¿Una democracia para la revolución? La perspectiva política de Poder Obrero en el exilio en México (1977-1982)

Federico Cormick1

papeles de trabajo, 18(34), julio-diciembre 2024, pp. 58-76

Recibido: 20/7/2024. Aceptado: 30/9/2024

Resumen

En el presente artículo se estudian las orientaciones políticas del activismo de la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) en el exilio en México entre 1977 y 1982. Se analiza la existencia de una perspectiva dual que sostenía la vigencia de la revolución y, a su vez, centraba su agenda en la denuncia de la dictadura y la defensa de los derechos humanos. En este marco, la organización desplegó una concepción propia sobre la democracia.

Palabras clave: Organización Comunista Poder Obrero (OCPO); Historia Reciente; Exilio; Democracia; Dictadura

Abstract

This article studies the political orientations of the activism of the Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) in exile in Mexico between 1977 and 1982. It analyzes the existence of a dual perspective that sustained the validity of the revolution, and at the same time focused its agenda in the denunciation of the dictatorship and the defense of human rights. In this framework, the organization deployed its own perspective on democracy.

Keywords: Organización Comunista Poder Obrero (OCPO); Recent history; Exile; Democracy; Dictatorship

“…nuestra experiencia se reduce a un universal abstracto: la condición humana del exilio. ¿Esta beatífica benevolencia con una situación devenida ‘simbólica’ no abrirá paso a alguna política cómplice? (…) Nuestra derrota no ha abolido la lucha, ni aquí ni allá. Los problemas persisten aunque sean como formas distintas y en realidades diferentes que deben comprenderse. Los grandes protagonistas siguen siendo los mismos aunque cambien sus máscaras. ¿Podemos olvidar verdades tan evidentes?”

Balmes, “El exilio y el reino (o el psicoanálisis del exilio)”

Rearme N°6, agosto 1980

Introducción

Los siete años de la última dictadura cívico-militar (1976-1983) separan dos períodos diferenciados de la historia argentina. Uno, caracterizado por la inestabilidad política y por un proceso de radicalización que atravesó los años sesenta y setenta, en los cuales las expectativas en un proceso revolucionario dieron su impronta a una parte importante del activismo político. El otro, inaugurado en 1983, marcado por el desafío de la construcción de un orden posdictatorial que tuvo en el centro las reflexiones sobre las características, limitaciones y potencialidades de la democracia. Este movimiento, mediado por el terror dictatorial que impregnó gran parte de América Latina y que Lechner (1986) sintetizó como el pasaje de la revolución a la democracia, no fue un proceso inmediato ni lineal, sino que estuvo atravesado por diversos balances sobre la experiencia o derrota de aquellos proyectos revolucionarios, dando lugar a nuevos planteos y redefiniciones políticas.

El período del proceso dictatorial argentino se constituyó como un eje de estudio destacado para la historia reciente, campo que se fue estructurando y consolidando en el marco académico en los últimos 15 años (Águila et al., 2018; D’Antonio, 2020; Franco y Levín, 2007). En dicho período, el exilio político -que protagonizaron miles de activistas y que tuvo a México como un lugar destacado— constituyó un escenario privilegiado para el procesamiento de la transición entre la sociedad pre y posdictatorial. El corrimiento obligado del escenario del conflicto, las limitaciones para la intervención política en el país de refugio, el seguimiento regular de la actividad política argentina con expectativas de influir o intervenir en dicho país, y la interacción con otros exiliados argentinos y latinoamericanos, dieron marco a intensos procesos de elaboración y discusión política que abonarían aquellas redefiniciones (Bernetti, 2014; Giller, 2023). La indagación de estas trayectorias, a partir de una problematización específica sobre las experiencias exiliares, creció significativamente a partir de 2005 al calor de la ampliación de los acervos documentales y las instancias institucionales y de intercambio (Jensen, 2018; Lastra, 2018; Yankelevich, 2009), lo que amplió también el campo de preguntas e indagaciones, incluyendo el esfuerzo por registrar las características de las diversas trayectorias colectivas y la ampliación de estudios específicos sobre la experiencia de la militancia de las organizaciones armadas en el exilio (Carnovale, 2014; Confino y González Tizón, 2022).

Tomando como punto de partida los avances y crecientes articulaciones entre la historia reciente y los estudios sobre exilios políticos de la última dictadura (Jensen, 2021), y como parte de los trabajos que en el último período se han propuesto iluminar experiencias y actores aún poco explorados, en este trabajo se estudian las publicaciones promovidas por el activismo de la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) en el exilio en México, un caso que aún no ha sido abordado por la historiografía.

La investigación se basa en el estudio de fuentes escritas elaboradas por OCPO en México entre 1977 y 1982, incluyendo documentos y publicaciones partidarias2, y la revista Rearme, promovida por activistas de OCPO allí3. Estas fuentes fueron recuperadas principalmente del Centro de Documentación de las Organizaciones Político-Militares Argentinas El Topo Blindado,4 y ampliadas con archivos del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CEDINCI) y de particulares5. Las referencias al marco de producción y a las características de la intervención del activismo de Poder Obrero en México fueron reconstruidas a partir de entrevistas con ex militantes de OCPO en el exilio6. El trabajo incorpora también fuentes que refieren a la experiencia previa de OCPO, a organismos de derechos humanos en los que participó, así como bibliografía referida a la organización y al período.

Este artículo muestra que la trayectoria política de OCPO en el exilio en México estuvo atravesada por una dualidad: entre la vigencia del tópico sesentista/setentista de la revolución y la emergencia de una agenda más próxima a la de los años ochenta, donde la defensa de los derechos humanos y la centralidad asignada al problema de la democracia fueron ejes fundamentales. En ese marco, la apuesta por promover “democracias de transición” aparece como una propuesta híbrida que expresa esa transición política.

