La violencia después de la violencia

Una propuesta de investigación desde la Escuela IDAES

Evangelina Caravaca1
José Garriga Zucal
2
Inés Mancini
3

Resumen

Las investigaciones recientes del Núcleo de Estudios sobre Violencias de la Escuela IDAES giran en torno al siguiente interrogante: ¿cómo se vinculan diferentes formas de violencia? Para tratar de responder esta pregunta, en este artículo nos proponemos analizar las violencias como un recurso y reflexionar sobre su distribución social.

Palabras clave: violencias, legitimidad, enlace, recurso, vulnerabilidad

Abstract

Recent research by the Nucleus of Studies on Violence of the IDAES School revolves around the following question: how different forms of violence are linked? To try to answer this question, in this article we propose to analyze violence as a resource and reflect on its social distribution.

Key words: violence, legitimacy, link, resource, vulnerability

Introducción

Una preocupación nos desvela desde hace algunos años en el Núcleo de Estudios sobre Violencias4 de la Escuela IDAES: cómo se vinculan diferentes formas de violencias. Una preocupación que se desplaza en dos niveles diferentes. Por un lado, nos preguntamos si las condiciones estructurales que hunden en la vulnerabilidad a sectores de nuestra población están vinculadas con las violencias cotidianas –domésticas e interpersonales–. Por otro lado, nos interesa pensar de qué manera se relacionan entre sí las violencias cotidianas. Ambos niveles pueden reducirse a un interrogante que queremos discutir en este texto: ¿los más pobres son más violentos? Proponemos en estas pocas páginas analizar las violencias como un recurso y reflexionar sobre su distribución social. Entendemos que así podemos aproximarnos, al menos parcialmente, a responder esta pregunta que nos convoca como equipo de investigación.

En los últimos años, nos hemos propuesto articular estas preocupaciones compartidas en el desarrollo de investigaciones comunes en el Área Reconquista,5 del partido de San Martín.6 De este modo, articulamos nuestras preguntas de investigación en un espacio en común con el doble propósito de conocer con mayor profundidad el territorio vinculado a nuestra universidad y, al mismo tiempo, analizar empíricamente nuestras inquietudes teóricas. Por ello, en estas breves páginas vinculamos estas reflexiones con algunos hallazgos de nuestras últimas investigaciones colectivas.

Recurso

En el marco de nuestras investigaciones, entendemos que las acciones violentas pueden ser interpretadas como un recurso, una herramienta que tienen los actores sociales para comunicar y construir su posición en un entramado de relaciones sociales. Auyero y Berti piensan la violencia como un repertorio y sostienen:

Pensar la violencia como un repertorio no quiere decir que todos los habitantes del lugar recurren a ella para resolver sus problemas, de la misma manera en que la existencia de un repertorio de acción colectiva no implica que toda una población se sume a la protesta. (Auyero y Berti, 2013, p. 114)

La idea de repertorio, para estos autores, implica un conocimiento práctico y su carácter usual. Sumamos a estas dos nociones la idea de legitimidad para elaborar la noción de recurso. Entonces, la violencia es, según lo entendemos, un recurso en la medida en que es usual, aprendida y legítima en determinados espacios y contextos.

Varios investigadores han mencionado y enfatizado que la violencia, como acción social, posee una dimensión que tiene como objeto comunicar alguna característica elegida por sus practicantes (Riches, 1988; Blok, 2000; Segato, 2003). Sostenemos que, como recurso, la práctica violenta necesita exhibirse y mostrarse. Su posesión o no depende de un reconocimiento de los otros. Visibilizar las prácticas violentas puede tener como fin ubicar al actor violento en una posición determinada en una estructura de poder, señalar la pertenencia a un universo determinado de género o marcar la pertenencia grupal. Entonces, la violencia es un recurso que se usa o no según los contextos y los actores que le dan legitimidad. Entonces, entendiendo la violencia como un recurso, nos preguntamos si este es más legítimo entre los más pobres. ¿Los más vulnerables usan más la violencia?

