La máquina de traducir

Eudeba y la modernización de las ciencias sociales y humanas, 1958-1966

Por Alejandro Dujovne1

Resumen

Los años iniciales de la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (Eudeba), 1958-1966, fueron elevados a la categoría de mito por la narrativa editorial argentina. “Una hazaña” frente a la cual se mide hasta hoy parte importante de los proyectos editoriales en el país. Esta imagen no carece de fundamentos: bajo la dirección de Boris Spivacow Eudeba publicó más de 800 títulos de géneros muy diversos; abrió su catálogo a la vanguardia del pensamiento científico y artístico; convocó a académicos e intelectuales a participar en calidad de directores de colección, traductores y autores; diseñó una política de precios y de venta que apuntó a facilitar el acceso al libro a la mayor cantidad de lectores posibles; etc. Pero a la par de estos aspectos, se destacó por una política sistemática de traducción de autores y obras contemporáneas, que propició el acelerado proceso de modernización científica y cultural en el país. El presente artículo se propone analizar el papel jugado por EUDEBA en esta etapa, así como comprender los significados específicos que comportó la traducción en el marco del proyecto político modernizador de la ciencia, la cultura y la economía.

Palabras clave: Eudeba; Traducción; Historia de las ciencias sociales y humanas; Edición; Boris Spivacow

Abstract

The initial years of the Editorial of the University of Buenos Aires (EUDEBA), 1958-1966, were elevated to the category of “myth” by the Argentine publishing narrative. "A feat" in front of which an important part of the editorial projects in the country is still being measured. This image is not without fundamentals: under the direction of Boris Spivacow EUDEBA published more than 800 titles of very diverse genres; Opened its catalog to the vanguard of scientific and artistic thought; Invited academics and intellectuals to participate as collectors, translators and authors; Designed a policy of prices and sales that aimed to facilitate access to the book to as many readers as possible; etc. But in addition to these aspects, it was highlighted by a systematic policy of translation of contemporary authors and works, which led to the accelerated process of scientific and cultural modernization in the country. The present article aims to analyze the role played by EUDEBA in this stage, as well as to understand the specific meanings that the translation translated into the framework of the modernizing political project of science, culture and economy.

Key words: Eudeba; Translation; History of the social and human sciences; Edition; Boris Spivacow

Recibido: 5/7/2016

Aceptado: 19/9/2016

 

En muy pocos años (Eudeba) se convirtió en una de las grandes editoriales del mundo. Pero además, con una característica muy especial. Los franceses tienen una gran cultura, los ingleses tienen una gran cultura, los alemanes tienen una gran cultura. Pero así como tienen una gran cultura, muchas veces desprecian la cultura de los otros pueblos, creen que ellos han inventado la pólvora. La Argentina sabe que no inventó la pólvora. Entonces, Eudeba tradujo libros del francés, del inglés, del italiano, del alemán, del sueco, del ruso, de cincuenta idiomas.
Boris Spivacow (Maunás, 1995: 94)

Introducción

En 1961 la Editorial de la Universidad de Buenos Aires publica La máquina de traducir, de Émile Delavenay. El título de este libro –no su contenido, que presentaba los primeros pasos en la automatización de la traducción–, sintetiza a la perfección un aspecto esencial del proyecto editorial de Eudeba durante sus años iniciales: en pocos años este sello universitario amplió y redefinió el repertorio bibliográfico e intelectual argentino y, en alguna medida, hispanoamericano, a través de un intenso y sistemático trabajo de traducción y difusión de obras científicas y de divulgación. En este artículo nos interesa describir y analizar esta experiencia, a fin de comprender un momento clave en la historia de la modernización de las ciencias sociales y humanas en Argentina.

La comprensión de los modos en que autores y obras pertenecientes a universos idiomáticos distintos ingresaron en el repertorio intelectual de lengua castellana y participaron en la formación y desarrollo de las disciplinas sociales y humanas, exige considerar la publicación de traducciones, un aspecto a menudo mencionado pero pocas veces abordado. Esto es, tanto la edición en sí como los valores atribuidos y las funciones que desempeñó la traducción. Desde comienzos del siglo XIX los círculos letrados argentinos le asignaron un papel central a la traducción del pensamiento europeo y norteamericano como parte de su elaboración intelectual. “Atraso”, “vacío”, “actualización”, “modernización”, etc., vuelven una y otra vez como argumentos para situar la traducción como un elemento decisivo de los diferentes programas políticos y culturales. Estos términos no tienen, sin embargo, un sentido unívoco. El valor y la función de la traducción deben buscarse en cada contexto histórico y cada espacio intelectual. Desde este punto de vista, el estudio de los sellos editoriales, en tanto principales mediadores y dinamizadores de la publicación de traducciones –incluso en los últimos años, con la creciente competencia de las publicaciones periódicas–, adquiere una relevancia analítica especial.

El acelerado proceso de modernización de las disciplinas sociales y humanas en Argentina iniciado a fines de la década de los cincuenta, es indisociable de la ampliación del repertorio bibliográfico, y por lo tanto intelectual, emprendido por un número de sellos que hicieron de la traducción de ensayos e investigaciones una de sus actividades primordiales. Durante esta etapa parte de quienes retornaron o ingresaron a las universidades tras el derrocamiento de Perón, le asignaron un nuevo papel a la traducción: debía acelerar y ser el fundamento de la transformación cultural y científica que perseguían. Del conjunto de editoriales que participaron de este proceso de modernización, nos interesa detenernos en la experiencia de Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos Aires. Si bien hay sobradas razones para estudiar este sello, nuestro interés se circunscribe aquí a la labor de traducción, que, pese a su importancia, no ha sido considerada en su especificidad.

La primera etapa de Eudeba, que comprende desde su fundación en 1958 hasta el golpe militar de 1966, y la figura de Boris Spivacow, su gerente, han sido elevadas al rango de mito por la narrativa editorial argentina. No faltan motivos para ver en esos años iniciales una experiencia difícilmente repetible: bajo la dirección de Spivacow, Eudeba redefinió parte de las prácticas editoriales del mercado del libro argentino, trazó un nuevo ideal de democratización de la cultura, participó activamente en la modernización científica, puso de manifiesto el papel central que el Estado y la universidad pública pueden desempeñar en el ámbito de la edición, y, pese a su brevedad, llegó a convertirse en el principal sello de habla castellana en términos de títulos y ejemplares publicados. Entre 1959, año de publicación de su primer título, y 1966, Eudeba publicó 815 novedades y 289 reimpresiones, y más de 11 millones y medio de ejemplares (Gociol, J., 2012, Libros para todos, Eudeba). Aunque menos conocida en toda su dimensión, la política de traducciones fue un aspecto tan importante como estos.2 Nos interesa, decíamos, analizar la política de traducciones de Eudeba y proponer algunas hipótesis para comprender su papel como agente modernizador de las ciencias sociales y humanas en el país.

