Sandra Szir. “Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos
Aires, siglo XIX”, TAREA 7 (7), pp. 80-105.
RESUMEN
A fines del siglo XIX y comienzos del XX en Buenos Aires la práctica de pu-
blicitar se extendió ligada a diversos factores históricos conjuntamente con la
ampliación del consumo en distintas capas sociales. Se propone analizar aquí el
desarrollo visual de los avisos, y considerar la agencia de las imágenes en el con-
texto gráfico y discursivo de las propias publicaciones periódicas. Se sostiene
como una de las hipótesis centrales que las publicaciones periódicas ilustradas
cumplieron una función activa no solo como soporte material de los anuncios,
sino como impulsoras de la expansión de la actividad publicitaria. En conse-
cuencia, el análisis de la publicidad ilustrada no puede estar desvinculado de
la consideración de las condiciones materiales de posibilidad de las revistas. El
marco de la propia publicación periódica como dispositivo situado histórica
y tecnológicamente interactúa con las características de los avisos en el plano
informativo o persuasivo, en la apelación a conductas emocionales, aspiracio-
nales, racionales o de emulación con visualidades heterogéneas.
Palabras clave: Publicidad, prensa periódica, ilustraciones, intercambios gráficos,
Buenos Aires.
ABSTRACT
“Consumption, Graphic and Advertising in Illustrated Magazines. Buenos
Aires, 19th Century”
At the end of the 19th century and the beginning of the 20th in Buenos Aires,
the practice of advertising spread linked to various historical factors along with
the expansion of consumption in different social levels. It is proposed here to
analyze the visual development of advertisements, and consider the agency of
images in the graphic and discursive context of the periodicals themselves. It
is argued as one of the central hypotheses that illustrated periodicals played
an active role not only as a material support for advertisements but also as
drivers of the expansion of advertising activity. Consequently, the analysis of
illustrated advertising cannot be separated from the consideration of the ma-
terial conditions of possibility of magazines. Te framework of the periodical
publication itself as a historically and technologically situated device interacts
with the characteristics of the ads at the informative or persuasive level, in the
appeal to emotional, aspirational, rational or emulative behaviors with hetero-
geneous visualities.
Keywords: Advertising, periodical press, illustrations, graphic exchanges,
Buenos Aires.
Consumo, gráfica
y publicidad en las
revistas ilustradas
Buenos Aires, siglo XIX
Sandra Szir1
Introducción
Este artículo interroga el origen de la publicidad moderna en Buenos
Aires a fines del siglo XIX y comienzos del XX considerándola como
fenómeno diferenciado en el terreno de una trama de transforma-
ciones económicas, sociales y culturales. Se propone analizar el de-
sarrollo gráfico de los avisos, atender al rol y agencia de las imágenes
situadas en ese contexto visual y discursivo, indagar acerca de su ori-
gen y observar las cualidades persuasivas y de eficacia que muchos
analistas les confieren. Al mismo tiempo, el texto sostiene como una
de sus hipótesis centrales que las publicaciones periódicas ilustradas
cumplieron una función activa no solo como soporte material de
los anuncios, sino como impulsoras de la expansión de la actividad
publicitaria. En consecuencia, el análisis de la publicidad ilustrada
no puede estar desvinculado de la consideración de las condiciones
materiales de posibilidad de las revistas, de sus orientaciones y ob-
jetivos y de los recursos y capacidades de la industria gráfica en la
1 Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio. CIAP (UNSAM-CONICET). ORCID 0000-
0002-9307-9795. sandraszir23@gmail.com.
Sandra Szir / TAREA 7 (7): 80-105
Argentina del período. Pero fundamentalmente debe proponerse que
los emprendimientos editoriales diferentes destinaron a la publicidad
espacio, estilos y motivaciones variables que no pueden adscribirse a un
desarrollo lineal, al menos en sus modos visuales.
El escenario corresponde a las últimas décadas del siglo XIX en
Buenos Aires, y los avisos que serán expuestos fueron publicados en los
periódicos El Mosquito (1863-1893), El Sud Americano (1888-1891), pe-
ro fundamentalmente en el semanario popular ilustrado Caras y Caretas
(1898-1939), agente central en este proceso. Estos ejemplos tomados
de revistas de gran circulación en el período resultan significativos pa-
ra observar los rasgos de esta publicidad local que emplazó imágenes
producidas por los ilustradores colaboradores de las publicaciones, con
o sin su firma, conjuntamente con otras provenientes de clichés que
circulaban masivamente para la difusión de una marca internacional.
