La internacionalización de la investigación en las ciencias sociales

Una mirada sobre las prácticas internacionales de los historiadores

Por María Paz López1

Resumen

El artículo aborda la temática de la internacionalización de la investigación en ciencias sociales en el nivel de los investigadores y sus prácticas internacionales, tratando específicamente el caso de la Historia. Una primera parte desarrolla los antecedentes encontrados en materia de internacionalización de las ciencias sociales. Una segunda parte reconstruye, a través de fuentes secundarias, la internacionalización de la Historia en Argentina desde un punto de vista temporal. La tercera parte presenta el análisis de los datos recopilados durante el trabajo de campo, el cual consistió en entrevistas semiestructuradas a historiadores de una universidad argentina. Las conclusiones se centran en las prácticas internacionales de los historiadores, las dimensiones cognitivas y sociales de las mismas y las diferencias generacionales en su desarrollo.

Palabras clave: internacionalización, ciencias sociales, historia, investigadores, prácticas internacionales.

Abstract

This article discusses the issue of internationalization of research in social sciences at the level of researchers and their international practices, specifically dealing with the case of History. The first part develops the background found on internationalization of social sciences. A second part reconstructs, through secondary sources, the internationalization of History in Argentina from a temporary point of view. The third part presents the analysis of data collected during the field work, which consisted in semistructured interviews to historians from an Argentine university. The conclusions are focused on international practices of historians, its cognitive and social dimensions and generational differences in their development.

Keywords: internationalization, social sciences, history, researchers, international practices.

Recibido: 18/4/2016

Aceptado: 19/10/2016

 

Introducción

En el marco de los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, la mayor parte de los trabajos realizados sobre las dinámicas internacionales de la investigación, han abordado principalmente disciplinas correspondientes a las ciencias naturales y exactas. Así, una importante contribución pretendida por este trabajo refiere a la indagación conceptual y empírica sobre las dinámicas internacionales propias de la investigación en ciencias sociales, centrándose específicamente en la disciplina de la Historia. Además, la mayoría de los estudios sobre la temática han utilizado herramientas de análisis bibliométricas, con el objetivo de mapear redes de colaboración internacional reflejadas en la publicación conjunta de los avances y resultados de investigación en revistas académicas recopiladas por las bases de datos internacionales. Si bien los estudios basados en la bibliometría resultan útiles para identificar tendencias internacionales y patrones de cooperación, dejan de lado muchas colaboraciones propias de las ciencias sociales a la vez que esconden las dinámicas sociales detrás de estas (Melker y Kiopa, 2015).

Por su parte, este estudio pretende contribuir a la investigación empírica en el nivel de los investigadores y sus lazos internacionales, teniendo en cuenta dimensiones sociales y cognitivas. Específicamente, analiza las entrevistas semiestructuradas realizadas a miembros de un Instituto de Historia de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (en adelante UNICEN), creado a mediados de la década de 1980. El trabajo se organiza a modo de círculos concéntricos, abordando en una primera parte la más amplia dimensión referida a la internacionalización de la investigación en las ciencias sociales en general. Una segunda parte se centra en la especificidad de las dimensiones internacionales del campo de la Historia en Argentina mientras que la tercera expone los resultados obtenidos a partir del trabajo de campo realizado en el Instituto de Historia mencionado. Finalmente, se presentan las conclusiones.

Notas sobre la internacionalización de la investigación en las ciencias sociales

Las ciencias sociales han estado implicadas en actividades internacionales desde sus propios orígenes (Vessuri, 2009). Europa constituye su cuna; en muchos casos, estas disciplinas primeramente institucionalizadas y especializadas en el contexto europeo se expandieron hacia otros continentes por medio del colonialismo y el imperialismo (Keim, 2010). Históricamente, los flujos internacionales de científicos sociales se han dado en dos direcciones. Por un lado, se encuentran los investigadores que migran desde los principales centros académicos a las periferias para enseñar, exportar sus habilidades, hacer investigación y recoger datos. Por otro, se hallan los jóvenes talentos que migran desde sus posiciones en la periferia hacia los centros para ser entrenados o trabajar con académicos eminentes (Jeanpierre, 2010). Por supuesto, estos intercambios no siempre han sido voluntarios sino que, en muchos casos, fueron resultado de crisis económicas y persecuciones políticas.

Así, en el siglo XX las naciones latinoamericanas recibieron refugiados políticos como españoles republicanos, judíos de Alemania y de Europa del Este y exiliados de las dictaduras del Cono Sur, lo cual contribuyó al intercambio de ideas y al avance del conocimiento (Didou Aupetit, 2010). Entre los años 1950 y 1980 el complejo contexto político de países como Argentina, Uruguay y Chile, signado por la instalación de dictaduras militares, obligó a muchos investigadores en Ciencias Sociales a exiliarse. Ya hacia la década de los noventa y principios de los dos mil, en un contexto de crisis económica, los científicos sociales latinoamericanos migraron por razones de salario y trabajo. La mayoría se instaló en los países del Hemisferio Norte aunque también se dio una circulación intrarregional de investigadores (Vessuri y López, 2010).

El sistema mundial de las ciencias sociales resulta profundamente desigual. Esto se refleja en el acceso asimétrico de las distintas ciencias sociales nacionales al mercado de comunicación científica global así como en la construcción de agendas de investigación, las cuales están dominadas por un número limitado de países (Vessuri, 2009). Las ciencias sociales estadounidenses ejercen una gran influencia global debido a su escala, su productividad y el número de científicos. Estados Unidos se caracteriza además por la expansión del financiamiento otorgado por fundaciones para apoyar el desarrollo de las disciplinas sociales en el nivel internacional (Calhoun, 2010). Por su parte, las ciencias sociales europeas se organizan tanto nacional como supranacionalmente y cuentan con esquemas regionales de financiamiento que definen temas prioritarios a ser estudiados con énfasis en el trabajo interdisciplinario, los esquemas mixtos de financiamiento, la participación intersectorial y la internacionalización (Van Langehove, 2010).

