SIMBIOLOGÍA. PRÁCTICAS ARTÍSTICAS EN UN PLANETA EN EMERGENCIA

Centro Cultural Kirchner, Buenos Aires, Argentina

6 de octubre de 2021 al 26 de junio de 2022

Curada por Valeria González (dirección), Florencia Curci, Mercedes Claus y Pablo Méndez (equipo)

Cecilia Casablanca

Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio

UNSAM – CONICET

ccasablanca@unsam.edu.ar

El pasado 26 de junio concluyó la extensa exposición Simbiología. Prácticas artísticas en un planeta en emergencia, desarrollada desde el mes de octubre del año 2021 en el Centro Cultural Kirchner, que reunió más de 140 obras de arte argentino contemporáneo con eje en la exploración de nuevas vinculaciones entre lo humano y lo no humano.1

Los textos de presentación indican que simbiología es una palabra inventada a partir del término simbiosis,2 que busca desplazarse desde los significados exclusivos del arte hacia la generación de conceptos para pensar las relaciones con otros seres, tales como animales, plantas, piedras y microorganismos, incorporando cosas y máquinas.

Organizada en conjunto por la Secretaría de Patrimonio Cultural, el Centro Cultural Kirchner y el Ministerio de Cultura de la Nación, y con el apoyo de la Fundación Medifé, la exhibición contó con la curaduría de un equipo dirigido por Valeria González e integrado por Mercedes Claus, Florencia Curci y Pablo Méndez.

La perspectiva curatorial tenía como premisa que, frente a la actual crisis ambiental de escala planetaria, las propuestas desarrolladas debían motivarnos a cuestionamientos profundos sobre los modelos de acciones,

conocimientos y sentimientos imperantes, invitándonos a replantear nuestros modos de pensar y de estar en el mundo.3

Durante siglos, el modelo antropocéntrico instaurado por la modernidad occidental se basó en una serie de antinomias como la de naturaleza y cultura, donde la primera era constituida como escenario compuesto de seres pasivos, mientras que la segunda se conformaba fundamentalmente a partir del hombre (y no la mujer) blanco y heterosexual en la cúspide de una pirámide donde todos los otros seres se hallaban bajo su dominio. Este esquema excluyente y ficticio, que separaba en forma jerárquica sujeto y objeto concibiendo los bienes naturales como “recursos” a ser extraídos, hoy está problematizado en la medida en que las ideas de evolución y progreso que sustentaron aquellas prácticas son causas insoslayables de la actual crisis civilizatoria.

Sin embargo, hablar de emergencia en esta exhibición remitió a su sentido de urgencia por el desequilibrio ambiental pero también, y fundamentalmente, al surgimiento de otras maneras no hegemónicas de comprender la vida en la Tierra. En este marco, el espacio no solamente se abrió a lo nuevo, al presentar propuestas inéditas bajo formatos híbridos, sino que además permitió pensar nuevas dimensiones de obras canónicas locales que ofrecieron diálogos renovados. Las proposiciones podían venir de las artes, de las ciencias o de saberes ancestrales en la búsqueda de la confluencia de diversas perspectivas que pusieran en el centro el planeta como una entidad viviente y en peligro, de la que somos parte de un modo necesariamente simbiótico.

Pospuesta la fecha de inauguración por la pandemia, el equipo curatorial creó una web que planteaba una navegación rizomática de los contenidos a partir de las entradas de un glosario que introducía los conceptos transversales del proyecto exhibitivo. Asimismo, se podía encontrar una serie de piezas audiovisuales comisionadas y de artículos que se publicaban como anticipo de la muestra. Se ponía a disposición un conjunto de textos fundamentales sobre la temática que nos sumergía en los diversos debates contemporáneos posibilitando un acercamiento crítico al marco de referencia desde el cual se habían pensado las distintas líneas de trabajo.