Los avisos exhibían representaciones más o menos elaboradas, de ca-
rácter estilizado o satírico, estrechamente ligadas al consumo y a la vida
cotidiana, económica, comercial y social del mundo urbano, e interac-
tuaban significativamente con otros contenidos textuales y visuales de
los propios periódicos. Editados en dimensiones variables, pero en el
limitado espacio de la página impresa, con técnicas de ilustración y esti-
los diversos, circularon en el marco de la cultura visual local tornándola
más abundante y profusa.
En el marco general de los estudios sobre la publicidad, la perspectiva
histórica que proponen los investigadores acerca del nacimiento de la
sociedad de consumo, particularmente desde la academia norteameri-
cana, ha enfatizado el rol formativo que la publicidad cumplió en ese
proceso.2 Describen el fenómeno como una evolución, que habría expe-
rimentado un fuerte impulso desde mediados del siglo XIX en los países
centrales de Occidente, donde indican que fabricantes emprendedores
explotaron innovaciones técnicas en producción, transporte y comuni-
caciones superando a los vendedores de una localidad particular y publi-
citando bienes de marca con un alcance nacional más general. Habrían
ido moldeando así el mercado incitando a la compra de productos que
los individuos no necesitaban, y habrían, además, incidido en conductas
generales en relación con el consumo. Si bien estos puntos de partida
obtuvieron consenso amplio entre los investigadores, la aplicación de
este esquema a otros contextos distintos en escala e intensidad, como el
caso argentino, por ejemplo, se torna problemática y genera debates que
2 Sigo, al respecto de este debate, el estado de la cuestión trazado por el historiador económico
Roy Church, en “Advertising Consumer Goods in Nineteenth-Century Britain: reinterpretations”,
Economic History Review, Vol. LIII, N°. 4, 2000, pp. 621-645.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
complejizan los modos para abordar la publicidad y las preguntas que
pueden formularse frente a este objeto. Como veremos más adelante, el
impulso de la publicidad gráfica en el contexto local de las publicaciones
en Buenos Aires presenta desarrollos y limitaciones negociados con fac-
tores de posibilidades comerciales, materiales y culturales.
Además de la discusión acerca del punto de origen de la publicidad
moderna, otro problema abarca la descripción de sus rasgos caracterís-
ticos. Si bien la literatura especializada manifiesta algunas nociones en
común, existen desacuerdos fundamentales entre los diversos autores.
Para algunos, la publicidad moderna surgida entre mediados y fines del
siglo XIX se transforma de un carácter informativo a uno persuasivo,
que, apoyándose en estrategias retóricas y psicológicas, persigue las de-
bilidades emocionales de los consumidores. Otros, en cambio, contrapo-
nen a esta idea de la publicidad como manipulación, las conductas más
racionales a la hora de la compra y resaltan el hecho que las apelaciones
a la calidad y al precio dominan en muchos de los avisos. A su vez,
el argumento de la racionalidad es respondido con el ejemplo de las
conductas emulativas de clase y las demandas artificiales, tesis que, a
su vez, es contrastada por los antropólogos con la idea de que todas las
necesidades, sean básicas o no, están social y culturalmente construidas.3
Los orígenes y efectos económicos también presentan diferentes
perspectivas; las posiciones más clásicas vinculan la publicidad con la
sobreproducción y crecimiento industrial, mientras que otros aluden a
la competencia y apetito del capital oligopólico, y sostienen que la pu-
blicidad no afectó las ventas y que funcionó simplemente como una
“herramienta competitiva”.4
Desarrollo de la publicidad en la Argentina.
Una evolución discontinua
En Argentina, la evidencia empírica para considerar en relación con el
desarrollo de la publicidad del siglo XIX muestra que esta tuvo su ma-
nifestación más perceptible en los medios gráficos y luego le siguieron
otras expresiones, como el afiche u otras estrategias y soportes impresos.5
3 Michael Shudson. Advertising, the Uneasy Persuation: Its Dubious Impacto in American
Society. Abingdon, Routledge, 2013 [1993], p. 135.
4 Ibid,, p. 18
5 Para una aproximación al afiche y la publicidad en Buenos Aires, ver Emiliano Marcelo Clerici,
“El lujo de pertenecer. Imágenes en los carteles artísticos porteños (1898-1920)”, en Sandra
Szir (coord.): Ilustrar e imprimir. Una historia de la cultura gráfica en Buenos Aires, 1830-1930.
Buenos Aires, Ampersand, 2016.