En este marco, la mayor parte de los referentes intelectuales e instancias de formación y publicación en ciencias sociales se encuentran en Europa y Estados Unidos (Gingras y Mosbah-Natanson, 2010). Este último país resulta el principal destino para la movilidad de científicos y estudiantes en ciencias sociales. Paralelamente, a partir del gran desarrollo de sus posgrados ocurrido entre los años 1970 y 2000, países como Brasil, México y Argentina se convirtieron en centros de atracción tanto para estudiantes e investigadores de otros países así como para la cooperación internacional en estas disciplinas (Vessuri y López, 2010). En los últimos años, las dimensiones internacionales de las ciencias sociales no solo implican la comparación de fenómenos similares a través de las fronteras nacionales sino también la reflexión sobre aspectos internacionales como la pobreza global y el cambio climático, lo cual promueve asimismo las prácticas interdisciplinarias (Vessuri, 2009).

Más allá de estos procesos socio-históricos, es preciso atender a las distintas particularidades disciplinares que influyen en la internacionalización de la investigación en el caso de las Ciencias Sociales. Al respecto, Kreimer (2011) indica que la singularidad de estas ciencias consiste en centrarse en el estudio de las sociedades, cada una de las cuales tiene sus dinámicas e historias específicas. En este marco, resulta difícil extrapolar categorías de análisis e interpretaciones de un contexto a otro. Por su parte, Becher (2001) afirma que, de acuerdo con el objetivo interpretativo del trabajo de investigación, la forma recurrente en que avanza el conocimiento, la característica holística de los problemas investigados y el carácter predominantemente nacional de las fuentes utilizadas, los cientistas sociales están menos sujetos a la colaboración internacional. Así, el acceso a bibliografía se presenta como uno de los principales motivos de intercambio con colegas extranjeros.

Wagner (2008) indica que las ciencias que requieren compartir los costos del equipamiento y acceder a distintos recursos presentan un mayor nivel de intercambio internacional que las ciencias donde se prioriza la puesta en común de colecciones y datos o la exposición de una teoría a la crítica de los pares (en este último grupo se encuentra, por ejemplo, la sociología). Otros autores indican que, para ciertos campos, la colaboración internacional consiste en lazos formales y organizados en grandes equipos; en cambio, otros cooperan principalmente a través de vínculos informales (Katz y Martin, 1997). Beigel y Salatino (2015) advierten la existencia de una desigual distribución del capital académico y lingüístico internacional entre las comunidades científicas. En este marco, las ciencias sociales presentan dificultades para acceder a circuitos internacionales de circulación y difusión de investigaciones. Esto se relaciona con particularidades como el estudio de temáticas de relevancia local y una comunicación científica desarrollada principalmente en el idioma de origen.

Notas sobre la internacionalización de la Historia en Argentina

En Argentina, la Historia devino un campo disciplinar con sus propias prácticas científicas a principios del siglo XX cuando una generación de historiadores conocidos bajo el nombre de “Nueva Escuela Histórica”, entre los que se destacan las figuras de Ravignani y Levene, sentaron las bases científicas de la disciplina (Pagano y Rodríguez, 1999). Hacia fines del siglo XIX y principios del XX la historiografía latinoamericana se vio influida por una visión positivista de matriz francesa tendiente a una historia metódica (Aguirre Rojas, 2004). La Nueva Escuela Histórica, caracterizada por una hegemonía historiográfica e institucional en el ámbito nacional, no desarrolló vínculos estrechos con grupos de historiadores europeos aunque el grupo de Levene privilegió las relaciones con España y envió allí a sus más destacados discípulos (Devoto, 1995).

Hacia las décadas de 1910 y 1920 el campo académico se diversificó, al desarrollarse líneas de enseñanza e investigación descentradas de Argentina, como la historia antigua y la historia medieval europea. La emigración española republicana, obligada a abandonar su país por el ascenso del franquismo, impulsó la publicación de textos correspondientes a autores alemanes y austríacos en la editorial Fondo de Cultura Económica, favoreciendo la influencia directa de la historiografía germana en toda América Latina (Aguirre Rojas, 2004). En Argentina la historia medieval europea fue impulsada por un exiliado republicano español llamado Claudio Sánchez-Albornoz (Myers, 2004), quien fundó el Instituto de Historia de España y la revista Cuadernos de Historia de España. Así, los desterrados políticos y las editoriales de origen español facilitaron la circulación de nuevas ideas y autores entre América y la península ibérica (Guiance, 2011).

Ya a mediados de la década de 1950 José Luis Romero introdujo, a través de la Cátedra de Historia Social General y la Revista Imago Mundi, las perspectivas de la Historia social de la Escuela de los Annales francesa (Spinelli, 2006). Mediante estos espacios se buscaría superar la vieja y limitada historiografía positivista y metódica (Aguirre Rojas, 2004). En 1947 llegó a Buenos Aires el historiador francés Fernand Braudel, quien desarrolló relaciones informales con distintos historiadores argentinos entre los que se destacan los estudiosos nucleados en torno a Romero (Devoto, 1995). De acuerdo con el autor, las relaciones internacionales fueron la estrategia desarrollada por Romero y Braudel para suplir la marginalidad política e institucional en que se encontraban ambos investigadores al interior de sus respectivos países (Devoto, 1995).

