La Internacional Socialista y la ruptura del socialismo argentino (1958-1961)

Joaquín Baeza Belda1

papeles de trabajo, 18(34), julio-diciembre 2024, pp. 97-113

Recibido: 18/7/2024. Aceptado: 18/10/2024

Resumen

Este artículo explora la relación entre la Internacional Socialista y los partidos socialistas argentinos surgidos de la ruptura de 1958, entre esa fecha y 1961. En 1958, el histórico Partido Socialista de Argentina se fracturó en dos formaciones conocidas como Partido Socialista Argentino (PSA) y Partido Socialista Democrático (PSD). Ambos partidos acudieron pronto al amparo de la Internacional Socialista para conseguir recursos que los legitimaran como el verdadero continuador del tronco original. Por parte de la Internacional Socialista, existía también el interés por mantener en su seno al representante argentino, que era una pieza clave para su extensión por el resto de América Latina. Nuestra intención es, así, analizar las causas de la ruptura de 1958, los argumentos defendidos por cada uno de los grupos argentinos y las estrategias de la Internacional Socialista para lograr la reunificación. Para ello, nos servimos principalmente de los documentos y la correspondencia de la Internacional Socialista que se conserva en el Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis de Ámsterdam.

Palabras clave: Internacional Socialista; Argentina; socialismo; partidos; 1958.

Abstract

This article explores the relationship between the Socialist International and the Argentine socialist parties that emerged from the 1958 split between that year and 1961. In 1958, the historic Socialist Party of Argentina fractured into two formations known as the Partido Socialista Argentino (PSA) and the Partido Socialista Democrático (PSD). Both parties soon turned to the Socialist International for resources to legitimise themselves as the true continuation of the original trunk. The Socialist International was also interested in keeping the Argentine representative in its midst, as he was a key player in its expansion throughout the rest of Latin America. Our intention is thus to analyse the causes of the 1958 split, the arguments defended by each of the Argentine groups and the strategies of the Socialist International to achieve reunification. To this end, we mainly use the documents and correspondence of the Socialist International kept at the Internaational Instituut voor Sociale Geschiedenis in Amsterdam.

Keywords: Socialist International; Argentina, Socialism; Political parties; 1958.

En el informe presentado por Humberto Maiztegui,2 secretario latinoamericano de la Internacional Socialista, ante el V Congreso de esta organización (Circular 70/57, 6 de diciembre de 1957), celebrado en julio de 1957 en Viena, se defendía que el Partido Socialista argentino poseía el potencial para convertirse en una fuerza política clave en el país. En ese momento, concedía el político uruguayo, se trataba de una formación en crisis, como la práctica mayoría de los partidos argentinos. Sin embargo, en el nuevo contexto abierto tras la caída de Juan Domingo Perón en 1955, las expectativas de crecimiento para quienes apostaban por una política democrática en lo social y lo económico eran más que halagüeñas. La realidad fue, sin embargo, un poco más tozuda: contra este pronóstico tan optimista, el histórico Partido Socialista (en adelante, PS), nacido a fines del siglo XIX, sufrió, apenas unos meses más tarde, una fractura entre dos grupos que solo se reconciliarían oficialmente varias décadas después, en 2002.

Más allá de la falta o no de olfato político de Maiztegui, a quien acudiremos repetidamente en las próximas páginas, este episodio nos abre la puerta hacia un buen número de cuestiones. En primer lugar, demuestra el interés que existía en la Internacional Socialista (en adelante, IS), institución creada formalmente en 1951 y con su baricentro en la Europa noroccidental, por América Latina en general y por Argentina en particular. Expone también los lazos que desde un primer momento se establecieron entre el país conosureño y la IS. De hecho, junto con el Partido Socialista uruguayo, fueron los dos únicos espacios en los que la socialdemocracia internacional hizo pie en la región en esta primera etapa. Asimismo, se deslizaba en aquella declaración la concepción de la IS sobre el contexto político argentino, con una valoración muy negativa de la experiencia peronista, prácticamente homologable al fascismo desde su punto de vista, y una esperanza en el futuro que se abría a partir de 1955.

Además de muchos otros factores, entre los cuales destacó la persistencia de la identidad peronista en una parte importante de la sociedad argentina, la fractura del PS trastocó ese horizonte. También alteró la relación entre el socialismo argentino y la IS, así como los equilibrios que esta trataba de construir en la región. A su vez, los distintos grupos socialistas reconocieron en la IS no solo un interlocutor importante, sino también una fuente de recursos de muy distinto tipo, a la que apelaron repetidamente para tratar de imponerse como el legítimo continuador del histórico PS.

En esa línea, este artículo explora la relación entre la IS y los dos partidos socialistas argentinos que surgieron tras la ruptura de 1958. Por parte de estos últimos, nos interesa saber qué visión ofrecieron del episodio de la fractura, qué perspectiva proyectaban del grupo rival, cuáles eran sus expectativas de cara al futuro y a qué aspiraban en sus contactos internacionales. Por parte de la IS, pretendemos rastrear cuáles fueron sus fuentes de información para conocer el complejo contexto argentino, cuáles eran sus objetivos principales en esa relación y qué estrategias llevaron a cabo para lograrlos. Nuestro análisis se centrará en la coyuntura entre ese año clave de 1958 y 1961: el conflicto al interior del socialismo argentino desbordó ampliamente esas fechas, y la cuestión de la representación oficial del país en la IS quedó indefinida por largo tiempo; sin embargo, hacia 1961 ya estaban planteadas las principales bases del conflicto. También hemos optado por cerrar nuestra atención en ese último año porque, en ese momento, se produjo una nueva fractura al interior del llamado Partido Socialista Argentino, que añadió nuevos elementos de complejidad al problema.

