Papeles
de trabajo
Volver

ISSN 1851-2577

#21 | Deporte(s), sociabilidad(es) y política(s). Intersecciones para el análisis del mundo contemporáneo

PDF

EPUB

“Cambiá el Aire”

Corporalidades, estilos de vida saludables y espacios públicos en Rosario

Por Diego Roldán11. Doctor en Huma (…) y Sebastián Godoy22. Centro de Estu (…)

Resumen

Este trabajo reflexiona sobre las dimensiones corporales y espaciales de la movilidad. A través del análisis de las movilidades alternativas en un medio artificial, se estudia la interacción entre las corporalidades y la ciudad. Se analizan las modalidades de una gubernamentalidad indirecta que estimula un tipo de circulación específica y una actividad corporal moderada entre una población tendencialmente sedentaria. La Calle Recreativa de Rosario se constituye en el observatorio de las formas de construcción de un medio para la movilidad alternativa. Los lugares y las prácticas desplegadas en ella, las orientaciones y los ritmos, las formas del vestido y la gestualidad, los escenarios urbanos y post-industriales, las actividades lúdicas y recreativas, las prácticas corporales aeróbicas y anaeróbicas, son algunos de los problemas que el trabajo aborda. El recorrido y las prácticas de la Calle Recreativa producen una imagen de la ciudad homogénea y sin fisuras. Allí aparecen los grupos sociales, los cuerpos, los espacios públicos, las prácticas de una clase media heteronormada entregada a un estilo de vida saludable en unos espacios públicos en los que conviven la patrimonialización y renovación urbana.

Palabras clave

Ciudad – Corporalidades – Movilidades ­– Espacio Público – Recreación

Abstract

This work reflects on the corporal and spatial dimensions of mobility. Study the interaction between corporalities and the city through the analysis of alternative mobilities in an artificial environment. Analyze he modalities of an indirect gubnornamentality that stimulates a specific type of circulation and a moderate corporal activity among a tendentially sedentary population. The Recreational Street of Rosario is the observatory of means construction for alternative mobility. The places and practices displayed in it, the orientations and rhythms, the dress and gestures, the urban and post-industrial scenarios, the leisure and recreational activities, the aerobic and anaerobic corporal practices, are some of the problems that the paper addresses. The route and the practices of the Recreational Street produce a homogeneous and cohesive image of the city. There appear the social groups, the bodies, the public spaces, the practices of a heteronomy middle class delivered to a healthy lifestyle at public spaces, where patrimonialization and urban renewal coexist.

Keywords

City - Corporalities - Mobility - Public Space - Recreation

Introducción

La problemática principal de este trabajo es la de la corporalidad y en un segundo plano las espacialidades urbanas. Muchos de los trabajos académicos sobre el primer tópico se sitúan en las canteras de la sociología (Turner, 1989, Le Breton 1992) y la antropología (Le Breton, 1990). Puede argumentarse que hubo un ciclo de descuido y afirmación del cuerpo. El arco que va del uno al otro se trazó entre la filosofía y la antropología. El primer obstáculo para una problematización crítica de lo corporal fue el dualismo cartesiano. Entre mediados y fines del siglo XIX, el cuerpo fue repensado. En su inversión materialista del idealismo hegeliano, Marx planteó que el cuerpo del obrero era la primera materia-mercancía que esculpía el capitalismo. Schopenhauer halló en el cuerpo el motor de la voluntad de existir. Con su propuesta de deconstrucción de la metafísica occidental, Nietzsche hizo estallar el plantonismo y sostuvo que el alma era la cárcel del cuerpo. A comienzos del siglo XX, Freud estableció al cuerpo como el campo de expresión del inconsciente. En su discusión con Descartes, la fenomenología husserliana afirmó al cuerpo como fuente del significado. Para la I Guerra Mundial, los muros cartesianos entre el cuerpo y la mente comenzaron a desmoronarse.

Quizá el texto de Marcel Mauss (1934) sobre las técnicas corporales fuera el primer trabajo antropológico-sociológico que problematizo la corporalidad. Buscó pensar al cuerpo como una construcción social sometida a variaciones culturales. Esas técnicas aprendidas, enseñadas y compartidas forman los hábitos corporales. Al enlazar cuerpo y cultura, Mauss sustrajo a la corporalidad del mundo biológico y la convirtió en objeto de las ciencias sociales. Norbert Elias (1939) estudió las funciones corporales como objeto de una sociología desarrollista e histórica, utilizando a Weber, Durkheim y Freud, incluyó a las prácticas y conductas corporales en el proceso civilizatorio.

En la línea de Meditaciones Cartesianas de Husserl, Merleau-Ponty, compuso su Fenomenología de la percepción (1945). En esa obra, el cuerpo, en tanto que forma de habitar el mundo, constituye una forma de conocimiento diferenciada del cogito cartesiano. El cuerpo construye una trama de relaciones con el mundo y con otros cuerpos, una mediación, pero también un “espacio expresivo”, un “medio general de poseer un mundo”, “sin subordinarse a una ‘función simbólica’ u ‘objetivante’” (Merlau-Ponty, 1993 [1945]: 163 y 158).

A partir de los desarrollos de Mary Douglas (1970) y Victor Turner (1969), la cuestión de la corporalidad ha sido estudiada más sistemáticamente. En rigor, el cuerpo halló un camino de reflexión en el mundo simbólico y cultural, abriendo diferentes proposiciones analíticas. Como lo ha argumentado Citro (2010), tanto la sociología como la antropología continuaron indagando y complejizando a la corporalidad en los decenios siguientes.

Esta preocupación de las ciencias sociales por el cuerpo se acrecentó con el cambio de siglo. Desde entonces, la experiencia del cuerpo se ensanchó, comprimió, desmultiplicó ocasionando creciente desasosiego. Para Le Breton (1992), se produjo una crisis en el seno de las modalidades físicas-materiales de la relación entre los cuerpos y entre éstos y el mundo. Hubo varios motivos para una “reafirmación de la corporalidad”. Primero, el fortalecimiento del feminismo ha problematizado las relaciones entre sexo, género, sexualidad, biología y cuerpo. Le Breton suma a eso la “revolución sexual” y podemos añadir las demandas por la diversidad corporal de los colectivos LGBT+ y el cuestionamiento queer sobre una identidad corporal sustantiva en favor de una(s) práctica(s) corporal(es) transitivas. Segundo, las transformaciones posindustriales y neoliberales crearon un mercado masivo centrado en el cuerpo: ocio, placer y hedonismo. Tercero, las transformaciones de la medicina contemporánea resignificaron las relaciones del cuerpo con el dolor, el envejecimiento y la supervivencia. Cuarto, la secularización de las sociedades liberó al cuerpo de ciertas ataduras morales y flexibilizó su mercantilización. Quinto, la crisis de la modernidad desestabilizó las identidades colectivas y puso el foco en los cuerpos individuales. El ocaso del siglo XX desterró a la corporalidad-biológica como determinante de la identidad, al tiempo que la entronizó como objeto del mercado y la ciencia. Un tipo de cuerpo estaba cediendo su lugar a otro (Csordas, 1994).

