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ISSN 1851-2577

#21 | Deporte(s), sociabilidad(es) y política(s). Intersecciones para el análisis del mundo contemporáneo

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Deporte, masculinidades y legitimidad

Ensayo hacia una Sociología del riesgo

Por Juan Bautista Branz11. Consejo Nacion (…)

Resumen

En las siguientes líneas, entraremos en contradicción analizando dos casos de deportistas de alto rendimiento, jugadores de rugby, concibiendo al deporte como uno de los espacios modernos de socialización y sociabilidad, en Argentina. El deporte ha soportado los embates de desregulación hacia las denominadas instituciones de la modernidad. O, por lo menos, ha sostenido su estatuto de forjador de identidades sólidas, correlativas a un proyecto de Nación imaginado por los sectores dominantes a fines del siglo XIX y principios del XX. La contradicción radica en pensar cómo se producen esos procesos de individuación contemporáneos en un espacio que estaría revestido por la institucionalidad vinculada a un proyecto de progreso, razón y civilidad. Por supuesto que el rugby, en Argentina, sostiene esas ideas de Nación, pero en este artículo haremos un paréntesis y prestaremos atención a las fugas: las trayectorias modeladas por dentro del campo, pero resistentes a las lógicas que implican permanecer en el campo, a partir de la noción de riesgo. Riesgo no como una referencia negativa, sino como la condición que habilita a desarticular los peligros contingentes mediante una racionalidad aplicada a superar esas eventualidades. Pensar en situaciones de riesgo es, para este trabajo, comprender cómo se encaran prácticas atravesadas por un ideario moderno de sociedad. Allí vamos.

Palabras clave

Deporte, riesgo, individuación.

Abstract. “Sport, masculinities and legitimacy. Essay towards a Sociology of risk”

In the following lines, we will enter into contradiction analyzing two cases of high performance athletes, rugby players, conceiving sport as one of the modern spaces of socialization and sociability, in Argentina. The sport has endured the attacks of deregulation towards the called institutions of modernity. Or, at least, it has maintained its status as a forger of solid identities, correlative to a Nation project imagined by the dominant sectors at the end of the 19th century and the beginning of the 20th. The contradiction lies in thinking about how these processes of contemporary individuation are produced in a space that would be covered by the institutionality linked to a project of progress, reason and civility. Of course, rugby, in Argentina, supports those ideas of Nation, but in this article, we will make a parenthesis and pay attention to the leaks: the trajectories modeled by the inside of the field, but resistant to the logics that implie staying in the field, from the notion of risk.

Keywords

Sport, risk, individuation.

 

Pensar y conceptualizar a nuestras sociedades, desde la noción de riesgo, implica distanciarse de las propias ideas que nos suelen atravesar en la vida cotidiana. Además, nos obliga a preguntarnos en qué marcos interpretativos se da la relación entre riesgo, dolor y sufrimiento social.

Entendemos que en Argentina desde 197522. Podríamos reco (…) hasta la actualidad (con las variaciones correspondientes), la composición de la estructura socioeconómica se modificó de manera exponencial (para ampliar sobre este problema, ver Lopéz, 2015). La desarticulación entre el Estado como agente regulador de las prácticas sociales, culturales y económicas, y las instituciones del denominado Estado ampliado, determinaron la configuración de una subjetividad retirada de los grandes proyectos de la Modernidad. La prescindencia de la fuerza de trabajo humana, a cambio de la tecnologización en la producción de bienes y servicios, rompe con la lógica identitaria del sujeto vinculado al Trabajo como eje articulador de su cotidianeidad. Los procesos colectivos, amalgamados en las ¿viejas? Instituciones emergentes en el proyecto de la Modernidad se desvanecen. La densidad de la política como espacio de encuentro y transformación más tradicional, la práctica sindical al servicio de la lucha y la organización colectiva, la familia como institución primera de socialización y emblema de valores comunitarios, entre otras, pierden peso. O, mejor dicho, se convierten en espacios secundarios donde forjar identidades, para dar paso a la suerte del mercado que ordenará las formas culturales, propiciando, sobre todo, las trayectorias y los procesos de individuación (Merklen, 2013).

La era post, analizada dentro de los procesos de desindustrialización (sobre todo en América Latina) y la regulación distante en el papel que asumen los Estados, es incluida dentro de una “nueva” sociología (en relación al pensamiento sociológico clásico) y se direcciona hacia el análisis de un nuevo tipo de subjetividades, de un nuevo individualismo:

Las políticas del individuo se centran hoy en la producción del sujeto individual e intentan comprometer a toda persona a que se asuma como un sujeto al mismo tiempo ‘activo’ y ‘responsable’ […] Hoy, en cambio, se pone en marcha una serie de dispositivos destinados a actuar sobre las subjetividades individuales con el fin de producirlas como tales. Este es, pues, un nuevo tipo de políticas públicas que actúa en el marco de lo que la sociología contemporánea ha caracterizado como un “nuevo individualismo”. (Merklen, 2013: 46)

Entraremos en contradicción analizando dos casos de deportistas de alto rendimiento, jugadores de rugby, concibiendo al deporte como uno de los espacios modernos de socialización y sociabilidad en Argentina. El deporte ha soportado los embates de desregulación hacia las denominadas instituciones de la modernidad. O, por lo menos, ha sostenido su estatuto de forjador de identidades sólidas, correlativas a un proyecto de Nación imaginado por los sectores dominantes a fines del siglo XIX y principios de siglo XX (para ampliar, ver Adamovsky, 2012 y Branz, 2015). La contradicción radica en pensar cómo se producen esos procesos de individuación contemporáneos en un espacio que estaría revestido por la institucionalidad vinculada a un proyecto de progreso, razón y civilidad. Por supuesto que el rugby, en Argentina, sostiene esas ideas de Nación, pero en este artículo, haremos un paréntesis y prestaremos atención a las fugas: las trayectorias modeladas por dentro del campo, pero resistentes a las lógicas que implican permanecer en el campo. Dos casos, a modo representativo, de someterse al riesgo para vivir un mundo vivible. Por un lado, el riesgo a persistir en una porción del mundo social administrado por sectores acomodados en la estructura económica y simbólica de nuestras sociedades. Y por el otro, el riesgo de mostrar ciertas características y atributos que no responden a la denominada masculinidad dominante33. Para pensar so (…) . Este riesgo lo enmarco dentro de la esfera emocional y sentimental

Riesgo, dolor y cuerpo

La relación entre dolor y deporte es inherente. La práctica deportiva es inescindible de la puesta en acto del cuerpo y, también, de las narrativas sobre el cuerpo y el dolor. Si consideramos que el cuerpo resume, en mayor o menor medida, las relaciones históricas (culturales, sociales, económicas, políticas) y los discursos dominantes (genéricos, estéticos, éticos) que atraviesan a los sujetos, pues a través del cuerpo podremos debatir sobre diferentes problemas que desde hace tiempo nos preocupan: las masculinidades dominantes, la desigualdad y el sufrimiento social.

Pensar el cuerpo relacionado a los significados sobre el dolor que como sociedades compartimos, negociamos, producimos y reproducimos, es un desafío epistemológico. Sobre todo, si focalizamos sobre la construcción de identidades estrechamente vinculadas al dolor como instancia distintiva. Y más aún, si comprendemos la relación sacrificio-dolor-placer, daremos cuenta que nuestras posiciones y distanciamientos radican en distinciones morales, al significar el cuerpo y el dolor, según la dimensión analítica de Clase social. Todo esto, implica esforzarnos, profundizar y comprender, desde las Ciencias Sociales, el mundo de las emociones partiendo desde cuerpo.