Los contactos directos de Romero con el historiador francés le permitieron obtener fondos para proyectos colectivos de investigación, el envío de alumnos para formarse en París, el viaje de profesores para realizar estadías allí, el acceso a soportes bibliográficos y la sugerencia de nuevos contactos. Ahora bien, las violentas intervenciones autoritarias en el sistema universitario pusieron fin a esta breve experiencia de renovación del campo histórico (Vessuri, 1992) aunque los proyectos contribuyeron a formar historiadores renovadores como Tulio Halperín Donghi y Reyna Pastor.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, la emigración forzada signó el desarrollo de las ciencias sociales en el país, sobre todo entre 1966-1970 y 1976-1983, momentos en que distintos gobiernos militares intervinieron las universidades argentinas (Beckerman, 2009). Por entonces muchos historiadores vivieron en el exilio y completaron estudios de posgrado en el extranjero. Incluso, algunos de ellos optaron por radicarse definitivamente en el exterior. Por ejemplo, Halperín Donghi tras formarse en instituciones académicas de París y Turín y en las universidades de Oxford y Harvard, se instaló en Berkeley (Korol, 1996). En la medida en que el nuevo marco institucional extranjero pasaba de ser transitorio a constituirse en permanente surgieron temas y problemas de investigación con un marco de referencia extranjero (Vessuri, 1992).

Pese al clima asfixiante creado por la dictadura pudieron conformarse en suelo argentino nuevos espacios intelectuales bajo la forma de pequeños grupos de estudio y seminarios. A través de la actividad de los grupos informales, las revistas y los centros de investigación, los historiadores argentinos mantuvieron conexión con los debates, deslizamientos y revisiones que la disciplina atravesaba en Europa y los Estados Unidos (Remedi, 2011). En el contexto internacional, cobraron un nuevo impulso los estudios latinoamericanos desarrollados por los centros académicos europeos y de los Estados Unidos, aglutinando especialistas de diferentes disciplinas provenientes de distintas partes del mundo en torno al estudio y la enseñanza de la historia de América Latina (Sabato, 2014). El nuevo auge de los estudios latinoamericanos en Europa entre los años 1970 y 1980 se relaciona con el importante número de profesores, investigadores y estudiantes de América Latina que abandonaron obligadamente sus países de origen en el marco de la imposición de regímenes militares, terminaron sus estudios en universidades europeas y se quedaron trabajando allí como docentes o investigadores (Bodemer, 2010).

En Argentina, junto con el retorno a la vida democrática, se inició un proceso de reconstrucción de los espacios académicos y una creciente profesionalización de la disciplina histórica que incluyó el regreso de intelectuales exiliados, la expansión del sistema de investigación y la conexión cada vez más fuerte con las prácticas y discusiones prevalecientes en Europa y los Estados Unidos (Zeitler, 2009; Remedi, 2011). El retorno de los historiadores exiliados fue acompañado por un estallido de temáticas, un pluralismo de referentes conceptuales y metodológicos, así como por la emergencia de novedosas líneas interpretativas. El campo logró un grado de internacionalización hasta entonces inexistente (Chiroleau, 2003), ya que los académicos exiliados y formados en el exterior aportaron a su regreso los contactos generados en el ámbito internacional (Águila, 2012).

Ya durante los años noventa, se dio una proliferación de instancias de formación de posgrados en el campo de las Ciencias Sociales (Barsky y Dávila, 2012) y un incremento en la cantidad de profesionales cursando este tipo de estudios. A diferencia de lo sucedido durante los años de exilio cuando existió una cantidad apreciable de diplomas extranjeros (Chiroleu, 2003), se incrementó el número de titulaciones nacionales. Sin embargo, los contactos con otros medios académicos fueron fluidos y se contó con visitas de intelectuales e investigadores extranjeros, viajes a congresos, estancias en universidades y centros de investigación del exterior, circulación de bibliografía y proyectos entre distintas universidades (Águila, 2012). A nivel internacional, durante los años noventa se propuso una redefinición de los marcos y escalas espaciales y temporales de indagación histórica, atendiendo a procesos globales o mundiales, así como a los intercambios, flujos, transferencias y conexiones entre sociedades diversas (Sabato, 2014).

En los últimos treinta años, la mayor parte de los países latinoamericanos, entre los que se destaca Argentina, ha experimentado un cambio importante en las condiciones de producción historiográfica. El campo de la Historia se ha ampliado y afirmado, habiéndose incrementado las actividades de investigación, el número de publicaciones, las carreras de posgrado, los títulos académicos, los encuentros, becas y subsidios. Asimismo, ha habido una ampliación de los marcos de referencia de los historiadores: a diferencia de las épocas en que la referencia externa era casi exclusivamente las universidades de Estados Unidos y Europa, en los últimos tiempos se observa un reconocimiento cada vez mayor de interlocutores de la propia región (Sabato, 2014).

Así, hacia fines del siglo XX y principios del XXI la historiografía latinoamericana ha recibido y aclimatado las nuevas historiografías producidas en el siglo veinte, en especial a las marxistas y analistas. Paralelamente, ha construido una interesante historiografía regional latinoamericana, es decir, una historia de los temas y problemas regionales (Aguirre Rojas, 2004). Este desarrollo se ha favorecido por la mejora en las condiciones de los archivos y repositorios documentales y bibliográficos, el intercambio académico en congresos y reuniones internacionales, la realización de proyectos colectivos de investigación de carácter multidisciplinar financiados por organismos internacionales, sociedades académicas extranjeras y gobiernos latinoamericanos, así como por la disponibilidad de publicaciones periódicas especializadas (Serrano Álvarez, 2009; Leoni, 2013). Incluso, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha incrementado las posibilidades de cooperación científica a través de redes trasnacionales entre académicos e institutos (Bodemer, 2010).