Poder Obrero y el exilio en México

OCPO —habitualmente llamada Poder Obrero— fue una organización política de la nueva izquierda argentina de los años setenta (Castro e Iturburu, 2004; Cormick, 2015; Mohaded, 2009), que integró el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) y tuvo una presencia relevante en conflictos obreros como el Villazo de 1974 y las Coordinadoras Interfabriles de 1975 (Castro e Iturburu, 2004; Cormick, 2023; Lobbe, 2006; Rodríguez Lupo, 2005; Santella, 2009). La organización, que integraba a algunos centenares de activistas7 a partir de la confluencia de varios agrupamientos previos, optó por la vía armada, impulsando los Piquetes Obreros Armados y las Brigadas Rojas, lo que la llevó a participar en un intento de confluencia con las dos principales organizaciones armadas del período, Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), a inicios de la dictadura militar, en la Organización para la Liberación Argentina (OLA) (Cormick, 2023).

Tras el golpe de Estado, Poder Obrero participó de la resistencia, procuró mantener su presencia en fábricas y sostuvo su accionar militar buscando converger con las otras organizaciones armadas. Las Fuerzas Armadas jerarquizaron su represión, junto a Montoneros y al PRT-ERP, y destinaron uno de los cinco grupos de tareas (el Grupo de Tareas 4, ligado al Batallón de Inteligencia 601) para su persecución y exterminio (Benito y Landi, 2017). Entre 1976 y 1978, cientos de activistas de OCPO fueron presos, desaparecidos o muertos, mientras otros se desconectaron de la organización. Tras la muerte en 1976 del Secretario General Carlos Fessia y en 1977 de su continuador Jorge “Chacho” Camilión, la organización llegó a 1978 con la mayoría de sus regionales desarticuladas y apenas unas decenas de activistas con funcionamiento orgánico.8
De forma simultánea a este proceso, varios militantes de Poder Obrero que sobrevivieron a la represión comenzaron a salir del país a partir de decisiones individuales o de pequeños grupos, sin que fuera una política orgánica. Recién en 1978, con Dardo Castro como Secretario General, con un grupo de militantes muy golpeados en Argentina y existiendo ya contactos con algunos exiliados —lo que contribuyó a valorar la política internacional como otra forma de acción política frente a la dictadura—, se promovió la salida orgánica de algunos de los militantes más expuestos, al tiempo que se buscaron medios de cuidado para quienes quedaban en el país. Entre el amplio abanico de países que los acogieron, los exiliados de OCPO se fueron nucleando en Holanda, Francia, España y principalmente en México.
9

Mientras el exilio europeo fue relevante para conseguir recursos y articular relaciones con organismos de derechos humanos para campañas de solidaridad, el exilio mexicano se fue conformando como el espacio de mayor gravitación de OCPO. Según Dardo Castro, México funcionó como una suerte de “dirección política” de OCPO en el exilio, “el lugar donde se elaboraban posiciones”, apoyado en que “el clima de México era de muchísimo debate”, había “una fuerte inserción” de militantes en la vida sociocultural mexicana y “más capacidad operativa”, incluyendo la disposición de una imprenta.10

El referente más gravitante, y uno de los primeros en llegar al exilio en México, fue Luis Rubio, quien había sido dirigente de Lucha Socialista —uno de los agrupamientos que confluyeron en Poder Obrero—, y al fusionarse había integrado la conducción nacional de OCPO. Salió de Argentina para México en diciembre de 1975, por estar en la nómina de los detenidos bajo la órbita del Poder Ejecutivo Nacional (PEN).11 Fue el contacto al que se acercaron los siguientes exiliados de Poder Obrero,12 promovió la revista Rearme y escribió varios de sus artículos. Rubio fue el principal sistematizador de los primeros balances partidarios desde el exilio13 y asumió el rol de figura pública ligada a Poder Obrero en ámbitos de confluencia,14 participando en organismos de derechos humanos junto a otras fuerzas políticas.15 Junto con Rubio, referente natural de OCPO en México, el otro dirigente de peso fue Dardo Castro, integrante histórico de Poder Obrero que había formado parte de su afluente más influyente —El Obrero de Córdoba—, y desde 1977 era Secretario General de OCPO, condición que mantuvo en el exilio. Aun cuando esa función lo hizo circular e incluso residir temporalmente en otros países como Francia, desde su salida de Argentina en 1978 viajó a México y aportó a canalizar las orientaciones orgánicas, incluyendo el impulso y la escritura de las producciones de OCPO publicadas en México, y ya un año después se instaló de forma estable en dicho país16. Otro militante que participó del grupo de OCPO en el exilio en México fue Sergio Bufano, quien venía de las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL) América en Armas y se integró a OCPO en 1975, asumiendo responsabilidades políticas y participando del Comité Central. Luego de haber polemizado con la conducción en Argentina tras el golpe de Estado y haberse exiliado en México, se integró en el ámbito común de militancia con Rubio y colaboró con el impulso de Rearme, hasta que se distanció en 1979 y se integró en el equipo que impulsó la revista Controversia.17 Estos y otros militantes18 conformaron —según Castro— “un grupo orgánico”, que se articulaba alrededor de la revista Rearme.19 En términos prácticos —señala Castro— “nos reuníamos y decidíamos qué íbamos a publicar. Funcionaba como comité de redacción de la revista”,20 que acordaba los lineamientos políticos de lo que era, en la práctica, el principal medio de difusión de OCPO en México.

Actualización estratégica para la continuidad de la revolución

Para el activismo de Poder Obrero, el exilio en México fue considerado, en primer lugar, como un ámbito de reorganización para la continuidad del proyecto revolucionario ya iniciado. Así lo expresan los testimonios posteriores,21 los primeros documentos del exilio,22 y fue la impronta de la revista Rearme, que iniciaba cada número con la leyenda:

REARME de la resistencia de las masas con una política democrática, popular y antiimperialista.

REARME del movimiento obrero con una alternativa de clase.

REARME de la avanzada proletaria con un Partido para la conquista del poder y la construcción del socialismo.