Por supuesto, no somos los primeros en profundizar en estas cuestiones. Existe ya un amplio bagaje de trabajos que analizan la formación y los primeros pasos del PS, desde sus orígenes a finales del siglo XIX y sus primeras décadas (Aricó, 1999; Tarcus, 2007; Tortti, 1999; Barrancos, 2005; Ceruso, 2023; Poy, 2020), hasta su relación con el radicalismo (Martínez Mazzola, 2010) y la conflictiva irrupción del peronismo en los años cuarenta del siglo XX (Camarero y Herrera, 2005; Graciano, 2007; Herrera, 2019).3 La mayoría de estas investigaciones han definido al partido argentino bajo el liderazgo de Juan Bautista Justo por su carácter gradualista, no revolucionario, y su apuesta principal por la vía electoral y parlamentaria.4 Estos aspectos persistieron, pero también fueron fuente de encendidos debates e impugnaciones en el periodo que nos ocupa. De manera más concreta, la ruptura de 1958 ha sido analizada desde distintos puntos de vista por Blanco (2000), Tortti (2009) o Ferreyra (2015).

Tampoco hemos sido los únicos en adoptar una perspectiva transnacional para abordar esta cuestión. Adelman (1992) exploró, por ejemplo, la apuesta electoral del PS antes de la Primera Guerra Mundial en el contexto de la II Internacional. En ese mismo marco, Geli (2005) estudió las distintas posiciones entre europeos y argentinos sobre la migración. En el mismo volumen, Portantiero (2005) analizó la respuesta del PS a los debates de la socialdemocracia en los años treinta. De manera más similar a nuestro enfoque, Poy y Benclowicz (2023) recorrieron la relación entre el socialismo argentino y la socialdemocracia internacional durante las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, su análisis no llega hasta las fechas que nos ocupan. Por su parte, Pedrosa (2009, 2012) realizó el aporte más exhaustivo sobre el papel y las estrategias de la IS en América Latina, y, en parte, nuestro trabajo sigue su línea al profundizar en el caso argentino.

En cuanto a las fuentes, nos hemos nutrido principalmente de los documentos de la IS que se guardan en el Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis de Ámsterdam (Países Bajos). La IS ha sido, a lo largo de su historia, una institución sumamente formal que se ha preocupado por conservar prácticamente todo aquello que generaba y recibía. Por ello, en ese archivo se almacena toda la correspondencia mantenida con los partidos argentinos, así como las circulares emitidas y las actas de los congresos. Por su parte, publicaciones como las memorias políticas de Maiztegui (1992) o el trabajo de Julio Godio (1986), que resume de manera muy general la relación entre Argentina y la IS, también nos han sido sumamente útiles para entender el contexto general.

Tras esta introducción, el artículo se divide en tres partes: en la primera, narraremos el proceso de ruptura del PS en 1958; en la segunda, analizaremos las razones del interés de los partidos socialistas argentinos por estrechar relaciones con la IS; finalmente, nos centraremos en los objetivos y estrategias de esta última en el escenario argentino entre 1958 y 1961.

La ruptura del socialismo argentino en 1958

La fractura en 1958 de una de las más antiguas fuerzas políticas de izquierda de toda América Latina, la primera socialista en conseguir representación parlamentaria en la región fue, sin duda, traumática. A partir de ese momento, dos grandes ramas, una encarnada en el llamado Partido Socialista Democrático (PSD) y otra en el Partido Socialista Argentino (PSA),5 separaron sus caminos durante décadas y solo volvieron a confluir bajo una misma estructura en 2002. Sin embargo, no fue la primera separación que sufrió el PS, ya que anteriormente había atravesado fragmentaciones como la del Partido Socialista Internacional, semilla del Partido Comunista, en la coyuntura de 1917 y 1918; la protagonizada por los terceristas de Enrique del Valle Ibarlucea; o la que dio origen al Partido Socialista Independiente en 1927. Tampoco sería la última división: el viejo tronco socialista, condenado en las décadas siguientes a la atomización, como encarnó, entre otras formaciones, el caso del Partido Socialista Popular (Suárez, 2021).

A pesar de lo traumático, la ruptura no llegó precisamente como un rayo en medio de la claridad. Al contrario, se había ido fraguando, como mínimo, a lo largo de la década anterior, en pleno gobierno peronista. La irrupción del justicialismo, incluso más que la del radicalismo en su versión yrigoyenista (Martínez Mazzola, 2010), representó para los socialistas un desafío casi insuperable, que los alejó definitivamente de cualquier aspiración de convertirse en un partido de masas. La imposibilidad de competir por el voto obrero, sólidamente en manos de Perón, junto con otros factores —entre los cuales no puede subestimarse la represión ejercida por el gobierno justicialista6—, llevó, hacia mediados de la década de 1950, a una radicalización de algunas tesis que ya circulaban en el PS desde hacía años. Entre estas tesis destacaban la defensa de los valores liberales por encima de los clásicos del socialismo, la caracterización del peronismo como un régimen totalitario y la conclusión de que este no podría ser derrotado por la vía electoral (Martínez Mazzola, 2020). Por supuesto, una apuesta tan alta generó tensiones al interior ante quienes veían de manera más amable la experiencia peronista o directamente fueron seducidos por ella, como el caso de Enrique Dickmann en 1953.7 Sin embargo, estas posturas siempre encontraron una fuerte oposición dentro del partido.

El contexto de la llamada Revolución Libertadora —el periodo bajo gobierno militar que se inició con el derrocamiento de Perón en septiembre de 1955 y se extendió hasta 19588— exacerbó las posiciones de líderes socialistas como Américo Ghioldi.9 Este no dudó en reclamar una “justicia ejemplar” que eliminara cualquier intento de retorno del peronismo (Panella, 2007). No obstante, la participación en un gobierno militar tan represivo como regresivo en términos socioeconómicos incrementó aún más las tensiones dentro del PS.

