Modernos, hábiles y entrometidos
Aportes para una socioantropología de la intimidad
María Victoria Castilla1
Santiago Canevaro2
En este texto analizamos los modos en que las intimidades son definidas, construidas y transformadas por lo público, el mercado y la política, a la vez que estos últimos dominios son influenciados por las intimidades. Nuestras reflexiones sobre la intimidad se agrupan en tres aspectos principales: a) los modos en que las esferas de lo público y lo privado se delimitan, recrean, se superponen y dialogan, moldeando los sentidos de la intimidad; b) la relación entre las instituciones (formales e informales, débiles o fuertes) y los sentidos y experiencias de intimidad; c) las formas en que se negocian los acercamientos, intersecciones, intromisiones y separaciones entre esferas a partir de la presencia y el desempeño de habilidades para ello. Entendemos que el carácter flexible de la categoría es aquello que nos permitió pivotear entre las temáticas de cuidados y de emociones sobre las que veníamos trabajando en nuestras investigaciones. Por otra parte, la propia ambigüedad de la categoría nos brinda la oportunidad de explorar entrecruzamientos y solapamientos entre las esferas. Consideramos crucial reflexionar sobre la combinación interseccional de clase, género y generación, y destacamos la importancia de reconocer la complejidad y el carácter híbrido de las relaciones sociales. Reconocemos que coexisten sujetos racionales para algunas cosas, apasionados para otras, así como individuos conocedores y hábiles, capaces de desenvolverse como sujetos anfibios en ambas realidades.
Palabras clave: intimidad, modernidad, poscolonialidad, solapamiento de esferas, instituciones, América Latina
In the text we analyze the double way intimacy is defined, constructed, and transformed by the public, the market, and politics, meanwhile these are transformed by intimacy. The main ideas that we understand to account for our reflections on intimacy grouped into a) the ways that public and private spheres delimit, recreate, overlap, and dialogue each other, shaping the senses of intimacy; b) the relationship between institutions (formal and informal, weak, or strong) and the senses and experiences of intimacy; c) the used skills in the negotiation, intersections, interferences, and separations between spheres. We argue that the flexible nature of the category “intimacy” is what allowed us to pivot between the themes of care and emotions that we were addressing in our research. We found that flexibility made possible the creation of different ways of thinking about productive overlaps and intersections. We consider important to reflect on the intersectional combination of class, gender, and generation to restore the complexity and hybrid character of social relations. That is why we can analyze our contemporaries’ complex realities.
Keywords: intimacy, modernity, postcoloniality, overlapping spheres, institutions, Latin America
Cuando comenzamos a interesarnos en las temáticas relacionadas con las intimidades, identificamos diversos aspectos que se filtraban en nuestros problemas/objetos de investigación. Tanto quienes proveníamos de la antropología, la sociología y la historia dentro del Núcleo de Estudios sobre Intimidades, Política y Sociedad de la Escuela IDAES (NESIPS), iniciamos un recorrido que partió de observables en el trabajo de campo de nuestras investigaciones, alejándonos de una explicación racional y normada de las acciones de los sujetos y los contextos en los que trabajamos. Aunque exploramos terrenos y espacios diversos, empezamos a identificar el clivaje emocional, de género, la dimensión de la domesticidad y las cuestiones de intimidad de nuestras fuentes y nuestros “nativos” como aspectos clave para la comprensión (Canevaro, 2014; Abramowsky y Canevaro, 2016; Castilla, 2020). En verdad, fue la intimidad como concepto flexible y ambiguo, compuesto por una multiplicidad de elementos para su formación y organización, lo que nos unió y generó puntos de conexión, ya que ya estábamos investigando en campos de estudio como los cuidados y el género (Castilla, 2020), los afectos y las emociones (Canevaro, 2014).
En nuestras experiencias de investigación, la metodología elegida –la etnografía– nos involucró en situaciones de campo que no podríamos caracterizar sin tener en cuenta, de alguna manera, su aspecto íntimo, emocional y afectivo. Nos encontramos en situaciones en las que el discurso y la práctica escuchable, observable y registrable parecían no agotar el abanico de datos e informaciones, que requerían reflexionar también acerca de estos aspectos novedosos en juego para poder aprehenderlas. Y aprehender, con esas situaciones, o de esas situaciones, algo de la fracción del mundo social que nos habíamos propuesto analizar en cada caso. Lo que en aquellos momentos se nos presentó como un desafío -cómo abordar el cruce entre antropología e intimidad- hoy nos parece una relación evidente, aunque sigue guardando, para muchos, algo de su carácter elusivo. Coincidimos con Wilson (2012) en entender que es ese mismo carácter flexible el que nos permite comprender los fenómenos asociados a la intimidad más allá de las categorías modernas que recrean y perpetúan, sin darse cuenta, la desigualdad producida por el capital, la globalización y los gobiernos.