REARME de la vanguardia revolucionaria con la síntesis superadora de la lucha de las masas en la Argentina.23

Los lineamientos de la revista Rearme y de los documentos de OCPO en México tendían a reafirmar elementos fundamentales de la perspectiva política sostenida antes del exilio, en particular la vigencia de la vía armada, la apuesta por la construcción de un partido y la perspectiva de un proyecto socialista para Argentina, aspectos que se mantuvieron inalterados, al menos hasta inicios de 198124. Pero estas orientaciones buscaban sostenerse sobre el propio balance y revisión: “Los que hacemos Rearme en el exilio argentino —decían— estamos convencidos de que solo el balance crítico y autocrítico de la trayectoria revolucionaria puede dar ‘sentido’ a nuestra lucha antidictatorial”.25

En este plano, un problema fundamental que se proponía saldar la organización era el de la unidad política y social que permitiera el despliegue de un proceso revolucionario, lo que llevaba a actualizar su valoración sobre tres tipos de “frentes”. En primer lugar, en una perspectiva que se remontaba hasta 1973 y su participación en el FAS, OCPO promovía un frente revolucionario, considerando que el “intento más serio de concreción” había sido la OLA, aunque ésta se había impulsado tras el golpe de Estado, “cuando ya la correlación de fuerzas y las condiciones políticas habían variado fundamentalmente”.26 En consecuencia, OCPO seguía apostando a alcanzar “una síntesis superior para una nueva unidad” con el PRT-ERP y Montoneros, considerándolo un elemento clave para lograr “la hegemonía proletaria dentro del Frente de Resistencia a la Dictadura”.27 En segundo lugar, la organización planteaba la necesidad del frente único, promoviendo una convergencia en el propio movimiento de lucha, algo que ya había sostenido en experiencias como las huelgas de Villa Constitución en 1974 y las Coordinadoras Interfabriles de 1975 (Cormick, 2023). Si bien los balances inmediatamente posteriores al golpe de Estado habían señalado la sobredimensión de esas experiencias, a las cuales se había intentado canalizar hacia una propuesta alternativa de poder28, eso no desplazaba la importancia de promover “una política de FRENTE ÚNICO con las masas populares”, que sería a su vez canal de confluencia para las fuerzas revolucionarias29. Finalmente, estas políticas debían articularse con un frente democrático, propuesta que la organización había asumido recién pocos meses antes del golpe de Estado (Cormick, 2023), aunque ahora planteaba como una tarea central que sostuvo hasta bien entrada la dictadura militar.30 Se debía entonces promover un “frente antidictatorial” como “un amplio frente de resistencia a la dictadura” en el que se apostaba a lograr “la hegemonía revolucionaria” y que debía abarcar “a todos los sectores y fuerzas democráticas, populares, antiimperialistas y revolucionarias”, en base a “un programa de reivindicaciones democráticas, mejoras económicas para el pueblo, y reversión de la política de desnacionalización de sectores claves de la economía nacional”.31

Las actualizaciones frentistas iban de la mano de una renovada reflexión sobre el peronismo, que alejaba a OCPO de los posicionamientos más críticos de sus orígenes (Cormick, 2023). Tras el golpe de Estado, Poder Obrero evaluaba que el período abierto con el ascenso del peronismo al gobierno en 1973 había tenido un carácter progresivo32, destacando que “sin romper con el peronismo y entrando permanentemente en la contradicción con sus postulados políticos y programáticos, la clase obrera ha ido desarrollando hasta 1973 una gran capacidad de combate y una gran presencia política en la realidad”.33 Con este punto de partida, la militancia de OCPO en México, en lo que suponía una sistematización pero también cierta autocrítica frente a posiciones previas, cuestionaba que “en nombre de los objetivos históricos del proletariado, el comunismo oficial y gran parte de la izquierda, han insistido en la necesidad de ‘desperonizar’ al proletariado argentino”, replicando que su condición de ser “el proletariado más avanzado de América Latina” se había logrado “a pesar del peronismo, pero también por el peronismo: es un proceso real de superación, realizado desde las condiciones reales, conservando los aspectos progresivos y eliminando los regresivos del pasado”. Ese reconocimiento implicaba desechar la idea de una “conciencia pura del proletariado” y valorar que en cambio “esa conciencia es históricamente concreta, y debe ser CONSTRUIDA en la práctica social y política”. A partir de esta reflexión se planteaba superar en términos dialécticos la contradicción entre la negación del peronismo “burgués” y la valoración de la experiencia positiva de las masas peronistas y de sus organizaciones revolucionarias, sosteniendo que la experiencia práctica “llevaría al agotamiento del peronismo histórico y a la posibilidad REAL de su recuperación en un sentido revolucionario PRÁCTICAMENTE”.34 Con esta reelaboración OCPO valoraba a su propia organización como fruto de “lo mejor” de la “izquierda socialista” y del “peronismo revolucionario”, en referencia a la integración de militantes del Movimiento Patria Socialista y de Montoneros Sabino Navarro35 y sostenía que la construcción de una vanguardia revolucionaria estaría nutrida por experiencias de las diversas tradiciones del movimiento popular, incluyendo al peronismo de izquierda y en particular a Montoneros.36

Junto al balance de la propia experiencia, un tópico que tiene fuerte presencia en particular en la revista Rearme es el de las luchas revolucionarias de Centroamérica. OCPO siguió con atención el avance del sandinismo en la lucha contra la dictadura de Somoza37, y su triunfo fue tomado como una confirmación del camino revolucionario. En un marco de crisis de los proyectos revolucionarios, el sandinismo venía a ratificar algunas orientaciones que OCPO entendía como fundamentales: la vigencia de la lucha armada como vía para alcanzar el poder, la necesidad de una conducción política que actualizaba la cuestión del “partido” a la luz de la experiencia del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), la centralidad del desarrollo de una “política de masas” que articulara virtuosamente a las vanguardias con el amplio movimiento social, y la necesidad de un amplio frente social de todas las fuerzas antidictatoriales.38