Si, en general, la mayoría de los líderes socialistas dio la bienvenida a esta nueva etapa, que terminaba, según su versión, con un gobierno equiparable al fascismo y abría la esperanza de que los trabajadores regresaran naturalmente al redil socialista tras la "demagogia justicialista10", las políticas económicas del general Pedro Eugenio Aramburu pronto generaron fuertes dudas dentro del partido.

El descontento interno comenzó a hacerse evidente en junio de 1956, cuando ciertos sectores del PS criticaron la falta de posicionamiento crítico hacia el gobierno en las páginas de La Vanguardia, el órgano partidario cuyo editor era precisamente Américo Ghioldi. El cambio en noviembre de ese año en el comité de prensa, que pasó a ser encabezado por Alicia Moreau de Justo11 marcó el inicio de un apoyo crítico al gobierno del general Aramburu. Pero también se intensificaron las tensiones con el grupo de Ghioldi, quien se sintió desplazado y no dudó en expresar públicamente su descontento (Circular Buró IS 6/58, 1958, 24 de enero).

El congreso extraordinario del partido, celebrado en Córdoba en noviembre de 1957, fue un punto de inflexión en esta creciente hostilidad. La reunión, originalmente convocada para definir candidatos y programa de cara a las elecciones de febrero de 1958, quedó solapada ante el retiro de las sesiones de Ghioldi y su grupo, quienes intentaron sin éxito incluir en la agenda la situación interna del partido12. Para ese entonces, ambos sectores ya funcionaban prácticamente de manera independiente. Sin embargo, la ruptura se hizo oficial en el siguiente congreso, que tuvo lugar en Rosario en julio de 1958, en medio de una fuerte discusión sobre el tipo de representación que se debía aplicar: más federal, tratando de lograr un equilibrio entre los centros repartidos por todo el país, o de tipo mayoritario, en el que la gravitación de Buenos Aires sería preponderante.

Del lado de la mayoría quedaron figuras como la citada Alicia Moreau de Justo, Alfredo Palacios, Ramón Muñiz y David Tieffenberg.13 Esta sección adoptó rápidamente la denominación de Partido Socialista Argentino (en adelante, PSA) y contó con el respaldo mayoritario de la juventud partidaria. La heterogeneidad que le imprimía este último sector fue, eso sí, causa de nuevas turbulencias en los años siguientes, como veremos en el siguiente apartado. Por su parte, al otro lado quedaron miembros como Ghioldi, Nicolás Repetto y Juan Antonio Solari14. Su agrupación recibiría el nombre de Partido Socialista Democrático (PSD).

Lejos de ser una cuestión unicausal, varias dimensiones cruzaban la división dentro del socialismo. Si bien ambos sectores coincidían en su apoyo al gobierno militar iniciado en septiembre de 1955, la aprobación del PSA estaba condicionada a un rápido retorno a un gobierno constitucional y a la posibilidad de crítica de su política económica. Del lado del PSD, el sostén a la Revolución Libertadora era incondicional: De hecho, fue habitual que este sector reprobara las numerosas huelgas obreras que se desarrollaban en esos años, ya que consideraba que estas tenían un carácter político favorable al peronismo. Al hilo de ello, la relación con los sectores justicialistas, también se produjeron diferencias: el PSA apostaba por atraer y seducir esas masas de trabajadores hacia el partido15, mientras que el PSD subrayaba aún más su carácter liberal y solo consideraba tejer alianzas con grupos que claramente se habían opuesto al peronismo. Además de estos factores, las rencillas personales, que aumentaron con el tiempo, también fueron un obstáculo importante para lograr una reconciliación rápida.

Ambos sectores se proclamaron como los legítimos continuadores del PS, presentando a su rival como una desviación y utilizando diversos recursos para imponer sus puntos de vista. Entre estos, se destacó la apelación a grupos internacionales como la IS, tema que desarrollaremos en el siguiente apartado. Antes de continuar, es importante señalar que lo vivido por el PS no fue una experiencia exclusiva; prácticamente todo el espectro político experimentó algún tipo de crisis en la coyuntura abierta tras el derrocamiento del peronismo, comenzando por el radicalismo, que en 1957 quedó dividido entre la Unión Cívica Radical Intransigente, encabezada por el futuro presidente Arturo Frondizi, y la Unión Cívica Radical del Pueblo, liderada por Ricardo Balbín.

La apelación de los partidos socialistas argentinos ante la IS

Los dos sectores del antiguo PS apelaron a la autoridad de la IS para dirimir su conflicto casi inmediatamente después de su ruptura. Más allá del prestigio que pudiera tener una organización internacional que daba sus primeros pasos y aún estaba lejos del crecimiento que alcanzó una década después, esa rápida conexión respondía también a una tradición en el socialismo argentino, que ya había atravesado experiencias similares. Como ilustraron Poy y Benclowicz (2023), a fines de los años veinte, tanto el PS como el Partido Socialista Independiente recurrieron a la legitimidad de la Internacional Obrera y Socialista (IOS)16 para dirimir sus diferencias, con un planteamiento y una metodología bastante semejante a lo que ocurrió tres décadas después.

De esta forma, tanto el PSA como el PSD informaron rápidamente sobre los hechos que derivaron en la ruptura y trataron de influir en la IS para ser reconocidos como los verdaderos representantes argentinos de la institución. Como era de esperar, cada sector intentó imponer un relato que le otorgara dicha legitimidad, pero ¿hasta qué punto sus versiones resultaban contradictorias?