La traducción en Eudeba

Las ciencias sociales y humanas fueron una pieza importante del catálogo, pero no la única. A la par de las disciplinas estudiadas en la Universidad de Buenos Aires, Eudeba buscó ofrecer al público universitario y no universitario un repertorio que incluía literatura argentina, arte, obras de pedagogía orientada a profesores y maestros, divulgación, ensayos sobre América Latina, etc. La elección de los temas y géneros no era azarosa. Respondía, por el contrario, a los objetivos y al plan formulados por Arnaldo Orfila Reynal en el informe que elevó a las autoridades de la Universidad a pedido del rector en 1958, y a la evaluación de la dirección del sello sobre la base de los propósitos trazados. Estos propósitos –científico, didáctico, extensionista y americano (que entrañaba, en palabras de Orfila Rerynal, la creación de “vínculos más estrechos con los demás países del continente”)– se materializaron en las más de treinta colecciones y series que dieron forma al catálogo. Ahora, más allá del número de lectores que reconociesen las distintas colecciones y en alguna medida guiaran sus lecturas en función de estas, lo cierto es que dada la importancia asignada a las colecciones en la organización del catálogo de Eudeba, estas resultan objetos de investigación especialmente relevantes para analizar el proyecto político-cultural de esta editorial, y, al menos en parte, su impacto. Cada colección tenía un objetivo definido y se dirigía a uno o más públicos específicos, lo cual permitía orientar las clases de títulos que se incorporarían, el número de nuevas obras por año, los rangos de tiradas posibles, las dimensiones de los libros, así como los precios y formas de promoción y venta. Si bien el número de colecciones y series se fue ampliando con el correr de los años, algunas, merced al número de títulos publicados o a su difusión y reconocimiento público, plasmaron su impronta al conjunto del sello. Entre estas se encuentran las tres colecciones que inauguraron el catálogo de Eudeba en 1959, y sobre las que nos detendremos en particular más adelante: Cuadernos, Temas y Manuales.

Una parte del catálogo de Eudeba se conformó por colecciones que por definición se nutrieron de autores argentinos tales como la Serie del Siglo y Medio, y Arte para Todos. Estas tenían por objetivo difundir de forma masiva distintas vertientes de la cultura argentina a través de escritores, artistas y obras nacionales. La Serie del Siglo y Medio comprendió más de 120 títulos clásicos de la literatura argentina y, en menor medida, autores contemporáneos. Arte para Todos presentó 12 títulos que combinaban textos clásicos o contemporáneos de la literatura argentina (excepto el último, que fue El Quijote) con ilustraciones, pinturas y grabados de artistas argentinos consagrados y en vías de consagración, como Castagnino, Battle Planas, Alonso, entre otros.3 Junto a estas podríamos colocar una serie específica dirigida a profesores y maestros de nivel inicial, primario y secundario compuesta por 27 títulos de autores argentinos, y un puñado de colecciones conformadas total o mayoritariamente por nombres locales, pero que, al haber sido creadas hacia el final de la gestión de Spivacow, no llegaron a desplegarse más allá de unos pocas obras. Asimismo se encuentran la Serie del Nuevo Mundo, integrada por antologías de escritores latinoamericanos, y la Biblioteca de América, que, en sus distintas series, complementó la publicación de autores latinoamericanos con la edición de algunas traducciones. Esta organización pone de manifiesto que la presencia de nombres locales o latinoamericanos estuvo fundamentalmente asociada al objetivo extensionista del sello. La única colección orientada a la docencia y a la investigación universitaria concebida para dar cabida a académicos argentinos fue Ediciones Previas. Esta colección fue pensada como un modo de canalizar, a través de la edición de trabajos en proceso producción (work in progress), la demanda de los profesores de la UBA por publicar y poner en circulación y discusión sus investigaciones. Ediciones Previas reunió entre 1962 y 1966 quince libros de docentes de la universidad en ciencias exactas, físicas y naturales, y dos tomos traducidos, Teoría y métodos de la investigación social I y II, del sociólogo noruego Johan Galtung.

Por contrapartida, las colecciones científicas, de divulgación científica y de enseñanza estuvieron compuestas en una proporción muy elevada por traducciones. Si dejamos de lado Los Fundamentales, colección dirigida por Rodolfo Mondolfo y llevada adelante por Aníbal Ford primero y Beatriz Sarlo después, que por tratarse de textos de ciencia y filosofía clásicos como La República, de Platón, o Historia natural de la religión, de David Hume, se compuso solo de traducciones –en total fueron 16 obras–, observamos con claridad el peso otorgado a la traducción en las principales colecciones y series de ciencia, divulgación científica y enseñanza:

Colección/Serie Año de creación Títulos Traducciones Porcentaje
Cuadernos de Eudeba 1959 158 149 94%
Manuales de Eudeba 1959 64 52 81%
Temas de Eudeba 1959 67 55 82%
La escuela en el tiempo/Ciencia joven 1960 31 31 100%
Lectores de Eudeba 1960 91 90 99%
La escuela en el tiempo/Temas 1961 9 9 100%
Ciencia activa 1961 5 5 100%
Biblioteca de Asia y África 1962 23 23 100%
Total 448 414 92%

El interés por la producción intelectual y editorial en otras lenguas, en especial inglés y francés, no se restringió a la traducción de títulos. Ciertas colecciones fueron concebidas a partir de modelos extranjeros. En palabras de Boris Spivacow: “Otra colección creada por Mirian (Polak) fue Genio y Figura, que en Francia se llamaba Les écrivains d’aujourd’hui, de las Editions du SeuilProust par Proust, Gide par Gide–, los escritores vistos a través de sus escritos. Nosotros, en Eudeba, quisimos hacer conocer también así a los escritores argentinos, y esa colección la dirigió Pepe Bianco. Hicimos varios volúmenes: Borges, Horacio Quiroga…”4 (Maunás, 1995: 54). En otros casos no solo se importó la idea, sino las obras mismas que integraban esas colecciones. Cuadernos de Eudeba, por ejemplo, se conformó fundamentalmente a partir de la traducción de una serie clásica de divulgación francesa Que sais-je de P.U.F., y de títulos de Chicago University Press, al igual que Ciencia Joven, que se nutrió de las obras de la colección norteamericana Science Study Series perteneciente a Doubleday Anchor Books.

