Los estudios sociales de la economía en la Argentina

La Escuela IDAES en su emergencia, consolidación e institucionalización

Pablo Figueiro1
Alejandro Gaggero
2
Pablo Nemiña
3
María Soledad Sánchez
4

Resumen

Desde hace aproximadamente cuarenta años, asistimos a un proceso de redescubrimiento de la economía y sus procesos como objetos de conocimiento en las ciencias sociales. En el marco de una proliferación de trabajos teórica y metodológicamente heterogéneos en los campos de la sociología y la antropología económicas, las ciencias sociales han vuelto a reflexionar sobre los procesos, objetos y prácticas económicas con una mirada crítica sobre las teorías económicas mainstream.

Este trabajo propone un recorrido por la trayectoria de los estudios sociales de la economía en la Argentina, tematizando el protagonismo que la Escuela IDAES ha tenido en la emergencia y el desarrollo del campo desde su fundación, así como su contribución a nivel regional e internacional. Al mismo tiempo, se busca abordar las líneas y objetos de investigación que se han desarrollado en estos últimos 25 años, en diálogo con las diversas agendas que han marcado los 40 años de democracia en la Argentina.

Palabras clave: sociología económica, antropología económica, Argentina, EIDAES, democracia

Abstract

For approximately forty years, we have witnessed a process of rediscovering the economy and its processes as objects of knowledge in the social sciences. Within a proliferation of theoretically and methodologically diverse works in the fields of economic sociology and anthropology, the social sciences have once again reflected on economic processes, objects, and practices with a critical perspective on mainstream economic theories.

This work proposes a journey through the trajectory of social studies of economy in Argentina, focusing on the role that the EIDAES has played in the emergence and development of the field since its foundation, and its contribution at the regional and international levels. At the same time, it aims to address the lines of research and objects that have developed in these 25 years, in dialogue with the various agendas that have taken place in these 40 years of democracy in Argentina.

Keywords: economic sociology, economic anthropology, Argentina, EIDAES, democracy.

Introducción

Desde hace aproximadamente cuarenta años, asistimos a un proceso de redescubrimiento de la economía y sus procesos como objetos de conocimiento en las ciencias sociales. Si la Pax Parsoniana había establecido, a partir de mediados del siglo XX, un orden de distribución y distinción disciplinar relativamente estabilizado entre objetos estrictamente sociológicos y estrictamente económicos (Heredia y Roig, 2008), hacia los años ochenta, esa separación comenzó a ser crecientemente cuestionada. En el marco de una proliferación de trabajos teórica y metodológicamente heterogéneos en los campos de la sociología y la antropología económicas, las ciencias sociales han vuelto a reflexionar sobre los procesos, objetos y prácticas económicas con una mirada crítica sobre las teorías económicas mainstream.

Si bien los desarrollos producidos en las academias anglosajonas y francesas tuvieron un lugar protagónico en la historia de la sociología económica, el campo también se ha expandido en América Latina, en general, y en la Argentina, en particular. A través de redes de investigación interdisciplinarias conformadas por sociólogos, antropólogos e historiadores, la construcción de espacios institucionales de investigación y formación, y la creación de agendas novedosas de investigación, los estudios sociales de la economía se han consolidado en nuestro país en las últimas décadas.

Este trabajo propone explorar la trayectoria de los estudios sociales de la economía en la Argentina, destacando el protagonismo que la Escuela IDAES ha tenido en la emergencia y desarrollo del campo desde su fundación y su impacto a nivel regional e internacional. Al mismo tiempo, se busca abordar las líneas y objetos de investigación que se han desarrollado en estos últimos 25 años, en diálogo con las diversas agendas que han tenido lugar en estos 40 años de democracia en la Argentina.

La sociología económica: tópico clásico, revitalización contemporánea

El redescubrimiento de la economía y sus procesos como objetos de conocimiento en las ciencias sociales constituye una tendencia novedosa de las últimas décadas. Sin embargo, las instituciones, procesos y prácticas económicas han sido problemas centrales para la sociología desde sus inicios a finales del siglo XIX. Los desarrollos teóricos de Karl Marx, Émile Durkheim, Max Weber y Georg Simmel, gestados a la luz de la revolución industrial, la expansión de los mercados, el rol central de los Estados y la irrupción del dinero como equivalente de intercambio generalizado evidencian la preocupación de la naciente sociología por dar cuenta de estas grandes transformaciones que inauguraron la sociedad moderna. Estos esfuerzos no solo abordaron la economía desde la sociología, sino que también redefinieron y subvirtieron lo que debía entenderse por economía y su especificidad, así como sus vínculos con otras dimensiones de lo social. Es más bien este gesto de interrogación radical el que se ha redescubierto en las últimas cuatro décadas. Aunque las respuestas han sido variadas, todas comparten el presupuesto de que la economía no es un campo que deba ni que pueda ser monopolizado por una única disciplina.