Estos cambios en Nicaragua serían seguidos por las expectativas de un desenlace similar en El Salvador. Según OCPO, “Luego de la victoria sandinista en Nicaragua, la lucha revolucionaria en El Salvador concentra la adhesión y la esperanza de los pueblos de América Latina y el mundo”.39 De allí que Rearme diera un lugar extendido a la difusión de los planteos del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y de la Coordinadora Revolucionaria de Masas que promovían un alzamiento insurreccional en vistas a alcanzar un “Gobierno Democrático Revolucionario”.40 Estas orientaciones políticas llevaron en algunos casos a una intervención más directa. De hecho, algunos militantes de OCPO que habían recalado en México optaron por integrarse, o bien a la revolución sandinista en Nicaragua, o bien al FMLN de El Salvador,41 mientras que otros desde México participaron activamente en las campañas de apoyo y solidaridad con Nicaragua.42

Defensa de los derechos humanos y denuncia internacional de la dictadura argentina

Al tiempo que centraba sus reflexiones en una perspectiva revolucionaria, la política inmediata del activismo de Poder Obrero en el exilio en México daba lugar a otra agenda centrada en denunciar a nivel internacional a la dictadura argentina y reclamar por el respeto a los derechos humanos. Convergía así con las orientaciones de la militancia de otras organizaciones armadas en el exilio (Carnovale, 2014; Confino y González Tizón, 2022; Rot, 2015). En esta línea, la militancia de Poder Obrero en México se incorporó al Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA), junto a militantes de otras extracciones, particularmente de Montoneros y el PRT-ERP43. Por parte de OCPO participaron de estos encuentros Graciela Dellatorre, Sergio Bufano y Luis Rubio, quien valoraba particularmente la orientación que le imprimía Rodolfo Puiggrós44. Se trataba, por una parte, de un organismo identificado con el “proyecto de liberación nacional y social” que aspiraba a que “desaparezca la sociedad de clases y quede instaurada una Patria plenamente emancipada” en Argentina y que entendía al “exilio como una prolongación de la militancia revolucionaria”.45 Pero que, a su vez, centraba su campaña en denunciar las desapariciones, secuestros, torturas y campos de concentración clandestinos del “Terrorismo de Estado”,46 con un programa básico que reclamaba:

1) La inmediata aparición de miles de hombres, mujeres y niños que las Fuerzas Armadas y de seguridad han secuestrado y mantienen ocultos;

2) La inmediata desaparición de todos los campos de concentración, cárceles clandestinas y casas de tortura; y la efectiva abolición de la tortura, los apremios ilegales y las vejaciones;

3) La liberación de todos los prisioneros y desaparecidos políticos en Argentina;

4) El respeto del derecho de asilo y el otorgamiento de salvoconductos a los perseguidos políticos asilados en la Embajada de México en Buenos Aires;

5) El inmediato restablecimiento de todas las libertades democráticas y las garantías constitucionales en Argentina, sin retaceos ni limitaciones.47

En ese marco, desde OCPO se vincularon también particularmente con Carlos González Gartland y, por su intermedio, con la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU).48

Rearme fue el canal privilegiado para desplegar una campaña contra la dictadura argentina, reclamando —por ejemplo— que los distintos gobiernos democráticos denunciaran los crímenes de la dictadura en el marco del mundial de fútbol de 1978.49 La revista fue abierta a otras organizaciones, particularmente para las denuncias sobre la represión en Argentina, como el Grupo Obrero Revolucionario50 o el Partido Comunista Marxista-Leninista51, además de denunciar en general los crímenes de la dictadura, incluyendo los cometidos contra la propia organización.52

Los ejes políticos que permitían una orientación común tenían como agenda los derechos democráticos: “La derogación de la legislación represiva, la libertad de todos los presos políticos, el castigo de los culpables de secuestros, torturas y asesinatos, elecciones democráticas sin restricciones y de inmediato, la vigencia de todos los derechos constitucionales”.53 Para abonar esta tarea, los activistas de OCPO en México impulsaron también, de forma conjunta con activistas de otras fuerzas —entre ellas, del PRT— un “Movimiento Democrático y Antidictatorial”.54

Estas orientaciones, difundidas en Rearme, iban de la mano con iniciativas afines sostenidas desde la organización, que planteaban una política para Argentina. Se destacaba entonces la importancia de “llevar adelante una política democrática consecuente, hasta la participación sin desmayo en toda instancia de denuncia contra la represión y por las libertades más elementales negadas por la dictadura”, ratificando que “Toda perspectiva frentista que tome las banderas del gobierno cívico y elecciones libres debe tener nuestro apoyo explícito”.55

A su vez, desde Rearme se difundían las actividades e informes sobre la situación represiva en Argentina realizados por organismos que, de forma trasnacional, denunciaban las violaciones a los derechos humanos, como la Comisión de Solidaridad de Familiares de Presos, Muertos y Desaparecidos por Causas Políticas en la Argentina (COSOFAM);56 el Comité de Acción Solidaria con las Luchas de América Latina (CASLA), constituido por organizaciones mexicanas y exiliados latinoamericanos en México;57 la Federación Latinoamericana de Agrupaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos;58 Familiares de Desaparecidos por Razones Políticas; y Madres de Plaza de Mayo.59 Esta dimensión trasnacional se fue ampliando con el correr de los años, llevando a OCPO y su militancia, desde el exilio, a involucrarse en campañas en defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas en otros países, como fueron las campañas de solidaridad con Nicaragua60 y con El Salvador, incluyendo la apuesta por una campaña continental “por un movimiento antimilitarista y antiintervencionista” que se oponía a las orientaciones expresadas por la Conferencia de Ejércitos Latinoamericanos en el escenario continental abierto con el ascenso de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos.61

El dilema democrático

Si la centralidad otorgada a las luchas por los derechos humanos ya daba cuenta de prioridades distintas a las de la década anterior, la integración de la democracia como tópico fundamental de la acción política incorporaba, a su vez, a Poder Obrero en un marco de diálogo y polémica que sería característico de los años ochenta, cuando la preocupación por la democracia, sus limitaciones y potencialidades, se convirtió en un eje fundamental para el debate latinoamericano.