Vulnerabilidad y violencia

Para empezar a abordar estas preguntas tenemos que pensar en los efectos reales de las condiciones estructurales. Como afirma Riches respecto de la relación entre estructura social y formas culturales de la violencia:

Obviamente, todas esas variables socioculturales son pertinentes en cierto grado en todas las sociedades, ya que pueden agravar o disminuir la probabilidad de que surja la violencia en una situación social concreta. Pero, en cualquier caso, la relación entre estructura social y la violencia es la de influencia y la de oportunidad. No se insinúa que la estructura social fuerce a la violencia; existen siempre líneas alternativas de acción. (Riches, 1988, 33)

Influencia y oportunidad hacen de la violencia un recurso legítimo. Llegado a este punto, retomamos un debate ineludible. Bourgois (2002) distingue cuatro tipos de violencia: la política, la estructural, la simbólica y la cotidiana:

Limito el término violencia política a la violencia directa e intencionalmente administrada en el nombre de una ideología política, de un movimiento o de un Estado […]. La violencia estructural se refiere a la organización político-económica de la sociedad que impone condiciones de sufrimiento físico y emocional […]. El concepto de violencia simbólica fue desarrollado por Pierre Bourdieu para develar cómo la dominación opera en un nivel íntimo vía el reconocimiento-desconocimiento de las estructuras de poder por parte de los dominados, quienes cooperan en su propia opresión al percibir y juzgar el orden social a través de categorías que lo hacen aparecer como natural y evidente. (Bourgois, 2002, p. 75)

Finalmente, por violencia cotidiana, Bourgois entiende “las prácticas y las expresiones de agresión interpersonal que sirven para normalizar la violencia en el nivel micro” (2002, p. 76).7 Bourgois utiliza la metáfora de una “olla a presión” para ejemplificar cómo la violencia política, la estructural y la simbólica modifican las relaciones sociales y normalizan a la violencia cotidiana. La propuesta de Bourgois gambetea las interpretaciones individualistas de los actos de violencia cotidianos. Por ello, Bourgois sostiene que el desafío de la etnografía es “clarificar las cadenas de causalidad que enlazan a la violencia estructural, la política y la simbólica en la producción de una violencia cotidiana que refuerza las relaciones desiguales de poder y distorsiona los esfuerzos por resistirlo” (Bourgois, 2002, p. 96). Así, para Bourgois existe una relación entre diferentes tipos de violencias. Pablo Semán elabora una crítica a estas posiciones sosteniendo que “todo el razonamiento supone una pasividad extrema de los niveles, elementos y procesos micro a los que se transfieren las consecuencias y las fuerzas de los procesos macro” (Semán, 2006, p. 180). Recordemos a Riches (1988), anteriormente citado, quien sostenía que la influencia de la estructura social no evita la existencia de líneas alternativas de acción.

Y aquí queremos reflexionar a partir de dos ideas que se enlazan. Primero, recordando una cuestión central en los análisis de la acción: condicionamiento no es determinación. No existe una cadena de causalidad para la interpretación del fenómeno violento, sino mojones que se articulan situacionalmente. Si existiesen cadenas causales, ¿cómo explicamos que no son los más pobres los únicos violentos o cómo explicamos las violencias invisibles de los más poderosos?

Más allá de las cadenas

Para seguir pensando la relación entre pobreza y violencia creemos necesario incluir otro punto de nuestra reflexión. Recuperamos los aportes de Bernard Lahire, que reafirman nuestro argumento:

Los repertorios de esquemas de acción (de hábitos) son conjuntos de compendios de experiencias sociales que han sido construidos-incorporados en el curso de la socialización anterior en marcos sociales limitados-delimitados; y lo que cada actor adquiere progresivamente, y de un modo más o menos completo, son tanto unos hábitos como el sentido de la pertinencia contextual de su puesta en práctica. (Lahire, 2004, p. 55)

En la articulación de las dos ideas aquí expuestas, que permiten dar cuenta de la multiplicidad de condicionamientos, proponemos que las nociones de cadenas o encadenamientos para hablar de la violencia son poco fructíferas o más bien prestan a la confusión. Auyero y Berti (2013) enuncian, sin desarrollarlo conceptualmente, la noción de cadenas de la violencia para dar cuenta de cómo se articulan diferentes formas de la violencia. Para estos autores, diferentes usos se conectan y forman una cadena que vincula la calle y el hogar, lo público y lo doméstico. Argumentan que la experiencia de situaciones violentas en un plano de la vida social –como víctima o victimario– habilitaría el uso de la violencia en otras dimensiones vitales, lo que supondría cierta concatenación. Consideramos –al igual que los autores antes mencionados– que la articulación de las violencias no implica, de ningún modo, una linealidad. Por esto, proponemos no utilizar la noción de cadena, que remite al encadenamiento de diferentes factores. La noción de cadena para pensar las violencias anula la agencia, reduce la acción y olvida la multiplicidad de experiencias vitales.

Por el contrario, preferimos la noción de recurso, que permite dar cuenta de los criterios de legitimidad de cada uno de los mundos de interacción. La violencia es, entonces, un recurso, uno de los tantos que forman los repertorios de la acción de los actores sociales.

