Una historia de cómo nos endeudamos. Créditos, cuotas, intereses y otros fantasmas de la experiencia argentina
Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2024, 213 pp.
ISBN: 978-987-801-332-9
Mariana Luzzi1
Ariel Wilkis propone en su último libro un recorrido por las deudas de los argentinos a lo largo de los últimos 40 años. Es decir, una historia de los distintos momentos y modalidades en que las familias accedieron al crédito, y a través de él participaron del consumo y disfrutaron de distintos niveles de bienestar. También una historia de cómo se gestionaron, tanto en el mundo privado como en la esfera pública, esas obligaciones que, en muchos casos, volvieron a las economías de los hogares más vulnerables.
Poner el foco en estas deudas constituye un gesto analítico central en un país donde durante mucho tiempo “la deuda” fue sinónimo de deuda pública, y en particular de aquella contraída con el exterior.
Pero hay algo más. Aunque se trata de su objeto de investigación, Wilkis se interesa por la deuda no tanto como un problema en sí mismo, sino en la medida en que ella puede ser vista, según sus palabras, como “método y símbolo” “de nuestras aspiraciones y fracasos como sociedad democrática” (p.21).
En otros términos: la deuda de los hogares es aquí la puerta de entrada para contar otra historia, más grande. Podríamos decir que funciona como un recurso narrativo. Como en esas obras de ficción donde la historia singular de uno o varios personajes, desplegada a lo largo del tiempo, nos permite ir más allá de sus vidas para entrever cómo se vivía en otros momentos, qué transformaciones atravesaban a la sociedad (y por lo tanto a los protagonistas), en qué claves se decodificaban conflictos y aspiraciones sociales. Lo que interesa a Wilkis es proponer una clave novedosa para problematizar los 40 años de democracia, sus logros y sobre todo sus cuentas pendientes. El autor lo sintetiza así: “las deudas son modos de transitar y tramitar las crisis sociales, su derrotero ofrece una versión a escala de las transformaciones mayores de la estructura de la sociedad argentina en estas cuatro décadas desde el retorno de la democracia” (p. 16).
El recorrido que propone el libro sigue la cronología de los gobiernos nacionales desde 1983 hasta 2023. Su primer hito es la tristemente célebre circular 1050 del BCRA, que en 1980 estableció un mecanismo de indexación de las deudas con el sistema financiero con gravosas consecuencias para los deudores. El efecto de la medida sobre las economías domésticas fue tal que, aún en plena dictadura, desencadenó la movilización de las familias afectadas dando origen a un conflicto que se prolongaría en los primeros años de vida democrática. La dinámica inflacionaria y sus efectos sobre el consumo y las deudas (a través de los mecanismos de actualización) serán la marca del gobierno de Alfonsín hasta su final en la hiperinflación de 1989, episodio en el que concluye el primer capítulo.
El capítulo 2 aborda los años de la convertibilidad. La reforma del estado, el programa de estabilización y la expansión de las finanzas son los grandes procesos que jalonan el período, a través de sus impactos en el consumo y el endeudamiento. Del voto cuota a la crisis del 1 a 1, Wilkis se ocupa aquí de las articulaciones entre deuda y política al nivel de las familias, de las empresas desplazadas por el cambio de modelo económico y también del propio Estado.
En el capítulo siguiente Wilkis se interna en los años kirchneristas para mostrar las múltiples vías mediante las cuales el endeudamiento alimentó el crecimiento del consumo interno entre 2003 y 2015. Se trata de una etapa marcada por el cambio en la interpretación del gobierno sobre el dinero público que circulaba hacia los sectores más vulnerables (p. 96). También por la complejización de la oferta financiera destinada a los hogares, tanto a nivel formal como informal. Y, por último, por la consolidación de nuevas articulaciones entre políticas públicas de transferencia de ingresos y expansión del crédito (y de la deuda).
