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“Y en esas aguas se sumergió”


Narrativas mixtas sobre la inundación y las ruinas de Villa Epecuén1


por Wanda Balbé

ICA - Universidad de Buenos Aires

orcid.org/0000-0002-6876-255X

wanda.balbe@gmail.com


RESUMEN

Villa Epecuén fue un pueblo turístico inundado hacia 1985 que permaneció bajo aguas cerca de veinte años y luego, progresivamente, fue reapareciendo en forma de ruinas. La inundación implicó una ruptura en la trama socioeconómica local y en la vida cotidiana de las personas que vivieron/habitaron el pueblo. Este artículo parte de un montaje visual para presentar algunas preguntas en torno a cómo narrar un acontecimiento traumático en un contexto local donde se juegan distintas intencionalidades y emocionalidades en el espacio en ruinas vinculadas a la experiencia vivida y a las discusiones sobre conservación, patrimonialización y promoción turística. Particularmente, me interesa reflexionar cómo la inundación y el paisaje blanquecino-grisáceo se constituyen en fundamentos visuales para construir relatos que enfatizan el carácter inimaginable e inexplicable, pero también increíble y fantástico de lo acontecido. Analizo cómo el uso de distintas imágenes operan en la configuración de tramas narrativas mixtas que inscriben al acontecimiento en genealogías de carácter mítico y vuelven al espacio en ruinas un lugar para ser mirado, capturado, recordado, narrado, transitado y visitado en modos que oscilan entre la conmemoración y el espectáculo.

Palabras clave: ruinas, inundación, imágenes, conmemoración, espectáculo.


“And in those waters it was submerged”

Mixed narratives about the flood and the ruins of Villa Epecuén


ABSTRACT

Villa Epecuén was a tourist town flooded around 1985 that remained underwater for about twenty years. After a while, it gradually reappeared in the form of ruins. The flood meant a break in the local socio-economic fabric and in the daily life of the people who lived and inhabited the town. The starting point of this article is a visual montage that presents some questions about how to narrate a traumatic event in a local context where different intentions and emotions linked to the lived experience. As well as the discussions on conservation, patrimonialization and the promotion of tourism which are played out in the space in ruins. Particularly, I discuss how the flood and the whitish-greyish landscape constitute a visual basis to construct stories that emphasize the unimaginable and inexplicable but also incredible and fantastic of what happened. I analyze how the use of different images operate in the configuration of mixed narrative plots that inscribed the event in genealogies of a mythical nature and made the space in ruins a place to be looked at, captured, remembered, narrated, traveled and visited in ways that oscillate between the commemoration and the spectacle.

Key Words: ruins, flood, images, commemoration, spectacle.


1Este trabajo da continuidad a algunas reflexiones presentadas en el VII Congreso Internacional ASAECA 2020. Sin embargo, el análisis viene siendo elaborado desde fines del año 2017 cuando el colectivo “Veranos de Agua” recibió apoyo del Fondo Nacional de las Artes para continuar con un proceso de investigación-creación en Villa Epecuén. Agradezco a Soledad Torres Agüero, Adil Podhajcer y a Carlos Masotta por las lecturas e ideas intercambiadas para la concreción de este artículo.

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RECIBIDO: 23/12/2020

ACEPTADO: 14/04/2021


CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Balbé (2021). “’Y en esas aguas se sumergió’. Narrativas mixtas sobre la inundación y las ruinas de Villa Epecuén”. Etnografías Contemporáneas, 7 (13), pp. 90-112.


“Epecuén embargada por el dolor, vertió tan copioso llanto que a poco se formó una gran laguna, y en esas aguas se sumergió”. 2


Imagen 1: “Porque la gente normal, en Epecuén, ve paredes derrumbadas, cosas caídas… Yo no veo eso (…) veo todo, veo mis hoteles, mis hospedajes, las casas de mis amigos, lo veo todo en pie, pintado y todo” (Gustavo R., 45 años).

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  1. Fragmento de una leyenda que figuraba en un folleto turístico conseguido en la ciudad de Carhué en el año 2011 cuando comencé mi trabajo de investigación.


    Imagen 2: “(…) pero nosotros no tenemos nada, más que fotos o recuerdos…” (Marta B., 70 años).


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    Imagen 3: “Pero cuando a vos te quitaron el piso…te quitaron la vida, te quitaron la historia, te quitaron tu lugar en el mundo. Eso hizo la inundación con los de Epecuén”.

    (Domingo SR., 51 años).


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    Imagen 4: “Vos sabés, ahora lo tolero. Pero, ¿sabés qué me molestaba?, yo me sentaba ahí en la puerta (…) y venía gente, entraba, pasaba por al lado mío, y yo decía: “¿qué hace éste acá?”… Si esto es mío, aunque no es más mío, no es más nuestro, porque lo expropiaron.” (Martín E.-69 años).


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    Imagen 5: “Eso era todo verde, era monte, y para mí era todo inmenso. Y hoy voy y lo veo todo más chiquito, no sé cuál es el motivo ese, lo veo todo en miniatura.

    (Gustavo F., 48 años).


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    Imagen 6: “Yo lo que escuchó es que a mucha gente le da pena, le da tristeza, que no es para menos. Yo de mi parte, yo, me siento, a través de los años, me siento contento de haber podido vivir Epecuén”

    (Gustavo B., 43 años).