En paralelas, un proceso similar afectaba a la problemática espacial. El espacio tradicionalmente había sido abordado como un suporte material de la acción humana o una variable capaz de ser sometida a la abstracción de las cartografías y estadísticas tradicionales. Como lo señaló David Harvey (1989), la compresión espacio-temporal, generada a partir de la densificación de la esfera comunicacional y el incremento exponencial de la velocidad de circulación de los flujos inmateriales del capitalismo avanzado, promovió una nueva experiencia del espacio. Asimismo, Brian Harley (XXXX) aplicó la deconstrucción al arte de la cartografía, develando los componentes discursivos, textuales e icnológicos que se ocultan en el mapa. La recuperación de los trabajos de Lefebvre (1974), Foucault (1967 y 1975), de Certeau (1980), Deleuze (1988) y la crítica feminista (Rose, 1993) abrieron el camino a lo que Soja (1989) llamó geografías posmodernas y la “reafirmación del espacio”.

En las ciencias sociales, se estaba dando un giro corporal y uno espacial. Si bien todavía buena parte de la analítica sobre estas problemáticas despliega una agenda disociada, como si se tratara de dos universos pertenecientes a diferentes disciplinas: antropología y sociología (desde y del cuerpo) y geografía (del espacio). Este trabajo pretende aportar una pequeña pieza al diálogo entre estas dos corrientes de reflexión social. El objeto sobre el que se enfoca es la Calle Recreativa de la ciudad de Rosario. Nos interesa reflexionar alrededor de un medio artificial, casi heterotópico, formulado para la recreación de los ciudadanos y la cohesión de una sociedad urbana con crecientes índices de fragmentación. Como punto de partida tomamos dos proposiciones teóricas. Por una parte, los planteos de Foucault (2006) acerca de la producción de un medio artificial para gobernar a una población. La construcción de la gubernamentalidad implica la producción de un medio capaz de estimular, sirviéndose del deseo de una población, un tipo de conductas y confinar a una expresión estadística socialmente aceptable los comportamientos no deseados. En efecto, la Calle Recreativa, en tanto medio artificial que promueve un tipo específico de movilidad a partir del deseo de salud y bienestar. La segunda es la del paradigma de la movilidad (Urry, 2007). Uno de los mayores enemigos de las sociedades contemporáneas es la estática de flujos. A diferencia del capitalismo industrial, donde la reproducción de la fuerza de trabajo se estructuraba a partir del descanso-desconexión del cuerpo-máquina (Roldán, 2010), en el capitalismo de servicios, la reproducción de la fuerza de trabajo se configura a partir del movimiento corporal, el sostenimiento de un esfuerzo físico moderado. Esas conexiones y movimientos perpetuos solo admiten variaciones de intensidad, los agentes sociales observan cómo su tiempo de ocio y descanso cada vez más están atravesados por los vectores de flujos del capitalismo informacional. En este marco, la Calle Recreativa es un espacio que propone la restitución de las energías corporales y el equilibrio de las psíquicas (disminución del estrés) a través del movimiento y sugiere a sus usuarios mantenerse comprometidos con un flujo de cuerpos-movimientos-urbanos.

Esta problemática es abordada, por un lado, desde la producción de un espacio artificial (medio) diseñado para estimular un tipo específico de circulación y generar una movilidad en la población en momentos de descanso (inactividad). La incitación al uso de este dispositivo de movilidad y salud implican la (re)construcción de hábitos y estilos de vida en la población. Además, afirma un recorrido urbano-arquitectónico-paisajístico con espacios de diferenciación de prácticas, encuentros culturales y distinción social. Finalmente, comporta la construcción de una técnica de gubernamentalidad gestionada a través del deseo de un cuerpo saludable y la continuidad del movimiento. El uso del espacio y la movilidad de los usuarios fueron reconstruidas a través del análisis y la hermenéutica de documentación oficial, la participación con observación en el circuito y entrevistas.

 
 

Movilidades alternativas

Desde 2010, los domingos desde las 8 a las 12:30 horas, se impide el tráfico vehicular en un circuito de calles de Rosario, una ciudad con problemas de sobrepoblación del parque automotor.33. Según los regi (…) Si bien en otras experiencias el problema ambiental fue cardinal, en Rosario esta cuestión ocupa un segundo plano, concentrándose la problemática en la calidad de la circulación y la salud de la ciudadanía. La Calle Recreativa propone una discontinuidad en la trama, las actividades y los ritmos urbanos. Establece una suspensión de la circulación de los rodados movidos por motores. Lo que genera las condiciones de posibilidad para la reapropiación peatonal y de movilidades alternativas del espacio público. Construye el ambiente para el despliegue de actividades que combinan una ejercitación física leve y un paseo recreativo. En la Argentina, Rosario fue la primera ciudad en implementar este dispositivo con financiamiento municipal.