Entenderemos también -y provisioriamente- con Herzfeld (1980) a la moral y los valores como elementos de un lenguaje simbólico. Los actores saben cuáles son las exigencias del campo, las formas de actuar, y muestran públicamente un comportamiento acorde de la evaluación esperada. Comprender la percepción sobre las posiciones de clase, también implica entender los valores morales que la determinan en un mismo campo (más allá de los intersticios de creatividad que en algún espacio del campo se puedan visibilizar). Pero al mismo tiempo, es necesario pensar en la dimensión de lo social. Lo que para Durkheim (1971) serían representaciones colectivas, producciones sociales donde se cristaliza esa realidad y se le otorga carácter de objetividad, podemos dar cuenta del elemento simbólico que advierte Durkheim al creer que esa objetividad está dada por estado natural. Descurtiremos la idea de Durkheim, en tanto pensar si esos hechos sociales son independientes y se producen por fuera de las personas; si están dados de ante mano. Moscovici (1989), sustituye lo “colectivo” por lo “social”, teniendo en cuenta la dimensión emocional de las prácticas, el origen tanto de los individuos como de los grupos donde se insertan, pero además incorpora la dialéctica entre lo individual y lo grupal, para reconocer que las representaciones son, al mismo tiempo, generadas y adquiridas, y no tienen una dimensión estática y originaria. De allí que, para pensar las representaciones, nos centraremos en las interacciones, en el proceso de intercambio que le da, por correspondencia, la característica de “social”.

Le Breton (1999) se esfuerza por ampliar las explicaciones que, desde la anatomía y la fisiología se producen, agregando al análisis la red de relaciones en la cual los sujetos están inmersos, y en la manera que se apropian de la cultura (y a su vez la determinan), dándole diversos significados al dolor. Expone la idea de que la construcción de sufrimiento, asociada al cuerpo y manifestada como dolor, es resultante de la imbricación social, cultural y es producto de una educación, de una historia, con su dimensión moral. Además, focaliza sobre la cuestión del riesgo (2009) que diferentes prácticas deportivas exponen, en relación a la posibilidad de generar sufrimiento y dolor. Esto pensado, en correlación con los desafíos planteados por los deportistas a la hora de exponer su cuerpo a las disciplinas consideradas de riesgo; y a sus destrezas, capacidades, puestas en juego para reforzar la voluntad y neutralizar el sufrimiento. Sin embargo, también se pregunta por los límites de la acción (2011), enmarcando dicho interrogante en una Antropología de los límites: del Estado y sus leyes, del mercado, de lo “real” y de la muerte como el último de los límites. Esto es interesante para nuestro marco interpretativo, ya que intentaremos comprender (del análisis micro al macro) qué valor le otorgamos como sociedades, que comparten y negocian sentidos, al concepto de dolor y riesgo como modo de explicar nuestra presencia en el mundo. Le Breton sostiene la idea de que nuestras sociedades se exigen para estar adiestradas y alertas para prevenir algún tipo de daño ocasionado por acontecimientos externos. Pero a su vez, afirma que el riesgo es inherentemente humano; que el riesgo y la autoestima están ligados estrechamente. Que convivimos entre los dualismos y oscilaciones entre la vulnerabilidad y la seguridad, y entre el riesgo y la prudencia. Es aquí cuando agrega la dimensión cultural y social: los temores dependen de la organización de cada cultura, cada clase social y cada época. Lo cual nos indica que el riesgo es un concepto construido y reconstruido – constantemente- socialmente. Sobre todo -según Le Breton- pensando que el concepto de seguridad es una invención relativamente reciente entre nuestras sociedades. Debemos estar atentos a la percepción social del riesgo, a la obsesión social por la seguridad, al acoso obsesivo del riesgo, retomado como dato negativo, como pérdida, amenaza y como destino a la muerte. Desde aquí existe una posibilidad de analizar la relación con las nociones de dolor social. Allí, tal vez encontremos y desarmemos estas hipótesis, invirtiéndolas y pensando, quizás, en el riesgo como un elemento positivo entre diferentes grupos sociales44. A continuación (…) .

Principios de legitimación

Fabián tiene veintitrés años. Juega de segunda línea en el Club Universitario, aunque aclara que siempre jugó de tercera línea (en el pack de forwards). De gran contextura física, con su casi 1,90 mtrs., dice que no tiene problema de jugar donde lo pongan. Es un apasionado por el rugby, pasión transmitida por su tío, ex jugador del Club Universitario y activo participante de la institución en la actualidad. Fabián completó nivel secundario de enseñanza y estudió hasta segundo año del Profesorado de Educación Física en la UNLP. Vive en el Barrio Las Quintas55. El barrio Las (…) con su madre y dos hermanos más grandes. Uno es camionero, y el otro electricista matriculado. Aunque explica Fabián que ellos serían sus “hermanastros”: él sería único hijo. Su madre está jubilada del Colegio de Escribanos. Cuenta Fabián que ni bien salió del secundario, entró al Colegio de Escribanos y no paró hasta los sesenta años. Se separó de su padre (cuando Fabián tenía tres años), quien tiene un negocio donde repara lavarropas y heladeras, desde hace mucho tiempo. Entre su madre y su padre, y sus respectivas nuevas parejas, Fabián tiene siete hermanos más: cuatro por parte de su madre, y tres por su padre. Su padre vive en Gonnet, cerca de lo de su tío (ese es el motivo de las “idas y venidas” desde Las Quintas hacia Gonnet para entrenar o para visitar a su padre, cuenta Fabián). Actualmente, trabaja en el negocio de reparación de lavarropas.

Todos sus hermanos están estudiando en el nivel secundario. Lo hacen en escuelas públicas al igual que lo hizo él. Fabián cuenta que fue al jardín número 38 de Gonnet66. La localidad d (…) , y luego concurrió a la escuela General San Martín, en el casco urbano de La Plata, terminando el secundario en otra escuela pública: el bachillerato de la escuela de Enseñanza Media Número 2. Su trayectoria está signada por la multiplicidad de desplazamientos, por diversos motivos: la separación de sus padres, concurrir al colegio, ir a trabajar e ir a entrenamiento.

De adolescente cuenta que “tuvo que empezar a laburar”. Lo hizo en la casa de su madre arreglando lavarropas en una especie de taller por el Barrio de Hernández77. La localidad d (…) . Aplicaba los saberes que había aprendido con su padre. Dice que en ese momento le costaba mucho ir a entrenar y jugar. El viaje hasta Gonnet luego de trabajar, con el cansancio que implicaba, “eran una combinación fatal”, explica Fabián. Era la época de juveniles, y Fabián se trasladaba en bicicleta. Fue cuando decidió interrumpir la práctica por un lapso de medio año aproximadamente. Promediando la década del 2000, la economía parecía recomponerse en términos relativos. La gestión de trabajos semi-formales, sumados a los programas de asistencia social intentaban, desde políticas de Estado, reconstruir un tejido social con el umbral mínimo de necesidades y de dignidad. El relato y la situación de Fabián obedecen a la carrera signada por nuevas temporalidades, pero también por los tiempos y lógicas marcadas por la demanda del mercado, y de sus exigencias, dentro de una racionalidad que no sacaba “los pies” del plato neoliberal (más allá de la intención del Estado y su vuelta al rol de regulador):