En el marco de los 25 años de la Escuela IDAES, consideramos relevante abordar un tema poco estudiado y novedoso en el panorama de las ciencias sociales vernáculas. La sensación que guió los enfoques analíticos desde nuestra inmersión en el trabajo con el NESIPS fue la dificultad para encontrar trabajos que indaguen en los espacios intersticiales, híbridos, que conectaban lógicas diferenciales. Esta perspectiva “moderna” desacreditaba o veía con desconfianza las temáticas vinculadas con las cualidades morales de los políticos, la presencia de la vida doméstica y familiar en sus actividades laborales y políticas, las relaciones afectivas de los empresarios, las rencillas personales en ámbitos laborales (Neiburg, 2003).3 El problema que encontramos es que esta radiografía de la situación sobre ciertos temas tuvo consecuencias en la escasa producción al respecto. Nos dimos cuenta de la significativa ausencia de estudios sobre temas relacionados con aspectos que parecían no sustentarse en los cánones de la ciencia “dura” y “seria”, y que estaban definidos por las propias anteojeras que los investigadores teníamos para estudiar “estos” temas y ponerlos en el mismo horizonte que el resto. Pero había una consecuencia más de esta mirada y tenía que ver con una incomodidad que sentíamos al leer investigaciones que tomaban la separación de esferas como un dato de la realidad. Por todo esto, el punto de partida de este texto es una incomodidad para trabajar con teorías que aparecían aplicadas de manera automática en nuestros continentes. La idea de la separación de esferas, la creencia en el carácter hostil de los mundos que se tocan, supone la existencia de instituciones formales que permiten que la división se sostenga. Al mismo tiempo, estas ideas se sustentan en una idea de pureza de los extremos desde donde partiría cada relación.
Finalmente, quisiéramos mencionar que, debido a que el NESISP está conformado por antropólogos, sociólogos e historiadores, las inscripciones disciplinares de sus integrantes han ido delineando la indagación bibliográfica/conceptual sobre la categoría de intimidad y las intimidades como objeto de análisis. Esta mixtura disciplinar se refleja en este texto con el objetivo de buscar una definición conceptual que pueda capturar los modos de pensar sobre cómo definir los límites de la intimidad, así como observar sus flujos y transiciones entre cuerpos, subjetividades y grupos. Para dar cuenta de las reflexiones y los hallazgos realizados en nuestros trabajos, en este texto presentamos las principales ideas que dan cuenta de nuestras reflexiones sobre la intimidad agrupadas en: a) los modos en que las esferas de lo público y lo privado se delimitan, recrean, se superponen y dialogan, moldeando los sentidos de intimidad; b) la relación entre las instituciones (formales e informales, débiles o fuertes) y los sentidos y experiencias de intimidad; c) las formas en que son negociados los acercamientos, intersecciones, intromisiones y separaciones entre esferas a partir de la presencia y el desempeño de habilidades para ello.
Algunas aclaraciones preliminares
Una de las primeras conclusiones a las que arribamos en el NESIPS fue que el estudio específicamente antropológico de la intimidad tiene un recorrido limitado dentro de la disciplina. Además, identificamos que las intimidades constituyen objetos de investigación difíciles de aprehender debido a su complejidad, ya que se sitúan en algún lugar de lo que significa ser humano en relación con otros sujetos humanos, con no humanos y con las ideas de lo social, del tiempo y del espacio (Sertaç, 2015). En este sentido, todo lo que estudia la antropología en particular, y las ciencias sociales en general, podría estar relacionado con la intimidad. Por otro lado, al igual que muchas de las investigaciones que abordan estos temas, generalmente no se parte de la intimidad como punto de inicio, sino que esta emerge a partir de la realidad de las preguntas y/o referentes empíricos.
Tenemos claro que la intimidad posee múltiples elementos para su formación, distribución y organización, lo que confiere a su significado una ambigüedad y flexibilidad inherentes (Wilson, 2012). Esa misma complejidad fue trazando el recorrido hacia lo que entendíamos podía ser una definición de intimidad. El puntapié fue, tal y como Henrietta Moore (citado en Sertaç, 2015) lo ha sugerido correctamente: “Si la intimidad es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?”. Moore propone un enfoque cuidadoso de la noción, ya que la “intimidad” puede generar fácilmente una confusión polisémica casi afásica debido a su incómoda relación con el lenguaje, su naturaleza aparentemente secreta y su proximidad a nuestro sentido del yo. Entendemos que esta situación resulta en exploraciones que no definen de manera clara a la intimidad como categoría analítica, quedando asociada, por lo general, a los sentidos modernos de la misma, vinculados a la privacidad, la sexualidad y la proximidad.
