Año 6, octubre de 2019

Don Bartolo

Manuela Güell1

Güell, Manuela. “Don Bartolo”, TAREA, 6 (6), pp. 160-174.

Resumen

El objetivo de este artículo es analizar las iniciativas que surgieron, luego del fallecimiento de Bartolomé Mitre, para erigir un monumento conmemorativo a su figura en la ciudad y provincia de Buenos Aires. Recorre los debates que cotejaban consagrar a Mitre o a Urquiza como fundador de la unidad nacional y que condujeron a la revalorización de la representación de Don Bartolo. Se plantea que esta figura funcionó, como un contrapunto a las grandes narrativas heroicas en disputa, y se examina la fortuna crítica de esta imagen que abrió juego a otras relaciones entre estilo y política. Recupera la intensa condensación de pasiones e intereses entorno a la forma simbólica en que debía ser recordado, para restaurar, al menos en parte, los modos en que esa imagen se vinculó con otros discursos.

Palabras clave: Bartolomé Mitre, estatua, homenajes, monumento conmemorativo.

Abstract

The objective of this article is to analyze the initiatives that appeared, after Bartolomé Mitre’s death, to build a memorial monument along Buenos Aires City and Buenos Aires Province. It goes through the debates that dispute if Mitre or Urquiza were considered as the founder of the national unit. Those debates led to to the revaluation of the representation of Don Bartolo. It is suggested that this figure worked, as a counterpoint to the great heroic narratives in dispute, and the critical fortune of this image that opened game to other relations between style and politics is examined. It recovers the intense condensation of passions and interests of the symbolic way in which he should be remembered, to restore, at least in part, the manners in which that image was linked to other speeches.

Key words: Bartolomé Mitre, statue, tribute, memorial monument.

Fecha de recepción: 12 de septiembre de 2019.

Fecha de aprobación: 17 de octubre de 2019.

¡Es en vano tu afán, pueblo de mayo!
Si un molde en que encerrar sus perfecciones
Quíeres hallar, que a Mitre represente.

Bartolomé Mitre nació en Buenos Aires el 26 de junio de 1821. En su larga vida desarrolló múltiples actividades y funciones: fue político, militar, historiador, traductor y periodista. Mitre inició su carrera de hombre público como integrante de la generación de 1837, cuyo pensamiento y acción consistieron en enfrentar al gobierno de Juan Manuel de Rosas. Llegó al grado de teniente general, ocupó diversos cargos políticos y fue presidente de la República entre 1862 y 1868, luego de la victoria en la batalla de Pavón (1861) contra el ejército de la Confederación Argentina, liderado por el general entrerriano Justo José de Urquiza.2 En sus últimos años dirigió La Nación, periódico que fundó en 1870, identificado con el lema “tribuna de doctrina”, y que se configuró como plataforma de difusión de las ideas liberales y expresión política del “mitrismo”.

Mitre falleció el 19 de enero de 1906, y su muerte impulsó una serie de propuestas y leyes para homenajear su trayectoria, muchas de ellas acompañadas por tensiones que aún permanecían latentes entre los partidarios de Urquiza y Mitre.3 Estas disputas interpretativas y debates políticos que consagraban a uno u otro como “padre” de la unidad del Estado nacional fueron postergando las iniciativas de alzar el fastuoso monumento conmemorativo y glorificador al héroe de la patria que habían imaginado, para moldear y erigir otro ideario iconográfico de su figura.

Luego de la muerte del general Mitre, la prensa de la época le dedicó numerosas ediciones que evocaban las grandes virtudes de su persona. Al respecto, el 27 de enero de 1906, Caras y Caretas publicó un número especial que recorría los distintos aspectos de la carrera de Bartolomé Mitre y señalaba la importancia y urgencia de levantar una estatua en su nombre:

Su genio de estadista, su talento militar, sus glorias de tribuno, sus prestigios de historiador y hombre de letras, y sobre todo, el ejemplo de su noble vida consagrada a la edad y a su país, constituyen el mejor pedestal de su estatua, de esa estatua que todos debemos apresurarnos a elevar en el sitio más visible de Buenos Aires.4