De este modo, no solo se compartía el proceso de elaboración temática y el diseño expositivo, sino que adelantaban de forma virtual varias de las iniciativas que luego se multiplicarían en las salas y actividades públicas. Así, la exposición aún invisible presentaba un marco teórico donde predominaba el post humanismo y las vertientes que hoy problematizan la categoría del Antropoceno como crisis ambiental y civilizatoria.

Allí encontrábamos desde los estudios de James Lovelock y Lynn Margulis, sobre la capacidad de actuar de los organismos y la transformación mutua y permanente con el ambiente, hasta el concepto de cosmoecología, de Vinciane Despret, que buscaba contrarrestar las consecuencias mecanicistas de la ecología. Se sumaban autores como Bruno Latour, con su exigencia de replantear todo de nuevo en una operación que desarme la divisoria entre humanidad y naturaleza (2017), Donna Haraway desde el feminismo y Eduardo Viveiros de Castro desde el estudio de las cosmovisiones amerindias. Todos ellos señalaban que, frente a la poderosa operación de desanimación implementada durante siglos mediante el terror, era impostergable la incorporación de las capacidades afectivas y vinculantes entre humanos y no humanos que nos permitiera vivir y morir bien en un planeta irreversiblemente dañado.

Allí, donde los saberes dominantes aún pretenden tratar el mundo como objeto de explotación y conocimiento, Donna Haraway sostiene el lugar destacado de los mitos y las ciencia ficciones para la creación de comunidades alternativas y el mantenimiento de redes vitales, donde el arte cumple un rol fundamental como reservorio animista y clave en la transformación sensible de las personas (Haraway, 2020).

Por su parte, y con la intención de generar una pluralidad de voces, los organizadores convocaron a un conjunto heterogéneo de autores de diversas disciplinas para realizar las fichas de obra de cada una de las piezas que integraban la exposición. El entramado de miradas entre los mismos artistas e investigadores fue especialmente enriquecedor, no solo por la generosidad entre pares, sino por las posibilidades dialógicas interdisciplinarias. La filosofía, la política, la historia del arte, el territorio y la biología, entre muchas otras dimensiones, se hicieron presentes para pensar en conjunto.

La muestra se desarrolló a través de seis ejes y cuatro proyectos especiales: Ecología política se centraba en los vínculos entre el arte y la ecología. Obras como 500 años de polución (1992), de García Uriburu, ponían en evidencia la herencia colonial de la cuestión ambiental, en diálogo con Víctor Grippo y Vicente Marotta, haciendo referencia a cultivos claves de la cultura latinoamericana y los modelos de explotación. Por otro lado, el dibujo de Toto Dirty Trabajadora (2014), donde se ven las manos de una mujer agarrando la tierra, tenía su contracara en las manos de tierra de Mónica Girón para remitirnos a la extracción y el trabajo como los dos elementos esenciales de la acumulación originaria.

En Catástrofes y cuidados se aludía a los desastres producidos por el extractivismo humano y al modo en que la Tierra responde mediante catástrofes inesperadas. En tanto el modelo extractivo atraviesa la historia de nuestro continente desde los inicios de la colonización, a lo largo de estos siglos, los patrones de acumulación han considerado diversas modalidades basadas en el desarrollo de monocultivos, la minería extractiva de metales y minerales, así como el uso masivo y sistemático de mano de obra barata. Desde el comienzo del siglo XXI, las reconversiones productivas tienen en cuenta nuevas actividades como el fracking, el agronegocio y la extensión de los desmontes con la consecuente pérdida de diversidad biológica y cultural. El concepto latinoamericano neoextractivismo da cuenta de manera situada de los modos en que atraviesa el Antropoceno nuestro continente, por lo que las obras vinculadas con los territorios juegan un papel central en el desarrollo perceptivo de este eje. El proyecto fotográfico Land, de Marcela Magno, cuyo principal objetivo radica en hacer visible una cartografía de las zonas de extracción de recursos naturales, confluye con el trabajo de Eduardo Molinari en torno de los efectos del glifosato y la transformación transgénica. En este marco, los aportes de los ecofeminismos, como aquella corriente que entiende la explotación de la tierra y de las mujeres como parte de un mismo sistema patriarcal y capitalista, halla en las acciones del Plantío Rafael Barret, llevadas adelante por las artistas Mónica Millán y Adriana Bustos, la condensación de la acción artística y la participación de los movimientos sociales en la defensa de los territorios y la vida, donde las categorías de buen vivir y soberanía alimentaria quedan plasmadas en el espacio.