Sin embargo, la flexiblidad de las temporalidades no responde únicamente a aspiraciones o proyectos individuales, sino que también obedece a la aparición de nuevas exigencias provenientes por un lado del mercado laboral, y por otro de diversos dispositivos institucionales (Bessin, 1994). Del lado del trabajo, el debilitamiento de la norma clásica del empleo implica un angostamiento de los horizontes temporales y un aumento de la incertidumbre. Del lado de las instituciones, tanto en el ámbito de las políticas sociales como en el de otros dispositivos como la justicia penal, el Estado requiere cada vez más que las personas sean responsables de sus propias trayectorias biográficas. (Merklen, 2013:51)

Pero su tío, radicado en Gonnet y propietario de una PyME dedicada a las perforaciones, riego a presión y plomería de obra cero, le ofreció acompañarlo y así conjugar, espacial y temporalmente, el entrenamiento y el trabajo. Eran él y su tío, nadie más. Cuenta que fue sacrificado, pero fue lo que le permitió seguir entrenando rugby, ya que la insistencia de su tío también se convertía en una presión para que continuara jugando. Es que había mucho trabajo, dice Fabián: “Pensá que la mayoría de los chicos del Club tiene pileta y nosotros le hacíamos las perforaciones. Estábamos llenos de laburo”.

Fabián jugaba al fútbol, y según cuenta atajaba muy bien. Pero la insistencia de su tío (que ya jugaba al rugby desde al año 1998) logró convencerlo de probar el rugby: “Vos tenés tamaño. ¡Probá, probá, probá!”, le decía su tío. Recuerda que iba con su primo (el hijo de tío) a ver los partidos de Universitario, y ya de pequeño colaboraba en alcanzar el tee88. El tee es un o (…) para patear a los palos. Se acuerda de su tío como el motorizador de su práctica y su estadía en el Club Universitario, recordando que a los 18 años (luego de solucionar el tema de las distancias), debía entrenar y rendir al máximo, porque de manera contraria “mi tío me mataba”. Sábado a sábado acompañó a su tío al Club, hasta convertirse, en ese entonces, en jugador del Plantel Superior del Club Universitario. Fabián cuenta con una gran potencia y calidad en su juego. Y a pesar de su resistencia inicial, confiesa que hoy es “como que no puedo, tengo que estar, tengo que ir. No sé, como que necesito estar, ir al club. Aunque no diga nada, necesito estar ahí o entrenando o golpeándome, o no sé. Me encanta.” Él fue alentado y acercado por su tío, y su tío por un profesor de Educación Física de la Escuela secundaria (en las épocas en que Universitario reclutaba jóvenes entre las instituciones educativas de Gonnet). A Fabián lo conocí gracias a uno de los preparadores físicos del Club, luego de verlo jugar en varias ocasiones. Él siente que en el Club le tienen mucho respeto, porque lo asocian con su tío, que jugó mucho tiempo en el Plantel Superior y que actualmente colabora con el Club.

Fabián es otro caso que podemos clasificar como particular, dentro del club donde participa, el Club Universitario. Él dice que le va muy bien, que se “siente muy fuerte, que jugar al rugby me da una motivación a superarme. Estoy contento, me genera mucha satisfacción”. Ahí una expresión emocional que Fabián expone como significativa.

Un día realizamos una de las entrevistas (siempre me había encontrado con Fabián en el Club), y lo hicimos en el comercio donde Fabián trabaja con su padre reparando lavarropas. Estaba vestido de otra manera de acuerdo a cómo lo veía siempre en el club: tenía un pantalón de jogging azul y un pullover también del mismo color. Las dos prendas estaban gastadas por, aparentemente, demasiado uso. Primero pensé que era por las actividades que Fabián realizaría en el negocio. Pero luego de compartir más de cinco horas con él, observé que sólo atendía el teléfono y recibía a los clientes. En el Club vestía de otra manera: jean holgado, zapatillas sport y remeras de reconocidas marcas vinculadas a la práctica de surf o buzos de firmas norteamericanas reconocidas, que también usan sus compañeros.

En relación a la forma de vestirse, y a cómo participar en un grupo que juega al rugby, Fabián me explica que “por lo menos yo, en mi club, me integro bastante bien, me siento cómodo más allá de que por ahí hay gente que sí, que es un poco más ‘careta’”. Con Fabián aparece otro adjetivo, en principio, vinculado a lo que se muestra y lo que no: ser “careta”. Fue la primera vez que alguno de los interlocutores me habló de que se “integra bastante bien”. Es decir, Fabián esgrime cierta exterioridad al campo. Si se “integra bastante bien”, es porque no se integra bien o, mejor aún, ¿por qué me aclara, sin que yo le pregunte sobre su integración, sobre el modo de integrarse? Nadie me lo había aclarado hasta ese momento. Todos dan por sentado que pertenecen e integran naturalmente el campo del rugby. Pero seguida a la aclaración sobre su integración, aparece otro adjetivo en su relato: ser “careta”. Y enseguida amplía su argumento, mediante una anécdota sucedida mientras participaba de la selección juvenil de la ciudad:

Entrenamos aquella vez con un entrenador de San Luis, en la cancha de San Luis99. El Club San Lu (…) . Me acuerdo que terminamos de entrenar y yo estaba esperando a que lo pase a buscar el padre a mi compañero, en la puerta. Yo salí con la bicicleta, y un flaco que salió conmigo, al ratito salió con una Cross Fox, ¿viste esas que son como camionetas? Lo saludo y el flaco me miró ‘así’ y no dijo ni ‘A’, y siguió, siguió su camino, y digo: ‘Buaa’(con expresión de intolerancia e inclinando su cabeza hacia atrás y abriendo sus brazos). ¡Eso me dio una bronca, Dios! Pero sí, yo noto como que hay una cierto ‘caretaje’.

Nunca habíamos hablado sobre esto en el contexto del Club. Fabián parecía tranquilo, y en consecuencia parecía desahogarse sobre lo que sentía en relación a estas situaciones. Las expresiones de bronca eran un indicio, más el contexto que parecía favorable para que cuente lo que tuviera ganas, por supuesto: su padre, la esposa de su padre y tres empleados del comercio, no escuchaban demasiado, ya que estaban en otra sala trasera del negocio. Fabián me contó con detalles esa anécdota. No fue menor para él. Inclusive, marcó con detalle el modelo del auto e intentó mostrarme otra posición suya, dentro del campo, comparándola con la de otros jugadores de otros clubes. Otra vez aparece la filiación de la clase con lo moral. Fabián me cuenta, en la misma anécdota lo que un “otro” cercano (por su condición de jugador) pero distante (en relación a lo que él marca como diferencias de posibilidades materiales) hace con él, asegurando que el trato de indiferencia fue por su condición de movilidad. Pero a la vez, deja implícito lo que él hubiera hecho: saludar, “yo por ejemplo soy de saludar, soy buena onda, no busco problemas con nada”.