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    Villa Epecuén fue un pueblo turístico dedicado al termalismo inundado hacia 1985. Permaneció bajo agua casi veinte años y luego, progresivamente, fue reapareciendo en forma de ruinas. El relato visual combina fotografías y fragmentos de entrevistas relevadas en mi trabajo etnográfico en la ciudad de Carhué y en las ruinas de Villa Epecuén entre los años 2011 y 2012. Me interesa comenzar por este montaje etnográfico, ya que permite visualizar la tensión entre espacio vivido y espacio en ruinas, al mismo tiempo que convoca algunas preguntas-guía que atravesaron mi proceso de investigación y sus derivas, y que aún tienen vigencia en el contexto local:3 ¿cómo abordar un drama reciente? ¿Qué relatos e imágenes aparecen para narrar un acontecimiento traumático? ¿Cómo habitar/ experienciar el vacío/la ausencia de un espacio vivido? ¿Cómo se comunica esa


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  2. Desde la antropología visual y sensorial, mi investigación (Balbé, 2013) tenía como objetivos indagar en las relaciones entre espacio vivido y espacio en ruinas y reconstruir de manera polisémica la historia del pueblo con la recuperación de las memorias locales. Esa tesis de licenciatura fue acompañada de un texto visual titulado Cuando las aguas bajan que, mediante el montaje de imágenes del espacio en ruinas y fragmentos etnográficos, pretendía recomponer tramas dinámicas de significados para re-imaginar desde los testimonios el espacio vivido (https://vimeo.com/73745883). Ese proceso de investigación tuvo su continuidad –y sus derivas– a través de la producción y la filmación de un vídeo-danza, Veranos de Agua (2013) y recientemente, a través de un nuevo proyecto realizado con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes que implicó una muestra visual en la Casa de la Cultura de Carhué titulada Reencuentros de Villa Epecuén. Trazando mapas de recuerdos (2018) y una nueva filmación, Ruinas. Cartografiar el espacio vivido (2018-2020). Este mediometraje aún se encuentra en proceso de posproducción (Avance disponible en: https://vimeo.com/410290669).


    experiencia? ¿Cómo se articulan las memorias personales y colectivas con las intencionalidades de conservación, patrimonialización y promoción turística de un sitio en ruinas? ¿Cómo dialogan las miradas afectivas con los ojos curiosos?

    En 2011, cuando inicié mi investigación, la historia de Villa Epecuén tenía un carácter público, pero era un capítulo periodístico algo olvidado. Algunas personas que habían vivido, trabajado o vacacionado en el lugar volvían año a año para ver cómo las aguas iban bajando y recorrer aquellos lugares sentidos como propios que habían quedado sumergidos por mucho tiempo. Desde la Dirección de Turismo de Carhué y desde el Museo Regional de Adolfo Alsina se debatían cuestiones en torno a la conservación y patrimonialización de las ruinas y a su promoción turística con intenciones de reactivar las relaciones socioeconómicas que el pueblo había dinamizado antes de la inundación. Para esos momentos, empezaban a aparecer los primeros ojos curiosos –entre ellos los míos– atraídos por el paisaje blanquecino-grisáceo y la historia del lugar.

    Poco tiempo después, las ruinas de Villa Epecuén ganaron visibilidad en los medios de comunicación lo que contribuyó a su promoción como destino turístico. Las coberturas periodísticas, las imágenes, las producciones audiovisuales y los eventos turísticos se fueron multiplicando. La construcción de esos relatos fueron mediatizados por imágenes que espectacularizaban el paisaje en ruinas. La inundación y la reaparición del pueblo en forma de restos, escombros y estructuras derruidas se constituyeron en fundamentos visuales para construir relatos que enfatizaban el carácter inimaginable, inexplicable, increíble y fantástico de lo acontecido, abrevando en las propias memorias locales e inscribiendo la historia del lugar en genealogías de tono mítico-fantástico.

    En ese nuevo contexto, se pretendió desplazar el turismo termal a Carhué y se conservaron las ruinas para fomentar un turismo patrimonial. La construcción de narrativas fundadas en leitmotivs y representaciones visuales propias de imaginarios de paisajes acuáticos y en ruinas acompañó ese proceso de transformación del destino turístico lo que volvió al espacio formado de restos y escombros un lugar para ser mirado, capturado, recordado, narrado, transitado y visitado en modos diversos. A continuación, al revisitar el propio proceso de investigación socioantropológica y analizar distintas fuentes, profundizo en la construcción de esas narrativas mixtas y reflexiono sobre el devenir de un espacio en ruinas en paisaje espectacularizado donde confluyen prácticas vinculadas con la conmemoración y el espectáculo.


    Inundación y ruinas: acontecimientos para recordar, narrar y mirar


    “Todos estos objetos cotidianos parecieron bruscamente separados de sus raíces, privados de la sustancia razonable por excelencia: la tierra” (Barthes, 2010: 64-65)


    El 10 de noviembre de 1985 se fisuró el terraplén de contención que separaba las aguas del Lago Epecuén de las casas, negocios y hoteles del pueblo turístico. En un contexto de inundaciones en la provincia de Buenos Aires, las autoridades provinciales y municipales resolvieron evacuar a los habitantes e inundar el pueblo con el fin de drenar las aguas que colapsaban la cuenca hídrica endorreica de las Lagunas Encadenadas del Oeste.4 Villa Epecuén quedó completamente sumergida en las aguas del lago, y Carhué, la ciudad vecina, amenazada por la misma suerte. Según lo investigado (Balbé, 2013), la inundación implicó una ruptura en la trama socioeconómica desplegada por el turismo de verano y acarreó consecuencias materiales y afectivas, inmediatas, de mediano y de largo plazo, lo que constituyó un acontecimiento traumático para las personas de las dos localidades. La fecha de noviembre quedó grabada para siempre en el contexto local al marcar un punto de inflexión en la cotidianidad acostumbrada y en la idea de continuidad en los proyectos personales de vida.

