La memoria dominante sobre la burocracia sindical
¿Quién mató a Rosendo?, de Rodolfo Walsh, y la batalla por la construcción de identidades colectivas#
Por Darío Dawyd11. CEIL-CONICET. (…)
Resumen↑
En el presente trabajo analizamos el lugar de la memoria en la construcción de identidades colectivas, a partir de un estudio de caso, la investigación de Rodolfo Walsh sobre el asesinato de Rosendo García. El artículo parte del reconocimiento del lugar de la memoria para la construcción de identidades, y desde allí se interroga sobre la práctica del investigador, los usos de la memoria, la construcción del relato, y la configuración de una memoria que acaba convirtiéndose en dominante para una interpretación de la burocracia sindical vandorista.
Palabras clave
Memoria, identidad, burocracia sindical, peronismo, Rodolfo Walsh.
Abstract↑
In this article, I analyse the relationship between memory and the construction of political identities. I intend to address the question of the uses of memory, the research practices and the construction of a memory that become dominant. To do so I choose a case study, the research of Rodolfo Walsh about the dead of the union leader Rosendo García, knowns as the book ¿Quién mató a Rosendo?
Keywords
Memory, identity, union bureaucracy, Peronism, Rodolfo Walsh.
recibido: 24/7/2017
aceptado: 22/3/2018
Introducción ↑
El presente trabajo busca analizar el lugar de la memoria en la construcción de identidades colectivas. Para pensar esta problemática nos acercamos a los usos de la memoria en la investigación de Rodolfo Walsh acerca de la muerte de Rosendo García, para poder indagar en la construcción que desde ese caso realizó sobre el vandorismo. La investigación de Walsh apareció en siete notas publicadas en el semanario CGT, órgano oficial de la CGT de los Argentinos, entre el 16 de mayo y el 27 de junio de 1968. Un año después esas notas fueron convertidas en el libro ¿Quién mató a Rosendo? En el pasaje de las notas periodísticas al libro Walsh introdujo algunas diferencias. Estos cambios permiten pensar el lugar de la memoria en la construcción de identidades; aquí lo haremos a través del análisis de la construcción walshiana del vandorismo y su conversión en una memoria dominante sobre la burocracia sindical22. En un trabajo (…) . En primer lugar abordaremos los usos de la memoria, los olvidos, los silencios y el lugar de ellos en la construcción de identidades; en segundo lugar, buscaremos la relación entre la memoria, el testimonio y el relato del investigador; seguidamente abordaremos el caso del libro de Rodolfo Walsh, ¿Quién mató a Rosendo?, y su construcción como “memoria dominante” sobre la burocracia sindical; finalmente, en las conclusiones, retomaremos los temas trabajados y plantearemos la posibilidad pensar aquella memoria dominante como “historia sagrada”33. Agradezco la l (…) .
Antes de entrar en el caso, cabe resumir en pocas palabras el libro de Walsh: publicado en 1969 (a partir de una serie de notas que escribió durante 1968, en el semanario CGT), se propone esclarecer un episodio producido tres años atrás, en la pizzería La Real, de Avellaneda, en el que murieron tres personas: Rosendo García, Juan Salazar y Domingo Blajakis. El primero formaba parte del vandorismo, segundo en la línea de mando de la Unión Obrera Metalúrgica, después del propio Augusto Timoteo Vandor; los otros dos eran parte de la Acción Revolucionaria Peronista (ARP, de John W. Cooke), uno de los varios grupos políticos y sindicales peronistas, que se oponían a la hegemonía vandorista. Según las primeras versiones (y hasta la investigación de Walsh casi las únicas, de un caso que terminó olvidado) las muertes se produjeron por disparos desde ambos bandos; Walsh se propondrá demostrar que sólo se disparó desde el grupo vandorista, desde donde también mataron al propio Rosendo García44. En el semanari (…) . A partir de este caso, Walsh desentrañará toda una interpretación del significado del vandorismo y su lugar en la política argentina.
Los usos de la memoria y su lugar en la construcción de identidades↑
Para nuestro análisis podemos partir brevemente de dos autores que nos permitirán focalizar en los mecanismos de la memoria, o lo que uno de ellos llama la “pragmática de la memoria”. Paul Ricoeur, en una reflexión sobre la relación entre memoria e historia, habla de la pragmática de la memoria (2007: 10) para englobar tres señas de la misma: memoria impedida (por el olvido y la represión de la memoria), memoria manipulada (por las “múltiples maneras de adulterar la memoria por medio del relato con sus arabescos, sus acentos y sus silencios”) y memoria forzada (que lleva a la posibilidad de su manipulación). Otro autor, Michael Pollak, también habla de los mecanismos en la construcción de las memorias, específicamente sus silencios y olvidos, y las tensiones entre ambos55. Conviene aclar (…) . En su trabajo de campo y reflexión acerca de quienes vivieron experiencias traumáticas, habla de “recuerdos prohibidos”, “indecibles” y “vergonzosos”, que son silenciados y quedan desconocidos para la sociedad en general. De aquí se desprenden dos tensiones, una con el olvido y otra con la memoria colectiva; la primera, con el olvido, en tanto “hay en los recuerdos de unos y otros zonas de sombra, silencios, no-dichos. Evidentemente, las fronteras entre esos silencios y no-dichos y el olvido definitivo y lo reprimido inconsciente no son estancas; están en perpetuo dislocamiento”; la segunda, con la separación que produce lo “decible y lo indecible” entre “una memoria colectiva subterránea de la sociedad civil dominada o de grupos específicos, de una memoria colectiva organizada que resume la imagen que una sociedad mayoritaria o el Estado desean transmitir e imponer” (Pollak, 2006: 24). Este análisis opera entonces en dos niveles; un nivel que podría ser del individuo que brinda su testimonio (y la tensión de la memoria entre el silencio y el olvido), y otro nivel que relaciona esa memoria con una memoria colectiva. Esto último lleva a Pollak a afirmar el lugar preponderante de la memoria en “tentativas más o menos conscientes de definir y reforzar sentimientos de pertenencia y fronteras sociales entre colectividades de distintos tamaños”, es decir, “dos funciones esenciales de la memoria común”: “mantener la cohesión interna y defender las fronteras de aquello que un grupo tiene en común” (Pollak, 2006: 25). En otro artículo Pollak dirá que las “identidades colectivas” se componen de un “sentimiento de unidad, de continuidad y de coherencia” (Pollak, 2006: 41) y que aquí la memoria juega un rol fundamental porque esos tres componentes están en una disputa permanente66. De manera simi (…) .