“Careta”, “cheto” y “grasa” parecerían ser adjetivaciones que son transversales para diferenciarse de un “otro”, en circunstancias particulares, y según quién sea el enunciador. No son usadas de igual manera por los distintos locutores. Las trayectorias sociales personales y el prestigio que se les atribuye a los diferentes clubes, marca el momento de la locución. Para Fabián ser “cheto” es poseer bienes materiales de calidad, añadiendo a su apreciación, la conducta moral de quién lo posee. Fabián hace un intento para explicarme quién es él y quiénes son los “otros” en el rugby. Y además, lo refuerza citándome en el lugar donde trabaja que, según él, y con risas de por medio, es diferente al de sus compañeros del Club: “ellos la tienen más fácil”. Para José Garriga (2008) la diferenciación entre “chetos” y “negros” en el campo de los públicos que siguen a las bandas de rock, se organiza a partir de las experiencias de vida, que modelan una visión de mundo, un sistema de alteridad de prácticas y de lenguajes: del mundo del “otro” y del propio mundo,

La distinción con los ‘chetos’ tiene su sustento en las experiencias de vida; los ‘chetos’ quienes tienen una buen pasar económico no tienen problemas laborales y cuentan con el dinero para llegar a fin de mes, y la falta de estos problemas los aleja de las experiencias que son constitutivas de los ‘roqueros’. Estas experiencias se constituyen en una cosmovisión, en una forma determinada de leer la vida (Garriga, 2008:8).

Pero el campo de alteridades construidas en el rugby es mucho más amplio. Cuenta Fabián que en varias instancias del juego, contra equipos de zona norte del conurbano bonaerense, él nota “esa diferencia como que…no sé cómo explicarte. Como que te me miran de arriba”. Y que se materializa en el lenguaje, según Fabián, cuando en tantas oportunidades ha sido calificado como “negro de mierda”. Y él me explica que porque juegan, por ejemplo, en Hindú Club, tienen autorización para desacreditarlos a ellos que juegan en Universitario1010. Fabián me expl (…) , cuestionando la posición que los ubica a ellos en el estigma de la “negritud”. Debemos entender lo que cuenta Fabián, teniendo en cuenta su trayectoria y lo que quiere mostrarme sobre el rugby, pensando que el descrédito, según Goffman, necesita de un lenguaje de relaciones (tal como veníamos suponiendo más arriba). Por eso la “negritud” para construir al “otro” indeseado necesita de una mismidad que confirme la normalidad dentro del campo del rugby (la decencia, la honradez, la caballerosidad): “Un atributo que estigmatiza a un tipo de poseedor puede confirmar la normalidad de otro y, por consiguiente, no es ni honroso ni ignominioso en sí mismo.” (Goffman, 2006:13).

Para Fabián, dar cuenta de una superioridad constante es la manera de operar del campo. La muestra de superioridad, para Fabián, se expresa en términos de clase, de diferencias, de sentir las diferencias. Y Fabián dice haberlas sentido, mientras recuerda otra situación en el seleccionado de juveniles de la URBA, a la hora de comer:

Qué se yo, una vez nos quedamos a comer y nos dieron, me acuerdo que nos dieron unos canelones con salsa bolognesa que para mí estaban buenísimos, ¿yo sabés cómo los comí? Como nunca en la vida los comí. Y el flaco (un joven de SIC) los miraba así y decía: ‘¿Qué nos dieron, pasto de comer?’ ¡Esas cosas me dan una bronca! ‘Flaco, dame tu plato a mí’, le digo, que yo me lo morfo ya. Te miraba como diciendo… esa miradita como que te miran de arriba a abajo. Por lo menos yo no la tengo, yo no la tengo, no me fijo en nada.

Eso me contaba Fabián cuando le pregunté qué era ser “careta”. Él dice haber sentido el descrédito y el desnivel de percibir una comida que para él significaba algo extraordinario, y para el otro joven algo habitual y hasta moralmente agraviante hacia Fabián. Un supuesto descrédito de clase: marcado por el gusto por la comida. Por la simpleza o la complejidad, según el comensal. La teoría del estigma, es una construcción ideológica para explicar ciertas acciones, situaciones que colocan a diferentes sujetos en condición de inferioridad y para dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias, como, por ejemplo, la de clase social” (Goffman, 2006:15). Fabián me explica y da cuenta de esa animosidad. Pero también sabe que el espacio se basa en esas representaciones sobre el “otro”. Él acepta y a veces reproduce ciertas lógicas de diferenciación, porque sabe que es la norma:

El problema del estigma no surge aquí sino tan solo donde existe una expectativa difundida de que quienes pertenecen a una categoría dada deben no solo apoyar una norma particular sino también llevarla a cabo (Goffman, 2006: 16).

A pesar de los desaires que dice padecer Fabián, él permanece en el espacio y hasta dice compartir algunos espacios y gustos con sus compañeros: “no tengo ningún problema a ir a un boliche que pasan cumbia, o ir a, no sé, a otro boliche que pasen música electrónica con los chicos del club. O sea, no tengo problema. Más allá de la aparente tranquilidad que lo caracteriza a Fabián, en su manera de hablar, de caminar y de proceder ante cualquier pedido o mantener diferentes diálogos, cuando hablamos de su participación en el Club, él siempre anticipa y repite “que no tiene ningún problema con nada, ni con nadie”. Inclusive cuando él cuenta que va a “Mileño bailable, un boliche donde pasan cumbia. “Si les digo ‘¿Vamos a Mileño?’ ¡se me cagan de risa! (y él se ríe). Se cagan de risa, y me preguntan ‘¿Vas a levantar a las ‘rochitas’, las ‘rochas’? Que yo, pasa que yo lo tomo como algo que no tengo drama, no tengo problema. Igual a ellos no les gusta ir ahí. Yo a veces voy a donde van ellos”. Se detiene un segundo y se acuerda “También voy a un boliche que me cargan, a ‘Warning’, que hay pool y después se hace boliche, los sábados se hace boliche. Y me joden porque voy ahí y pasan cumbia. Pero yo me siento bien, yo me siento cómodo”. La diferencia entre “ellos” y “yo” es clara en el relato de Fabián. Y las diferencias entre gustos y estilos también. Quise entender a qué le llamaban “rochitas1111. Aquí pongo en (…) sus compañeros de rugby. Y Fabián me explicó que:

Que no cuidan su forma de hablar. Yo lo veo por ese lado, no sé cuál es el pensamiento de ellos al decir: ‘Ah, te comiste una ‘rocha’’. O: ‘Te pusiste de novio con una ‘rochita’. Ellos buscan una mina un poco más arriba, diría yo. No sé, la verdad no sé la forma de pensar que tienen ellos. Yo no tengo problema. La verdad no, como que no... Te identificas cuando uno te baja o te sube la clase social, pero en realidad yo no tengo ningún problema de estar con una mina… Una ‘rochita’ sería un una pibita del barrio.

Fabián define lo que para sus compañeros significa una “rochita”, pero a la vez define (aunque dice no tenerlo bien claro) a las mujeres que les gustan a sus compañeros:

Es difícil definirlo, yo no tengo como una definición de lo que ellos piensan, de decir, no sé, de qué es una ‘rochita’. Es una mina que, no sé, debe ser para ellos una mina que no tenga estudio, que sea una mina que tenga que laburar, que sea mal hablada. Creo que debe ser más por ese lado que no, no sé, pero yo lo veo como una mina que por ahí le tocó eso, le tocó vivir eso, que los padres sean laburadores, que se crió en un barrio más bajo, pero no le veo nada de malo. Y… para mí que marcan o recalcan un estilo social de vida.