    En las entrevistas realizadas en el 2011 y 2012, las personas locales enfatizaban el carácter increíble (extraordinario) de lo acontecido. La inundación los había enfrentado a situaciones inesperadas e inimaginables por varios motivos. Si bien antes de 1985, varias personas habían advertido el crecimiento del nivel de aguas, la dependencia del turismo y factores económico-políticos llevaron a que se desatendiera la situación y no se tomaran las acciones ni medidas necesarias.5 En el contexto de emergencia por el aumento de precipitaciones y la amenaza de desborde de la cuenca hídrica, se suscitaron conflictos políticos entre las localidades vecinas y una preocupación generalizada que llevó a que las mismas personas iniciaran acciones directas.6 Asimismo, la evacuación de Epecuén a Carhué que duró pocos días dinamizó una red local para la reubicación de pobladores y el traslado de pertenencias. Muchas personas recordaban el cuerpo de bomberos desplegado, la ayuda de los vecinos en el intento de “salvar” lo que fuera posible y la imagen de casas, residenciales y hoteles enteros reubicados en escuelas, garages y casas vecinas de Carhué. Así también, recordaban el dolor provocado por la inundación y la incertidumbre sobre cómo recomenzar una nueva vida. La trama de relaciones construida en torno a la actividad turística de verano se vio fragmentada: muchas personas se reasentaron en la ciudad vecina, y otras no volvieron más. A la situación de emergencia, se sumó la inundación del cementerio ubicado a orillas del lago, lo que implicó un despliegue de recursos para la reubicación y traslado de ataúdes que quedaban flotando. Frente a Carhué quedaba un paisaje desolador: el pueblo vecino había quedado completamente sumergido y las bóvedas del cementerio anegado asomaban en la mitad del lago. Por varios años, el peligro de inundación acechó a esta ciudad y la amenaza de correr con la misma suerte se hizo evidente entre 1992 y 1995, cuando el nivel del lago alcanzó su pico máximo.7


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  3. Esta cuenca hídrica se extiende por los municipios de Adolfo Alsina, Daireaux, Guaminí, Coronel Suárez, Saavedra, Puán y General La Madrid (Provincia de Buenos Aires).

  4. Para profundizar en estas cuestiones económico-políticas, consultar Alejandro Balazote (1997) y Julio Alberto Fernández Badié (2001).

  5. Esas acciones tenían que ver con el bloqueo y la rotura intencional de tapones involucrados en los canales de la cuenca hídrica. La entrevista realizada a Domingo S.R en el año 2012 da una imagen más acabada de esta situación. Algunas de estas cuestiones pueden profundizarse en Balbé (2013).

  6. Para profundizar en esta situación, consultar Balazote (1997).


    Por esos años, las imágenes y la historia de Villa Epecuén, tragada por las propias aguas curativas del lago que la habían impulsado turísticamente, circularon en los medios de comunicación y quedaron como memoria visual de lo acontecido. Esas imágenes, cuando el pueblo reaparece en forma de ruinas, serían recuperadas en tanto archivo y aportarían al carácter increíble de lo ocurrido. La reaparición progresiva del pueblo, a mediados del 2000, reabría no sólo un capítulo doloroso en la historia local sino también uno para los medios de comunicación. En ese contexto, muchas personas afectadas (que habían habitado, trabajado o vacacionado en el lugar) fueron volviendo para ver cómo las aguas iban bajando y reconocer los espacios vividos que iban quedando al descubierto. La posibilidad de volver a transitar ese espacio trajo aparejada distintas prácticas de conmemoración que corrieron simultáneamente a las preocupaciones sobre la conservación, patrimonialización y promoción turística de las ruinas.8 Particularmente, desde la dirección del Museo Regional Adolfo Alsina y desde la Secretaría de Turismo de Carhué se discutían las posibilidades de declarar las ruinas como patrimonio histórico provincial, se trabajaba en la planificación de un nuevo centro termal entre las dos localidades; y se diseñaron algunas estrategias con el fin de promover y promocionar el turismo en la ciudad de Carhué focalizando en el termalismo, en la laguna como reserva natural de flamencos y en las ruinas como centro histórico.9

    Entre el 2011 y el 2013, años en los que desarrollé mi trabajo de investigación y realizamos con un colectivo artístico el vídeo-danza Veranos de Agua,10 la presencia física de las ruinas ya había atraído el interés de realizadores audiovisuales, músicos, periodistas y turistas. Algunas producciones apuntaron a reconstruir lo ocurrido y la historia del pueblo turístico,11 otras comenzaron a utilizar las ruinas como escenario y locación para videoclips y películas.12 A las memorias e imágenes de archivo disponibles se había superpuesto un paisaje que en tanto


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  7. En Balbé (2013) propuse que la reaparición de Epecuén podía entenderse como un cuerpo que permitía el duelo al activar prácticas memoriales: las distintas formas de re-habitar el espacio en ruinas al volver, recorrer, marcar y visibilizar , los espacios vividos; reencuentros entre ex habitantes; y la creación de distintos espacios –como blogs o placas memoriales personales– donde se compartían recuerdos y se reunían fotografías de la villa turística.

  8. Para el año 2006, se había organizado desde el Museo Regional Adolfo Alsina una muestra que presentaba la historia de Epecuén. En el 2010, cumpliéndose veinticinco años de la inundación, se inauguró en la antigua estación de trenes, el Centro de Interpretación de las Ruinas de Epecuén y se publicaron las revistas “Sin olvido - Historias de aquella Villa Lago Epecuén” escritas por el director del museo, Gastón Patarrieu. También se realizaron trabajos de señalización colocando cartelerías y referencias de las calles y de algunos lugares considerados representativos del pueblo. Esa información fue plasmada en un mapa y junto a una breve historia del pueblo era entregado a modo de folleto turístico.

  9. La experiencia de producción y filmación de Veranos de Agua ha sido analizada y sistematizada en otros trabajos (Balbé y Díaz, 2014; Lastra, 2017; Balbé y Torres Agüero, 2020). El vídeo-danza puede visualizarse en: https://vimeo.com/267711185. Las diferentes facetas del proceso se encuentran disponibles en: https://veranosdeagua.wordpress.com/

  10. Algunas producciones audiovisuales de carácter documental son: Grufi, J. (2005) Epecuén; Cassinelli C y Tapia G. (2009) Estatuas de Sal; Burgardt B. (2013) En los Ojos de la Memoria.

  11. Producciones de videoclips como: Los Tipitos (2007) “Vívelo”; El mató a un policía motorizado (2010) “Día de los muertos”; Airbag (2011) “Donde vas”. Y largometrajes como: Efron, M. (2010) And Soon the Darkness ; y Joffé R. (2011) There be dragons.


    testimonio físico de lo ocurrido, permitía volver a transitar, recordar y narrar la historia del pueblo, al mismo tiempo que aportaba un componente visual que hacía que el carácter inimaginable (extraordinario) referido en las entrevistas realizadas rozara lo increíble y lo fantástico. La historia de la inundación y el paisaje blanquecino-grisáceo producto de la alta concentración de sales que contenían las aguas curativas, y recordaban al Mar Muerto, comenzó a captar la atención y atraer miradas externas. Las estructuras y escombros que habían vuelto a emerger impactaban y sorprendían por su parecido con paisajes bélicos y apocalípticos.