La memoria, del testimonio al relato histórico y periodístico↑
En ambos autores también está presente una reflexión acerca del lugar de la memoria en la práctica histórica. Pollak, que trabaja con testimonios, defiende la historia oral de las críticas que la acusan de producir “representaciones y no reconstituciones” de la realidad (Pollak, 2006: 42-52). Ricoeur parte del reconocimiento de que la historia hereda de la memoria el problema de la representación de los hechos, porque ese problema está planteado primero en la memoria y en su pragmática que puede incluir olvidos y manipulaciones; esto se plantea en las tres fases de la investigación histórica, ya en la fase documental en los archivos, en la fase explicativa y en la fase propiamente escrituraria donde “el tema de la representación alcanza su punto culmine de agudeza” (Ricoeur, 2007: 12).
Esta relación entre memoria y representación histórica de los hechos nos lleva a señalar algunas cuestiones generales del ¿Quién mató a Rosendo?, que nos permitirán presentar esta obra como un hito en la formación de una memoria dominante de la izquierda peronista, en su crítica al sector que denominaba burocracia sindical o con el nombre de uno sus máximos dirigentes, vandorismo.
Es importante señalar que presentamos aquí un abordaje enmarcado en lecturas críticas acerca de la memoria y el testimonio para el relato histórico, mientras que el trabajo de Walsh fue más bien periodístico o ensayístico, e inaugural de un nuevo género entre el periodismo, la literatura y el ensayo77. En el trabajo (…) . Sin embargo, el propio Walsh autorizaba las múltiples lecturas que su obra permitía, como novela, como análisis del sindicalismo argentino. El género del Rosendo que apareció en el semanario CGT como una investigación orientada a destacar la inocencia de los muertos y acusados, en el libro, en el nuevo ordenamiento dado a la escritura, aparecía hibridado, dada una nueva posibilidad de lectura novelada y de análisis social, por parte de un autor que había inaugurado un estilo de investigación periodística que remitía a los testimonios y que permitía una escritura no-ficcional que presentaba los hechos con pretensión de objetividad, y en procura de “ciertos fines políticos inmediatos”, diferente de la ficción, tanto de la novela como del cuento (Walsh, 2007: 215-216)88. Nilda Redondo (…) . Esa misma pretensión de objetividad, y esa finalidad política, nos permiten señalar dos cuestiones generales de su trabajo.
En primer lugar, cabe destacar algunos elementos que son integrantes de las fases de la investigación, según Ricoeur, pero que en el caso de ¿Quién mató a Rosendo? debemos analizarlos bajo la óptica de un trabajo que buscaba establecer una verdad respecto del tiroteo de La Real, y apuntaba en su núcleo a crear una imagen del vandorismo, y de los sectores que desde la CGTA se oponían al mismo, es decir, la construcción de un relato sobre estas dos identidades sindicales en disputa. Para esta tarea, Walsh recurre a testimonios. Y los testimonios que aparecen en su investigación son los del grupo antivandorista, y un ex vandorista; asimismo, el periodista tuvo acceso al expediente judicial (de donde obtuvo los testimonios del grupo vandorista dados a la justicia, así como de mozos de La Real y otros testigos). En las notas originales que dieron forma al libro Walsh fue convocando, sin éxito, semana a semana, a que los vandoristas dieran su testimonio, sin mentir ni ocultar nada, ya sea ante el juez o ante él mismo99. “De todas mane (…) .
No es menor la composición exclusiva de la investigación de Walsh sólo con el testimonio de los antivandoristas; sin embargo, no cabría abandonar una investigación por ausencia de la palabra de un grupo que se niega a darla. Lo que podría resaltarse es que si los testimonios expresan la “inscripción de huellas de lo real pasado, algo de inscripción de lo subjetivo de las experiencias individuales y algo de inscripción de lo colectivo e intersubjetivo” (Levín, 2005: 50), es trabajo del investigador establecer mecanismos de control de los mismos para no creer todo lo que ellos dicen, y estos mecanismos no parecen estar presentes en ¿Quién mató a Rosendo?1010. En su aclamada (…) .
Esto nos lleva a un segundo aspecto general a destacar, cercano a lo que Pollak denomina “encuadramiento de la memoria”, y la actividad del “historiador orgánico” (Pollak, 2006: 40). Al llevar adelante su investigación sobre el tiroteo de La Real, la vinculación de Walsh con una fracción política estaba claramente delineada y no buscaba ocultarse; esto marcaba una diferencia crucial con la otra gran obra periodística de Walsh, y marcaría un pasaje del periodista “independiente” de Operación Masacre (que no conseguía donde publicar su investigación), al periodista que comenzaba a militar con el sindicalismo combativo, en tanto Walsh dirigía el semanario CGT donde publicó su propia investigación, con mucha mayor circulación que donde publicó Operación Masacre, y vocero de la fracción sindical rival a la que acusaba1111. En la crítica (…) .
Las operaciones necesarias de este encuadramiento de la memoria y con él, la construcción de un relato sobre la identidad de la burocracia sindical, fueron realizadas por Walsh en las notas presentadas en el semanario CGT en 1968, en el libro editado en 1969, y es posible rastrear otras en algunas diferencias que introdujo Walsh entre las notas originales y el libro, que abordaremos a continuación. Este relevamiento de las diferencias entre las notas del semanario y el libro también nos permitirá pensar en la construcción de la materialidad del libro, en su mera edición, una búsqueda de que las notas aparecidas en lo efímero del papel de diario no quedaran en el olvido, y que ese nuevo objeto pueda tomar parte de una lucha política a partir de la mucha mayor repercusión que le daba el nuevo y más duradero formato, en el que por primera vez se expresaban ideas acerca de la burocracia sindical que había sido bosquejadas en las notas del Semanario y en otras publicaciones efímeras de años anteriores.
Silencios, olvidos y omisiones entre las notas del semanario y el libro↑
Las notas de la investigación de Walsh, publicadas en el semanario CGT buscaron reactualizar un caso que la prensa, la justicia y el peronismo habían olvidado; esas notas pretendían denunciar, hacer declarar, demostrar, defender, influir, intervenir en la investigación. Walsh invitaba a declarar a quienes acusaba, e incorporaba entre nota y nota cierta intriga sobre los nombres de los personajes de los que iría revelando tanto su lugar en el tiroteo, como su eventual uso de armas. En el libro, en cambio, todo se presenta resuelto, con algunos datos actualizados respecto de la investigación del año anterior, sin pretender que nadie responda nada. Otra diferencia es que las notas aparecidas en el semanario contienen muchos más detalles de la pelea y los tiros dentro de La Real que no están en el libro, y el propio Walsh afirma que no valía la pena repetirlos y remite al semanario para quien quiera verlos (Walsh, 1969: 130). La finalidad del libro no es repetir sin más la investigación, si no dar y reforzar una imagen del vandorismo, su significado para el sector del peronismo que había roto con aquellos con quienes no volverían a convivir ni ante el llamado de Perón, ya a reorganizar las 62 o normalizar la CGT1212. Una versión má (…) .