Aunque algunas se organizaban internamente en series que ordenaban los títulos en función de áreas del conocimiento, las colecciones no fueron definidas por disciplinas. El criterio editorial de partida era la función general que debían cumplir: investigación, divulgación (para un público amplio o para uno universitario) o educación. Y eso, como ya señalamos, era la guía para la elección de los títulos, las dimensiones de cada libro, la tirada, etc., más allá de la disciplina. Para ver en esto en detalle, y analizar cómo fueron incorporadas y cómo se pensó la circulación de las obras de ciencias sociales y humanas, vamos a detenernos en las tres colecciones con las que Eudeba se presentaba en sociedad.

Desde su creación hasta la renuncia masiva del equipo editorial, Cuadernos de Eudeba cobijó 158 libros. De acuerdo con Boris Spivacow: “Era una especie de enciclopedia universitaria para estudiantes universitarios, para graduados, y para público en general de cierto nivel cultural. Se publicaban títulos de los más diversos campos del conocimiento humano: ciencias sociales, exactas, físicas y naturales, arte” (Maunás, 1995: 45). Se trataba de libros pequeños, de pocas páginas y tapa blanda. Las tiradas se correspondían con el propósito de una circulación amplia. Comenzaron con 7500 ejemplares por título, para pasar rápidamente a incrementar esa cifra a 10.000 (Gociol, 2012: 105). Las sucesivas reimpresiones ratificaron ese éxito. Las disciplinas incluidas van desde la química, física y matemática, hasta la música y el teatro, pasando, entre otras, por la matemática y la mecánica. Las ciencias sociales y humanas, que comprenden también una importante diversidad de áreas, representan un tercio de la colección. Allí encontramos ciencia política, crítica literaria, demografía, ciencias de la educación, filosofía, historia, psicología, sociología, etc. La filosofía y la historia de la literatura sobresalen del conjunto por el número de títulos. Veamos a modo de ejemplo las obras de divulgación filosófica, que, como casi toda la colección, provenían del francés: Aristóteles y el Liceo, El estoicismo y Platón y la Academia, de Jean Brun; El mito de Prometeo, de Louis Sechan; El personalismo, de Emmanuel Mounier; Epicuro y sus dioses, de Andre-Jean Festugiere; Filosofía del derecho, de Henri Batiffol; Hegel y el hegelianismo, de Rene Serreau; La estética, de Denis Huisman; La fenomenología, de Jean-Francois Lyotard; La razón, de Gilles-Gaston Granger, y La filosofía francesa, de André Cresson.

A esta colección le siguieron Temas y Manuales. Por la extensión, índole de los objetos tratados y complejidad de las obras que le dieron forma, Temas de Eudeba fue una colección orientada a un público que contaba o que estaba adquiriendo competencias de lectura en distintas áreas de conocimiento. En este sentido, Judith Gociol (2012) señala que cumplió un papel importante en la formación de los repertorios bibliográficos de las nuevas carreras de la UBA, como Sociología, Psicología y Ciencias de la Educación. De las 67 obras que componen esta colección, las ciencias sociales y humanas suman 39 títulos (32 de los cuales son traducciones): antropología 2, historia 3, educación 4, filosofía 4, geografía 1, literatura 1, psicología 16 (aunque el catálogo las divide en medicina y psicología) y sociología 8. Consideremos, a modo de ejemplo, los títulos de sociología: “El grupo humano” de George Homans, “El hombre político. Las bases sociales de la política” de Seymour Martin Lipset, “El industrialismo y el hombre industrial. Los problemas del trabajo y la dirección en el desarrollo económico” de Clark Kerr, John Dunlop, Frederick Harbison y Charles Myers, “Historia y elementos de la sociología del conocimiento. Contenido y contexto de las ideas sociales” volúmenes I y II, compilación de artículos seleccionados por Irving Louis Horowitz, “La naturaleza del prejuicio” de Gordon Allport, “Movilidad social en la sociedad industrial” de Seymour Martin Lipset, Reinhard Bendix y apéndice de Gino Germani, y “Trabajo y autoridad en la industria. Las ideologías de la dirección en el curso de la industrialización” de Reinhard Bendix. Si Francia era el país de origen de los libros de divulgación filosófica incluidos en la a colección anterior, aquí se trata de nombres importantes de la sociología norteamericana contemporánea. En este punto es innegable la acción de Gino Germani, quien estaba al frente de la nueva carrera de sociología y fue el principal promotor de la introducción de la sociología norteamericana como fundamento de la modernización disciplinar.

Para no perder de vista lo que en definitiva justifica este análisis, la contribución concreta de las distintas obras en la redefinición del paisaje intelectual argentino, tomemos la reflexión del sociólogo Lucas Rubinich sobre una de estos títulos: la compilación en dos volúmenes de Irving Louis Horowitz, Historia y elementos de la sociología del conocimiento. Contenido y contexto de las ideas sociales, publicado en 1964. Rubinich enmarca la aparición del libro en el momento de formación de la carrera de sociología: “incorporar la universidad argentina al proceso de modernización implicaba, entre otras cosas, leer lo que había que leer para que, por ejemplo, esa carrera recién fundada, estuviera a la altura de los tiempos.” Y prosigue: “En el caso de esta compilación están, con distintos estilos de abordaje, los puntos centrales de lo que es una sociología del conocimiento fuertemente contemporánea. Se acompaña de cuestiones metodológicas y trabajos específicos de autores relevantes de la época. Y no es solamente la actualización necesaria y formal del mundo académico. El libro está organizado de manera que puede ser usado en el sentido más literal como una caja de herramientas. (…) No es una compilación para mostrar autores, es una compilación para que los estudiantes de esta nueva ciencia puedan usarlo de la manera más productiva…” (Gociol, 2012: 158-160).