    Las diversas narrativas construidas en torno a la inundación y las ruinas de Villa Epecuén comenzaron a fundarse en leitmotivs y representaciones visuales propias de imaginarios de paisajes acuáticos y en ruinas. Distintos trabajos han abordado las relaciones entre lugares, representaciones visuales, ensoñación y fantasía. Sobre los paisajes con presencia de agua, algunos autores (Bachelard, 2003; Foucault, 1984; Silvestri, 2015; Corbin, 2018) han señalado que el imaginario aparece frecuentemente asociado con lo maternal, lo femenino y la indistinción, y con experiencias felices vinculadas a la infancia y al ocio. Las características del elemento, la liquidez, la fluencia, la disolución, configuran una imagen que permite visualizarlos como “enemigos” del orden fijo y la coherencia. El agua “desborda” presentando un desafío para la arquitectura y para las fantasías humanas de estabilidad. Así, su “rebeldía” aparece como excepción o como accidente. Por su parte, los paisajes en ruinas también reúnen las contradicciones de la división naturaleza/cultura y despiertan la fascinación nostálgica. Particularmente, como han destacado distintos autores (Lefebvre, 1999; Augé, 2003; Huyssen, 2006; Gavilán Domínguez, 2008; Gordillo, 2018; Marquéz et al., 2019), esa fascinación se halla ligada a la decadencia, a la soledad y a la irreversibilidad del tiempo. Las ruinas representan el testimonio de un espacio-tiempo perdido insertándose en los imaginarios románticos opuestos a la modernidad, la razón y el progreso. A su vez, esos paisajes remiten a una imaginación anterior vinculada a la Antigüedad Clásica y a las preocupaciones actuales en torno a la preservación, el urbanismo y la obsolescencia de la arquitectura industrial. Según Marc Augé, el valor estético de las ruinas reside en que aparece como obra de la naturaleza al mismo tiempo que como vestigios de voluntades humanas (2003:45-46). Según Andreas Huyssen, los paisajes en ruinas contribuyen a la fascinación en tanto utopía invertida que transmite una promesa desvanecida en nuestra época, la de un futuro diferente (2006: 2).

    En el caso de Villa Epecuén se superponen los imaginarios de paisajes acuáticos con los de ruinas. Las aguas curativas del lago –“agua benéfica”– le dan al pueblo un nacimiento turístico como balneario de verano –lugar de ocio–, la inundación –“las aguas violentas”– lo convierten en “un pueblo perdido” tragado por el lago.13 La reaparición progresiva en forma de ruinas reaviva su “pasado glorioso” vinculado al “milagro de las aguas” al mismo tiempo que revuelve la historia de la caída al devolver restos, escombros y vacío –ausencia de estructuras,


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  12. Para pensar estas cuestiones, resulta interesante el análisis de Irene Depetris Chauvin (2019) sobre la película Balnearios (2001) de Mariano Llinás.


    formas, colores, movimientos–. En relación a estas cuestiones, cabe notar que entre esas ausencias destaca un antiguo castillo construido en 1925, propiedad de una mujer viuda de un soldado de la Primera Guerra Mundial de origen francés, frecuentemente recordado en las entrevistas o recuperado mediante viejas postales turísticas. Así también, entre las estructuras deterioradas y erosionadas, destaca el antiguo Matadero, una obra arquitectónica de 1938 diseñada por Francisco Salamone. Esa estructura –testimonio de estilos como el art déco, el monumentalismo y el futurismo italiano– hoy continúa en pie, descarada y rodeada por árboles secos, captando la atención de turistas y realizadores audiovisuales y contribuyendo a los imaginarios de paisajes asociados al misterio y al terror.14

    Jens Andermann (2008) ha propuesto entender los paisajes en sus relaciones entre naturaleza/cultura y conceptualizarlos no como mera imagen (construcción de la mirada) ni como mero entorno (intervención humana sobre el entorno natural), sino también como ensamble entre lo humano y lo no-humano, es decir, como un proceso que va de la imagen al entorno y viceversa (2008: 1-3). En esta línea, se puede pensar que la superposición de imaginarios y la combinación de vestigios, imágenes y relatos sobre la villa turística, abrió la posibilidad de componer un paisaje susceptible de ser visitado, mirado y capturado en modos que oscilan entre la conmemoración y el espectáculo. Las memorias del acontecimiento traumático empezaron a entramarse con las intencionalidades turísticas configurando un paisaje espectacularizado, mediatizado por imágenes de archivo, relatos de tono mítico-fantástico y la producción de nuevas imágenes. En los últimos años, la producción audiovisual auspiciada por RedBull (2014) y la declaración de las ruinas de Villa Epecuén como Monumento Histórico Provincial (2015) impulsaron la visibilidad del lugar en los medios de comunicación, la multiplicación de imágenes y su promoción turística. Las ruinas fueron objeto de eventos locales, actividades, coberturas periodísticas, blogs de viaje, nuevas producciones cinematográficas y obras artísticas.

    George Didi-Huberman (2013) al reflexionar sobre la multiplicación de imágenes, sus distintos usos –desgarros, manipulaciones, reivindicaciones contradictorias y rechazos cruzados– y el archivo que conforman en nuestros universos estéticos, técnicos, cotidianos, políticos e históricos, se ha preguntado:


    ¿Cómo orientarse en todas estas bifurcaciones, en todas estas trampas potenciales? […] ¿No viene nuestra dificultad a orientarnos de que una sola imagen es capaz, justamente, de entrada, de reunir todo esto y debe ser entendida por turnos como documento y como objeto de sueño, obra y objeto de paso, monumento y objeto de montaje, no-saber y objeto de ciencia? (2013: 2).


