Políticos, funcionarios y académicos. La formación universitaria de los economistas en Buenos Aires (1821-1966)
Autor: Mariano Arana
Buenos Aires, Imago Mundi, 2024, 261 pp.
ISBN: 978-950-793-431-5
Ignacio Andrés Rossi1
El reciente libro de Mariano Arana presenta una investigación original sobre la formación de los economistas en la Argentina. A partir de un estudio que rastrea la relación entre los planes de estudio, los docentes y contenidos en la formación económica con la agenda de planificación estatal entre 1821 y 1966, esta investigación permite conocer la historia de la formación de grado de los economistas en nuestro país. El estudio se enfoca en cuatro casas de estudio: la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Universidad Nacional del Sur (UNS), analizando el contexto social, económico e histórico de cada período, el contorno universitario propio de cada institución, el núcleo curricular de los planes de estudio, las propuestas didácticas y los principales referentes económicos. Todas estas dimensiones se encuentran atravesadas, a su vez, por un fuerte énfasis en el estudio de la historia del pensamiento económico. De esta manera, el análisis histórico y económico dota al libro de una perspectiva original al combinar diferentes herramientas interdisciplinarias para constituirse en una iniciativa innovadora en cuanto al conocimiento de la formación de los economistas de base.
El primer capítulo analiza los primeros cursos de economía política desarrollados en el período 1921-1947, en tanto antecedentes de la primera propuesta de creación de una Licenciatura en Economía en el seno de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA. Con un trabajo intenso de archivo universitario, Arana muestra cómo el primer curso de Economía Política en la UBA tuvo una inspiración ricardiana sobre la base de las teorías de la renta, la población y los salarios, y las ventajas del comercio, pero también otras propias de la economía política clásica francesa. No menos importante es el examen de figuras públicas involucradas en las primeras cátedras de economía, como las de Vicente López y Planes, Dalmacio Vélez Sarsfield, Bartolomé Mitre y Nicolás Avellaneda. Lógicamente, los debates de la época entre el proteccionismo y el libre cambio se replicaron en los programas de estudio, aunque, como marca el historiador, avanzados los años setenta del siglo XIX, destacó la ausencia de la llamada Revolución Marginalista. Posteriormente, con el desdoblamiento del primer curso de Economía Política, se creó el de Finanzas Públicas, junto con la llegada de las doctrinas comunistas y socialistas de autores como Pierre-Joseph Proudhon, Ferdinand Lasalle y Karl Marx, de la mano de una creciente influencia del empirismo y el historicismo. Con la creación de la Facultad de Ciencias Económicas en 1913, llegaron los primeros planes de estudio para la formación de contadores nacionales y de doctores en Ciencias Económicas, con un creciente aumento del marginalismo y un dominio general de la formación económica neoclásica. Aunque, como subraya Arana parafraseando a Prebisch, tempranamente existió la demanda del cambio en los planes de estudio que todavía confundían carreras dispares como la de contador, economista y actuario.
El segundo capítulo propone rastrear el origen de los economistas aun antes de la creación de las primeras licenciaturas formales en 1958 en la UBA, la UCA y la UNS. Arana destaca la formación de un primer plan de estudios que fue marginado en los análisis históricos y que, aunque no llegó a instrumentarse formalmente, generó fervientes debates y antecedentes para entender la formación de los primeros economistas. Fue en la revista de la Facultad de Ciencias Económicas (RFCE), creada a mediados del siglo XX, que, a diferencia de la clásica Revista de Ciencias Económicas (RCE), se encontraba alineada al Poder Ejecutivo, donde surgieron las iniciativas para crear la primera licenciatura en economía. Como muestra Arana, la iniciativa involucró al economista Raúl Prebisch, quien tempranamente mostró preocupación por diferenciar la carrera de contador de la de economista y se esforzó por complementar las teorías extranjeras con los problemas locales. Así, con las herramientas del historiador del pensamiento económico, Arana da cuenta de cómo Prebisch tuvo un significativo empeño en formar economistas conocedores de la realidad nacional y la economía latinoamericana. También resulta interesante la jerarquización realizada sobre la Comisión Asesora de la Reforma del Plan de Estudios, presidida por Pedro J. Arrighi, delegado e interventor de la FCE, entre otros, que presentó un proyecto alternativo al de Prebisch, aunque finalmente confluyeron. Por último, Arana analiza otro plan de estudios de 1953, que, como el anterior, estaba influido por la vigente doctrina justicialista que entonces jerarquizaba en los currículos oficiales el examen de los planes quinquenales del gobierno y cuestiones relacionadas a la filosofía justicialista, finalmente marginadas con el golpe de 1955.
El capítulo tres se encuentra destinado al estudio de la actualización de los contenidos de la economía política entre 1957-1966 en la UBA. Como destaca Arana, todavía otros profesionales, como contadores, abogados e ingenieros, seguían muy involucrados en la enseñanza de la economía de grado y los egresados de esta eran mínimos en relación a los contadores. El estudio del primer plan de la Licenciatura en Economía Política de la UBA le permite al autor relevar cuestiones como las exigencias de aprobación y la jerarquización de nuevos contenidos teóricos de la economía en desmedro de otros vinculados a la contabilidad. Por caso, Arana rescata la relevancia de los contenidos relacionados al desarrollo económico desde las teorías del crecimiento, el ahorro, la acumulación, el cambio técnico y la tecnología. También le otorga central relevancia a algunos encargados de la formación de grado, como los economistas Julio H. Olivera, con sus aportes para el estudio de la inflación estructural, o Guido Di Tella, con sus estudios sobre la industria, cuya huella reconstruye a partir de testimonios y entrevistas, además de archivos universitarios. Otro ámbito relevante para conocer la formación de los economistas es el de las primeras Jornadas Anuales de Economía (FCE-UBA), realizadas en 1962. Arana examina los trabajos presentados y muestra la fuerte impronta cepalina de sus temas: los efectos del crecimiento económico en la distribución de los ingresos, los límites de los procesos de desarrollo o las causas de la expansión de los ingresos, entre otros.