La tercera colección que queremos referir es Manuales de Eudeba. Esta debía ofrecer libros que funcionaran como introducciones a distintos temas de las más diversas disciplinas. Se trataba por lo general de obras extensas que en algunos casos superaban las 700 páginas. De las 64 obras que conforman esta colección, las ciencias sociales y humanas representan el 16% del total. Si tomamos la clasificación de la propia colección, los libros se distribuyen del siguiente modo: antropología 1, educación 1, historia 4, psicología 4, sociología 4. Al igual que con otras disciplinas, las obras de psicología tenían un papel importante en el apuntalamiento de la nueva carrera. Los títulos de psicología fueron: La conducta del hombre. Introducción a la psicología, de Karl Smith y William Smith; Manual de psicología social, I y II, de Theodore Newcomb; Psicología del niño, de Arthur T. Jersild, y Psicología social, de Solomon Asch. La inclusión de este último libro dentro del apartado de sociología de la colección revela la importancia otorgada a la psicología social en el nacimiento de la nueva carrera de sociología y en parte se explica a partir de la propia historia de la formación e institucionalización de esta carrera. El historiador y psicoanalista Hugo Vezzetti da cuenta de esto en su comentario acerca de los dos tomos de Theodore Newcomb:

La obra se publica en 1964, traducida por Ricardo Malfé y con la revisión técnica de Eliseo Verón. Ricardo Malfé fue uno de los primeros graduados en la carrera de Psicología, en 1963; siendo estudiante había comenzado su actividad docente en la cátedra de Psicología Social y fue profesor de Psicología Institucional en 1967. Eliseo Verón, graduado en Filosofía en esa misma facultad, desarrollaba mayormente su actividad de docencia e investigación en la carrera de Sociología, en el grupo inicial formado por Gino Germani, aunque también dictaba clases en Psicología. La traducción y los usos del libro, entonces, guardaban una estrecha relación con los primeros desarrollos de ese espacio académico, en un momento en que los estudios en Psicología y Sociología, a cargo de los respectivos departamentos en la facultad, se mantenían mucho más asociados de lo que lo estuvieron en el futuro (Gociol, 2012: 191).

Valores y funciones de la traducción en Eudeba

Ahora bien, para comprender los significados y las funciones de la traducción en el proyecto de Eudeba, es preciso dar un paso más en el análisis y situar esta experiencia en el marco más general de los cambios políticos y culturales que atravesaba el país y la universidad a fines de la década de los cincuenta e inicios de la de los sesenta, y en el del funcionamiento del campo editorial local.

El proyecto ideológico desarrollista que alcanzó el poder con el triunfo de Arturo Frondizi en 1958 le asignó una nueva y decisiva función a la ciencia y la tecnología en la transformación de la sociedad y la economía argentinas. Para poder cumplir este nuevo papel, la ciencia, tanto básica como aplicada, debía ser, y en efecto lo fue, promovida, organizada, financiada y planificada en sus líneas fundamentales por el Estado. Así, los pares política y ciencia, y ciencia y sociedad, adquirieron un nuevo sentido y un nuevo lugar en el discurso político y la agenda pública. Bajo estas premisas, el gobierno frondicista creó una serie de comisiones e institutos especializados cuya misión era impulsar la ciencia y contribuir a su aplicación en distintas ramas de la economía y la sociedad: la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. En estrecha relación con ese proceso, se ordena la normalización de las universidades, se propicia la creación de nuevas carreras en ciencias exactas, biológicas, sociales y humanas (tales como antropología, psicología, ciencias de la educación y sociología), y, dentro de estas, se establecen y redefinen la función de los institutos y departamentos de investigación a fin de convertirlos en centros sustantivos de producción científica. No obstante, a diferencia de lo que aconteció con los institutos y comisiones nacionales, la pretensión del Estado de guiar la producción científica y tecnológica de las universidades distó de ser simple. Con el derrocamiento del peronismo, las universidades recobraron su autonomía y sus autoridades no estuvieron dispuestas a cederla. De cualquier modo, más allá de estas diferencias, gobierno y autoridades universitarias compartían una misma concepción general acerca del papel de la ciencia en la transformación de la sociedad y la economía.

Durante el gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu, se firma el decreto ley 6403 de normalización de las universidades. Con ello se recupera la autonomía universitaria, el cogobierno estudiantil, la libertad de cátedra, los concursos docentes con jurados y participación de los estudiantes, y, a partir de este cambio, se promueve la investigación, la modernización y la extensión. Esto, claro, fundado en la exclusión del peronismo y de todos aquellos que comulgaban con él. Las autoridades y docentes reformistas que habían sido expulsados o habían renunciado con el golpe de 1943 o bien con la intervención del peronismo retornaban al poder y a las cátedras, convergiendo a partir de 1958 con el proyecto desarrollista de Arturo Frondizi. Pero los reformistas no se encontraron con la misma universidad que habían dejado una década antes. Durante el peronismo la matrícula se había multiplicado, pasando de 50.000 estudiantes en 1947 a más de 140.000 en 1955, se crearon nuevas facultades, se realizaron reformas edilicias, y se organizó la Universidad Obrera Nacional, rebautizada en 1956 como Universidad Tecnológica Nacional (UTN), y que en 1959 fue incorporada al sistema universitario nacional.

De entre las siete universidades que conformaban el paisaje académico argentino para fines de la década de los cincuenta (incluida la UTN), la UBA guardaba una centralidad indiscutida. Posición que no se vio alterada por la sanción en 1958 de la ley que permitió a las universidades privadas otorgar títulos habilitantes. Tras la intervención normalizadora de José Luis Romero, Risieri Frondizi, hermano de Arturo, asumió en 1957 el gobierno de la universidad. Durante su gestión se discutió intensamente el papel que la universidad y la ciencia debían tener en las transformaciones sociales y económicas (uno de los principales temas de debate fue la aceptación o no del financiamiento de investigación proveniente del extranjero). En consonancia con esta idea, y con las reformas antes mencionadas, se amplió el número de profesores con dedicación exclusiva, se implementó un extenso sistema de becas, se equiparon laboratorios, etc. Eudeba será una tributaria directa de estos procesos: sus fundamentos ideológicos, sus propósitos científicos y culturales, y parte importante de su público, se comprenden a partir de este contexto.

Desde este punto de vista, el sentido dado a la publicación de obras científicas, y en especial de traducciones, no se agota en las funciones básicas que se puede esperar cumpla una editorial universitaria en cualquier contexto. Así, en consonancia con el nuevo horizonte político y cultural trazado por el gobierno nacional, el acta de Comisión Directiva de la editorial del 11 de octubre de 1963 señala:

Eudeba es la editorial de lengua española que ha publicado más libros científicos. Las lagunas que presenta la producción bibliográfica en nuestro idioma son impresionantes, especialmente en el campo científico y en el técnico. Uno de los objetivos fundamentales de Eudeba es publicar obras a un ritmo acelerado para llevar en parte tales lagunas y facilitar así la labor del profesor y del estudiante.

La necesidad de llenar un “vacío”, de “actualizar”, de recobrar el tiempo perdido, y de hacerlo rápido, eran uno de los principales motores de la labor de traducción de Eudeba.