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Sandra Szir / TAREA 7 (7): 80-105
Los diarios y revistas de Buenos Aires dispusieron, desde los tiempos
de la Colonia, de un espacio para anuncios comerciales, generalmente la
primera o la última página. En un sentido general, se indica que desde
largo tiempo existía esta “forma de comunicación no personal que infor-
ma e influencia a una audiencia dispersa empleada para un amplio rango
de propósitos”,6 entre los que se encuentran el comercial, “que se dirige al
consumo de productos o servicios específicos familiarizando a los consu-
midores potenciales con los productos y constituyendo una actitud posi-
tiva hacia ellos”.7 De modo que si bien la publicidad comercial adquirió
formas diferenciadas y se expandió en las sociedades industrializadas, al-
gunos historiadores indican que desde los tiempos antiguos se practicaba
este modelo comunicativo en sus rasgos situacionales, funcionales y es-
tructurales.8 En el contexto local, un ejemplo temprano puede observarse
en algunos periódicos producidos en Buenos Aires que se distribuían
casi exclusivamente con el objeto de publicitar. La Gaceta Mercantil era
uno de ellos;9 sus avisos proporcionaban noticias sobre salidas o llegadas
de buques del puerto, proveían información de mercadería para la venta
y ofrecían lugar para cargamento o viaje para pasajeros, objetos o pro-
piedades, carros, animales o venta de criados.10 En sus rasgos formales,
el aspecto de las páginas guardaba relación con la sección “clasificados”
de un diario más reciente, la tipografía se desarrollaba sin variaciones de
estilo ni tamaños y las imágenes, cuando las había, eran viñetas prove-
nientes de los clichés estandarizados de madera que formaban parte del
equipamiento tipográfico de las imprentas (figura 1).
Durante la primera mitad del siglo XIX, los avisos en las publicacio-
nes periódicas fueron escasos y los que podemos encontrar mantuvie-
ron similares características, algunas variaciones tipográficas y casi sin
ilustración. Alberto Borrini parte del año 1898 para trazar la historia
de la publicidad en la Argentina, año señalado como el momento de la
fundación de la agencia de publicidad del austríaco Juan Ravenscroft,
6 Sabine Gieszinger. “Two Hundred Years of Advertising in The Times”, en Friedrich Ungerer
(ed.): English Media Texts. Past and Present, Language and Textual Structure. Amsterdam-
Philadelphia, John Benjamins Publishing Company, 2000, p. 85.
7 Ibid.
8 Ibid., p. 86.
9 La Gaceta Mercantil. Diario Comercial, Político y Literario fue publicado en Buenos Aires entre
los años 1823 y 1851, editado por la imprenta Hallet y Cía., y durante sus primeras épocas
contenía solo avisos mercantiles. Contó, entre otros, con las colaboraciones de Santiago
Kiernan, José Rivera Indarte y Pedro de Angelis.
10 Véase Sandra Szir. “De la cultura impresa a la cultura de lo visible. Las publicaciones
periódicas ilustradas en Buenos Aires en el siglo XIX. Colección Biblioteca Nacional”, en
Marcelo Garabedian, Sandra Szir y Miranda Lida: Prensa argentina siglo XIX. Imágenes, textos
y contextos. Buenos Aires, Ed. Teseo, 2009, pp. 58-59.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Figura 1. “Criados huidos”, La Gaceta Mercantil. Diario Comercial, Político y Literario,
5 de junio de 1833.
la primera instalada en el país.11 También en otras regiones del mun-
do se indica una periodización en una línea progresiva donde a finales
del siglo XIX12 se produciría una verdadera explosión publicitaria en la
cual al surgimiento del afiche ilustrado le seguiría una multiplicación
de avisos en diarios y periódicos y una transformación en sus caracte-
rísticas tipográficas y visuales. Precisamente, el año 1898 corresponde al
surgimiento de Caras y Caretas, primera publicación periódica ilustrada
de carácter masivo editada en Buenos Aires en cuyas páginas, entre una
miscelánea de contenidos y una amplia y profusa variedad de materiales
visuales novedosos para la época, como cubiertas ilustradas a color o
fotografías, se ofrecía una abundante publicidad gráfica.13
11 Alberto Borrini. El siglo de la publicidad. 1898-1998. Historias de la publicidad gráfica
argentina. Buenos Aires, Atlántida, 1998, p. 9.
12 Richard Ohmann menciona una verdadera “revolución” en publicidad en los Estados Unidos
hacia la misma época. Richard Ohmann. Selling Culture. Magazines, Markets, and Class at the
turn of the Century. London-New York, Verso, 1996, p. 82.
13 Comparado con otras publicaciones contemporáneas, la inclusión de avisos publicitarios
en Caras y Caretas es significativa. Una revista ilustrada como La Ilustración Sudamericana
en 1905 despliega cuatro páginas de publicidad al final del impreso con un promedio de entre
ocho y diez avisos por página, un total de aproximadamente cuarenta avisos presentados en
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La importante evidencia del incremento en la proporción de publi-
cidad en relación con el material editorial, demostrativo del cambio de
una práctica cultural diferente en el contexto de las publicaciones perió-
dicas, se expresaba asimismo en la visualidad de los avisos, más abun-
dantemente ilustrados, y en una composición tipográfica que se desta-
ca en relación con los ejemplos anteriores. La ilustración de los avisos
publicitarios se desarrolló entonces tomando componentes de diversos
sistemas visuales para conformar un dispositivo correspondiente a un
tipo de imagen que debía cumplir una función interesada.
