Vol. 5 Núm. 9: Etnografías de lo digital: reflexiones y experiencias de campo multisituadas y (des) situadas

Ciudades, tecnologías e (in)seguridades: la imbricación de redes sociales y servicios de mensajería en la (auto)gestión securitaria del espacio urbano

Por Joaquín Vélez1

Vélez, Joaquín (2019). “Ciudades, tecnologías e (in)seguridades: la imbricación de redes sociales y servicios de mensajería en la (auto)gestión securitaria del espacio urbano”, Etnografías Contemporáneas, año 5, N° 9, pp. 182-203.

Resumen

En el marco de una investigación etnográfica que se interroga sobre las problemáticas securitarias en el espacio urbano, este trabajo aborda el uso de plataformas virtuales y objetos técnicos para su regulación cotidiana. Se delinean emergentes del campo que evidencian usos y prácticas de gestión, control y comunicación por parte de habitantes de la ciudad argentina de La Plata, de forma tal que se producen imbricaciones, pliegues y ensambles entre los soportes digitales y el espacio habitado.

Palabras clave: Antropología urbana, redes sociales, (in)seguridad

Cities, technologies and (in) securities: the interplay of social networks and messenger services in the self-management of urban security

Abstract

This article examines the use of virtual platforms and technical devices in ethnographic research that focuses on everyday security practices and neighborhood watch. Emerging fieldwork data evidences regulation, control and forms of communication developed by the inhabitants of the Argentine city of La Plata, hence, producing assemblages and connections between technical devices, social networks and inhabited urban spaces.

Keywords: Urban Anthropology, Social Networks, Policing Practices

 

Recibido: 8 de febrero 2019

Aceptado: 16 de abril 2019

 

Introducción2

A partir de la creciente popularización del uso de internet y sitios de redes sociales, en las últimas tres décadas diversos trabajos se han interrogado tanto sobre los cambios y continuidades que implica en las formas de socialización, modos de subjetivación y de estar en el mundo (Cuello, 2017; Ferraudi Curto, Pinedo y Welschinger, 2017; Vera, 2014; Zukerfeld, 2013) como sobre las maneras en que afecta, modifica e interpela la producción en las ciencias sociales en general (Scolari, 2004; Van Dijk, 2016; Vázquez, 2018) y en el trabajo de campo etnográfico y antropológico en particular (Kozinets, 2010; Hine, 2003 y 2010; Di Próspero 2010; Urtasún, 2016; Ardèvol y Lanzeni, 2014). Si bien la pregunta por las innovaciones, las redes técnicas y los cambios que implican las tecnologías en la vida urbana no son novedosas,3 pareciera que las formas de proliferación en el uso de entornos, plataformas y herramientas virtuales han afectado significativamente las maneras en que se produce conocimiento, implicando una posición de reflexividad y autoobservación específica de parte de investigadores (Busso, 2016; Reguillo, 2012).

Este artículo, intenta sumarse a dicho esfuerzo a partir de reflexiones sobre las formas en que dispositivos y redes con soportes en internet modulan, regulan y gestionan el espacio urbano, así como en torno a las tecnologías en las condiciones de producción etnográfica en las ciudades. En aras de lograr dicho objetivo, nos focalizamos en los resultados del trabajo de campo con colectivos vecinales que abordan problemas de (in)seguridad ciudadana, para visualizar los pliegues y ensambles que se producen entre la ciudad “material” (Diógenes, 2015) y usos de Facebook y WhatsApp. En las primeras secciones se ensayan cuestiones generales y metodológicas, para luego ahondar en los desarrollos específicos del trabajo etnográfico en la ciudad argentina de La Plata.

0 – Pequeña obertura autobiográfica4

Un teclado que suena, conectado a una notebook, a la vez nodo de muchas otras relaciones: monitor, corriente eléctrica, batería, mouse, impresora, red de wi–fi, cable de sonido, una miríada de ondas electromagnéticas, una mesa, un poco más de luz artificial. Hardware, software e interfaces múltiples que hacen que pueda modular trazos prefabricados en la inscripción-producción de conocimiento. Smartphones, tablets, papeles que se traducen a bits, que se traducen a grafías legibles. Enunciados que son capturados en regímenes heterogéneos de discursividad para conformar un saber.

Al iniciar esta investigación, comencé a focalizarme en las formas de gestión de la seguridad por parte de asociaciones vecinales en la ciudad de La Plata. Algunas de las fuentes utilizadas para realizar un primer sondeo fueron sitios y portales en internet, medios de comunicación online, blogs y la plataforma Facebook (FB). La relativa abundancia de entradas en el motor de búsqueda de Google con hipervínculos a portales y sitios en la red asociados a “vecinos en alerta”, “vecinos por la seguridad” y otras inscripciones similares, me permitieron acceder a una de las formas actuales de la esfera pública (Raimondo, Reviglio y Divani, 2015; Vázquez, 2018; Tilly, 2010; Sádava, 2012). La centralidad de las redes sociales digitales para compartir información, opiniones y propuestas en relación a cuestiones de (in)seguridad (Galar, 2018; Galar y Focás, 2018) permitió establecer contactos que posteriormente habilitaron la realización de entrevistas y observación participante.5 Sin embargo, no había previsto la relevancia que tendrían los soportes digitales en el posterior transcurso del trabajo etnográfico.

Casi en el límite de la generación de millennials, nacido en los estertores de la década de 1980, en mi temprana infancia –y en buena medida gracias a que mi madre había estudiado la incipiente Licenciatura en Sistemas de la Universidad Nacional de La Plata, programando inteligencia artificial con códigos binarios en largas planchas de cartón–tuve acceso cotidiano a un computador que alternaba en la casa haciendo las veces de herramienta de trabajo o de entretenimiento lúdico, según la hora del día y quien la usase. Veinte años más tarde, cuando comenzaba la licenciatura en antropología, la digitalización de materiales audiovisuales o de lectura, el acceso abierto o con licencias de gestión estatal para producciones de diversos centros académicos del globo, o la obligación entregar trabajos en procesadores de texto eran parte de las condiciones cotidianas –valdría también decir “naturalizadas”– de la presencia y utilización de internet.

Pero la prospección en medios virtuales y entornos digitales que propongo aquí no hubiese podido realizarse durante mi primera experiencia de trabajo de campo, en la comunidad aborigen de Huachichocana, Jujuy, en 2014. Allí no existía tendido eléctrico y apenas en algún cerro perdido se obtenía señal satelital suficiente para utilizar el teléfono celular. Hoy estas condiciones no han cambiado demasiado, aunque les niñes conozcan y utilicen desde temprana edad los teléfonos móviles o algún computador de la escuela rural.6 Tampoco impedía que utilizáramos grabadores de sonido y cámaras digitales, o que se georreferenciasen tareas arqueológicas en búsqueda de paisajes, plantas y animales domesticades siglos atrás. Este pequeño excursus pretende invitar a tener presente que millennial implica allanar muchos relieves y desigualdades (Tilly, 2010), como instalar una breve imagen mental que haga de contrapeso al internet-centrismo y a la centralidad urbana en las reflexiones sobre las tecnologías, las innovaciones y el cambio social (Morozov, 2015). Entre quipus y satélites (Buch y Solivérez, 2011) media algo más que un tiempo lineal: median espacios y capturas mutuas que pueden hacernos poner en duda el renovado esquema evolucionista del progresismo tecnócrata.

