistema, gratificaciones o distintas hipernarrativas que l@s internautas habilitan para revivir un posteo pasado.

Esa técnica me permitió acceder a sus líneas de tiempo para conocer cuándo se iniciaron en la plataforma, el tipo de fotos de portada y de perfil, las selfies, sus repertorios musicales, los libros que alojaban, sus viajes, autolocalizaciones e hipernarrativas múltiples.

El cultivo o la jardinería de datos consiste, en cambio, en provocarlos (Salmons, 2016), esto es, preguntar específicamente por objetos, situaciones e hipernarrativas que l@s internautas van alojando en sus muros. Aunque habitualmente esto se presenta de forma sincrónica, al revivir algún posteo, el pasado se vuelve presente porque permite revivir el diálogo; pero para que ello se dinamice se necesita que el internauta al que se le pregunta responda, y así dinamice el flujo de interacciones etnográficas en línea.

Cuando realicé trabajo de campo en La Guajira colombiana hice un recorrido etnográfico por la península, ubicando en distintos pueblos y rancherías lugares donde había señal de celular. Al llegar a la media Guajira, en específico al Parque Nacional Macuira, estuve buscando señal en la montaña más alta, pues ese sitio era el lugar de origen de un joven wayuu, quien me comentó que era un lugar habitual de encuentro con otros jóvenes para el mismo fin.12 Tiempo después de que regresé a México, el joven wayuu al que hice referencia subió una foto al Facebook del lugar donde yo había estado. Acto seguido le pregunté si ese era el lugar donde me había dicho que había señal. El joven al instante me respondió “así es colega”. Así, el contacto de co-presencia digital me permitió la extensión de la relación social etnográfica a través del cultivo de datos.

Para terminar este apartado expondré un ejemplo de triangulación de datos. No participé en las hipernarrativas de la temática pero sí comprendí de qué se trataba por el trabajo de campo presencial.

Una tarde, mientras estaba conectado en Facebook, un internauta wayuu compartió un estado: “estuvo llorando” y una foto de un joven wayuu. Debajo de la foto texteó que extrañaba su presencia y que quería verlo porque no sabía “¿dónde estás?”. El caso hacía referencia a un hermano muerto. Las reacciones al comentario se dieron en dos formas: gratificaciones y comentarios.

Las gratificaciones,13 en el momento de la investigación se circunscribían a cinco estados de ánimo visibilizados con emojis:14 Me gusta: 8; Me encanta: 0; Me divierte: 0; Me entristece: 3; Me enoja: 0.

En ese estado, el joven wayuu no recibió comentarios. Sin embargo, minutos después actualizó su foto de perfil, mostrándose de cuerpo entero. En unos minutos recibió 25 gratificaciones, además de 4 comentarios escritos.

Un año después volví al archivo digital. Su foto ya tenía más de 35 gratificaciones y 4 comentarios nuevos, mientras que el estado de tristeza –por su hermano– no registraba novedad. Si el estar en línea un año antes me posibilitó visibilizar el momento sincrónico de la enter-acción, apropiarme de la plataforma como archivo vivo me permitió revisar la línea de tiempo en el perfil para volver al pasado y reconocer las dinámicas nuevas a través de los flujos desde una observación etnográfica digital asincrónica.

Siguiendo esta pauta comprendí que los datos digitales pasan de ser simples bits de información (Hine, 2004) a datos situados, porque están amalgamados con “los patrones que expresan, del software que se emplea para interpretarlos y, por supuesto, de quienes los envían y reciben” (Hine, 2004: 10). Además, cuando acompañé al joven wayuu a visitar a la familia en su ranchería, pude acceder a otro aspecto de la misma situación: antes de llegar a su casa fuimos al panteón familiar a visitar la tumba de su hermano y me pidió que le tomara una foto junto a ella. La triangulación de datos multisituados posibilitó que conociera las conexiones de sentido sobre esa situación emocional desde distintos campos etnográficos.