Notas sobre las prácticas internacionales de los historiadores del Instituto de Historia de la UNICEN

A continuación se exponen los resultados obtenidos a partir del análisis de las entrevistas semiestructuradas realizadas en el marco del Instituto de Historia de la UNICEN. El primer eje de análisis refiere a las estadías de formación en el extranjero llevadas a cabo por los primeros integrantes del grupo de investigación así como su rol en la importación de pautas académicas y la instalación de un nuevo perfil académico en el marco de la universidad de origen. El segundo eje hace hincapié en la creación de la instancia doctoral propia en el contexto local y la consiguiente disminución de los viajes de formación al extranjero. El tercero se centra en los distintos enfoques de carrera encontrados en el marco del Instituto y el papel de los viajes al exterior del país en cada uno de ellos. El cuarto aborda las particularidades de la publicación en revistas extranjeras y de la coautoría internacional en el caso de los historiadores entrevistados. El quinto expone la relación entre el acceso a fuentes secundarias, los viajes al extranjero, la conexión a la web y las colaboraciones internacionales, en tanto el sexto eje hace lo suyo respecto a las fuentes primarias. El séptimo y último eje analiza los referentes disciplinares y la orientación de los vínculos internacionales a lo largo de la historia del Instituto.

“Tendrás, serás y harás lo que tengo, soy y hago”. Las estadías en el extranjero y la importación/instalación de un nuevo perfil académico

Entre las décadas de los ochenta y los noventa, una de las principales actividades internacionales desarrolladas por las primeras generaciones que integraron el Instituto de Historia fue la movilidad científica a través de las fronteras con el objetivo de obtener títulos de posgrado. Por entonces, los recursos humanos incorporados al núcleo se formaron en universidades y centros de investigación de Inglaterra, Francia, España, Estados Unidos, Países Bajos y México. Es así que la formación doctoral de la primera y segunda generación de historiadores se concretó mayormente en instituciones estadounidenses, europeas y mexicanas.

Los primeros destinos mencionados se caracterizaban por contar con un mayor desarrollo del sistema de posgrado, bibliotecas universitarias completas, producción científica prolífica e intelectuales de referencia internacional (Sabato, 2014). Por su parte, México se había constituido en una puerta de entrada al mercado editorial de libros, revistas, artículos y seminarios internacionales de gran amplitud, favoreciendo el intercambio con distintas zonas del mundo intelectual europeo y estadounidense así como también el contacto con nuevas problemáticas (Jensen y Yankelevich, 2007; Casco, 2010).

A través de las estadías en el extranjero los entrevistados obtuvieron sus títulos de doctorado, los cuales no resultaban frecuentes ni obligatorios en la Argentina de aquella época, cuando la actividad académica consistía predominantemente en el desarrollo de tareas docentes (Leal y otros, 2012). En este contexto, la certificación otorgada por una institución extranjera trajo consigo el reconocimiento de los pares del ámbito nacional, tanto por lo que el título significaba en términos de alcanzar el máximo nivel de educación formal como por el aval que implicaba su recepción en instituciones extranjeras reconocidas; a esto se sumaba la experiencia en tareas de investigación. Al regreso de los viajes de formación doctoral en el exterior, los historiadores obtuvieron puestos de docencia y de investigación en instituciones locales.

Además, los integrantes del Instituto importaron las pautas de funcionamiento de la vida académica aprendidas en las universidades extranjeras hacia la Carrera de Historia, la Facultad de Ciencias Humanas y la UNICEN. En palabras de uno de los investigadores entrevistados, buscaron generar su propia “experiencia Oxford” en el ámbito local. De hecho, en reconocimiento a su trayectoria académica en el exterior y en el país, el entrevistado fue elegido para distintos cargos de gestión a nivel de la Facultad y de la Universidad, instancias desde las cuales impulsó la realización de actividades de investigación y estudios de posgrado en el ámbito internacional.

Los académicos del Instituto formados en el exterior instalaron la idea de “desprovincianizar” la Universidad, la Facultad y la Carrera, incorporando reglas globales de producción académica y sugiriendo a los recursos humanos de la institución “salir de Tandil”, tanto física (no estudiar en Tandil) como intelectualmente (no tener a Tandil como recorte territorial de las investigaciones). García (2009) denominó a estos historiadores “cosmopolitas”, en contraposición a los profesores “locales” fundadores de la carrera de Historia de la UNICEN, los cuales eran mayoritariamente nativos de la ciudad y de la región, formados como profesores en la disciplina en la universidad local, sin credenciales de posgrado y dedicados a la docencia.

Es así que los historiadores formados en el extranjero generaron “nuevas reglas de juego”, estableciendo como requisito para ser un “académico” su propio perfil. Hacia el interior de la UNICEN, los historiadores del Instituto desplazaron al personal dedicado únicamente a tareas de enseñanza, los cuales no contaban con título de doctor ni antecedentes en investigación. Hacia el exterior de la UNICEN, buscaron instalarse como una carrera “universal”, diferenciarse de las posiciones “localistas” de otras universidades del interior del país y compararse con la posición “internacional” de instituciones tradicionales como la Universidad de Buenos Aires. La transición no ocurrió sin resistencias de –y conflictos con– los académicos consagrados dentro de la configuración anterior del campo y los propios alumnos, cada uno de los cuales presentaba su propia visión sobre la academia. Además, tampoco ocurrió de manera aislada respecto del contexto nacional.