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  13. El Matadero se encuentra ubicado entre la ciudad de Carhué y las ruinas de Epecuén. Éste es uno de los varios edificios públicos diseñados en la década del treinta por el arquitecto italiano en la Provincia de Buenos Aires. Otro edificio es el Palacio Municipal de Carhué, que hoy sigue en funcionamiento. Resulta interesante destacar que estas obras fueron encargadas en esa época con el objetivo fomentar el crecimiento de pueblos y ciudades “del interior”. En el año 2001, muchas de esas construcciones arquitectónicas fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires. En el año 2014, como Monumento Histórico Nacional y Bienes de Interés Histórico y Artístico Nacionales. Actualmente, existe la “Ruta Salamone”, un recorrido turístico por las principales obras ubicadas en las localidades bonaerenses.


    En línea con estas reflexiones, considero que ante la multiplicación de imágenes, las ruinas, en tanto ensamble, operan simultáneamente como imagen-prueba e imagen-fetiche de lo ocurrido combinando prácticas de conmemoración, promoción turística y espectáculo. Para profundizar en estas cuestiones, a continuación, recupero algunos ejemplos de cómo el espacio en ruinas y la producción de imágenes se entraman y se potencian por genealogías de tono mítico-fantástico que confluyen (y se superponen) con las memorias locales sobre lo ocurrido y con el contexto actual de promoción de las ruinas como destino turístico.


    Imagen 7: Angélica E. y Gustavo F. Los dos vivieron en el Matadero antes de la inundación. En la entrevista del año 2012, Angélica (79 años) contaba: “Mirá, yo sueño que vuelo, que estoy arriba, arriba, porque yo al Matadero lo veo abajo, chiquitito, chiquito, chiquito y todo agua, agua todo, tapado por agua, todo el monte… Y estuvo así, y yo no sé por qué lo sueño, porque yo no lo vi así…”


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    Fuente: Archivo etnográfico 2012.


    Imagen 8: El Matadero inundado


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    Fuente: Museo Regional Adolfo Alsina


    Aguas y escombros: paisajes y relatos extraordinarios


    “¡Carajo!- gritó-. Macondo está rodeado de agua por todas partes” (García Márquez, 2007: 22)


    Roland Barthes en Mitologías, al reflexionar sobre la inundación de París de 1955, comenta que el acontecimiento suspendió el devenir del hombre apartándolo de una razón y un uso provechoso del espacio. Todos los objetos fueron descentrados con la propuesta de puntos de vista insólitos para la cotidianidad. Según Barthes, esa ruptura con la cotidianidad acostumbrada permitió desestimar las causas de lo ocurrido y habilitó a que su difusión en los medios tuviera más que ver con la fiesta que con la catástrofe. El acontecimiento reactualizó relatos míticos: por un lado, el del sueño infantil del caminante acuático y, por otro, el de la solidaridad entre los hombres en su lucha frente a la naturaleza (Barthes, 2010: 64-66).

    En el caso de Epecuén, en los momentos de inundación, las coberturas periodísticas daban cuenta de las implicancias económicas y políticas en la región pero también en tono melancólico jugaban con leitmotivs que serían recuperados en los años siguientes: la omnipotencia de la naturaleza sobre los proyectos humanos, el futuro de Epecuén como pueblo fantasma y su pasado glorioso como villa turística de aguas curativas. Así, por ejemplo, el diario La Nueva Provincia, uno de los principales medios de comunicación del sudoeste bonaerense, el 22 de noviembre de 1985 publicaba una nota titulada “Una leyenda de amor que el agua se llevó”. Esa nota comenzaba con la recuperación de una supuesta leyenda local que explicaba los milagros de las aguas del lago al recurrir a la historia de amor de una bella indígena y un guerrero:


    La furia desatada de elementos naturales pudo más que la tenacidad de la mano del hombre y Epecuén y su villa turística quedaron arrasadas inmolando cien años de existencia, en un holocausto de agua, como la leyenda que le dio vida. Porque cuenta que el poderoso rey Lancovutá era tan célebre por la bravura de sus guerreros indígenas, como por tener una hija de particular belleza llamada Epecuén (Eterna Primavera, en idioma puelche). Codiciada por todos los príncipes de la comarca, el rey prometió desposarla con el vencedor de un torneo de lanzas y escudos.

    Carhué (Corazón puro) obtuvo los favores de la bella indígena, pero a poco de las nupcias fue presa de una extraña parálisis que echó por tierra la felicidad alcanzada. Epecuén embargada por el dolor, vertió tan copioso llanto, y en esas aguas se sumergió el otrora apuesto Carhué a pedido de su joven esposa. Milagrosamente, se curaron sus dolencias y a partir de ese momento el poder sorprendente se transmitió a distintas generaciones de la población indígena llegando su fama hasta el presente en mérito de las propiedades farmacológicas de sus aguas.

    Y esa leyenda, que encierra toda una historia de amor, dio origen con el correr del tiempo a un centro turístico de gran predicamento en un sector de la provincia de Buenos Aires, donde el hombre alió sus esfuerzos a las bondades de la naturaleza del lugar. El lago estaba ubicado en los 37 grados y 2 minutos de latitud sur y su altura de 111 metros le dieron a esa región un clima agradable durante el otoño y el verano.

