Distancia crítica desde la periferia

Itinerarios del concepto de transición en la sociología de Serbia y Croacia durante los años noventa

Por Agustín Cosovschi1

Resumen

Desde una perspectiva de análisis que se ubica entre la historia intelectual y la sociología de los intelectuales, este artículo examina cómo el proceso de re-periferialización de los países de la ex Yugoslavia durante los años ochenta y noventa influyó sobre la producción de las ciencias sociales de la región en un doble sentido: por un lado, generando fuertes transformaciones en las condiciones de producción científica; por otro lado, planteando nuevas problemáticas a los autores locales. Enfocándonos particularmente sobre la sociología de Serbia y Croacia, analizaremos algunas discusiones alrededor del concepto de transición. La hipótesis que guía nuestro trabajo es que el curso difícil de los primeros años luego de la caída del comunismo en ambos países permitió a los científicos sociales tomar una posición de distancia crítica con respecto de las implicancias universalistas que proponía dicho concepto. Así las cosas, veremos que, si el concepto de transición efectivamente adquirió importancia y marcó agendas de discusión durante la época, su recepción no constituyó un proceso pasivo, sino fuertemente polémico y productivo.

Palabras clave: Serbia, Croacia, re-periferialización, ciencias sociales, transición.

Abstract

From an analytical perspective rooted both in intellectual history and in the sociology of intellectuals, this article examines how the process of re-peripherialization in the countries of the former Yugoslavia during the 1980s and the 1990s influenced the production of social sciences in the region in two ways: by triggering deep transformations in the conditions of scientific production and by posing new analytical problems to local authors. With a special focus on Serbian and Croatian sociology, we will analyze some discussions around the concept of transition. The central hypothesis is that the difficult course of events during the first years after the fall of Communism in both countries allowed for local social scientists to take a position of critical distance towards some of the universalist implications of that concept. Thus we will see that if the concept of transition indeed gained importance and was able to set agendas of discussion during that time, its reception was not a passive but a strongly polemic and productive process.

Key words: Serbia, Croatia, re-peripherialization, social sciences, transition.

Recibido: 16/5/2016

Aceptado: 5/9/2016

 

Podía ver el mundo llegando a su fin, y era su mundo.
Joseph Roth

Durante la década de los noventa, las transformaciones radicales que las sociedades de Europa del Este atravesaron como resultado del fin del comunismo y la instauración de regímenes multipartidarios alimentaron en el campo de las ciencias sociales europeas y norteamericanas un boom de los estudios sobre procesos de transición política y económica. Desarrollados con fuerza ya desde los años setenta y ochenta a raíz de la caída de los regímenes autoritarios del sur europeo y del continente latinoamericano, los estudios sobre procesos de transición política encontraron en la nueva coyuntura del este europeo un campo fértil para reflexionar acerca de cuáles eran las condiciones necesarias para la consolidación de regímenes democrático-liberales en la región. Por su parte, los análisis sobre la transición económica se preocupaban mayormente por diagnosticar problemas y diseñar estrategias para la reorganización de las economías ex socialistas a través de procesos de privatización y apertura comercial. Así las cosas, durante los años noventa los trabajos de autores como Claus Offe, Adam Przeworski, Juan Linz y Alfred Stepan, entre otros, así como las obras de los más famosos Samuel Huntington y Francis Fukuyama, gozaron de enorme popularidad no solo hacia dentro del campo de las ciencias sociales, crecientemente internacionalizado, sino también entre el público más general.

Al día de hoy es evidente que muchos de los análisis, diagnósticos y pronósticos de la "transitología" de los años noventa fueron errados: en rigor, muchos de los trabajos consagrados al estudio de los procesos de transición en las sociedades postcomunistas incurrieron en fuertes generalizaciones y simplificaciones, a la vez que elaboraron sus análisis bajo la influencia de una subterránea filosofía de la historia que tendía muchas veces a interpretar el derrotero de Europa del Este como el resultado de un simple desvío que debía ser corregido y reorientado hacia las vía normales de la democracia liberal.2

Sin embargo, pese a los errores de sus análisis y la imprecisión de sus pronósticos, esta corriente de trabajos dejó una huella considerable en el este de Europa, al menos en razón de su influencia teórica y normativa sobre el modo en que los intelectuales y científicos sociales locales intentaron pensar los desafíos de la región en el contexto novedoso de los años noventa. En pocas palabras, si la transitología no siempre fue capaz de brindar las respuestas más adecuadas y las soluciones más eficaces a los problemas que los países del viejo mundo socialista debieron enfrentar durante los años noventa, sí cumplió un rol orientador al plantear nuevos horizontes normativos luego de la caída del socialismo real y al proveer de nuevas categorías teóricas en un contexto signado entre otras cosas por la crisis del pensamiento marxista.

En los países de la ex República Socialista Federativa de Yugoslavia la recepción de la transitología estuvo mediada por factores muy específicos en el contexto regional. Al menos tres circunstancias influyeron sobre este proceso. Por un lado, la relación distintiva que la federación yugoslava había mantenido con el occidente europeo y los Estados Unidos ya desde los años cincuenta: como miembro del Movimiento de los Países no Alineados, independiente de la tutela soviética, Yugoslavia había guardado siempre vínculos más fluidos con el resto del mundo, lo que también se había traducido en mayores y más ricos intercambios académicos e intelectuales. Por otro lado, las excepcionalidades del socialismo yugoslavo, tradicionalmente más liberal que en el resto de los países del este en materia de discusión pública y producción intelectual, habían permitido que el mundo de las ciencias sociales gozara ya desde los años cincuenta de un grado notable de apertura ideológica y permeabilidad teórica ante los desarrollos de otras latitudes. Finalmente, si el legado de los años anteriores tuvo una influencia significativa a la hora de pensar los desafíos de este tiempo nuevo, las ex repúblicas yugoslavas también se distinguieron del resto del viejo mundo socialista por los rasgos tan particulares que tuvo el período post-socialista en el contexto específico del sudeste europeo, en particular como consecuencia de una serie de guerras que dejarían brutales secuelas económicas y sociales en casi toda la región, generando también fuertes transformaciones en la relación del espacio post-yugoslavo con el resto del mundo hasta la actualidad.

Desde una perspectiva de análisis que se ubica entre la historia intelectual y la sociología de los intelectuales, en este artículo proponemos dar cuenta de cómo el proceso de re-periferialización de los países de la ex Yugoslavia durante los años ochenta y noventa influyó sobre la producción de las ciencias sociales de la región en un doble sentido: por un lado, generando fuertes transformaciones en las condiciones de producción de los científicos sociales; por otro lado, planteando nuevas problemáticas a los autores locales. Enfocándonos particularmente en la sociología de Serbia y Croacia, daremos cuenta de algunas discusiones alrededor del concepto de transición, que movilizaba horizontes normativos no siempre compatibles con la experiencia local, a través del análisis de las intervenciones de algunos autores centrales del período que hemos seleccionado en función de su posición destacada en el campo y de sus preocupaciones convergentes.