1 –Apuntes metodológicos

Proponemos en cambio que la mirada antropológica como forma de ver el mundo implica interrogar los usos específicos y anclados en que se producen las articulaciones de cada suelo cultural con las diversas formas de tecnologías (Kusch, 2007;Haraway, 1995; Foucault, 2007; Latour, 2008) y recordar que no siempre la novedad proviene de los centros, sino también de los márgenes (Agier, 2015), de las hendijas y grietas, de los espacios otros y las potencias insospechadas. En este sentido y concordante con el gesto antropológico de objetivar la objetivación como vigilancia epistémica (Wacquant, 2014), seguimos a Mariana Busso y su recuperación del planteo semiótico de Eliseo Verón,

Se trata, en cierto modo, de plantearnos en una mirada reflexiva –o autorreflexiva– acerca de las potencialidades y las limitaciones que nos plantea el abordaje de espacios online; nos encontramos, ni más ni menos, con la vigencia de aquella problemática acerca de los distintos niveles de observación que planteara agudamente Verón en su último trabajo (2013): somos observadores de otros observadores y, a su vez, nos auto-observamos en tales tareas (Busso, 2016: 238)

Esta reflexividad, característica también de la perspectiva etnográfica (Guber, 2001) es otra de las formas en que se hace necesario dar cuenta de las condiciones de producción de saberes situados y las series de cadenas operatorias en las que las tecnologías e innovaciones se hacen parte e interpelan nuestro trabajo y cotidianidad. En este sentido, recuperamos aportes nodales que se han hecho en los últimos lustros en relación a las aplicaciones etnográficas vinculadas a los mundos online y virtuales (Kozinets, 2010; Hine, 2010; Ardèvol y Lanzeni, 2014). Estas investigaciones sitúan las especificidades que implican los flujos de información y mensajes pasibles de ser considerados heurísticamente desde una mirada “naturalista” (Hine, 2003), pero que escapan a las pretensiones de estabilidad, minuciosidad y disección. Se hace necesario entonces atender a las velocidades, tendencias y movimientos de lo efímero que no siempre son registrables mediante las herramientas tradicionales. En los casos que serán posteriormente analizados, los mensajes, comentarios y “posteos” pueden durar sólo algunos minutos u horas en línea, ya que la actividad de moderadores, censores o autores de dicha información permite su edición y eliminación. Así, lo que permanece y es legible puede ser lo que resta de un palimpsesto virtual, tan parecido a la interacción personal como a los restos que son hallados por la arqueología luego que la actividad humana que los produjo cesó (Miller, 2011; Miller y Slater, 2000; Gravano, 2017).

Sumamos las reflexiones sobre la “cibernografía” (Reguillo, 2012), donde lo virtual no es sólo aquello que debe estudiarse, sino parte de las herramientas y modos en que se accede a esa información y mundos, oscilando entre los polos de la observación participante y la participación observante. Sin embargo, a diferencia de Reguillo que omite el prefijo “etno” por no tratarse de “grupos”, en los casos que consideramos, la formación de grupos (Latour, 2008) o sujetos colectivos (Kusch, 2007) es previa o coexistente con la utilización de soportes digitales. Asumimos que las redes sociales digitales son espacios interaccionales y de sociabilidad donde se evidencia la imposibilidad metodológica de reproducirlas distinciones que precisamente los usos de estas tecnologías disuelven: online/offline, real/virtual, consumir/producir (Busso, 2016; Hine, 2010). Gilles Deleuze (2013), inspirado tanto en la filosofía de Henri Bergson y sus reflexiones sobre la memoria y la duración como en la ontología de Gottfried Leibniz (Deleuze, 2006), sugería que las verdaderas oposiciones no correspondían a real/virtual, sino que eran los pares virtual/actual y real/posible. A pesar de que no serán desarrolladas aquí por cuestiones de espacio, retomamos dichas nociones como heurísticas, para no reproducir la noción de que la actividad en redes y plataformas sería algo distinto a lo real. Tomamos la noción de “pliegue” (Deleuze, 2013; Diógenes, 2015) para comprender los pasajes e imbricaciones que se producen entre las oposiciones y las relaciones de poder que conectan regímenes heterogéneos.

10– Seguridad, ciudades y tecnologías en el capitalismo actual

Una de las características de las sociedades tardomodernas occidentales en el siglo XXI se ha asociado a la presencia y proliferación de redes y objetos tecnológicos vinculados a los sistemas de navegación virtual y telecomunicación. Marcadamente en la última década, la existencia generalizada de la telefonía celular y más recientemente de los dispositivos smartphones, han suscitado una serie de debates sobre las modificaciones que implican en la vida cotidiana de las personas (Steier, 2013), así como en relación a las limitaciones de privacidad de la información, las propagandas y uso de bigdata con fines comerciales y electorales o las formas de gestionar estas poblaciones a partir de su utilización (Zukerfeld, 2013).

En este marco, el mercado de la seguridad constituye una de las industrias con mayores ingresos y la cantidad de trabajadores empleados en el rubro es altamente significativa (Lorenc Valcarce, 2014). Redes extensas, bien consolidadas y asociadas a lo tecnológico como a sus innovaciones y financiamiento para desarrollo. Esta dimensión no es tangencial al capitalismo tardío, sino que está en su condición misma de posibilidad (Garland, 2005; Christie, 2007). La empresa de la guerra, hacia afuera y hacia adentro. La imagen-movimiento se transforma en más que indicial, es prueba y evidencia; tecnologías remotas que se utilizan para confirmar y evidenciar un hecho. No sólo tienen un uso bélico o de ocupación a distancia (Chamayou, 2016), sino que algunos objetos técnicos se actualizan en otros espacios y usos, por ejemplo en los centros de monitoreo urbano para la averiguación de eventos considerados delictivos o contravencionales (Urtasún, 2016; Villa, 2006). En la ciudad de París, donde ya han proliferado extensivamente, los jóvenes de la banlieue conocen la ubicación de cámaras como medida protectora ante los abusos policiales. Esto permite vigilar a quienes vigilan, en una suerte de inversión o de hipertelia, término que utilizaba Gilbert Simondon (2007) para referirse a las utilizaciones inesperadas o las modulaciones a nuevos fines que pueden adoptar los objetos técnicos ya existentes.

Miro hacia afuera, a mi alrededor. En la vía pública, en los lugares abiertos, en los espacios domésticos, en instituciones privadas. Delimitar qué pasa y qué no pasa, decidir qué puede pasar y qué no, asegurar los eventos posibles en un espacio a través de un observador remoto. Cámaras que traducen regímenes de luz y son tomados por realidades actuales (en tiempo “vivo”) o virtuales (tiempo diferido a través de archivos y recuperación de memoria de almacenamiento), tiempos que se pueden condensar o dilatar según las frecuencias de acontecimientos registrados e identificados de interés. Aión, Cronos y Kairós, temporalidades que se dislocan, cámaras concatenadas y sincronizadas que pueden reconstruir secuencias y series a partir de varios cuadros o planos fijos. Las imágenes y las cosas, la correspondencia entre la captura y lo capturado, y el problema de la representación en una sociedad mediatizada por imágenes que transforma el panóptico en sinóptico, según señala Grégoire Chamayou en su Teoría del dron (2016), diseminando y multiplicando por el espacio los puntos focales de observación. Desde un bunker en Nebraska se controla un dron cazador que sobrevuela una población civil en Afganistán armado de misiles. Yottabytes... tanta cantidad de información registrada y almacenada que por el momento excede la capacidad de procesamiento y barrido de la semántica informacional en el ensamble de software y humanes. Barrios, edificios, calles donde no son instituciones sino las mismas personas de-a-pie que instalan cámaras y alarmas para la autorregulación de los espacios habitados.