En este sentido, existe un enfoque predominante en ciertas aproximaciones y lecturas sociológicas que indagan sobre la intimidad, donde el ámbito sexual se ha convertido en la dimensión primaria y definitiva de “lo íntimo” (D’emilio y Freedman, 1988; Weeks 1998; Gross y Simmons, 2002). Como mencionamos anteriormente, algo compartido en las investigaciones es que se asocia la intimidad con el espacio interior, dándose por sentado su carácter supuestamente inasible, esquivo, variable o indeterminado; y estos conceptos suelen asociarse con lo irracional e ilógico. Por tanto, la intimidad aparece como un tema “menor”, “interior”, “inasible”, “inmanejable” del que deberían ocuparse los psicólogos o del que no deberíamos hablar porque no guarda “seriedad”, “previsibilidad” y, por ende, no se puede explicar de manera estandarizada ni encontrar reglas que lo expliquen. Nuestras investigaciones sobre las intimidades tuvieron como eje de indagación la productividad que tienen en su relación y superposición con esferas supuestamente “hostiles” como el mercado, la política, el Estado, lo legal, entre otros. A partir de estas lecturas, la elaboración de una definición conceptual que permitiera guiar los objetivos de las investigaciones que desarrollamos se fue delineando como una actividad central del NESISP.
Sin omitir esta dimensión de la intimidad, consideramos necesario pensarla yendo más allá de la sexualidad, ya que esta crea distancias y proximidades, así como vínculos y apegos con sentidos cambiantes (Stoler 2006). Asimismo, consideramos necesario pensar la intimidad con otras categorías analíticas asociadas, como las de “domesticidad”, “cuidados”, “emociones” y “afectos”. Estas despertaron interés antropológico en la década de 1970, cuando el feminismo y, posteriormente, el posestructuralismo introdujeron nuevas perspectivas. Los aportes feministas en la década de 1970 evidenciaron la omisión del trabajo doméstico de las mujeres en los análisis económicos debido a la confusión entre reproducción biológica y reproducción privada de la fuerza de trabajo (Meillassoux, 1975). Posteriormente, esta asociación entre domesticidad-cuidado y género femenino fue discutida y reemplazada por discusiones centradas en la ética como teoría moral y no en las diferencias de género (Tronto, 1993). En la década de 1980, los postestructuralistas cuestionaron la exclusividad de las ciencias psicológicas como marco relevante para el análisis de las emociones. Esta nueva perspectiva buscó comprender la vida emocional no solo como un asunto privado, sino como un fenómeno relacional que no es menos cultural o social que el lenguaje, la política o la religión.
Este esfuerzo antropológico, basado en el trabajo etnográfico cercano y a largo plazo en comunidades de todo el mundo, también surgió del interés en la deconstrucción de algunos conceptos específicos del idioma inglés, como el enojo, el temor y la felicidad, que sirvieron como constructos comparativos para los primeros trabajos. Y para la identificación y traducción de conceptos en aquellos idiomas locales que se utilizaron para hacer aseveraciones emocionales específicas, a menudo culturalmente complejas (Abu-Lughod y Lutz, 1990). Ejemplos de estos esfuerzos son las investigaciones sobre cómo se utilizaron los constructos emocionales locales, tales como los del honor y la modestia, para reproducir y desafiar las relaciones de género, los modos de organización de las responsabilidades y los patrones de parentesco patrilineales (Abu-Lughod, 1986).
A pesar de reconocer la especificidad de la antropología y en consonancia con el espíritu interdisciplinario del NESISP, en las siguientes páginas proponemos un recorrido en el que indagaremos en los distintos enfoques que desde la antropología y la sociología han venido lidiando con la dificultad para pensar la superposición y complementariedad de las esferas en la vida social. Nos abocamos a la tarea de sumergirnos en las vidas cotidianas y contribuir a la comprensión de la intimidad en diversos dominios de la vida social, superando las fronteras de lo privado, interior y/o doméstico. En particular, el método etnográfico da fortaleza a la antropología en los estudios de intimidad, ya que combina la intimidad como objeto y como método. Como señala Hickey-Moody (2013), la intimidad se configura más vivamente como objeto en aquellos estudios en los que también constituye el método de investigación. En este camino, analizamos los sentidos nativos y las construcciones histórico-culturales que definen la intimidad, restituyendo la especificidad que la ciencia económica y la creación de diversas especialidades han tenido en la compartimentación históricamente situada. Por este motivo, la perspectiva poscolonial nos abre la posibilidad de pensar la intimidad de un modo relacional, situado y comparativo, considerando de manera singular el contexto latinoamericano como una lente privilegiada desde donde analizar.
En este sentido, producto de nuestras indagaciones empíricas surgió la necesidad de explorar aquellas formas “nativas” de construir y relacionar espacios sociales de naturaleza distinta, como el de la familia o el de la política, el de la amistad y el dinero, el del amor y el mercado, el de las personas y los contratos, entre otros. Los modos en que se procesan los conflictos entre las esferas, así como los sentidos y estrategias para hacer convivir universos morales y esferas sociales disímiles, fueron el foco de nuestras investigaciones en el NESISP. Para ello, partimos de la afirmación de que, como sujetos modernos, tendemos a pensar que la mejor manera de sostener la vida social es a través de la separación de universos que nos parecen, en teoría, incompatibles. En este sentido, los sujetos abogan por la separación de esferas y destacan las virtudes de no mezclar los afectos con el dinero, el amor y el trabajo, el contrato y la pasión.