Autores como Carl-Ulrik Schierup (1992, 1999) y John Allcock (2000) han señalado la necesidad de priorizar la posición periférica de Yugoslavia para entender su historia, la crisis de su sistema socialista y su violenta disolución durante los años noventa. La misma perspectiva se impone a la hora de examinar el modo en que los científicos sociales del espacio post-yugoslavo, en permanente vinculación y diálogo con la producción intelectual extranjera, intentaron pensar la cruda realidad del período post-socialista. No es posible entender la producción intelectual de un país sin reconstruir el contexto de ideas en el que dicha producción se inserta; y ese contexto lleva la marca, en el espacio post-yugoslavo, de la condición periférica que ha determinado su historia durante siglos.

Este trabajo parte de una serie de presupuestos que es preciso enumerar. En primer lugar, que no es posible entender la producción de las ciencias sociales en el espacio post-yugoslavo sin dar cuenta de su inserción en un contexto intelectual global, donde la circulación de ideas y conceptos está atravesada por asimetrías políticas, económicas y culturales. En segundo lugar, que la dinámica de intercambio que se desarrolla entre posiciones desiguales hacia dentro de este contexto global no constituye un proceso de imposición simple sobre agentes receptores pasivos, sino por el contrario una trama compleja de pujas y resistencias. Por último, que para comprender el modo en que se desarrolla esta dinámica es preciso no solo reconstruir el contexto textual y conceptual de los autores, así como dar cuenta de las tradiciones de pensamiento en las que se insertan sus reflexiones, sino también comprender el contexto disciplinar y extra-disciplinar que influye sobre sus condiciones de producción. De esta manera, el trabajo intentará combinar distintos niveles de análisis para dar cuenta de cómo el curso difícil de los primeros años luego de la caída del comunismo tanto en Serbia como en Croacia permitió a los científicos sociales de ambos países tomar una posición de distancia crítica con respecto de las implicancias universalistas que proponía el concepto de transición tal como era movilizado por el discurso de la transitología. Así las cosas, veremos que, si dicho concepto efectivamente adquirió importancia y marcó agendas de discusión durante la época, su recepción no constituyó sin embargo un proceso de imposición sin fisuras, sino uno fuertemente polémico y productivo.

Como primer producto de una investigación más amplia sobre las transformaciones de las ciencias sociales en el espacio post-yugoslavo durante la historia reciente, este artículo está basado en el análisis de una masa de fuentes complementarias. Por un lado, una serie de entrevistas personales a diversos científicos sociales de Serbia y Croacia realizadas entre 2015 y 2016; por otro lado, el análisis de las ediciones de los años noventa de las revistas de sociología Sociološki pregled de Serbia y Društvena istraživanja de Croacia, así como de una selección de libros notables del período.3

Socialismo y periferia

Si analizar el rol del concepto de transición durante los años noventa en el espacio post-yugoslavo implica ubicar la mirada sobre la posición periférica de los países que lo integran, es preciso comenzar señalando que dicha condición estructural influyó con fuerza en la realidad económica y social de la región durante todo el siglo XX, dejando sus huellas en el pensamiento político y en las ciencias sociales de la región. Al mismo tiempo vale destacar que, mucho antes de su traumática disolución, Yugoslavia ya había conocido otro concepto de transición influyente: el que designaba en la tradición marxista el proceso de transformación revolucionaria de la sociedad capitalista a la sociedad comunista, pasaje que justificaba precisamente la necesidad histórica del gobierno comunista. En su Crítica al Programa de Gotha, Marx había dado una definición clásica: "Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista se ubica el período de transformación revolucionaria de la primera en la segunda. Al que corresponde también un período de transición política donde el Estado no puede ser otra cosa que la dictadura revolucionaria del proletariado" (Marx, 1922: 53). El concepto jugaba un rol central en la cosmovisión misma del movimiento comunista yugoslavo, que concebía la sociedad yugoslava como una realidad histórica en transición.

Por un lado, el concepto cargaba con un fuerte contenido normativo que daba sentido histórico al proyecto yugoslavo al vehiculizar un futuro posible: podían existir desacuerdos y conflictos en el presente, pero el futuro era una realidad inconmovible. Por otra parte, el mismo concepto revelaba a la vez algo de la especificidad geográfica del contexto en el que tenía lugar el experimento socialista: es que, si la noción del tránsito del capitalismo hacia el comunismo ya había generado debates teóricos en el movimiento marxista desde fines del siglo XIX, el hecho de que la mayor parte de las revoluciones socialistas del siglo XX hubieran tenido lugar en países mayormente agrarios había introducido un nuevo factor que hacía más compleja la ecuación. El célebre economista yugoslavo Branko Horvat lo expresaba de esta forma en 1951:

Parece que Marx y Engels sostenían un período de transición [prelazni period] mucho más corto que lo que muestra la práctica actual. La diferencia es aún mayor en la medida en que las revoluciones socialistas se desencadenaron en países relativamente atrasados, donde ese período de transición debía objetivamente ser mucho más largo: a saber, hacía falta bajo la dictadura del proletariado construir ese potencial industrial y esa organización de la producción que los países avanzados construyeron bajo la dictadura de la burguesía (Horvat, 1969: 79).

La cita es reveladora, expresando en qué medida el sentido histórico del gobierno del Partido Comunista de Yugoslavia no podía divorciarse de la posición periférica de la región y de su grado relativamente bajo de desarrollo en relación con el mundo industrializado.

En gran medida, la ambición de superar esta situación de asimetría explica también el hito fundacional del socialismo yugoslavo: la ruptura diplomática con la URSS en 1948 como resultado de una serie de desavenencias en el marco del movimiento comunista internacional, y en particular como consecuencia de las pretensiones hegemónicas de los soviéticos. Fue precisamente a raíz de este determinación que Yugoslavia no solo inició una política exterior independiente que la acercó más al occidente europeo y norteamericano, fundando años más tarde el célebre Movimiento de los Países No Alineados, sino que abrió una era de reformas políticas y económicas que, bajo el paradigma teórico de la autogestión socialista, permitiría al comunismo yugoslavo hacerse de una legitimidad autónoma de la URSS, plantear una estrategia de inserción internacional independiente del bloque soviético, reorganizar su economía dejando atrás los esquemas de desarrollo estalinistas como la colectivización agraria y la obsesión con la industria pesada, poner en pie novedosos mecanismos de representación obrera en las fábricas y en las comunidades locales y finalmente descentralizar la organización del país dando niveles de autonomía excepcionales para cada una de las seis de las repúblicas que componía la federación yugoslava (Russinow, 1977).