El Facebook como campo etnográfico

A partir del surgimiento de la web 2.0, el Internet pasó de ser una red descentrada con plataformas que cumplían el papel de canales de comunicación, a funcionar bajo el principio de la interactividad en línea. En especial, las redes sociodigitales fueron las plataformas donde se encubaron las nuevas socialidades de co-presencia digital, teniendo en el Facebook una red sociodigital emblemática, tanto por ostentarse como una red de “amigos” como por ser un espacio de autopresentación apropiada por millones, especialmente por jóvenes.

Si en 2014 Facebook contaba con más de mil millones de usuarios (Meneses Rocha, 2015:52), en 2017 se estima que alcanzó los dos mil millones (El Economista, 2017). La plataforma de Facebook es una red sociodigital para el uso e intercambio de datos o bits de información;15 una plataforma desde donde se pueden buscar datos y metadatos16 (como, por ejemplo, el perfil de una persona donde se pueden encontrar otros datos específicos).

La plataforma permite que los usuarios compartan información sobre sí mismos, así como sobre temas que el usuario decida alojar en su muro, por lo que el principio de uso y apropiación es la interactividad en línea, erosionando las fronteras entre lo público y lo privado. Si en Facebook cada perfil/muro es el metadato en general, el etnógrafo puede involucrarse en las dinámicas sincrónicas y los registros anteriores asincrónicos, ya que la plataforma permite observar y participar de las formas emergentes de socialidad digital; un requisito etnográfico indispensable para construir datos histórica y temporalmente situados.

Cuando realicé trabajo de campo, la temporalidad guardó relación con las actualizaciones de la plataforma, ya que ante el acelerado crecimiento del número de usuarios y la innovación constante de propiedades para su uso, la red de Facebook se ligó a otras redes sociodigitales, como Instagram en 2012 y aplicaciones de mensajería como WhatsApp en 2014. Para comprender su relación en Internet fue necesario ubicar esta red como parte de un ecosistema digital (Meneses Rocha, 2015; Trejo, 2015) cambiante. Muchas funciones pueden ser parte de las propiedades del sistema sólo por un tiempo; algo central en la temporalidad etnográfica, ya que el investigador debe ser consciente de la obsolescencia acelerada de esas propiedades y tomar sus precauciones o atenerse a las consecuencias de esos cambios.

Aunque tengo un perfil en Facebook desde 2012, comencé a usar la plataforma como experiencia etnográfica a mediados de 2015, cuando inicié el trabajo de campo para esta investigación. La temporalidad se extendió hasta 2017, aunque sin un cierre preciso porque regresaba a los muros por datos. Durante esa temporalidad etnográfica encontré que el Facebook era un espacio donde se intercambiaban experiencias personales cotidianas, estados de ánimo, fotos, videos, emociones permanentes y/o pasajeras. Entre l@s jóvenes universitari@s indígenas también era un espacio de información e intercambio académico y de saberes múltiples que estaba siendo usado para alojar saberes contemporáneos descentrados de espacios educativos, pero que incidía en estos últimos en la circulación de contenidos en diversas formas y dimensiones.

En términos del campo etnográfico, para darle sentido a las búsquedas, fue necesario plantear un tema, experimentar en la recolección de datos y diseñar una forma para sistematizarlos. Siguiendo a Meneses Rocha (2015) y Castells (2001) pronto me alejé del discurso que plantea que las redes son horizontales o que son “el nuevo opio del pueblo”, para navegar con l@s internautas entre sus flujos y dinámicas, con la finalidad de buscar a través de la comprensión compartida (Hine, 2004), los sentidos y formas difusas de la cultura digital.