El interés de los sociólogos clásicos por los procesos económicos no fue solo el resultado de los vertiginosos cambios sociales que observaban en los comienzos de la modernidad. En la historia de consolidación de la sociología como disciplina autónoma, los debates con las escuelas económicas de la segunda mitad del siglo XIX acerca de la imposibilidad de separar los aspectos económicos del conjunto de los fenómenos sociales fueron relevantes en la construcción de la perspectiva propiamente sociológica sobre el individuo, la sociedad y los grupos que la componen. Con la excepción de Marx, el resto de los clásicos escribió con posterioridad a la denominada “revolución marginalista”, la cual constituye la variante hegemónica de la disciplina económica hasta el día de hoy, centrada en la búsqueda de leyes universales, la construcción de modelos matemáticos y la persecución de eficiencia sobre la base del supuesto del accionar individual. La discusión con dicha escuela implicó una disputa en el corazón mismo de la concepción moderna de sociedad, pensada teórica y políticamente como una sociedad de individuos que interactúan bajo la lógica de un mercado autorregulado, operación en la que la ciencia económica tuvo un lugar central (Dumont, 1999).5 Afirmar entonces, como lo hizo la sociología desde sus inicios, que las acciones económicas deben entenderse como inmersas en relaciones sociales complejas (y no como actos racionales individuales), y que los procesos económicos no pueden desanudarse de sus dimensiones institucionales, políticas, culturales, morales e incluso religiosas, tiene implicancias teóricas en la forma en que entendemos lo social y el lugar de los individuos. Pero, además, estas discusiones teóricas se articulan con disputas políticas sobre las formas de abordar problemáticas sociales, particularmente en su dimensión económica. Esto es central, por ejemplo, para pensar el lugar de los derechos sociales en nuestras democracias frente a la lógica del mercado, y tiene traducciones concretas en discusiones como las del salario universal o el acceso a la tierra.

Sin embargo, hacia mediados del siglo XX, los procesos, agentes y objetos económicos habían perdido el protagonismo que la sociología clásica les había otorgado en sus inicios. Aunque las influyentes producciones de Marcel Mauss y Francois Simiand en las décadas de los veinte y treinta constituyen importantes excepciones, el interés por la vida económica de las sociedades se había convertido en una preocupación marginal en el campo de la sociología. Este hecho era el resultado, como señala Stark (2009), de la división del trabajo intelectual que caracterizó buena parte del siglo XX, que asignó a los economistas el problema del valor y a los sociólogos el de los valores en su sentido no pecuniario. La denominada Pax Parsoniana, que tuvo lugar entre finales de los años treinta y comienzos de los sesenta (Gautié, 2004), se caracterizó por una parcelación de los fenómenos sociales que contribuyó a que las diversas disciplinas se enfocaran en sus respectivos campos de incumbencia con relativa autonomía. En este esquema, la sociología económica quedaría reducida al interés por las precondiciones institucionales de la vida económica, cuyos objetos y procesos pertenecen a la ciencia económica.

Si la Pax Parsoniana había logrado establecer un orden de distribución y distinción disciplinar relativamente estabilizado entre aquellos objetos estrictamente sociológicos y aquellos estrictamente económicos (Heredia y Roig, 2008), hacia finales de los años setenta y, con mayor fuerza en los ochenta, esa separación comenzó a ser crecientemente cuestionada. La historia es ya conocida (Swedberg, 1994; Steiner, 2011; Orléan, 2005): la sociología económica comenzó a institucionalizarse como una subdisciplina a principios de los años ochenta, con la emergencia de la denominada “Nueva Sociología Económica” (NSE) en el campo académico norteamericano –entre los que se destacan los trabajos de Harrison White (1981), Mark Granovetter (1974), Richard Swedberg (2005) y Neil Smelser (1963), considerados como los organizadores intelectuales de la perspectiva en los Estados Unidos–.