Entre las décadas de los cincuenta y los sesenta, el crecimiento explosivo de la economía yugoslava y el aumento en las tasas de urbanización e industrialización, así como la inserción cada vez más beneficiosa del país en las cadenas productivas globales, parecían confirmar que la estrategia del comunismo yugoslavo para tramitar su posición en el sistema mundial era exitosa. En palabras del sociólogo danés Carl-Ulrik Schierup,

Durante los años sesenta, según una serie de criterios sociales y económicos, Yugoslavia podía ser descrita como un país que aspiraba a entrar en la categoría de países industriales "centrales". (...) El estándar de vida había mejorado de manera continua y el país había conseguido controlar su proceso de des-agrarización en mayor medida que la mayor parte de los otros países recientemente industrializados. Una economía descentralizada en combinación con los incentivos sociales y económicos provenientes de incipientes formas de democracia industrial y local, tal y como estaban representados en la "autogestión", parecían prometedores como un determinado intento de transformar la estructura del esquema de acumulación nacional y de construir un sector exportador fuerte e internacionalmente competitivo. La investigación nacional y la capacidad de desarrollo crecientes, combinadas con una mayor cooperación internacional y apertura al cambio tecnológico y organizativo, también parecían apoyar esta promesa: si (...) consideramos que la calidad, la composición y los patrones de reproducción de la fuerza de trabajo son al menos tan importantes para la estructuración de la división internacional del trabajo como la ubicación geográfica de la acumulación de capital, Yugoslavia tendría buenas expectativas de alcanzar una posición avanzada en la economía mundial, basada en la acumulación de recursos de una mano de obra altamente capacitada y calificada que, en contraste con otros países del "socialismo real", estaban expuestos a una comunicación continua y menos limitada con los centros occidentales avanzados de conocimiento y aprendizaje (Schierup, 1992: 71).

Sin embargo, el derrotero del país desde fines de los años setenta, la profundización del endeudamiento, la crisis crónica en su balanza de pagos y el endurecimiento de las pujas distributivas entre las repúblicas durante los años '80 marcarían el fracaso y repliegue de modelo yugoslavo. A partir de entonces, según el mismo autor, Yugoslavia ingresaría en un período de re-periferialización caracterizado por el retroceso del país en materia de desarrollo industrial e integración al mercado mundial; proceso que se expresaría, entre otras cosas, en un vuelco al mundo agrario por parte de gran parte de la población, el deterioro general del sistema educativo y la re-tradicionalización cultural generalizada (Schierup, 1999).

Esta crisis del modelo de desarrollo yugoslavo, que sociólogos como Josip Županov (1987) interpretaron en su época como el resultado de una alianza entre las burocracias estatales y una clase obrera tradicionalista e igualitarista que planteaba obstáculos a la organización eficiente de la economía, tuvo fuertes repercusiones sobre la estabilidad interna de un país organizado como federación multinacional. A la vez, generó las condiciones para una crisis existencial en relación con la estrategia de inserción internacional del país. El politólogo Jovan Mirić, célebre por haber adquirido gran visibilidad en las discusiones políticas que dividieron al comunismo yugoslavo en los años '80, expresó con una notable invectiva el dilema que esta crisis planteaba para la posición del país en el sistema global:

El Oeste, con nuestro ejemplo y nuestra situación actual verifica su tesis reiteradamente enfatizada de que no puede haber un socialismo exitoso, ni siquiera, por supuesto, el autogestionario; el Este verifica la suya, de que la autogestión no tiene horizonte y de que solo puede ser un experimento efímero por fuera del mundo del “socialismo real”.
Pero nosotros, como respuesta a la situación actual y a nuestra dirección continua, no tenemos otra opción: la autogestión de la crisis o diferentes soluciones autoritarias, para las cuales en nuestra sociedad existen condiciones reales, tanto materiales como espirituales (Mirić, 1985).

En enero de 1990, una década luego de la muerte de Tito, tras años de pujas inter-republicanas y tensiones nacionales, la Liga de los Comunistas de Yugoslavia se disolvió en su XIV Congreso extraordinario. Ese mismo año se celebrarían las primeras elecciones multipartidarias en la federación, que darían como ganadores a diversos partidos nacionalistas en la mayoría de las repúblicas yugoslavas. En 1991 la secesión unilateral primero de Eslovenia y luego de Croacia provocaría la invasión del territorio croata por parte del Ejército Nacional Yugoslavo, inaugurando así un período de conflicto armado que solo se agravaría en 1992 con la separación de Bosnia y persistiría hasta 1995.

Las ciencias sociales en los años noventa

Desde los años cincuenta, las ciencias sociales en Yugoslavia habían gozado de condiciones privilegiadas en relación con el resto del mundo socialista, no solo gracias a un amplio clima de libertad de pensamiento y a la jerarquización oficial del desarrollo científico y educativo, sino también en virtud de la densidad de conexiones que existían entre la comunidad científica e intelectual yugoslava y las comunidades de los países occidentales. En el campo del pensamiento económico, por ejemplo, Johanna Bockman (2011) ha dado cuenta de numerosas estrategias desplegadas por el gobierno yugoslavo durante los años cincuenta y sesenta en materia de intercambio, cooperación y formación de cuadros en el exterior, destinadas a difundir el modelo económico yugoslavo en el resto del mundo y a reforzar académica y técnicamente las bases ideológicas del Movimiento de los No Alineados, a través de figuras como el ya mencionado economista Branko Horvat. Y el prestigio de las ciencias sociales yugoslavas en el mundo trascendía el campo de la economía: en el campo de la sociología y la teoría social, el país se había convertido ya desde los años sesenta en una referencia ineludible de la mano de intelectuales como los miembros del grupo marxista Praxis, estimulando la llegada a Yugoslavia de numerosos estudiantes del exterior con el objetivo de participar de seminarios y escuelas de verano, así como de intelectuales tales como Herbert Marcuse y Jürgen Habermas (Sher, 1977). Durante esta época la presencia de teóricos extranjeros en las facultades y centros de investigación yugoslavos era frecuente, y a lo largo de los años las universidades del país fueron visitadas por figuras de la talla de Lucien Goldmann, Talcott Parsons y Erich Fromm (Bogdanović, 1990).