Ya antes de la dictadura, la experiencia política del período 1973-1976 había llevado a Poder Obrero a redimensionar el plano democrático, dándole un lugar cada vez más relevante en sus prácticas y definiciones políticas (Cormick, 2023), algo que, aún en Argentina, había empezado a ser formulado teóricamente luego del golpe de Estado, al hacer referencia al carácter transitorio e inestable de las democracias en el marco de las luchas populares y revolucionarias.62 Pero fue en el exilio en México cuando se dio paso a una sistematización que implicaba, a su vez, una actualización de las propias definiciones. Entonces, en sintonía con muchas de las reflexiones que circularon en México por esos años, los militantes de OCPO buscaron actualizar sus valoraciones sobre la democracia a partir de una revisión y una genealogía de los aportes de Marx y de otras figuras influyentes del marxismo. En esa exploración destacaban a un Marx que valoraba “la democracia de masas”, pero que, en su ambigüedad, dejaba abiertos “equívocos democráticos” sobre los que se había apoyado la socialdemocracia alemana para hacer su viraje político hacia el reformismo, algo sólo contrarrestado entonces por las orientaciones de Rosa Luxemburgo.63

Frente a ello, desde OCPO se ponderaba el aporte de Lenin por plantear una articulación entre democracia y socialismo que implicaba tres niveles: “la táctica democrática” relacionada con el aprovechamiento de los momentos de apertura política, “la política democrática” ligada a la lucha contra la autocracia, y la “estrategia democrática” que, en articulación con las dos dimensiones anteriores, planteaba la posibilidad de superar a la democracia “burguesa”, “desde adentro y desde afuera a la vez”, a partir de una iniciativa propia de la clase obrera, que podría “construir una democracia más amplia y más profunda”.64

Pero mientras la revalorización —y problematización— de la democracia parecía un elemento compartido entre las izquierdas del período, que desplegaban balances y autocríticas, las conclusiones, en particular en lo que refiere a las posibles formas de articulación con el socialismo, serían uno de los elementos de mayor debate. En ese punto, OCPO establecía una enfática diferenciación frente a las tendencias que, desde su punto de vista, abandonaban la perspectiva del socialismo en pos de priorizar la dimensión democrática. Discutía con el proyecto del eurocomunismo y su planteo de “vía democrática al socialismo”, cuestionando la perspectiva gradualista que encontraba en la idea de socialismo como un estadio superior de la democracia. Frente a ello, invocando a Lenin, sostenía que “la lucha democrática constituye una tarea que el partido revolucionario debe desarrollar, pero en el marco de su relación dialéctica con la lucha por el socialismo, la cual implica la destrucción, no la transformación, de las instituciones y el Estado burgués”.65 En el mismo sentido, polemizaba con el Partido Comunista argentino, reclamando “una visión de la historia y de los procesos políticos como lucha de clases, lo que el PCA parece rechazar”, y articulando esa perspectiva con el problema democrático, señalando que

la lucha por la democracia tiene un significado de clase: solo posee sentido para la clase obrera en la medida en que su organización y movilización la condiciona a ser un momento inestable y transitorio. Para la burguesía, por el contrario, la democracia tiene significado solo en tanto expresa bien la derrota del proletariado, bien la estabilidad de su hegemonía.66

En el marco de estas polémicas, la discusión más desarrollada por Poder Obrero la llevó adelante con otros exiliados argentinos en México que, a partir de 1979, dieron impulso a la revista Controversia, entre los que se encontraban intelectuales afines a las izquierdas y el peronismo como Juan Carlos Portantiero, José Aricó, Sergio Caletti, Nicolás Casullo, Oscar Terán, Héctor Schmucler, Ricardo Nudelman, y a donde se sumó también Sergio Bufano.67 Si bien existían otros elementos de polémica con Controversia, como la revisión de la lucha armada, el foco principal de discusión planteado por Poder Obrero era, justamente, la consideración sobre la democracia. Partiendo de un artículo de Portantiero que problematizaba la dimensión democrática68, OCPO cuestionaba a Controversia por su “reivindicación pura y simple de la democracia formal” que unificaba forma y contenido, desdibujando la distinción entre “democracia sustancial” y “democracia formal”, lo que hacía de sus posiciones un “‘lugar común’ socialdemócrata” afín al planteo de Kautsky que había sido rebatido por Lenin en 1918. Frente a ello, enfatizando que “el contenido de las formas democráticas no está en las fórmulas o en los programas, sino en las aspiraciones reales de las masas y en las correlaciones de fuerza entre las clases”, OCPO retomaba su planteo de una democracia de transición, al señalar que “el proletariado, en la Argentina de hoy, no tiene nada que ganar y sí todo que perder con la estabilización de la dominación burguesa —que solo podrá instaurarse sobre su propia derrota—, y en consecuencia, la democracia a la que aspira es inestable, con las masas movilizadas, de transición…”.69

Una democracia de transición

La sistematización sobre el recurrente planteo de una democracia de transición fue realizada por primera vez en un folleto llamado —no casualmente— “Lucha democrática y hegemonía proletaria”. La influencia de la experiencia abierta en 1973 en Argentina era evidente. Así, según Poder Obrero:

Votar, por el peronismo, el 11 de marzo de 1973, significaba desde el punto de vista de la clase obrera, votar por una democracia burguesa profundamente inestable, inmensamente vulnerable al embate de la lucha de masas, en un momento en que no existía ya una alternativa superior. (…) El 11 de marzo, y por primera vez en la historia argentina, las masas votan objetivamente (cualquiera fuera la forma que tomara su conciencia en ese momento) por la inestabilidad permanente del sistema, en la medida en que sus reivindicaciones, por las cuales luchaba, se oponían antagónicamente con las aspiraciones que Perón personificaba y el peronismo daba configuración programática.70

Sobre la base de esta experiencia histórica, se desarrollaba la reflexión sobre la democracia:

No cabe duda de que, en principio, la forma democrático-burguesa crea condiciones más favorables para la organización y la lucha obrera que la dictadura abierta de la burguesía, pero para que esas condiciones puedan ser aprovechadas en ese sentido, es imprescindible que el proletariado no cifre su confianza en las concesiones de la democracia burguesa, sino que confíe centralmente en sus propias fuerzas para conquistar una democracia auténticamente popular y siga, para ello, la vía de la mayor resistencia. (…) Por esto, la vanguardia revolucionaria debe asumir y dirigir la lucha democrática, pero sin fomentar la ‘confianza inconsciente’ en el Estado ni las ilusiones democráticas espontáneas de las masas, sino por el contrario, luchando porque sean efectivamente superadas.71