Entre las varias diferencias de las notas del semanario y el libro, podemos señalar, respecto de la construcción de la identidad de ambos grupos, el vandorista y el combativo, la caracterización que en primer lugar se hace del propio Vandor. En la primera nota de la investigación (CGT, N° 3, 16 de mayo de 1968) Walsh afirma sobre Vandor que “es difícil olvidar sin embargo lo que ese hombre representó en un momento crucial de las luchas obreras en la Argentina. Creo que no puedo dirigirme a él en los términos en que me he dirigido a Fernández Suárez o Quaranta, aunque lo considere complicado en hechos que tienen alguna semejanza con los que aquellos cometieron. En homenaje al Vandor del 56, del 59…”. Un mes y medio después, en la séptima y última nota (CGT, Nº 9, 27 de junio de 1968) la duda sobre cómo dirigirse a Vandor, recordando su rol en las luchas obreras del 56 y 59, no existe más, y es reemplazada por su “semejanza” con el fusilador de peronistas en los basurales de José León Suárez1313. “Esta denuncia (…) . En el libro la duda no figura, así como tampoco el “homenaje al Vandor…”; ya desde la “Noticia preliminar” del libro Walsh afirma que “El vandorismo aparece así en su luz verdadera de instrumento de la oligarquía en la clase obrera, a la que sólo por candor o mala fe puede afirmarse que representa de algún modo” (Walsh, 1969: 9).
Otra diferencia importante es que las referencias a las notas periodísticas acerca del incidente de La Real, que cubrieron el episodio en los días posteriores al mismo y son criticadas con dureza en el semanario, están omitidas en el libro, a excepción de las menciones al diario La Prensa, y el semanario Primera Plana, incluidas en la “Noticia preliminar” de ¿Quién mató a Rosendo? Por otro lado, cabe señalar también el uso de los testimonios del grupo vandorista; sobre estos últimos Walsh señala permanentemente dudas, omisiones y falsedades, ya sobre lo que Vandor habría afirmado en el entierro de Rosendo (Walsh cita lo que habría dicho y le contrapone lo que “Vandor debió decir”1414. CGT, Nº 3, 16 (…) ), acerca de la declaración de Vandor que figura en el expediente judicial1515. CGT, Nº 4, 23 (…) , como en la manipulación de la escena del tiroteo y las ropas de Rosendo (la camisa y el saco), que atribuye al abogado de la UOM Fernando Torres1616. CGT, Nº 8, 20 (…) .
Por otro lado, en la última nota de 1968, Walsh escribe una conclusión de la investigación, casi íntegramente reproducida como conclusión del libro, que se centra en la filiación de Vandor como “hombre del sistema” (político, militar, judicial, hegemónico), lo cual le permitió gozar del encubrimiento de una justicia que no pudo esclarecer “un triple homicidio que aquí se aclaró en un mes”. En esa última nota hay una cita de Raimundo Ongaro (líder de la CGT de los Argentinos, que editaba el semanario CGT), que está omitida en el libro1717. “el segundo pu (…) .
Otra diferencia crucial la podemos encontrar en la mención del grupo no vandorista, porque mientras en las notas del semanario no aparece con una denominación específica, en el libro es denominado “grupo Blajaquis”; de hecho, en el libro, Walsh señala como uno de sus objetivos la indagación de “la identidad del grupo atacado, compuesto por auténticos militantes de base” (Walsh, 1969: 9), para desterrar la visión que había dado una parte de la prensa nacional acerca de que el enfrentamiento fue “entre ellos”, entre peronistas englobados como un todo. Walsh busca destacar la identidad combativa del grupo no vandorista, aunque evita mencionar a la agrupación Acción Revolucionaria Peronista (ARP) donde militaban los no vandoristas, y solo incluye el nombre del líder de la misma, John William Cooke, en el libro, pero sin un lugar destacado1818. Cooke murió en (…) .
En la versión definitiva, en el libro, Walsh apuntó a iluminar tanto un episodio del pasado (un enfrentamiento en 1966 que dejó el saldo de tres muertos y que para Walsh fue ocultado por la justicia y la prensa), como del presente en que Walsh escribía (1968-1969), y la división del peronismo sindical entre la CGTA y la CGT Azopardo le permitía presentar al vandorismo y el “drama del sindicalismo peronista a partir de 1955” (Walsh, 1969: 7). En una de las primeras críticas de ¿Quién mató a Rosendo? Aníbal Ford señaló esto mismo, que el libro era al mismo tiempo un análisis de los hechos de 1966, un rescate biográfico de los militantes del peronismo revolucionario y, en tercer lugar, un análisis del vandorismo (Ford, 1969: 28); a estos dos últimos puntos podemos englobarlos en uno solo, el encuadramiento de la historia del sindicalismo peronista hegemónico que surge del “drama” de 1955, y la oposición que desde las bases surge hacia esa hegemonía convertida en “traición”.
Finalmente, entre las pocas respuestas del lado vandorista a la investigación de Walsh podemos señalar un comunicado de las 62 Organizaciones, en respuesta a un anticipo del libro dado en conferencia de prensa por Walsh, en la sede de la CGT de los Argentinos1919. Esta conferenc (…) . El comunicado acusa a la CGTA de ser la “Unión Democrática de los Argentinos”, atendiendo a la cantidad de dirigentes no peronistas que poblaban la central opositora, haciendo evidente la disputa por la definición del peronismo. Las 62 también apuntaban a la definición de la identidad del grupo no vandorista, y de la CGTA (¿y Walsh?), definidos como “ideólogos impotentes que intentan dirigirse en vanguardia”, grupos de choque contra el movimiento popular, de los que se sirven los políticos frustrados 2020. El comunicado (…) . Podemos recordar la importancia del pasaje de la materialidad de las notas del semanario al libro, porque el sector vandorista no alza la voz en 1968 con la publicación de las notas en CGT, si no con la anticipación en conferencia de prensa de la aparición, por esos días de mayo de 1969, de un nuevo libro.