En términos de sus promotores y organizadores, se trata de la creación de “…un circuito recreativo, libre de autos y motos. Una alternativa masiva de convivencia permanente, encuentro, esparcimiento, vida saludable y actividad física para todos los ciudadanos.” (MR, Ord. 9457, 16 nov. 2015). En buena medida, la implementación de una Calle Recreativa en Rosario obedece a dos condiciones. Primero, las experiencias similares impulsadas en otros municipios de América Latina. El más antiguo de este tipo de circuitos es la Ciclovía bogotana, fundada en 1974, a la que se agregan las experiencias posteriores de Medellín y Guadalajara. Esta última, formulada en 2005, comparte el nombre con la Calle Recreativa de Rosario. En este sentido, la influencia de los modelos anglosajones parece menos trascendente. La organización de eventos en las Sunday Streets de San Francisco no ha sido un antecedente relevante. Puede pensarse el fundamento de la Calle Recreativa en la importación e influencia mutua de los modelos de gestión urbana que han comprometido a América Latina desde los años 1990s. (Jajamovich, 2013). La buena recepción del proyecto y la incorporación del mismo a la Red de Ciclovías Recreativas de las Américas es un síntoma de la forma de diseminación de estas gubernamentalidades urbanas. Este punto de vista tan sólo contempla una porción de la problemática. La segunda condición de posibilidad de la Calle Recreativa consiste en su articulación con los usos previos de los espacios públicos y, especialmente, del Bulevar Oroño. El éxito de la Calle Recreativa ­-que desde su inauguración, el 10 de octubre de 2010 hasta abril de 2012, en un total de 68 jornadas, había movilizado alrededor de 1.400.000 usuarios- responde antes a su encastre con los esquemas y usos culturales del espacio público locales que a la buena copia de formatos importados.44. Inaugurado en (…) Como prueba de este carácter experimental de la Calle Recreativa, puede observarse que la normativa municipal apareció solo tras haberse comprobado la aceptación social y el uso masivo de esta alternativa al transporte motorizado. Según los datos de la Red de Ciclovías Recreativas de las Américas, el circuito rosarino se extiende a lo largo de 28 kilómetros, semanalmente reúne a 43 mil personas, de las cuales el 34% utiliza bicicletas, el 50% son peatones y el 15% patinadores. Allí, se practican diferentes actividades, determinadas por los espacios de descanso y lúdico-deportivos, puntos de Salud y Bienestar y una Bici-Escuela. Asimismo, se desarrollan clases de ritmos, se alquilan bicicletas y tándems, se comercializan jugos naturales, se desarrollan actividades culturales y espectáculos infantiles.

La Calle Recreativa aúna un conjunto de espacios públicos y calles relevantes de la trama urbana. Se destacan el Parque Independencia, el Bv. Oroño y la Costa Central y Norte del Paraná, allí despuntan los espacios públicos (y privados) del Monumento a la Bandera y Puerto Norte. Si bien una parte del recorrido se inscribe en las líneas rectas del damero, al aproximarse a las barrancas del río Paraná, la traza comienza a seguir los bordes irregulares de la costa. El damero deja lugar a los polígonos y las construcciones bajas y de mediana altura son borradas por los edificios de alta gama de casi cincuenta plantas y ciento cincuenta metros de altura. El espacio establece una relación de monumentalidad espejada: por un lado, las grandes torres y conjuntos de viviendas de lujo y, por el otro, el ancho Paraná y sus islas.

En las primeras horas de la mañana, el silencio de la calle recreativa es absoluto y envolvente. Pueden oírse los propios pasos de quienes se desplazan por las calles desiertas del estruendo de los motores. Un poco más tarde, la afluencia produce sonidos nuevos, genera actividades y acompasa la mañana con otros ritmos. Tal como anotan las estadísticas oficiales, las formas de motricidad ofrecen variaciones, pero todas exigen una participación corporal. A pesar de que puede circularse con algunos rodados, estos requieren del esfuerzo físico para ser movilizados. Cualquier forma de movilidad es imposible sin poner el cuerpo, pero la calle recreativa demanda algo más de la motricidad corporal de quienes la frecuentan. La mayor parte de las circulaciones son peatonales, pero dentro de los vehículos se destaca la bicicleta, tanto provengan del sistema público “Tu Bici Mi Bici” o sean privadas. La mayoría de los ciclistas emplean modelos de paseo, siendo menor la proporción de los de montaña o carrera. Sus ocupantes muchas veces están vestidos sin especificidad, sólo algunos aparecen con las calzas, remeras de competición, cascos y anteojos. También hay otros rodados: rollers, patines y logboards. Aunque son minoritarios y la especificidad de la práctica tiende a ser muy variable. Más allá de que existe un lugar para las ruedas en la diversidad de la vía recreativa, el principal soporte del movimiento son las piernas. Hay una seducción inscripta en caminar o correr por la cinta asfáltica, exactamente por el medio de la calle. A diferencia de las bicicletas y los patines, quienes eligen caminar o trotar lo hacen con poca intensidad y se permiten conversar y distenderse. Este tipo de recorridos se desarrolla grupalmente. Pocos prefieren la caminata solitaria. La mayoría elige moverse en familia, con amigos e incluso con alguna mascota. Una parte muy reducida de ese flujo escoge trotar en lugar de caminar, pero ese desplazamiento se desenvuelve sin grandes exigencias, sin explosiones de velocidad propias de un entrenamiento riguroso y continuo.

La propuesta de la Calle Recreativa de Rosario consiste en cambiar el aire. Poner una especie de freno a las actividades desplegadas semanalmente. Conseguir que una parte de los pobladores de la ciudad y algunos visitantes ocasionales se apropien de uno de los espacios públicos más mono-funcionales desde la prospectiva lecorbusierana: las calles y las avenidas que siempre están ocupadas por los automóviles o las motocicletas.

Aun considerando el carácter distendido y relajado que adopta el ritmo hegemónico de la calle recreativa, las circulaciones son constantes. Excepto cuando el tráfico de las calles perpendiculares lo impone, nadie se detiene. Los que están comprometidos en algún tipo de ejercitación liviana realizan movimientos ligeros, sin cambiar de posición o simplemente detienen la marcha y esperan el cambio de luces o las instrucciones de los agentes de tránsito. Estas observaciones dejan claro que la actividad física es una excusa o bien un complemento y que se halla localizada en segundo plano, frente al movimiento recreativo que domina el circuito. Otro de los factores de detención eventual es algún reconocimiento o interacción producida en la vía, un saludo, cambio de palabras, etc. Esos intercambios y formas de circulación implican el cumplimiento, al menos fenomenológico, de algunos objetivos de este tipo de espacios: la reducción de la contaminación sonora, la promoción de la actividad física, el incremento de la interacción y la cohesión social.

La cadencia observada en la movilidad fue leve. Con una intensidad sólo manifiesta en el largo plazo y el avance de posiciones para completar fases del circuito. Esos ritmos, en tanto reiteraciones públicas urbanas (Lefebvre, 2004), evidencian antes un descanso en movimiento que un apronte para el entrenamiento riguroso. Se trata de un momento de relajamiento y distención para quienes entrenan regularmente en la semana y emplean el domingo para realizar en este circuito un ejercicio aeróbico de baja intensidad al aire libre. No obstante, existe otra población a la que la Calle Recreativa está dirigida de forma específica: aquella de hábitos sedentarios. Son precisamente quienes poseen labores inmateriales, que no ponen en juego el cuerpo y carecen de tiempo, energía, etc., para entrenar durante la semana a quienes se pretende poner en movimiento. Uno de los propósitos sanitarios de la Calle Recreativa es fomentar la actividad física y evitar la difusión del sedentarismo entre la población urbana. Entonces, los hábitos de inmovilidad son alterados tanto por los fines de semana que interrumpen las rutinas laborales como por la calle recreativa que coloca al cuerpo en una especie de cinta imaginaria de movimientos leves, pero constantes.

