El Renacimiento italiano desde América Latina


Oaxaca, México

22 al 24 de abril de 2015


Nicolás Kwiatkowski

CONICET - Universidad Nacional de San Martín


Entre el 22 y el 24 de abril de 2015, se realizó en Oaxaca, México, un coloquio titulado “El Renacimiento italiano desde América Latina”. La organización estuvo a cargo del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIE-UNAM) y el Harvard University Center For Italian Renaissance Studies (Villa I Tatti), y contó con financiamiento de la fundación Andrew W. Mellon. A todo ello, hubo de sumarse la hospitalidad de la Fundación Alfredo Harp Helú, sostén de los dos lugares que fueron sede del evento, el Centro Cultural San Pablo y la Biblioteca Francisco de Burgoa. Participaron de la actividad una veintena de scholars de las Américas, con una presencia esperablemente mayoritaria de colegas mexicanos, pero también de académicos que se desempeñan en instituciones brasileñas, chilenas, estadounidenses, peruanas y argentinas.

La conferencia de apertura tuvo lugar en lo que alguna vez fue la iglesia de San Pablo, hoy convertida en centro cultural, gracias a un proceso de restauración que permite observar a simple vista tanto las cosas que quedaron intactas cuanto las que debieron modificarse por los usos que se dieron al edificio a lo largo de los años, tras la reforma mexicana. Después de la bienvenida de Renato González Mello, director del IIE-UNAM, quien habló muy brevemente del sentido de la hospitalidad para los mexicanos, Lino Pertile, entonces director de I Tatti, citó a Bernard Berenson para recordar que la misión de las humanidades debía ser “to humanize mankind”. Luego de las formalidades, la estadounidense Barbara Mundy (Fordham University) habló de “El artista indígena y su encuentro con el Renacimiento”. Tras recordar que el primer contacto de los indios con el arte europeo de su tiempo no fue con objetos preciosos, sino con libros, vocabularios y grabados, repitió el argumento según el cual los americanos no fueron copistas sino apropiadores selectivos, y sostuvo que en ese acto de apropiación se encuentran rastros de la ideología indígena. Según su análisis, los modos de recepción habrían sido tres: cambio de género, reencuadre y rechazo. Buscó ejemplificar cada uno de ellos con una Misa de san Gregorio, convertida en arte plumario en México en 1539 a partir de, según dijo, un grabado sobre el mismo tema de Israhel van Meckenem, datado en 1490. La exposición de la Dra. Mundy generó gran interés y muchas preguntas en el público, entre ellas si era posible que hubieran llegado a América grabados coloreados que pudiesen haber condicionado la elección cromática de los artistas plumarios. Además, en tanto la Dra. Mundy sostuvo que la modalidad de “rechazo” se expresaba en el cuestionamiento de la idea europea de artista genial individual, reemplazada por la noción americana de un artista grupal o colectivo, surgió la pregunta acerca de si aquella visión del pintor, escultor o arquitecto podría ser más bien una consecuencia de la obra de Giorgio Vasari que una causa de sus ideas.

El coloquio se desarrolló durante los dos días siguientes en el antiguo convento de Santo Domingo, vecino a la iglesia del mismo nombre, hoy convertido en Museo de las Culturas, Jardín Etnobotánico y sede de la notable Biblioteca Burgoa, todos rescatados gracias a la iniciativa del artista oaxaqueño Francisco Toledo en la década de 1990 y la tenacidad de varias instituciones locales. Las exposiciones se dividieron en tres mesas temáticas: la primera sobre el Renacimiento en América, la segunda acerca de la recepción del Renacimiento y la tercera centrada en las interpretaciones del mismo. Al inicio, Berenice Alcántara (IIH-UNAM) disertó sobre “El jardín florido en el arte y el pensamiento indocristiano del siglo XVI”, y propuso que las decoraciones pintadas en iglesias y conventos franciscanos en Europa (grutescos, jardines del Edén, etc.) habrían sido el modelo para el motivo arquitectónico del jardín paradisíaco que se desplegó en América, por encima de las fuentes literarias. Por su parte, Pablo Amador Marrero (IIE-UNAM) habló de las relaciones entre la escultura italiana de cartapesta y los cristos de caña mexicanos, a partir de su experiencia en la restauración de estos últimos. Durante su exposición, demostró con datos concretos que en el interior de las esculturas estudiadas no había ídolos ni literatura religiosa relevante ni denuncias de abusos, sino papeles reciclados, desde códices y recibos de hacienda hasta cartas de amor. El brasileño Alexandre Ragazzi (Universidade do Estado do Rio de Janeiro), entretanto, se ocupó del manierismo italiano en el virreinato del Perú. Su contribución abordó el problema tanto desde el punto de vista de las técnicas como de los temas y convenciones, de manera que los modelos plásticos podrían haber sido parte de un proceso intercontinental de circulación de ideas. Sarissa Carneiro, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, disertó sobre los poemas de retrato en la América colonial y abordó el asunto de las posibilidades y los límites de ese tipo de representaciones a partir de un corpus amplio, con especial énfasis en las peculiaridades que ese tipo de poesía adquirió en América. La también chilena Sandra Accatino (Universidad Alberto Hurtado) analizó la Relación del reyno de Chile, de Alfonso de Ovalle, e hizo hincapié en las formas textuales de describir visualmente la naturaleza, que vinculó con la tradición de la ekphrasis y los gabinetes de curiosidades europeos.