En este movimiento, los teléfonos celulares parecen formar parte de nuestro cuerpo y aparato sensoperceptivo, diseminando soportes multitask, en los que las apps permiten insospechadas asociaciones (Haraway, 1995). Para una buena parte de la población urbana contemporánea, la posesión de smartphones pareciera tornarse una necesidad para la vida cotidiana, resultando en ocasiones también imprescindible para el desarrollo del trabajo etnográfico. Esta proliferación de tecnologías de alta gama para usos diarios ha generado la presencia y circulación de objetos pequeños con alto valor de cambio, que ha sido marcada como una de las características ecológicas que mejora las oportunidades para pequeños robos y hurtos, aprovechando el anonimato de las urbes de mediana y gran escala (Kessler, 2009; Simmel, 1977). Esta situacionalidad se profundiza aún más en el sur global en general y en América Latina en particular, donde el costo de dichas tecnologías en relación a los salarios promedios es mayor y las desigualdades estructurales son más acentuadas. Problemas que también atraviesan al financiamiento de las propias herramientas y tecnologías de investigación en una tendencia al “emprendedurismo” y la desregulación laboral que genera que dichas cargas sean costeadas individualmente (Zukerfeld, 2013).

Al decir de Bruno Latour (2008), los objetos sirven para estabilizar las relaciones sociales, dispositivos y materialidades que sostienen diferentes tipos de redes, su velocidad y durabilidad. Así, vemos cómo una gran gama de ofertas se despliega a la hora de intentar descargar aplicaciones de seguridad urbana y de control, tanto desarrolladas por empresas de gestión privada (Lorenc Valcarce, 2014) como por partidos políticos o por la misma gestión estatal, pudiendo en diversas ciudades y provincias argentinas realizar denuncias policiales por medio de dichos dispositivos y ensambles (Vélez, 2018).7 Incluso existen interfaces diseñadas con formas específicas, orientadas a denunciar y prevenir la violencia de género, el racismo o los abusos policiales en el espacio y la circulación urbana.8

En estos marcos, continuamos estas reflexiones tomando el término (in)seguridad desde su polifonía y performance, tratando de entender –cada vez menos pero cada vez más fundada y localmente– qué es eso que subterránea y molecularmente acapara y se disemina por el campo social en múltiples escalas y latitudes, cruza barreras políticas y opera como episteme. ¿Con qué se conecta la inseguridad? ¿Con qué hace rizoma? ¿Cómo mapear y cartografiar las asociaciones? Tal vez sea por el éxito del efecto homogeneizante de una importante heterogeneidad del campo social, que en esa máquina de captura y sobrecodificación de flujos semióticos el problema securitario se torne central, mucho más profundo que un fenómeno de pánico moral. Pero, ¿alcanza con denunciar que la “inseguridad” es sólo una sensación, que es construida o que es virtual? Pareciera que esto ya se ha hecho y el hechizo no se rompe. ¿No será entonces preciso ahondar en los mecanismos que producen la fuerza de esa asociación y la estabilidad de su forma? ¿Cómo se vive en la ciudad cuando la seguridad es uno de los problemas hegemónicos? ¿Cómo se disponen las viviendas y las rutinas, los sueños y los miedos?

En el caso de la ciudad de La Plata –entre otras–, es posible observar paisajes y sociabilidades de la (in)seguridad (Segura, 2006 y 2009; Villa, 2006). Los rasgos y caracteres se inscriben cristalizando tensiones y disputas. Se ponen rejas en ventanas, puertas, parques, plazas. Cámaras de seguridad en otras tantas. Carteles de “Vecinos en Alerta”. Botones antipánico. Luces automáticas. Luces remotas. Asambleas vecinales por la seguridad. Liga de Barrios por la Seguridad. Los siguientes apartados se enfocarán en los emergentes del trabajo de campo para analizar las imbricaciones y pliegues entre redes sociales digitales y los territorios asociados.

11– De la riña de gallos al WhatsApp: la interpelación de los entornos digitales al trabajo etnográfico

En los inicios del trabajo etnográfico para la investigación doctoral en la que se enmarca este artículo, comencé a explorar algunos de los indicios legibles y observables que propiciaban una lectura securitaria del espacio urbano. Carteles de empresas de alarmas y monitoreo; puertas y ventanas enrejadas; pinchos y alambres de púas; cercos electrificados o perros guardianes. Meridiano Quinto se denomina la zona en la que entonces habitaba, en referencia a la presencia de una antigua estación del ferrocarril provincial que quedó en desuso luego del desmantelamiento de dicha red ferroviaria. Es un barrio mayormente residencial de clases medias, con calles arboladas y edificaciones de pocas plantas de altura, ubicado en uno de los límites del trazado fundacional de la ciudad (Segura, 2015).

Una noche de diciembre del 2016, mientras regresábamos con mi pareja a su casa luego de una cena, fuimos interceptades por dos personas en una motocicleta. Allí nos exigieron nuestras pertenencias, me asestaron un golpe y salieron a toda velocidad. Más allá de lo anecdótico del episodio, no sólo funcionó como acceso al campo –una suerte de riña de gallos (Geertz, 2001) donde un acontecimiento irruptivo (Reguillo, 2005) opera como un vínculo de confianza en el acceso al entramado de relaciones locales–sino que se entroncó con una serie de robos a partir de los cuales les vecines, encabezades por Toto,9 mecánico de unos 55 años que trabajaba en la vereda de su casa, decidieron crear un grupo de WhatsApp (WA)denominado “Seguridad 63”, en referencia al número de la calle donde se ubicaba la “cuadra” de estes vecines, al que fuimos sumades. Esto marcó una diferencia respecto de las páginas y grupos de FB que tienen diferentes grados de publicidad y privacidad con la posibilidad de solicitar online su incorporación como usuario. Las interacciones personales y los contactos entablados en el campo para acceder a los grupos de WA fueron más importantes, ya que era menor el anonimato por la cantidad de integrantes y el acceso a los números de teléfonos personales.10

Luego de explicitar los fines de mi trabajo con sus integrantes iniciales y ejercitar una participación observante, pude comenzar a observar cómo se tornaba central el canal de WA para la comunicación entre vecines. Aun cuando muches se viesen “cara a cara” casi todos los días, la posibilidad de la inmediatez, la desterritorialización de la mirada comunicada y la atención latente que les participantes solían prestar a sus smartphones, se transformaron en aspectos centrales, donde no sólo se contaban hechos ya ocurridos, sino en el mismo momento en que tenían lugar. Un acontecimiento de este estilo fue un asalto en “el almacén del Tano” situado en la esquina de dicha “cuadra”, intersección de dos calles internas de un sólo sentido de circulación. En el momento en que tenía lugar uno de los robos de ese mes, era comentado en el grupo de mensajería instantánea. Posteriormente, compartieron diferentes presupuestos para la instalación de cámaras de seguridad privadas o posibles tarifas para contratar en “horas extra” al personal policial de la comisaría que tiene jurisdicción en esa zona.

Si bien no se llegó a un acuerdo entonces, el grupo de mensajería perduró hasta el momento de esta escritura, incorporando gente nueva o dando de baja quienes se mudaran o no quisiesen seguir formando parte del grupo. Éste no sólo fue utilizado para temáticas vinculadas a “seguridad” como su nombre indicaría, sino que se superpusieron temáticas que remitían a otros problemas y malestares vecinales; al existir un canal de comunicación preexistente consolidado por la seguridad, fueron volcadas allí. Cortes de agua corriente, luz, televisión por cable o internet, colectas vecinales para beneficencia o videos enviados por equivocación, eran algunas de las cuestiones superpuestas bajo ese rótulo, que devenía polisémico y transformaba ese entorno digital en una suerte de ágora que no conseguía tener lugar en un formato presencial, ya que las convocatorias a reuniones no habían tenido éxito en conseguir la presencia de más de 4 o 5 personas, cuando en el chat ya participaban cerca de 30.