Esta situación cambiaría radicalmente a partir de finales de los años ochenta, como consecuencia de la crisis económica persistente, el fin de la geopolítica del mundo bipolar y el estallido de la guerra. En ese contexto, las transformaciones de la región tendrían fuertes consecuencias sobre el desarrollo de las ciencias sociales de Serbia y Croacia, los países de mayor envergadura en la federación yugoslava. La falta de financiamiento, la situación económica apremiante, la desintegración de los lazos de cooperación pan-yugoslavos, la violencia militar en territorio de Croacia, la llegada de refugiados a las ciudades, el aislamiento económico en Serbia a raíz del embargo impuesto por la comunidad internacional, las presiones políticas sobre las universidades por parte de los gobiernos y finalmente el recrudecimiento generalizado del nacionalismo, las tensiones políticas e incluso el hostigamiento hacia dentro de la academia contra determinados intelectuales tendrían una fuerte influencia sobre la producción de sociólogos, politólogos y antropólogos. Así las cosas, durante los años noventa, los científicos locales se verían obligados a pensar y producir conocimiento no solo desde una posición geopolítica nueva, sino en condiciones de trabajo notablemente más dificultosas que antes, lo que implicaría un fuerte contragolpe en un país que hasta entonces había hecho grandes progresos científicos y educativos y que gozaba de un prestigio significativo en el mundo de las ciencias sociales.

Vladimir Vuletić, sociólogo y profesor de la Universidad de Belgrado, estudiante durante los años noventa, recuerda sobre las condiciones económicas de la época:

Existía una presión en el ambiente, la cuestión financiera no es para nada marginal. Sobre todo en Serbia, en esa época, había una situación económica mala, la crisis... esta inflación terrible del '92, '93, junto con las sanciones de la comunidad internacional. Llegó a ser que el salario promedio, mi salario por ejemplo, en el '93 era en un momento 6 marcos [alemanes]; y yo no era el único, 6 marcos, no es nada. (...) En esa época tenía 25 años, 27 quizás, era asistente y mi sueldo, el último, en octubre de 1993 equivalía a 6 paquetes de los cigarrillos más baratos.4

En Zagreb, el contexto de la guerra también planteaba problemas económicos y financieros, que se sumaban a las presiones políticas propias de un clima nacionalista, lo que resultó en la marginación de intelectuales y académicos críticos del gobierno de Franjo Tuđman. A la vez, el respaldo oficial a la fundación en 1991 del Instituto de Ciencias Sociales "Ivo Pilar", revisionista y nacionalista, constituyó un gesto claro hacia la comunidad académica de cuál era la orientación que el nuevo gobierno pensaba priorizar con su apoyo político y financiero.

Según Dejan Jović, politólogo y profesor en la Universidad de Zagreb, asistente del mencionado Jovan Mirić durante los tempranos años noventa, las autoridades se mostraban cerradas a las propuestas de este último y a la posibilidad de que contratara asistentes de investigación que lo pudieran suceder eventualmente.5 Al ejemplo de Mirić, presionado por haber defendido activamente la idea comunista de Yugoslavia durante los años ochenta y posiblemente también por su condición de serbio, se suman otros casos ilustrativos de la época: el sociólogo Duško Sekulić abandonó la Facultad de Filosofía de la Universidad de Zagreb a principios de los años noventa, según algunos testimonios a raíz del clima anti-serbio que se vivía en la institución,6 y algo similar puede decirse del sociólogo serbio Mladen Lazić, quien luego de trabajar durante la década de 1980 en Zagreb decidió volver a instalarse en Belgrado en 1990.7

Estos desplazamientos implicaban además cambios y reconfiguraciones en las escenas académicas de ambos países. Al llegar a la Universidad de Belgrado, por ejemplo, Lazić tomó el cargo docente de Mihailo Popović, hasta entonces una de las figuras más importantes de la sociología serbia y director de algunos de los proyectos de investigación más importantes de los setenta y ochenta. Como contrapartida, en cambio, durante los años noventa Lazić no publicaría un solo artículo en Revija za sociologiju, la revista de la Asociación de Sociología de Croacia, donde había divulgado numerosas contribuciones durante los años anteriores.

Ante las dificultades económicas y políticas que surgían producto de la crisis y la guerra en la región, las iniciativas académicas independientes se multiplicaron. Un caso paradigmático es el de la editorial y think-tank Erasmus creada por Vesna Pusić y Slavko Goldstein en 1992, cuya revista del mismo nombre se convertiría uno de los grandes focos de oposición al gobierno de Tuđman durante los años noventa. El fenómeno de la creación de organizaciones independientes fue también notable entre investigadores e investigadoras de orientación feminista, a raíz de la falta de respaldo que encontraban en el ámbito universitario para sus proyectos y del frecuente hostigamiento, no solo a raíz de las características de sus temas de trabajo percibidos como agitadores sino también en razón de su compromiso y militancia política contra muchas de las políticas conservadoras y nacionalistas de los gobiernos de Tuđman en Croacia y Milošević en Serbia, como ocurrió con el Centar za ženske studije (Centro para Estudios de la Mujer) en Belgrado.

Durante la época, las instituciones y los colegas del extranjero jugaron un rol estratégico. Según Paul Stubbs, sociólogo británico que se instaló en Zagreb durante los años noventa,

Hubo mucha gente que se hizo nacionalista, hubo mucha gente que se autocensuró y hubo mucha gente que se fue, que desarrolló algún tipo de estrategia a través de la cual pasaban un montón de tiempo haciendo estancias de investigación en el extranjero.8

El exilio era una salida clara, en especial en el caso de estudiantes y jóvenes investigadores como el mencionado Dejan Jović, pero también fue la alternativa elegida por intelectuales consolidados como las feministas croatas Slavenka Drakulić y Rada Iveković, quien escaparon del país luego de ser denunciadas como traidoras a la nación y "brujas" por el semanario Globus en 1992 (Bonfiglioli, 2009). En otros casos, la comunicación y cooperación con el exterior, en especial a través de universidades de Europa occidental y los Estados Unidos, daba a los investigadores de la región un escape temporario y esporádico. En Croacia, el respetado sociólogo Vjeran Katunarić, quien ya había forjado una relación con instituciones en Suecia durante las décadas anteriores, recurrió a este vínculo durante los años '90 para realizar frecuentes estancias de investigación en el país del norte; el politólogo Nenad Zakošek, en esa época implicado en iniciativas antibélicas en Croacia, hizo lo propio realizando eventualmente estancias en Berlín.9

Para la comunidad académica de Serbia, las instituciones extranjeras también cumplieron un rol clave. Por un lado, como consecuencia de la resolución del 30 de mayo de 1992 de la ONU, que establecía la suspensión de la cooperación cultural y científica con Serbia como represalia por las acciones en Bosnia.10 En ese contexto, instituciones no estatales como el Fondo Soros y la Central European University en Budapest prestaban su apoyo para iniciativas académicas como cursos de verano, seminarios internacionales, proyectos de cooperación y publicaciones emblemáticas de la época, ayudando así a mantener los lazos de la comunidad científica local con el exterior.11 Pasada la época de las sanciones, por otro lado, diversas agencias de investigación de gobiernos extranjeros como Suiza o Alemania y organismos internacionales como UNESCO ayudarían a compensar las dificultades frecuentes de los investigadores para encontrar recursos financieros o respaldo político en sus propias instituciones, permitiendo a las comunidades académicas de Zagreb y Belgrado lidiar de un modo u otro con algunas de las dificultades de la época.12