Esto se justifica desde un aspecto ontológico y otro epistemológico. El primero, porque las redes y en especial Facebook parten de la autopresentación, y es en la experiencia de uso como se dinamiza el yo (arrancando de la pregunta “¿Qué estás pensando?”). El segundo factor, porque después del evolucionismo se dejó de ver a los otros como salvajes e inferiores, pero nunca fueron vistos como “iguales” (Rodrigo Díaz 2014: 60). Si bien se aceptó que compartimos un espacio, esos “otros” vivían en otro tiempo, como “primitivos contemporáneos”, o sea “excluidos del propio tiempo”. (Fabian, 1983). Díaz indica que esto tiene una doble violencia epistémica, pues aparte del binarismo nosotros-otros, el espacio “aquí” –el de nosotros– es un espacio de conocimiento, y el espacio de “allá” –el de los otros– remite a espacios para conocer. Además, que el espacio del investigador ha sido el espacio privilegiado desde donde se va a conocer a los otros y eso “produce una concepción espacializada de la diferencia cultural” (Díaz, 2014: 60).

Contrario a esto, mi intención fue entablar un diálogo que implicara “contemporaneidad e igualdad en los interlocutores” (Auge, 1995:68). Esto sin pretender el mesianismo etnográfico, ya que el objetivo “no es representar la voz de los silenciados” (García Canclini, 2004: 166), sino problematizar sobre lo que dicen y hacen, con la finalidad de mostrar quiénes son como jóvenes contemporáneos incrustados a Internet.

Es por eso que comencé a realizar la pesquisa digital con una ruta incierta, ya que tenía muchas piezas del rompecabezas: capturas de pantalla con fotos, memes,17 GIFS,18 videos del pasado, estados que denotaban ciertas emociones, hasta noticias dudosas que iba capturando en la cascada de Facebook.

También la temporalidad de campo me permitió ubicarme como etnógrafo en un espacio “conocido”, desnaturalizando que existe un espacio de partida y uno de llegada comprendidos de forma dicotómica. Reapropié el muro como un campo digital donde estaban imbricadas actividades personales y de ocio, con actividades de investigación. Pero desde el inicio de la investigación aproveché las propiedades del sistema para anteponer en la cascada de actualizaciones las publicaciones que l@s internautas universitari@s indígenas iban arrojando. De allí que pasé de apropiarme de mi muro como un espacio de experiencia personal sin un fin determinado, a navegar con la intención de participar observando, haciendo hincapié en los muros y publicaciones cotidianas de l@s internautas indígenas.

Desde luego que si en la etnografía presencial la intervención de un etnógrafo es en sí mismo algo que altera la realidad, cuando comencé este trabajo les mencioné a l@s internautas indígenas qué era lo que pretendía. No sólo que me interesaba entrevistarles y conocer sus vidas cara a cara, sino que también por un tiempo estaría en el Facebook ubicando sus dinámicas juveniles. La co-presencia etnográfica, en específico mis textos en las hipernarrativas que ell@s producían, incidían tanto en los contenidos en sí –de manera literal– como en el tipo de respuestas y reflexividades que arrojaban. En este sentido, el papel como etnógrafo en lo digital tampoco es neutral, por lo menos cuando se explicita que se está haciendo una investigación. En este tipo de acercamientos, donde no se busca la representatividad de los grandes datos, el estar “allí” a través del participar observando, dar gratificaciones y otras tantas formas hipertextuales de participar, incide en la comprensión de los significados y las interacciones digitales. Porque las plataformas digitales no son laboratorios sociales, ni teatros para representar la realidad; son otra realidad en sí misma con socialidades en línea interconectadas con otras esferas de lo social.

La huella digital y el logaritmo

Cuando internalicé que la temporalidad sería el medio más circundante (Rosaldo, 1990), día a día navegué transitando en ritmos acelerados, con la intención de ubicarme en la inercia social de la red para hacer hincapié en los ritmos de l@s jóvenes. Sin embargo algo hacía falta. Una vez instalado en el ritmo del campo etnográfico reflexioné que iba dejando huella sobre mi transitar. Me sentí observado, como si alguien me siguiera y me conociera de “otro lugar” porque “algo-alguien” sabía dónde había estado. Si entraba a un sitio u otro en Internet, enseguida me aparecía en Facebook la sugerencia de seguir alguna página visitada anteriormente. Una mañana, antes de comenzar con mi trabajo de campo en la plataforma, entré a la página de una línea aérea para ver el precio y los horarios de vuelo porque asistiría a un coloquio sobre estudios de juventudes indígenas. Después de eso entré a Facebook. Cuando iniciaba a observar en la cascada, entre los posteos vi que el sistema me sugería que “le diera me gusta” al perfil de esa línea aérea.