100– Entrando al campo por las redes: ¿asambleas vecinales online/offline?

Como fue previamente señalado, una segunda serie de prospecciones para construir la pregunta de investigación y orientar el posterior desarrollo del trabajo de campo, se basó en la lectura de prensa digital, medios audiovisuales y rastreo en la web, tanto en sitios de motores de búsqueda como en redes sociales, principalmente FB. La pregnancia de la esfera pública virtual se tornaba un eje central, tanto en la delimitación del campo como en la posterior identificación de personas y colectivos relevantes (Galar y Focás, 2018; Scolari, 2004, Sádava, 2012). A través de estos medios era posible seguir algunos de los hechos noticiables, tanto en relación con la narración de la (in)seguridad como en la saga de acciones colectivas de asambleas vecinales y personas movilizadas por acontecimientos significativos vinculadas a robos, entraderas y muertes de vecines.

Identificada a través de la prensa una de las articulaciones locales más extensas en la “Liga Platense de Barrios por la Seguridad”, era fácil dar cuenta de algunas figuras centrales en la posibilidad de su articulación. Fue así que se seleccionaron las asambleas radicadas en dos barrios residenciales de clases medias del casco urbano fundacional platense, Las Curtiembres y Barrio Alegre. Por un lado, parecían ser las más proactivas y sus referentes tenían importante relevo mediático en la prensa local, como también apariciones en medios de alcance provincial y nacional; por otro, eran asambleas con mayor continuidad y sedimentación temporal, ya que por entonces podía confirmar que ambas estaban activas desde hacía al menos dos o tres años. Ambas asambleas contaban con entornos virtuales, gestionando páginas o grupos de FB. En el caso de Barrio Alegre, la página llevaba el nombre de la propia asamblea, mientras que en el grupo cerrado de Las Curtiembres remitía al estado de “alerta” del barrio.

101– El grupo de Facebook de Las Curtiembres: de la vigilancia a la desobediencia civil

La Asamblea Vecinal de Las Curtiembres, se formó luego de que tuviera lugar una serie de muertes de vecines en ocasiones de robo. Es en particular recordada la de un joven médico oriundo de la provincia de Entre Ríos, que falleció a causa de un disparo de arma de fuego mientras era asaltado cuando volvía a su casa con su pareja, una noche de primavera en 2014. Este acontecimiento logró irrumpir en la cotidianidad del barrio (Reguillo, 2005) y trascendió como hito fundacional del colectivo vecinal. Una vez identificada esta asamblea en el espacio público platense, solicité acceso al administrador del grupo cerrado de FB, comunicándome con referentes de la asamblea para especificar los fines de mi trabajo. Fui entonces incorporado a comienzos de 2018 a “BARRIO LAS CURTIEMBRES EN ALERTA (calle 240 – BUL 24 – 260 – 5)” que contaba entonces con algo más de dos mil miembros, número que se mantuvo a pesar de las constantes oscilaciones.11 Si bien las condiciones de consentimiento informado en un espacio tan masivo y dinámico fueron una dificultad, fueron explicitadas con las personas más activas en el funcionamiento de la asamblea y responsables del grupo de FB. En la sección de presentación del grupo versaba lo siguiente:

Este grupo se formó con el propósito de que todos los vecinos comprendidos entre las calles (240 a 260), y de calle 315 a 330) toda la seccional 4ta de la policía, puedan proponer sugerir:12

  1. una mayor seguridad, mayor presencia policial con más patrulleros, motos, caballería, etc.
  2. Mejoras para el barrio, mejor iluminación, podas de arboles,
  3. Solicitar cámaras domus de seguridad que se cubra todo el perímetro del grupo.
  4. Solicitar lomas de burros para evitar la libre circulación de las motos.
  5. Que se hagan operativos de todas las motos molestas a toda hora.
  6. Reclamar la colocación de semáforos en la zona y reforzar donde están los establecimientos escolares.
  7. Botones antipáticos (sic) a todos los comercio de la zona.
  8. Erradicar la zona roja del barrio las curtiembres, debido a continuos robos, asesinatos de vecinos, entraderas y se demostró que más del 90 por ciento son gentes de otro lugar vienen a robar, para luego comprar drogan (sic) en la zona roja.

Se decidió también que en cada asamblea barrial, siempre estén autoridades policial (en nuestro caso comisario de la 4ta). También contar con representante del mas alto nivel de la Municipalidad de la Plata. Para realizarles todos los pedidos que cada vecino necesite. Pero lo más importante es la participación de todos los vecinos para hacer mas fuerte cada pedido, que seguro nos beneficiamos todos (registrado en marzo 2018).

En este breve listado inicial, podía encontrar algunos de los perfiles y asociaciones establecidas en relación al problema securitario. No sólo se consignaba la necesidad de presencia policial, control delictivo y mejora ambiental-situacional de podas y luminarias, sino que se sumaban “la libre circulación de motos”, las “motos molestas”, la presencia de la “zona roja”, las trabajadoras sexuales y la “venta de droga”. Unas semanas más tarde, participé de la primera asamblea del año, convocada en la plaza central de dicha zona urbana una fría tarde de otoño. Fue anunciada por el grupo de FB, así como por medios locales de prensa escrita y radiofónica. Estaban presentes unas 20 personas, hombres y mujeres que en general superaban los 50 años de edad. También estaban allí presentes el comisario de la policía provincial con jurisdicción en la zona y trabajadores de la prensa local. Quien tomó la palabra y comunicó las iniciativas que estaba llevando adelante la asamblea fue uno de los referentes principales y, salvo el nombrado comisario, pocas personas participaron del debate en la asamblea. Podía observar una disonancia entre la gran cantidad de personas que participaban de la página del sitio de FB y la docena y media de personas que acudían, número que se mantuvo a lo largo del año en las siguientes reuniones. En cambio, los debates y publicaciones en la página solían suscitar agitadas discusiones, donde los comentarios se hacían extensos, superando en ocasiones las dos centenas en una sola publicación. Muchas veces, el tono era agresivo y desencadenaba que algunes participantes dejasen el grupo por los desacuerdos. Se hizo evidente el rol central del moderador y administrador de la página, que se encargaba de eliminar comentarios o publicaciones que no se correspondieran con los fines consignados en la presentación o que, a su criterio, resultasen ofensivos para el resto. La aclaración de los usos específicos para “seguridad” que debía tener ese grupo era recordada periódicamente y el administrador se encargaba de aclarar que para “mascotas y perritos perdidos” existía otro grupo que habían creado para temas generales del barrio. Éste contaba con la mitad de participantes y menor actividad cotidiana.

Además de compartir información, estado de denuncias elevadas y situaciones cotidianas de robos, asaltos, persecuciones, allanamientos o controles policiales, una de las acciones concretadas en la plataforma fue el sometimiento a votación para convocar a una “rebelión fiscal”. Ésta consistía en dejar de pagar los impuestos y tasas municipales por parte de quienes fuesen propietarios, debido a las irresueltas condiciones de inseguridad en la que les vecines manifestaban vivir, empleando categorías morales y formas heterotópicas para cualificar tanto los espacios de la ciudad como a sus habitantes y actividades negativizadas (Gravano, 2017; Segura, 2009), tanto en sus narrativas online (Miller y Slater, 2000) como en las asambleas con presencia de autoridades estatales. “Prostitución de menores”, “presencia de travestis”, “delincuentes inmigrantes” o “puntos de venta del narcomenudeo” eran algunos de los ejes denunciados, en ocasiones aludiendo a su eliminación, bajo formas y clasificaciones despectivas y despersonalizantes como “desratización de la zona roja”, consignadas también en pintadas y grafitis.