El contexto de esta revitalización disciplinar es muy singular y recuerda algunas de las características del contexto y los debates que, casi un siglo antes, enfrentaron los sociólogos clásicos. Por un lado, las décadas del setenta y ochenta son las de una redefinición del funcionamiento de las sociedades capitalistas. La expansión de los procesos de financierización (Krippner, 2012; Langley, 2008), de la mano de la desregulación y liberalización de diversos dominios de la vida social, como las relaciones laborales o la seguridad social, que hasta entonces habían estado regulados o a cargo de los Estados de Bienestar, se tradujeron en cambios económicos, políticos y sociales de gran magnitud. Al mismo tiempo, en directa vinculación a esos procesos, aquellas décadas fueron también las de la consagración de las teorías económicas neoclásicas, cuyo desarrollo tuvo como epicentro la Universidad de Chicago y a autores como Milton Friedman. Estos entendían a la economía como una esfera autorregulada de acción, analítica y empíricamente distinguible de la sociedad, la cultura y la política, cuya lógica se define por la maximización de las ganancias, y al individuo como un homo economicus gobernado por una racionalidad puramente instrumental que hace posible la acción económica como resultado de una evaluación en términos de costo-beneficio. Si el resurgimiento de la sociología económica supuso determinadas condiciones institucionales, financieras y académicas que habilitaron espacios de profesionalización, de circulación internacional de investigadores e investigadoras y de diversificación de las agendas, no es menos cierto que su renovada vitalidad puede interpretarse como una necesidad de volver a indagar en los procesos, objetos y agentes económicos en un contexto tanto de redefinición de las lógicas económicas globales como de un nuevo auge de la ciencia económica ortodoxa.

Frente a la hegemonía de las teorías neoclásicas y a las tentativas de “economizar” objetos históricamente sociológicos como las relaciones familiares, el delito o la discriminación (encarnadas, entre otros, en el economista Premio Nobel, Gary Becker), la nueva sociología económica propuso entonces observar y analizar objetos que por largas décadas habían sido monopolizados por el saber económico, señalando que toda acción económica se encuentra enraizada en la estructura o relaciones sociales. No es de extrañar que los primeros objetos que llamaron la atención de la NSE hayan sido los mercados, las industrias y las firmas, mostrando cómo sus dinámicas se enlazaban a las de relaciones sociales e institucionales (Granovetter y Swedberg, 1992; Granovetter, 1974, 1985).

Si bien estos trabajos reclaman una innegable relevancia para el desarrollo de la sociología económica en las últimas décadas, fueron solo el comienzo de una compleja y heterogénea renovación disciplinar. En los años siguientes, y en distintas latitudes, asistimos a una proliferación de trabajos –aunque teórica y metodológicamente muy heterogéneos– en los campos de la sociología y la antropología económicas, que se proponen reflexionar sobre los procesos, objetos y prácticas económicas con una mirada crítica, no solo de las teorías económicas mainstream, sino también de los desarrollos de la nueva sociología económica. Las nuevas perspectivas entendían que la NSE se había limitado a considerar lo social como un mero contexto o caparazón de la actividad económica, que seguía siendo definida según los sistemas de intercambio racionales y utilitarios de la ciencia económica (Bourdieu, 2010; Callon, 2008; Zelizer, 2008). De esta forma, florecen líneas de indagación motivadas por la crítica a la supuesta ubicuidad del modelo de acción racional y la eficiencia y autorregulación de los mercados (Beckert, 2016).

En el campo anglosajón, la obra de Viviana Zelizer (2009, 2011) recupera el interés de la sociología por el dinero como objeto de indagación, señalando la pluralidad de usos y significados que le otorgan las personas, lejos de la pretendida neutralidad y fungibilidad universal de la teoría económica. Asimismo, el desarrollo del neo-institucionalismo sociológico de autores como Fligstein (1996) y DiMaggio (Di Maggio y Powel, 1983) comienza a abordar la relación entre política, Estado y mercados. También la denominada sociología de las finanzas, de la mano de diversos autores como Karin Knorr Cetina (2005), Alex Preda (Knorr Cetina y Preda, 2005, 2012), Donald MacKenzie (2006), Marion Fourcade (Fourcade y Healy, 2013) y Natacha Van der Zwan (2014), entre muchos otros, se dedica al estudio de distintos aspectos de la construcción y las dinámicas sociales de los mercados financieros contemporáneos, o bien en su creciente articulación con la economía de los hogares. Paralelamente, también en Francia la sociología económica se renueva a través del despliegue de diversas tradiciones en las últimas décadas. La escuela regulacionista, en la que se destacan las obras de Michel Aglietta (1976), André Orléan (2011) y Bruno Théret (2007), aporta a la comprensión de la moneda y las finanzas contemporáneas, en particular, desde el análisis de sus crisis. La sociología de Pierre Bourdieu y sus herederos, como Marie-France García (1986), recupera la teoría de los campos para la comprensión de las estructuras sociales de la economía, es decir, de las relaciones sociales (de fuerza) que constituyen y transforman los fenómenos económicos. La teoría de la justificación y la economía de las convenciones de Luc Boltanski y Laurent Thévenot (1991), que, con diferencias, se concentran en los modos (siempre plurales) de coordinación, cognición y evaluación que hacen posibles la acción económica. A partir de los años 90, en el marco de la consolidación de los estudios de la ciencia y de la tecnología en Europa, los trabajos de Michel Callon (1998) y Fabian Muniesa (Callon y Muniesa, 2005) invitan a reflexionar sobre la centralidad del saber económico en la performatividad de los espacios, objetos y racionalidades económicas. Por su parte, y recuperando la tradición alemana particularmente sensible a la reflexión teórico conceptual, desde el Instituto Max Planck, Jens Beckert (2016) señaló el carácter socialmente construido de la racionalidad en tanto intencionalidad, y el rol de las expectativas ficcionales en ese proceso. También aportó a los estudios sobre el orden social de los mercados, tanto legales como ilegales (Beckert y Dewey, 2017).