    Era una salina húmeda que bien podría definirse como un gigantesco plato, cristalizador de laboratorio donde se realizaban de continuo–sin la intervención física del hombre- fenómenos físicos y fisicoquímicos complejos, entre el depósito prácticamente inmutable de las sales aportadas por las lluvias y los arroyos que desembocan en el lago. Paradójicamente, los mismos elementos contribuyeron a su desaparición. (“Una leyenda de amor que el agua se llevó”, La Nueva Provincia, 22/11/1985)


    En esa nota periodística se combinaban las “bondades geográficas” y las propiedades de las aguas salinas con un imaginario del desierto que omitía en sus “100 años de existencia” la preexistencia de poblaciones originarias y el avance y la ocupación violenta del Estado-Nación sobre sus territorios.15 La leyenda ubicaba “el ascenso” y “caída” del pueblo en un tiempo inmemorial que escapaba a la voluntad y acción humana con énfasis en el rol protagónico de la naturaleza y el destino. Cuando las aguas bajan y el pueblo reaparece en ruinas, el relato es incorporado con algunas variaciones en los folletos turísticos y en los sitios de internet que promocionan las localidades de Carhué y Epecuén. En una de las reproducciones, el llanto de Epecuén hace que ella misma termine sumergida en las aguas y que Carhué, ante su desaparición, se lance a buscarla. El final de esa versión se sella con el amor, el milagro y el sacrificio divino e inscribe las aguas curativas en relación a otras geografías acuáticas de culturas antiguas:


    Y desde entonces, en las noches serenas, el susurro del Lago es cual un bisbiseo de almas enamoradas. Como el Éufrates y el Tigris, que la vieja hermenéutica de los hindúes y persas santifica. Epecuén está bendito por el sacrificio, y prodigio suyo es el milagro de curar todos los dolores, porque el sacrificio nos acerca a Dios.


    En esos folletos y blogs turísticos también aparece otra leyenda en la que Epecuén, hijo de un cacique, se casa con Tripantu (“Primavera”). Después de un tiempo feliz, él empieza a engañarla y ella, ante el dolor, llora formando una laguna salada donde se ahogan Epecuén y sus amantes.16 Esos relatos aparecen acompañados por algunas acepciones etimológicas: “Epe cuén (asar)”; “Epe (casi)-cuel (límite)”; “Apulchén” (“Flor de ceniza”). Así, mediante rencias etimológicas en lenguas originarias y los protagonistas indígenas, la dación del balneario turístico adquiere un carácter mítico y exótico. El destino del pueblo aparece prefigurado, la naturaleza protagonista y la historia desplazada. El acontecimiento traumático queda atrapado en una trama narrativa de estructura circular de tono profético.

    En un contexto de promoción turística, estas imágenes y relatos aportan al lugar un carácter increíble y fantástico convirtiéndolo en un paisaje susceptible de ser visitado, mirado y capturado. John Urry (2018) ha señalado que el turismo necesariamente involucra el ensueño y la anticipación de experiencias


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  14. Para profundizar sobre estas cuestiones en relación a las narrativas del desierto, consultar Carlos Masotta (2001).

  15. Las versiones completas se encuentran disponibles en los siguientes enlaces: 1) http://www.termasdecarhue.gov.ar/leyenda1.php 2) http://www.termasdecarhue.gov.ar/leyenda2.php


    placenteras distintas a las encontradas en la vida cotidiana. También ha destacado que esa ensoñación involucra un trabajo con la publicidad y juegos de signos creados por los medios de comunicación. Bajo este marco, se puede considerar que el vídeo dirigido por Dave Sowerby y auspiciado por la compañía de energizantes RedBull (2014) es fundamental para potenciar la visibilidad mediática y la espectacularización del paisaje en ruinas. La intervención acrobática realizada por el ciclista escocés Danny MacAskill difundió las imágenes de Villa Epecuén a nivel mundial.17 En su puesta en escena, la producción juega con la desolación del paisaje blanquecino-grisáceo, la presencia de “un único habitante” y la pregunta sobre los usos del sitio. El vídeo empieza con una secuencia de imágenes de Pablo Novak, un local entrevistado constantemente por ser reconocido como el “único habitante” de las ruinas y por oficiar de guía turístico. Su edad, su boina, su bicicleta inglesa, su perro y “su soledad” componen una imagen pintoresca que es recuperada frecuentemente en la multiplicación de imágenes.18 En este caso, su presencia en el primer minuto del vídeo realza la desolación que se busca transmitir. Mientras se lo ve realizando un recorrido en bicicleta se escucha su voz en off relatando brevemente lo ocurrido, acompañada por una música de tono melancólico. Su relato termina con la siguiente frase: “y ya no veo el uso que este lugar tiene para nosotros”. Así, entra el título “Epecuén” y luego de varios timelapse del espacio en ruinas la imagen de Pablo es reemplazada por la del acróbata escocés con su bicicleta de trials. En el resto del vídeo, los timelapse y las imágenes panorámicas se entrelazan con las acrobacias y con temas musicales interpretados por Farewell J.R y The Jezabels, dos bandas del rock/pop indie alternativo.

    Por su parte, la declaración de las ruinas como Monumento Histórico Provincial (2015) y la intervención nocturna organizada por la Secretaría de Turismo de Carhué en conmemoración de los treinta años de la inundación, oficializaron y formalizaron las intenciones de promocionar turísticamente el lugar. La Ley 14.696, que declara al espacio en ruinas como Monumento Histórico Provincial, dispone que el gobierno bonaerense se involucre en la preservación y conservación de las ruinas en miras a fortalecer el turismo en la región. La jornada de conmemoración realizada el 10 de noviembre avanzó en esa dirección con la inclusión en la participación de personas locales. El evento involucró una nueva señalización para marcar con nuevas placas, casas familiares, residenciales y hoteles, y una intervención nocturna con música en vivo en lo que había sido el recreo bailable Bender, que fue difundida en medios de comunicación locales y nacionales.19 Así, se enlazaron


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  16. Sowerby D. y MacAskill D. (2014) Epecuén. [Película]. Disponible en: https://www.youtube. com/watch?v=PiF5HHkHvX0&feature=youtu.be

  17. Algunos ejemplos de coberturas periodísticas y documentales son: Salleh M. (2013) Pablo’s Villa; MiniDocs. (27 de junio de 2014). The last man of Epecuén; Reuters. (9 de julio de 2015). Conoce a Pablo Novak, el hombre más solitario de Argentina; Vesco L. (25 de abril de 2018). Pablo Novak, el hombre de 88 años que custodia las ruinas de Villa Epecuén. La Nación; San Román D. (20 de enero de 2020). Mis disculpas Don Pablo. DSRMedios".

  18. Carhué 40 Audiovisual (Productora) y Gabriel Ruberttone (Director) (2015). Epecuen brilla otra vez luego de 30 años [Cobertura del programa televisivo La Tribu]. Argentina: Carhué. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=bDnSzJFi3pc


    las preocupaciones turísticas con las de conmemoración y se dio a las ruinas una nueva visibilidad.