El desarrollo de las ciencias sociales estuvo marcado durante una parte importante del siglo XX por una división analítica del mundo entre las distintas esferas de la vida social, fundamentalmente entre la economía y el resto). Esta división ha sido resultado, entre otras cosas, del triunfo de la racionalidad occidental que, como advirtió Max Weber (a diferencia de las racionalidades orientales o antiguas), se construyó a través de la creación de dominios separados basados en ideas de pureza y contaminación entre ambos (como los de la burocracia, el derecho, la política, la familia, la economía o la religión, entre otros). En este esquema divisorio, la intimidad quedó asociada con el ambiente doméstico y con nociones de sexualidad, proximidad, secretos y vinculada a la domesticidad, la sensualidad, las emociones, la afectividad y lo femenino. En este sentido es constitutiva de la formación de la persona y las subjetividades y, por ello, moldea las formaciones de las comunidades, los colectivos, lo que denominamos “lo público” y la política. Giddens (1992) señala que la separación entre los espacios público y privado que había caracterizado la fase inicial de las sociedades industriales es cuestionada con la segunda modernidad. Los procesos de individualización, el decreciente control de la estructura sobre los agentes y la creciente reflexividad institucional no solo modificaron sustancialmente la naturaleza de la vida social, sino que también transformaron la vida personal y afectaron seriamente el orden de género, y con ello el lugar que ocupaban los hombres en la sociedad.
En la bibliografía que se focaliza en sociedades “desarrolladas”, usualmente no se exploran las relaciones entre los procesos de mercantilización y las “relaciones de intimidad”. Estas investigaciones suelen recurrir a herramientas y recursos estandarizados y despersonalizados, suponiendo la necesidad de mantener separadas las esferas para garantizar la eficiencia (Zelizer, 2009; Illouz, 2007; Hochschild, 2003). El punto de partida de tales indagaciones consiste en pensar en procesos de intrusión de determinados aspectos y elementos de una esfera sobre la otra. Autoras como Eva Illouz (2007) o Arlie Hochschild (2003) han desarrollado investigaciones que tendieron a denunciar procesos como los de mercantilización y racionalización de escenarios y relaciones diferentes y se han focalizado en las diversas acciones y respuestas que los sujetos realizan para enfrentar una realidad que aparece como categórica. Al mismo tiempo, hay implícito un gradiente que va desde una menor personalización de las relaciones hasta una impersonalidad extrema. Y, por el otro, han mostrado las tensiones y negociaciones que distintos sujetos realizan para hacer convivir dimensiones de la vida social que parecen contradictorias u opuestas entre sí.
Si bien, por ejemplo, Eva Illouz no reflexiona explícitamente sobre la intimidad, en uno de sus libros más importantes exhibe la relación entre “mercado” y psicología a partir del desarrollo de nuevas técnicas y sensibilidades que, a su vez, crearon nuevas formas de sociabilidad y de significar las relaciones (Illouz, 2007). Muestra además cómo la psicologización conecta las esferas laboral y familiar al proponer un abordaje integral de ambos escenarios. En este enfoque, la “comunicación” resulta central para legitimar ciertas técnicas y mecanismos de “reconocimiento social”, convirtiéndose en una “capacidad emocional”. Illouz deja claro que la emoción y el capitalismo no solo se retroalimentan sino que también se potencian.
En general, los estudios anglosajones parten de la premisa de que el problema es cómo y de qué manera las personas resguardan, regulan y negocian la intromisión de diversos niveles de mercantilización, racionalización y burocratización en sus vidas íntimas. Estos esfuerzos han mostrado las tensiones y negociaciones que distintos sujetos realizan para hacer convivir dimensiones de la vida social que aparecen como contradictorias u opuestas entre sí. El punto dilemático o problemático en estos estudios refiere a la intromisión (relativamente exitosa) de una esfera sobre la otra. Así, el énfasis de muchos de ellos pasa por denunciar la intromisión de un espacio, con sus escalas de valores, criterios y modos de legitimación, sobre otro. Estos estudios están interesados en explorar aquellas mezclas que aparecen como conflictivas y que generan tensión entre las poblaciones, generalmente del Norte Global, donde hacen trabajo de campo y sobre las que reflexionan estos autores.
En el caso latinoamericano, consideramos que el punto de partida es otro; es la propia combinación de espacios de naturaleza diferente, donde lo familiar y lo político, lo amoroso y lo contractual, o lo moral y lo legal, aparecen enlazados desde su origen. Las experiencias con las separaciones y las combinaciones son más teóricas que reales. Lo que tenemos en común con las investigaciones del Norte Global es que los sujetos aparecen recibiendo el impacto y las consecuencias de procesos más amplios, como la racionalización y mercantilización, y sus respuestas están guiadas por una creencia en la separación. Así, existiría el trabajo alejado de la familia, el contrato separado del amor y el mercado distanciado de la pasión. El supuesto que subyace es que existe un espacio que opera en la vida cotidiana con cierto grado de autonomía o aislamiento respecto al resto de las esferas de la vida social. Vivimos escindidos entre un discurso que pondera las virtudes de la separación de esferas, pero en la práctica cotidiana se combinan y superponen.