Fabián diferencia todo el tiempo entre lo alto y lo bajo. Cuando habla de lo alto, lo asocia a sus compañeros y a sus gustos y estilos de vida. Cuando habla de lo bajo, me muestra (con gestos incluidos) algo vinculado a su historia o a situaciones cotidianas de su barrio o de sus amigos. Me cuenta que ha “llevado compañeros de ahí del barrio que no jugaban bien pero que se cagaban de risa cuando estaban conmigo. Pero llega un momento que no sé si...se fueron yendo solos, o bueno, capaz que yo no detecté que los hayan o basureado o discriminado. Como que se van, como que no debe ser su lugar”. Fabián marca diferencias que no admiten cercanía entre su trayectoria y la de sus compañeros. Sin embargo dice no molestarle y no tener problemas con eso. Más allá de otras situaciones de indiferencia que me cuenta que ha superado, como por ejemplo, que las novias de sus compañeros no le hablen durante el “tercer tiempo”: “por ahí vos vas a charlar y la mina es distante, mira para el costado o agarra su celular”. Sin embargo, Fabián reflexiona sobre cómo se dispone el campo, y cómo piensa su disposición en él:

Yo creo que están acostumbrados a otra cosa, a otra, a otro estilo de vida, otra forma de hablar. Por ahí que no tengan algún familiar, algún padre que no se haya dedicado al deporte y tengan más una idea de lo que es ir a trabajar solamente, trabajar, trabajar y trabajar, y llegar a la casa y…calculo que deben tener esa idea. Y por ahí tanto sacrificio, no sé... porque para jugar al rugby, más allá de que haya una discriminación o algo de eso, tenés que tener disposición, salir de uno, llegar, estás destruido en el sillón de tu casa y ver el reloj y decir: ‘Me cambio y me voy’. Y no, a veces decís: ‘¿Para qué?’ Pero bueno, por lo menos a mí me encanta.

Luego de varias horas compartidas en el club, y de las cinco horas en su negocio charlando sobre su vida, Fabián distingue y discrimina las trayectorias de sus compañeros en relación con la suya. Para él existe una diferencia en las experiencias vividas, de origen, de condiciones materiales de existencia, simbólicas y de sociabilidad. Mientras amplía: “Digo que por ahí, hay otros que tuvieron la oportunidad de estudiar, que está bueno. Está bueno estudiar, pero tuvieron otras oportunidades: de estudiar, de laburar poco y ganar mucho, tener más tiempo libre”.

La distinción entre “gente de barrio, de laburo” como él, y la gente que trabaja poco, gana mucho y tiene más tiempo libre, es lo que Fabián registra respecto a una norma que organiza el espacio del rugby como tendencia. Y manifiesta la concepción de “lujo” vivenciado:

Y… tengo compañeros que sí hacen guita, hacen mucha guita. Por ahí tienen una empresa o algunos son ingenieros, están estudiando ingeniería y todo eso, y tuvieron la oportunidad que el padre los banca. Por ejemplo yo me podría poner a estudiar, porque mi vieja me va a ayudar: me da la comida, todo, pero no me puedo dar ningún lujo de ir a comprarme ropa, no puedo jugar al rugby porque ella no me puede bancar rugby. Me lo tengo que bancar yo; salir un fin de semana con alguna minita o querer salir de joda. Me la tengo que bancar yo, y no podría darme ese lujo, por ejemplo.

Fabián puede costear su práctica, pero sabe que hay una relación desigual entre la relación con el tiempo libre y la concepción que sus compañeros, y él, sostienen sobre el trabajo manual y el trabajo intelectual o administrativo (la dicotomía no es mía. Es la concepción que reconstruye Fabián cuando me explica cuánto tiene que trabajar en la reparación de lavarropas para pagar la práctica de rugby, en relación a la formación intelectual de sus compañeros, y la remuneración percibida por cada ocupación). Pero no sólo hay una concepción del “lujo” que Fabián percibe en relación a las prácticas de sus compañeros. Ellos lo reconocen como un privilegio social, al decir que gozan de una posición legitima. Esto no es compartido por Fabián. Él dice que a él lo conocen por su Tío, “que jugaba en el Club, y nada más. Además de arreglarle todas las piletas a los chicos”. Pero no siente que jugar al rugby, para él, sea una práctica distintiva, como lo es para un compañero, que luego de operarse de apendicitis en un Hospital Privado comentó al grupo: “Menos mal que zafé. ¿Sabes lo que hubiese sido para el Hospital que se le muera el sub capitán rugby de Universitario? Salían en la tapa de todos los diarios”. Fabián me caracterizaba el tono de su compañero, recuperando la jactancia con la cual su colega imaginaba su muerte, y lo que provocaría socialmente. Pero Fabián no lo percibe así: a pesar que está regido por esas normas en tanto reconoce la legitimidad de las prácticas del rugby, no comparte las trayectorias de titulación (tan naturalizadas entre los jugadores de rugby: el tránsito por instituciones educativas de prestigio, y la valoración de la titulación académica como modo de legitimar culturalmente las prácticas y adquirir el supuesto privilegio social) como principio legitimador, aunque expone su percepción sobre el espacio,

No, yo no creo que sea así. Yo lo veo como algo normal. Por ahí en la sociedad se instala que un jugador de rugby es un tipo grandote, duro, y lo toman como que tiene plata porque necesitás comprarte las cosas vos, necesitás pagar la cuota vos, necesitás ir a entrenar todos los días. Demanda mucha plata, sí. Pero no, no, yo no lo veo así que porque jugár al rugby te den un beneficio o ahí un plus. Que tengas una…no sé, como una facilidad. O sea, a mí, por los menos, nunca me pasó. Es alguno que tienen suerte entonces.

Es indudable que Fabián reconoce los principios de legitimidad del campo, y también es consciente que su trayectoria, al decir de Bourdieu (1998[1979]), no posee el “conjunto de propiedades de los elegidos”. Pero ha sido provechoso de las grietas que los principios de selección de los grupos más selectivos imponen, en tanto escamotear el principio de eficacia de entrada al campo. Fabián puede convertirse en una de esas “excepciones” que admiten esos espacios, al tensionar las propiedades legítimas, y aprovechar algunas propiedades secundarias, definiendo su posición de clase y su disposición en el espacio, por indicadores auxiliares (Ibíd.)

Fabián juega muy bien al rugby, y además está en constante relación con las familias de sus compañeros, gracias al trabajo dedicado a la perforación para colocación de piletas y reparaciones, con su Tío. Pero su tiempo de sociabilidad vinculante y afectiva, dice que lo tiene con sus “amistades allá en el barrio. Tengo un compañero que desde jardín que compartí, jardín, primaria y ahí en el barrio, y como que somos ahí medios ‘socios’ y siempre hacemos todo”. Fabián habla de su amigo como un “socio”. Como parte de un compromiso afectivo que no lo tiene con sus compañeros del club, aunque esporádicamente compartan una cena o una salida. La diferencia entre “la gente del barrio” y “la gente del rugby” expuesta por Fabián, nos marca la tendencia del espacio, y la percepción de un hombre que no lo sostienen las garantías tradicionales del campo. Sin embargo Fabián dice “estoy feliz jugando al rugby. Me muero por jugar”.