También, el slogan de la Calle Recreativa “Cambiá el aire” acierta sobre algunas de las motivaciones de quienes la usan. Al mismo tiempo, la frase apunta a quienes deciden hacer del paseo un motivo para relacionar de modo más sistemático respiración y ejercicio físico y a quienes establecen una discontinuidad con las rutinas semanales. En ambos casos, hay un uso del cuerpo infrecuente, en unos con una intensidad más baja que la del entrenamiento y en los otros de una puesta en movimiento. Se pasa de un sedentarismo laboral o de un entrenamiento con fines de rendimiento o estéticos a un movimiento, cuyo objetivo y sentido están depositados en el movimiento mismo o en el bienestar que produce la movilidad corporal al aire libre. La idea de oxigenación aparece como el lema de una gubernamentalidad que trabaja a partir del deseo de salud y bienestar de la fracción de la población que utiliza el medio generado por la Calle Recreativa. Desde los carteles que instan a cambiar el aire, hasta las formas de motricidad distendidas y de afloje pasando por las distintas estaciones con actividades específicas, la idea de oxigenación y movilidad corporal sin tensión parecen englobar el ambiente y los agentes que participan en la animación de este circuito artificial y eventual.

 
 
 
 

Cuerpos, prácticas y posiciones socio-simbólicas

A pesar de las diferencias en los medios de locomoción, en la medida que se avanza en la Calle Recreativa los ritmos de circulación tienden a acompasarse. Los desacoples son pequeñas fallas dentro del medio, grupúsculos o individuos que se desprenden del conjunto. Estos diferenciales aparecen con frecuencia en las primeras horas de la mañana, cuando la Calle todavía tiene vacíos. Después de las 11 horas, llega la mayor parte de la concurrencia. En algunos tramos, los cuerpos están en una proximidad notable y casi parecen rozarse. Comparten tanto el espacio como el tiempo del movimiento. Despliegan una marcha en multitud y compañía. Aún sin interactuar explícitamente, forman un mismo flujo que se configura a partir de un ejercicio espontáneo de semejanza y sincronización. Se trata de una especie de danza coordinada en una proximidad estrecha que no llega a ser contacto. La disposición de los cuerpos parece sostenerse en algún tipo de convenio o pacto tácito, aun cuando los medios de locomoción no sean idénticos (Goffman, 1979).

Aunque existen pocos casos, hay quienes eligen la velocidad para el desplazamiento en la calle. Las dificultades de adoptar este tipo de movimiento estriba en que es casi imposible predecir las evoluciones posicionales de los patinadores, ciclistas, runners y caminantes. La única forma de evitar colisiones consiste en mantener el patrón de avance, sin insertar grandes variaciones de velocidad. Como si dentro de la calle hubieran dibujado andariveles, los vectores de la trayectoria trazan paralelas con los cordones de las veredas. Este tipo de fórmulas de convivencia imponen cierta homogeneidad en el flujo, hacen de este espacio un lugar prácticamente libre de colisiones.

Como lo ha indicado la sociología del interaccionismo (Goffman, 1981), la vestimenta es un código de información social. La mayor parte de quienes atraviesan la vía recreativa escogen la ropa funcional, en general de tipo deportivo y de las marcas destacadas en el ramo. Esa hegemonía de lo funcional no provoca la desaparición de las elecciones y los montajes estéticos. La ropa deportiva se caracteriza por sus colores opacos o estridentes o la combinación de ambos. Mayoritariamente quienes se sumergen en este régimen vestimentario informan sobre su relación sostenida y regular con las actividades físicas. Hasta cierto punto, estos atavíos pretenden convertirse en una objetivación de un habitus relacionado con el entrenamiento, aunque esas fórmulas de producción de los cuerpos-movimiento no sean las más adecuadas para la Calle Recreativa. En este espacio de relajación y movimiento leve, no obstante, resulta conveniente evocar las articulaciones de los paseantes con el entrenamiento. Con puntos de observación parciales, exponencialmente desmultiplicados, estos rituales de ocupación del espacio público promueven una visibilidad casi total. Los cuerpos en movimiento y vestidos constituyen una forma básica y rápida de manifestarse y percibirse mutuamente. Fugaces y evanescentes, los contactos visuales constituyen la forma más poderosa de comunicación e interacción de los cuerpos en este ambiente eventual. Este tipo de interacción puede ramificarse hacia lo verbal si alguna identificación común, como la práctica de un determinado deporte, el uso de un medio de locomoción o la coincidencia a través del comportamiento o el tipo de mascotas, lo sugiere. Los rituales de exhibición y percepción forman parte de una coordenada donde el cuerpo y el atuendo se convierten en un capital simbólico que establece una serie de distinciones-posiciones entre los concurrentes. Se trata de operadores de distinción que revelan posiciones sociales, económicas y deportivas.

Los agentes que usan la Calle Recreativa abarcan un espectro muy amplio y variado. Desde el punto de vista etario, las presencias se despliegan desde la primera infancia hasta los adultos mayores. Esta diversidad es cancelada por la valoración que destaca “la naturaleza familiar del paseo”, dejando el costado con mayor compromiso corporal para los adolescentes y adultos jóvenes. Todos recorren el espacio según sus necesidades y posibilidades. Pese a que los adultos jóvenes son mayoría, la variedad etaria es notable. Puede observarse que los cuerpos de quienes se ubican en los extremos del espectro etario tienden a colocarse sobre las veredas y su presencia es menos frecuente en la cinta asfáltica. La mayoría argumenta que prefieren esta posición por precaución ante posibles colisiones con los distintos rodados, cuya velocidad y ubicación tras sus espaldas le despiertan desconfianza.