Sentidos, experiencias y formas de institucionalización
La idea de la separación de esferas, la creencia en el carácter hostil de los mundos que se mezclan, supone la existencia de instituciones formales que permiten que la división se sostenga y de una exigencia de las personas por la separación. Es necesario describir aquellas reglas de la gramática que se encuentran anidadas entre lo formal y lo informal, lo institucional y lo espontáneo, lo público y lo privado, ya que, en nuestras indagaciones, hemos encontrado que si bien las personas consideran que es necesario separar las esferas, en la cotidianidad ello no opera ya que la sociabilidad, las redes y los contactos aparecen como un regulador institucional particular (Canevaro y Castilla, 2021).
La sociología, la antropología y la historia llevan varios años indagando sobre los modos en que el Estado, por ejemplo, ha ido acompañando los cambios en los ámbitos públicos y de la intimidad y, a la vez, contribuye a escindir la esfera pública de la privada. Los supuestos que organizan muchas de las intervenciones estatales se basan en papeles atribuidos a hombres y mujeres justificados como diferencias “naturales”. Así, se proyectan y ejecutan políticas públicas que fortalecen el cumplimiento de roles acordes con la construcción precisa del género (expresados en torno del matrimonio, la sexualidad, la educación y los derechos políticos, entre otros aspectos) y que afectan la vida familiar y laboral de las personas (Nehring, 2014). Muchas de estas investigaciones señalan la centralidad que adquiere la pareja en la familia y lo atribuyen al declive del papel económico de la familia que ocurre paralelamente con la consagración del amor y la sexualidad en la base de los lazos matrimoniales y por valores nuevos como la comunicación emocional o la intimidad (Beck y Beck-Gernsheim, 2003; Giddens, 1992). Neiburg (2003) plantea el estudio de las teorías nativas acerca de la distinción profunda entre espacios sociales de naturaleza y escalas diferentes, como el nacional o el local, como el de la familia y el de la política. Para el autor, habría una línea argumental que piensa en escenarios con esencias diferentes, en donde de un lado la familia es pensada como una entidad articulada por lazos de verdadera autenticidad e intensa afectividad frente a un ámbito laboral, contractual, frío, en donde prima una racionalidad con arreglo a fines.
En América Latina, las políticas sociales se relacionaron directa e indirectamente con tareas que tradicionalmente habían sido sobre todo domésticas y habían estado a cargo de la mujer y, por ello, la familia y la mujer se convirtieron en pilares del Estado de Bienestar y de sus contradicciones. Para dar cuenta de los modos en que las relaciones personales, las emociones, el género, la sexualidad, la identidad y los conflictos morales de la vida cotidiana moldean lo público y lo político, Plummer propone la noción de ciudadanía íntima conformada por siete áreas fundamentales: la familia, las emociones, las representaciones, los cuerpos, el género, lo erótico y las identidades. Para el autor, la ciudadanía íntima son todas aquellas áreas de la vida que parecen ser personales pero están en efecto conectadas a, estructuradas por o reguladas a través de la esfera pública (Plummer, 2003, p 70). De allí también que muchas de las políticas sociales y de bienestar apunten a garantizar o sostener la mayor intimización y nuclearización de las prácticas económicas, culturales y familiares. Así, las posibilidades individuales y colectivas de modificar situaciones opresivas a través de intervenciones públicas se encuentran condicionadas por vínculos usualmente definidos como privados –tales como las relaciones económicas– o íntimos –por ejemplo, las relaciones familiares, eróticas y afectivas–.
Esta relación entre el funcionamiento de las burocracias estatales y las relaciones íntimas de las personas ha sido documentada en investigaciones como la de Neiburg (2003), quien ha demostrado los modos en que la política y las decisiones del Estado en Argentina se encuentran definidas por las relaciones de parentesco o de afinidad, los acuerdos interpersonales y los conflictos familiares. Podemos pensar también, como ejemplo, que cuando una institución estatal requiere de una persona para trabajar apunta a una búsqueda entre quienes trabajan en esos lugares. La búsqueda por las redes de conocidos garantiza el tipo de recurso humano que se busca, asegurando el carácter moral o la cualidad de quien se recomienda, así como garantizando que alguien se pueda hacer cargo del recomendado/a (Canevaro, 2020; Hochschild, 2003).
Ahora bien, no solo con el Estado se dan estas intromisiones; el dinero, en tanto institución, también ha sido fuente de indagación en este sentido. El libro de Wilkis (2020) sobre valuaciones monetarias en diversos contextos exhibe a personas que realizan distintos esfuerzos por moralizar, personalizar, contextualizar y familiarizar sus prácticas económicas. Lo que buscan es legitimar el entrecruzamiento de esferas en la cotidianidad. Al hacerlo, se generan múltiples tensiones entre miradas más puristas de la separación necesaria entre ambas esferas y otras que reivindican su entrecruzamiento con diversas explicaciones. Este modo situado de construcción de las prácticas económicas también se presenta en el texto de Fridman (2018) que analiza las valuaciones monetarias que hacen los psicólogos en la ciudad de Buenos Aires, al considerar las condiciones sociales de sus pacientes y al referirse a la red informal de recomendaciones que organiza el precio de mercado de los psicoanalistas. Señala el autor que en el pasaje del honorario abstracto al real está presente no solo lo pensado y repensado constantemente por los analistas, sino que también existe un espacio para lo “charlable” con el fin de garantizar la asistencia. Esto último ya sea porque el analista requiere el dinero como contraprestación a sus servicios o porque esté guiado por la noción de “vocación” que, en tanto normativa moral, exige no dejar sin análisis a alguien por una diferencia económica irrisoria. Asimismo, el trabajo de Noel (2018) exhibe la manera en que los agentes inmobiliarios le dan un contorno “moral” a una valuación de una zona de veraneo. Así, la sociabilidad, las redes y los contactos aparecen como un regulador institucional particular.