El periódico La Nación, por su parte, publicó una columna diaria entre 1906 y 1908 titulada “La muerte del general Mitre. Ecos del duelo público”, que daba cuenta de los múltiples actos e iniciativas nacionales e internacionales para homenajear al expresidente y fundador del diario. Durante esos dos años, si bien hubo un pronunciamiento generalizado y consensuado a favor de la erección de un monumento nacional conmemorativo a la figura de Mitre, en sus páginas quedaron plasmadas las más diversas posiciones y debates en torno a la organización de la comisión que tuviera a su cargo el financiamiento, emplazamiento, ejecución y atributos del monumento.

El 18 de febrero de 1906, La Nación publicó los principales aspectos del proyecto, pronunciados por Carlos Pellegrini, presidente de la junta ejecutiva de la comisión popular del monumento nacional al general Mitre:

Se solicitará de las autoridades a quienes corresponde, permiso para erigir la estatua en la plaza 11 de Septiembre. La estatua será ecuestre y de bronce sobre un pedestal de pórfido ó de otra piedra que elija el artista con anuencia de la comisión. En los lados más anchos del pedestal habrá dos bajo relieves, el primero representando al general Mitre en el acto de prestar juramento ante el congreso nacional como presidente de la nación reorganizada y con sus catorce provincias unidas, el segundo representando al general Mitre en la puerta de su casa en el día de su jubileo, y en actitud de agradecer al pueblo sus manifestaciones de cariño y entusiasmo. Al pie de cada uno de los cuatro frentes del pedestal habrá una figura alegórica en mármol: al frente la Patria arrojando palmas al paso del general Mitre, a uno y otro lado el Valor Cívico y el Valor Militar, al fondo la Historia narrando á la juventud la vida del patricio. El general Mitre, á caballo y de uniforme, estará en actitud de recibir una ovación popular. Sobre estas líneas generales se pedirán bocetos de la estatua a tres escultores de fama mundial: Coutan, francés, Querol, español y Calandra, italiano, que deberán terminar sus bocetos dentro de los seis meses.5

Unos días después, en la misma sección, el periódico difundió una carta del director del Museo Nacional de Bellas Artes, Eduardo Schiaffino, quien, lejos de alinearse al programa estético establecido, cuestionó la propuesta con una mordaz pregunta: “¿Qué concurso es este, si todos van con las ideas y hasta la composición impuesta por la comisión?”,6 oponiéndose también, la selección de los artistas convocados:

Tratándose de un homenaje nacional se excluye a los escultores argentinos, los únicos que podrían darle ese carácter. Si antes de la exposición universal de San Luis pudo el Dr. Pellegrini poner en duda la existencia de artistas argentinos, hoy, después de la consagración ganada por ellos entre los primeros artistas de Europa y América, es una inconsecuencia.7

El Congreso nacional tampoco fue indiferente. El 26 de junio de 1906 aprobó la Ley N° 4943, que autorizaba al Poder Ejecutivo a comprar la casa en la que había vivido Mitre, ubicada en calle San Martín 336, en la ciudad de Buenos Aires. Así, quedaba conformando, con la biblioteca, colecciones, archivo y muebles, el primer museo con sede en una casa particular considerada histórica. La inauguración de este espacio generó nuevos relatos museográficos, donde conviven aspectos de la vida privada/íntima de la casa con prácticas públicas y funciones sociales del museo. No solo era posible acceder al material de sus colecciones, sino también adentrarse en la recreación del universo de la vida de todos los días de Bartolomé Mitre e interpelar otras formas de acercamiento a los visitantes. Lo inmediato de lo cotidiano abrió paso al “encuentro cercano” de su figura.8

Entre los oradores se destacó el discurso del diputado nacional del Partido Autonomista, Manuel Carlés, que luego de enarbolar las victorias y grandezas del expresidente, advirtió sobre la necesidad de promover una identidad y memoria histórica cultural de la joven Nación:

Sin detener el andar de nuestro pueblo, rememorémosle, que se encuentran desprovistas de estatuas sus plazas, sin monumentos de glorias pasadas, sus calles; rememorémosle que nuestra historia es corta pero digna; y que hubo próceres, que como el general Mitre, supieron conservar siempre el amor puro a la patria.9