De hecho, la reapertura democrática significó un nuevo impulso a la reconstrucción de las universidades y sus tareas de producción de conocimiento, en particular en el campo de la Historia. Ahora bien, fue en la década de los noventa cuando el Estado nacional impulsó el Programa de Incentivos a los Docentes-Investigadores de las Universidades Nacionales, buscando jerarquizar a los profesores a partir de estándares internacionalmente aceptados de la profesión académica (Krotsch y otros, 2007), contexto al cual los historiadores del Instituto pudieron adaptarse rápidamente.

“Titulación por sustitución de instituciones”. La creación del doctorado en Historia y la disminución de los viajes de formación al extranjero

Tal como se mencionó anteriormente, hacia fines de los ochenta y durante la década de los noventa los entrevistados correspondientes a las primeras dos generaciones de historiadores del Instituto analizado se formaron en el exterior. Ahora bien, al contar con integrantes doctorados y en el marco de un proceso de apertura de posgrados alentado por la política educativa de los años noventa (Barsky y Dávila, 2012), en 1997 se inauguró el Doctorado Interuniversitario en Historia de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNICEN y la Universidad Nacional de Mar del Plata, con sede en el Instituto de Historia estudiado. En este marco, los contactos en el extranjero fueron convocados para formar parte del plantel docente del posgrado, lo cual permitió nutrir la planta de profesores y aumentar el prestigio del Doctorado.

A partir de entonces disminuyó la afluencia de recursos en formación desde el Instituto hacia otras universidades del país o del exterior, realizando los estudios de posgrado en la propia facultad de origen. En el caso de las entrevistas realizadas a historiadores de la tercera generación del Instituto dieron como resultado la realización de doctorados en la propia universidad de origen. Además, de acuerdo con datos recolectados a partir del análisis de las Memorias Académicas del Instituto, entre 1997 y 2011, el 86% de los doctores se formó en la propia UNICEN. Este fenómeno se generalizó en el campo de la historia debido al desarrollo de posgrados en el ámbito local (Chiroleu, 2003).

A partir de la creación del Doctorado propio los investigadores de primera y segunda generación del Instituto contaron con mayores posibilidades de tener antecedentes en la actividad de docencia de posgrado, complementada con el dictado de cursos y seminarios en universidades extranjeras. Además, la progresiva consolidación de la planta estable del Instituto llevó a prescindir de las alianzas con otras universidades y académicos para el dictado de los cursos. Por otra parte, la creación de un posgrado propio incrementó las posibilidades de dirigir tesis doctorales, ya que es un requisito para los tesistas del Doctorado contar con un director interno. En este punto cabe tener en cuenta que a partir de la implementación del Programa de Incentivos se demandó a los docentes investigadores el incremento de las actividades de docencia de posgrado así como también de dirección de recursos humanos en dicho nivel.

Aun así, entre los investigadores entrevistados se considera importante “salir” de Tandil y realizar estadías en centros de investigación del exterior, en tanto resulta una experiencia enriquecedora en términos académicos como personales. Si bien se puede desarrollar la profesión académica a partir de una formación local, el paso por universidades de otros países permite ver otras formas de trabajo y obtener visibilidad entre la comunidad de historiadores más amplia. Las experiencias en el exterior desafían intelectualmente a los recursos humanos en formación, aunque resultan más fundamentales aún por el aprendizaje de idiomas y el contacto con culturas diferentes.

“El que se fue a Sevilla perdió su silla”. Los enfoques de carrera académica entre los investigadores del Instituto de Historia y el papel de los viajes al exterior

Desde el regreso de las primeras generaciones de doctores formados en el exterior al Instituto comenzaron a desarrollarse dos enfoques diferenciados de carrera académica entre los integrantes del mismo. Cada enfoque presenta, además, una forma particular de desarrollo de los vínculos internacionales. Una vez recibidos de doctores en universidades extranjeras, el 75% de los entrevistados permaneció la mayor parte de su tiempo en el Instituto. Estos integrantes pasaron por distintos escalafones y puestos de gestión y dirección en el marco del grupo, de la facultad y de la universidad. Puede decirse que la obtención de estos cargos requiere la presencia física de los interesados en el lugar, convirtiendo su capital académico en capital político-temporal (Bourdieu, 2000). Estos investigadores realizan actividades internacionales puntuales como la asistencia a congresos, proyectos conjuntos de investigación e intercambio bibliográfico.

Por otra parte, el 25% de los entrevistados pasó la mayor parte de su tiempo viajando a universidades extranjeras y retornando esporádicamente al centro de investigación de pertenencia, dedicándose primordialmente a tareas de investigación y publicación. En estos casos, el desarrollo de un enfoque internacional de la carrera de investigación es considerada como una opción “para conocer el mundo” y para insertarse en un “medio más amplio” de colegas. Los cargos de docencia y gestión en el marco de la universidad de origen son menos frecuentes entre estos investigadores.

Tanto los historiadores que permanecieron en el instituto como los que realizan estadías en el exterior con más frecuencia forman parte de la carrera de investigación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Al dedicarse primordialmente a la investigación, los historiadores internacionalizados incrementan su productividad y la visibilidad de su trabajo en la comunidad científica internacional, lo cual es altamente valorado en dicha institución. Sin embargo, estas actividades no son consideradas tan fuertemente en el ámbito de la Universidad, la cual cuenta con una cultura evaluativa diferente (Beigel, 2015).