    Considerando las coberturas periodísticas, las producciones audiovisuales y los eventos turísticos realizados en los últimos años, puede pensarse que la multiplicación de imágenes corrió paralelamente a esa nueva construcción del lugar como destino turístico. La producción de relatos e imágenes sobre Villa Epecuén juega con los leitmotivs antes mencionados y da continuidad a los imaginarios de las ruinas y de los paisajes acuáticos. Son varios los relatos que equiparan la historia del pueblo hundido a las ruinas de Alejandría y a la isla mítica de Atlántida, que se refieren a Epecuén como “pueblo fantasma”, que destacan la omnipotencia de la naturaleza, que observan su parecido con paisajes bélicos y apocalípticos.20 Esos ecos visuales permiten configurar tramas narrativas mixtas en torno a lo acontecido en claves extraordinarias y fantásticas que se retroalimentan entre sí y resuenan en un contexto local donde el pasado hundido y el “vacío” del presente atraen a más turistas y más productores.21 Asimismo, la presencia de las ruinas en contraposición a las fotografías del pasado reaviva su pasado glorioso como balneario.

    En la construcción de algunas de esas narrativas, los ex habitantes participan aportando su testimonio –o su presencia- enlazando –en mayor o menor medida– las memorias del acontecimiento traumático con los relatos de tono mítico-fantástico y con las intencionalidades turísticas. Al respecto, un ejemplo interesante fue la convocatoria para batir un World Record Guiness el 29 de enero de 2017 en el marco de la XV Fiesta Provincial de Turismo Termal. La propuesta, impulsada desde el Municipio de Adolfo Alsina, tenía inicialmente como objetivo superar la marca que había logrado China teniendo 650 personas flotando por más de treinta segundos.22 El evento superó las expectativas: convocó a personas locales y turistas de distintas partes del país y Carhué batió la marca con 1941 personas flotando juntas en Lago Epecuén. Al triunfo se sumó una particularidad: a diferencia del récord chino, gracias a las propiedades minerales del lago, los participantes no necesitaron elementos de flotación como asistencia. La repercusión mediática presentó el triunfo como orgullo provincial y nacional en un marco internacional, y simultáneamente contribuyó a la promoción de Carhué como ciudad turística dedicada al termalismo.23 Así, el


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  19. Sólo por poner algunos ejemplos: Reilly J. (18 de marzo de 2013). The town that drowned: Eerie pictures of the real life Atlantis that was underwater for 25 years. MailOnline; Calvo, P. (18 de enero de 2015). Viaje a la desolación: Epecuén, el balneario fantasma. Clarín; Do Rosario, J. (27 de septiembre de 2016) Villa Epecuén, 20 fotos de un pueblo fantasma. Infobae; Dumas, P. (14 de agosto de 2016). La segunda vida de Villa Epecuén. La Nación.

  20. Entre éstas, resulta interesante destacar la película Los Olvidados, el thriller de Luciano Onetti y Nicolás Onetti producida a fines del 2016 y presentada en el Festival de Cannes en 2017. La película toma como principal locación las ruinas del antiguo Matadero y en su trama incorpora como personajes al equipo de producción que llega al lugar para filmar un documental.

  21. Municipalidad Adolfo Alsina (14 de enero de 2017). Spot Intento Record Guinness - Vení a flotar al lago Epecuén. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=w6PKdgJMJUg

  22. Algunos ejemplos: La Nueva. (30 de enero de 2017). Récord Guinness en Carhué; Canal Siete BB. (30 de enero de 2017). Record Guiness Epecuén; Bermúdez, G. (29 de enero de 2017). Récord en el lago Epecuén: hubo 2 mil personas flotando a la vez y entraron al Guinness. Clarín; Gorski A. (1 de febrero de 2017). Epecuén: la historia de un récord Guiness del que habla el mundo. Infobae.; Estados Unidos no pudo arrebatarle el récord Guinness de flotación al Lago Epecuén de Carhué; (10 de junio 2019). Todo Provincial.


    evento, además de reactualizar los relatos vinculados al poder curativo y milagroso de las aguas, reavivó el orgullo local como destino turístico y habilitó nuevas formas creativas de “estar juntos”.


    Consideraciones finales


    Las imágenes y los relatos construidos en torno a las ruinas de Villa Epecuén despliegan un abanico de memorias e imaginarios que se superponen alimentando tanto la imaginación como la frivolidad y la fantasía. Esa multiplicidad se vincula con el carácter inacabado del acontecimiento y con la fascinación que suscitan los imaginarios de paisajes acuáticos –“aguas benéficas”, “aguas violentas”, “aguas termales”, “aguas saladas”-, de balnearios y de ruinas. Particularmente, sobre los paisajes en ruinas, Augé (2006) ha señalado:


    No hay paisaje sin mirada, sin conciencia del paisaje. El paisaje de las ruinas que no reproduce ningún pasado y que, desde el punto de vista intelectual, hace alusión a múltiples pasados y es, en cierto modo, doblemente metonímico, propone a la mirada y a la conciencia la doble evidencia de una funcionalidad perdida y de una actualidad gratuita. Es un paisaje que impone a la naturaleza un signo temporal, y en respuesta, la naturaleza termina de eliminar su carácter histórico empujándolo hacia lo intemporal” (2003: 46).


    En el caso de Epecuén, las ruinas nos enfrentan directamente a las discusiones sobre la división entre naturaleza/cultura y a la experiencia de un pasado reciente. Si bien los relatos de tono mítico-fantástico insertan la historia del pueblo en un tiempo inmemorial, lo acontecido devuelve una historicidad que aparece a través de las memorias locales. Esos testimonios no son ajenos a las preocupaciones turísticas en tanto la experiencia que los sustenta se halla ligada a un espacio vivido en torno a la actividad balnearia, es decir, a una trama socioeconómica dependiente del turismo. De esa manera, se puede pensar que los escombros portan una materialidad afectiva en tanto vestigios de los propios lugares habitados (casas, residenciales, hoteles, calles, negocios, pueblo) y simultáneamente se constituyen en ruinas turísticas destinadas a la contemplación. Entre la funcionalidad perdida y su actualidad gratuita existen distintos ensayos (coberturas, eventos, producciones) que contribuyen de distintas maneras a la nueva oportunidad turística, a su visibilización, exposición y espectacularización.