Modernidad organizada

Nacho es Profesor en Educación Física en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Siempre transitó por instituciones educativas del Estado, tanto durante la primaria como la secundaria. Jacinto, su padre, nació en Capital Federal y se radicó en La Plata. Es ingeniero agrónomo y reconocido docente de la UNLP, promotor de la participación democrática de sus alumnos en la vida política de la Universidad y de la conciencia ciudadana como motor fundamental de nuestras sociedades1212. He compartido (…) . Ese es el signo distintivo que Nacho destaca de su padre: su importancia para iluminar su camino y el de muchos otros, vehiculizando valores como el respeto, la tolerancia, el civismo y la honestidad. Marta, su madre, nació en Formosa: es abogada, profesora de teatro, de letras y mantiene inconclusa su carrera de Ciencias Económicas. Realiza tareas administrativas en una escuela secundaria pública. Se conocieron en Formosa, en un viaje de trabajo de su padre. Desde ese momento están juntos y tuvieron tres hijos: Nacho1313. Nacho nació en (…) , Martina y Pedro. Martina es la más grande de los hermanos y se dedica a la investigación académica. Es abogada y convive con su pareja. Pedro es el más joven y también es abogado. Ejerce su profesión en un estudio que montó gracias a la ayuda de su padre, muy cerca de la casa paterna. Los tres nacieron en La Plata y mantienen un vínculo estrecho priorizando el valor de la familia, como unión afectiva y eje constitutivo de sus vidas. Así les enseñaron sus padres, indica Nacho. La familia posee varios inmuebles: viviendas, un local comercial, un galpón, un campo a las afueras de la ciudad y una casa-quinta cercana al Río de La Plata. Esta última funciona como lugar de reunión y encuentro, sobre todo, desde primavera hasta el verano. Allí disfrutan del sol, de la pileta y de asados familiares. Las parejas de los hijos son invitadas, integrándolas al núcleo familiar. Si bien todos colaboran con el mantenimiento de la casa-quinta, es Jacinto el responsable principal de los quehaceres domésticos. Nacho dice que es porque le gustan las manualidades y porque así mantiene ocupado su tiempo. Jacinto está por jubilarse de su trabajo como docente y dedica su tiempo libre a restaurar autos antiguos en el galpón mencionado, cerca de su casa. Tanto él, como Nacho, dicen que los autos de antes son un fierro”, que son una máquina”, y que ahora, expresando cierta nostalgia con la cabeza oscilando para los costados, los autos “son todo plástico”. Con ese gesto, Nacho también se refiere a los “chicos de hoy” (sin distinguir qué chicos) y a lo “mal que estamos como sociedad”. Y enseguida repone la palabra “antes” referenciando la temporalidad de un supuesto bienestar, construyendo los pares antes/mejor y ahora/peor. Aunque, entendemos, que esas semejanzas no son estancas, según la temática abordada, y el contexto de enunciación. Podemos reponer, con y desde la biografía de Nacho, la necesidad de relatar lo que Merklen denominaría una “modernidad organizada”, teniendo en cuenta esa narrativa que el mismo Nacho parece ajustar a una cierta seguridad social, cultural y económica. Sin embargo, el cruce entre biografías y categorías analíticas merecen una vigilancia respecto a las dinámicas sociales y la participación de los individuos en esas dinámicas. Según Merklen,

… las dinámicas de individuación son profundamente ambivalentes, por ejemplo entre una “movilidad deseable” y el padecer una “movilidad impuesta” o de una “puesta en movilidad”, una ambigüedad que no afecta de manera homogénea al conjunto de los individuos, incluso si atraviesa el cuerpo social por entero. Por un lado, porque las diferentes categorías sociales no se hallan armadas de igual manera para hacer frente a esas exigencias de individuación del tipo “responsabilización” o “activación” […] por otro, porque los individuos tampoco están igualmente provistos para asegurarse por sí mismos contra las consecuencias de su participación en la vida social y los riesgos de la exigencia. Por ello no está igualmente expuesto a las consecuencias de la pérdida del empleo como padre de familia o soltero, según se tengan 30 o 50 años, si se está endeudado, si es inquilino o propietario de su vivienda, y tampoco se está igualmente afectado por el despido si se tienen buenos diplomas y muchos contactos que si no se los posee. La exposición al riesgo es desigual, como desiguales son los recursos de los que dispone cada cual para protegerse de él. No obstante, el deseo de controlar el futuro por uno mismo torna poco aceptable la naturaleza socialmente estructurada de la movilidad social, característica de la modernidad organizada (Merklen, 2013: 52).

Jacinto y Marta no registran ninguna actividad deportiva más o menos regular en sus biografías, pero el mandato estuvo siempre muy claro para Nacho: lo que hiciera, lo debería hacer bien y con mucha seriedad. Las expectativas sobre Nacho recalan sobre su desempeño en el mundo laboral y académico. Él siente haber cumplido: obtuvo su título universitario y es dueño de un gimnasio de musculación y actividades físicas, también montado con ayuda de su padre, y también ubicado cerca de su casa paterna. Nacho convive con su pareja, a dos cuadras de la casa de Jacinto y Marta. Su actividad como profesor de Educación física y como comerciante es un éxito. La rentabilidad de su negocio es óptima, y Nacho ocupa su tiempo entre el gimnasio, los entrenamientos y partidos de rugby, clases en una escuela secundaria pública y en un curso del profesorado en Educación Física de la Universidad Católica de La Plata (UCALP), y diferentes eventos sociales. Nacho atribuye su pasión por los deportes al estímulo generado a partir de la admiración que sintió por un primo más grande que él, que jugaba al fútbol y al rugby en el Club Universitario. En ese sentido, Nacho expresa que en relación a su actividad deportiva no siguió los pasos de sus padres; para él “no es una herencia”. A pesar que los describe como “estéticamente agradables y delgados, mantienen una vida saludable y nunca realizaron deportes”, sus prioridades fueron la familia y el trabajo. .

Nacho mide un metro con ochenta y siete centímetros aproximadamente, tiene el pelo ondulado, largo hasta antes que comiencen los hombros. Tanto su cabello como sus ojos son color castaño claro. Dedica bastante tiempo al cuidado de su cuerpo, de manera prolija y rigurosa: es precavido en la ingesta de comidas y bebidas para no alterar su delgadez y su armónica relación entre peso y estatura; cuida mucho la textura de la piel, mediante la colocación de cremas hidratantes. En épocas de altas temperaturas, al esquema de las hidratantes, Nacho suma las que aceleran un bronceado de tono moreno, que se diferencie de la palidez. Él asocia el tono del bronceado a una mayor o menor inserción a la estética de tendencia: a mayor tonalidad morena –lograda por los rayos del sol o de cama solar- mayor congruencia con una estética dominante, en tendencia, entre su colectivo de pertenencia y adscripción social y cultural. Por supuesto que la aceptación estética no sólo se resuelve por el grado del bronceado. Mantiene siempre aroma perfumado, gracias a fragancias de marcas comerciales reconocidas y posicionadas en lugares de jerarquía en el mercado. La estética es una temática recurrente en Nacho, y fue el borde donde él delimitaba -todo el tiempo- el estándar estético legítimo entre sus grupos de pertenencia. Lógicamente que no era lo mismo entre sus alumnos del gimnasio, que entre sus compañeros de rugby.