Cuando asumí que “en todos nuestros trayectos virtuales y cada vez que tecleamos nuestros datos personales vamos dejando una huella imborrable” (Meneses Rocha, 2015: 49), centré la atención en la imbricación del usuario con el registro digital; lo cual nombré sencillamente “huella digital”.19

Tanto en esa plataforma como en otras tantas, al aceptar las condiciones de uso, implícitamente el logaritmo va capturando los datos personales y va filtrando contenidos, comunidades o internautas que quizá “conozca”, recuerdos o principales amigos con quienes se comparten interacciones y gratificaciones digitales. Internet funciona como una red de redes porque al dejar la huella digital de nuestro paso en alguna plataforma, el sistema algorítmico lo traduce en “nuestros gustos” de navegación. En términos del campo digital, eso me permitió entender la relación entre el sistema computacional, el navegador, las plataformas visitadas y la intencionalidad del usuario, desnaturalizando la neutralidad de la tecnología y el “libre albedrío del usuario”.

En orden a una correcta comprensión sociodigital de la realidad, no se debe olvidar que existen filtros del sistema algorítmico que pretenden incidir en los gustos del internauta, pero eso no anula la intencionalidad de quien los decide alojar y compartir en las distintas redes y aplicaciones de uso. En otras palabras, Internet y las plataformas muestran la imbricación entre lo “intangible” del algoritmo lógico (software) y lo tangible: los componentes materiales para ejecutar una acción (hardware). No obstante, lo central no es la tecnología, sino las apropiaciones de quienes la usamos.

Si el software hace referencia a los programas y acciones lógicas que me permitieron conocer las aplicaciones automáticas mediante el sistema operativo, el hardware consta de los artefactos materiales-digitales que hicieron posible la interactividad en línea de forma ubicua con distint@s internautas. Por absurdo que parezca, para comprender el estar siendo etnógrafo en un campo digital ubicuo necesité situar estas diferencias, ya que el participar observando es una forma de dejar mi huella digital. De allí que diferencie entre lo que los sistemas operativos capturan y pueden extraer como parte de un “disco duro” que alberga/extrae grandes datos en Internet para diversos fines,20 y un etnógrafo construyendo una base de datos para llenar su propio “disco flexible sociocultural”.

Este último es “formateado” por el investigador a través de darle sentido a las interacciones en línea, porque en la construcción de datos significativos de la cultura digital l@s agentes posibilitan ver las diferencias de apropiación de acuerdo a sus condiciones sociales y estructurales, siendo tarea del investigador conocer sus repertorios, pues es allí donde se expresan las multirreferencialidades de sus identificaciones así como las nuevas distinciones socialmente situadas.

Si la finalidad de los estudios sobre la tecnología implica buscar las consideraciones sociales y políticas para darle sentido al “tejido sin costuras” (Pinch, 2015: 55), l@s “facebooker@s” navegan desde microcontextos locales donde emergen relaciones de poder y desigualdad social que visibilizan posiciones de clase, etnicidad, género y generación.

Lo anterior es importante porque con ello puede puede identificar diversas situaciones sociales que dan sentido a las prácticas digitales. Encontré, por ejemplo, que a pesar de que el Facebook es visto por las instituciones educativas como un espacio digital contraescolar, y que por ello hay controles sociales expresados en prohibiciones de navegación en la red,21 a la que se culpa de estar deformando el lenguaje verbal y escrito, en las prácticas universitarias el Facebook es apropiado como un espacio con fronteras porosas, donde los flujos juveniles incluyen información en trozos sobre temáticas académicas en diversas formas y sentidos.