El capítulo cuatro corre el foco de la UBA para analizar la economía política en la UNLP, la UNS y la UCA. En el caso de la UNLP, Arana registra la importancia del economista rumano nacionalizado argentino Oreste Popescu, fundador del Instituto de Investigaciones Económicas y de la revista Económica, destacando su impronta histórica en la formación de economistas. Subraya la influencia de las ideas keynesianas en la UNLP, pero también de las ordoliberales, que releva en los artículos y autores que participaban de su revista de economía. Simultáneamente, Arana muestra que la formación económica en la UNLP tenía una fuerte influencia microeconómica neoclásica y una tradición que jerarquizaba la formación de economistas académicos y, a su vez, dirigidos a la función provincial. En el caso de la carrera en la UNS, se destaca el mayor espacio acordado al estudio de los sectores productivos, que diferencia a la carrera de las impartidas en la UBA y la UNLP, pero también el mayor contenido histórico y económico sobre el matemático y contable. En esta casa de estudios, Arana destaca la importancia de personalidades docentes como Miguel Teubal, Oscar Braun, Horacio Ciafardini y Juan Carlos Coraggio, así como de la revista Estudios Económicos. A su vez, subraya que fueron refugiados políticos llegados desde el exterior, como los rumanos Lascar Savenau y Florín Manoliu y el croata Uros Bacic, los que influenciaron a la economía política en la UNS. Por último, en la UCA, la formación de economistas se encontró influida por principios evangélicos, con contenidos filosóficos y religiosos que ocupaban más de un tercio del plan de estudios. Entre los primeros egresados de la carrera de economía de la UCA se contaron algunos de renombre, vinculados tanto a perspectivas ortodoxas como heterodoxas: Alberto M. Bengas Lynch, Miguel Ángel Broda, Alberto Grimoldi, Juan Carlos de Pablo, Eduardo Basualdo y José Luis Machinea. A partir de sus testimonios, se recrean los debates entre monetaristas y estructuralistas, y entre las personalidades de Prebisch y Federico Pinedo, entre otros de relevancia contemporánea.
Por último, el capítulo cinco indaga en el currículo ampliado de la formación de economistas, interesándose en ámbitos institucionales de relevancia de su época, como el Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE), el Consejo Federal de Inversiones (CFI), el Instituto Torcuato Di Tella (UTDT), la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Fundación Ford (FF). Por ejemplo, en el marco de una “latinoamericanización” de los contenidos económicos durante los años sesenta, Arana destaca la figura de los estructuralistas Aníbal Pinto y Osvaldo Sunkel, pero también de autores críticos de la CEPAL como Celso Furtado y Ruy Mauro Marini. También fueron relevantes las universidades norteamericanas de Harvard, Chicago, Yale y Columbia, que, con acuerdos como los celebrados entre Chicago y la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), presionaron por aportar sus enfoques a la formación de los economistas nacionales. En el caso concreto de la CEPAL, Arana recrea la capacitación de tres meses ofrecida en diferentes ciudades latinoamericanas, con fuerte impronta internacionalista abocada al desarrollo y a la formación de técnicos y programadores de decisiones políticas, a cargo de Jorge Ahumada. Otro curso de estas características distintivas fue el Development Advisory Service, provisto por Harvard con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dirigido por Richard Mallon con la colaboración de Simón Kuznetz. Sobre la Fundación Ford, Arana muestra que dicha institución destinó amplios recursos a temas relacionados con la economía en Argentina y que tuvo llegada en la UTDT, tras no poder insertarse en la UBA. En estos años, la perspectiva de la FF se presentó como un espacio destinado a formar economistas dispuestos a superar los años de estancamiento del peronismo. En definitiva, el análisis de los ámbitos de co-formación de economistas le permite al autor dar cuenta de los objetivos que persiguieron instituciones como la CEPAL y la FF. Entre los principales, se encontraba la formación de economistas en problemas nacionales, como también tender un puente entre la investigación y la función pública.
El libro de Arana se presenta como un aporte imprescindible a la historia económica y del pensamiento económico, y ofrece la posibilidad de conocer en profundidad la historia de la formación de economistas en la Argentina, desde las primeras cátedras en el siglo XIX hasta las propuestas de carrera de Licenciatura en Economía desde mediados del siglo XX. El abordaje destaca por una triangulación teórica original que combina en su análisis las relaciones entre el Estado y la función pública, el pensamiento económico internacional y nacional, y la historia económica y social concreta en cada periodo. Esta mirada permite un entendimiento integral de la influencia de los contenidos económicos dirigidos a “políticos, funcionarios y académicos” encargados de enseñar la economía y formar a los primeros economistas, así como ponderar las teorías, los currículos y los derroteros institucionales detrás de cada periodo. En definitiva, junto a la variedad de fuentes que incluye el libro, desde los programas de estudio, las revistas universitarias y los testimonios y entrevistas, entre otras, se permite conocer cómo se forjaron los economistas en Argentina y también entender las perspectivas educativas desde las cuáles se relacionaron con el poder político, la función pública y la vida nacional.
1. Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la Provincia de Buenos Aires, Argentina.