De esta manera, los dos enfoques de carrera encontrados entre los historiadores persiguen la acumulación de distintas formas de capital (en palabras de Bourdieu, 2000: científico/académico y específico/temporal),2 generando diferentes prácticas internacionales para poder reproducir e incrementar dicha forma de capital (viajes de larga duración al extranjero versus estadías destinadas a un objetivo específico y por un corto tiempo en el exterior). En este marco, lo académico y lo científico aparecen como dos campos profesionales distintos en permanente tensión, con sus propias formas de reconocimiento y capitales en juego, lo cual lleva a desarrollar diferentes relaciones con el ámbito internacional.

“Resistiendo el impacto del Factor de Impacto”. El papel de la publicación internacional y de la copublicación internacional entre los historiadores del Instituto

Tradicionalmente los historiadores han obtenido un mayor reconocimiento entre sus pares al publicar libros de autoría individual referidos a una temática integrada, en los cuales se reflejan investigaciones de largo plazo. Ahora bien, cada vez con mayor intensidad las evaluaciones académicas exigen de los investigadores que publiquen los avances y resultados de sus investigaciones en revistas científicas, siendo particularmente valoradas aquellas que se encuentran incorporadas en índices como Scielo y Scopus.

Desde la implementación del Programa de Incentivos a Docentes Investigadores se ha ido conformando un “tipo” de académico a la luz de un modelo internacional caracterizado por el requerimiento de productividad en investigación más que en docencia (Leal y otros, 2012). Ahora bien, los artículos académicos publicados en revistas de impacto de nivel internacional presentan un valor especial sobre todo en las ciencias exactas y naturales aunque estos criterios están trasladándose asimismo a las ciencias sociales y humanas; de hecho, se habla de la “journalización” de las mismas (Kreimer, 2015). Así, el modelo de trabajo académico que hasta entonces solo se limitaba a algunas disciplinas específicas se generalizó, aunque también adquirió especificidades disciplinares.

De acuerdo con uno de los entrevistados, la publicación en revistas extranjeras resulta una demostración de la capacidad que cada uno tiene para insertar la producción personal en el medio académico internacional. En este marco, se trata de balancear una producción académica mayormente nacional con algunas publicaciones en el ámbito internacional. Por supuesto, las posibilidades de publicación en el extranjero se relacionan con el interés que las temáticas trabajadas en los artículos tienen para los países editores. Por ejemplo, los temas relacionados con la historia argentina se publican mayormente en el ámbito nacional mientras que temáticas de naturaleza internacional como las migraciones se publican en obras extranjeras.

De esta manera, existen temas de interés local y temas con proyección internacional, lo cual incide en las actividades de publicación de los historiadores, aunque hay que tener en cuenta la preeminencia de temáticas de interés local en el campo científico de la Historia (Gingras y Mosbah-Natanson, 2010). En este marco, los historiadores comparten la tarea de compilación y edición de libros con pares extranjeros y reciben invitaciones de colegas foráneos para escribir artículos en dossiers. De acuerdo con datos recopilados de las Memorias Académicas del instituto, las publicaciones en colaboración internacional representan, sobre el total de publicaciones realizadas entre los años 2003 y 2012, un 13,21% destacándose las colaboraciones con México, España y Brasil. Estas publicaciones en colaboración internacional contribuyen al incremento de la producción académica de los historiadores.

Por otra parte, los libros y capítulos de libro publicados internacionalmente reciben una consideración más alta entre los pares evaluadores así como también los que recurren a colegas externos para evaluar los manuscritos, ya que se comprende que la evaluación endogámica difícilmente garantiza la objetividad y calidad de los textos (Chiroleu, 2003; Beigel, 2015).

“Moverse y estar conectado”. El acceso a fuentes secundarias a partir de los viajes al extranjero y la conexión a la web

Las fuentes históricas, tanto primarias como secundarias, constituyen la materia prima de la Historia. Al analizar las entrevistas se observó que los investigadores del Instituto brindan una importancia especial al acceso a fuentes secundarias y, por consiguiente, a bibliotecas universitarias bien nutridas de colecciones de revistas y libros. Los historiadores aprovechan sus estadías en el extranjero para acceder a este tipo de instituciones, las cuales se encuentran emplazadas principalmente en Estados Unidos y Europa. En términos generales, se considera que la visibilidad y accesibilidad de la producción científica es mayor en dichas universidades por el alto nivel de desarrollo de sus sistemas bibliotecarios y la concentración de las editoriales académicas y científicas (Russell, 2001).

Ahora bien, el acceso a las bibliotecas físicas universitarias de estos países constituyó un elemento central hacia fines de los ochenta y principios de los noventa cuando el campo de la Historia en el ámbito nacional y regional aún no había alcanzado grandes dimensiones en términos de producción científica e investigadores referentes. Además, los entrevistados reconocen que la expansión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha contribuido con el acceso a material bibliográfico y en la comunicación científica. En este marco, el acceso a muchas fuentes bibliográficas se realiza a través de internet, comprando en las librerías de manera online o descargando los documentos de la web. Así, las bibliotecas virtuales han facilitado el acceso a material y el conocimiento de nueva bibliografía.

La literatura indica que en los últimos años se asiste a una difusión de nuevas formas de comunicación a través de la tecnología informática, la cual impacta en la publicación académica y multiplica los canales de comunicación científica (Patalano, 2005). De acuerdo con lo dicho hasta aquí, los viajes al exterior para visitar bibliotecas o comprar bibliografía resultan tan importantes como el acceso a materiales a través de la web siendo complementarios, ya que los materiales que no se encuentran virtualmente se los puede obtener viajando y viceversa. Así, para los investigadores entrevistados es tan importante “moverse” como “estar conectados” (Hidalgo y Natenzon, 2011).