Una memoria dominante sobre la burocracia sindical↑
¿Quién mató a Rosendo? apareció en mayo de 1969, un mes de alta conflictividad social en grandes ciudades del país, y que culminaría los días 29 y 30 con los hechos conocidos del Cordobazo. Durante el mes siguiente, la CGTA buscó mantener el clima de protesta, mientras que la CGT liderada por el vandorismo prosiguió con mesura la recuperación de su perdido protagonismo sindical, peronista y político; sin embargo, el último día de junio, este escenario cambiaría por completo, al producirse el asesinato de Augusto Vandor en la sede de la UOM, y tras el mismo las intervenciones sindicales y la fuerte represión sobre la CGTA, al tiempo que el desconcierto en la CGT Azopardo. En los primeros días de julio Primera Plana dio a conocer la lista de los libros más vendidos, en la que, apenas aparecido, el libro de Walsh se ubicó entre los primeros cinco y llegó al primer lugar en pocas semanas; en pocos años, ¿Quién mató a Rosendo?, que para su autor había logrado mermar algo del poder vandorista2121. “En este momen (…) , también lograría convertirse en un texto crucial para la interpretación que la izquierda peronista hizo en los años setentas del vandorismo, del sindicalismo peronista hegemónico, de la burocracia sindical, de la CGT.
Esta interpretación conformó, para sectores de la izquierda peronista, una “memoria dominante” acerca de la burocracia sindical. Si bien este concepto busca describir las memorias de rechazo del terrorismo de Estado (1976-1983), mayormente representadas por organismos de derechos humanos (Da Silva Catela, 2011: 104), creemos que puede trasladarse para una situación anterior en una disputa precisa por la identidad peronista de los años sesenta y setenta, en la que un sector, el vandorismo, es identificado como parte del “sistema” represivo. Siguiendo a esta autora, podríamos presentar la investigación de Walsh como una recuperación de “memorias denegadas” de quienes sufrieron la violencia vandorista y fueron convertidos en ejemplos de la lucha sindical de base para apuntalar el proyecto de la CGTA, en la consolidación de la identidad del sindicalismo combativo, en la variante que sobre fines de los sesentas y en los años siguientes se llamaría también sindicalismo de liberación. En la investigación de Da Silva Catela las memorias denegadas son las que ponen a la luz la violencia previa a 1976, más específicamente la violencia de las guerrillas (Da Silva Catela, 2011: 104). En este caso, tanto como en el de “memorias dominantes”, el uso de estos conceptos nos da la posibilidad de pensar a partir de ellos nuestra coyuntura, a pesar de que fueron construidos para pensar otros períodos. En su trabajo se recalca también que ambas memorias trabajan en oposición (Da Silva Catela, 2011: 120); aquí proponemos una lectura del texto de Walsh donde se recuperan memorias denegadas, para la construcción de un discurso que acaba convirtiéndose él mismo en dominante para la identidad del sindicalismo de liberación.
Esa conversión es señalada por Daniel James, quien en su obra más conocida, Resistencia e Integración, afirmó que “como líder de los obreros metalúrgicos y figura dominante dentro del aparato sindical peronista, Augusto Vandor suscitó en el seno del peronismo reacciones extremas que oscilaban entre la hagiografía en un polo y la demonología en el otro”; entre los segundos menciona las diversas versiones de Vandor y el vandorismo dadas desde “la prensa peronista de izquierda”, entre las que cita en particular las notas aparecidas en La Causa Peronista y El Descamisado (James, 1999: 261 y 283). En otra obra posterior, James citó explícitamente a Walsh para la construcción de aquella imagen de Vandor como traidor y burócrata, y desde él, la construcción de una imagen de la burocracia sindical: “la versión más atrapante de esta visión del vandorismo fue la expresada por el escritor Rodolfo Walsh” en su investigación sobre el tiroteo de La Real, “que alcanzó gran circulación” (James, 2003: 138). Aún más, si “la imagen del vandorismo que se difundió en la década del sesenta tenía dos componentes conexos” (métodos autocráticos en el gobierno interno del sindicato y negociación con factores de poder que dejaban fuera de la política local a Perón), ello motorizó la oposición al vandorismo, que en la década de 1970 la llevaría adelante una juventud “fuertemente influenciada por la visión crítica de autores como Walsh” (James, 2003: 151).
Para rastrear empíricamente la importancia del libro de Walsh para la construcción de esa memoria dominante sobre la burocracia sindical, podemos trabajar con algunos de estos documentos mencionados. En primer lugar, es importante comenzar (cronológicamente) por uno no mencionado por James, la proclama que el (ignoto) Ejército Nacional Revolucionario (ENR) dio a conocer el 7 de febrero de 1971, en la que exponen detalles del autoatribuido asesinato de Vandor ocurrido casi dos años atrás. El comando que firmó aquella proclama se llamó “Héroe de la Resistencia Domingo Blajaquis” (de más está decir que, hasta la investigación de Walsh, Blajaquis era un militante desconocido más allá de Gerli), y el “ajusticiamiento” se realizó por veintisiete “cargos comprobados” de traición, entre los que se destacan entregas de huelgas, confabulaciones, matonaje, golpismo, pasividad y defecciones varias, todas presentes en ¿Quién mató a Rosendo? (incluso el “haber formado un aparato de escribas con la misión de enmascarar su traición detrás de frases nacionalistas”)2222. De los 27 carg (…) . También es importante señalar la caracterización, en el mismo comunicado, de que “Los traidores al movimiento obrero son doblemente Judas, traicionan al Movimiento Nacional Peronista y traicionan a la propia clase obrera de la que surgen. Está resuelto -y así se hace- que sean los primeros en caer bajo el puño de hierro de la Justicia del Pueblo. Los traidores al movimiento obrero son la principal quinta columna enemiga dentro de las filas del proletariado nacional”2323. El comunicado (…) , concepción de la burocracia sindical que estructuraba el libro de Walsh.