La búsqueda por desarrollar un repertorio de imágenes públicas que transmitiesen valores, emociones y generasen lazos de comunidad y patriotismo, continúo siendo tema central en los debates parlamentarios y proyectos de ley entre los grupos de dirigentes. La propuesta de crear un panteón de próceres de la República en el Palacio del Congreso nacional, con la dirección de una comisión compuesta por legisladores de ambas cámaras, el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Eduardo Schiaffino, el arquitecto Julio Dormal y el artista Ernesto de la Cárcova evidenciaba no solo la necesidad de conmemorar a los “héroes de la vida parlamentaria”, sino también de establecer un programa estético para dicha tarea.10 A comienzos del siglo XX, los debates y acciones para embellecer la ciudad y convertirla en un “gran espacio educativo” encontraron en la arquitectura y los monumentos públicos, las herramientas pedagógicas para llevarlos adelante.11

Asde 1906, autorizaron a erigir un monumento en homenaje a Bartolomé Mitre en la ciudad de La Plata.12

El 30 de diciembre de 1906, luego de la sanción de la ley, se levantó el primer busto a Mitre (fig. 1), en el Polígono de Tiro de San Andrés de Giles (predio perteneciente, en aquel entonces, a la Liga Patriótica), al cual le sucedieron más bustos y placas conmemorativas, a partir de distintas iniciativas públicas y privadas y en diferentes ciudades de la provincia de Buenos Aires.

También, los proyectos de reforma de la Catedral Metropolitana llevados adelante por el arquitecto Carlos Morra fueron teñidos por el entusiasmo evocador a la figura de Mitre (fig. 2). Entre las modificaciones de la fachada y la construcción de una torre, que serviría de campanario, diseñó un importante mausoleo del general Mitre, con una bóveda sostenida por ocho columnas de mármol que contendría símbolos que recordasen su trayectoria:

El monumento proyectado en mármol, es un sarcófago encima del cual descansa la figura del general Mitre. Sobre el cuerpo de éste se cruzan una espada y una palma. Un manto cubre la parte posterior del sarcófago. Sobre los escalones álzase una figura representando la Victoria. A los lados hállanse dos piras, manteniendo siempre vivo el fuego sagrado de la gratitud y de la admiración popular.13

Los elogios fúnebres a Mitre como fundador de la “unión indestructible de la nación respetando las autonomías indestructibles de las provincias”14 o como “héroe patrio”15 –figura compartida junto a los hombres que habían participado de la gesta revolucionaria e independentista– llegaron a oídos de los seguidores de Urquiza, quienes no tardaron en manifestar sus desacuerdos a los atributos asignados a Mitre, reavivando viejas discusiones entre unitarios y federales.

Al respecto, cabe destacar el trabajo realizado por María Elida Blasco, El legado mitrista. Museos, monumentos y manifestaciones de homenaje en la construcción del prócer Bartolomé Mitre, que da cuenta no solo de los múltiples actos conmemorativos por Bartolomé Mitre, sino también de la enérgica reacción opositora llevada adelante por los admiradores de Urquiza. Principalmente por Julio Victorica (exfuncionario, diplomático y hombre de confianza del caudillo entrerriano) frente a las propuestas impulsadas desde Buenos Aires.

La muerte de Mitre, señala la autora, “parecía haber activado la controversial interpretación acerca de si la tan celebrada ‘unidad nacional’ había sido fruto de Caseros o de Pavón”.16 Al fallecer los líderes de la contienda, llegaba el turno de la batalla simbólica, que a través de los monumentos consagraba a uno u otro como “padre” de la unidad.