“Sobre lanchas, redes y pescados”.3 El viaje al extranjero y la colaboración internacional para acceder a fuentes primarias

Además de las fuentes secundarias, la Historia se caracteriza por el trabajo con fuentes primarias. En términos generales puede decirse que, por el carácter eminentemente local de los temas de investigación, el trabajo de los historiadores se apoya en gran medida en materiales generados y puestos en valor y en circulación pública por instituciones estatales (archivos, bibliotecas, etc.) o que se reconocen como “nacionales” (Sabato, 2014). Ahora bien, el uso de algunos materiales primarios puede requerir que el investigador vaya directamente a éstos, dondequiera se localicen, ya sea dentro de las fronteras nacionales o fuera de ellas, en manos de organismos públicos o bajo propiedad privada.

Es el caso de uno de los entrevistados, quien estudia el fenómeno de la migración temprana de los vascos. Durante la década de los noventa y para llevar adelante su investigación, el historiador viajó a hacer archivo en el País Vasco. Además, se trasladó a Estados Unidos, donde se encuentra un centro vasco muy importante y un conjunto de museos. La migración constituye un tema internacional por naturaleza y su comprensión exige del historiador acceder a fuentes primarias localizadas en los distintos puntos geográficos atravesados por el grupo migrante estudiado.

Ahora bien, el entrevistado comenta que actualmente se encuentra trabajando en conjunto con un colega perteneciente a un centro de investigación instalado en el País Vasco, el cual le envía virtualmente las fuentes primarias microfilmadas. Entre estos colegas se da una división del trabajo por el cual uno realiza la recolección y microfilmación de las fuentes primarias (el investigador español) mientras que el otro se ocupa de redactar los artículos académicos (el investigador argentino), a partir de los cuales se difunden los resultados obtenidos del análisis conjunto de las fuentes. Las posibilidades técnicas brindadas por la microfilmación y el intercambio documental a través de las nuevas tecnologías de la comunicación permiten sustituir los costosos viajes al extranjero. Esto se relaciona con el carácter de “conocimiento codificado” que presenta la mayor parte de las fuentes primarias en la historia, los cuales son de fácil propagación.

En otro de los casos, una de las entrevistadas trabaja sobre la administración de justicia criminal en la segunda mitad del siglo XIX. Allí, el acceso a fuentes primarias se vio favorecido por la colocación online de la normativa correspondiente en páginas web españolas a la vez que el intercambio a nivel analítico se encontró propiciado por la cercanía temática con sus pares extranjeros, propio de la relación estrecha que unió la historia de ambos países desde el período de “la conquista”. De esta manera, el vínculo con colegas e instituciones del exterior resulta importante para acceder a fuentes primarias originales así como también de interés para la comunidad de historiadores extranjeros, lo cual incrementa las probabilidades de diálogo y reconocimiento por parte de actores del ámbito internacional y promueve el trabajo conjunto con ellos, el acceso a recursos internacionales, la asistencia a congresos y el desarrollo de publicaciones en revistas/libros del exterior, todo lo cual es valorado entre los científicos locales.

“Compararse… ¿con quién?”. Los referentes disciplinares y la orientación de los vínculos internacionales

A lo largo de la historia del Instituto se advierten diferencias en la selección de las agendas temáticas así como en la orientación de las colaboraciones hacia distintas regiones de acuerdo con los destinos geográficos visitados y la posición de la disciplina histórica argentina y latinoamericana en la escena mundial. Tal como se ha mencionado anteriormente, los investigadores del Instituto formados durante la década de los ochenta y los noventa viajaron a países como Inglaterra, Francia, Países Bajos, Estados Unidos, España y México. Allí seleccionaron temáticas interesantes para el país receptor, como las migraciones francesas en Argentina, el antifascismo en el período de entreguerras en una perspectiva comparada entre Francia y Argentina y los problemas de frontera mexicano-estadounidense. Entonces, formaron parte de prestigiosos centros de estudios latinoamericanistas actuando como responsables de la perspectiva argentina; además, establecieron contactos y recibieron invitaciones para publicar en obras extranjeras.

Hacia los ochenta y noventa, cuando se realizaron estos viajes de formación, los intelectuales europeos y estadounidenses constituían los referentes de la disciplina histórica a la vez que “América Latina” conformaba un recorte de investigación privilegiado para dichos países. Tal como advierte Sabato (2014), los centros académicos europeos y de los Estados Unidos consideraron la región latinoamericana como unidad ex ante, proliferando un fuerte interés y la producción sobre el tema. Además, entre los historiadores argentinos estaba bien considerado comparar la historia del país con realidades europeas. Los títulos recibidos y las producciones generadas en el extranjero les permitieron a los entrevistados acceder a cargos en las instituciones científicas argentinas, incorporando algún aspecto de sus temas de investigación desarrollados en el exterior a las líneas temáticas del Instituto.

Ahora bien, en los últimos años y en la mayor parte de los países latinoamericanos ha tenido lugar un cambio importante, investigándose y publicándose cada vez más, creándose carreras de posgrado y multiplicándose los títulos, organizándose encuentros y otorgándose becas y subsidios, cuyo resultado ha sido un crecimiento del output historiográfico exponencial; junto a ese desarrollo se observa una sostenida circulación de investigadores y producciones entre países de América Latina, así como la consolidación de redes de relación institucional y articulación de proyectos, todo lo cual ha llevado a la formación de una comunidad científica que no reconoce las antiguas fronteras y referentes disciplinares (Sabato, 2014).