En una clave más estructural, Eileen Boris y Rachel Parreñas (2010) se refieren a la mercantilización de la intimidad, analizando la expansión de las economías de servicios en las cuales los actos de amor y trabajo por dinero están interconectados. Analizan la construcción social de esta mercantilización de la intimidad, más precisamente la intersección entre dinero e intimidad en la vida cotidiana, analizando la intimidad como algo material, vinculado a la afectividad y como algo encaramado (embodied state) que ocurre en un contexto social. Para ellas, el trabajo de la intimidad constituye el trabajo íntimo, entendido como un conjunto de ocupaciones -trabajo de cuidado, trabajo doméstico, trabajo sexual- cada una de las cuales forja relaciones independientes, representa un trabajo no remunerado que es responsabilidad de las mujeres y, consecuentemente, es usualmente considerado como una actividad de poco valor económico, con un alto componente emocional en su práctica y que, además, en general, realizan las mujeres de clases sociales más bajas.
Este entrevero íntimo/privado en lo público y lo político al que hacen referencia investigaciones actuales, señala Arfuch (2004), conforma el cumplimiento de propuestas proféticas de cientistas sociales como, por ejemplo, Arendt, quien en la década de 1950 augura una pérdida del ideal político y su reemplazo por el conformismo, la banalidad y por la transformación en razón de Estado de la lógica doméstica. Arfuch también repone los análisis de Sennet para quien, en 1970, el carisma y la personalidad del político se venden como tributo a las masas en la escena mediática. Otro ejemplo propuesto por la autora son los clásicos trabajos de Habermas, quien, en la década de 1980, alerta sobre una intromisión cada vez mayor de los medios en la privacidad de candidatos y funcionarios, cuya peripecia personal generaba mayor interés que lo programático. Para Arfuch, la subjetividad no se resuelve en referencia a la psiquis o la vida afectiva sino, por el contrario, en relación con la exterioridad del sujeto. Es esa intersección entre lo interior y lo exterior, lo privado y lo público, el propio tropos de la subjetividad. En relación con estos, la pregunta de Arfuch por la intimidad implica dar cuenta de las diversas experiencias y modos de vivir y maneras de traspasar los límites entre lo interior y lo exterior de aquellas vivencias que nos definen como individuos y seres en el mundo (Arfuch, 2005).
Por su parte, Wilson (2012) plantea que gran parte del trabajo crítico sobre la intimidad muestra cómo los patrones en la vida íntima han cambiado con los límites re-alineados de lo público y lo privado en la vida cívica, los gobiernos, el comercio y las familias nucleares. No obstante, señala la falta de fijeza del propio concepto de “intimidad” en estos estudios, pero destaca que es esa misma fluidez el atractivo del término, ya que permite producir descripciones del orden mundial por fuera de asociaciones modernas heredadas de conceptos asociados a la intimidad, como familia o emociones. Esta plasticidad facilita una exploración no determinista y no reductiva de las estructuras del sentimiento, los sentimientos públicos y la biopolítica en contextos globalizadores. Para el autor, el concepto de “intimidad”, usado críticamente, facilita el reconocimiento simultáneo de patrones sociales en las relaciones y normas ideológicas sobre las relaciones y ofrece una rúbrica atractiva para las interpretaciones que deshacen las connotaciones familiares sobre la vida “privada” al enfatizar su significado histórico y social.
Habilidades, negociaciones y apropiaciones de las intromisiones
Como hemos destacado en el primer apartado, la intromisión de un espacio sobre el otro y la articulación relativamente exitosa de la emoción con el capitalismo han sido los principales planteos cuando se piensa en vincular aspectos estructurales con dinámicas subjetivas. También revelamos la proliferación de estudios centrados en el Norte Global que exhiben la capacidad y el relativo éxito que los procesos de mercantilización y racionalización/ burocratización han tenido en los distintos tipos de relaciones de intimidad (Illouz, 2007; Hochschild, 2008; Zelizer, 2009). De allí que sea posible rastrear el carácter negociado de la intimidad desde los clásicos de la sociología de la modernidad. En este sentido, para Giddens, la comunicación emocional es el elemento clave de la intimidad y reemplaza a los viejos lazos que solían unir las vidas de los individuos: las relaciones sexuales y amorosas, las relaciones padre–hijo y la amistad (Giddens, 1992). En la intimidad, es posible construir relaciones basadas en la comprensión mutua, la comunicación emocional y el compromiso amoroso, pero también relaciones de hostilidad y violencia. En consecuencia, la calidad de las relaciones no define a la intimidad; define una esfera de la vida social donde se desarrollan vínculos personales de muy diferente tipo.