En ese contexto marcado por la caída del comunismo y la desintegración de la federación yugoslava, además de las transformaciones propias de un campo académico atravesado por el ahogo financiero, las presiones políticas, la censura, la fuga de cerebros, el aislamiento y la destrucción de viejos lazos de cooperación, se agregó durante la década de 1990 la explosión de los area studies y los estudios de transición producidos por instituciones del occidente europeo y norteamericano, con una producción masiva de literatura extranjera que en su mayoría se proponía examinar las transformaciones de Europa del Este en general, y de la ex Yugoslavia en particular, muchas veces interpretando la historia de la región sin siquiera recurrir a la producción científica local, e incluso reproduciendo muchas veces el tipo de discursos orientalizantes que la investigadora Maria Todorova (2009) ha analizado en su clásico estudio Imagining the Balkans.

En suma, si Yugoslavia había comenzado a atravesar desde fines de los años setenta un proceso de re-periferialización económica, esta dinámica no solo se agudizó durante los años noventa, sino que se combinó con los procesos destructivos de la guerra dejando efectos profundos sobre el campo académico e intelectual, haciendo cada vez más difícil el trabajo de los científicos sociales locales y agravando las condiciones para su inserción y competencia en el sistema global de producción de conocimiento.

El antropólogo británico Andrew Hodges (2014) ha analizado las repercusiones de este proceso en un área particularmente sensible, las ciencias físicas, señalando que el colapso del socialismo y la neoliberalización de los esquemas de producción científica a nivel mundial generaron entre los astrofísicos de Belgrado una sensación de atraso que los empujó a desarrollar estrategias simbólicas para asimilar esta nueva posición y estrategias logísticas para adaptarse a las condiciones más difíciles de acceso a los recursos. Sin duda el caso de las científicos sociales no comporta los mismos rasgos que el de los físicos y los astrónomos, pero no puede hacerse caso omiso de estas transformaciones a la hora de examinar la producción de los científicos sociales en la región, ya que la comunicación con el exterior, el acceso al financiamiento para la publicación y la organización de eventos de discusión y divulgación, así como la posibilidad de realizar intercambios culturales y científicos y la mismísima continuidad institucional son dimensiones que condicionan en gran medida la investigación y el avance en el campo de las ciencias sociales.

En este difícil contexto los científicos sociales de Serbia y Croacia continuaron analizando y pensando los problemas que enfrentaban sus sociedades luego de la caída del muro de Berlín y la desintegración de Yugoslavia, por un lado recurriendo a sus propios saberes acumulados y a las tradiciones de investigación locales, y por otro lado intentando mantener aquel diálogo permanente con la producción científica global que había caracterizado durante décadas a la región. Para analizar esta doble dinámica, en la siguiente sección del trabajo examinaremos algunos itinerarios del concepto de transición en la sociología serbia y croata de los años '90, dando cuenta de cómo los científicos locales se vincularon con los horizontes normativos que dicho concepto vehiculizaba en los discursos hegemónicos del campo de las ciencias sociales.

Futuros posibles: el concepto de transición en la sociología de los noventa

En 1992 la editorial Erasmus publicó un libro que se volvería objeto de citas y discusiones a lo largo de toda la década, así como una pieza esencial de la literatura sobre transición política y económica en los países de la ex Yugoslavia: el estudio Vladaoci i upravljači (en castellano, "Gobernantes y gerentes") de la socióloga croata Vesna Pusić. El trabajo contenía una tesis que sería motivos de debate durante los años venideros: la idea según la cual los directores de las empresas de propiedad social durante el socialismo autogestionario eran el único grupo que, por sus características, su formación y sus objetivos, era capaz de dirigir la transición hacia una democracia moderna en Croacia.

La tesis nacía de una comparación regional: según la autora, mientras que la República Checa había tenido una sociedad civil fuerte y a la elite intelectual de Charta 77, Polonia había tenido una organización sindical vigorosa con la experiencia de Solidaridad y Hungría había contado con un partido comunista dispuesto a sentar las bases para la reforma democrática, en Croacia no existía ninguna de esas condiciones para dirigir un proceso de transición. El problema de Croacia, en suma, era la falta de un liderazgo histórico: "La diferencia ente los procesos de transformación política en Polonia, Hungría y República Checa, por un lado, y Yugoslavia, o sea específicamente Croacia, por otro lado, reside en la preparación para el futuro", afirmaba la autora (Pusić, 1992: 13). Esto no significaba, sin embargo, que Croacia no tuviera posibilidades de subirse al tren del futuro. Lo que el país necesitaba era una estrategia distinta y ajustada a sus propias condiciones. En palabras de Pusić, una "metodología" o una "tecnología" propia:

Considerando los problemas concretos que nos esperaban y con los que debemos lidiar, también había similitudes relevantes entre Croacia y otros países del postcomunismo. (....) En lo que existieron, sin embargo, diferencias significativas fue en el mismo método o tecnología de transición [metoda ili tehnologija prijelaza]. En cada uno de los tres modelos de transformación existía alguna fuerza o elemento de la estructura social que aseguraba la estabilidad en un proceso de gran transformación. En Croacia existió un poco de cada uno de los tres elementos, pero ninguno tuvo la suficiente fuerza estabilizadora (Pusić, 1992: 31).

Según la autora, en Croacia existía solo un grupo que, por su historia y sus rasgos, podía dirigir este proceso: a partir de una investigación cuantitativa donde evaluaba actitudes, trayectorias, performances económicas y estilos de trabajo de 90 gerentes de empresas de Croacia, concluía que eran precisamente los directores de empresas quienes comportaban los rasgos actitudinales, la preparación técnica y el interés económico necesario para convertirse en una elite modernizante. Un grupo capaz de encarar el segundo paso en la transición croata, aquel que iba desde un régimen formalmente pluralista a una democracia moderna y madura:

La elite gerencial es la única en estas condiciones que por sus características es capaz de fortalecer la estructura estatal y la elite política, sin bloquear los procesos de transformación política iniciados. Ella es a la vez, considerando la inexistencia de una elite política y la descalificación de la elite militar, la única elite de poder que queda para aquellos que ven el objetivo de la transformación en un Estado democrático moderno. (...) Así como los movimientos nacionales permitieron la transición de los sistemas unipartidarios a los sistemas políticos multipartidarios, la elite gerencial tiene oportunidades de asegurar la transición del pluralismo partidario a la democracia (Pusić, 1992: 125-126).