Menos marcada y amplia es la diversidad de posiciones sociales. La presencia de las capas medias es casi unánime. A medida que nos acercamos a la zona centro-norte del recorrido, los signos de información del estatus social tienden a mostrar cierta elevación de conformidad con la sofisticación creciente del paisaje urbano. Esa hegemonía apenas es interrumpida por la presencia insignificante y la mayor parte del tiempo discreta de los sectores populares. Pero el solo hecho del paso de esos pequeños grupos disonantes con la homogeneidad de clase establece un alerta perceptivo. Esa discontinuidad en el flujo y su percepción es performada a través de la mirada de los usuarios dominantes del espacio social de la Calle Recrativa: varones, adultos jóvenes, blancos y de clase media. Esas miradas buscan recolocar a los sectores populares en un margen dentro del flujo. Los agentes subalternos concurren a esos espacios sin vestimentas funcionales. Sus comportamientos y corporalidades se exhiben más aleatorios que los del resto de los paseantes. Cuando frecuentan la Calle en grupo son un elemento sencillamente diferenciable, discernible y discriminable para el resto de la concurrencia. Una especie de incrustación, una alteridad y una alteración del continuum socio-simbólico de cuerpos-vestimentas-movimientos. La Calle Recreativa reproduce ciertas jerarquías sociales y urbanas que se expresan en el propio recorrido y en los usuarios del circuito, aunque también existe una apropiación fenoménica de un estatus mayor –a través de la vestimenta y los gestos– por parte de la franja inferior de las capas medias.

Por un lado, la Calle sostiene la posibilidad de efectuar recorridos turísticos y saludables orientados a una población con cierta posición social y afición por las actividades físicas. En el plano organizativo global, estas propuestas de calles o vías recreativas tienen por objetivo la restitución de los lazos, las interacciones y la cohesión social. En el espacio de las prácticas, la calle recreativa ha ensayado ampliar sus límites hacia el sur de la ciudad. Sin embargo, sus efectos sobre las poblaciones de la periferia y su integración con los usuarios que prefieren el área centro-norte aún es de baja intensidad. Posiblemente, la fragmentación urbana y la segmentación social entre estas zonas y poblaciones sean, en parte, frutos de la planificación del recorrido que excluye a una porción significativa de la zona sur y a todo el oeste de la ciudad. En esos espacios, residen las clases populares de Rosario. Allí se encuentran activas las infraestructuras ferroviarias, en cuyos terrenos históricamente se han instalado los asentamientos populares (Pascual, 2015). Ese paisaje urbano contrasta con el extremo norte de la vía recreativa, allí las infraestructuras ferro-portuarias en desuso y abandono han sido recuperadas para la construcción de un interface de espacios públicos y emprendimientos inmobiliarios de alta gama, que en conjunto conforman los dispositivos de expansión de la nueva urbanización post-ferroportuaria. En esa zona, se asienta una población de notable poder adquisitivo y estatus social, formada por profesionales y empresarios. Allí coinciden las partes más altas del espacio urbano y del espacio social. Puerto Norte es un emplazamiento tan solo conectado con la trama urbana por grandes avenidas, en las que la circulación automotriz se impone, pero cuya morfología, disposición y tamaño contrastan con el resto de las edificaciones. Rodeadas de espacios públicos, emergen comunidades cerradas sobre sí mismas y con poderosos rasgos heterotópicos. Taludes y rejas limitan los accesos a las torres de departamentos.

Desde el punto de vista del género, el análisis de los cuerpos en movimiento permite observar la irrupción de los caracteres sexuados, las prácticas generizadas y los modos de producción de actos performáticos. Lo que Mauss llamó técnicas del cuerpo puede ser pensado aquí como actividades performáticas y formas de agrupación socio-simbólicas (Butler, 2007). En primer lugar, la familia heteropatriarcal domina la escena. Muchos eligen la Calle Recreativa como un espacio para llevar a pasear a los niños y restituir los lazos familiares. La configuración grupal familiar está constituida por dos adultos (en la dupla tradicional varón-mujer) y uno o más niños y niñas. Los signos de información social son inequívocos: el vestuario, los colores, las formas de caminar, las posturas, la relación con los hijos e hijas están definidos dentro del campo establecido por lo heteronormado. Muy pocas mujeres, por ejemplo, utilizan pantalones deportivos flojos y relativamente largos, como es el caso de los empleados para la práctica del fútbol o el básquet. Estas vestimentas quedan reservadas para el componente masculino de la calle. Mientras, la porción femenina prefiere ropas más ceñidas al cuerpo, calzas o shorts más cortos, atuendos propicios que reiteran la indumentaria funcional de los gimnasios. También, son las mujeres las mayores usuarias de rollers y patines dentro del circuito. Quizá por la relación del patinaje con la danza, está práctica posee un arraigo histórica y patriarcalmente asociado a las identidades sexo-genéricas femeninas. La distribución genérica de los usuarios de bicicletas es más equitativa. Puede discernirse que las mujeres utilizan bicicletas de paseo y entre los varones son algo más frecuentes las de competición o funcionales, aunque esto es solo una tendencia y no una condición excluyente. Mientras que muchos varones transitan solos o en grupos familiares, el agrupamiento femenino por excelencia son las parejas. En ese andar, la interacción sólo se produce con la acompañante, mientras que se mantienen interacciones a distancia y sin mediación lingüística con el resto.

A medida que el recorrido se aproxima al norte, el paisaje urbano cambia y la composición social acentúa su homogeneidad. También en esa zona los grupos femeninos crecen en volumen y la cantidad total de mujeres se incrementa. Incluso se las observa en actitudes más relajadas que en el resto de los tramos: si bien el área carece de todo personal de seguridad, se las observa interactuar tranquilamente. En esta zona las interacciones entre extraños son más frecuentes, posiblemente debido a la intensificación de la homogeneidad social fenoménica. Por otra parte, todavía es complejo detectar a las otras y variadas identidades de género tan sólo mediante la mirada. No se observaron vestimentas o actitudes destinadas a marcar identidades otras con respecto a las distribuidas heteronormativamente. En términos fenomenológicos, no se apreciaron las manifestaciones usualmente asociadas con el universo de lo LGTBI+. En términos de identidad de clase y género, la calle recreativa es un espacio dominado por los comportamientos, los gestos actitudinales y las apariencias de una clase media heteronormada.

Espacios públicos e imagen urbana

La calle recreativa de Rosario se propone como el ejemplo perfecto de lo que Manuel Delgado (2011) establece como el ideal de producción de espacio público de la planificación. Para Delgado (2007), los espacios públicos son los lugares para la construcción de una imagen de la ciudad que se monta sobre los sectores urbanos más renovados y menos problemáticos. Sobre esas infraestructuras, prácticas y agentes socioculturales se instala la premisa de la emergencia de un nuevo espacio público comunitario y sin fisuras, capaz de expresar una totalidad social coherente y cohesionada. Si recorremos el circuito, tomamos fotografías y luego las observamos, difícilmente podamos constatar elementos que escapan a esas reglas de convivencia que son definidas a partir de una ampliación de los haibito(u)s de la clase media, cuyo grupo de pertenencia principal es la familia blanca y heteropatriarcal.