También puede verse la presencia del ¿Quién mató a Rosendo? en las seis notas sobre la “historia de la UOM” publicadas entre febrero y marzo de 1974, en el semanario El Descamisado, de la organización Montoneros2424. De acuerdo con (…) . Ya en la primera nota el texto comienza con citas de ¿Quién mató a Rosendo?, aunque a diferencia de este libro, en la nota destacan más los rasgos combativos de Vandor entre 1955 y 1959; en la segunda nota, también citando a Walsh, señalan que después de la huelga metalúrgica de 1959 Vandor descubre su poder y relatan su ascenso en los años sesenta2525. Sobre el tirot (…) . La tercera nota se ocupa de darle voz a quienes cometieron el asesinato/ajusticiamiento de Vandor, ya que todas las versiones que se dieron del mismo no son creíbles y nunca se le dio “demasiada bola” a los comunicados del ENR; los supuestos autores afirmaron que “A fines del 68 y principios del 69 analizamos la realidad política y la función del vandorismo en el proceso argentino: concretamente era una mano del sistema metida adentro del movimiento obrero, era la quinta columna del régimen metida en las filas del peronismo y, más concretamente, en su eje, la clase trabajadora”, argumentación similar a la del comunicado del ENR, y que aparecía originalmente en el libro de Walsh. Puede verse en estas notas del semanario de Montoneros una reproducción de algunos argumentos del libro de Walsh acerca del vandorismo (específicamente la identificación burocracia-sistema), pero también varias salvedades respecto del mismo, de la historia de Vandor, y de la UOM. Así, por ejemplo, en esta tercera nota aparece un recuadro donde el director de El Descamisado responde una carta de lectores acerca de la veracidad de los testimonios del libro de Walsh, afirmando que “Nuestra calificación de ‘firmes testimonios’ refiriéndonos al libro de Walsh, se basan en la propia afirmación del autor del libro y en nuestra nota abarcan únicamente lo referente a lo sostenido por Walsh en cuanto a la responsabilidad de Vandor en ese hecho. El resto del libro, no es avalado por la dirección de la revista y corre por cuenta del autor del libro”2626. El Descamisado (…) . Esta línea puede verse también en las tres notas posteriores sobre la historia de la UOM, que tratan del período post Vandor, y las referencias a aquél tienen que ver con el contraste con el período inaugurado en 1970 por Lorenzo Miguel (durante la hegemonía de Vandor había asambleas en la UOM, se discutían abiertamente los convenios, y por eso Vandor tenía consenso entre las bases). Estas diferencias entre Walsh y El Descamisado en parte pueden relacionarse con que el libro de Walsh se inscribía en una lucha contra el propio Augusto Vandor, mientras que las notas de El Descamisado apuntaban al nuevo líder de la UOM (Lorenzo Miguel), aunque también se debe señalar que el director de El Descamisado era Dardo Cabo, hijo de un viejo dirigente muy cercano a Vandor durante los años cincuenta y comienzos de los sesentas, y él mismo un joven militante muy cercano al vandorismo y Vandor, en los años sesenta.
Meses después en la revista La Causa Peronista (sucesora de El Descamisado y El Peronista Lucha por la Liberación) desde Montoneros volvieron a publicar sobre el vandorismo. Allí apareció el suplemento especial “Vandorismo. La política del imperialismo para los trabajadores peronistas” sin firma de autor2727. La Causa Peron (…) . Este texto anónimo, que identificamos como obra de Roberto Carri, comienza preguntándose “¿Qué es el vandorismo? ¿Qué significa esta definición resumida en el nombre de uno de sus principales exponentes?”2828. Podemos identi (…) . Desde esta pregunta, el artículo reconstruye la formación del vandorismo como una burocracia sindical, desde 1958, y como una “traición al movimiento obrero”; la nota se autopostula como “quizás el intento más serio que se ha hecho hasta la fecha: aportar al conocimiento de este enemigo irreconciliable por medio del cual se expresa diariamente el imperialismo en el seno del movimiento”. Así, reconoce al vandorismo como burocracia, traición, enemigo (interno) irreconciliable; además, afirma que no hubo intentos serios para describirlo, olvidando los textos que hasta 1974 se habían cometido a esa tarea, principalmente ¿Quién mató a Rosendo?, o las notas que la otra revista de Montoneros, El Descamisado, había publicado meses antes. Con estos trabajos guarda algunas distancias, fundamentalmente en el aporte que hace Carri para una compresión del vandorismo que no centre la mirada en un dirigente, sino como “una concepción político global [que] pasa por el reconocimiento del sindicalismo como un instrumento de negociación del sistema, por el fortalecimiento de su capa dirigente, en alianza con los grandes empresarios y los organismos militares del Estado, y por un proyecto de estabilidad sin crisis”. El modelo ideal vandorista entra en crisis con la asunción de Onganía, “el vandorismo se transforma paulatinamente en participacionismo”; y crece su descrédito en el movimiento obrero, haciendo que las luchas populares, las guerrillas y la JP se transformen en la realidad dominante. Así, en el análisis de Carri, para el 11 de marzo de 1973, el vandorismo estaba en su más alto desprestigio; sin embargo, para la fecha del artículo (septiembre de 1974) el vandorismo cada día controlaba un nuevo resorte del poder, porque la muerte de Perón lo dejó sin frenos. Reconociendo esta realidad del vandorismo, debía reconocerse que no se lo podía enfrentar parcialmente, sino en el marco de una “lucha liberadora”2929. Esta lectura g (…) .
Conclusión. Una “historia sagrada” de la burocracia sindical↑
A partir de estas fuentes, seguimos la construcción de la definición del vandorismo en el libro de Walsh y su transformación, para sectores hegemónicos de la izquierda peronista, en una “memoria dominante” acerca de la burocracia sindical. Esta memoria dominante estructuraba una parte importante de la identidad del peronismo combativo, al punto de que proponemos pensarla, como conclusión de este trabajo, a modo de una “historia sagrada” de la burocracia sindical. Este concepto nos permite abordar “historias en las que efectivamente se creía y que bajo ningún punto de vista podían ser sometidas al imperio de la duda; y, al mismo tiempo, útiles para el presente, para definir identidades, para dirimir posiciones, para legitimar puntos de vista, a personas o instituciones en detrimento de otras, para proyectar líneas concretas de acción, para luchar o para resistir”, y que ofrecen “orden y sentido para quienes creen en ellas” (Visacovsky, 2005: 278-279). ¿Quién mató a Rosendo? permitía todo aquello y lo buscó desde su primigenia concepción: definir identidades, legitimar personas, acciones, luchar y resistir, porque en su memoria, interpretaciones, olvidos y omisiones, se definía una identidad del vandorismo, y del sindicalismo combativo.
Toda lucha política requiere la delimitación de las identidades entre los contendientes, y ello implica definiciones como las de burocracia sindical, vandorismo y el significado de un liderazgo (el propio Vandor) que relevamos para este trabajo a partir de los recursos de los testimonios, la memoria y el olvido que se emplearon para realizar la misma. Puede señalarse también que en el amplio marco del peronismo no vandorista, de izquierda y derecha, pero más fundamentalmente en la izquierda peronista, hubo otras interpretaciones del vandorismo, y con ello otras acciones respecto de cómo enfrentarlo (el texto de Carri es el más alejado de la versión de Walsh, entre los tratados en este artículo). Ya en la propia CGTA, al tiempo que Walsh se centraba sobre el vandorismo y Vandor, la central llevaba a cabo la “rebelión de las bases” en una búsqueda que priorizaba superar al vandorismo desde el propio terreno de las fábricas, frente a otra visión que habilitaba una lucha que priorizara atacar a la cabeza, a los “traidores”, y se mostraría resuelta a “que sean los primeros en caer bajo el puño de hierro de la Justicia del Pueblo”. Estas dos interpretaciones serán contemporáneas en los años setentas y distinguirían a las variantes del peronismo de izquierda. El texto de Walsh puede inscribirse entre los que buscaban atacar a la cabeza3030. “Cada capítulo (…) . El marco desde el que piensa las trayectorias militantes lo habilita a eso. Mientras que emplea un gran detalle en la reconstrucción de las vidas de los militantes de base de la ARP, mostrándolos en diferentes etapas de su vida y comprendiendo sus diferentes elecciones, comete los vicios de la “ilusión biográfica” (Bourdieu, 2007) en la construcción de las biografías de Vandor y Rosendo, a los que termina pintando (más en el libro que en las notas del semanario, como ya mostramos) con las esencias del traidor permanente, olvidando sus lugares en importantes luchas obreras durante largos años (resume a Rosendo García como “simpático matón y capitalista de juego”) y, tal vez, olvidando Walsh mismo sus propios vaivenes políticos3131. Podemos señala (…) .