En su libro Urquiza y Mitre. Contribución al estudio histórico de la organización nacional, Victorica advierte que desde Buenos Aires se promovía una campaña de reivindicación de la figura de Mitre como artífice de la unión Argentina, y señalaba la necesidad de un revisionismo de los hechos en nombre de la verdad histórica:

Leyendo fuera del país, los elogios fúnebres pronunciados en obsequio del general don Bartolomé Mitre, que acababa de fallecer, (…) me decidí, pues, a publicar la rectificación correspondiente y, ya en este tren, me pareció que tampoco debía dejar pasar la oportunidad de corregir otros agravios inferidos a la verdad histórica por los demás oradores.17 

Las discrepancias entre ambos bandos generaron una intensa actividad sostenida sobre todo desde la prensa, en función de establecer la mirada del ideario de consolidación y construcción de un relato nacional. Esta polémica alentó a los partidarios de Urquiza a proyectar un importante monumento en Paraná, el cual no parece desacertado pensar que haya tenido alguna injerencia en el freno de las gestiones por el de Mitre en Buenos Aires.18

Pese a las iniciativas postergadas de erigir una escultura glorificadora en su nombre, las imágenes de Mitre ya circulaban con gran popularidad desde el jubileo de sus 80 años; no solo en los medios gráficos, como en la prensa y la publicidad (fig. 3), sino también sobre diversos soportes y objetos como naipes, hebillas, encendedores, marca de cigarrillos, vajilla, tarjetas postales, medallones, etc. (fig. 4). Dentro de la pluralidad de imágenes, una de las más difundidas tiene como fuente la fotografía tomada en 1899 en el estudio Witcomb (fig. 5). Allí se ve a Mitre, retratado a sus 78 años de edad, en una pose relajada, con mirada fija a cámara, vestido con traje sobrio de ciudad (camisa blanca, chaleco, levita y moño oscuro), la cabeza cubierta con su chambergo, una cadena de reloj que le cruza el torso y las manos en los bolsillos. Esta fotografía, que funcionó como cantera para su repertorio iconográfico, se convirtió, en sus sucesivas referencias, en una estampa al alcance de todos, despojada de toda retórica glorificadora.

Estos modos de apropiación de una imagen pública en el espacio privado y de la difusión de lo privado en el ámbito público generaron distintos usos y prácticas sociales en la forma de representar y concebir lo político. Don Bartolo, apodo con el que se lo conocía a Mitre desde las páginas de Caras y Caretas desde 1900, acompañó estas estrategias enunciativas y se convirtió en un régimen semiótico de representación visual de Bartolomé Mitre, en donde la ausencia de atributos y grandes narrativas heroicas abrieron paso a una relación discursiva más cercana entre el personaje y el lector y a una construcción imaginaria de la figura de Mitre como un ciudadano moderno más.

Caras y Caretas acompañó los homenajes públicos al general Mitre con una edición extraordinaria que recorría distintas facetas de su vida. Cabe destacar el artículo escrito por José M. Niño, en donde realza la figura de Don Bartolo como hombre-símbolo, despolitizado y reconocido por las mayorías, en una celebración popular:

Para las arduas y complicadas tareas del gobierno, era el general Mitre; para su pueblo era don Bartolo á secas. Y don Bartolo hubiera dejado de ser el ídolo de la muchedumbre el día en que al cruzar la calle de la gran ciudad seguido por las miradas cariñosas de un pueblo entero no se le hubiese visto con su clásico “chambergo”. Ese sombrero era algo así, como la misma bandera patria, suficiente para agrupar multitudes en clamorosos entusiasmos. Don Bartolo sin su “chambergo” hubiera sido siempre un gran hombre, pero no hubiera sido el hombre-símbolo.19

Don Bartolo, que es una y muchas imágenes a la vez, ocupó un lugar activo y eficaz en el entramado histórico, no solo como testimonio o documento visual de una época, sino como protagonista de resignificaciones de nuevos sentidos e identificaciones. Esta representación de Mitre, sin rasgos románticos de la figura idealizada del héroe patrio que evoquen los valores de la nación, recobró potencia visual dentro del programa moderno del naturalismo.