Los cuerpos en ese espacio siguen vectores de direccionamiento Sur-Norte (predominante) y Norte-Sur (minoritario). Existen distintos espacios dentro del circuito que pueden ser utilizados con fines diversos. De Sur a Norte la primera estación sobre la calle San Martín está compuesta por una pequeña red callejera que hace las veces de cancha de tenis. El recurso es relativamente nuevo. Entre los habitués de ese tramo del paseo ha despertado más curiosidad que deseos de tomar clases de tenis. Esas atracciones son sobre todo barriales. Es realmente improbable que los frecuentadores del extremo norte del circuito tengan intenciones de dirigirse hasta el sur para participar de este tipo de actividades. Lo inverso suele ser más probable.

Como lo anticipamos, la mayor parte del circuito de la Calle Recreativa posee una fuerte orientación sur-norte, demostrada en la primera fracción del recorrido. Las Av. San Martín y 27 de Febrero no tienen interrumpida la traza vehicular para automotores y motocicletas que corre con dirección norte-sur. A modo de síntoma, esta orientación revela el punto de llegada. El norte magnético de la brújula que ordena los flujos del circuito está configurado alrededor de las nuevas urbanizaciones y el espacio público de la costa. Allí, las instalaciones del viejo puerto y las antiguas empresas cerealeras fueron sustituidas por los soberbios emprendimientos inmobiliarios y una rambla consecutiva de espacios públicos. De un lado, la renovación de Puerto Norte funciona como una gran y seductora escenografía urbana y, del otro, el río Paraná opera como una imponente y atractiva escenografía natural. Paisaje urbano y natural generan dos postales retóricamente grandilocuentes en los tramos septentrionales de la Calle Recreativa.

Observado desde una perspectiva cenital, el flujo de cuerpos que transita la Calle parece estar entubado. Es muy difícil recorrer el circuito mediante atajos y su estructura cuenta con muy pocas lateralidades. Hasta cierto punto podría pensárselo como una calle de dirección única. La mayor parte de las desviaciones del circuito central se producen en el Parque de la Independencia, donde algunas de las vías interiores son utilizadas como parte de la Calle. Sin embargo, como no se trata de zonas afectadas por el recorrido de los cuerpos, quedan un poco ocultas y desafectadas de los usos principales.

El primer tramo del trayecto se desenvuelve sobre la Av. San Martin desde Bv. Seguí hasta la Av. 27 de Febrero y la intersección de San Martín y 27 de Febrero hasta la de esta última con Bv. Oroño. Es una zona residencial y comercial, próxima a la Plaza Lucio Fontana que es tocada por el recorrido en una modalidad subsidiaria, una circunstancia replicada con la Estación de Ferrocarril Central Córdoba. Esta parte sur del trayecto dista de ser la más popular. La presencia de cuerpos y movilidades no es masiva ni variada. La animación más contundente y sostenida principia en la intersección de 27 de Febrero y Bulevar Oroño, donde el flujo es amenizado por el escenario del primer espacio verde de gran porte de la ciudad. Allí emergen los espacios públicos, el antiguo predio de la Sociedad Rural, el Hipódromo y el Museo de la Ciudad. Este tramo culmina junto con el Parque Independencia en la intersección con la Av. Pellegrini. En este segmento, es posible observar las primeras estaciones destinadas a diferentes actividades físicas, lúdicas y recreativas. La más meridional es una Biciescuela destinada al sector infantil. Un grupo de profesoras y profesoras de educación física introducen a niños y niñas en las habilidades básicas para ganar equilibrio y seguridad en el desplazamiento sobre los rodados. También, existe un espacio deportivo, no demasiado frecuentado, a cargo de profesores de educación física que componen un mini vóley y un fútbol tenis. Sin dudas, el punto más atractivo y con mayor número de participantes a partir de las 10 de la mañana es la Escuela de Ritmos y, en especial, las clases de zumba. La concurrencia es casi en su totalidad femenina. Son contados los varones que se suman a la danza guiada. En ese mismo sector, hay un pequeño puesto de venta de jugos saludables montado por Economía Solidaria y un taller de reparación de bicicletas. La zona de Oroño entre Pellegrini y el Parque Norte, no ofrece mayores atractivos verdes. Tan solo el bulevar aparece como un lugar a transitar y a los costados se levantan las suntuosas construcciones de las élites de comienzos del siglo pasado. Pese a sus pocas atracciones, esta área posee una gran animación y genera mucho interés.

Al comienzo de la Av. Belgrano, en las inmediaciones del Monumento a la Bandera hay un recorrido organizado por la Federación Argentina de Deportes para Ciegos, donde personas no videntes o con la visión disminuida pueden experimentar un paseo en bicicletas bajo el formato del tándem. También, se propone una relación empática con los no videntes. Se invita a los paseantes a vendarse los ojos y así compartir la experiencia de la movilidad. El resto de esta zona está amojonado por lo que se denomina como gimnasios a cielo abierto. Son de formato y materiales diferentes, dependiendo la parte del recorrido en que se localizan. Ubicado en la zona del Lago y el estadio de Newell’s Old Boys en el Parque Independencia, hay un gimnasio formado por maderas muy durables y trozos tubulares de metal macizo. La materialidad del emplazamiento es monocromática y está dispuesta previendo posibles daños en las instalaciones. Lo que se gana en resistencia de los aparatos se pierde en su ductilidad, funcionamiento y atracción. En cambio, las estaciones gimnasticas dispuestas en la zona próxima al Paraná poseen un formato diferente, organizado a partir de materiales menos pesados y más coloridos. Unos transmiten una imagen más cercana a las prácticas del crossfit y los otros parecen salidos de un parque de juegos. Los últimos permiten la combinación de ejercicios anaeróbicos y calistenia con esfuerzos más leves y menos rigurosos. Debido a sus atractivos colores, no sólo son empleados por adultos para ejercitarse, sino que niños y niñas hacen uso de las instalaciones con fines lúdicos. Si las clases de zumba son mayormente femeninas, los gimnasios a cielo abierto concitan la atracción del género masculino, más interesado en la resistencia, la fuerza y la musculación y no tanto en los ritmos y la danza.