Pero tan importante como los marcos ideológico, político e institucional para la comprensión del nacimiento y las funciones asignadas a Eudeba, es la consideración del estado del campo editorial argentino en esos años. Y en particular, del segmento de editoriales cercanas o afines, frente a las cuales el proyecto de esta nueva editorial debía definirse. La creación del sello universitario de la UBA coincide con el cierre de lo que se conoce como el “período de oro” de la edición argentina. Esta etapa “dorada” se inicia a fines de la década de los treinta con dos procesos estrechamente relacionados entre sí: el estallido de la Guerra Civil Española y el nacimiento de un grupo de importantes editoriales en el país. La Guerra en España significó, por una parte, la caída del principal productor de libros de habla castellana, y, por otro, la emigración de muchos intelectuales, traductores, editores y profesionales de la industria gráfica a Argentina y México. Esta migración redundó en la creación de nuevos sellos y en la mayor proyección de algunas de las empresas editoriales ya existentes. Entre las nuevas se cuentan nombres hoy emblemáticos de la edición argentina como Sudamericana, Emecé y Losada. A lo largo de la década de los cuarenta y primeros años de la siguiente, la edición argentina se expande hasta devenir el principal polo del libro de habla castellana, tanto en términos de nuevos títulos anuales como de volumen de producción. Se estima que entre 1951 y 1952 el 70% de la producción editorial se destinaba a la exportación. No obstante, hacia mediados de la década de los cincuenta esta expansión, fuertemente asociada a la exportación, se detiene debido a la agudización de distintos problemas económicos y al repunte del mercado español. Esta caída es en parte revertida a partir de 1959, año en el que Eudeba lanza su primer libro al mercado, por la ampliación de la demanda local.5

Antes del nacimiento de Eudeba, la presencia de las universidades en el mercado editorial local había sido marginal. Se contaban un puñado de oficinas de publicaciones pertenecientes a universidades o facultades, que, aunque eventualmente bien orientadas, carecían de una estrategia comercial o de los recursos financieros y humanos suficientes para incidir en el mercado editorial más allá de los ámbitos académicos. La inclusión de nuevas temáticas y perspectivas teóricas en el repertorio editorial de lengua castellana, y la aparición de autores poco o nada conocidos que luego se convertirían en canónicos, fueron resultado de la acción de un puñado de sellos privados que definieron y continuarían definiendo parte del campo de las ciencias sociales y humanas, y de ese modo influyeron sobre el perfil inicial de Eudeba. Los catálogos de estos sellos se nutrieron de un programa más o menos sistemático de traducciones.

Entre estos precedentes se cuentan, en primer lugar, los sellos Abril y Paidós. Si bien el primero se especializaba en revistas populares e infantiles, crea algunas colecciones de libros. Una de ellas, en 1944, fue Ciencia y Sociedad, dirigida por Gino Germani. Allí aparecen obras de Walter Lippman, Harold Laski, Erich Fromm, George H. Mead, Bronislaw Malinowski, Walter Hollitscher, Viola Klein, Guido de Ruggiero, Franz Neumann, etc. (Blanco, 2006; Scarzanella, 2016). Un año después, en 1945, nace Paidós a partir de la iniciativa de dos jóvenes intelectuales que tendrán, a través del sello y de sus propias trayectorias académicas, un rol preponderante en el proceso de modernización de la sociología y la psicología, Jaime Bernstein y Enrique Butelman. A ellos se suma Ida Germán, esposa del segundo, quien, aunque apenas mencionada por los estudios del período, tuvo un papel destacado en los inicios del sello y en el desarrollo de la psicología infantil. La apuesta por Paidós surgió en parte por la imposibilidad de encontrar un ámbito propicio para sus intereses intelectuales y profesionales en la universidad de mediados de la década de los cuarenta. A diferencia de Abril, Paidós era un sello dedicado exclusivamente a la edición de libros y se orientaba a un público más acotado. En sus primeros años se publicaron títulos de psicoanálisis, y de psicología social e infantil, para abrirse paulatinamente a otras disciplinas sociales y humanas. De hecho, la colección dirigida por Germani en Abril pasa a manos de Paidós. A la par de Germani, Paidós reunió con el tiempo a un grupo de nombre de relieve, o que lo serían posteriormente, dentro de las ciencias sociales y humanas en el país: Gilda y Enrique Romero Brest (educación), Gregorio Klimovsky (filosofía), Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Albornoz y Roberto Cortés Conde (historia de América Latina), David Viñas y Bernardo Verbitsky (literatura), Gino Germani (ciencias sociales), etc. (Blanco, 2006). La mayor parte de estos ingresará nuevamente a la universidad y algunos de ellos pasarán a integrar el plantel de colaboradores de Eudeba, en calidad de autores, asesores, traductores o revisores. Las frecuentes reimpresiones y las elevadas tiradas de Paidós en los años del peronismo ponen de manifiesto la existencia de un público atento a la renovación de las ciencias sociales y humanas que proponía Paidós mediante la traducción.

A la par de Abril y Paidós, actuaron otros sellos de igual relevancia como Lautaro, Hachette y Nueva Visión. Tras la acción de traducción de los dos primeros se encuentra Gregorio Weinberg, una figura en todo análoga a las de Bernstein y Butelman. Impedido de desarrollar una carrera académica en la Carrera de filosofía de la UBA, concentrará su trabajo en el mundo editorial, desde el cual promoverá un activo programa de traducciones. A modo ejemplo, entre 1945 y 1947, y dentro de la colección Tratados Fundamentales de Lautaro que dirigió junto a Manuel Sadosky, publicará a Lévy-Bruhl, León Brunschvicg, Ernest Renan, Lewis H. Morgan, Baron de Holbach, Immanuel Kant, Baruch Spinoza, Hegel, Bacon, Locke, Clausewitz, Bernal, Condillac, Cardenal N. de Cusa, D'Alembert, Lefevbre, Voltaire, Aristóteles, Lyell, J. J. Rousseau, F. Boyle y F. Boas. Su interés por la traducción continuará y se expandirá en Hachette. En 1956 Weinberg ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde estuvo a cargo de las cátedras de Historia de la Educación Argentina e Historia del Pensamiento Argentino y Latinoamericano. (Gustavo Sorá, 2010).

Estos antecedentes, que en su mayor parte convivirán con Eudeba, tuvieron un doble papel en el surgimiento del sello universitario. Por una parte, establecieron un valor social de las traducciones, definieron una agenda al seleccionar y jerarquizar un conjunto de tradiciones intelectuales, temas y autores, y comenzaron a modelar un público. Por otra parte, estos sellos, todos de carácter privado, fueron tanto el ámbito que permitió a numerosos intelectuales jóvenes dedicarse de manera más o menos directa al desarrollo de sus carreras intelectuales, como un ámbito de profesionalización en las tareas editoriales. Trayectorias de las que se verían beneficiadas el sistema universitario argentino en general, y Eudeba en especial a través de su incorporación como autores, directores de colección, traductores, revisores técnicos o asesores informales.