En Interagencias tuvieron lugar producciones en coautoría entre artistas y otros seres, o experiencias de un devenir compartido entre especies diferentes. Desde las estructuras creadas por Luis Benedit durante la década del 70, diseñadas como hábitat para diferentes especies, hasta el Dispositivo de dibujo interespecies (2019), de Virginia Buitrón, o los múltiples trabajos con arañas de Tomás Saraceno se ha recorrido un largo camino. Las maneras de abordar y comprender el vínculo entre humanos y no humanos evidencian un desplazamiento dentro de las obras, donde la centralidad humana deja paso a modos de producción y agencia de seres no humanos. A partir de múltiples dispositivos se buscaba demostrar la producción de los mismos insectos, lo que provocaba un alejamiento de la representación para dar lugar a los rastros físicos que estos ocasionaban. En la misma línea, la incorporación de material orgánico, como hongos, bacterias, esporas, microorganismos en la obra de Donjo León y Andrés Piña, propició ciclos de transformación de la materia que ponían de relieve la importancia de su existencia.

De igual manera, Animismo exploraba temas como las distintas cosmogonías del continente, las simbiosis corporales entre lo humano y lo no humano y los moldes culturales entre presente y pasado, arte y artesanía. En un espacio que aunó varias temporalidades, se sintetizó uno de los ejes fundamentales de la exposición. Las vasijas de la cultura Ciénaga junto con las cerámicas de la cultura Aguada y el textil tridimensional El árbol de la vida, de la cultura Chancay, daban la bienvenida a la sala, brindando el marco en el que se insertaban las restantes obras en exposición. Allí convivieron variados modos de hacer, donde se produjo un entrelazamiento entre artistas y artesanos en la preservación de saberes ancestrales y prácticas vigentes. Los tapices del artista Guido Yanitto y la tejedora Liliana Ponisio convivieron con el paño de chaguar de la artesana wichí Ester Solano4 y el tinte natural de índigo sobre papel de Lucila Gradín, mientras que la obra de Gabriel Chaile dialogaba con las fotografías de Res y Guadalupe Miles. Todas se trataban de obras producidas en el encuentro y el intercambio con otros seres, desde donde se indagaban nuevas formas de creación sustentable que buscaban estar en armonía con el mundo.

En Simbiontes, los cuerpos combinados y las estéticas queer se pensaron en relación con los manifiestos feministas de Donna Haraway (2018) y su inspiración en biologías contrahegemónicas, a fin de romper los binarismos y hacer estallar los límites culturalmente construidos para recuperar el permanente movimiento de todas las cosas. En palabras de Osias Yanov:

En nuestra contemporaneidad, entre la crisis ambiental y las disidencias queer, los estados intermedios de percepción pueden ser un lugar donde entrenar las fusiones interespecies, las sexualidades plásticas, las pieles de pluma y pelo, y los encuentros biodiversos.5

Desde estos sentidos se buscó recuperar un gran número de obras que sintetizaran poéticamente otras existencias, otros cuerpos y otras materialidades. Fue una sala que aglutinó elementos de diferentes corrientes estéticas, donde la ciencia ficción, el surrealismo, el animé, el humor, la ironía, los monstruos y la sexualidad se dieron cita en producciones que jugaron mediante formas inestables y viscosas. La delicadeza de las esculturas orgánicas de Elba Bairon dialogaba con las pequeñísimas figuras antropomórficas de Claudia Fontes, conviviendo con El hombre chicle, de Marcelo Alzetta, y el trabajo zoomorfo de Nicanor Araóz, mientras se escuchaba una obra sonora de Constanza Castagnet. Porque, tal como lo señala Florencia Curci, escuchar es afectar lo que suena en una relación simbiótica, donde el sonido atraviesa el espacio y lo transforma.