En primer lugar, resulta significativo, aunque nada sorprendente, que ninguno de los grupos asumiera la responsabilidad de la fractura. Al contrario, según cada versión, esta había sido provocada, sin ninguna duda y exclusivamente, por los rivales. Así aparece, por ejemplo, en una carta dirigida por Nicolás Repetto a Albert Carthy17 (1958, 11 de diciembre), en la que explica que la actitud del grupo que terminó formando el PSD en el congreso de Rosario fue siempre conciliadora, pero que todo se malogró debido a episodios violentos que no tenían nada que ver con la tradición socialista, provocados por los sectores juveniles. Por el contrario, en una misiva de Alicia Moreau de Justo a Carthy (1958, 26 de julio), se señalaba que se había producido la división a pesar de todos sus esfuerzos por evitarla. Desde su punto de vista, su contraparte ya había intentado separarse en el anterior congreso de Córdoba de 1957 y lo consiguió finalmente en el encuentro siguiente, donde provocaron un escándalo para impedir una reforma de los estatutos.

Más allá de la autoría de la ruptura, la genealogía del conflicto y el punto exacto de su origen también derivaron en visiones contrapuestas. En los informes a la IS redactados por lo que fue el PSD, o “la minoría” en la terminología de esos primeros meses, se destacó en primer lugar que el desplazamiento de Ghioldi como editor de La Vanguardia había constituido un fraude a las decisiones del congreso partidario (Informe realizado por el grupo minoritario, 1958, 20 de agosto18. Meses después, siempre desde su punto de vista, el congreso de Rosario había conformado poco menos que un golpe fascista, a partir de una decisión no válida tomada por una minoría no representativa. Por su parte, desde la interpretación de Alicia Moreau de Justo y su espacio, las conclusiones del congreso rosarino se alineaban con la declaración de principios de la IS y, por lo tanto, no justificaban ninguna ruptura o cuestionamiento (Carta de Moreau de Justo a Carthy, 1958, 8 de diciembre).

El PSD empleó gran parte de su artillería en demostrar a la IS que el PSA estaba sumamente escorado a la izquierda y estaba infiltrado por otras fuerzas, lo cual les invalidaba para pertenecer a la institución internacional. Las elecciones legislativas de 1960, en las que el PSA obtuvo casi 100.000 votos más que el PSD19, sirvieron de excusa para que estos últimos sembraran en la IS dudas sobre la verdadera naturaleza del PSA. En la correspondencia enviada por los socialistas democráticos (Carta de Juan Antonio Solari a Alsing Andersen, 1960, 31 de mayo), justificaban su derrota relativa aduciendo que muchos votos del Partido Comunista habían sido derivados al PSA, lo que había aumentado artificialmente su caudal electoral. Desde esa perspectiva, esta agrupación era simplemente un títere de dos fuerzas totalitarias como el comunismo y el peronismo: no era necesario ser muy perspicaz para entender qué buscaba el PSD con esta caracterización, justo en plena Guerra Fría.

En contraste, desde este bando se insistió en misivas como la anterior o en varias otras en que personificaban al único partido socialista “bona fide” (Carta de Solari a Carthy, 1960, 11 de julio), el socialismo evolutivo y no dogmático, que acataba la carta de Frankfurt de 195120 y que, sin ninguna duda, se alineaba con el espíritu de la IS.

Como tampoco era de extrañar, la acusación de mantener vínculos con el comunismo fue velozmente rechazada por medio de una carta a Carthy firmada por Ramón Muñiz y Moreau de Justo en septiembre de 1960, que incluía también un informe sobre los comicios. En dicho texto, se negaba cualquier tipo de ayuda comunista, argumentando que estos habían obtenido en 1958 unos 75.000 votos, cantidad que de ninguna manera había sido trasvasada hacia el PSA dos años después. Este sector, además, desafiaba tanto a comunistas como a peronistas en el plano sindical, en una lucha que consideraban muy similar a la que varios partidos europeos habían librado contra el nazismo y el fascismo.

Por el contrario, Muñiz y Moreau de Justo señalaban que la incorporación del PSD a la IS podría ser muy perjudicial para la reputación de la institución internacional ante los trabajadores argentinos y latinoamericanos, dada la deriva cada vez más liberal que adoptaba este partido. Desde su punto de vista, la oposición al PSD no se basaba, por tanto, en una rivalidad banal, sino que estaba en juego el futuro del socialismo en la región: si la IS era vista como una organización conservadora, y la cercanía con el PSD solo iba a exacerbar dicho sentimiento, su falta de atractivo sería aprovechada por los comunistas. De esa manera, si desde el exterior el PSA podría verse alineado más a la izquierda de los valores tradicionales de la IS, lo estaba solo como defensa de la clase obrera y para ocupar un espacio que, de otro modo, sería apropiado por formaciones con planteamientos más radicales.

En la misma carta, las figuras del PSA reconocían el problema de una juventud partidaria cada vez más contestataria, que, según su visión, se hallaba confundida y apresurada. Esto parecía conceder la razón a algunos de los argumentos del espacio rival, ya que, exageradas o no, gran parte de las críticas que vertía el PSD tenían su asidero en esos sectores jóvenes que se estaban radicalizando al calor de la revolución cubana y cada vez eran más díscolos ante la autoridad partidaria.

De hecho, la fragmentación que sufrió el PSA en 1961, en la que el sector liderado por Moreau de Justo expulsó a figuras de la juventud del partido como David Tieffenberg, fue interpretada por el PSD como la confirmación de sus tesis de infiltración comunista21. Moreau de Justo admitía en su informe para la IS (sin fecha, posiblemente de septiembre de 1961) que la conducción había tenido que tomar una medida tan drástica (“violenta” sería la palabra empleada en el texto) como la expulsión en masa de todos aquellos que se estaban desviando del socialismo hacia fórmulas revolucionarias o de integración con el peronismo, por miedo a que el PSA perdiera su rumbo. La radicalización provocada por la influencia de la revolución cubana, unida a un modelo político en el que las Fuerzas Armadas tenían la última palabra y vetaban la que posiblemente era la fuerza mayoritaria, se dejaba, pues, sentir sobre el PSA y auguraba nuevas y graves turbulencias para su futuro.22

A pesar de que el citado informe dirigido a la IS incidía en la importancia de ese difícil contexto para explicar la relativa debilidad del PSA, lo cierto es que, como veremos, el episodio de 1961 aumentó la desconfianza en ciertos sectores de la organización internacional sobre la conveniencia de que ese partido fuera el representante argentino en la IS.