Estas elecciones en la investigación no tienen que ver obviamente con la incapacidad del periodista en reconstruir con precisión el pasado de los personajes vandoristas; es una elección presentarlos de esta manera porque la investigación tiene como objetivo dar una imagen del vandorismo como quintaescencia de la burocracia sindical 3232. Por esto mismo (…) . Esa imagen resume las tensiones en torno del libro de Walsh, en su búsqueda de trazar un límite identitario, en este caso al interior del peronismo. Si lo había hecho con éxito en su gran libro anterior, Operación Masacre, donde el enemigo estaba claramente en el campo antiperonista, en ¿Quién mató a Rosendo? su autor, desde afuera del peronismo (“tengo que decir que soy marxista”, Walsh, 2007: 142), pretende trazar un límite dentro del peronismo, concluyendo con el emparentamiento del vandorismo con el sistema, de Vandor con Fernández Suárez o Quaranta3333. Walsh también (…) .
Para producir estas interpretaciones del pasado deben darse “ciertas reglas de admisibilidad colectivas […] los agentes deben no sólo postular interpretaciones que sirvan a sus intereses presentes, sino también hacerlas admisibles” (Visacovsky, 2005: 300). Aquí podemos volver a poner en juego el tema del relato de la memoria, y podemos incorporar al autor de ese relato. El relato de Walsh fue abordado en el centro del trabajo; lo que cabe añadir aquí es que estamos ante un caso específico en que puede postularse al autor de una historia sagrada. Podríamos rastrear hacia atrás, hacia antes de 1968-1969, y buscar la legitimidad de la que gozaba Rodolfo Walsh al momento de escribir las notas del semanario, tanto como periodista o como escritor de ficciones3434. Legitimidad qu (…) ; hacia adelante, podría señalarse el abandono de la literatura en pos de la militancia revolucionaria en los años setenta, y su desaparición forzada en 1977. La propia figura de Rodolfo Walsh fue incorporada a la “memoria dominante” de los años setenta, en el sentido literal tratado por Da Silva Catela (2011: 107-109), como una trayectoria ejemplar en el ámbito del periodismo y la literatura, y la militancia.
Esto nos permite señalar dos elementos. Por un lado, la propia biografía de Walsh lo inscribió para muchos sectores como parte de la historia sagrada del periodismo, la literatura, la militancia, produciendo una fusión obra-autor y trasladando la legitimidad del autor (recuperada desde los años ochenta y más en la última década) a sus obras; ¿Quién mató a Rosendo? como historia sagrada de la burocracia, y el propio Walsh como sagrado en la medida en que “bajo ningún punto de vista podían ser sometidas al imperio de la duda”. Por otro lado, esta imagen de Walsh no lo eximió de, o más bien lo expuso a, sectores que expresan una “memoria denegada” (en el sentido literal acuñado por Da Silva Catela), que acusaron al propio Walsh de haber sido él mismo uno de los autores del asesinato de Vandor3535. Esta acusación (…) .
Este abordaje de lo sagrado, la historia sagrada de la burocracia, o el autor convertido en figura sagrada, no busca señalar interpretaciones falsas o verdaderas, sino mostrarlas como “productos sociales de fuerzas que actuaban en el presente”, “entender como habían llegado a ser posibles de ser expresadas y admitidas” (Visacovsky, 2005: 302-303). Este abordaje permite, en definitiva, investigar la producción social de lo sagrado, y proyectar una mirada crítica sobre cuestiones que son presentadas como verdades (“las cosas sucedieron así”), pero que, en su problematización y desencantamiento, permiten ofrecer una mirada crítica con otra exigencia explicativa.
Bibliografía↑
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Walsh, Rodolfo (2007b) Operación Masacre, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
CEIL-CONICET. dawydario@hotmail.com
En un trabajo previo (Dawyd, 2011) analizamos las diferencias entre el semanario y el libro para estudiar la construcción de la identidad vandorista en la obra de Walsh, pero sin incluir los elementos que en el presente artículo permiten analizar los usos de la memoria en aquella investigación y la conversión de ella misma en “memoria dominante”.
Agradezco la lectura de Marina Franco a una primera versión de este trabajo, que me permitió profundizar aspectos que intenté volcar en la presente, así como la lectura de Paula Lenguita y Mariana Canda a esta versión final.
En el semanario CGT, en 1968, Walsh afirmó que con su investigación buscaba aclarar siete cuestiones, que en el libro son resumidas a dos: “Que los hombres del grupo Blajaquis estaban desarmados y no hicieron fuego” y “Que Rosendo García fue muerto por la espalda, por un disparo que partió del grupo de Vandor” (Walsh, 1969: 129).
Conviene aclarar que en este trabajo tomamos este tratamiento de la memoria en estos autores sin pretender entrar en la vasta problemática que este concepto suscita; así, optamos por avanzar en el análisis de nuestro caso a partir de los desarrollos conceptuales que citamos, teniendo presente que esta problemática (y lo mismo podríamos decir de los debates en torno del concepto de identidades políticas) exigiría un análisis particular y más detallado.