La propuesta de desobediencia civil era llamativa ya que los dos años anteriores se habían mantenido en términos “amigables” las relaciones con la municipalidad y las nuevas autoridades de la coalición política “Cambiemos” asumidas desde el 2015. La copresencia a finales del 2017 de referentes de la asamblea y del intendente Julio Garro en la inauguración de uno de los “centros de monitoreo barrial” –una de las políticas de tecnologización y videovigilancia en los espacios públicos platenses (Vélez, 2018)– era indicio de dicha confianza. La votación en FB, donde les integrantes debían sólo consignar por sí o por no en una suerte de plebiscito interno, dio como resultado la aprobación de la iniciativa de “rebelión fiscal”. Esto fue comunicado a los medios locales y tuvo como consecuencia la ausencia de las autoridades municipales, que habían sido nuevamente invitadas, en la siguiente reunión asamblearia de Las Curtiembres. De todos modos, a pesar de la masividad de la votación, apenas unas doce personas del barrio concurrieron al encuentro.

La falta de convocatoria de la asamblea no había impedido que se pudiese gestionar esa forma de acción política virtual (Gálvez, 2004; Ferraudi Curto et. al 2017; Raimondo, Reviglio y Diviani, 2015; Vázquez, 2015) anclada e imbricada en ese territorio específico. Otra característica de la utilización de este canal fue que las tensiones de desterritorialización/reterritorialización posibilitaban que participasen y votasen personas relacionadas al barrio pero que no necesariamente residiesen en ese momento allí (Busso, 2016; Sádava, 2012), como en el caso de uno de sus referentes que hacía años no vivía en Las Curtiembres, aunque sí parte de su familia. La gran cantidad de participantes producía así un relativo anonimato (Isaac, 1988; Urry, 2002), disolviendo características morales típicamente asociadas al “barrio” como un lugar de mutuo reconocimiento (Gravano, 2017). Por otro lado, aun cuando otros sectores de la ciudad se anoticiaron de la iniciativa, no pude mapear que se replicasen acciones del mismo tenor con un claro anclaje territorial. Al momento de esta escritura, la iniciativa se mantiene vigente.

110– Asamblea Vecinal de Barrio Alegre: la controversia por el uso “del WhatsApp”

Otra de las asambleas vecinales seleccionada por su relevancia en el espacio público platense fue la de Barrio Alegre. A través de la página pública de FB –que entonces contaba con aproximadamente 700 personas “siguiéndola”– me contacté con uno de los referentes de la asamblea vecinal de Barrio Alegre, Coco Retamozzo, de 70 años y jubilado como trabajador estatal, con quien entablaría dos entrevistas (una de ellas vía “llamada de WhatsApp”) y que haría las veces de “portero” permitiéndome acceder a la red de relaciones fundadas de les asambleístas. La Asamblea Vecinal de Barrio Alegre (AVBA) consiguió gran visibilidad en el espacio público platense, ocupándose tanto de temas de (in)seguridad, como de otras problemáticas urbanas. Su comienzo data de comienzos del año 2002, cuando en pleno clima de efervescencia asamblearia por la entonces crisis político-económica, tuvieron lugar una serie de crecidas de los arroyos de la zona, ocasionando inundaciones y anegamientos. Desde su conformación ha tratado diversos temas, donde el eje continuó siendo “la inundación”, aunque fue variando su dinámica y funcionamiento según la concurrencia y los acontecimientos.

El año 2013 constituyó un hito en su revitalización, ya que las aguas subieron a niveles nunca vistos por los residentes, causando en la ciudad alrededor de un centenar de muertes. A partir de este acontecimiento irruptivo (Reguillo, 2005), la asamblea nucleó y condensó reclamos vecinales para conseguir interpelar a las autoridades estatales. Pero así como bajaron las aguas, también fueron mermando las dinámicas y la asistencia frente al conflicto. Existe un grupo menor de aproximadamente una docena de vecines, algunes de elles fundadores de la asamblea, que continuaron con las reuniones periódicas y el seguimiento de obras hidráulicas. Con esta trayectoria previa, en febrero de 2017, por una serie de robos y denuncias, se decidió realizar una asamblea que tratase problemas de (in)seguridad, un tema que no se había abordado previamente “por lo escabroso”, según me comentaría más tarde Coco.

Nucleades unes 200 vecines en la plaza frente a la comisaría, habían juntado una lista con números de teléfono y direcciones de correo electrónico para comunicarse con mayor fluidez. Así, fue creado el grupo de WA de seguridad, a cargo de Mónica y de Coco. Uno por uno fueron cargados los “contactos” del barrio y comenzó a circular información de la asamblea y los reclamos realizados. Convinieron en organizar otros grupos de WA por “manzanas” o “cuadras”, delimitando sectores más acotados y pequeños dentro del barrio, de forma tal que se pudiese compartir información más precisa e inmediata sobre algún hecho delictivo o disruptivo que tuviese lugar. Paralelamente, en varios sectores del barrio decidieron contratar servicios de alarmas vecinales y luces remotas.

Coco me comentaría en nuestra primer entrevista que el grupo general de mensajería luego “se desvirtuó”, tratando asiduamente otras cuestiones que preocupaban a les vecines: mascotas perdidas, cortes de luz, agua o cable, difusión de noticias, videos viralizados o anuncios laborales y comerciales, similar a lo que había ocurrido en “Seguridad 63” o en el grupo de FB de Las Curtiembres. La gran cantidad de participantes del grupo, que llegaba casi al límite de los 200 integrantes que permite la aplicación de WA, dificultaba la organicidad y operatividad. Fue así que se creó un nuevo grupo de chat específico de la asamblea, “liberando” el creado en primera instancia para que operara como canal de comunicación misceláneo en torno a lo que les vecines quisieran volcar en él. De todas maneras, continuó circulando la información y los comunicados creados por la asamblea, de forma de mantener informades a les participantes que no eran asidues a las reuniones. Así me relataba Coco algunos de los episodios vinculados a los conflictos derivados de comentarios y discusiones en el grupo:

Hay quienes dicen basta de derechos humanos. El mensaje que quieren instalar los medios en torno a la seguridad como en oposición a los derechos humanos, no para solucionar la seguridad, sino para dejar abierto el camino de la represión por otra cuestión. Es por la protesta popular, no les importa absolutamente nada el problema de la seguridad, esa fue una discusión de la gente que viene de falta de experiencia de lucha, en la que discuten en la verdulería, en la que escuchan cualquier tipo que dice cualquier barbaridad o que escucha unos canales que bajan una línea que es tremenda. Es una lucha que es cansadora, agobiante, yo vengo de un debate bastante duro, este donde por ejemplo para que te des una idea vos habrás visto, yo tengo de imagen en mi WhatsApp la cara mitad la de Santiago mitad la de Rafael Nahuel. Yo nunca fui a la asamblea a plantear que la asamblea tiene que pronunciarse, solamente fui con un cartel colgado cuando lo mataron a Santiago, que me afectó mucho, porque primero que fue en El Bolsón y yo tengo un hijo en El Bolsón; segundo porque mi hijo tiene posturas parecidas; tercero porque mi hijo tiene tres tatuajes que le hizo Santiago. Me afectó mucho, me afectó más allá de lo ideológico. Cuando estuvo desaparecido, a mí me produjo a mí y a mi compañera, un estado de, de angustia muy grande eh, entonces lo primero que hice cuando iba a la facultad, bajé de internet una cara de Santiago, la pegué en un cartoncito y me la pegué acá. Fui a la asamblea con eso. “¿Qué hacés con eso?”, me pregunta un tipo que iba, un alcohólico, “Qué hacés sin eso”, le retruco (Entrevista a Coco Retamozzo, febrero 2018).