La democracia aparecía entonces no “como un fin en sí mismo”, sino como “una consigna de movilización y organización de masas” que agudizaba las contradicciones sistémicas, con lo cual las reivindicaciones democráticas adquirían “un contenido profundamente desestabilizador de la dominación burguesa”. De allí se concluía: “la democracia por la que luchamos es la de las masas movilizadas, inestable, de transición”, lo que planteaba una diferenciación, tanto frente a “las perspectivas de participación en los gobiernos socialdemócratas”, como frente a quienes desestimaban el plano democrático72. A partir de ello, sistematizaban:

Las alternativas democráticas no pueden ser más que tres:

1.La democracia de masas, que no puede ser instaurada más que por el Poder Obrero y Popular y, en consecuencia, se proyecta al fin del proceso revolucionario. Levantarla hoy implica desechar las posibilidades que ofrece la democracia burguesa a la lucha y a la organización obrera y popular, además de las legítimas aspiraciones democráticas de las masas. En su lugar, se cifrarían expectativas revolucionarias e insurreccionales inmediatas, sin ningún asidero en la realidad.

2.La democracia burguesa con estabilización del dominio de la burguesía (la “paz”), lo que en nuestra situación supone la hegemonía político-institucional de la gran burguesía (aunque sea por vía socialdemócrata) y la consiguiente derrota de las masas.

3.Un régimen democrático-burgués condicionado por la resistencia de las masas movilizadas y por el desarrollo de su organización y su lucha. De este modo, la democracia aparece como un momento en un proceso de transición, donde el equilibrio entre las clases sea eminentemente relativo y circunstancial, con la clase obrera de pie73.

Sobre la base de estas mismas orientaciones, OCPO sostenía que, frente a la dictadura, el objetivo debía ser “imponer una salida democrático-burguesa condicionada por la lucha de masas”.74 Se planteó entonces que una de las tareas de las organizaciones revolucionarias era desarrollar, junto con el programa democrático inmediato y el programa estratégico, también un “Programa democrático del proletariado, dirigido a impedir toda estabilización de la dominación burguesa (ya sea por vía dictatorial o por medio de una democracia controlada)” que aporte al desarrollo de un “proceso de manera ininterrumpida hacia la conquista del poder y la Revolución Socialista”.75 Según OCPO, “La lucha contra la dictadura —su régimen y sus objetivos políticos y estratégicos— y la reivindicación de una democracia irrestricta necesariamente inestable y de transición, constituyen sin duda el término de unidad inmediata de la clase obrera”,76 lo que permitía desarrollar un proceso que vaya desde “la resistencia por la democracia hacia la revolución socialista”.77

Aunque esta orientación caracterizó la política de Poder Obrero durante todos los años del exilio, los énfasis fueron variando, en la medida en que las expectativas iniciales de una posible contraofensiva popular que reabriera el curso revolucionario fueron cediendo ante una lectura más pesimista y autocrítica. De hecho, al filo del año 1981, la organización debía reconocer que

desde el golpe militar del 76 se ha modificado en profundidad el panorama político argentino: el tremendo deterioro en la correlación de fuerzas que impuso la ofensiva dictatorial se expresó claramente en un retroceso del movimiento de masas desde el punto de vista de su protagonismo político y de su capacidad de organización y lucha; y en el debilitamiento, dispersión o aniquilamiento del amplio espectro de fuerzas de izquierda que caracterizaron los años previos.78

En esas circunstancias, para el año siguiente, la perspectiva de una democracia de transición, aún sostenida, dejó de enfatizar los aspectos estratégicos que la vinculaban con el socialismo y se orientó en cambio hacia “una alternativa de gobierno civil provisional, con exclusión de los militares, comprometido con un programa de reivindicaciones democráticas y populares” que planteara la perspectiva de “paz y democracia”.79

Consideraciones finales

La experiencia de Poder Obrero durante el exilio en México expresó el carácter transicional del período en el perfil dual de su política y orientación.

Por una parte, OCPO buscó sostener una agenda centrada en la revolución, en sintonía con una perspectiva política ampliamente influyente en las décadas de los sesenta y setenta. En función de ello, al tiempo que ratificó algunos vectores fundamentales de su perspectiva estratégica (como el carácter socialista y armado de la revolución), tomó a los balances del período previo y de su propia trayectoria como apoyatura para realizar una revisión de definiciones importantes, como la política de alianzas y la caracterización del peronismo, entendiendo que esas revisiones aportarían a una intervención mejorada en el futuro. En este marco, ante el evidente repliegue de las propuestas revolucionarias en Argentina, Poder Obrero fortaleció su perspectiva trasnacional, en particular siguiendo la dinámica de los procesos centroamericanos abiertos con el triunfo de la revolución sandinista. En este primer aspecto, la impronta de Poder Obrero parece en sintonía con la de otras fuerzas como Montoneros y PRT-ERP, que sostuvieron orientaciones con perspectiva revolucionaria, sea en los intentos de retorno a la Argentina o en su apoyo a experiencias latinoamericanas como el sandinismo.

Por otra parte, la agenda política de carácter eminentemente defensiva tomó como eje fundamental la denuncia de la dictadura militar, la promoción de campañas internacionales en defensa de los derechos humanos, y la articulación con distintos países, principalmente de América Latina, para intentar visibilizar la escalada represiva. Se trató, evidentemente, de una orientación política en la que Poder Obrero confluía con prácticamente todo el arco político del exilio, incluyendo también a las organizaciones armadas mencionadas. Un aspecto destacado fue la centralidad que en el discurso político de OCPO asumió el problema de la democracia, en sintonía con el nuevo campo discursivo que estaba en desarrollo y que se volvería gravitante en los años ochenta. En este sentido, que Poder Obrero sostuviera la preocupación de articular de forma virtuosa la perspectiva socialista con la práctica democrática, parece dar cuenta de la potencia de un nuevo marco político-cultural que impregnaba incluso a las fuerzas que planteaban sostener lo fundamental de sus propuestas estratégicas previas.