En el marco de la sesión dedicada a la recepción del Renacimiento, Linda Báez (IIE-UNAM) habló de las figuras cusanas en la literatura novohispana, en un intento por demostrar que aquellas (y algunas de Hugo de San Víctor) aparecen en la obra de sor Juana. De allí, derivó un argumento neowarburguiano: la idea de san Víctor según la cual a través de las formas se produce la demostración simbólica y la frase cusana “haz progresar una pirámide de luz por una de tinieblas como medio de conocer” (De coniecturis) serían testimonios tempranos de la posibilidad de “pensar en imágenes”. Por su parte, la brasileña Renata Almeida (Campinas) se ocupó de “La recepción de la emblemática renacentista en América Latina. Misiones jesuíticas en Amazonia”, con un argumento sobre el empleo de emblemas morales en decoraciones de iglesias, de Córdoba a Tunja, aunque la totalidad de sus ejemplos fueron de colegios jesuíticos y no de misiones. Pedro Guibovich Pérez (Pontificia Universidad Católica del Perú) dio una charla excelente sobre literatura y circulación libresca en el Perú a partir del caso de El Cortesano, lo que le permitió describir profundamente el sistema de censura en sus rasgos formales y en su práctica real. Rie Arimura (UNAM-Morelia) se ocupó del fresco del Gran martirio de Nagasaki de 1597, que se encuentra en la Catedral de Cuernavaca, redescubierto a mediados del siglo XX durante tareas de restauración. El pormenorizado análisis permitió a Rie refutar la posibilidad de que el mural hubiera sido producido en Japón o por japoneses y pronunciarse en favor de una hipótesis novohispana a partir de influencias filipinas, lo que probaría la circulación de tradiciones artísticas renacentistas por el Pacífico.

Al inicio de la segunda jornada, hubo ocasión para dos breves paseos. Primero, una recorrida por las ruinas de Monte Albán, donde Diana Magaloni Kerpel y Geneviève Lucet (IIE) dieron una verdadera clase magistral sobre las técnicas arquitectónicas empleadas, el carácter simbólico de la alineación de los edificios con fenómenos astronómicos, el significado del juego de pelota, la importancia de los sacrificios humanos y la integración micro-macrocósmica, por así decir, del imaginario precolombino. Luego, María Isabel Grañén Porrúa, presidenta de la Fundación Harp Helú, nos guió por una exposición de los tesoros bibliográficos de la Biblioteca Burgoa, preparada por Penélope Orozco Sánchez. La biblioteca cuenta con más de 20.000 volúmenes, entre ellos varios incunables, materiales de ciencia y religión temprano-modernas y manuscritos iluminados. La muestra estaba concebida para exhibir ejemplares vinculados con el Renacimiento y el Nuevo Mundo, temas del coloquio: libros de emblemas, tratados de hechicerías, obras científicas, el atlas de Ortelius en su primera edición en español, varias biblias, libros censurados y otras joyas muy notables, que algunos de los expositores aprovecharon para incluir en sus paneles.

La última mesa del coloquio, sobre interpretaciones del Renacimiento, fue inaugurada por Jesús de Prado Plumed (FFyL, UNAM), quien se lució con una presentación sobre el hebraísmo cristiano en Nueva España. Mediante una erudición admirable, describió los vínculos entre el humanismo bíblico americano y el mundo europeo, en particular italiano. Miguel Saralegui (Universidad Diego Portales de Chile) y Adriana Álvarez Sánchez (FFyL, UNAM) se ocuparon de problemas relacionados con la lengua. Saralegui habló de la teoría de la nueva lengua de Gonzalo Jiménez de Quesada, lo que le permitió reflexionar respecto de un “conquistador humanista”. Álvarez Sánchez, por su parte, aclaró algunos problemas respecto del estudio del italiano como lengua literaria y su impacto en el conocimiento de las lenguas indígenas americanas, entre los siglos XVI y XVIII. El bloque final estuvo dedicado a los modelos historiográficos europeos empleados en el Nuevo Mundo, particularmente a la influencia de los italianos en Nueva España (Martín Ríos Saloma, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM) y al tema de las representaciones de los indígenas como bárbaros, primitivos o caníbales desde el momento mismo de la conquista hasta el siglo XX (Larissa Sousa de Carvalho, Campinas; Fernanda Marinho, Universidade Federal de San Pablo; Nicolás Kwiatkowski, Conicet-UNSAM). El cierre del coloquio estuvo a cargo de Lino Pertile, cuya conferencia versó sobre Dante en América Latina. Pertile ofreció un detallado recorrido por las recepciones y apropiaciones diferenciales de la obra de Dante, con particular énfasis en Borges quien, desde su punto de vista, entendió de qué trataba la Commedia como pocos otros.

Tal vez la conclusión obligada del encuentro sea que, en el sentido estricto del término, nunca hubo un “Renacimiento italiano” en América Latina. Sería imposible hablar de una cosa semejante, tanto si lo concebimos como el período en que emergieron la subjetividad, el individuo y una percepción objetiva de las cosas de este mundo (Burckhardt) cuanto si lo pensamos como el tiempo de una contradictoria y conflictiva “vida póstuma [Nachleben] del mundo antiguo” (Warburg). Incluso desde la perspectiva amplia de un “descubrimiento de Europa” (Hale), la “civilización del Renacimiento” es un fenómeno del Viejo Mundo, en el que el Nuevo apenas contribuye al afianzamiento de esa autoconciencia. Pero, de igual manera, el coloquio hizo evidente la importancia de los procesos de circulación, transmisión, traducción y apropiación de ideas, conceptos y prácticas del Renacimiento italiano en América Latina. Se trata de hechos culturales caracterizados tanto por la imaginación y la cooperación cuanto por la violencia real y simbólica y la resistencia cultural frente a esas relaciones de fuerza. Temas todos que fueron abordados en Oaxaca desde una perspectiva global y gracias al aporte cruzado de varias disciplinas.