El libro de Pusić era original y provocador. Además de tener sustento empírico, era el trabajo de una investigadora abiertamente comprometida en la discusión política nacional, pero también avalada por una trayectoria intelectual notable. Con varios años de experiencia en estudios de sociología industrial, Pusić había dado los primeros pasos en su carrera académica durante los años ochenta bajo la influencia de autores clásicos y célebres de la sociología industrial yugoslava como el croata Josip Županov y el esloveno Veljko Rus, preocupados por el mal funcionamiento del sistema autogestionario. Con el último había colaborado además en proyectos de cooperación internacional a nivel europeo sobre democracia industrial.13 Pero además, el libro Gobernantes y gerentes desarrollaba preocupaciones que la autora ya había avanzado en su tesis doctoral, publicada en 1986 bajo el título de Democracia industrial y sociedad civil (Pusić, 1986), donde sostenía la idea de que la democracia industrial no podía funcionar sin una democracia política más amplia, y que uno de los problemas de Yugoslavia residía precisamente en la falta de constitución de grupos de interés claramente identificados. En ese sentido, además de responder a un contexto urgente, el trabajo estaba anclado en una tradición de reflexión que la antecedía: la de la sociología industrial yugoslava, siempre preocupada por examinar las dificultades del país en el camino a la modernización económica.

El trabajo de Pusić estaba a tono con las discusiones de la época en las ciencias sociales internacionales. A primera vista, sobresalía su empleo de teóricos prestigiosos como Robert Dahl y Ralph Dahrendorf, pero más notablemente llamaba la atención el empleo fuertemente normativo del concepto de transición, que estaba allí para poner en equivalencia la realidad croata con otras que le eran históricamente distintas y distantes. El concepto intentaba dar un suelo común a la experiencia social real de Croacia y al horizonte normativo expresado por las experiencias checa, polaca y húngara, mucho menos traumáticas que la yugoslava en su forma de tramitar el final del comunismo. Así las cosas, la ingeniería que proponía para eventualmente alcanzar un punto de convergencia histórica destilaba fuertes aires preceptivos.

Con lucidez y claridad, sin embargo, la autora no planteaba sin más el escenario histórico del país como una marcha inevitable hacia el progreso, sino en cambio como una disyuntiva que era posible resolver. En pocas palabras, las dificultades propias de la posición específica y distinta de Croacia podían tramitarse para consolidar la tan preciada transición. Quizás nadie para caracterizar mejor este exceso normativo del libro que su propio editor, el intelectual Slavko Goldstein, que en el prólogo afirmaba: "Gobernantes y gestores es un libro optimista, que nos alienta al decirnos que el atraso es algo que a nosotros no nos ocurrirá" (Pusić, 1992: XIII).

Desde una perspectiva teórica y un contexto distinto, en cambio, la idea de que el atraso era un riesgo más que presente sería central en el trabajo de Mladen Lazić. Figura emblemática de la sociología económica ya desde los años '80, cuando había ocupado un alto cargo en el Instituto de Investigación Social de Zagreb, Lazić se había transferido a Serbia en 1990 en medio del agravamiento de las tensiones entre ambos países. Influido por preocupaciones que convergían con las Pusić, su inserción en una tradición de pensamiento distinta y más cercana al marxismo y el estructuralismo, así como el escenario económico catastrófico de la Serbia de Milošević, lo llevarían a vincularse de modo distinto con el problema de la transición. Lo expresaba con toda claridad en un artículo de 1995:

La transformación socioeconómica y cultural de las sociedades de Europa del Este y Europa Central ha atraído enorme atención por parte de investigadores tanto en Oriente como en Occidente. Hay muchas razones para este inmenso interés: algunas de ellas son origen científico (yendo de una situación de tipo "laboratorio" en estos países, en la que se espera que los cambios sistémicos se desarrollen en condiciones casi "experimentales", hasta la apertura de un nuevo campo de investigación que puede ayudar a las ciencias sociales a superar una crisis de larga data); otras son extra-científicas (p. ej., los intereses políticos y económicos de los países occidentales que llevan a sus gobiernos, junto con instituciones no gubernamentales, a financiar generosamente este tipo de investigaciones). Puede que el tema mismo de los "estudios sobre transición" sea una evidencia de la importancia que tienen los motivos extra-científicos: los "enfoques institucionales" (problemas de privatización, cambios en la estructura de propiedad, prácticas parlamentarias, etc.) claramente superan en número a los "enfoques sobre los actores" (en este campo es posible encontrar algunos estudios que lidian con las elites económicas y políticas, pero la investigación sobre los cambios a niveles inferiores de la estratificación social es excepcionalmente escasa). El problema aquí es, por supuesto, el hecho de que el cambio institucional es en el largo plazo determinado por la estructura de relaciones de los grupos sociales actuantes. En otras palabras, la perspectiva de los cambios institucionales en los ex países socialistas dependerá de grupos sociales básicos que han sido formados (y re-formados en su relación mutua) en el curso de la transformación actual (Lazić, 1995: 135).

Al igual que su homóloga croata, el serbio estaba preocupado por lo que llamaba "el problema del actor" [problem aktera]. En pocas palabras, según Lazić existían dos formas de operar el pasaje de un sistema de acumulación hacia el otro: a través de condiciones generadas por el propio sistema y mediante la acción de un actor social capaz de dinamizar estos cambios o por la destrucción de las propias condiciones de reproducción, generalmente agravadas por influencia de factores externos. El derrotero del socialismo se correspondía con el segundo caso, puesto que su esquema de organización política y económica había impedido la formación de un actor social capaz de organizar un proceso de reproducción económica sustentable y una alternativa al capitalismo capaz de resolver los problemas de la modernización (Lazić, 1994: 6-8). Ahora bien, ¿existía en las condiciones actuales un actor capaz de dirigir un proceso de transición económica exitoso luego del fracaso del socialismo?