Aunque con una tradición más nutrida y constante (como atestigua el debate entre formalistas y sustantivistas), en paralelo al desarrollo de la sociología económica de las últimas décadas, se fueron desplegando además estudios antropológicos sobre la economía que, recuperando teorías clásicas de su disciplina, van “más allá de la gran división” y se inclinan al análisis etnográfico de procesos económicos contemporáneos (Dufy y Weber, 2009). La antropología del dinero, que cuenta entre sus pioneros a autores como Keith Hart (1986), Marc Bloch y Jonathan Parry (1986) y Jane Guyer (1995, 2004), reflexionan sobre la pluralidad monetaria en diversas latitudes y espacios sociales. En conexión con esta cuestión, la antropología ha explorado la producción de una teoría unificada del valor que dé cuenta de la multiplicidad de valores monetarios y no monetarios que coexisten en diversas sociedades, incluso (y especialmente) en el contexto mercantil (Appadurai, 1986; Graeber, 2001; Sahlins, 2013). Los estudios sobre mercados han sido un punto clave para la comprensión de fenómenos centrales de nuestras propias sociedades, mostrando las condiciones y consecuencias materiales y culturales que suponen (Carrier, 1997), así como los procesos de mercantilización que implican (Kopytoff, 1986; Hochschild, 1988) y su consumo (Douglas e Isherwood, 1979). Más recientemente, ha sido significativo el desarrollo de estudios etnográficos en mercados financieros a lo largo de diversos países del globo, especialmente a partir de la creciente profundidad y alcance de las crisis financieras, centrándose en sus dimensiones culturales e institucionales, así como en las prácticas cotidianas de sus actores (Maurer, 2005; Zaloom, 2006; Ho, 2009; Musaraj, 2020).

Aunque la descripción anterior no pretende ser exhaustiva, y la separación analítica entre el campo anglosajón y el francés en sociología, o entre esta disciplina y la antropología, no reflejan adecuadamente las múltiples interconexiones existentes entre las tradiciones, autores y agendas de investigación en el campo, nos permite dar cuenta del vasto y potente desarrollo que la reflexión sociológica y antropológica sobre la economía adquirió en las últimas décadas. Estos múltiples desarrollos se tradujeron, asimismo, en un incremento de los centros de investigación, programas de posgrado, asociaciones disciplinares, reuniones científicas, publicación de revistas y de Handbooks dedicados a la temática, indicadores todos ellos del posicionamiento que ha logrado la sociología económica a nivel global.

Los estudios sociales de la economía en la Argentina. La Escuela IDAES como institución para su consolidación y expansión

El desarrollo de la sociología económica se ha consolidado también en América Latina en general y en Argentina en particular, en especial a partir del nuevo milenio. Aunque la preocupación y el interés por el carácter social y político de los procesos económicos tienen una larga historia regional, que se despliega en paralelo con el desarrollo del estructuralismo latinoamericano, las teorías de la dependencia, la economía política del desarrollo y la economía política internacional en las décadas previas (Tussie y Chagas Bastos, 2022), a partir de los años 2000 se producen cambios de relevancia en el campo. Tal como señalan Aldo Madariaga y Felipe González (2018), es entonces cuando los investigadores abocados al análisis de los fundamentos políticos, sociales y/o morales de la economía comienzan a reconocerse a sí mismos como “sociólogos de la economía” y a ser cada vez más influenciados por los diversos desarrollos de las academias anglosajonas y francesas. A la tradición de la economía política y las investigaciones sobre temas como el desarrollo, la estructura de las empresas, el rol del Estado en la construcción de los mercados o los patrones de riqueza, se le sumarán nuevas perspectivas y objetos de investigación, impulsados por los contactos e intercambios académicos de los investigadores jóvenes con centros y textos europeos y norteamericanos. En especial, a partir de la fuerte influencia que las obras de varios de los especialistas mencionados en la sección precedente tienen en las primeras décadas de los 2000. Las prácticas monetarias de los sectores populares, los saberes económicos expertos y ordinarios, las valuaciones y los cálculos monetarios de los agentes, los usos y significados sociales del dinero en contextos de pluralidad monetaria, son algunos de los temas que se integrarán a la agenda de trabajo de la sociología económica en América Latina.