De la formación de una editorial a la formación de un catálogo

Si bien el análisis de la traducción de obras de ensayos teóricos, obras científicas y textos de divulgación en Argentina durante el período estudiado requeriría considerar la producción editorial mexicana y en alguna medida la española, la complejidad de estos casos exceden los límites de este artículo. No obstante, México se impone en el estudio de los orígenes de Eudeba de un modo muy particular. En 1958 el rector de la UBA, Risieri Frondizi, contrata por tres meses a Arnaldo Orfila Reynal, editor general de la poderosa editorial estatal mexicana Fondo de Cultura Económica, para que tras la evaluación de las condiciones locales presente una propuesta para la creación de un nuevo sello universitario. En la trayectoria de Orfila Reynal se cifran parte importante de las condiciones que permitieron a Eudeba alcanzar el lugar que ganó en un lapso extraordinariamente breve. En su trayectoria se conjugaban conocimientos y experiencias acordes a las expectativas que se tenían del nuevo sello. Nacido en La Plata y químico de profesión, desde muy joven Orfila Reynal estuvo ligado al movimiento de la reforma universitaria, primero en la Universidad de La Plata, y luego a través de las redes latinoamericanas forjadas en el Congreso Internacional de Estudiantes en México en 1921. En 1938 fundó y dirigió por casi diez años la Universidad Popular Alejandro Korn. Datos que indican la estrecha afinidad intelectual e ideológica con los protagonistas de la reorganización de la universidad argentina tras el derrocamiento de Perón. Por otra parte, gracias a esos contactos, en 1945 fue nombrado director la primera filial de Fondo de Cultura Económica en Argentina. Puesto que ocupa hasta 1947, para hacerse cargo al año siguiente de la dirección de esta editorial en México. Esto significa, entre otras cosas, que cuando Orfila Reynal es convocado por Risieri Frondizi en 1958, no solo cuenta con una amplia experiencia de la labor editorial, sino en el funcionamiento de un sello público, ligado al Estado, donde la traducción era desde el inicio un pilar central de su catálogo.

El plan elevado incluía todos los aspectos del funcionamiento del sello. Sobre la base de un conciso diagnóstico del mercado editorial argentino y de las necesidades del medio académico argentino, Orfila Reynal propone desde la estructura de colecciones, pasando por el esquema técnico-administrativa, hasta los sistemas de comercialización, y una propuesta de costos y precios. Y, consciente de lo las implicancias de los laberintos administrativos del Estado y de los cambios de gobierno sobre el desarrollo de un proyecto editorial público, buscó junto al abogado Ignacio Winizky una modalidad jurídica que le garantizase al nuevo sello un alto grado de autonomía respecto a las lógicas administrativas y políticas de la universidad. Para ello sugiere conformar una sociedad mixta, compuesta en un 99% por la universidad y en un 1% por privados.

El plan de producción que propone toma como punto de partida el relevamiento del mercado editorial de Buenos Aires. Dado que la industria editorial de la ciudad es “próspera, bien orientada y eficiente”, Orfila Reynal sugiere un sello que complemente lo existente con la función propia de la universidad. Surgen así cuatro objetivos. En primer lugar la didáctica. Para esta función Orfila Reynal sugiere “textos de estudio muy seleccionados” que sustituyan al “apunte”, y “obras de consulta” cuya difusión los profesores consideren importante. El segundo objetivo que enuncia es la extensión universitaria. Aquí distingue una línea que amplíe la formación del estudiante acercándolo a “otras expresiones del pensamiento que contribuyan, informativa y formativamente, a integrar su personalidad”. Y otra “…que sirva para ampliar la obra social que a la Universidad le preocupa, ofreciendo a grandes sectores sociales ajenos a las aulas –los que no llegaron nunca a ellas, los que las abandonaron prematuramente, los que con títulos profesionales habilitantes se mueven en un mundo cultural muy limitado– libros accesibles sobre temas de cultura general que podrán cumplir una obra positiva…”.

El tercer objetivo es el científico, para el cual deberían publicarse monografías originales que se produzcan en los medios académicos del país y del extranjero. Finalmente, el cuarto propósito que el nuevo sello debía cumplir no se desprende de manera obvia del radio de acción de la universidad, pero que Orfila Reynal da como un supuesto compartido. Esto es, como antes señalamos, “establecer vínculos más estrechos con los demás países del continente”. Nuevamente, emerge aquí con claridad la trayectoria y posición ideológica de Orfila Reynal. El joven reformista y latinoamericanista, y el principal promotor editorial del conocimiento mutuo ente los países de la región se plasman en la sugerencia de crear una sección llamada Serie Americana que debería comprender “ensayos, monografías, estudios originales de los intelectuales latinoamericanos, así como algunas obras fundamentales que se hayan escrito por autores americanos y que se encuentran hoy fuera de comercio”. El informe distingue las colecciones a partir de las formas de selección de las obras, público al que deberían apuntar, volumen de la tirada, calidad del papel, cantidad de páginas, colores, precio estimado, etc.

Una parte significativa de la labor de preparación del informe de Orfila Reynal fue mantener reuniones con referentes y profesores de las distintas unidades académicas de la universidad a fin de explorar qué necesidades bibliográficas existían, y qué capacidades existían para la elaboración de títulos. En su informe enumera una a una las facultades y las personas con las que pudo conversar. En el caso de la Facultad de Filosofía y Letras, dice: “He obtenido algunas opiniones que seguiré ampliando. Hasta ahora he conversado con los profesores Francisco Romero, Rodolfo Mondolfo, Jorge Romero Brest, José Luis Romero, Julio Caillet Bois. Con el profesor Gino Germani estoy considerando los trabajos que tienen en preparación en el Instituto de Sociología y los textos que sugieren como más necesarios para el cumplimiento de los estudios de la especialidad”. De las sucesivas reuniones, Orfila Reynal va extrayendo, seleccionando y organizando por área una extensa serie de títulos que abarcan cinco páginas (de un total de casi 40), que deberían guiar las elecciones iniciales de la editorial. No obstante, advierte que se seguirá trabajando para alcanzar un número más acotado de obras que adecúen a los límites de financiación presentados.

Además de una gran reflexividad sobre la tarea editorial, plasmada en el nivel de detalle de la propuesta que eleva a las autoridades de la UBA, los años de Orfila Reynal al frente de una de las principales editoriales de lengua castellana le permitieron adquirir un conocimiento minucioso de la mecánica de la traducción (contratación de derechos, traducción, revisión técnica), así como acumular una agenda de contactos que incluía editoriales extranjeras y agentes literarios. Al respecto decía:

Como tarea complementaria me pondré en comunicación con editoriales europeas y norteamericanas, iniciando las gestiones sobre posible contratación de obras para ser traducidas. A este respecto he mantenido también entrevistas con Agentes Literarios que representan en esta ciudad a distintas editoriales extranjeras.