    En este punto, resulta interesante recordar que Michael Foucault (1984) había señalado que las ciudades de veraneo se constituyen en heterotopías crónicas y Graciela Silvestri (2015) al recuperar sus ideas, había conceptualizado los paisajes acuáticos como heterotopías felices. En este caso, la multiplicación de imágenes sobre la inundación y las ruinas actualizan genealogías mítico-fantásticas que alimentan el poder de ensoñación (Bachelard, 2000) y la imaginación (Didi-Huberman, 2013), lo que compone un ensamble (Andermann, 2008) donde se superponen distintas temporalidades, espacialidades e intencionalidades. Se podría pensar, entonces, que la promoción turística de las ruinas de Villa Epecuén y el impulso de Carhué como ciudad termal versa sobre la fantasía nostálgica de un pasado glorioso ligado al imaginario vacacional que habilita distintos usos de las ruinas con el objetivo de reconstruir e impulsar una nueva trama socioeconómica. La melancolía del espacio-tiempo perdido y la “fascinación” del presente en ruinas abren un nuevo capítulo para el turismo local mediatizado por imágenes, relatos de tono mítico-fantástico y a veces por testimonios locales.

    Siguiendo a Urry (2018) el turismo se basa en una distinción entre lo familiar y lo lejano, es decir, una división básica entre lo ordinario/cotidiano y lo extraordinario, que permite ofrecer experiencias placenteras y objetos de contemplación que están por fuera de lo común cotidiano y que producen distintas zonas liminales (2018: 59-60).24 En este caso, a la oferta de “experiencias placenteras” de un paisaje acuático –ciudad termal– se le superpone la experiencia de fascinación y extrañamiento de un paisaje en ruinas de un pueblo que podría ser “cualquier otro”. Podría pensarse que la atracción de este lugar como destino turístico reside en una situación de proximidad y alejamiento donde los vestigios a contemplar no son de “culturas lejanas”, sino de un balneario cercano, conocido, que después de “hundido”, “reemergió” reavivando sus relaciones contradictorias con las aguas “milagrosas” y “malignas”. En un contexto de preocupaciones turísticas y ante la multiplicación de imágenes por parte de fotógrafos, cineastas, turistas, periodistas y personas locales, aparece la problemática del espectáculo y las imágenes-fetiche en un lugar atravesado por memorias de un acontecimiento traumático.

    En otros trabajos sobre este lugar (Balbé y Díaz, 2015; Lastra, 2017; Balbé y Torres Agüero, 2020) se ha reflexionado cómo las relaciones entre imagen y performance pueden dinamizar encuentros y procesos de memoria vinculados a lo acontecido y cómo las intervenciones en modo de escenario o escena pueden dialogar o subestimar de distintas maneras las lógicas espaciales histórico-afectivas. Considerando que la reaparición de Villa Epecuén en forma de ruinas, por un lado, implicó abrir cofres íntimos (Bachelard, 2000), movilizar relatos (Myerhoff, 1980) e imágenes (Didi-Huberman, 2013) y re-habitar el espacio al recorrer, marcar y visibilizar los espacios vividos, a la vez que abrió varias preguntas en


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  23. Esta caracterización se fundamenta en una revisión teórica sobre los estudios del turismo y en algunas reflexiones sobre la temática de Victor Turner y Edith Turner. Según el autor, el proceso de producción de lugares turísticos implica una suerte de sacralización que se revela en el análisis turneriano sobre el peregrinaje. Siguiendo ese trabajo serían tres las etapas involucradas en esos procesos: 1) la separación social y espacial del lugar normal de residencia y de los lazos sociales convencionales 2) liminalidad, cuando la persona se encuentra en una “anti-estructura” fuera de tiempo y lugar acostumbrado y donde las ataduras sociales convencionales se suspenden para dar lugar a lazos de "communitas” y experimentar lo sagrado o sobrenatural 3) la reintegración al grupo social previo, a veces ocupando un status más alto. Siguiendo a MacCanell, agrega que en la experiencia turística muchas de las obligaciones cotidianas están suspendidas habilitando una licencia para una conducta “no seria”, permisiva y juguetona y alentando una “communitas” no forzada o un acercamiento social (Urry:2018: 59).


torno a la conservación, patrimonialización y promoción turística, puede pensarse que si para los turistas la visita al Lago Epecuén y sus ruinas suscita distintas formas de liminalidad relajadas o “no forzadas” –en los términos de Urry–, para los locales, las prácticas memoriales y los distintos usos espectacularizados del espacio dan la posibilidad de activar estados liminares y sentimientos de communitas frente al drama social (lo acontecido) al abrir nuevos horizontes. En línea con Victor Turner (2002, 2002b.), puede pensarse que la multiplicación de imágenes sobre Epecuén y los diversos usos del espacio en ruinas denotan que no se ha llegado a una fase posliminar (un nuevo tiempo-espacio estructurado). El carácter inacabado del acontecimiento, la fascinación ligada a los imaginarios de paisajes acuáticos, de balnearios y ruinas, y la reciente patrimonialización del lugar habilita que los “experimentos” (reajustes) vinculados al drama social sigan operando y adquiriendo diversas formas. En un contexto de intencionalidades y emocionalidades superpuestas, cabe evaluar, a nivel local, la repercusión y resignificación de esas diferentes producciones y “experimentos” visuales-performáticos; reflexionar cómo las imágenes difundidas arden en mayor o menor medida en relación a lo acontecido; y pensar en qué medida esos nuevos usos espaciales, ya sean concebidos como escena o escenario, habilitan rituales colectivos y sentimientos de communitas o devienen meramente en espectáculo si es que estos pueden considerarse mutuamente excluyentes-–.


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