Además, las fronteras disciplinarias entre la sociología, la antropología y la historia se volvieron mucho más difusas y dinámicas en nuestra región. Esta permeabilidad disciplinaria dio origen a una nueva forma de denominación del campo: los estudios sociales de la economía. Los estudios sociales de la economía reúnen los trabajos e intereses de sociólogos, antropólogos e historiadores que se interrogan sobre los fenómenos económicos desde perspectivas alternativas a la teoría económica. Sin dudas, la singular configuración de los estudios sociales de la economía se vinculó con un contexto que favoreció el desarrollo de espacios institucionales, redes interpersonales y agendas de investigación que sobrepasaron los cercos disciplinares (Wilkis y Fridman, 2018) en y entre países como Brasil, Chile, Colombia, México y Argentina. Grupos como el Núcleo de Pesquisas em Cultura e Economia (NuCEC) en Brasil; el Centro de Estudios Sociales de la Economía de la Escuela IDAES; el portal de Estudios de la Economía motorizado desde la Universidad Diego Portales en Chile; el Grupo de Socioeconomía, Instituciones y Desarrollo en Colombia; los investigadores y las investigadoras del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y del Centro de Estudios Sociológicos en el Colegio de México, por mencionar solo algunos, se nutren de diversas perspectivas y abordajes metodológicos, pero mantienen un diálogo común, el de las diversas formas de complejizar la economía como fenómeno que no se atiene a unos pocos postulados.

En diálogo con las teorías e investigaciones desarrolladas en los centros académicos europeos y norteamericanos, los estudios sociales de la economía en América Latina buscaron al mismo tiempo establecer agendas propias que recuperen tanto las tradiciones locales de pensamiento como las particularidades y desafíos que presentan los procesos globales en la región. El intento por participar de una discusión transnacional común, aunque desde una perspectiva regional, se tradujo, en años recientes, en la publicación de diversos volúmenes que compilan investigaciones sobre temas centrales de la sociología y la antropología económicas (como las valuaciones monetarias o las formas de endeudamiento) (Wilkis y Roig, 2015; Wilkis, 2018; González y Madariaga, 2018; Guérin, Morvant-Roux y Villarreal, 2014).

En resumen, si hace quince años los sociólogos Mariana Heredia y Alexandre Roig (2008) hablaban de un ambiente favorable a la constitución del campo en los países latinoamericanos, en la actualidad es posible afirmar que se trata de un campo afianzado y en continua expansión. Países como Brasil, Chile, Colombia, México y Argentina lograron progresivamente conformar una red de investigadores e investigadoras que, frente a desafíos similares, han contribuido con sus agendas a pensar las particularidades de los procesos regionales y locales, estableciendo un diálogo crítico con las perspectivas centrales.

En el caso argentino, los estudios sociales de la economía se desarrollaron y consolidaron en el nuevo milenio a partir de un doble movimiento.6 Por un lado, de una recuperación y reactualización de los problemas y debates clásicos de la economía política de los años ochenta y noventa, como el desarrollo, la desigualdad, las elites, los empresarios y las empresas. Por el otro, de la emergencia de una agenda de investigación orientada por las tradiciones contemporáneas de la sociología y la antropología económica, que incorpora nuevos tópicos, como la economía de los sectores populares, las prácticas monetarias y financieras de diversos actores económicos, los usos y sentidos del dinero, los saberes y las prácticas expertas. Aunque con intereses y focos distintos, ambas líneas abordan problemáticas fundamentales de la compleja historia reciente argentina (pero también de nuestra región). No casualmente los objetos privilegiados de las investigaciones dentro de la sociología económica en nuestro país se vinculan a los procesos y los cambios económicos y sociales que se producen desde la última dictadura militar. Desde las transformaciones en la estructura productiva y en las elites empresariales, las reiteradas crisis financieras e inflacionarias, el crecimiento de la desigualdad social, el ascenso de los economistas y del saber experto en la vida pública a la generalización de los usos del dólar, el surgimiento de mercados y monedas paralelas, los usos y sentidos del dinero, el endeudamiento y el consumo en los hogares populares, y las desigualdades de género. Un recorrido por la agenda de los estudios sociales de la economía en nuestro país sigue palmo a palmo los tópicos fundamentales que han marcado en buena parte los desafíos de la democracia durante estos cuarenta años.