En este marco, resulta interesante registrar el perfil específico que Poder Obrero le asignó a la dimensión democrática, distanciándose tanto de las lecturas que asimilaban la democracia con la igualdad social o el socialismo, como de aquellas que enfatizaban su dimensión institucional o formal. En la práctica política de OCPO, la apuesta a una democracia inestable y de transición funcionó como un articulador entre los reclamos fundamentales de respeto a los derechos humanos y las libertades públicas, por una parte, y la perspectiva estratégica de alcanzar un orden socialmente igualitario, por la otra. De esta forma, intentando articular las demandas antidictatoriales y revolucionarias, la democracia se planteaba como una propuesta de transición que empalmaba con una transición histórica vivenciada desde el exilio y que se expresaría en las diferentes culturas políticas de los años setenta y ochenta. Lo característico de esa concepción de democracia es que no refería ni a un proyecto futuro a alcanzar para una mayor igualdad social, ni a un régimen democrático-liberal a defender, sino a un proceso que debía ser disputado en función de los intereses de las mayorías sociales. En ese sentido, la democracia de transición sistematizada por OCPO en el exilio en México puede ser también recuperada para considerar otras coyunturas y experiencias históricas.

Referencias

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Fuentes

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Revista Controversia, N°1, octubre 1979.

Revista Rearme N°1 al 7, abril 1978 - abril 1981.

Entrevistas

Dardo Casto. Entrevistas realizadas por el autor. CABA, 7/03/2017, 30/06/2022, y 18/09/2024.

Sergio Bufano. Testimonio en Memoria Abierta. Buenos Aires. 2001.

Alicia. Entrevista publicada en Pozzi y Schneider (2006), op cit, pp. 373-408.


1. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad Nacional de Moreno (UNM), federicocormick@gmail.com, https://orcid.org/0009-0009-0225-2598.

2. Los trabajos partidarios elaborados en el exilio en México de los que tenemos registro se inician en 1977 y culminan en 1982. Están consignados al final del artículo.

3. La revista Rearme publicó siete números entre abril de 1978 y abril de 1981.

4. eltopoblindado.com

5. Un agradecimiento especial para José Miguel Candia y para Irene de la Puente, quienes facilitaron ejemplares faltantes de la revista Rearme.

6. Dardo Casto, entrevistas realizadas por el autor, CABA, 7/03/2017, 30/06/2022 y 18/09/2024; y Sergio Bufano, testimonio en Memoria Abierta, Buenos Aires, 2001.

7. Los registros son divergentes. En algunos casos sugieren que OCPO contó con 1000 (Pereyra, 2011) o 1500 integrantes (Benito y Landi, 2017). Nuestra reconstrucción a partir de fuentes orales y de inteligencia nos induce a considerar que puede haber superado los 600 activistas (Cormick, 2023).

8. Dardo Casto, entrevistas citadas. También ver Benito y Landi (2017) y Cormick (2023).

9. Dardo Casto, entrevistas citadas.

10. Ibidem. En esta misma perspectiva, según Bernetti, en México, “En los primeros años del exilio se habló del mismo como de un ‘exilio de la guerrilla’. Y era notorio que, en diversos momentos, más temprano o más tarde, Montoneros, PRT-ERP, Poder Obrero y otras organizaciones menores tenían en el exterior a muchos integrantes de sus direcciones y cuadros altos, medios y simpatizantes” (2014: 73).

11. Entrevista a Alicia. En Pozzi y Schneider (2006: 373-408).

12. Sergio Bufano, entrevista citada.

13. OCPO, “Lucha democrática y hegemonía proletaria”, octubre 1977.

14. “Declaración del M.D.A.”, Rearme Nº2, mayo 1978.

15. Dardo Casto, entrevistas citadas.

16. Ibidem.

17. Sergio Bufano, entrevista citada.

18. Entre otros/as la “Negra” Graciela, Carlos -el “Polo”-, Eduardo, Beatriz, Oscar, Alicia y “Francisco”. Tanto Castro como Bufano hacen referencia a una mayor cantidad de militantes, pero sin nombrarlos.

19. En el mismo sentido, Bernetti, señala a la revista Rearme como la “vocera extraoficial” de la militancia de OCPO en México (2014: 130).

20. Dardo Casto, entrevistas citadas.

21. Dardo Casto, entrevistas citadas. Sergio Bufano, entrevista citada.

22. OCPO, “Organización Comunista Poder Obrero”, junio 1977; “Lucha democrática y hegemonía proletaria”, octubre 1977; “Los cinco puntos ¿quién integra el frente? ¿quién lo dirige?”, Rearme Nº1, abril 1978.

23. Rearme Nº1, abril 1978. El texto se repite en los retiros de tapa de los siguientes números.

24. Rearme N°7, abril 1981; El Obrero-Edición internacional Nº1, diciembre 1980.

25. “Editorial”, Rearme N°6, agosto 1980.

26. “La unidad de los revolucionarios”, El Obrero-Edición internacional Nº1, diciembre 1980.

27. OCPO, “Lucha democrática y hegemonía proletaria”, octubre 1977.

28. OCPO, “Comité Ejecutivo nacional. Balance del proceso político y propuestas. Doc. 2”, junio 1976.

29. OCPO, “Lucha democrática y hegemonía proletaria”, octubre 1977.

30. OCPO, “En la resistencia por la democracia hacia la revolución socialista”, mayo/junio 1979; “Viola: el disfraz dictatorial”, El Obrero-Edición Internacional Nº1, diciembre 1980.

31. OCPO, “Organización Comunista Poder Obrero”, junio 1977.

32. OCPO, “Democracia y revolución”, 1976.

33. OCPO, “Comité Ejecutivo nacional. Balance del proceso político y propuestas. Doc. 2”, junio 1976.

34. OCPO, “Lucha democrática y hegemonía proletaria”, octubre 1977. Énfasis en el original.

35. OCPO, “En la resistencia por la democracia hacia la revolución socialista”, mayo/junio 1979.

36. “Editorial”, Rearme Nº1, abril 1978.