Los capítulos 4 y 5 abordan dos períodos críticos respecto del endeudamiento de los hogares argentinos. El primero se ocupa del gobierno de Mauricio Macri, signado por una nueva fase de endeudamiento externo (y regreso al FMI) y también por el crecimiento del endeudamiento familiar, convertido cada vez más en un recurso indispensable para asegurar la supervivencia por parte de los grupos de menores ingresos. El segundo se interna en el laberinto de la pandemia para mostrar cómo las deudas fueron ocupando un lugar cada vez más importante en las infraestructuras monetarias con las que los hogares gestionan sus condiciones de vida (p.184). En particular, el capítulo problematiza las condiciones singulares en que esos endeudamientos se desplegaron y cómo, en el contexto de las medidas de aislamiento, afectaron de manera desigual a mujeres y varones y a distintas categorías de trabajadores. Por último, el autor también ocupa aquí de la aceleración de la inflación y sus efectos tanto en la economía de las familias como en las demandas y expectativas de los ciudadanos frente a las elecciones de 2023.
Mirar la deuda para pensar la democracia constituye una operación analítica interesante, en particular cuando la leemos a la luz los trabajos previos del autor, que en buena medida se recuperan en Una historia de cómo nos endeudamos. En Las sospechas del dinero (2013), el autor mostraba el recorrido de una investigación que empezó en la sociología política para terminar en la sociología económica: fue al barrio para estudiar la política de los sectores populares y descubrió el dinero y su potencial para pensar la vida social. Aquí, en cambio, el camino es el inverso. Wilkis mira las deudas y encuentra allí una clave para pensar la vida democrática: la relación entre promesas políticas y vida social.
Ese desplazamiento no es solo retórico. Se observa también en el contrapunto que propone el libro con trabajos provenientes de otros campos. En la introducción, el autor define su método como demasiado “heterodoxo para el canon de la historia económica tradicional”, que mira más a las instituciones y los mercados que a los individuos y las familias. Y también respecto del “canon de la sociología política”, que nunca tuvo a las deudas en su agenda (p. 21). Una discusión, a la vez conceptual y metodológica, se plantea con ambos campos de estudios.
Este modo de pensar las deudas familiares como un modelo a escala para interrogar la vida social también implica algunos corrimientos respecto de las maneras en que tradicionalmente la sociología propuso pensarla. Podríamos decir que el libro propone tres movimientos importantes, que ya estaban presentes por separado obras previas del autor, pero que aquí se presentan de manera más sistemática.
El primero consiste en ubicar a las deudas donde antes estaba el trabajo; desafiar la persistencia del trabajo como “gran integrador” mediante la incorporación de otras claves para pensar los modos desiguales de participación en la vida social.
El segundo apunta a poner a las deudas (y más en general a las finanzas) donde antes solo se identificaba al Estado. Es decir, pensar al par crédito-deuda como un elemento esencial de las infraestructuras monetarias que hoy son la clave para acceder al bienestar.
El tercero propone pensar el endeudamiento de los hogares como forma contemporánea por excelencia de la cuestión social. Mientras que en la década de 1990 la “nueva cuestión social” estaba centrada en la crisis del empleo (con el crecimiento del desempleo y la precarización), en la actualidad la deuda ocupa ese lugar, sin por ello desplazar a los problemas asociados al empleo sino justamente interactuando con ellos.
El gran aporte del libro no es entonces el de ofrecer una historia sino también un nuevo modelo de entendimiento para pensar las formas contemporáneas de la desigualdad y la dominación.
Por último, resulta importante destacar que la vocación principal de Una historia de cómo nos endeudamos es la intervención pública. Wilkis relee sus investigaciones de los últimos años e interroga algunos huecos en esa historia con el propósito de aportar algo nuevo a una conversación que espera trascienda los muros de la academia.
En un contexto de ataque al sistema científico en general y a las ciencias sociales en particular, ese gesto tiene un valor especial, tanto por lo que pretende hacia afuera como por lo que propone pensar hacia adentro de las ciencias sociales.
¿Pueden nuestras disciplinas, como afirma Wilkis al final del libro, “producir un conocimiento acumulado en el tiempo, disponible para captar las urgencias del presente”? En otras palabras, ¿pueden contribuir, de un modo riguroso y renovado, a esa crítica indispensable de los modos desiguales en los que se configura el mundo social? El autor sostiene que sí y Una historia de cómo nos endeudamos es sin dudas un excelente ejemplo de ello.
1. Escuela IDAES, Universidad Nacional de San Martín - CONICET