Los vínculos de afinidad, amorosos, conyugales o filiales también se pueden vivir desde la separación, la distancia emocional o la no comunicación y de todas maneras pertenecen a la esfera de la intimidad. Consiguientemente, el poder de la familia ha quedado reducido, lo que implica que las biografías personales y la lógica del proyecto individual están imponiéndose paulatinamente y que la obligación de solidaridad también está perdiendo consistencia. Cada vez más se necesita una mayor coordinación, acuerdos y negociaciones para mantener unidas unas biografías que tienden a ir cada una por su lado (Beck y Beck-Gernsheim, 2003). No obstante, estos cambios no han representado lo mismo para hombres y mujeres. El manejo de los gradientes de la separación, de las mejores combinaciones y arreglos posibles supone un conocimiento que permite regular las distancias, los malos entendidos y la negociación de los límites precisos. En este punto, el trabajo de Arlie Hochschild (1979) resulta nodal para pensar en estos sujetos que incorporan un know-how respecto a cómo moverse. En su clásico estudio con azafatas de aviones, la autora señala cómo las habilidades de manejo de emociones de los pasajeros constituyen un bien vendible, comúnmente conocido como “trabajo emocional”, que constituye una parte vital del proceso de trabajo capitalista (Hochschild, 1979).
En esta línea de argumento, cuando Viviana Zelizer habla de la “negociación de la intimidad” se refiere a la manera en que determinados aspectos de la actividad económica intervienen en diversos aspectos de la vida íntima y exhibe estrategias y respuestas de los sujetos para moverse en esas combinaciones (Zelizer, 2009). La autora postula individuos que se han vuelto especialistas en el arte de hacer coexistir la vida económica y las relaciones de intimidad al adquirir una gran reflexividad y ser capaces de maniobrar la separación entre ambos mundos sociales. No obstante, en sus trabajos, Zelizer se interesa por mostrar las razones por las cuales a las personas les molesta tanto la mezcla.
Nehring (2014) plantea el concepto de familiarismo negociado para referirse a los modos complejos a partir de los cuales las mujeres negocian el apego y la lealtad a sus familias, al mismo tiempo que fortalecen el reclamo de elecciones autónomas sobre sus vidas íntimas como un modo de liberarse del control paternalista. El familiarismo negociado para el autor es el principio a partir del cual las vidas íntimas son organizadas. En el intento por superar los dualismos entre colectivismo e individualismo o familiarismo y vida íntima, el autor define al familiarismo como la caracterización de las prácticas y discursos de la vida íntima a lo largo de la historia mexicana. El familiarismo anterior al familiarismo patriarcal llevó a una pluralización contradictoria de discursos a gran escala y prácticas personales y de intimidad. Así, un conjunto de discursos (a veces contradictorios) sobre la vida íntima que compiten entre sí, se han generalizado en la sociedad mexicana. Una notable pluralización de normas, valores y creencias sobre temas como las relaciones de pareja, el sexo, el amor o la vida familiar dan una gama más amplia de opciones socialmente aceptables sobre cómo conducir sus vidas íntimas. Esto ocurre, por ejemplo, con el aborto y el matrimonio igualitario.
Para el caso de los estudios sobre masculinidad, Nuñez Noriega (2007), se pregunta qué relación mantiene las posibilidades de intimidad afectiva y/o erótica entre varones con los discursos y categorías dominantes sobre “ser hombre” y sobre las prácticas homoeróticas. El autor recurre a la categoría de intimidad como recurso metodológico que le permite reemplazar las categorías actuales de gay u homosexual para comprender todas las relaciones eróticas entre hombres. Es posible argumentar que la fascinación y, por ende, la preocupación por la intimidad sexual está en parte relacionada con la tendencia a percibirla como “un sitio principal de destradicionalización en la era moderna tardía” (Gross 2005). Este acercamiento a lo íntimo ha contribuido a la cotidianidad de las normalidades a través de la regulación del sexo, con un acto íntimo a menudo descripto como un acto afectivo, práctica que tiene lugar entre parejas: besarse, acariciarse, tomarse de la mano, coito, etc. En definitiva, una preocupación por la sexualidad, el apareamiento y las relaciones en los estudios centrados en la intimidad corre el riesgo de limitar nuestros horizontes sobre la naturaleza misma de lo íntimo y la forma en que opera en la vida cotidiana. Esta preocupación actúa entonces en contra de una crítica, recalibración no eurocéntrica del término, como lo revelan los compromisos críticos con los trabajos sociológicos anteriores (Jamieson 1999; Roseneil y Budgeon 2004).