Distribución desigual de las violencias: la pregunta por el mapa de la violencia

Ahora bien, ¿cómo se distribuye socialmente el recurso de la violencia? El Gráfico 1 muestra los heridos por armas de fuego en el partido de San Martín entre 2019 y 2020. El Mapa 1 muestra la distribución desigual de estas violencias en el partido: en los espacios más segregados es donde se concentran estas violencias.


Gráfico 1. Heridos por armas de fuego en Provincia de Buenos Aires y San Martín.


Mapa 1. Heridos por arma de fuego

Miremos ahora dónde se concentran los homicidios en el partido de San Martín (Mapa 2). Tanto en 2019 como en 2020, la distribución espacial de los homicidios dolosos señala que se realizan en las zonas más vulnerables. Las comisarías, que intervienen en el área Reconquista (cuarta y quinta), junto con la octava, que interviene en la zona del barrio Loyola, condensan más del 90% de los casos. El mapa es claro: los homicidios y los heridos de arma blanca y de arma de fuego se dan en el área Reconquista y en las zonas más vulnerables del partido.


Mapa 2: Homicidios en el partido de San Martín (2019-2021)


Gráfico 2: Homicidios dolosos en partido de San Martín (2019-2021)

Llegado este punto podemos afirmar que la violencia es un recurso que todas y todos podemos usar, pero que se encuentra desigualmente y espacialmente distribuido. Desigualdad que radica en la posibilidad de utilización de otros recursos. En ocasiones, los más pobres usan más la violencia que otros sectores sociales, dado que no poseen otros recursos sociales para regular la conflictividad y para ganar reconocimiento. Entonces, ¿los pobres son más violentos? La respuesta es un no, tajante, absoluto. Los pobres usan más la violencia, sí, pero su uso es el resultado no de su pobreza, sino de su segregación. La violencia es un recurso más legítimo en los espacios segregados. Al analizar los mapas y gráficos que dan cuenta de la concentración de ciertas violencias, no debemos olvidar que, para poder comprender los usos de las violencias debemos tener en cuenta cómo las fuerzas policiales, la administración de la justicia y otros organismos estatales mediadores de la conflictividad intervienen de forma diferencial en zonas segregadas. En los espacios segregados, los conflictos de baja intensidad interpersonales se resuelven con el recurso de la violencia. Lo que supone una espiral ascendente, porque muchas mediaciones que regulan las conflictividades no funcionan en los espacios segregados. No es la pobreza, es la forma de intervención del Estado y sus maquinarias regulatorias que legitiman su uso como un recurso para zanjar conflictos varios. A modo de ejemplo, podemos pensar una situación que si bien es hipotética gráfica escenas recurrentes. Una persona llama al 911 porque su vecino escucha música a volúmenes altos en horario de descanso. El llamado en un espacio no segregado es rápidamente derivado y la intervención policial no se hace esperar. La conflictividad latente desaparece en la mediación estatal. El vecino del espacio segregado, mientras tanto, espera la mediación policial, que nunca llega, y decide intervenir con los recursos de los que dispone. Esas mediaciones estatales, su ausencia o su intervención diferencial hacen de la violencia un recurso más legítimo y más usual entre los más pobres.

Conclusiones

Dos cuestiones finales. Uno. Al pensar la violencia como un recurso podemos dar cuenta de que estas acciones se usan vinculadas a otras conflictividades; la violencia es un recurso eficaz para saldar conflictividades varias y recurrentes para todos los actores sociales. Por ello, con el título de este artículo, “La violencia después de la violencia”, quisimos mostrar cómo las violencias están enlazadas, conectadas, aunque no encadenadas. Hasta aquí analizamos cómo este ensalzamiento es resultado de la segregación espacial.

Dos. Directamente vinculado a lo anterior, nos cabe decir que no siempre después de la violencia hay violencias. Entendemos que la multiplicidad de recursos –nunca infinitos y desigualmente distribuidos– hace imposible pensar que en las zonas segregadas solo hay violencia. Sostenemos que, dadas las condiciones de segregación, muchas veces la violencia está después de la violencia. Pero en tanto discutimos la noción de causalidad –y con ella su determinismo ecológico– sostenemos que no siempre estará presente. Después de la violencia también está la pastora, la doña que trabaja en un merendero, los actores políticos del barrio, los jóvenes que pintan un mural en recuerdo de un amigo asesinado, etc. Más allá de la segregación espacial, existen otros recursos para mediar las conflictividades.

Referencias

Auyero, Javier y Berti, María Fernanda (2013). La violencia en los márgenes. Una maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense. Buenos Aires: Katz.

Bourgois, Phillippe (2001). The Continuum of Violence in War and Peace: Post-cold War Lessons from El Salvador, Ethnography, 2(1), 5-34.