En este sentido, en marzo de 1908, se descubrió en Mar del Plata el primer monumento de cuerpo entero de Bartolomé Mitre, realizado en bronce por el escultor argentino César Santiano (1886-1919). La estatua se encuentra ubicada en la plaza Mitre, sobre un pedestal sobrio, sin ornamentación, en donde la atención solo se focaliza en Don Bartolo (fig. 6). No hay en él otros elementos que den cuenta de su trayectoria o figura, más que la de su propia semejanza a la del representado como Don Bartolo. Si bien los diarios de la época cubrieron la inauguración señalando la masiva concurrencia al acto, le bajaron la categoría de artista al escultor, al considerarlo como un mero aficionado: “El trabajo fue encargado a un aficionado, hecho un maestro de la noche a la mañana, el Señor César Santiano, conscripto del 1° de Infantería, actualmente bajo bandera, el cual hizo el trabajo en un mes y medio escaso”.20

Unos meses después, con motivo de la celebración del 80° aniversario del nacimiento de Mitre, el museo que lleva su nombre inauguró la escultura en bronce patinado de Don Bartolo, que había sido encargada al artista argentino Lucio Correa Morales (1852-1923). Formado gracias a una beca de estudio en la Academia de Florencia, y con una importante trayectoria y reconocimiento en el campo artístico local, los diarios de la época elogiaron la obra de Correa Morales y destacaron la importancia de su presencia en el acto. El vínculo entre el escultor y su obra inscribió la imagen de Don Bartolo dentro de los circuitos artísticos consagrados:

La afluencia de visitantes fue grande durante todo el día. En presencia de todos los miembros de la familia Mitre y de un crecido número de niños de las escuelas públicas, se descubrió una estatua del general, obra del escultor Correa Morales. El autor de la escultura que se hallaba presente en el acto de la inauguración fue efusivamente felicitado por la concurrencia.21

Emplazada en el patio central, la escultura de Mitre, que se erige en tamaño natural, de pie y con las manos en los bolsillos, sobre un pequeño pedestal, recuerda a la fotografía de Don Bartolo (fig. 7), pero bajo una nueva relación ya no solo de semejanza, sino también de contigüidad con el espacio. Este vínculo indicial entre el monumento y la casa-museo repone información sobre la figura que se presenta sin atributos: sabemos que es Mitre no solo por su parecido, sino, también, porque se encuentra en su casa.

Tocó a Correa Morales demostrar su saber, cuando le encomendaron por concurso la misión de llevar al bronce una figura muy amada y muy conocida del pueblo argentino: la severa y familiar estampa del general Bartolomé Mitre. Un éxito cabal coronó esa tarea, pues el escultor supo hacer de “Don Bartolo” una efigie capaz de satisfacer, en cuanto a parecido con el personaje al mitrista más exigente y al mismo tiempo no caer en ese repugnante y despreciable detallismo inexpresivo del modelador que se limita competir con la fotoescultura.22

La figura de Mitre como Don Bartolo se inscribe en una serie de imágenes de hombres modernos que representan símbolos de sus tiempos: postura relajada, traje de ciudad y reloj. No se trata de un retrato que interpela al espectador con aires de triunfo y grandeza heroica, sino que el sujeto se representa como un ciudadano que se abre paso entre sus contemporáneos.

En ese sentido, conviene considerar que si bien las disputas de opiniones, en los primeros años luego del fallecimiento de Mitre, sobre la autoría de la “unión nacional” generaron fuertes discusiones políticas e intelectuales en torno a cómo debía ser homenajeado y con qué atributos. La imagen de Don Bartolo, con su potencia y eficacia visual, despojada de toda glorificación y ampliamente reproducida y reconocida en el imaginario colectivo, surge como una vía de consenso iconográfico de identificaciones y resignificaciones de Mitre, que aún pervive en nuestros días.23


1 Estudiante de la Maestría en Historia del arte argentino y latinoamericano, Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín. guellmanuela@gmail.com.

2 Para más información sobre la vida y carrera política de Bartolomé Mitre, ver Miguel Ángel de Marco. Bartolomé Mitre. Biografía. Buenos Aires, Planeta, 1998.