En definitiva, ambos bandos mantuvieron un flujo de cartas e informes con los que trataron de convencer a la IS de que el suyo era el grupo que legítimamente debía formar parte de la socialdemocracia internacional. En ellos, no escatimaron en argumentos y acusaciones de muy diverso tipo que les hacían aparecer como los verdaderos continuadores del PS y mostraban al rival como ajeno a la tradición socialista: liberales en un caso y comunistas o peronistas en el otro. En el próximo apartado exploraremos cómo la IS recibió toda esta panoplia de datos y razonamientos y cómo trató de influir en el espacio argentino.

La IS ante la ruptura argentina

La relación entre Argentina y el socialismo internacional, como mencionamos en los apartados anteriores, tenía una larga data y no extraña, por tanto, que el vínculo se renovara también con los primeros pasos que dieron lugar a la IS en 1951. Tanto con la llamada Oficina de Enlace e Información Socialista (SILO, por sus siglas en inglés) como con el Comité de la Conferencia de la Internacional Socialista (COMISCO), podemos encontrar correspondencia y distintos tipos de vinculaciones con el PS23. Ya con la IS formalmente constituida tras la reunión en Frankfurt de 1951, la atención puesta sobre la Argentina peronista, en una coyuntura especialmente complicada para el PS, fue intensa y continua. Ambas partes poseían razones para mantener esa disposición: desde la parte argentina, se accedía a una amplia red de contactos y de recursos en un momento de gran debilidad. Desde el otro lado del Atlántico, existía el interés por extender la institución en la región latinoamericana, y Argentina y Uruguay constituían dos excelentes cabezas de playa para lograr un fin que se reveló como más complejo de lo esperado.

La división del PS conformó, obviamente, un grave contratiempo para ese objetivo y lo hizo en varios planos. No solo afectó a la relación directa entre Argentina y la IS, sino que creó turbulencias en el Secretariado Latinoamericano y en su Comité Consultivo,24 espacios diseñados para expandir el sello de la socialdemocracia internacional en toda la región, e incluso llegó a desgastar la relación con terceros actores. Aunque no se trataba del primer caso de fractura de un partido miembro con el que tuvo que lidiar la IS, ya con experiencia en los casos italiano y japonés, las singularidades del problema argentino y la dificultad para encontrar información veraz y directa conllevaron que el problema se alargara incluso más allá de las fechas a las que nos circunscribimos en este trabajo.

Para tratar de paliar todos estos problemas, la IS acudió a una serie de estrategias. Como base para actuar de manera más eficaz, el paso más elemental consistió en la creación de una red que le proporcionara información lo más directa e imparcial posible. Maiztegui, como hemos insinuado, constituyó la piedra fundamental en ese proyecto, con sus informes periódicos sobre la situación en Argentina, pero no fue el único nodo de esa red. Sobre todo, durante los primeros años, los socialistas uruguayos, por una parte, y Rodolfo Llopis y los grupos de republicanos españoles en el exilio, por otra, también aportaron datos y opiniones de primera mano sobre la división de 1958. Más allá de estos casos concretos, en realidad, la IS aprovechó cualquier contacto que viajara al país sudamericano para solicitar su parecer o algún informe más elaborado de la situación.25

A pesar de que la organización institucional generó un amplio flujo de información a partir de esas fuentes y contactos, procesar y verificar todos esos datos suponía un desgaste en tiempo, recursos e incluso en las relaciones personales. Por citar el ejemplo más evidente de ello, incluso los documentos remitidos por Maiztegui, que no dejaba de formar parte de la institución, eran analizados y tomados con cierta distancia por las altas jerarquías de la IS: a finales de 1957, Carthy y Alsing Andersen26 (Carta de Carthy a Alsing Andersen, 1957, 30 de octubre) empezaron a comprender la gravedad de la situación en Argentina, pese al optimismo inicial y pese a que Maiztegui sostuviera que la tensión disminuiría tras las elecciones de 1958. Dentro de ese escepticismo que se instalaba en los ojos europeos, resulta curioso que, ante la descripción de Maiztegui de que ambos sectores argentinos poseían una ideología asimilable al socialismo, el británico dijera “me gustaría creer eso”. En efecto, lejos de tomar acríticamente la información que llegaba, los informes eran repartidos y debatidos entre varios círculos de la IS, como también ilustra el caso de que Andersen elaborara su propio informe sobre la ruptura (1958, 24 de septiembre) con información independiente de la de Maiztegui.

En otras ocasiones, se optó por una visita directa a Argentina, lo que, teniendo en cuenta el enorme gasto, no solo económico, sino también en tiempo, que suponía ese esfuerzo, da buena fe del interés de la IS por el problema. En agosto de 1958, por ejemplo, el citado Alsing Andersen dedicó unos días de su gira latinoamericana para visitar Argentina y reunirse con varios representantes del socialismo local (Circular B36/58, 1958, 16 de octubre).27 A lo largo de los primeros meses de 1960, fue el turno de Morgan Philips, quien también realizó un tour por América Latina en el que no faltó una parada en Argentina.28 En su diagnóstico, se mostró muy precavido a la hora de intervenir en el diferendo que nos ocupa y sostuvo que habría que esperar a la aparición de nuevos liderazgos en ambos sectores para percibir progresos tangibles (Informe “Latin American Tour” de Morgan Philips).

A partir de estos mimbres, no siempre coherentes y no siempre completos, la IS fue componiendo un cuadro de la situación que, obviamente, también fue evolucionando al calor de los hechos y la llegada de nueva información. De cara al público, la primera respuesta ante la ruptura fue una resolución del Buró en Londres (Circular 76/58, 1958, 6 de noviembre) donde se lamentó la división, se realizó un llamado a la reconciliación y se decidió que Maiztegui siguiera en contacto con la situación.