Coco manifestaba que se sintió agredido por los comentarios que se generaron en la asamblea. Su pasado, del cual acabábamos de conversar, incluía haber estado detenido varios meses de forma clandestina por la última dictadura en Argentina (1976-1983) en la ciudad de Mendoza, por lo cual la entonces desaparición de Santiago Maldonado en un operativo de represión de Gendarmería Nacional y la prácticamente ejecución sumaria por la espalda del integrante mapuche Rafael Nahuel lo sensibilizaban de singular manera. La conversación que entonces me comentaba, siguió luego en el grupo de mensajería instantánea de los participantes de la asamblea y derivó en insultos personales hacia Coco, quien tomó la decisión de “irse” del grupo general. Los conflictos y las disputas se entretejían entre la construcción de los perfiles de WA –imagen de Santiago y Nahuel “bajada de internet” y a la vez impresa y traducida como insignia corporal– y las discusiones que oscilaban entre el soporte de la mensajería instantánea y el “cara a cara”, disolviendo las divisiones rígidas entre online/offline (Hine, 2003; Busso, 2016). Hacia el final de nuestra conversación, señaló también las alarmas vecinales que habían proliferado en el barrio. Pero él y otro grupo de personas se mantuvieron reacias y, aunque no querían ir en contra porque según Coco “era como escupir el asado”, sí intentaron introducir “el problema de la privatización de la seguridad” en relación a su instalación: “estamos dando de nuestro bolsillo en algo que tiene que hacer el estado. Lo que quieren hacer en salud o materia laboral lo hacemos solitos en materia de seguridad.” Me señalaba críticamente las formas de autogestión securitaria y servidumbre voluntaria a los objetos técnicos que se instalaban en el barrio, costeados por les propies vecines. Alertaba también que las empresas muchas veces están relacionadas con policías retirados y que “es un gran negocio”. La postura crítica y reflexiva, sedimentada por una larga trayectoria de militancia en la izquierda, se desplazaba del relato hegemónico sobre el abordaje del problema securitario, marcando diferencias respecto de otras asambleas, como la mencionada “presentación” en el grupo de FB de Las Curtiembres cuyo accionar se condecía en buena medida con dicha declaración.

111– Primera reunión en la Asamblea Vecinal de Barrio Alegre: ¿Quiénes están en el grupo de WhatsApp? Moralidades, afectos y criterios de admisión

En la primera reunión de la AVBA que pude presenciar, la segunda del año 2018, fueron varias las temáticas abordadas. Luego de que Coco me presentase y me permitieran explicar la razón de mi presencia e investigación, la asamblea comenzó revisando la composición de su “Comisión de Gestión”, un grupo reducido que se encargaba de llevar adelante las decisiones tomadas en la asamblea para mantener en operatividad y funcionamiento las iniciativas del conjunto. Éste contaba con un grupo de WA específico para su operatividad. Era necesario renovar la composición y conversar sobre quiénes continuarían, quiénes no, y quiénes quisieran incorporarse.

Luego comenzaron a conversar acerca del “chat de WhatsApp” de la AVBA y sobre cuáles serían los criterios de admisión o exclusión en la participación. Coco sugería que el grupo era sólo para continuar conversaciones que habían tenido lugar presencialmente y donde la mayoría estaba al tanto de qué era lo que estaba en cuestión, abogando por regular la autonomía relativa que podían adquirir las interacciones online. Así, esbozaba la propuesta de incorporar al grupo de WA de la asamblea sólo a miembros regulares de la misma y que quienes dejaran de asistir fueran “sacados” o “dados de baja” del grupo. Esta reflexión no era aislada, se conectaba con las experiencias anteriores de fuertes discusiones y agresiones personales.

A raíz de la propuesta de restringir este nuevo “chat”, se desencadenaron desacuerdos respecto del mecanismo de “sacar” a quienes perdiesen continuidad. La razón principal esgrimida remitía a que la falta de flexibilidad alejaría vecines que no participaban, a la vez que podía constituir una ofensa o que la persona “se sienta tocada” por ser excluida. “No hagamos que se sientan lastimados”, aclaraba Dino, biólogo de 50 años de edad. “Dar de baja” podría significar “herir a los vecinos”, traduciéndose la regulación de la aplicación en una ofensa moral. La gran cantidad de años de trayectoria de la asamblea proporcionaba una gran reflexividad sobre el propio funcionamiento, en especial en relación a la mayor o menor participación, los temas y estrategias que resultaban más convocantes o las formas de trabajo y organización en momentos en que eran un puñado de integrantes regulares. Ello aportaba a la discusión el conocimiento acumulado y formas de hacer más atractivas las intervenciones y reuniones de la AVBA. La palabra circuló entre hombres y mujeres de entre 30 y 60 años que manifestaban sus ideas, acuerdos y disensos. Había debate y se percibía un clima asambleario.

La controversia en torno a la utilización y organización del grupo de mensajería derivó en una nueva reflexión sobre cómo funcionaba la “comisión de gestiones”, que uno de los integrantes había denominado “de seguridad”, creyendo que sólo abordaba dichos temas. El resto aclaró que no había especificidad de la comisión, sino que el problema de seguridad había sido el más relevante durante 2017 y, debido a eso, habían abordado cuestiones vinculadas a robos, iluminación, podas, relación con policías y agencias estatales. La discusión sobre el uso de WA se extendió por tres cuartos de hora, la mitad de la duración total de esa asamblea. Con algunos acuerdos parciales después de un caluroso debate, seguiría siendo un tema recurrente en las siguientes reuniones. Finalmente, consensuaron ambas posturas: a fin de año, se eliminaría el grupo de WA para crear uno al año siguiente con quienes tuviesen más regularidad y, de esa forma, no individualizar las “bajas” que pudiesen redundar en una ofensa. El grupo nuevo conservó el nombre de la asamblea agregando ahora el año, otorgándole así la caducidad acordada, buscando que no generara el solapamiento entre quienes fuesen participantes asiduos y latentes.

Unos días después de la asamblea relatada, me entrevistaría con Mónica, docente de unos 38 años. Ella era “administradora” del grupo de WA, con la facultad de incorporar o eliminar participantes del chat y, a partir de cambios en la aplicación desde mediados del 2018, con capacidad de “moderar” o “censurar”, regulando quién podía escribir y quién no. Convenimos que me “agregaría” al grupo de WA general de Barrio Alegre. Allí, luego de ser incorporado y comentar los fines de mi presencia, pude corroborar que se difundían cuestiones vinculadas a mi interés principal por cuestiones securitarias, pero también otros tipos de hechos, problemas e información que resultaban de interés para les vecines. Coco ya no formaba parte, desde hacía unos meses, por discusiones y desacuerdos sobre el uso del “chat” y la falta de organicidad respecto de la asamblea, que era su fin original. Algunos meses más tarde, se desataría una fuerte discusión que generaría que Mónica se sintiese ofendida y molesta, por lo que también dejaría el grupo de WA general del barrio, quedando a cargo de Dante, quien ocasionalmente se acercaba a la asamblea, pero no era un asistente regular ni tenía participación o responsabilidades concretas al respecto. Otras personas que permanecerían en ambos grupos serían las que cotidianamente reenviasen los comunicados, reuniones y acciones impulsadas por el colectivo vecinal, ya que anteriormente los principales puentes entre ambos espacios virtuales eran Coco y Mónica.