Nacho posee gran masa muscular. Sobre todo en sus brazos (en bíceps y tríceps), en sus trapecios1414. Los trapecios (…) y en sus pectorales. Precisamente en relación a estos últimos, Nacho, en sus etapas de mucho entrenamiento y su correspondiente inflamación muscular, se autopercibía con la expresión “estoy muy tetón”. Hacía referencia al aumento de tamaño de sus pectorales, con agrado y satisfacción por haber logrado el objetivo. Nacho es muy conocido en espacios de sociabilidad de sectores medios y altos en la ciudad de La Plata. Su pasado como promotor y habitué de comercios bailables y bares de circuitos de sectores medios y altos, también hacía de Nacho un buen gestor de redes sociales que me abriera el espectro de relaciones en el campo del rugby. Se permitió, conmigo, y a partir de la coyuntura y nuestro vínculo forjado, otra dimensión de su masculinidad y, a su vez, las valencias identitarias (en relación a los modos en los que debe comportarse un “verdadero hombre), que sus propios compañeros de rugby atribuyen como negativas. La muestra de Nacho y compartir su ruptura con su novia1515. Unas semanas a (…) , me permitían establecer algunas pautas relacionadas con su grupo de sociabilidad. En este caso, otro tipo de masculinidad que era negada. Una masculinidad vinculada con lo sentimental, lo emocional, lo amoroso, y con la inversión de un orden imaginado, desde el mundo masculino, como lo no posible: ser “humillado” –según los interlocutores- por una mujer. Era una clara sanción de la mayoría de su círculo de sociabilidad, que establecían lo permitido y lo no permitido. Lo habilitado y lo no habilitado, vinculado a qué tipo de masculinidad era necesaria en los momentos compartidos en el club. Porque escuchar el relato y aceptar la pena de Nacho, significaba aceptar, ahora sí, una precariedad emocional no permitida en el mundo de los hombres. O por lo menos, no mostrada.

Norma Fuller (1997) aporta algunas ideas sobre las concepciones que los hombres peruanos de clases medias urbanas tienen sobre la masculinidad hegemónica. Y aporta que esas concepciones son, muchas veces, negociadas con mujeres habilitadas por la misma posición intra clase. Lo cual lleva a la pregunta de cómo se administra, en el orden de lo privado, al interior del hogar, las relaciones y las disputas por la autoridad, ante una supuesta muestra de confrontación. Este argumento de la disputa, más el análisis de Claudia Fonseca (2003), al pensar sobre las etiquetas colocadas a los hombres (tanto por los mismos hombres y por las mujeres que reproducen ese orden cuasi normativo), al deshonrar a un hombre su capacidad sexual y su verdadera hombría, luego de ser engañados por sus parejas1616. Vale aclarar q (…) , con otros hombres. La masculinidad y el honor quedan en jaque, ante el supuesto desprestigio atribuido al engaño; y más aún si la infidelidad se produjo bajo un plan de escamoteo, sutilmente pensado por la mujer. Lo que se esquiva es el desprestigio. Si bien la explicación de Nacho no remitía a un engaño por parte de su pareja, sí podría ser considerado, por sus compañeros, como un símbolo de desprestigio: la humillación de “ser abandonado”1717. José Garriga m (…) se paga entre los pares. Y Nacho no querría pagar los costos de semejante deshonra. Además de evidenciar pero, a su vez, mitigar signos de dolor sentimental. Situación inversa a la de “Palote”, un forward del club que le fue infiel a su pareja, y fue descubierto. “Palote” intentó cubrirse e inventó una ficción involucrando a varios de sus compañeros del club, tratando de desmentir el acto de adulterio. Sus compañeros no lo perdonaron y “Palote” dejó de ir al Club. Luego de tres meses, volvió. Nacho justificaba su ausencia, ante mí, diciendo “encima que es un boludo y lo agarraron, mandó en cana al resto. Que se joda, eso le pasa por no hacerla bien”. Es que las relaciones extraconyugales y el prestigio guardan relación directa para los interlocutores. Si bien cada historia de infidelidad es compartida grupalmente, circula por un relativo espacio de lo secreto, según diría Elias, en épocas anteriores:

La legitimación total o parcial que pudiera prestar antaño la opinión social para las relaciones extraconyugales, tanto del marido como de la mujer, tiende a desaparecer, aunque a veces se den movimientos en sentido contrario. El quebrantamiento de esta prohibición, con todo lo que ello conlleva, se incluye en consecuencia en la esfera de lo secreto, de aquello de lo que no se puede hablar y de lo que no se debe hablar sin correr peligro de perder prestigio o incluso de perder la posición social (Elias, 2009 [1977]:279).

La etiqueta del desprestigiado en este caso se le asigna por falta de astucia. Hay ciertos bordes donde se puede estar cerca de la deshonra masculina. Pero hay estrategias constantes de fijación de esa identidad que tienen que ver con la palabra que se hace cuerpo.

Consideraciones finales

Hemos repasado dos casos en donde nos preguntamos cómo se asumen situaciones de riesgo, tanto social, como de identidad de género, enmarcados en la relación entre el tiempo libre y la práctica deportiva, y en lo que Le Breton (2011) considera un “juego de riesgos” (teniendo en cuenta las características de la práctica sociales), donde se pone en juego el cuerpo con el riesgo y, justamente, constituye un concepto social de las sociedades modernas. Las “conductas de riesgo” (Ibíd.), se encuadran en las interpretaciones que los sujetos que practican deportes -con una relación simbólica con la muerte- hacen de su propio cuerpo y constituyen su posición en el mundo, dándole “sentido a la vida” (Ibíd.). Los avances de la Ciencia, dice Le Bretón, garantizan cada vez más la vida. Ciertos grupos sociales (con la prescripción de la clase social, como dimensión fundamental) ponen en juego su cuerpo para reordenar su lugar en el mundo e interpelar cierta realidad cotidiana emparentada con el mundo del trabajo y de la rutina. Es allí, donde la diferencia de clase se vuelve más clara: Le Breton contrasta la exposición al riesgo en la vida cotidiana, del ponerse conscientemente en riesgo mediante, por ejemplo, prácticas deportivas denominadas “extremas”. En este punto resulta importante la formulación de una pregunta de vigilancia investigativa, pensada por Le Breton, vinculada a la relación entre Deporte, Dolor y Clase social, y que aparece como una manera de concebir los diferentes tipos de riesgos, en sociedades aparentemente reguladas (por el Estado principalmente) en torno a diferentes tipos de seguridades y comodidades: “¿Por qué el riesgo a veces es deliberadamente buscado por actores en los que la teoría querría que estén, a la inversa, más preocupados por su seguridad?” (Le Breton, 2013:30).

Conscientes de haber expuesto la noción de riesgo al ejercicio de un ensayo sociológico, podemos exponer la importancia del deporte y las actividades físicas (propias del proyecto Moderno) para desarmar algunas conductas de riesgo; no necesariamente que impliquen la muerte como punto final de esas prácticas.

Las trayectorias de Fabián y Nacho comparten una fuerte impronta de tradición vinculada a la seguridad, en términos de una vida vivible y aparentemente con garantías y certezas. En Nacho, según su posición en la estructura socioeconómica, esto es más visible. La lógica del trabajo formal se complementa con las tradiciones que moldearon históricamente al rugby en Argentina. Fabián legitima su estadía en el deporte a través de su capital lúdico/corporal. Es un riesgo al cual se expone. Sabe que sus capitales, por lo menos en sus inicios, no son suficientes en un espacio distinguido y distinguible en Argentina. El riesgo no es para Fabián un dato negativo. Su proceso de individuación, el cual le exige mayor “autonomía” y “movilidad”, “es una obligación aparejada a una forma de peripecia o de desarraigo social para todos aquellos poco provistos de ‘capital’” (Merklen, 2013:53). Fabián activa una racionalidad bien aplicada para desactivar los peligros de no pertenecer. Entre una narrativa del amor por “estar” y “amor por el juego”, desactiva los riesgos sociales que implican estar donde lo instituido en el campo del rugby no lo permitiría. Su adscripción y su papel de clase, también aplacan el riesgo de ser expulsado. La experiencia en movimiento de sus prácticas con sus pares, y el vínculo con los otros, son dispuestos como forma de alteridad aceptable y necesaria. Él corre riesgos y el Club de rugby también, mediante esa alteridad que se vuelve seguridad para las dos partes. Además, retomando la idea de la era post industria ya mencionadas más arriba, las valías identitarias ya no necesitan establecerse como estancas, fijas y duraderas. La admisión de Fabián responde a un corrimiento de fronteras de clase, tanto en las instituciones que modelan la cultura en nuestras sociedades, como en los marcos interpretativos que los sujetos construyen en torno a la clase y sus espacios. Quizás, es por esto, que Fabián es la excepción y no la tendencia, sabiendo que hay corrimientos en los roles sociales modernos, y en el estallido de identidades “duras”, pero con determinados controles y organización.