Blok, Anton (2000). The enigma of senseless violence”. En Aijmer, Goran y Jon Abbnik (eds.), Meanings of Violence. A cross cultural perspective. New York: Berg.

Lahire, Bernard (2004). El hombre plural. Los resortes de la acción. Barcelona: Bellaterra.

Riches, David (1988). El fenómeno de la violencia. Buenos Aires: Pirámide.

Segato, Rita (2003). Las Estructuras Elementales de la Violencia. Buenos Aires: Prometeo.

Semán, Pablo (2002). Ni demonios ni desiertos. Apuntes de investigación, 8, 99-109.


1 Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, CONICET, Núcleo de estudios sobre violencias, https://orcid.org/0000-0002-5884-7197, ecaravaca@unsam.edu.ar

2 Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, CONICET, Núcleo de estudios sobre violencias https://orcid.org/0000-0002-4447-3665, garrigajose@hotmail.com

3 Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, CONICET, Núcleo de estudios sobre violencias, https://orcid.org/0000-0002-8106-5863, inesmmancini@gmail.com

4 El Núcleo de Estudios sobre Violencias es un espacio de investigación fundado en 2015 por investigadores, becarios y estudiantes de la Escuela IDAES. Como espacio de reflexión, el grupo busca contribuir al debate público y académico, partiendo de la complejidad y pluralidad de la definición de las violencias, y centra su análisis mayoritariamente en la territorialidad del partido de General San Martín (provincia de Buenos Aires). Apostamos a construir un espacio de reflexión y debate interdisciplinario con el objetivo de contribuir al conocimiento sobre la configuración sociocultural de las violencias. En los últimos años las líneas de investigación de núcleo han sido: estudios sobre violencias, análisis de la inseguridad, prevención del delito, activismo y movilización de víctimas, regulación de la conflictividad, entre otros.

5 El Área Reconquista está conformado por trece barrios: Barrio UTA, Lanzone, Villa Hidalgo, La Cárcova, Independencia, Libertador, 9 de julio, Sarmiento, Costa Esperanza, 8 de Mayo, Costa del Lago, 13 de Julio y Los Eucaliptos. Para dar cuenta de las condiciones de vulnerabilidad del área es importante mencionar que solo el 53,48% de los hogares de la localidad de San Martín poseían red de desagüe cloacal (INDEC, 2010), a pesar de pertenecer a la primera corona de la región metropolitana. El área Reconquista de San Martín es una de las menos servidas, y en los barrios la mayoría se encuentra por debajo del 3%, con la excepción del barrio Sarmiento, con el 44% de los hogares conectados a la red, seguramente beneficiado por la particularidad de su entorno con un alto nivel de consolidación. Por otro lado, en el partido de Gral. San Martin el 3% de los hogares presenta hacinamiento (más de tres personas por cuarto, INDEC 2010). En los 13 barrios en estudio, se supera el promedio del partido, con algunos barrios como 13 de Julio con un 28 % y 8 de Mayo y Costa del Lago, con el 16 % de los hogares con hacinamiento. En todos los barrios los porcentajes son de los más altos del Gran Buenos Aires. Finalmente, es importante dar cuenta que la mayoría de los barrios se encuentran en un nivel medio a alto de riesgo ambiental, donde agua, suelo y aire presentan indicadores de contaminación, con directas afectaciones a la salud.

6 Nos referimos por un lado al proyecto PISAC-Covid “Fuerzas de seguridad, vulnerabilidad y violencias. Un estudio interdisciplinario,multidimensional y comparativo de las formas de intervención de la fuerzas de seguridad y policías en contextos de vulnerabilidad en la Argentina post pandemia” (2021-2022). Este proyecto fue financiado por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación. También, el proyecto PIP Violencias enlazadas. Una investigación sobre la relación entre violencias y condiciones estructurales en el Área Reconquista y al PICT (2021) “‘Acá es así’. Una investigación sobre la relación entre segregación espacial de la pobreza y violencias institucionales en el Área Reconquista”. Los tres proyectos se desarrollan en el marco del Núcleo de estudios sobre violencias (EIDAES-UNSAM).

7 El autor sustenta su postura a partir de la idea de Bourdieu de la “ley de conservación de la violencia”, según la cual “la violencia estructural ejercida por los mercados financieros, en la forma de despidos masivos, pérdida de seguridad, etcétera, obtiene por respuesta, tarde o temprano, una completa gama de actos cotidianos de violencia, en la forma de suicidios, crímenes y delincuencia, drogadicción, alcoholismo” (Bourdieu, citado en Bourgois, 2002, p. 95).