Pero al interior de la organización, la sensación era de una confusión que muy pronto evolucionó hacia el pesimismo y la precaución. Todos esos sentimientos se encarnaban, por ejemplo, en la figura de un Andersen quien, si bien había viajado a Argentina en 1958 con una cierta esperanza de recomponer la situación, esta desapareció tras sus consultas con ambos grupos y observar que la herida era muy fresca y los antagonismos personales eran fuertes.

Siguiendo los consejos de Maiztegui, la IS siempre se mantuvo más cercana al espacio conformado por el PSA: se pudo observar en detalles como la presencia de este partido como miembro pleno en el VI Congreso de la IS, celebrado en 1959 en Hamburgo (Alemania Federal), mientras que los representantes del PSD lo hicieron en calidad de observadores. Más allá de simpatías personales, donde el peso de la relación con Moreau de Justo no era nada desdeñable, esa mayor proximidad se basaba también en argumentos legales, como el fallo de la corte de Tucumán (Informe de Humberto Maiztegui, 1958, 28 de julio), y la opinión del resto de partidos socialistas de la región, como los de Uruguay, Chile o Colombia, que recelaban del conservadurismo del PSD.

Mayor cercanía no significaba, sin embargo, una apuesta absoluta por el PSA o el cierre de la puerta al sector rival. Como ya vimos, Maiztegui tuvo que realizar un encaje de bolillos para no ofender a las distintas partes y dar una imagen de parcialidad ante los dos grupos. En sus informes se aprecia esa precaución extrema en decisiones como no publicar nada sobre la cuestión argentina en el Boletín que editaba por miedo a provocar recelos o agravios. También su asistencia al congreso de Rosario y su permanencia en él después de que explotara el conflicto fue largamente meditada, a pesar de que podía ser interpretada como una toma de partido (Circular B6/59, 1959, 2 de febrero). Pero ni siquiera esa cautela le salvó de las críticas de los sectores del PSD: Nicolás Repetto lo atacó duramente por haber publicado un prefacio del libro de Alexis Latendorf, miembro del PSA que pronto abrazaría la causa cubana, y escribió una carta a Carthy en la que expresaba que el secretario latinoamericano no ofrecía moderación y poseía una actitud muy cercana al PSA (Carta de Repetto a Carthy, 1958, 11 de diciembre).29

La dificultad para operar en el escenario argentino abocó a la IS a un mayor pesimismo y a aceptar la idea de que la mediación de la institución no iba a suponer una solución mágica (Informe de Maiztegui, 1958, 15 de septiembre). No obstante, ello no quiere decir que se mantuviera en una posición pasiva y que no se reflexionara continuamente sobre posibles soluciones. En 1960, por ejemplo, Maiztegui proponía a Carthy salidas como la de afiliar a los dos grupos, siguiendo el ejemplo del caso japonés, pero era consciente de que, sin el visto bueno del PSA, no era una propuesta viable. No solo eso: la falta de acuerdo por la inclusión del PSD era una cuestión que podía tener repercusiones en el Comité Consultivo del Secretariado Latinoamericano y fortalecer a los sectores más críticos de la IS, como en ese momento eran los chilenos. Otra posible solución pasaba por solicitar a Emilio Frugoni, histórico socialista uruguayo con gran prestigio también en Argentina, iniciar conversaciones de unidad. De hecho, ya en el pasado Frugoni había propuesto conformar un comité de enlace entre ambos grupos para confeccionar un programa de unidad electoral, algo a lo que Repetto se negó en rotundo (Informe de Maiztegui, 1960, 3 de julio). La vía uruguaya no avanzó mucho más, en parte por la propia crisis que atravesaba su partido, pero nos habla de la influencia que tuvo este país para entender lo que sucedía al otro lado del Río de la Plata. El hecho de que desde la IS se decidiera llevar estas negociaciones con discreción y de manera no oficial también nos habla de la forma de trabajar de esta organización y de la importancia de las relaciones informales.

La IS no avanzó excesivamente sobre la decisión a tomar en el conflicto argentino, más allá de la mencionada cercanía con el PSA y la ambigüedad en la relación con el PSD. Ahora bien, eso no significa que no existieran críticas internas por el rumbo tomado. Ello se hizo muy visible en el contexto de la crisis de 1961 y en el informe para el Buró que preparó el Partido Socialista Democrático Italiano (PSDI) (Circular B32/61, 1961, 15 de septiembre). En él se censuró duramente lo actuado por Maiztegui y la inclusión del PSA en el Secretariado sin ninguna autorización de la IS. Desde su punto de vista, ese sector había iniciado una carrera demagógica que lo había llevado a posiciones como el apoyo a Fidel Castro y a la alineación con el comunismo y el peronismo, críticas muy similares a las realizadas por el PSD. La solución propuesta por este PSDI pasaba por el envío de una comisión a Argentina (conformada, posiblemente, por representantes de Francia, España e Italia) con la iniciativa suficiente para lograr una reconciliación.

Más allá de estas propuestas, las coordenadas de la relación de la IS con los socialismos argentinos se mantuvieron constantes durante los años siguientes, con una progresiva atenuación del contacto y la atención provocado por el declive y las divisiones del PSA y por las continuas interrupciones militares a la continuidad democrática.