Como mencionamos al principio del artículo, ninguno de nosotres partió de la intimidad sino que arribamos a ella a partir de nuestras experiencias de investigación. El carácter flexible de la categoría es aquello que nos permitió pivotear entre las temáticas de cuidados y de emociones sobre las que veníamos trabajando en nuestras investigaciones. Por otra parte, encontramos que la cualidad ambigua del significado y los elementos que lo configuran hicieron posible la conformación de un conjunto de indagaciones que pasaron por diversas formas de pensar los entrecruzamientos y solapamientos productivos desde el NESIPS.
Durante el desarrollo del artículo abordamos las discusiones sobre intimidad y exploramos los modos en que las intimidades son definidas, construidas y transformadas por lo público, el mercado y la política, a la vez que éstos últimos dominios lo son por las intimidades. El racconto de perspectivas y enfoques que abordan las negociaciones y superposiciones (más conflictivas, más armónicas) entre diversas esferas de la vida social ha sido una parte central del artículo.
En una primera parte del texto revelamos los motivos por los cuales la intimidad no había tenido el mismo recorrido abundante que las investigaciones en ciencias sociales y humanidades desarrollaron en relación con las emociones y los afectos. La cuestión de la intimidad como asunto privado, interior y enfocado desde los estudios psi y/o de la biología por un lado, y por otro, las profusas indagaciones que desde la filosofía política y la historiografía habían realizado desde sus orígenes, dejaron a la sociología como a la antropología con una actitud ciertamente apática sobre su capacidad para intervenir en el tema. Pero también revelamos cómo las dimensiones de la domesticidad, el género y lo privado del hogar comenzaron a constituirse en componentes centrales de la indagación en torno a los estudios de la intimidad.
Luego, exploramos en la relevancia que tienen los espacios institucionales como creadores de “condiciones de posibilidad” para que las esferas puedan pensarse y operar de manera material como escindidas. En este punto, reconocimos la importancia de construir un conocimiento situado para no reproducir la mirada “separatista” del Norte Global que da por sentada la existencia real de la separación entre aquellas esferas en la vida contemporánea. Allí fue importante, y lo será también a futuro, seguir pensando en los puntos de partida de nuestras investigaciones, considerando las hibrideces situadas y relacionales de nuestras intimidades en América Latina (Canevaro y Castilla, 2021).
Finalmente, mostramos los diferentes modos de articulación que tienen los procesos de institucionalización de las prácticas que se piensan escindidas en esferas a partir de reconstruir la heterogeneidad de sentidos y acciones que llevan adelante los sujetos para lidiar con tales superposiciones. Allí revelamos diversas habilidades, competencias y negociaciones que los nativos realizan para acercarse o alejarse de los propios modelos de separación de esferas así como en los propios entrecruzamientos. Por último, este artículo propone una lectura situada que no abandone la idea de que el punto de partida en nuestras latitudes es otro.
Nuestras experiencias con las separaciones y las combinaciones son más teóricas que reales. Vivimos escindidos entre un discurso que pondera las virtudes de la separación de esferas pero en la práctica cotidiana las mismas se combinan y superponen. Es este sentido, producto de nuestras indagaciones empíricas surgió la necesidad de indagar en aquellas formas “nativas” de construir y de relacionar espacios sociales de naturaleza distinta, como el de la familia o el de la política, el de la amistad y el dinero, el del amor y el mercado, el de las personas y los contratos, entre otros.
Más allá de que estos estudios han sido nodales para revitalizar una mirada que pensaba en términos de compartimentos estancos, encontramos que el efecto en muchas de las investigaciones actuales ha sido el de trasladar estos modelos sin pensar en el carácter situado que puedan tener en nuestras latitudes. Afirmar que los sujetos viven mezclando y combinando aspectos de las diversas esferas de su vida social no supone que lo hagan de la misma manera, ni que tengan los mismos puntos de partida para hacerlo. En este punto, consideramos importante reparar en la combinación interseccional de clase, género y generación para luego hacernos una pregunta cara a la mirada antropológica: cuando estos sujetos se manifiestan a favor de la modernidad, de la separación de las esferas y son reticentes a las intersecciones, ¿estas nociones se corresponden con prácticas consecuentes con tales planteos? Seguimos pensando en la necesidad de reponer la complejidad de las relaciones y el carácter híbrido de las mismas, en donde pueden convivir sujetos racionales para algunas cosas, apasionados para otras, como también conocedores y hábiles sujetos anfibios de ambas realidades.
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1 Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, ORCID: 0000-0001-6399-8486, vickycastilla@yahoo.com.ar
2 Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín, ORCID: 0000-0002-2582-6859, scanevaro@unsam.edu.ar
3 El propio Neiburg destaca en uno de sus textos sobre la relación entre intimidad y política en Salta que el problema de este enfoque (bastante extendido) es que se sustenta en una idea que, al descalificar tales componentes por considerarlos vinculados con el pasado, la “tradición”, la “irracionalidad”, ajenos a la “buena sociedad” y la “buena política”, estarían reproduciendo un imaginario que supondría la existencia de hombres y mujeres racionales y abstractos, libres de lazos personales, amores y afectos de diversa intensidad (Neiburg, 2003).