“Es un hombre con experiencia, es joven, es interesante, es matemático, pero tiene un inconveniente, es loco...”, dijo Orfila Reynal al proponer a Boris Spivacow como primer gerente de Eudeba. Licenciado en matemáticas, Spivacow traía la experiencia editorial de su trabajo en Abril, lugar que no dejará durante el primer tiempo de Eudeba. El pasaje por Abril suponía una gran experiencia tanto del mundo específico de los libros, académicos y populares, como de las revistas. De igual modo, le habilitó un arco de relaciones sociales con intelectuales, traductores, diseñadores, imprentas, librerías, kioscos, etc. Fue sin dudas esta experiencia previa, que implicaba saberes, sensibilidades, competencias y relaciones específicas, la que le permitieron construir y poner en movimiento en tan breve lapso un gran aparato editorial. Y la labor de traducción no fue una de las tareas menores. Más aún si cuando esta debía ser la columna vertebral de las líneas editoriales de modernización la divulgación científica.

Los primeros meses del Libro de Actas de la Comisión Directiva (la primera está fechada el 20 de junio de 1958) son un buen reflejo de la creciente importancia asignada a la traducción en la dinámica editorial. Pese a que en una de las primeras reuniones de la mesa directiva de Eudeba se señala la necesidad de intensificar “los esfuerzos tendientes a publicar el mayor número posible de obras de autores e investigadores que desarrollen su labor en nuestro país”, lo cierto es que los títulos que sucesivamente se proponen corresponden a obras en otras lenguas. En la quinta reunión de Comisión Directiva, cuando recién se estaban definiendo cuestiones administrativas, de infraestructura y personal, se encomienda la gestión de los derechos de traducción de tres obras: Sociología del conocimiento, con selección, introducción y notas a cargo de Horowitz; Teoría pura del derecho, de Hans Kelsen, que sería traducida por el doctor Moisés Noble; y Biología, de Villec. De allí en más el número de títulos cuyos derechos de traducción se encarga gestionar aumentan acta a acta hasta convertirse en extensos listados que ocupan varias páginas. Para finales de 1958, la aceleración de la tarea editorial exige un mayor grado de autonomía de decisión y acción de Spivacow, y el 21 de noviembre se acuerda “autorizar a la gerencia el pedido de derechos de autor directamente, en caso de urgencia, previa consulta a dos miembros del Directorio, versados en materias que guardan afinidad con los temas que tratan los libros respectivos”.

El creciente volumen de traducciones implicó poner en movimiento y coordinar numerosas personas y recursos tanto para la selección las obras y adquisición de derechos como para la traducción y la revisión técnica. Las primeras propuestas surgen, tal como ya lo señalamos, de las conversaciones entre Orfila Reynal y docentes de la Universidad. Esta será también la vía seguida por Boris Spivacow para, fundamentalmente, las traducciones de obras científicas o necesarias para el dictado de cursos.

Cuando empezamos a trabajar –recuerda Spivacow– yo llamé a profesores de la Universidad de Buenos Aires. Cuando nos decían que un tipo sabía y que era buen profesor, lo llamábamos y le preguntábamos qué libros podía recomendar. Con la opinión de él y con opiniones de los profesores, de los estudiantes y los graduados, Mirian (Polak) y yo íbamos construyendo las colecciones. Mirian se pasaba horas y horas hablando con profesores (Maunás, 1995: 46).

En una oportunidad, señala Spivacow en sus memorias, un profesor de arquitectura sugirió la traducción de un muy importante libro de un arquitecto sueco. Luego de mucho esfuerzo por hallar un traductor y de finalmente publicarlo, el profesor de arquitectura les agradece y les comenta que por fin iba a poder leerlo. De todos modos, dice el editor, acabó siendo en efecto un libro importante.

Aníbal Ford, quien llegó a ser uno de los referentes más destacados en el campo local de estudios sobre comunicación, fue uno los que trabajó más arduamente en la búsqueda de títulos. Si bien se acercó a Eudeba con un proyecto editorial en mente, Ford recuerda:

[Boris Spivacow] me ofreció que ingresara a Eudeba para entrevistar a profesores de las diferentes carreras de la Universidad de Buenos Aires. Para que sugirieran títulos y traducciones. (…) Así comencé por Medicina y luego seguí con Economía, Derecho (…). En Medicina tuve que perseguir a los titulares por institutos de investigación y hospitales, encerrarme en bibliotecas y revisar decenas de revistas especializadas (…). En realidad era un trabajo bastante loco e inédito en una editorial argentina. Pero Boris era así. Tampoco era un trabajo fácil porque no todos veían con buenos ojos a Eudeba. O por zurda, o porque rompía los cercos de una cultura de elite con sus tiradas masivas –esto irritaba mucho a algunos popes de la cultura–, o simplemente porque con sus traducciones les movía el piso o les hacía peligrar sus libritos de cátedra (Memoria…: 177-178).

Así como el equipo editorial crecía a medida que la producción y la demanda se incrementaban, lo mismo sucedía con los traductores y revisores contratados. Y no se trataba solo de un crecimiento numérico, sino también cualitativo. Atendiendo solo a las obras de CSH de las tres colecciones que analizamos (Cuadernos, Temas y Manuales), que en total suman 96 traducciones, Eudeba movilizó cerca de 80 traductores y traductoras, muchos de ellos de renombre, y alrededor de 40 revisores técnicos, la mayor parte especialistas de la UBA, algunos todavía jóvenes que tendrían trayectorias importantes en distintas disciplinas. Entre los revisores se encuentran, por citar tan solo algunos de los más reconocidos, Augusto Raúl Cortazar, Eliseo Verón, José Bleger y León Rozitchner.