Conclusiones

Desde la propia creación de la IS, la relación entre la institución internacional y el socialismo argentino fue intensa y continua. Como no podía ser de otra manera, un capítulo tan fundamental para la historia del socialismo argentino como fue la ruptura del histórico PS en 1958 tuvo en la IS uno de los actores fundamentales para entender su desarrollo posterior. Existía, claro está, un interés mutuo. Desde la orilla argentina, PSA y PSD, formaciones que exhibían una gran debilidad, acudieron a la IS para obtener un respaldo fundamental que los validara como los verdaderos continuadores del PS. La IS, por su parte, no se podía permitir el derrumbe de uno de sus pilares fundamentales a la hora de expandir su influencia por América Latina, región donde las ideas socialistas tenían numerosas dificultades para avanzar.

Desde ambos lados del Atlántico se utilizó toda una panoplia de estrategias y argumentos. Ambas formaciones argentinas defendieron que la responsabilidad de la ruptura se encontraba en su contraparte, a la que deslegitimaban acusándola de no representar al verdadero socialismo y de estar infiltrada por el peronismo, el comunismo o por otros movimientos ajenos. Además de una continua correspondencia y del envío de diversos informes, los dos partidos acudieron a otras acciones, como la participación en congresos u otros espacios de la IS, para tratar de convencer de las bondades de su posición. Por su parte, la IS tejió una red para obtener información sobre un caso complejo del que principalmente poseía datos incompletos y parciales: de esta manera, además de esos envíos que le llegaban, recurrió a otros contactos, como el socialismo uruguayo o los exiliados españoles, y, sobre todo, trató de reforzar su Secretariado Latinoamericano como una manera de estar presente en la región. A todo ello, habría que sumar las giras y visitas que realizaron algunos de sus miembros a Argentina para obtener información de primera mano.

A la altura de 1961, año en el que hemos terminado el análisis, los resultados de las acciones para recomponer el socialismo argentino, sin embargo, eran magros: la división no tenía ningún viso de cerrarse y la IS, aunque más cercana a las posiciones del PSA, prefería actuar con suma cautela en el pantanoso escenario argentino.

Vinculado con ello, el episodio nos muestra que la IS, todavía más en esos primeros pasos a fines de los cincuenta, era una organización con claros límites y estaba lejos de ser todopoderosa. Sus dudas, ambigüedades y miedos a la hora de no extender la crisis al resto de América Latina mostraban bien su debilidad. Al mismo tiempo, hemos podido observar que se trataba de una institución plural, donde los distintos informes circulaban y se debatían y hasta cabía la dura crítica a las decisiones tomadas.

La división socialista quedó enquistada en el tiempo y solo fue evolucionando para sumar nuevos matices, como la formación del Partido Socialista Popular en 1972. Si bien la cuestión argentina fue perdiendo primacía al interior de la IS, el organismo transnacional no dejó de acompañar lo que sucedía en el Cono Sur durante las siguientes décadas y la relación volvió a tener un periodo de gran actividad en la coyuntura de la última dictadura (1976-1983).

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2. Humberto Maiztegui fue un político uruguayo, designado por la Internacional Socialista para la dirección de su Secretariado Latinoamericano entre 1955 y 1971. En sus memorias políticas (1992), más que un relato de su vivencia, se analiza el funcionamiento y trayectoria del organismo y su relación con los demás partidos latinoamericanos.

3. Obviamente, este panorama bibliográfico es incompleto, dado el volumen de lo producido sobre el PS, y se ha limitado a algunas obras claves publicadas en las últimas décadas.

4. Por supuesto, todo este proceso de construcción y definición no estuvo exento de tensiones y siempre tuvo un carácter incompleto, como prueban, entre otros aspectos, las varias rupturas que jalonan las tres primeras décadas del PS. Para una trayectoria de las primeras décadas del PS se puede consultar Herrera, 2007 o Poy, 2020.

5. El PSD atravesó la siguiente década sin demasiados cambios, tanto en lo ideológico como en la nómina de sus líderes. Para más información sobre PSD, además de la citada obra de Ferreyra (2015), se puede consultar Suárez, 2015. Para seguir la conflictiva trayectoria del PSA, se puede acudir a Tortti, 2009.

6. Un aspecto de esta represión, la declaración del estado de guerra interno a partir de 1951, y cómo influyó en la radicalización de la oposición al justicialismo es analizado en Pizzorno, 2020.

7. Enrique Dickmann fue un referente del socialismo argentino durante la primera mitad del siglo XX. Si bien en un principio defendió la línea oficial del PS de oposición a Perón, en 1953 se entrevistó con este con el fin de relajar la presión sobre su partido y mejorar las condiciones de sus compañeros presos. Poco después, tras su expulsión del PS, fue nombrado presidente del nuevo Partido Socialista de la Revolución Nacional. Para más información sobre este partido, se puede consultar Herrera, 2011.

8. Un texto clásico para entender el periodo que se abría a partir de 1955, marcado por la proscripción del peronismo y el tutelaje de las Fuerzas Armadas es Cavarozzi, 1997. Más centradas en la experiencia peronista, otras dos obras clave sobre el periodo son James, 2006 y Amaral y Ben Plotkin, 1993.

9. Américo Ghioldi fue uno de los militantes históricos del socialismo argentino, con cargos importantes ya desde 1927. Duro crítico del peronismo, en 1951 marchó exiliado a Uruguay, país desde donde celebró el golpe que derrocó a Perón en 1955. Figura indiscutida del PSD, en 1976, durante la última dictadura militar, aceptó el cargo de embajador argentino en Portugal.

10. En marzo de 1956, el gobierno militar presidido por el general Aramburu decretó la proscripción del peronismo, ilegalizando el partido y prohibiendo sus símbolos. La medida solo quedó levantada de cara a las elecciones de 1973.

11. Alicia Moreau de Justo fue una figura que abarcaba mucho más allá de su condición de esposa del referente socialista Juan Bautista Justo. Militante socialista y feminista desde décadas atrás, en 1956 pasó a ocupar la dirección de la publicación La Vanguardia, cargo que ostentó hasta 1960.