37. Frente Sandinista de Liberación Nacional, “Nicaragua: Operativo de FSLN”, Rearme Nº3, agosto 1978.

38. Ramón Fedri, “Nicaragua: Sus enseñanzas”, Rearme Nº4, noviembre 1979.

39. El Obrero-Edición Internacional Nº1, diciembre 1980.

40. Manifiesto de PCS - RN – FPL El Salvador (suplemento), Rearme Nº5, abril 1980; Aníbal Quijada, “Basta ya. En El Salvador”, Rearme Nº7, abril 1981; Comisión de Prensa del FDR, “El Salvador un pueblo que lucha”, Rearme Nº7, abril 1981; Coordinadora Revolucionaria de Masas, “Plataforma del Gobierno Democrático Revolucionario”, Rearme Nº7, abril 1981.

41. Dardo Casto, entrevistas citadas. Balerini, Emiliano. Testimonio al autor, 18/07/2024. Al menos tres ex activistas de OCPO murieron en estas experiencias centroamericanas, dos de ellos integrados al Frente Sur del Sandinismo en Nicaragua, y el otro participando del FMLN de El Salvador fue desaparecido en Honduras.

42. Fue por ejemplo el caso de Alicia, integrante de OCPO en México. Dardo Casto, entrevistas citadas.

43. Según Bernetti, el COSPA fue un “organismo que se fue radicalizando a partir del 24 de marzo de 1976, ya claramente definido alrededor de la política montonera, y con el apoyo expreso o implícito del PRT-ERP y del OCPO (Organización Comunista Poder Obrero) y de algunos militantes de izquierda independientes pero muy cercanos ideológicamente a sus planteamientos” (2014: 97). También Alonso señala la vinculación de la COSPA -y de otros organismos como la COSOFAM y CADHU- a las organizaciones político-militares (2008: 103).

44. Dardo Casto, entrevistas citadas. Sergio Bufano, entrevista citada.

45. COSPA, “Declaración”, junio 1977.

46. COSPA, “Declaración”, noviembre 1978.

47. COSPA, “Reclamo a la Junta Militar Argentina”, diciembre 1978.

48. Dardo Casto, entrevistas citadas. Sergio Bufano, entrevista citada.

49. “Los dos collares: partido militar y convergencia” y “Argentina 78. 700 millones para ocultar la represión”, Rearme Nº1, abril 1978.

50. GOR, “Nuevo paso hacia el exterminio de prisioneros políticos”, Rearme Nº1, abril 1978.

51. PCML, “Secuestro”, Rearme Nº1, abril 1978.

52. “A un año de la masacre”, Rearme Nº2, mayo 1978.

53. OCPO, “Los cinco puntos ¿quién integra el frente? ¿quién lo dirige?”, Rearme Nº1, abril 1978.

54. “Declaración del M.D.A.”, Rearme Nº2, mayo 1978. La declaración estaba firmada por: Luis Rubio, Manuel Gaggero, Abraham Salomón, Ramón Enríquez, Juan Almirón y Marcelo Aguerma.

55. OCPO, “En la resistencia por la democracia hacia la revolución socialista”, mayo/junio 1979.

56. CO.SO.FAM, “¿Por qué una huelga de hambre?”, Rearme Nº2, mayo 1978.

57. “Informe de CASLA”, Rearme Nº2, mayo 1978.

58. Federación Latinoamericana de Agrupaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, “Declaración final del Primer Congreso Latinoamericano de Familiares de Desaparecidos”, Rearme Nº7, abril 1981.

59. Familiares de Desaparecidos por Razones Políticas y Madres de Plaza de Mayo, “Desaparecidos: una lucha irreconciliable”, Rearme N°6, agosto 1980.

60. Dardo Casto, entrevistas citadas.

61. OCPO, “Por un movimiento antimilitarista y antiintervencionista”, El Obrero-Edición internacional Nº1, diciembre 1980; “Editorial”, Rearme Nº7, abril 1981.

62. OCPO, “Democracia y revolución”, 1976.

63. Mariano Vega, “El dilema democrático (I)”, Rearme N°4, octubre 1979.

64. Mariano Vega, “El dilema democrático (II)”, Rearme N°5, marzo 1980.

65. Adriana Machado, “Eurocomunismo y socialdemocracia”, Rearme N°2, mayo 1978.

66. “Lucha democrática y lucha de clase. PCA: Diálogo… con la dictadura”, Rearme N°1, abril 1978.

67. Sergio Bufano, entrevista citada.

68. Portantiero, Juan Carlos, “La democracia difícil. Proyecto democrático y movimiento popular”, Controversia, N°1, octubre 1979

69. “Controversia: ¿El arca de la nueva alianza?”, Rearme N°5, marzo 1980.

70. OCPO, “Lucha democrática y hegemonía proletaria”, octubre 1977. Destacado en el original.

71. Ibidem.

72. Ibidem.

73. Ibidem.

74. Ibidem.

75. OCPO, “Los cinco puntos ¿quién integra el frente? ¿quién lo dirige?”, Rearme Nº1, abril 1978.

76. “El término de unidad política de la clase obrera hoy”, Rearme Nº3, agosto 1978.

77. OCPO, “En la resistencia por la democracia hacia la revolución socialista”, mayo/junio 1979.

78. OCPO, El Obrero-Edición internacional Nº1, diciembre 1980.

79. OCPO, “Después de las Malvinas”, julio 1982. En esta declaración, la última que disponemos firmada en México por OCPO, se planteaba que la guerra de Malvinas había sido un intento de la dictadura para desviar la movilización antidictatorial y proseguir con la política del terror, razón por la cual cuestionaban a quienes habían dado su apoyo a la guerra señalando un carácter “anticolonial”. Según OCPO la derrota en Malvinas habría una fase de inestabilidad y negociación, mejorando las condiciones objetivas para que la sociedad civil recupere terreno y presione por una salida política a partir de un inmediato llamado a elecciones y el establecimiento de un gobierno civil provisional.