Pero el crecimiento y consolidación del campo de los estudios sociales de la economía en nuestro país no se explica únicamente por las problemáticas que aborda. Se trata de un proceso que ha tenido como condición de posibilidad el contexto institucional que promovió el desarrollo de la investigación en ciencias sociales desde mediados de los años 2000. El aumento de los fondos destinados a la investigación (en especial, a través del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), el crecimiento y consolidación de las nuevas Universidades Nacionales y de la oferta de programas de posgrado, así como la mayor densidad de vínculos internacionales (sobre todo a través de la formación en universidades extranjeras y de los proyectos de investigación cofinanciados) ayudaron a constituir espacios de formación e intercambio que propiciaron el desarrollo de nuevos temas al calor de las nuevas y complejas dinámicas sociales locales y globales (Benzecry y Heredia, 2017).

La Escuela IDAES de la Universidad Nacional de San Martín tuvo un papel destacado en este proceso. Si bien expresa solo una parte de la producción local,7 nos parece que cristaliza bien la articulación en torno a trabajos empíricos entre una tradición muy sólida de investigaciones sociológicas sobre la dinámica económica y política de nuestro país y las nuevas orientaciones y objetos que se vienen desarrollando desde hace ya varios años. De hecho, la Maestría en Sociología Económica –creada en 1994 por José Nun, en el marco del Instituto de Altos Estudios Universitarios (IAEU) de la Fundación Banco Patricios– fue la primera en su especialidad y continúa siendo el único programa de posgrado en la región abocado a la formación de especialistas en sociología economía. Durante sus primeros años, el posgrado estuvo fuertemente vinculado a las grandes discusiones de la economía política y reunió a destacados economistas heterodoxos, sociólogos y politólogos, como Mario Damill, Alfredo Monza, Daniel Azpiazu, Hugo Nochteff, Eduardo Basualdo, Susana Torrado, Oscar Oszlak y Ricardo Domínguez. La maestría se transformó en un ámbito de diálogo entre distintas formas de analizar los fenómenos económicos en las ciencias sociales, y muchos de sus docentes fueron referentes durante los años ochenta y noventa en la agenda de investigación, principalmente en temas como el vínculo entre la intervención estatal y el desarrollo y las transformaciones de las elites empresariales. A fines de la década de los noventa, el IAEU fue transferido a la órbita de la Universidad Nacional de San Martín, lo que dio origen al Instituto de Altos Estudios Sociales (hoy Escuela IDAES). Durante los años siguientes, dejaría de ser exclusivamente un centro de posgrados para transformarse en un instituto, incorporando a decenas de investigadores y becarios y sumando asimismo carreras de grado. Desde entonces, la Maestría en Sociología Económica se ha consolidado como una pieza clave en la construcción y expansión del campo, con más de ochenta graduados, la permanente reactualización de su programa de estudios a partir de la incorporación de los nuevos desarrollos en sociología y antropología, y de la cooperación con instituciones afines.

En este marco, en el año 2006 se creó el Centro de Estudios Sociales de la Economía (CESE), el primer centro de investigación del Instituto. Allí confluyeron una nueva generación de investigadores e investigadoras, que recogieron agendas con una larga tradición en el campo académico local y las pusieron en diálogo con debates del campo de la sociología económica a nivel global. Desde su fundación, el CESE organiza las “Jornadas de Estudios Sociales de la Economía” con un triple objetivo: ser un espacio de encuentro y de diálogo para especialistas con inquietudes afines, potenciar la sinergia con la Maestría en Sociología Económica, y enriquecer el campo con nuevas agendas y debates. Hasta hace apenas 15 años, por citar solo un ejemplo, hablar de dinero desde la sociología o la antropología (al menos del de nuestras sociedades) parecía una excentricidad, mientras que hoy es evidente que se trata de una institución social no reductible a dimensiones técnicas cuya comprensión requiere de las ciencias sociales en conjunto. Las Jornadas de Estudios Sociales de Economía ya llevan catorce ediciones, con la participación de cientos de investigadores, becarios y estudiantes de toda América Latina.

Desde sus inicios, el Centro de Estudios Sociales de la Economía albergó y promovió la renovación y desarrollo de las dos líneas de trabajo mencionadas anteriormente. Una línea de trabajo –impulsada a partir de los trabajos de Ana Castellani, Mariana Heredia, Martín Schorr y Gastón Beltrán– estuvo centrada en las transformaciones de las elites empresariales y tecnocráticas, y su vínculo con las políticas públicas durante la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI.