Si la modernidad europea se basó en un imaginario de superioridad de una especie ante todo lo demás, entre otras cuestiones fue sobre la base del privilegio de la vista como el sentido desde el cual organizar las percepciones desde la distancia. Sin embargo, las curadoras señalan que otras culturas basaron su comprensión del cosmos en otras formas perceptivas como la oralidad, desarrollando formas de escucha y siendo capaces de sentir lo invisible. En ese marco, la muestra incorporó la sección llamada Cosmofonías, desde la que presentó un conjunto de obras sonoras que propiciaban prácticas de escucha que habilitaran una sintonía vibratoria entre cuerpos distintos, en pos de reconectarnos con el mundo que habitamos. Artistas como Agustín Genoud, Fabián Racca y Juan José Calarco proponían a partir de técnicas vocales, en cooperación con dispositivos tecnológicos o de grabaciones directas en espacios naturales, desarticular los sistemas de producción de identidad y performatividad dominantes.

Finalmente, el eje definido como Derechos no humanos apelaba a la reflexión sobre las consecuencias legales de la nueva ecología política, que reconoce el bienestar como un entramado vital de actantes humanos y no humanos, en contra del modelo extractivista de progreso heredado de la modernidad.

Los proyectos especiales comprendieron salas monográficas con instalaciones de los artistas Marta Minujín, Adrián Villar Rojas, Leonello Zambón e Investigaciones del Futuro, así como del dúo Faivovich y Goldberg, que se sumaban a espacios con propuestas específicas sonoras.

Posteriormente, la página web incorporaría una extensa agenda de programas públicos a partir de una serie de actividades en formatos diversos, tales como activaciones en sala, performances, conversatorios, talleres y proyecciones en distintos espacios del centro cultural. Los programas se plantearon como proyectos situados sobre la base de tres ejes que orientaron la programación: Comenzar por el medio, descolonizar lxs cuerpxs y humanxs con no humanxs.

La nutrida agenda hizo confluir la filosofía con el psicoanálisis y el arte, las prácticas territoriales, la observación y el intercambio, contemplando actividades tan dispares como performances colectivas promovidas por el grupo Sirenes Errantes, el vínculo entre humanos y perros desde la revisión de evidencias científicas hasta observaciones de hongos realizadas en un microscopio. Así, la experiencia inmersiva de realidad virtual al interior de un matadero, llevada adelante por la agrupación activista por los derechos animales Voicot, convivió con la iniciativa de la artista visual Virginia Buitrón de talleres para niños, donde la exploración de la práctica del compostaje promovía la empatía hacia los insectos. Asimismo, los avistajes de aves en la Reserva Ecológica de la Costanera Sur, guiada por la Colectiva de Observadoras de Aves Feminista, se ofrecían junto con la denominada Escucha expandida propuesta por el músico Alan Courtis. Pero las propuestas no se limitaron a la ciudad de Buenos Aires, también incorporaron la restitución de imágenes de Guadalupe Miles a la comunidad wichi del Chaco salteño con la que trabaja desde hace veinte años, planteando la acción en términos afectivos y de coproducción.

Además, se destacó particularmente el ciclo Conversaciones Indis­ciplinadas, coordinado por la curadora Valeria González, donde teóricos y artistas contemporáneos reflexionaron en torno de la relación de reciprocidad entre el modelo económico vigente, voraz y predatorio, y la consecuente crisis ambiental. En ese contexto, los intercambios entre la artista Mónica Girón y el psicoanalista Alan Talgham, a partir de la selección de tres obras de la sala Ecología Política,6 permitieron abordar conceptos claves en la historia del arte argentino, que documentaban la preeminencia desde la década de 1970 de los modelos extractivistas en América Latina, donde las figuras de la papa, la tierra y el camión condensaban algunas de las marcas fundantes del Antropoceno. De igual modo, la entrevista a la artista Marta Minujín que, en el marco de su obra, Comunicado con tierra (1976), dialogó sobre este refugio para aves y personas, confirmándose como un importante antecedente para muchas de las obras contemporáneas presentes. Por último, el intercambio entre la artista Claudia Fontes y la filósofa Paula Fleisner, donde se preguntaron: ¿Cómo seguir juntxs en este mundo dañado?, desde la perspectiva del materialismo post­humano y el perspectivismo amerindio, da cuenta de la amplia gama construida en esos debates.