Conclusiones

El análisis sociohistórico de la labor de traducción de Eudeba nos permite poner en perspectiva y reconsiderar el papel de las editoriales en la circulación internacional de las ideas, y, en este caso en particular, en el desarrollo e institucionalización de las ciencias sociales y humanas argentinas. Eudeba se nutrió y fue parte de un arco de sellos que hicieron de la traducción de estas ciencias un pilar importante de su propuesta editorial. Muchos de los profesores, investigadores y traductores que actuaron en Eudeba lo habían hecho y lo seguirían haciendo en otros sellos afines. A su vez, los catálogos tendían a complementarse y potenciarse entre sí, antes que a competir o presentar visiones epistemológicas o teóricas antagónicas. La circulación de los mismos actores por las distintas experiencias editoriales se debía no solo a que estas eran en parte producto de redes intelectuales preexistentes, sino que fueron ellas mismas generadoras de relaciones que se mantuvieron y expresaron en el marco de la universidad. Así, por ejemplo, el origen o la intensificación de los vínculos entre Bernstein, Germani y Spivacow podrían buscarse en su participación en Abril y Paidós. De cualquier modo, Eudeba se destacó del conjunto tanto por su volumen de producción y la gran difusión pública de sus ediciones, como por las implicancias prácticas y simbólicas de pertenecer a la universidad más grande e importante del país, en un contexto histórico donde, se esperaba, la ciencia y las universidades, jugaran un papel social, cultural y económico clave.

En segundo lugar, el estudio de las traducciones en Eudeba nos permite volver a calibrar el papel otorgado a las editoriales en el estudio de la circulación internacional de las ideas. El sello de la UBA no fue solo un canal que viabilizó el pasaje de una lengua a otra. Ni un horizonte ideológico modernizador compartido entre muchos actores ni la creación de una editorial per se, garantizan la construcción de un repertorio de traducciones amplio y acorde a las necesidades y expectativas de los distintos campos académicos e intelectuales. Desde su misma concepción, se procuró dar forma a una editorial activa que saliera a buscar títulos y autores, que estimulara a los docentes a actualizarse, llevándolos, en algunos casos, como recuerda Ford, a ir más rápido de lo que ellos mismos deseaban. Para ello se desarrolló y puso en funcionamiento una amplia maquinaria social formada por una extensa red de empleados, colaboradores y especialistas. Eudeba fue un agente de cambio, una pieza fundamental dentro del proceso de modernización científica y cultural que vivían la universidad y el país.

El estudio de los años iniciales de Eudeba nos ha posibilitado no solo ver que la traducción de obras científicas y de divulgación científica no tiene el mismo significado en cualquier contexto, sino que el valor que adquiere en cada momento tiene implicancias concretas tanto en los modos de producción como en las formas de recepción. El fervor modernizador que tomó a varios intelectuales tras el derrocamiento de Perón, y que luego encontró un marco ideológico y político con la llegada de Arturo Frondizi al poder, asoció la edición de traducciones a la necesidad imperiosa de ponerse a punto en términos culturales y científicos con el mundo, es decir, con Estados Unidos y algunos países europeos. De este modo, la larga historia de traducciones y de reflexión sobre la traducción en el país encontraba una nueva modalidad e intensidad al ligarse al horizonte discursivo modernizador del desarrollismo. Esta valoración permitió, por lo tanto, que se la promoviera, financiara y leyera de un modo especial, y que de esa manera cumpliera una función clave en el proceso de transformación y afirmación de las distintas disciplinas sociales y humanas en Argentina.

Fuentes primarias

Actas del Directorio de Eudeba, 1958-1966.

Informe de Arnaldo Orfila Reynal en relación con el proyecto de organización de la Editorial Universitaria, 1958.

Bibliografía

Álvarez, Gonzalo; Archain, Alejandro y Díaz, Carlos (2015). Un editor de tres siglos. La vida y los libros de Armando Orfila Reynal. Buenos Aires, Eudeba.

Aguado, Amelia (2006). “1956-1975. La consolidación del mercado interno”, en De Diego, J. L. (dir.): Editores y políticas editoriales en Argentina, 1880-2000. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Blanco, Alejandro (2006). Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI.

De Diego, José Luis (2006). “1938-1955. La época ´de oro´ de la industria editorial”, en De Diego, J. L. (dir.): Editores y políticas editoriales en Argentina, 1880-2000. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Díaz, Carlos y Dujovne, Alejandro (2006). “Todo está en el catálogo. Notas sobre Arnaldo Orfila Reynal y Siglo Veintiuno Editores”, La Biblioteca N° 4, revista de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires.

De Sagastizábal, Leandro (2008). 50 Años de libros para todos. Buenos Aires, Eudeba.

Gociol, Judith (ed.) (2012). Libros para todos. Colecciones de Eudeba bajo la gestión de Boris Spivacow (1958-1966). Buenos Aires, Biblioteca Nacional.

Maunás, Delia (1995). Boris Spivacow. Memoria de un sueño argentino. Buenos Aires, Colihue.

Scarzanella, Eugenia (2016). Abril. Un editor italiano en Buenos Aires, de Perón a Videla. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Sorá, Gustavo (2010). “Traducir la nación Gregorio Weinberg y el racionalismo del pasado argentino”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol. 21, N° 1, Tel Aviv, pp. 77-100.

1.

Centro de Investigaciones Sociales, IDES-CONICET. adujovne@ides.org.ar

2.

La información que aquí analizamos procede de distintas fuentes: Por un lado, los informes presentados por Arnaldo Orfila Reynal en 1958 a las autoridades de la Universidad de Buenos Aires en torno a la creación de un sello universitario y las actas de las reuniones de la mesa directiva de Eudeba entre 1958 y 1966, que gentilmente fueron puestos a nuestra disposición por las autoridades de Eudeba, Gonzalo Álvarez y Luis Quevedo, y por la encargada de medios digitales, Débora Kantor. Por otra parte, recurrimos al testimonio de Boris Spivacow y de varios de sus colaboradores recogidos por Delia Maunás en el libro Boris Spivacow, memorias de un sueño argentino, Buenos Aires, Ed. Colihue, 1995, así como el libro homenaje editado por Leandro de Sagastizábal (2008) por los 50 años de la editorial, y al minucioso trabajo de relevamiento y sistematización del catálogo de Eudeba llevado adelante por Judith Gociol (2012).

3.

Esta colección conoció un éxito notable, en especial con la edición del “Martín Fierro” de José Hernández con ilustraciones de Juan Carlos Castagnino. Publicada en 1962, en gran formato y con 70 dibujos, esta obra inaugura la colección con una tirada inicial de 53.100 ejemplares. Menos de un año después se habían realizado dos tiradas más, alcanzándose a vender en ese lapso 180.000 copias. (Silvia Dolinko en Gociol, 2012: 312)

4.

En su recuerdo Spivacow equivocaba el alcance de la serie, ya que se trataba de escritores latinoamericanos y no solo argentinos. Mirian Polak fue primero secretaria general y luego subgerenta de Eudeba durante la gestión de Boris Spivacow, de quiera además fuera amiga.

5.

Acerca de la “época de oro” y del período inmediatamente posterior ver los capítulos correspondientes José Luis de Diego y Amelia Aguado en el libro de de Diego (2006).