Cerca de los últimos tramos de la playa de maniobras del Ferrocarril y en las inmediaciones del Parque Sunchales, se emplaza una Estación del Bienestar. Allí se realiza una promoción de la salud y de la prevención de las enfermedades cardiovasculares a través de la actividad física y el movimiento. Estudiantes avanzados y graduados recientes de las universidades privadas de la ciudad con carreras de medicina y kinesiología prestan tareas de toma de presión arterial, control del ritmo cardíaco y practican ejercicios de elongación con quienes se acercan a participar. Este tipo de terapias se aplican en la estación de kineflaxia, donde la Universidad Abierta Latinoamericana brinda servicios gratuitos de sus futuros profesionales.

El recorrido muestra la amalgama de una diversidad de actividades, practicantes y promotores. Por un aparte, las actividades aeróbicas, vinculadas a la movilidad que aúnan a casi todos los que acceden a la Calle y algunas prácticas específicas como los ritmos preferidos por las mujeres. Además, vale la pena subrayar la experiencia de “Un paseo a ciegas” para la integración de los no videntes. Por otra, las relacionadas con prácticas físicas anaeróbicas que pueden desarrollarse sobre todo en los gimnasios a cielo abierto, una actividad especialmente masculina. También, una gama de actividades lúdicas son ofertadas al público infantil. Y finalmente, actividades de relajación y elongación. Ocasionalmente, estas últimas son completadas por clases de yoga. Los participantes están diversificados: mujeres, varones, niños, adultos, jóvenes, mayores y personas con capacidades visuales disminuidas. Todos forman parte de las diferentes instancias de práctica y participación diseminadas a lo largo de los segmentos del recorrido que operan como transformadoras del ritmo, que pasa desde una iteración rectilínea, a motricidades más anaeróbicas (los gimnasios a cielo abierto), aeróbico-lúdicas (la zumba) de relajación-elongación (kinelfaxia y yoga), prácticas vehiculares (la reparación de bicicletas), etc.

La Calle Recreativa intenta no solo recrear los cuerpos, sino también los lazos sociales. Se presenta como un espacio comunitario y de integración participativa. Donde aparentemente por cuatro horas en las mañanas de domingo las distinciones sociales se vuelven confusas, permeables, porosas y fluidas. Este hecho, como hemos observado en el apartado anterior, es más un desiderátum de los organizadores de este circuito que una constatación que pueda hacerse de su funcionamiento.

 
 
 
 

Conclusiones

Al rememorar su infancia berlinesa y el parque de Tietgarten, Walter Benjamin (1982) afirmó: “[i]mporta poco saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en un bosque, requiere aprendizaje.” Estas operaciones son realmente complejas en el itinerario que proponen circuitos como la Calle Recreativa de Rosario. Allí perderse no sólo requeriría una práctica de evasión y aprendizaje, sino que en el interior del circuito tales tentativas resultarían casi infructuosas. Desde la señalización que establece el rumbo de los peatones, ciclistas, patinadores, etc. con el mismo sentido en que circulan habitualmente los automóviles, hasta la masa de personas que asume esos mandatos en sus desplazamientos, la Calle Recreativa genera un universo cerrado sobre sí mismo, un flujo entubado, en el que perderse resulta imposible. Pese a estas limitaciones para ejercitar las artes del extravío-extrañamiento benjaminiano, para construir los enunciados peatonales decertonianos o las derivas debordianas, la Calle Recreativa se configura en un universo a través del que es posible conocer y comprender un fragmento de la ciudad, las corporalidades y las movilidades que allí se promueven y activan.

Paradójicamente, la negación de la circulación lecorbusieriana que propone la Calle trastoca a los agentes, las modalidades y las velocidades de la circulación, pero al emplazarse sobre la misma infraestructura y mantener sus puntos clave activos, su funcionamiento queda aprisionado por la lógica circulatoria del sistema de calles urbanas. Se cambian los actores, los vehículos, los ritmos y las velocidades, pero no se modifica el escenario y gran parte de la lógica permanece inalterada. No obstante, las transformaciones son lo bastante significativas como para brindar una instantánea matinal y dominguera de un fragmento móvil de la ciudad. Sobre esa parte se compone una imagen que la ciudad desea mostrar, una exhibición de distintas postales de las fases de un proceso de modernización de las infraestructuras y paisajes que continúa abierto.

Desde la perspectiva del espacio urbano, el recorrido de la Calle Recreativa reúne varios sitios importantes para el pasado y el presente de la ciudad. El primero, siguiendo el hilo histórico, el Bulevar Oroño que enlaza al Parque Independencia (1902), el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino (1937) y las mansiones y petits-hotels de la élite rosarina de fines del siglo XIX y comienzos del XX. El segundo, la zona de la costa central y norte del Paraná. Un recorrido que se inicia en el Monumento a la Bandera (1957), continúa por los Silos Davis (1930) donde se emplaza el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO) (2004), se prolonga hasta la escultura El Barquito de Papel (2012) y Forum Puerto Norte (2015). Estas áreas presentan tres momentos históricos. Primero, la ciudad ferro-portuaria que generó entre sus grupos sociales más altos el tipo de urbanización residencial que puede observarse sobre Bv. Oroño y estableció al Parque Independencia como su paseo y jardín. Segundo, la ciudad del desarrollo hacia adentro, simbolizada por el Monumento a la Bandera y el Parque Urquiza. Tercero, una ciudad post-ferroportuaria y de servicios organizada alrededor de los espacios públicos de la ribera y con las formaciones residenciales de torres y condominios de vivienda de alta gama. Las dos terminales espaciales e históricas de la ciudad cuentan con su museo de arte específico. Uno de Bellas Artes relacionado con la pintura de caballete y la escultura clásica de tipo burgueses. El otro de Artes Contemporáneas, donde predominan las instalaciones, un estallido de las artes plásticas y su fusión con el diseño. Ambos espacios establecen el comienzo y el final del recorrido de la Calle Recreativa a través del Bv. Oroño. En un desvío de ese trayecto, se ubica el Monumento a la Bandera, producto del fervor nacionalista de mediados de los años 1930s. y luego amalgamado con el peronismo. Como al Museo Castagnino se le contrapone el MACRO, en un sistema espacial de signos y orientaciones, los volúmenes densos del Monumento a la Bandera son contrarrestados por la sencillez minimalista y sin atributos de la escultura “Barquito de Papel”. Un diseño desarrollado por dos arquitectos rosarinos, Gustavo Augsburger y Daniel Kosik, que simboliza la relación del río y la costa de la ciudad con un pasado portuario y cerealero y un presente de transformación urbanística. Pero que perfectamente podría transferirse simbólicamente y relocalizarse materialmente en cualquier ciudad portuaria del mundo.