De manera similar, pero entrando en la problemática de la memoria y su lugar en la formación de identidades por la vía inversa, desde la identidad a la memoria, cabe mencionar que Aboy Carlés define a las identidades políticas a partir de tres dimensiones, “alteridad”, “representación” y “tradición”, que confluyen sin un a priori de unas sobre otras en la constitución y reformulación de las identidades políticas. Mientras que el primer elemento refiere a los límites de toda identidad (la necesidad de un antagonismo), la dimensión representativa refiere al “nunca acabado cierre interior de una superficie identitaria” donde se pone en juego la relación entre representantes y representados, y la tercera dimensión de “la tradición” trata de “la interpretación del pasado y la construcción del futuro deseado se conjugan para dotar de sentido a la acción presente”. Aquí ingresa la memoria en la formación de identidades, en tanto ese pasado, “siempre abierto, puede ser reconstruido en función de un presente y un porvenir. […] Así, toda unidad de referencia o de nominación resignifica su propia memoria colectiva adecuándola a exigencias del presente. Los ‘hechos’ no hablan por sí mismos, son significantes flotantes que podrán siempre ser rearticulados conforme al devenir de una identidad” (Aboy Carlés, 2001: 64-69). De acuerdo con este análisis, esa reconstrucción del pasado, la rearticulación de los hechos, la resignificación de la memoria colectiva, juega un papel crucial en las identidades colectivas.
En el trabajo de Amar Sánchez (1992) se desarrolla un profundo análisis del género de no-ficción, y la obra de Walsh dentro del mismo, como pionera (a partir de Operación Masacre de 1957) y como representativa de varios de los elementos del género (por señalar uno clave: la búsqueda de la verdad), aunque con matices que la distancian del mismo (como la responsabilidad del Estado en los crímenes que se investiga). En este trabajo se analiza la obra de Walsh, y el género de no ficción, en diálogo con la literatura y el periodismo (mientras que en este artículo lo hacemos en diálogo con la investigación social) y se inscribe la obra de Walsh en el modelo clásico de la no-ficción que a diferencia del periodismo tradicional elige hacer explícita sus técnicas, y se politiza. Un elemento importante que puede destacarse es que según Amar Sánchez (1992: 86) “los textos de no-ficción no pretenden afirmar que ‘así fueron los hechos’”, mientras que Walsh cierra su prólogo con la frase “las cosas sucedieron así”, para invitar con ella a la lectura del libro; a partir de esta referencia es interesante destacar algunos elementos de la no-ficción analizados por la autora para el caso de Walsh, con otros elementos que identificamos aquí, como el pasaje de las notas del Semanario al libro (Amar Sánchez, 1992: 93 y 99) y el crucial recurso de las omisiones, que para Amar Sánchez configura uno de los procedimientos dominantes del relato para apelar a códigos compartidos con el lector (1992: 106-107), mientras que aquí trataremos las interpretaciones, olvidos y omisiones en el marco de la una estrategia para la construcción de la imagen del rival político que se investiga.
Nilda Redondo avanza en este punto hasta afirmar que el trabajo de Walsh puede ser leído como histórico, en tanto “Walsh con su 'reconstrucción de los hechos', anticipa muchas de las categorías que con posterioridad se teorizan bajo la denominación de microhistoria […] Aun cuando no se propone hacer historia, pone en juego ‘una práctica de historiadores’” (Redondo, 2004: 279). Esta construcción de Walsh está “asentada fundamentalmente en fuentes orales [y] Walsh, además, privilegia los testimonios de los obreros de la base; asimismo trabaja con los textos emitidos por la prensa oficial y los refuta, Pero no deja de recurrir a las fuentes policiales y judiciales con una intencionalidad clara: destruir la validez de estas fuentes y construir otras” (Redondo, 2004: 278).
“De todas maneras va a publicarse aquí. Ustedes eligen su papel ante la justicia y la opinión pública. O testigos o acusados” (CGT, Nº 5, 30 de mayo de 1968, contratapa).
En su aclamada investigación anterior Walsh había afirmado “Livraga me cuenta su historia increíble; la creo en el acto” (Walsh 2007b: 19).
En la crítica que el libro de Walsh recibió en el semanario Primera Plana, después de unas palabras elogiosas, se permitieron señalar que “un poco más de objetividad […] le hubiera otorgado más vigor y solidez” (Primera Plana, Nº 335, 27 de mayo de 1969, p. 70). Aníbal Ford, respondiendo esta crítica, se permitió afirmar que “si no es objetivo no lo es en el mejor sentido”, ya que el libro expresa “el producto de una polarización de raíces bien diferentes” en el peronismo (1969: 29). El propio Walsh anotó en su diario personal que “La línea de Operación Masacre era una excepción: no está concebida como literatura, ni fue recibida como tal, sino como periodismo, testimonio. Volví a eso con Rosendo, porque encajaba con la nueva militancia política” (Walsh, 2007: 234).
Una versión más detallada de este apartado puede verse en Dawyd (2011) donde se trabaja más en profundidad las diferencias entre el semanario y el libro. Otro trabajo que analiza el ¿Quién mató a Rosendo? es el de Nilda Redondo (2004), donde sin comparar las notas del semanario con el libro, aporta al análisis del trabajo de investigación de Walsh y su tensión con obras históricas como las de Daniel James.
“Esta denuncia ha transcurrido en el mismo silencio en que transcurrió ‘Operación Masacre’. No es la única semejanza. Tanto en un caso como en otro se asesinó cobardemente a trabajadores desarmados como Rodríguez, Carranza y Gariboti; como Blajaquis y Zalazar. En mayor o menor grado estos hombres representaban una vanguardia obrera y revolucionaria. Tanto en un caso como en otro los verdugos fueron hombres que gozaron o compartieron el poder oficial: esa es la semejanza que al fin podemos señalar entre el coronel fusilador Desiderio Fernández Suárez, y el ejecutor de La Real, Augusto Timoteo Vandor” (CGT Nº 9, 27 de junio de 1968, contratapa).
CGT, Nº 3, 16 de mayo de 1968, p. 2.
CGT, Nº 4, 23 de mayo de 1968, contratapa.
CGT, Nº 8, 20 de junio de 1968, contratapa.
“el segundo punto esencial, que Raimundo Ongaro ha expresado mejor que yo al dirigirse a las bases: ‘Esta vez no vayan a echarle la culpa a los lobos, a los tigres ni a los osos. Porque si nosotros no cumplimos el mandato de las bases, ustedes no nos tienen que consentir, no nos tienen que dejar ni un minuto más’” (CGT Nº 9, 27 de junio de 1968, contratapa).
Cooke murió en septiembre de 1968, tres meses después de las notas del semanario, y unos nueve meses antes del libro editado en 1969.
Esta conferencia de prensa se realizó a comienzos de mayo de 1969 (La Razón, viernes 9 de mayo de 1969, pág. 14), el mismo mes en que se imprimó ¿Quién mató a Rosendo? según consta en su primera edición.
El comunicado de las 62 afirmaba que “utilizando el doloroso suceso protagonizado por peronistas, que en su momento a todos nos conmovió, bajo el lema de ‘somos los únicos decentes’, el viernes último se inauguró públicamente el más repudiable certamen de delación pública” […] “la conocida sede social de Paseo Colón –que ha terminado por convertirse en el comité central de la Unión Democrática de los Argentinos- fue escenario del relato de un episodio digno de la ciencia-ficción, en el cual se pretendió demostrar cómo es posible que los secretarios generales eliminen a los secretarios adjuntos por la espalda y delante de una platea opositora” (La Razón, lunes 12 de mayo de 1969, pág. 10).