Las investigaciones pioneras retomaron algunos de los grandes temas de la economía política y la historia económica local incorporando abordajes de la sociología del desarrollo, la sociología económica y de las elites, lo cual les permitió analizar dimensiones ignoradas o relegadas por el saber económico convencional: el poder político y las formas de acción colectiva de las elites económicas (Beltrán, 2012), las redes de relaciones entre grandes empresarios y funcionarios públicos (Castellani, 2009 y 2012), la conformación del grupo de los expertos en economía (Heredia, 2015), los cambios en la industria (Schorr, 2004), entre otras. En el marco de estas líneas de trabajo, posteriormente se desarrollaron investigaciones sobre las transformaciones en el empresariado (Gaggero, 2013; Gaggero, Schorr y Wainer, 2014; Navarro, 2020; Pérez Almansi, 2022), la política de la relación entre los organismos financieros internacionales como el FMI y los países en desarrollo (Nemiña, 2017, Nemiña y Val, 2019), la acción colectiva de la Unión Industrial Argentina (Dossi, 2009), la intervención económica estatal sectorial durante la última dictadura cívico-militar (Iramain, 2013), las redes sociales conformadas entre el mundo empresarial y el eclesiástico (Motta, 2014), las transformaciones en los sectores hidrocarburífero (Serrani, 2020) de transporte (Pérez, 2014), entre otras. En los últimos años, el CESE ha confederado buena parte de estas perspectivas en investigaciones sobre la evolución de las elites socioeconómicas durante las últimas décadas (Heredia, 2022; Beltrán y Castellani, 2013).

Estas investigaciones establecieron un diálogo con otros grupos de trabajo que, más allá de diferencias disciplinarias y de las diversas trayectorias institucionales, también protagonizaron la expansión del campo de los estudios sociales de la economía, como el Área de Estudios sobre la Industria Argentina y Latinoamericana (AESIAL), el Área de Estudios Urbanos del Instituto Gino Germani, el Área de Economía y Tecnología y de Relaciones Internacionales de FLACSO Argentina, entre otros.

Una segunda línea de investigación se concentró en los estudios sobre el dinero y las prácticas financieras de los individuos y los hogares, en especial desde perspectivas cualitativas y etnográficas. Nuevamente, esta preocupación se vincula con el lugar privilegiado que reclaman hoy en día las formas monetarias y la organización de las finanzas para abordar tópicos sociológicos clásicos como la desigualdad, el poder o la integración social (Roig y Wilkis, 2015), en sociedades cada vez más financiarizadas. El estudio de las prácticas y circuitos monetarios como grandes conectores sociales tiene teórica y metodológicamente la potencia para recomponer una pluralidad de relaciones sociales, familiares, políticas, culturales y morales en las que se teje el polimorfismo de la vida económica contemporánea signada por el creciente papel de las finanzas. El dinero funciona como un prisma a través del cual observar las múltiples formas del trabajo (en las fábricas pero también en los pliegues de la economía popular, en los grandes circuitos urbanos pero también al interior de los hogares); las diversas relaciones de crédito y de endeudamiento y su relación con regímenes de poder; las nuevas modalidades de producción de valor y extracción de ganancia; los escenarios en los que se generalización ciertas monedas o instrumentos financieros; las relaciones fiscales o el impacto de las políticas sociales y de redistribución; las lógicas del gasto, ahorro e inversión (públicas y privadas, domésticas y organizacionales) y su vinculación con los órdenes sociales, domésticos y afectivos.

Estos desafíos se vieron reflejados en diversos objetos empíricos tales como la construcción política e institucional de la moneda (Roig, 2016), la sociología moral del dinero en los sectores populares (Wilkis, 2017); la configuración de los mercados y repertorios financieros locales, centrándose en el uso de múltiples monedas (especialmente, el dólar norteamericano) (Luzzi y Wilkis, 2019; Sánchez, 2018); las características del proceso de financiarización de los individuos y los hogares a nivel local (Luzzi, 2021); el rol de los dispositivos sociotécnicos en las prácticas financieras de los individuos y las empresas (Arraras, 2022; Hadad, 2019); las tramas de la economía popular (Roig, 2017); las lógicas de consumo, gasto y endeudamiento en los sectores populares (Figueiro, 2022; Moyano, 2021)); las políticas sociales estatales y su vinculación con los repertorios financieros de los hogares de sectores populares (Hornes, 2020; Rubinstein y Baglietto, 2023); los procesos de mercantilización del cuerpo y las dimensiones sexogenéricas (Puglia, 2022); las prácticas de inquilinos y propietarios en el mercado de alquileres (Labiano, 2022); los procesos de valuación monetaria en diversos mercados y relaciones sociales (Wilkis, 2018), e incluso los replanteamientos sobre los sentidos del capital (Dapuez, 2022).