En el libro de 1994 Sistem i slom ("El sistema y el colapso", en castellano), una colección de artículos de sociología económica donde analizaba la estratificación de las sociedades yugoslavas y la crisis del socialismo, Lazić elaboraba respuestas a este interrogante. En el quinto artículo del libro, titulado "Los directores y la disolución del sistema socialista", el autor relativizaba para la Serbia de los años noventa aquella idea que Vesna Pusić había hecho famosa en Gobernantes y gerentes, afirmando que los directores de empresas seguían siendo dependientes del poder político aún luego de la instalación del pluralismo partidario, lo que bloqueaba su capacidad transformadora:

... el grupo existente de directores (junto con la clase política) tiene posibilidades significativamente más favorables de aprovechar su "posición de poder", consolidar su posesión de los recursos económicos del país y así jugar un rol más transformador en la sociedad. Contra la linealidad de estas expectativas, sin embargo, operan dos factores: la estatización masiva de la propiedad vuelve fija —al menos aparentemente— la posición actual de los directores, y de esa forma además refuerza su (demostrada) inercia grupal (basada sistémicamente en la incapacidad, como grupo, de involucrarse de forma activa). Es decir, más allá de casos particulares (y de lo extendidos que sean) es muy poco probable que los directores se manifiesten como una fuerza social capaz de dar forma a una nueva relación social básica. El proceso de cambio se desarrollará en un "período de transición" más largo, y principalmente desde abajo, a través de la utilización de nuevas posibilidades institucionales por parte de algunos pocos individuos, entre quienes los —ex— directores quizás estén más representados, pero en ningún caso se manifestarán como un sujeto colectivo activo (Lazić, 1994b: 138).

Difícilmente, el contexto de producción de Lazić no tuviera influencias sobre el pesimismo de su diagnóstico: marcado por el colapso económico total de los primeros años de Milošević en Serbia, por el aislamiento internacional, la hiperinflación y la caída dramática del nivel de vida, su relación con las teleologías de la transición democrática estaba atravesada esencialmente por la desconfianza, en particular en relación con los procesos de privatización. Tras el fracaso del socialismo, las recetas propias de la época provocaban en el autor una reacción de sospecha:

Toda la autoconsciencia que tienen los actores del cambio (determinantes y movilizantes) en las sociedades socialistas, y de la población en su totalidad, está determinada por la representación general que tienen acerca de la transformación capitalista de dichas sociedades. (...) El intento neoliberal de responder a la crisis [del petróleo] en los países occidentales determinó el horizonte de ideas de los actores del cambio en el Este. La privatización se toma como una panacea que (junto al parlamentarismo) integrará automáticamente a los (ex) países socialistas en la moderna sociedad industrial. El rol regulador del Estado en la economía se descarta (al menos en teoría) junto con la dirección económica.
(...)
Estamos tan cerca de cumplir con ese sueño colectivo de integrar la comunidad de los ricos, que sirvió como reserva de energía para la población de estos países, como de las fantasías de los emigrantes que creen que en los Estados Unidos podrán levantar los dólares directamente de la calle... (Lazić, 1994b: 192-193).

Si el análisis de Vesna Pusić dibujaban un escenario posible en el cual Croacia podía integrarse al rumbo moderno de la historia a través de una estrategia que tuviera en cuenta las potencialidades del país, el análisis de Lazić en cambio era notablemente más pesimista, e incluía una reflexión explícita sobre la nueva posición de la región en el sistema mundial:

Pero, más allá de la brecha entre las expectativas y lo concreto, así como la realidad futura, no hay dudas de que los países de Europa del Este están tomados por profundos y probablemente irreversibles procesos de cambio. Seguramente lo más apropiado sea designarlos como de "periferialización".
(...)
En pocas palabras, si se mantienen las tendencias actuales y su consiguiente desarrollo, la "transición post-socialista" llevará a la mayoría de los países de Europa del Este a una periferialización que supone formas sociales fundamentalmente diferentes de aquellas a las cuales se apuntaba en la fase heroica de la destrucción de la sociedad de planificación (Lazić, 1994b: 195).

Lazić no era el único en discutir con los supuestos del concepto de transición tal y como operaba hegemónicamente en las ciencias sociales de la época. Una crítica similar encontramos por ejemplo en los trabajos del sociólogo Silvano Bolčić, colega y colaborador de Lazić en Belgrado. En un artículo de 1994, el autor expresaba con crudeza la imprecisión conceptual de las teorías transicionales: la Serbia de los tempranos noventa gobernada por Slobodan Milošević, sostenía, era una "sociedad destruida", caracterizada por la desintegración de las orientaciones normativas y los lazos de solidaridad en el ámbito público, la inestabilidad económica y la difusión de diversas estrategias de supervivencia cotidiana ante la gravedad de la crisis. En este contexto, hablar de transición era cuanto menos equívoco:

El punto de vista del que partimos, que considera a la sociedad de Serbia a principios de los años noventa como una "sociedad destruida", está en un cierto desajuste teórico con la idea de "transición" con la cual se intenta designar los cambios recientes (...) de las sociedades hasta ahora "socialistas" de Europa del Este. Porque la palabra "transición" suena a neutral y básicamente "inofensiva", mientras que la expresión "sociedad destruida" suena perturbadora e incluso "fatídica". En la "transición" algo desaparece y aparece al mismo tiempo; en la "destrucción", lo que le pone el sello a los cambios es la desaparición (Bolčić, 1994: 139).

Así las cosas, el autor sostenía que la distancia entre la experiencia de la región y los modelos que vehiculizaba el concepto de transición volvía al menos difícil su aplicación para caracterizar la realidad del país:

Entre semejante "cultura de supervivencia" y la cultura de la sociedad moderna "industrial/post-industrial", que según las expectativas debía aparecer en este tiempo de "transición" en las sociedades de Europa del Este, existe un gran abismo cuya "superación" resulta por ahora muy "borroso" e incierto (Bolčić, 1994: 144).

La crítica al concepto de transición, sin embargo, no era exclusiva del contexto serbio. En Croacia, el sociólogo Vjeran Katunarić, viejo colaborador de Lazić formado en el marxismo, el psicoanálisis y la teoría crítica, también expresaba desconfianza hacia los discursos dominantes de las ciencias sociales contemporáneas sobre la región:

Difícilmente, y no sin dudas fundamentales, [la transición en Europa del Este y el tercer mundo] se puede ajustar a la visión de Fukuyama sobre el triunfo mundial de la democracia liberal y el mercado, así como a la creencia de Huntington, aparentemente basada en la literatura de investigación, según la cual "la época trabaja para la democracia". Mientras que ellos señalan una tendencia de cuatrocientos años de campaña global del liberalismo (lineal en el caso de Fukuyama, en espiral en el de Huntington), la literatura empírica más precisa sobre la transición delinea (también) otras tendencias fundamentales (Katunarić, 1995: 265).

En un contexto en el que el gobierno de Franjo Tuđman combinaba la retórica europeísta con un estilo de gobierno autoritario y una política nacionalista de intervención en Bosnia, el autor afirmaba:

Eso que la literatura transitológica sobre el tercer mundo denomina "elites estatales reformistas", y donde deposita las mayores esperanzas, cuando hablamos del panorama de que la modernización produzca efectos favorables a nivel político (democráticos) y económico (prosperidad) para la mayoría de la sociedad, en nuestro caso es difícil de identificar. Porque la elite reformista debería, según esa analogía, hacer una incisión en el complejo canceroso del poder, transformar el sistema de decisiones y establecer credibilidad en la esfera pública (Katunarić, 1995: 268).