12. Las sesiones, no obstante, continuaron al existir quorum y en ellas se confirmó una resolución que sería clave poco después, por la que se permitía a la mayoría del Comité Ejecutivo asumir la dirección del partido en el caso de que una minoría tratara de controlarlo.

13. Alfredo Palacios tuvo el reconocimiento de ser el primer diputado socialista en América Latina, alcanzando esa banca en 1904, y fue el impulsor de varias leyes sociales. Ejerció como embajador en Uruguay durante la Revolución Libertadora, pero fue muy crítico con las ejecuciones del régimen. Muñiz asumió la secretaría general del PS durante el primer peronismo tras la detención de Juan Antonio Solari y siguió ejerciendo ese cargo durante el conflictivo año de 1958. Emilio Carrera. David Tieffenberg.

14. Nicolás Repetto fue uno de los dirigentes más destacados del socialismo durante sus primeras décadas y candidato a presidente en 1928 y 1937. Solari contaba con una larga trayectoria como diputado durante la década de los 30. Fue también una figura netamente opositora a Perón, lo que le valió la cárcel y el exilio.

15. En un artículo publicado en La Vanguardia (1957, 1 de agosto) poco después de las elecciones de convencionales constituyentes de 1957, el sector de Alicia Moreau de Justo se mostraba comprensivo con los votantes de origen peronista que habían optado por el voto en blanco y que fueron casi un cuarto del total. Desde su punto de vista, eran personas que se habían criado ya bajo el justicialismo y no habían conocido otra cosa, por lo que había que acercarse a ellos, educarlos y seducirlos. Pese a ello, la caracterización que realizaban del gobierno peronista era también la de “doce años de dictadura”, “la clase trabajadora ha sido profundamente perturbada por los métodos demagógicos y corruptores del peronismo”. Así se puede leer en el informe “Situación del Partido Socialista argentino” enviado a la IS (sin fecha).

16. La llamada IOS funcionó entre 1923 y 1939, en los albores de la II Guerra Mundial. Fue concebida como una continuación de la Segunda Internacional y mantuvo una gran rivalidad con la Internacional Comunista.

17. Albert Carthy, miembro del Partido Laborista inglés, fue secretario general de la IS entre 1957 y 1969.

18. Por otra parte, la insistencia en este episodio habla asimismo de la importancia que se daba a la prensa y a lo fundamental de controlar el relato que leían las bases del partido.

19. Ninguno de los dos partidos obtuvo representación parlamentaria tras estos comicios de 1960. El PSA consiguió 417.923 votos, por los 322.283 del PSD. El PSD presumiría, eso sí, de haber obtenido más votos en la Capital Federal y en la gran mayoría de las circunscripciones.

20. Por Declaración de Frankfurt se conoce el documento que establece los principios, objetivos y tareas de la Internacional Socialista en 1951. En ella se condena al capitalismo y al comunismo, así como al colonialismo y al imperialismo, a la vez que se sostiene que al verdadero socialismo solo se llegará por la vía democrática.

21. Como relata Maizqtegui en el informe “Split in Argentinian Socialist Party” (publicado como Circular 43/61, 1961, 30 de junio), la noche del 20 de mayo los líderes del PSA ocuparon la Casa del Pueblo en Buenos Aires y expulsaron a un grupo que pretendía presentar una fórmula en conjunto con comunistas y trotskistas.

22. Cuba, de hecho, fue también un capítulo importante a la hora de plasmar las ambigüedades y tensiones de la relación entre el PSA y la IS. Desde un primer momento y pese a condenar ciertas medidas de violencia, el partido argentino será un defensor de la revolución, por derribar la dictadura de Fulgencio Batista y por tratar de dar solución a los problemas sociales de la isla.

23. Como relata Pedrosa (2009, 88), ya en una de las primeras reuniones del COMISCO, en 1946, asistió una delegación argentina con Repetto y Dickmann.

24. En 1955, el Buró de la IS estableció la creación del Secretariado Latinoamericano, que sirviera como centro para el intercambio de información y contactos. Entre otras funciones, era el encargado de editar un Boletín mensual con información sobre la región. El Comité Consultivo fue creado un año después con la idea de organizar el socialismo latinoamericano, si bien sus miembros no necesariamente tenían que ser parte de la IS. Ver Maiztegui, 1992.

25. Los ejemplos de ello son numerosos, como se puede ver en la carta de Carthy a Roy Jecchins (1961, 6 de abril), miembro del laborismo iba a realizar al mes siguiente un viaje a América Latina. El británico John Dugdale también realizó una estancia en Argentina en la que confeccionó un informe para Hugh Gaitskell (Carta de Dugdale a Carthy, 1982, 28 de junio). En ella expresaba que no se sentía muy impresionado por Solari y su grupo del PSD.

26. Alsing Andersen fue un político socialdemócrata danés. Fue ministro de Defensa entre 1935 y 1940 y ocupó la presidencia de la IS entre 1957 y 1962.

27. En su informe, Andersen no vio diferencias ideológicas entre ambos grupos y atribuía la división a problemas prácticos derivados de haber pasado una década bajo la dictadura peronista. Andersen, asimismo, advirtió de la mala imagen que proyectaba Argentina ante otros miembros de la IS y les recordó su responsabilidad hacia la democracia.

28. Como refleja Pedrosa (2009), las visitas al extranjero de miembros de la IS poseían la ambigüedad de saber en calidad de qué eran realizadas: Morgan Philips ejercía también como secretario general del laborismo inglés, pero el viaje fue en parte financiado por la IS. Philips había sigo presidente de la IS y sus antecedentes desde 1948 a 1957 y era miembro del Buró.

29. Carthy siempre respaldará a Maiztegui y justificará cualquier acción que tomara como resultado de lo decidido en el Comité Consultivo del Secretariado Latinoamericano, en el que se reunían partidos de otros países con escasa conexión con el PSD (Carta de Carthy a Maiztegui, 1961, 23 de junio).