1000– Creación del grupo “Alerta Policial AVBA”: policías, vecines, cámaras y WhatsApp

Unos meses más tarde, en septiembre del 2018, fueron invitadas a la AVBA las autoridades policiales, con quienes les asambleístas venían sosteniendo una serie de encuentros desde que se ocupasen de temas securitarios. Sin embargo, el comisario responsable estaba en su cargo desde hacía apenas dos meses, ya que el anterior había sido procesado en una causa de corrupción judicial-policial con base en Lomas de Zamora que tuvo relevancia periodística. Esto completaba el paso de un total de 8 comisarios por la respectiva comisaría en menos de dos años, dificultando en cierta medida la interacción con les vecines interesades en articular con la policía bonaerense. Luego de los intercambios en los que el comisario y ayudantes señalaban algunos de los trabajos realizados y proyectos para mejorar la situación del barrio –a pesar de la repetida escasez de recursos como personal y vehículos– se discutieron los términos en los cuales se accedería a crear un grupo de WA, donde estarían incluidos el propio comisario junto a algunas personas más de la comisaría y participantes de la AVBA. Una de las cuestiones centrales fue la especificidad de ese canal, que debía ser utilizado sólo en casos de urgencia o de comisión in fraganti de algún hecho a denunciar, en los que la inmediatez fuese precisa. De esa manera, se convenía hacer un uso responsable que no diese falsas alarmas ni generase ruido a partir de otras temáticas que circulan o son frecuentemente reenviadas en otros grupos del barrio. El grupo fue efectivamente creado y fui incorporado junto a las personas nombradas, dando cuenta nuevamente de los fines de mi trabajo y posteriormente entrevistando a las autoridades policiales a cargo.

Habían transcurrido dos meses de existencia del grupo de WA “ALERTA POLICIAL AVBA” cuando, en una reunión de la AVBA, se conversaría acerca del funcionamiento de esta nueva forma de articulación con el personal policial. Jaime, abogado de unos 75 años, señalaba que ese día se había usado para “una situación sospechosa que era demasiado vaga”, simplemente que había “dos masculinos” en un automóvil estacionado que poco después partieron sin realizar ningún movimiento “extraño”. El mensaje enviado a las 17:49 p.m., una hora antes del comienzo de la reunión de la asamblea, decía “Auto Chevrolet classic blanco patente JFG 048 estacionado en 233 entre 98 y 99 con dos masculinos, del lado par”. Jaime enfatizaría cómo la mujer que hizo el señalamiento utilizaba “jerga policial”. Este mensaje, como el reenvío de unos videos sobre una modalidad de robo en cajeros automáticos que circularía en el grupo dos días después, fueron motivo para que el administrador, Esteban, abogado de 45 años, y Coco señalaran la importancia de cuidar su uso y ser responsables en relación a los motivos por los cuales se da alerta: “No se puede denunciar por cualquier cosa, después pierde el significado, como Juanito y el lobo, cuando haya algo grave los tipos piensen que son estupideces y no hagan nada”. Coco adelantaba que podría hacerse una advertencia, para mejor uso, lo que se concretaría dos días más tarde. A todo esto, Dino preguntó si era el primer movimiento en el grupo, ya que no estaba muy al tanto. “La otra vez hubo otro parecido”, contestaron otros. “Por ahí me llamó la atención que dijeron que la policía mandaba el móvil pero no sabemos qué más pasó”, señaló Coco. “Creo que alguien comentó que va con el móvil particular”, dijo Jaime. “Que nos cuenten el final de la novela, ¡no me voy a quedar esperando el final toda la noche despierto!”, bromeó finalmente Coco.

El punto siguiente del temario tuvo que ver con la instalación de las cámaras de seguridad por parte de la municipalidad. Coco aclaró que de la cámara de la esquina no se tenían novedades. “La cámara no funciona y tendrían que cambiarla de lugar”. Silvia, de 48 años y docente de Historia, preguntó si funcionaba otra de ellas, “porque pasó un hecho, parece que rociaron todas las veredas con aceite de auto, los umbrales de las casas y que estaban buscando con las cámaras de seguridad de los vecinos para ver quién había sido, decía por qué no preguntan con la cámara de esa calle”. Carlos, de 60 años y trabajador del taller mecánico donde se realizan las AVBA, mencionó que esa es supuestamente “la cámara más grande que hay, esas domo, que es una barbaridad”. “Después hay que ver si anda”, continuó Coco. Carlos contestó que “como cámara es buenísima” pero no sabía si estaba en funcionamiento. Silvia se quejó de la actividad de “los trapitos” que están en la esquina del hospital, demandando dinero para el cuidado o limpieza de los autos que allí estacionaban. Carlos contestó que “la actividad de los trapitos debería estar toda registrada, hay que quejarse”. “Hay que pedirle e ir a ver”, dijo Dino y asintió el resto. Coco propuso que podrían “pedirle de ir a ver el momento de registro, a mí me mostró la foto todo, hace reconocimiento de rostro”. Comentaban que la propuesta del municipio era instalarla en una de las avenidas del barrio porque no había árboles que obstruyeran la visión, ya que la cámara domo de alta gama (de la empresa Bosch, según contó un integrante de la Secretaría de Seguridad municipal en una reunión anterior) tenía una amplitud de 360° y un alcance con definición hasta los doscientos metros, pero la mayoría de los problemas y viviendas de les vecines se encontraban en las calles internas entre las avenidas, donde no sería operativa. Carlos sospechaba de la efectiva instalación de las cámaras por el costo del tendido de la red de fibra óptica, “es carísimo y no lo va a pagar el municipio, podés poner 50 cámaras que no van a funcionar”. Finalmente Silvia, Coco y Dino concordaron en utilizar como excusa “el hecho del aceite” para ver el Centro de Monitoreo y comprobar el resto de las cámaras que teóricamente estaban funcionando. Dino entonces imitó graciosamente al representante de seguridad del municipio, como si estuviera prometiendo extrovertidamente a Coco todo lo que no cumplió.

Reflexiones finales

Los controles morales y la mirada compartida y atenta, tanto sobre el espacio habitado como en la virtualidad, se evidencian en los ejemplos relatados, que van desde la regulación de los “trapitos”, la “zona roja”, la búsqueda de causas en el incidente del aceite en los portales de las casas o la denuncia del auto estacionado en el grupo de mensajería. Quienes integran los grupos comparten movimientos que consideran sospechosos, denuncias elevadas o acontecimientos disruptivos, en especial cuando algo o alguien se encuentra “fuera de lugar” (Galimberti y Segura, 2015), marcando las fronteras y adecuaciones morales que se atribuyen a los diferentes espacios, fronteras y personas. En este sentido, queda expuesta la relevancia que adquieren nuevas formas de comunicación y de estar en el mundo a partir de la incorporación de nuevas tecnologías, como la proliferación y generalización de smartphones, apps y sistemas de videovigilancia (Villa, 2006; Urtasún, 2016; Steier, 2013, Chamayou, 2016) para mediar y estabilizar / potenciar relaciones y producir espacios en la ciudad. La centralidad del uso de la mensajería instantánea, los debates y conflictos que se generan en torno y a partir de su utilización, como la pregnancia del recurso de las cámaras de vigilancia o la proliferación de alertas vecinales y dispositivos privados de seguridad son indicios de este suelo en el que gravitan los sentidos securitarios.

Como parte de las reflexiones provisorias a partir del trabajo de campo realizado, podemos encontrar similitudes y diferencias en la conformación y uso de las redes sociales y aplicaciones desarrolladas. En todos los casos expuestos, la articulación entre tecnologías de comunicación y vigilancia, y el espacio urbano muestran imbricaciones y emergentes particulares, que nos permiten problematizar la separación virtual/real a la vez que las relaciones de desterritorialización/reterritorialización que suponen los anclajes territoriales (Busso, 2016).