Con una referencia al lenguaje marxista que tan bien conocía, Katunarić llegaría a identificar en esta época la versión invertida del viejo programa transicional del comunismo:

Entonces podría decirse que lo que sigue es una parodia tomada del modelo de la Crítica del Programa de Gotha: antes se recibía "según el trabajo", según el plan, de un poco menos y más proporcionalmente, por razones ideológicas y de legitimación quizás de manera más limitada o al menos no tan ostentosamente; en la "fase superior" las cosas se manejan "según las necesidades" y se toma todo lo que haga falta. Por supuesto, las reglas de esta etapa solamente valen para la oligarquía, ya que es ella la que elige el lenguaje ideológico y lo decanta en la perspectiva utilitaria del grupo (Katunarić, 1995: 266).

El juego de Katunarić era revelador: para el científico social local, instalado durante los años noventa en un terreno atravesado por transformaciones violentas, el triunfalismo ingenuo de algunos autores occidentales era poco más que un material para la ironía.

Conclusiones: la trama compleja del conocimiento científico

Las asimetrías que existen en el sistema mundial de producción de conocimiento científico dotan a los científicos e instituciones del centro de una cuota dominante de poder en el campo: su posición les permite definir agendas de discusión, difundir teorías y monopolizar discusiones, en ocasiones a fuerza de imponer universalismos que emergen de sus propias realidades históricas. En un texto ya clásico, Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant han examinado esta "neutralización del contexto histórico que resulta de la circulación internacional de los textos y del olvido correlativo de las condiciones históricas de origen", y sus efectos perniciosos sobre la producción del saber (Bourdieu y Wacquant, 1998). En esa misma línea, la socióloga serbia Marina Blagojević y el sociólogo israelí Gad Yair (2010) por su parte, han analizado la situación en que se encuentran los científicos sociales de la semiperiferia europea, señalando lo que ha llamado "el síndrome de la Trampa-22": el doble condicionamiento por el cual el científico de la semiperiferia debe adoptar categorías y agendas propias del centro si desea obtener reconocimiento, lo que conduce a su inserción en una estructura donde tiene poca influencia, ocupando una posición subalterna y alejándose de las problemáticas que le son más cercanas, mientras que si se mantiene apegado a su propio contexto e intenta producir conocimiento desde la originalidad de su posición termina por ser marginado de las referencias occidentales.

Tal como hemos visto en el caso de la sociología de Serbia y Croacia durante los años noventa, en algunas de sus discusiones y polémicas con el concepto dominante de la transición, la experiencia local habilitó un potencial de distancia crítica frente a los discursos hegemónicos en el campo de las ciencias sociales. Paradójicamente, el mismo contexto de re-periferialización económica, política y social que agravó las condiciones de producción de las ciencias sociales en el espacio post-yugoslavo durante los años ochenta y noventa permitió también que los científicos locales mantuvieran una cierta dosis de sospecha ante aquellas categorías provistas por sus homólogos occidentales que no siempre se correspondían con la experiencia histórica real de la región.

El análisis de estas discusiones nos ha permitido ilustrar las múltiples tensiones que existen entre posiciones desiguales en el contexto de un sistema mundial de producción científica atravesado por fuertes asimetrías económicas, políticas, técnicas y simbólicas. Como corolario, vale señalar que los hallazgos de este primer trabajo invitan a avanzar al menos en dos direcciones: por un lado, en el examen de las condiciones específicas de producción de los científicos locales, incluyendo los lazos de dependencia técnica y financiera que los vinculan con los países centrales y sus diversos modos de subordinación simbólica y cultural; por el otro, en el estudio de la recepción, la discusión y la circulación del conocimiento científico, de sus categorías, sus datos y sus interpretaciones. En definitiva es solo a través de este doble análisis que podremos entender el modo en que se producen las ideas y las palabras con las que hablamos del mundo.

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1.

Licenciado en Sociología (UBA), Magíster en Historia (IDAES-UNSAM) y Doctorando en Historia (UNSAM) y Estudios Políticos (EHESS). acosovschi@gmail.com

2.

El término "transitología" se ha popularizado para designar esta corriente de trabajos. Para un análisis de las continuidades y rupturas del concepto de transición en la tradición marxista, la sociología de la modernización y la transitología, ver GUILHOT, NICOLAS (2002). Para una reflexión crítica sobre la transitología, ver DOBRY, MICHEL (2009).

3.

En el artículo se vuelcan algunos de los primeros resultados de mi investigación doctoral, realizada actualmente en co-tutela entre la Universidad Nacional de General San Martín y l'École des Hautes Études en Sciences Sociales.

4.

Vladimir Vuletić, entrevista personal, Belgrado, noviembre de 2015.

5.

Dejan Jović, entrevista personal, Zagreb, marzo de 2016.

6.

Branka Galić, entrevista personal, Zagreb, marzo de 2016.

7.

El sociólogo croata Vjeran Katunarić explica así la partida de su amigo y colega Mladen Lazić: "Es un hombre valiente. Pero habla con mucho acento, nunca cambió el serbio por el croata, lo que era muy normal en esos días. Pero evidentemente era muy irritante para su entorno (no en el instituto, claro, sino afuera) y quizás experimentó alguna situación no muy fácil para él o para su familia." Vjeran Katunaric, entrevista personal, Zagreb, marzo de 2016. Otros entrevistados coincidieron en explicar por esas razones la decisión de Lazić.

8.

Paul Stubbs, entrevista personal, marzo de 2016.

9.

Sobre las iniciativas antibélicas en el espacio post-yugoslavo, ver BILIĆ, BOJAN (2012).

10.

La resolución se puede encontrar en http://www.nato.int/ifor/un/u920530a.htm (consultado el 10/05/2016).

11.

Entre las diversas publicaciones que contaron con el apoyo del Fondo Soros, por ejemplo, podemos mencionar compilaciones como The Road to War in Serbia, Razaranje društva o Društveni karakter i društvene promene u svetlu nacionalnih sukoba, todos resultados de proyectos de investigación y colaboración que nuclearon a los científicos sociales más importantes de Serbia durante los años '90.

12.

Ante la falta de apoyo en las instituciones públicas, un rasgo eminente de los años '90 fue también la fundación de organizaciones no gubernamentales (ONGs) para atender a problemáticas particulares, tales como las problemáticas de género y minorías sexuales, particularmente dependientes de las posibilidades de financiamiento externo.

13.

IDE-International Research Group, Industrial democracy in Europe, Oxford, Oxford University Press, 1981.