3 Al respecto, Julio Victorica repone los elogios pronunciados por distintos dirigentes políticos a Bartolomé Mitre como fundador y organizador de la Nación, para discrepar y marcar posición a favor de Urquiza: “El Presidente de la Suprema Corte Federal, Doctor Antonio Bermejo, ha afirmado que el General Mitre fue, después de 1862, el fundador de la judicatura nacional, olvidando que ya estaba fundada en la Constitución de 1853, y que leyes orgánicas para el funcionamiento de la misma, se dictaron en 1858, durante el periodo presidencial del General Urquiza”. En Julio Victorica. “Prefacio”, en Urquiza y Mitre. Contribución al estudio histórico de la organización nacional. Buenos Aires, J. Lajouane & CIA Editores, 1906.

4 Caras y Caretas, enero de 1906, p. 15.

5 Carlos Pellegrini. “La muerte del General Mitre. Ecos del duelo público”, La Nación, febrero de 1906, p. 12.

6 Eduardo Schiaffino. “La muerte del General Mitre. Ecos del duelo público”, La Nación, febrero de 1906, p. 10.

7 Ibid.

8 Visita al Museo Mitre, s/f, p. 4. Catálogo del Museo Mitre en el que se recorre habitaciones y objetos que el público podrá encontrar allí: “No bien el visitante traspone la puerta de entrada y penetra en el zaguán, divisa en el primer patio una estatua fundida en bronce. Representa al patricio de a pie, vestido de civil, con las manos en los bolsillos, en una de sus actitudes habituales y con su chambergo, más evocador él solo que todos los cañones y todas las espadas”. Cabe notar la búsqueda de una propuesta enunciativa a sus visitantes de cercanía y cotidianeidad con la figura de Mitre.

9 Ley N° 4943. Congreso Nacional. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, junio de 1906, p. 691.

10 Antonio Piñero. “Proyecto de Ley Honores Póstumos a Legisladores Argentinos”, Congreso Nacional. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, julio de 1906, p. 784.

11 Raúl E. Piccioni. “El arte público en Buenos Aires. Imágenes urbanas para un proyecto civilizatorio”. Ponencia presentada en Poderes de la imagen. I Congreso Internacional de Teoría e Historia de las Artes, CAIA, 2001.

12 Ley N° 2995. “Monumento a Mitre”. Boletín Oficial e impresiones del Estado. Provincia de Buenos Aires. Ver también copia del decreto del 21 de diciembre de 1934.

13 La Nación, mayo de 1908, p. 17.

14 Manuel Carlés. “Proyecto de Ley Museo Mitre”, Congreso Nacional. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputado, junio de 1906, p. 174.

15 Antonio Piñero. “Proyecto de Ley Honores Póstumos a Legisladores Argentinos”, Congreso Nacional. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, julio de 1906, p. 784.

16 María Elida Blasco. El legado mitrista. Museos, monumentos y manifestaciones de homenaje en la construcción del prócer Bartolomé Mitre. Buenos Aires, Prohistoria, 2015, p. 129.

17 Julio Victorica. “Prefacio”, en Urquiza y Mitre, op. cit.

18 Sobre las respuestas por parte de los seguidores de Urquiza, ver María Elida Blasco. El legado mitrista, op. cit., p. 131.

19 José M. Niño. “Mitre y su símbolo”, Caras y Caretas, enero de 1906, p. 54.

20 La Razón, marzo de 1908, p. 8.

21 Caras y Caretas, junio de 1908, p. 43.

22 Julio E. Payró. “Lucio Correa Morales y el nacimiento de la escultura argentina”, en Monografías de artistas argentinos. Correa Morales. Buenos Aires, Publicaciones de la Academia Nacional de Bellas Artes, 1949, p. 25.

23 La Nación, diciembre de 2006, en https://www.lanacion.com.ar/cultura/honran-a-mitre-con-una-estatua-frente-a-la-estacion-de-tigre-nid870842. El partido de Tigre, provincia de Buenos Aires, celebró el aniversario de la primer llegada del tren, con la inauguración del monumento a Don Bartolo frente a la estación Mitre: “Cuando cambiábamos ideas sobre cuál sería la estatua de Mitre que mejor lo identificaba con Tigre, él no tuvo absolutamente ninguna duda. Dijo: El paisano. Vestido igual que la mayoría de los que vivían por aquí, cuando él imprimió con el tren un fuerte empujón hacia el progreso que indudablemente percibió”.

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