Mi estrategia me llevó a seguir los perfiles institucionales de las universidades de estudio. Fui parte de grupos/comunidades de licenciaturas y temáticas específicas donde circulaba información académica cotidiana. Formé parte de circuitos donde ocurrían intercambios informales de contenidos académicos que estaban revueltos en la cascada de información con todo tipo de contenidos. Los muros de l@s universitarios son como “estantes” donde se cuelgan objetos digitales diversos sin una clasificación específica pero que aluden a su condición de estar siendo jóvenes universitari@s indígenas. También son espacios de organización y notificaciones en presente continuo que sirve como una extensión de los salones de clase. Son escenarios donde ocurren reivindicaciones de etnicidad, de género, así como otros tantos posicionamientos situados que muestran la agencia compartida (Lasén y Puente, 2015) entre internautas. Con ello no quiero romantizar la posición de internautas universitari@s porque sus interacciones e intercambios digitales no están exentos de tensiones y violencias en línea. Al contrario, en sus flujos digitales los posicionamientos presentan situaciones tensas e intensas que develan sexismos, etnizaciones y racismos en línea.

Al tener distintas redes sociodigitales para el trabajo etnográfico no pretendí hacer de ello una explicación holística, sino que fue una estrategia de campo para observar cómo l@s internautas eran/son parte del ecosistema digital ubicuo en distintas plataformas, ya las transitan multidireccionalmente, mostrando capitales digitales heterogéneos, compartiendo y produciendo repertorios, distinciones y autoidentificaciones en línea.

El campo etnográfico digital y la reconstrucción de conceptos

El concepto de juventud es una construcción social. Se trata de un proceso social dinámico, en el que las esferas digitales son parte de los espacios de producción de lo juvenil. La juventud es resultado de una construcción sociodigital, lo que incluye atender a las nuevas socialidades que se van tejiendo en la conectividad de las plataformas digitales donde navegan y tiene intercambios transculturales.

En el campo etnográfico digital “jugué” con el celular para capturar una situación que un joven mixteco transmitía en vivo en su muro de Facebook. Apropiarme del celular para grabar lo que estaba viendo en vivo en Facebook desde la computadora me ayudó a reflexionar sobre las tres dimensiones etnográficas a través de las cuales estaba recolectando los datos: a) la observación presencial en la vida cotidiana; b) las entrevistas cara a cara alimentadas vía comunicaciones digitales; y c) la inmersión en Facebook a través de la co-presencia digital.

Tales experiencias etnográficas me permitieron internalizar que la cultura digital habita entre las “fronteras electrónicas” (Hine, 2004) mediante la conectividad multisituada. Esto derivó en proponer que la cultura digital es constituyente y constitutiva. Es decir, por un lado, se construye y se forma en la experiencia de las prácticas de uso y apropiación en múltiples espacios digitales; por el otro, es constitutiva porque al ser parte de un todo social, la experiencia digital no está al margen de los contextos situados y de las condiciones sociales. Además, las prácticas y los sentidos de la cultura digital no están dados, porque aunque en las socialidades que allí se generan existen filtros personalizados del sistema, l@s internautas también van construyendo significados y prácticas en un proceso en devenir, visibilizando la agencia juvenil.

La inmersión cotidiana de campo me llevó a poner énfasis no sólo en los significados compartidos, sino en las diferencias y dispersiones de la cultura digital. Por ejemplo, encontré que la plataforma es un espacio de nuevas socialidades expresadas en relaciones entre “amigos”. Eso está reformulando lo que se entiende como “amigos” y lo que se entiende por “comunidad”. Los amigos de Facebook pueden ser familiares, antigu@s compañer@s de escuela, compañer@s de universidad, así como pertenecer a comunidades/grupos de afinidades temáticas pero que no se conozcan personalmente; la variedad de amigos no solamente es resultado de nuestras búsquedas espontáneas, sino que la personalización que este tipo de algoritmos alberga, hace que las sugerencias de amigos visibilicen una socialidad programada (Van Dijck, 2016: 55).