A diferencia de otras experiencias en las que las plataformas trabajadas han sido impulsadas por iniciativas estatales (Kelly y Finlayson, 2015; Ceccato, 2019), en los casos analizados, la autogestión y posterior negociación e incorporación de agencias estatales ha sido una nota distintiva (Pridmore, Mols, Wang y Holleman, 2018). Otras de las recurrencias están relacionadas a los usos correctos e incorrectos que se establecen como condiciones en las interacciones virtuales y que delimitan condiciones de admisión y exclusión. Tanto en el grupo de FB como en los de WA, la aclaración, moderación y regulación de los mensajes que circulan resultan centrales, tanto por la cantidad de integrantes como por la operatividad que se pretende de dichas plataformas. Los criterios de admisión y (auto)exclusión resultan nodales para comprender las dinámicas, así como los clivajes morales y afectivos que se asocian a los comentarios, incorporaciones o bajas de dichas plataformas. En esta serie de casos, los soportes innovadores traccionan dinámicas, tanto previas como novedosas, y permiten continuar o consolidar redes, formas y modos, a la vez que emergen nuevas posibilidades de acción colectiva.

Entre las diferencias, encontramos que las dinámicas online o virtuales, a pesar del desdibujamiento de las fronteras en los casos analizados, no tienen el mismo peso en cada espacio trabajado, teniendo una mayor capacidad de traccionar acciones y compartir información sobre (in)seguridad en el caso de Las Curtiembres, mientras que en Barrio Alegre hace las veces de una prolongación a las decisiones de las personas que asiduamente se reúnen y comparten sus opiniones en la asamblea. En el caso de Seguridad 63 observamos, en cambio, que al no estar formalizado un espacio presencial ni conseguir una dinámica concreta de manera online, sólo fue utilizado para compartir situaciones esporádicas o cotidianas, sin lograr llevar adelante las acciones propuestas, como la posibilidad de instalar cámaras y alarmas vecinales. El cuidado uso del grupo “Alerta Policial AVBA” ha dado como resultado su escasa utilización hasta la fecha; el comisario consideraba que de todas formas era una buena herramienta para entablar mayor confianza con les vecines.

Otro eje a tener en cuenta es que, si bien en el grupo de FB de la asamblea de Las Curtiembres fue necesario crear otro espacio para compartir información de interés que no generase ruido o saturación en el canal específico, en el caso del WA en Barrio Alegre la replicación y multiplicación de grupos resultó más notoria y sus duraciones en general más efímeras. Una última diferencia a remarcar consiste en la confianza previa, necesaria para acceder a cada plataforma. Si en el caso del FB la observación e incorporación tuvo ciertas características más impersonales y de anonimato, los lazos previos para la solicitud de grupos de WA fueron más importantes a la hora de entablar relaciones de una mayor confianza para el acceso al campo virtual.

Por los límites en el acceso, quedan por ahondar otros tipos de grupos específicos emergentes, como aquellos que crecientemente establecen mujeres para su autocuidado, pudiendo informar a otras participantes de sus desplazamientos y circulaciones, con capacidad de compartir las geolocalizaciones en directo, herramienta que también parece ser utilizada por jóvenes. En este sentido, quedan también por profundizar las diferencias que pudiese haber con las utilizaciones en otros grupos, ya que las personas más proactivas fueron de clases medias, propietarias, jubiladas y en el rango de 40 a 75 años de edad, lo cual de todos modos nos permite imaginar la versatilidad y adaptación tecnológica, como el tiempo de trabajo diario insumido en su empleo en quienes no fueron criados en los supuestos límites de la generación millennial.

Esperamos que algunos de estos interrogantes y controversias, como el desafío de continuar mapeando y cartografiando las múltiples maneras de habitar y producir la ciudad, nos sigan acompañando en el desafío de comprender la contemporaneidad de la que somos parte y de aquello que todavía no es, o más bien, que está siendo.

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—(2016). “Imaginarios urbanos tecnológicos: los hilos de las construcciones socio-técnicas de la ciudad”, Horizontes Sociológicos, Vol. 4, N° 8, pp. 143-160.

Villa, Alicia (2006). “La ciudad filmada: tecnologías, comunicación, consumo y seguridad en las urbanidades del nuevo siglo”, Question, Vol. 1, N° 12. pp. 1-16.

Wacquant, Loïc (2014). “Hacia una praxeología social: la estructura y la lógica de la sociología de Bourdieu”, en Wacquant, Loïc y Bourdieu, Pierre: Una invitación a la sociología reflexiva. Buenos Aires, Siglo XXI.

Zukerfeld, Mariano (2013). Obreros de los bits. Conocimiento, trabajo y tecnologías digitales. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes.


1. Becario Doctoral CONICET, Laboratorio de Estudios en Cultura y Sociedad, Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata.

2. Este trabajo no hubiera sido posible sin el financiamiento otorgado por la Beca Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina (CONICET) desde el 2017. Agradezco los aportes y sugerencias de Mariana Speroni, Santiago Alzugaray, Luisina Bolla y evaluadores pares de la revista.

3. Podríamos tentativamente trazar una genealogía que pasase por Saint Simon, Engels, Marx, Morgan, Tarde, Simmel, Benjamin, Mumford o Williams entre otres.

4. Para la enumeración de secciones se empleará el código binario.

5. La inscripción (in)seguridad se utilizará para mantener la polisemia y ambigüedad que suele estar asociada en los usos, solapándose o siendo en ocasiones intercambiables entre sí, sin perder del foco los usos específicos.

6. Se emplearán formas de inscripción que permitan la utilización de un lenguaje no sexista.

7. Ejemplos en el territorio relevado son “Alerta Buenos Aires” impulsado por el Frente Renovador, cuya figura central, Sergio Massa, es reconocido por haber impulsado la tecnologización del sistema de seguridad en el municipio de Tigre, donde implementó el modelo neoyorquino de “tolerancia cero”. “Alerta Provincia” es otra de las promocionadas por la actual gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. En el caso platense, existen desarrollos locales específicos como el de “Alerta Los Hornos” de Emmanuel Polo, y aplicaciones de vecinos en alerta que son ofertadas por mercados privados de seguridad y desarrolladores de software.

8. En casos de violencia de género, algunas aplicaciones toman como nombre el lema del movimiento feminista “Ni una menos” y consisten en formas moduladas de botones antipánico y mapas colaborativos donde se pueden cargar y compartir eventos de violencias registrados. En el largometraje La guerra por otros medios (2010) se muestra cómo comunidades del Amazonas utilizan los sistemas satelitales de Google para controlar los avances de desmonte en sus territorios por parte de las industrias agroextractivistas, señalando formas de resistencia a partir de la implementación de estos soportes tecnológicos.

9. Los nombres de las personas, asambleas, calles, lugares y otros indicios que permitan identificaciones en forma directa han sido modificados para preservar el anonimato. Aun así, por tratarse de colectivos y figuras con trascendencia mediática, son pasibles de rastrear y en muchos casos se manifestaron indiferentes a la utilización de nombres propios que, de todas formas, se ha decidido preservar.

10. En algunos casos para grupos más reducidos, la espera para la solicitud de incorporación se extendió entre dos y seis meses de interacción continuada.

11. A comienzos de enero del 2019 contaba con unos 2.229 miembros.

12. Se conservan errores de ortografía, tipeo y concordancia, en vistas a reproducir características asociadas a la materialidad y producción de dichos mensajes.