“En este momento, el poder de Vandor -por mi libro y otras circunstancias- está muy debilitado” afirmó Walsh en una entrevista publicada en junio de 1969 (Walsh, 2007: 144).
De los 27 cargos, solo dos parecen no sacados del libro de Walsh, el número 11 “Por sus vinculaciones con la sección gremial de la SIDE” (Walsh en el libro solo menciona la versión de que Vandor “fue siempre un agente del servicio de informaciones navales”) y el 12 “Por ser un elemento vinculado a la CIA, tal como lo denunciara oportunamente el General Perón”; los 25 cargos restantes son muy generales, como el hecho de hacerlo culpable de todas las huelgas perdidas. La referencia a Perón en el comunicado del ENR se repetiría en otras partes y al final del texto, donde se cita una frase de mediados de la década de 1960 en la que Perón afirmó que “En política no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay que ver el daño que puede hacer”.
El comunicado completo en la revista Cristianismo y Revolución, Año IV, n 28, Buenos Aires, abril de 1971, págs. 52-53.
De acuerdo con Ricardo Grassi, editor de El Descamisado, “La serie sobre la UOM no la hizo Dardo Cabo si no un colaborador externo a la revista cuyo nombre no pude confirmar cuando escribí el libro”. El libro al que se refiere es Periodismo sin aliento. El descamisado: La revista que cubrió el conflicto y la ruptura de Perón con Montoneros, Buenos Aires: Sudamericana, 2015 (comunicación vía correo electrónico con Grassi, 21 de enero de 2017).
Sobre el tiroteo de La Real dicen que nunca se esclareció judicialmente y “sólo el escritor Rodolfo Walsh, basándose en firmes testimonios, asegura que Augusto Timoteo Vandor fue el asesino de García” (El Descamisado, 40, 19 febrero 1974, p. 18).
#El Descamisado, 41, 26 febrero 1974, p. 28-31.
La Causa Peronista, N° 9, 3 septiembre 1974, pag 9-24.
Podemos identificar el texto anónimo de la revista como obra de Carri porque figura como “El Vandorismo” en sus Obras Completas, con la nota “sin fecha. De su archivo personal” (Carri, 2015). Por otro lado, por algunas marcas en el texto podemos fecharlo como escrito para la fecha de su publicación, no mucho antes. Para más datos sobre este texto de Carri, y una comparación de sus lecturas del vandorismo entre 1967 y 1974, remitimos a Dawyd (2017).
Esta lectura general de Carri respecto del vandorismo, cuando centraba el análisis en dirigentes en particular señalaba también algunas características distintivas de Vandor: “cuando se produce la contrarrevolución de septiembre de 1955, los dirigentes sindicales corren en su mayoría en dos direcciones: a esconderse para ponerse a salvo, o hacia los cuarteles para ponerse al servicio de la dictadura militar. Ricardo Otero y Paulino Niembro cobraros sus indemnizaciones y se alejaron de Buenos Aires ‘por motivos de salud’. Lorenzo Miguel a su vez, consiguió un buen laburito en el gremio telefónico recomendado por el Gral. Bengoa y se borró tranquilamente. No ocurrió lo mismo con Vandor. La Philips puso a disposición la indemnización, pero el lobo se fue a la tumba sin poder cobrarla”.
“Cada capítulo incluía fragmentos biográficos de los militantes agredidos, apuntes históricos sobre la clase obrera, y detalles de la reconstrucción del tiroteo, con los que fue estrechando el margen hasta hacer foco directamente en Augusto Vandor” (Verbitsky, 1997: 9).
Podemos señalar también en este sentido que Fernando Torres, el abogado de la UOM al que Walsh acusa de alterar el saco de Rosendo, será posteriormente abogado de Firmenich, o que Armando Cabo integrará el Peronismo Auténtico, entre otros grandes cambios en militancias en aquellos años.
Por esto mismo podemos señalar un detalle. Walsh se propone demostrar “que los hombres del grupo Blajaquis estaban desarmados y no hicieron fuego” y “que Rosendo García fue muerto por la espalda, por un disparo que partió del grupo de Vandor” (Walsh, 1969: 129). El primer punto tiene el detalle de que mientras se puede demostrar por la trayectoria de las balas que desde el grupo Blajaquis “no hicieron fuego”, ello no quiere decir que “estaban desarmados”. El grupo Blajaquis pudo haber tenido armas y haber optado por no usarlas, o tal vez no las tenía; esta última cuestión queda en la fe del escritor respecto de sus testimoniantes, que a lo largo de la investigación no es puesta en cuestión.
Walsh también inscribe su investigación del vandorismo en una lectura de la historia sindical argentina. De la misma podemos destacar brevemente que su crítica al funcionamiento interno de la UOM se hace extemporánea de su propio contexto, al exigir una democracia sindical plena en un momento en que la misma era un valor político puesto en cuestión por los actores políticos y sociales más relevantes del momento; por otro lado señala que si bien tenía sentido para el sindicalismo “participar” en un gobierno como el del peronismo histórico, no tenía sentido hacerlo durante el frondizismo o el gobierno de Onganía. Por razones de espacio no podemos ahondar en esta lectura de la historia sindical argentina implícita (y a veces explícita) en ¿Quién mató a Rosendo? pero podemos señalar que están presentes en el libro los elementos que se repiten como claves en la construcción de la hegemonía burocrática, como el fraude electoral, la violencia, la represión y coerción a los sectores disidentes, y hasta el manejo de la quiniela organizada y negociados con la venta de chatarra. Para una visión de los trabajos que abordan estos elementos, y otras miradas, en la construcción de la burocracia o la hegemonía metalúrgica, véase Dawyd (2015).
Legitimidad que de acuerdo con el relato de Horacio Verbitsky el propio Perón le había dado a Walsh cuando afirmó “Todos los peronistas estamos en deuda con el autor de ‘Operación Masacre’”, en la presentación de Walsh con Ongaro, días antes de la formación de la CGTA (“Raimundo Ongaro asintió mientras Rodolfo Walsh sonreía con timidez”) (Verbitsky, 1997: 5).
Esta acusación es repetida en los soportes webs que la propia Da Silva Catela señala como prioritarios para la expresión de la “memoria denegada”; véase por ejemplo en http://prensanacionalalternativa.blogspot.com.ar/2012/06/30de-junio-de-1969-operacionjudas.html (consultado en enero de 2017).