Si la finalidad etnográfica sobre la vida digital no es realizar un estudio holístico para explicar datos duros, el reto consiste en comprender las conexiones de sentido a través de la temporalidad y espacialidad ubicua, a través de los usos (Hine, 2004; Árdevol, 2016) compartidos con los interlocutores.

Al enfocarme en las tres dimensiones de lo que hacían en los microespacios, lo que decían en los diálogos cotidianos y en las entrevistas, y lo que hacían en la plataforma de Facebook, caí en la cuenta de que estaba captando que eso era parte del estar siendo jóvenes universitari@s contemporáne@s. Eso me sirvió para formatear el concepto de juventud. Si ser joven da cuenta del concepto, el estar siendo define al agente en presente continuo; asimismo, su posición de internauta visibiliza los imprevistos del devenir, pero desde estructuras y condiciones sociales situadas.

Reconocer que su diversidad sociocultural se estaba viviendo entre fronteras transculturales presenciales y digitales –que visibilizaban nuevas y viejas desventajas estructurales y sociales– fue posible porque en el campo etnográfico multisituado pude acceder a la multirreferencialidad de la que l@s internautas jóvenes se alimentaban: como omnívoros (alimentándose de todo un poco) en multisituaciones cotidianas, navegando en un océano de repertorios dispersos y cambiantes.

El cruzar fronteras espaciales me permitió observar que sus particulares condiciones sociales eran experiencias concretas atravesadas por la clase, la etnicidad, el género y la generación; que además esas experiencias estaban amalgamadas por diferencias de consumo y de capitales digitales. Si bien navegan y se conectan, eso lo realizan desde marcos estructurales desiguales, visibilizando nuevas distinciones sociales (Reygadas, 2004) que bien pueden develar otras tantas desigualdades que dan sentido a la experiencia contemporánea de estar siendo jóvenes universitari@s indígenas en el siglo XXI.

Además, en la experiencia etnográfica encontré que la co-presencia digital no hace referencia a aspectos sicológicos de pensar al otro desde la distancia, sino a la acción digital ubicua y performativa de estar con otr@s al mismo tiempo en distintas redes-espacios-plataformas-aplicaciones sociodigitales. La conectividad digital no está conformada por canales lineales de transmisión de información, sino por fronteras porosas de interacción ubicua. Esto derivó en proponer el concepto de enter-acciones: las interacciones sociodigitales en línea que tienen l@s internautas en presente continuo, en espacios y temporalidades ubicuas donde suceden situaciones heterogéneas con intercambios de saberes y sentidos múltiples, mediante hipernarrativas autoperformativas. De allí que el intercambio de objetos digitales dinamizados en prácticas y socialidades en línea “constituyen nada menos que formas de acción social” (Hine, 2004: 21).

Expondré un último ejemplo. Una internauta zapoteca era definida por las mujeres con las que vivía como una multitareas, ya que podía trabajar en la computadora pero también tener otras ventanas abiertas (las de sus redes), ver series en el celular, escuchar música y pararse a poner el siguiente ciclo de la lavadora. Por su parte, sus enter-acciones en Facebook ocurrían con posteos de música, fotos de mascotas o comentarios tan diversos y laxos, como también texteos e hipernarrativas donde afirmaba su condición de género, de generación y de joven. A veces sus gratificaciones e hipernarrativas con otros “amigos” de la red condensaban ritmos de inmediatez donde los temas se dispersaban o cambiaban de sentido continuamente, pero también posicionamientos de género que provocaban tensiones y solidaridades con diversos miembros de su red social. Lo que quiero destacar de esto último es que etnografiar sus prácticas presenciales y de co-presencia digital me permitieron acceder a los múltiples sentidos de sus acciones, para conocer los tres aspectos de la cultura digital: lo cognitivo, lo valorativo y lo emotivo, siendo central participar observando en las enter-acciones en línea que realizaba. El acercamiento etnográfico no sólo sirvió para “comprobar” hipótesis y paradigmas (Boellstorf, 2012), sino que a partir de lo ontológico fue posible elaborar categorías situadas, siendo eso también un reto de los métodos digitales.