De esta manera, las referencias externas ya no son exclusivamente las universidades y producciones académicas de Estados Unidos y Europa ni la triangulación con América Latina a partir de dichos centros. Por el contrario, en los últimos tiempos se observa un reconocimiento cada vez mayor de interlocutores de la propia región, lo cual se vincula también con la mayor intensidad en los intercambios económicos, políticos y culturales de las últimas décadas; todo esto ha estimulado a los historiadores a ampliar sus marcos de referencia (Sabato, 2014).

En el marco del Instituto estudiado, además de sostener los vínculos con colegas mexicanos, se han afianzado los lazos con investigadores brasileños y uruguayos en temáticas referidas a historia de la educación o comparaciones sobre los movimientos políticos de derecha. Si bien la tradición de la disciplina histórica indicaba “mirar a Europa”, en los últimos años se han reorientado las relaciones internacionales hacia América Latina, siendo reconocidos por instituciones nacionales como el CONICET y la Secretaría de Políticas Universitarias a través de sus evaluaciones y el financiamiento recibido por el Instituto.

De todos modos, muchos de los historiadores continúan trabajando temas relacionados con países como Estados Unidos o las naciones europeas ya que la visibilidad, acceso a recursos y posibilidades de publicación continúa siendo mayor allí. Ahora bien, más que una condición para el ingreso y avance en la carrera científica local, el desarrollo de vínculos con colegas europeos se presenta como una búsqueda personal por ganar prestigio en el ámbito internacional.

Reflexiones finales

El artículo abordó la internacionalización de la investigación en ciencias sociales indagando en el nivel de los investigadores y sus prácticas internacionales. Así, aportó un análisis sobre el material empírico recabado a partir de entrevistas semiestructuradas realizadas a historiadores de una universidad argentina. A continuación se exponen las principales conclusiones transversales extraídas del análisis, referidas a las actividades internacionales desarrolladas por los historiadores y los objetivos perseguidos, las dimensiones sociales y cognitivas de las mismas y las diferencias generacionales en el desarrollo de prácticas internacionales.

De acuerdo con el análisis, los entrevistados desarrollan distintas actividades internacionales donde se destacan los viajes de formación al extranjero, las visitas a universidades y bibliotecas extranjeras, el intercambio de diferentes recursos con colegas de otros países y la publicación en coautoría internacional. Estas actividades permiten a los historiadores visibilizarse ante la comunidad amplia de pares y acceder a importantes recursos requeridos para la producción de conocimientos en el área; sin embargo, también resultan muy importantes para la obtención de antecedentes y su posicionamiento en instituciones académicas locales.

Distintas particularidades disciplinares de la Historia –como el carácter preeminentemente local de las agendas temáticas y de las fuentes utilizadas– influyen en el modo en que se da la internacionalización de la investigación, aunque algunas temáticas particulares encuentran una inserción internacional más articulada que otras. Ahora bien, las prácticas internacionales también se relacionan con los diferentes recursos disponibles en el ámbito local respecto de las universidades extranjeras. Así, la internacionalización en el ámbito de la investigación en ciencias sociales permite acceder a recursos materiales y simbólicos inexistentes en el ámbito local, poniendo en relación el desarrollo de la disciplina a nivel local e internacional.

Otra consecuencia derivada del análisis del material empírico es la comparación entre las prácticas internacionales desarrolladas por los historiadores entre las décadas de los ochenta y los noventa, así como en los dos mil. Los años ochenta y noventa se caracterizaron por los viajes de formación doctoral en el extranjero, el aprendizaje de pautas académicas en universidades de países como Francia, España y Estados Unidos, el retorno a las universidades de origen con antecedentes internacionales importantes de cara a posicionarse localmente y el trabajo de investigación centrado en temáticas de carácter internacional y comparativo involucrando intereses de los países visitados. Por su parte, a partir del 2000, se viró hacia la nacionalización de la formación doctoral, el incremento del intercambio virtual, el acercamiento hacia colegas de la región latinoamericana y la bifurcación de las carreras académicas de los integrantes del Instituto, algunas de las cuales resultan más internacionalizadas que otras.

Hasta aquí se presentaron los resultados obtenidos a partir del estudio empírico basado en los historiadores de una universidad argentina. En futuros trabajos se espera estudiar institutos y áreas de otras universidades nacionales para discutir las posibilidades de generalización de los resultados. Además, se espera diversificar las disciplinas de referencia de los entrevistados con el objetivo de discutir estas conclusiones, apostando a fortalecer una perspectiva teórica y empírica que explique la internacionalización de la investigación en el caso de las ciencias sociales.

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1.

Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de La Plata. Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad por la Universidad Nacional de Quilmes. Integrante del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Problemáticas Internacionales y Locales (CEIPIL) perteneciente a la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y vinculado a la Comisión de Investigaciones Científicas. Becaria Posdoctoral del CONICET con desempeño en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Áreas de trabajo: internacionalización científica, cooperación científico-tecnológica internacional, política científico-tecnológica, investigación en la universidad. mpaz_lo@yahoo.com.ar

2.

De acuerdo con Bourdieu, el capital científico refiere a la acumulación de autoridad científica y notoriedad intelectual mientras que el capital político temporal refiere al cúmulo de posiciones que permiten controlar otras posiciones y a sus ocupantes.

3.

Esta metáfora refiere a la colaboración internacional para el acceso a fuentes primarias y fue expresada por uno de los entrevistados. El historiador considera que en la relación con su colaborador español, uno facilita ciertos recursos (las lanchas), el otro aporta ciertas habilidades (las redes) y juntos obtienen financiamiento y antecedentes que por separado no podrían (los pescados).