Nacho asume el dolor, como juego de resistencia, por fuera de la órbita del riesgo; es decir, en la esfera de la seguridad. Diría Jünger, sobre el dolor y la sentimentalidad:

Todas las medidas que entonces se toman abocan a no escapar al dolor, sino a resistirlo. De ahí que tanto en el mundo heroico como en el cultural encontremos una relación con el dolor en todo distinta de la que hallamos en el mundo de la sentimentalidad. Mientras que en este último mundo lo que importa es, como hemos visto, expulsar el dolor y excluirlo de la vida, de lo que se trata en el mundo heroico y en el cultural es de incluirlo en la vida y de disponer ésta de tal manera que en todo tiempo se halle pertrechada para el encuentro con el dolor (Jünger, 1995:34).

Incluye su divergencia, en tanto zonas estancas de concebir otro tipo de masculinidad, desviada de la norma. Incluye la emoción vinculada al amor y la exterioriza, la incluye en su vida para encontrar el dolor. En sus espacios es un riesgo porque, justamente, no es la regla. Es una percepción del riesgo, diría Le Breton (2013) que involucra un potente lazo afectivo y la retransmisión de un discurso social y cultural, donde también el miedo está “menos ligado a la objetividad del riesgo que a los imaginarios inducidos.” (Le Breton, 2013:23)

Como dijimos, el riesgo no es un dato negativo en sociedades aparentemente faltantes de certezas ante la retracción del papel de las instituciones modernas. Pero hay en el deporte, y en la trayectoria de sus practicantes, un doble juego en el medio de la reorganización de imaginarios, símbolos y representaciones en torno al Estado, el Trabajo y el Tiempo libre. Por un lado, es un espacio para asumir riesgos e incluir la dimensión de las emociones más extremas e incluirlas en nuestra vida cultural. Pero por el otro, mantiene y tracciona los riesgos, sosteniendo y fijando la institucionalización de las certezas que, tiempo atrás, dominaba el mundo del trabajo o el papel del Estado. No es una sustitución. Pero sí un lugar para seguir analizando y encontrar ese juego –complementario- entre el riesgo y la seguridad.

Bibliografía

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1.

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín. Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. juanbab@yahoo.com.ar

2.

Podríamos reconocer, como corte histórico, el año 1975 como inicio de un proceso de instauración del modelo neoliberal en nuestro país. El impulso de la última dictadura cívico-militar-eclesiástica es central en la aplicación de un plan sistemático de reformas en el papel del Estado (hasta ese momento, podemos vislumbrar su rol garantista y proteccionista), que da lugar a la liberalización de la economía, la desindustrialización en los modos de producir, la reducción del gasto público, el endeudamiento como antídoto para sostener el consumo, generando múltiples regresiones en materia, no sólo económica (durante la dictadura militar se forjan los cimientos de una pobreza estructural elevada), sino educativa, social y cultural. Todo esto, ejecutado bajo las formas más perversas y sangrientas que jamás se hubieran suscitado en nuestro país: las fuerzas armadas encontraron en el método de la desaparición forzada, la tortura y el asesinato, una forma de disciplinamiento social.

3.

Para pensar sobre masculinidades dominantes, ver Branz, J. (2017) Masculinidades y Ciencias Sociales: una relación (todavía) distante. En Descentrada. Revista Interdisciplinaria de feminismos y género. Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG) IdIHCS - CONICET.

4.

A continuación presentaré dos casos representativos de un trabajo exhaustivo (entre 2008 y 2014) en donde analicé el cruce problemático entre masculinidades y clase social en la ciudad de La Plata. Me interesa, aquí, recuperar algunas preguntas sobre las trayectorias de ciertos sujetos con los cuales me vinculé, pensando en sus biografías y su inserción dentro del campo del rugby. Los nombres son de fantasía, resguardando sus identidades.

5.

El barrio Las Quintas se encuentra alejado del casco urbano de la ciudad de La Plata. Es reconocido por la gran cantidad de quinteros dedicados a la agricultura y donde vive parte de la comunidad Qom residente en la ciudad.

6.

La localidad de Manuel Bernardo Gonnet, aproximadamente a diez kilómetros al norte del centro de la ciudad de La Plata. Se accede por automóvil, ómnibus y ferrocarril, y se conecta rápidamente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es una zona residencial, con una densidad poblacional baja, cuyos lotes (en gran parte del barrio) se caracterizan por sus grandes dimensiones y por su particularidad de “casas-quintas”.

7.

La localidad de José Hernández, a aproximadamente treinta kilómetros al noroeste del centro de la ciudad de La Plata. Se accede por automóvil y ómnibus y se caracteriza por ser una zona residencial, con una densidad poblacional media/baja, donde confluyen tanto viviendas como comercios de mediana y gran escala.

8.

El tee es un objeto utilizado especialmente para apoyar la pelota y mantener la posición fija para un remate.

9.

El Club San Luis, forma parte de la Institución educativa, el colegio San Luis, correspondiente a la congregación de orden católica de los Hermanos Maristas. Tradicionalmente era un colegio donde asistían sólo varones, y el acceso a la institución era restringido -selectivo. Hoy, son aceptadas las mujeres.

10.

Fabián me explicó toda la situación con la intención de que yo entienda, que para él, “negro de mierda”, significaba un insulto, una injuria. Entonces me permití preguntarle si era sólo a él que le había sucedido, y me contó que no, que a la mayoría de sus compañeros.

11.

Aquí pongo en duda si Fabián tradujo alguna otra categoría de sus compañeros o si realmente sus compañeros nominalizan como “rochitas” a las chicas que concurren a los boliches bailables donde pasan cumbia. Es decir, dudo si la categoría es reproducida por Fabián -y su grupo de identificación barrial- y adjudicada a sus compañeros, ya que en ninguna instancia de campo la había escuchado por parte de otro interlocutor.

12.

He compartido varias instancias de diálogo con Jacinto, intercambiando ideas acerca de la función de la Universidad en la ciudad de La Plata. Él reconocía –siempre- su simpatía por la gestión de gobiernos radicales (tanto en la Universidad como en la política municipal, provincial y nacional)

13.

Nacho nació en el año 1980.

14.

Los trapecios son los músculos que se insertan en el cuello, por la parte posterior.

15.

Unas semanas antes, Nacho había llorado frente a mí argumentando que su novia lo había “dejado”. Cuestión que, según Nacho, no se permitía frente a sus compañeros de equipo.

16.

Vale aclarar que este no es, por lo menos hasta donde supe, el caso de Nacho.

17.

José Garriga me aporta, con su lectura, la pregunta que indica si es esa humillación de ser abandonado, o el supuesto desprestigio se desprende al mostrar la “debilidad” de esta triste a casusa de un abandono.