Reflexiones finales

Para la comprensión del fenómeno digital, la etnografía multisituada fue la manera en que pude acceder a las experiencias juveniles en relación a sus múltiples flujos de sentido. En la experiencia compartida con l@s jóvenes universitari@s indígenas fui adentrándome en sus mundos mediante la ubicuidad espacio-temporal, teniendo como estrategia no sólo el “estar allí” sino también experimentar a través de la co-presencia digital para ubicar los universos de sentido de sus acciones en línea.

Hacer etnografía digital enfocado a una plataforma me llevó a diversas experiencias etnográficas con herramientas híbridas, como el participar observando, la minería, el cultivo y el invernadero de datos. Construí el trabajo de campo presencial con la observación participante, la entrevista semiestructurada y las conversaciones e interacciones cotidianas. Me valí de artefactos digitales para registrar las situaciones juveniles así como de otras herramientas, como el diario de campo y la libreta de notas. Entre otros resultados pude construir biografías digitales que visibilizaron que la flexibilidad interpretativa fue sobre datos situados dinámicos, tomando como centro de la experiencia etnográfica a l@s internautas indígenas desde la construcción de sus procesos sociodigitales, no desde el tecnologicismo.

Esto no contradice que el conocer la plataforma de Facebook como espacio etnográfico implique comprender sus propiedades “internas” y su intervinculación “externa” con otras redes y aplicaciones de mensajería, así como con el ecosistema digital total. Entender la socialidad programada por los filtros del sistema de las plataformas es tan importante como comprender la agencia del internauta en los mundos digitales y su relación con múltiples espacios situados.

Es por eso que la noción de campo etnográfico digital implica otras formas de “estar” en una temporalidad no lineal, para estar siempre alertas de los cambios de las propiedades y de las personas. En este caso, la relación que guarda lo ontológico con lo teórico, lo metodológico y lo epistemológico, requiere hacer inflexiones que permitan construir categorías situadas, de acuerdo con las prácticas contemporáneas y los significados que se construyen en las diversas relaciones sociales presenciales y de co-presencia digital, porque si l@s jóvenes universitari@s indígenas al andar hacen camino, también lo están haciendo al navegar.

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1. Profesor-Investigador del Instituto de la Comunicación en la Universidad del Mar, Campus Huatulco.

2. Este artículo es parte de la investigación doctoral titulada: L@s internautas del Pacífico mexicano y del Caribe colombiano: jóvenes universitari@s indígenas y cultura digital, del posgrado en Estudios Latinoamericanos (UNAM, México) que tuvo financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).

3. Utilizo la arroba (@) con la intención de no sobrerrepresentar a jóvenes varones heterosexuales, pues trabajé con hombres y mujeres de distintas autoidentificaciones de género. Para Maffía (2009: 221-222) las semiósferas “son espacios de significación” en relación a los cuerpos y sus sentidos; además, entre dos semiósferas existe una frontera semiótica que permite una traducción, pero no textual, porque se trata de una traducción negociada. Con la @ invito a quien lea este texto a que haga una inflexión y lo traduzca pensando en la diversidad genérica con quienes conviví. De antemano asumo que el lenguaje inclusivo -aunque tiene límites y consecuencias- posibilita evitar, aparte de la sobrerrepresentación varonil, los binarismos en los relatos etnográficos contemporáneos y más en trabajos sobre lo digital.

4. Retomo a Víctor Turner y a Renato Rosaldo en tanto asumen que el “estar siendo” hace referencia al mundo en devenir, porque la cultura es dinámica y no se detiene, ya que es parte de un proceso social cambiante. Entonces, mientras el ser joven hace referencia al concepto, el estar siendo, refiere al proceso juvenil; en este caso concreto, a sus experiencias como universitari@s y como internautas.