En los últimos años, las prácticas monetarias y financieras de las personas se han transformado de modo radical a partir de la proliferación de un conjunto de innovaciones técnicas que hicieron posible la creación y expansión de monedas, organizaciones y dispositivos financieros digitales. Aunque de existencia previa, las medidas sanitarias implementadas durante la pandemia del covid-19 durante 2020-2021 han promovido la expansión de medios de pago virtuales, así como de nuevas formas y oportunidades de crédito, ahorro e inversión disponibles masivamente a través de dispositivos tecnológicos como los smartphones, que permiten interactuar con un ecosistema financiero heterogéneo y conectar con mayor velocidad circuitos monetarios diversos (bancarios y no bancarios, familiares y laborales, formales e informales, legales e ilegales, etc.) y diferentes monedas (pesos, dólares, criptomonedas, etc.). Esta generalización y aparente “democratización” de las finanzas propone nuevos desafíos para pensar de manera balanceada las oportunidades y también las desigualdades que subyacen al nuevo panorama, sin caer en posturas maniqueas.

Retomando el argumento inicial, las dos grandes líneas de investigación presentadas se articulan justamente en ciertas problemáticas cruciales de nuestro país y de nuestra región en las últimas décadas. Sin quedar atadas a las agendas más variables de la coyuntura política, dichas líneas dan cuenta de las transformaciones globales y, particularmente, de las grandes disyuntivas y tensiones que han acompañado a estos cuarenta años de democracia en Argentina: los vínculos entre el Estado y los grupos empresarios, la relación con el Fondo Monetario Internacional, la convertibilidad, las formas de constitución de valor en los mercados financieros, los procesos inflacionarios, la financiarización de las economías domésticas y el lugar del endeudamiento, la emergencia de la economía popular como práctica y como sujeto, el lugar de las transferencia de dineros condicionados por parte del Estado y su articulación con el consumo y el mercado interno, la relación compleja con el dólar, la relación entre desigualdades económicas y sexogenéricas, y las pugnas entre modelos de desarrollo, entre otros.

En el marco de las celebraciones que este año está llevando adelante el IDAES por sus 20 años, nos parece que este breve (y acotado) panorama de los estudios sociales de la economía capta bien el espíritu de un instituto (hoy Escuela) que ha desafiado las divisiones disciplinares y potenciado los diálogos entre diversas perspectivas y tradiciones para pensar dichas problemáticas. En este sentido, si nos hemos enfocado en la producción del CESE, no fue para monopolizar un campo de investigación sino para rendir homenaje a una institución que se propuso un proyecto intelectual plural, interdisciplinario y en diálogo con los grandes dilemas de su tiempo.

Referencias

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1 Centro de Estudios Sociales de la Economía - Escuelas Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, https://orcid.org/0000-0002-5302-8635, pfigueiro@unsam.edu.ar .

2 Centro de Estudios Sociales de la Economía - Escuelas Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, https://orcid.org/0000-0003-4488-4285, agagge@yahoo.com.

3 Centro de Estudios Sociales de la Economía - Escuelas Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, https://orcid.org/0000-0001-8951-3248, pablonemina@yahoo.com.ar.

4 Centro de Estudios Sociales de la Economía - Escuelas Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, https://orcid.org/0000-0002-7059-0611, mssanchez@unsam.edu.ar.

5 Incluso Max Weber, cercano a la escuela marginalista, cuestionó que se utilizaran conceptos que sólo podían ser típico ideales como si fuesen una “copia exhaustiva de la realidad ‘natural’” (1997, p. 265), haciendo así de la ciencia económica un deber ser.

6 Esto no quiere decir que no existan otras tradiciones en el campo académico local que aborden procesos y objetos económicos. Algunas subdisciplinas o campos, que por sus temáticas e intereses podrían ser agrupados bajo el paraguas de los estudios sociales de la economía, se organizaron tempranamente en el país de forma independiente, bajo otras etiquetas y tradiciones teóricas, como la sociología del trabajo, los estudios sociales agrarios, entre otros.

7 En el desarrollo local del campo de los estudios sociales de la economía en las primeras dos décadas del siglo XXI debe considerarse el trabajo de investigadores e investigadoras radicados en otras Universidades (incluso del exterior del país), pero nutriendo nuestras discusiones y trabajado de modo conjunto en diversas investigaciones y proyectos: Mariana Luzzi (Luzzi y Wilkis, 2019), Daniel Fridman (2008), Federico Neiburg (Neiburg y Guyer, 2017) –quien además fue partícipe en la creación del Centro de Estudios Sociales de la Economía (CESE)– , Federico Lorenc Valcarce (2012) y Horacio Ortiz (2019).