La Calle Recreativa busca ser un lugar de encuentro y resocialización comunitaria absolutamente inclusivo. Se propone como un espacio público eventual, casi una heterotopía a la Foucault (1967). En ese espacio otro o diferente, encuentra expresión una parte del espacio social, una parte del espacio urbano, una parte del paisaje natural y una parte de las corporalidades de la ciudad. La calle recreativa configura una afirmación de la clase media blanca, la familia heteronormativa, las vías que conectan los espacios verdes y públicos anexos a las viviendas de las élites de comienzos de los siglos XX y XXI, del paisaje ribereño natural, o mejor post-ferroportuario, surgido del desmontaje y reconversión de muelles, galpones, elevadores de granos, etc., en espacios públicos polifuncionales y de las corporalidades que eligen un estilo de vida que define al movimiento como uno de los pilares de la salud y el equilibrio energético. Mientras en sus márgenes queda la ciudad menos renovada, las plazas barriales, los arroyos del sur y el norte de la jurisdicción, las calles con viviendas menos lujosas, los cuerpos no heteronormados y las formas de concebir el descanso por fuera de un medio que fomenta el perpetuum mobile gubernamentalmente organizado.

 
 

Bibliografía

Benjamin, Walter (1982). Infancia en Berlín hacia 1900. Madrid: Alfaguara.

Bulter, Judith (2007). El género en disputa. Buenos Aires: Paidos

Citro, Silvia (2010). “La antropología del cuerpo y los cuerpos-en-el-mundo. Indicios para una genealogía (in)disciplinar”, en Citro, Silvia (cooord.) Cuerpo plurales. Antropología de y desde los cuerpos. Buenos Aires: Biblos, pp. 17-58.

Csordas, Thomas (1994) “Introduction: the body as representation and being-in-the-world”, en Csordas, Thomas (ed.) Embodiment and Experience. The existential ground of culture and self, Cambridge: Cambridge University Press.

De Certeau, Michel (2000) [1980]. La invención de lo cotidiano. 1 artes del hacer, México: Universidad Iberoamericana.

Deleuze, Gilles (1988). Spinoza: practical philosophy. San Francisco: City Lights Books.

Deleuze, Gilles y Guattari, Felix (1988). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia: Pretextos.

Delgado, Manuel (2007). Sociedades Movedizas. Pasos hacia una antropología de la calle.Barcelona: Anagrama.

Delgado, Manuel (2011). El espacio público como ideología Madrid: Libros de la Catarata.

Douglas, Mary (1988) [1970]. Símbolos naturales. Exploraciones en cosmología, Madrid: Alianza.

Elias, Norbert (1994) [1939]. El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogeneticas, México: Fondo de Cultura Económica.

Foucault, Michel (2006). Seguridad, territorio, población, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Foucault, Michel (2009) [1975]. Vigilar y castigar, Madrid: Siglo XXI.

Foucault, Michel (2010) [1967]. “Espacios diferentes (heterotopías)”, en El cuerpo Utópico. Las heterotopias. Buenos Aires: Nueva Visión. 63-81.

Goffman, Erving (1979). Relaciones en público. Microestudios del orden público. Buenos Aires: Amorrortu.

Goffmann, Erving (1981). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires Amorrotu.

Harley, Brian (2005). La Nueva Naturaleza de los Mapas, México: Fondo de Cultura Económica.

Harvey, David (1998) [1989]. La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Buenos Aires: Amorrortu.

Jajamovich, Guillermo (2013). “Miradas sobre intercambios internacionales y circulación internacional de ideas y modelos urbanos”, Andamios. Revista de Investigación Social Año 10, Nº 22, pp. 91-111.

Le Breton, David (2002) [1990]. Antropología del cuerpo y modernidad, Buenos Aires: Nueva Visión.

Le Breton, David (2011) [1992]. La sociología del cuerpo, Buenos Aires: Nueva visión.

Lefebvre, Henri (2004) [1992] Ritmo-análisis. Espacio, tiempo y vida cotidiana, Londres-Nueva York: Continuum.

Lefebvre, Henri (2014) [1974]. La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing Libros.

Mauss, Marcel (1979) [1934]. “Técnicas y movimientos corporales”, en Sociología y antropología, Madrid: Tecnos, pp. 337-256.

Merleau-Ponty, Maurice (1993) [1945]. Fenomenología de la percepción, Barcelona: Planeta Agostini.

Municipalidad de Rosario, Ordenanza 9457, 16 noviembre 2015.

Pascual, Cecilia (2015). Imágenes de la ciudad y las periferias. Configuración de lógicas y relaciones de segregación y estigmatización. Rosario 1886/7-1940. Rosario: Tesis Doctoral en Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario.

Roldán, Diego (2010). “Discursos alrededor del cuerpo, la máquina, la energía y la fatiga: hibridaciones culturales en la Argentina fin-de-siècle”, en História, Ciências, Saúde – Manguinhos, Rio de Janeiro, Año 17, Nº3, pp. 643-661.

Rose, Gillian (1993). Feminism & Geography: The Limits of Geographical Knowledge, Minneapolis: University of Minnesota Press.

Soja, Edward (1989). Posmodern Geographies. The reassertion of space in critical social theory, Londres: Verso.

Turner Bryan (1989). El cuerpo y la sociedad. Exploraciones en teoría social, México DF: Fondo de Cultura Económica.

Turner, Victor (1988) [1969]. El proceso ritual. Estructura y antiestructura, Madrid: Taurus.

Urry, John (2007). Mobilities. Cambridge: Polity.

1.

Doctor en Humanidades y Artes. Investigador Adjunto del CONICET, Argentina. Profesor de la cátedra de Espacio y Sociedad en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Director del Centro de Estudios Culturales Urbanos (CECUR) de la UNR. diegrol@hotmail.com

2.

Centro de Estudios Culturales Urbanos (CECUR) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

3.

Según los registros oficiales existe un total de 400 automóviles y unas 200 motocicletas para una población total de 1 millón de habitantes.

4.

Inaugurado en 1868, bajo la designación de Bulveard Santafesino, el trayecto de bulevar Oroño cuenta con más de un siglo de tradición. Se trataba del espacio de exhibición y paseo de las elites de la ciudad que vinculaba sus imponentes mansiones y petits hotels de estilos europeizantes con los jardines del Parque de la Independencia. Sus usos fueron variando a lo largo del siglo XX, conforme se democratizaron las apropiaciones de los espacios urbanos (Roldán 2012).