En síntesis, la exposición fue contundente en escala de exhibición y profundidad temática, en la medida en que condensó largos recorridos y visibilizó los modos locales de transitar los desafíos actuales para posicionarnos críticamente frente al saqueo de nuestros cuerpos y nuestros territorios, y así construir de manera conjunta un mundo respetuoso de todas las formas de existencia.

Referencias bibliográficas

Danowsky, D. y Viveiros de Castro, E. (2019). ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines. Caja Negra.

Haraway, D. (2018). Manifiesto para cyborgs. Ciencia, tecnología y feminismo socialista a fines del siglo XX. Ed. Letra Sudaca.

–––. (2020). Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Ed. Consoni.

Latour, B. (2017). Cara a cara con el planeta. Una nueva mirada sobre el cambio climático alejada de las posiciones apocalípticas. Siglo XXI.


1 La información completa de la exhibición Simbiología. Prácticas artísticas en un planeta en emergencia se encuentra en: <https://simbiologia.cck.gob.ar/>.

2 Lynn Margulis (1938-2011) fue una de las precursoras en la teoría de la simbiogénesis que estudió el modo en que los microorganismos participan del desarrollo y la supervivencia de todos los organismos conocidos, mediante una trama de cooperaciones y simbiosis que no se corresponde con la separación de seres vivos en escalas. Estos conocimientos se afirman dentro de una corriente de la biología que dejó en evidencia los valores de las tendencias hegemónicas donde las nociones de individuo, competencia y progreso del más apto respondían a intereses propios de un modelo antropocéntrico y conquistador. Ver: Lynn Margulis y Dorion Sagan Microcosmos: cuatro mil millones de años de evolución desde nuestros ancestros microbianos. Disponible en: <https://www.cck.gob.ar/microcosmos-cuatro-mil-millones-de-anos-de-evolucion-desde-nuestros-ancestros-microbianos-por-lynn-margulis-y-dorion-sagan/19399/>.

3 La propuesta curatorial que aquí se presenta condensó, amplió y complejizó el trabajo de larga data de Valeria González iniciado con la primera Bienal de Medifé Arte y Medioambiente (2016) que procuraba desde un criterio federal convocar a artistas para la presentación de propuestas en esta temática; así como la exposición Pensamiento Salvaje (2017) con curaduría de Valeria González y Fernando Fariña, desarrollada en las instalaciones de la Casa del Bicentenario Contemporánea (CBC). En ambos casos se destacaba la dimensión de las propuestas, por la nutrida variedad de obras y artistas que, desde lenguajes expresivos diversificados, marcaban la irrupción del tema en el espacio; pero fundamentalmente instauraba una matriz de experiencia exhibitiva que buscaba la confluencia de saberes y los diálogos intergeneracionales dentro y fuera del campo artístico.

4 Para la incorporación de la pieza realizada por Ester Solano, se contó con el asesoramiento de la especialista en artesanías Roxana Amarilla, quien brindó algunas especificidades sobre la materialidad y los procedimientos artesanales allí implicados.

5 En el marco de los intercambios entre artistas propuestos por las organizadoras, Osias Yanov escribió estas palabras en relación con la obra de Florencia Rodríguez Giles. Disponible en: <https://simbiologia.cck.gob.ar/hashtags/queer/>.

6 Las tres obras seleccionadas para este intercambio fueron: Síntesis (1972), de Víctor Grippo, De frente – tierras de la Patagonia (1995), de la propia Girón, y Sin título, de la serie Doce jinetes para tres finales (2009), de Carlos Huffmann.