5. Al iniciar el trabajo de campo fui invitando a divers@s universitari@s a compartir sus trayectorias y experiencias digitales, explicándoles en qué consistía mi investigación y los fines académicos que perseguía. Para evitar exponerl@s cambié sus nombres.

6. Más adelante profundizaré en ello.

7. Es una categoría que hace referencia a las dinámicas juveniles contemporáneas en donde l@s jóvenes se apropian y/o consumen distintas pantallas digitales a la vez, experimentando distintas prácticas como parte de sus habilidades.

8. En español es llamado “bandeja de entrada”. Hace referencia al “lugar” a donde llegan los mensajes de un correo electrónico. En Facebook el inbox es (era -porque ahora es la aplicación Facebook Messenger-) el medio por el cual se mandan mensajes privados en la red a otro u otros usuarios.

9. Permite referenciar/enlazar desde una plataforma al contenido que se encuentra en otro espacio digital.

10. Acción digital de mirar en el muro los contenidos del muro de otra persona.

11. Más adelante, profundizaré en esto con mayor detalle.

12. En el contexto mexicano cuando hice recorridos por algunos lugares de origen de jóvenes universitari@s indígenas, también encontré esta práctica entre jóvenes de contextos rurales. Buscaban lugares más altos, como cerros o azoteas. También los alrededores de escuelas y centros de salud, ya que eran espacios donde podían captar alguna señal.

13. Aunque las gratificaciones indican cierta emotividad, son los juegos de lenguaje y la relación entre quien la otorga y quien la recibe, los que plasman el sentido de las acciones y su intencionalidad; de manera que la subjetividad dispersa de Hine (2004) es parte de los códigos que el etnógrafo aspira a conocer.

14. También nombrados emoyis, son ideogramas de origen japonés usados para entablar conversaciones en distintas aplicaciones y plataformas. Son caracteres que no sustituyen a lo escrito sino que son parte de las hipernarrativas contemporáneas muy usadas en las redes sociales y aplicaciones.

15. Es un dígito de código binario: encendido-apagado / 0-1.

16. En términos simples, un metadato es un conjunto de datos sobre datos. El ir a un archivo bibliográfico y buscar el nombre de un autor es un metadato porque al encontrarlo habrá relación con otros datos, por ejemplo, sus libros, artículos, etc. En el Internet sucede algo similar cuando se busca un perfil: surgen datos específicos sobre una persona o institución que están albergados en un sitio específico.

17. Aunque tiene su primera definición con la teoría de la difusión cultural, en Internet hace referencia a una idea o concepto que puede objetivarse en forma de imágenes, videos, audios y textos, como resultado de formas heterogéneas de producción digital. Una característica compartida es que a través del humor, la ironía y el sarcasmo, el meme muestra una realidad fragmentada pero densa que tiene significados heterogéneos y que se comprende y resignifica desde contextos locales. Asimismo, el meme tiene en su difusión un dinamismo que tiende a viralizarse, a ser efímero y a resignificarse según la temporalidad y los espacios de significación.

18. Es un formato que permite el intercambio de gráficos y animaciones en Internet. Dependiendo de la plataforma y/o aplicaciones, estos son muy utilizados por empresas e internautas, puesto que la calidad de la imagen y el poco peso de las mismas permiten su uso y viralización de forma “inmediata”. Cabe señalar que, debido a su popularidad, existen páginas para que l@s internautas puedan hacer GIFS de videos e imágenes propias.

19. Se conoce como cookie al almacenamiento de los datos de navegación que vamos dejando al entrar a sitios de Internet y que éstos recolectan y pueden compartir con otros sitios. Nosotros alimentamos al sistema y él nos pretende retroalimentar constantemente.

20. De allí la necesidad de impulsar discusiones sobre los derechos digitales y la soberanía digital, entre otros temas de importancia contemporánea, pues la extracción de datos personales es un tema poco discutido en las academias.

21. Por ejemplo, en la Universidad del Mar, el acceso a esa red desde las computadoras de la institución está bloqueado en horas de clase.