Se observa, pues, una distancia cualitativa entre, por un lado, el siste-
ma de aviso de La Gaceta Mercantil, que respondía a un modelo dirigido
a un lector que buscaba en las columnas de anuncios un determinado
objeto o servicio, y por el otro, el desarrollo de una variada y abun-
dante publicidad gráfica destinada a un público amplio y heterogéneo,
cuya mirada intentaba capturar y conducir. Sin embargo, este proceso
no transcurrió en forma lineal, exento de variaciones y discontinuida-
des. Esto puede interpretarse en parte por la ausencia de agencias de
publicidad durante el siglo XIX y aún en los comienzos del siglo XX
cuando se instalaron las primeras, cuyas tareas se limitaban a vender
espacios en lugares de visibilidad, como trenes y estaciones, y no ofre-
cían otros servicios, de modo que eran básicamente las empresas y las
publicaciones periódicas quienes convenían los términos y modalidades
de las campañas. Las propias revistas, entonces, sus directores de arte,
redactores e ilustradores eran quienes daban forma a los avisos cuando
el avisador lo requería y pagaba por ello. Este hecho puede explicar la
convivencia de soluciones plurales en relación con los textos y con las
imágenes, diversidad de usos discursivos y puestas en página, que, en un
mismo período, varían de publicación en publicación. Estos rasgos que
difieren representaciones de productos que se presentan en “situación
de uso”, avisos más descriptivos e informativos, otros con largos textos
explicativos acerca de las cualidades del producto, se combinan en avisos
basados en una publicidad local o en una publicidad por marca. Esto
último es una novedad de fines del siglo XIX vinculada a los cambios
económicos en la producción, circulación y venta de bienes.
En relación con el rol activo que las publicaciones periódicas parecen
haber ejercido en el proceso, el análisis de algunos ejemplos que prece-
dieron a la evidente intensificación de la práctica de publicitar que se
exhibe en Caras y Caretas resulta elocuente para observar la heterogenei-
dad de manifestaciones presentes en la publicidad.
un formato de unos pocos centímetros. Caras y Caretas exhibe, en cambio, unas sesenta
publicidades por número, pero la mayoría de ellas ilustradas a página entera.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Un caso ejemplificador resulta El Sud Americano, editado entre 1889
y 1891, que exhibe una publicidad con escasas ilustraciones, de discurso
descriptivo y textos extensos, con algunos títulos en tipografía destacada
por su robustez, variación y densidad. Los productos publicitados no
refieren a bienes de consumo personales, sino a maquinarias, estable-
cimientos mecánicos, bancos o compañías de seguros, dirigidos a em-
presas, compañías agrícolas, comercios. El periódico de “industrias, lite-
ratura, ciencias, artes, historia, agricultura, sport” era editado en forma
quincenal por la Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, una de
las firmas gráficas más grandes de la época.14 Su capacidad productiva la
habilitaba a publicar, entre otras cosas, un impreso ricamente ilustrado
con imágenes de formato variado, algunas a doble página, elaboradas
por artistas locales o extranjeros y reproducidas con técnicas de grabado
diversas. Aún con ese potencial técnico y artistas colaboradores como
Francisco Fortuny o José María Cao, entre otros, se inclina hacia avisos
con cualidades gráficas tradicionales. ¿Acaso la publicidad era sospecho-
sa o considerada banal para una publicación tan seria? (figura 2)
Sin embargo, un poco más de una década antes, El Mosquito, perió-
dico satírico editado entre 1863 y 1893 en Buenos Aires, fundado por
Henri Meyer y dirigido desde 1870 por Henri Stein, resulta un caso
diferente en sus prácticas de publicitar. Claudia Román lo ha estudiado
extensamente y reveló el modo cómo la publicidad comercial del pe-
riódico afectó sus condiciones de producción y circulación.15 Los avisos
eran diseñados por el propio Stein, quien anuncia en El Mosquito que
podía ser contratado para ese propósito. De ese modo, el director y
principal ilustrador produjo una operación compleja, a la vez que con-
seguía un ingreso económico adicional a la venta de ejemplares, legiti-
maba con su firma la alianza entre prensa y comercio y se aseguraba el
control y cuidado de un estilo visual de carácter satírico que no cedía a
los lápices estandarizados de la publicidad internacional ni a la tradi-
ción de anuncios solo tipográficos. Avisos de la sombrerería de Perissé,
la zinguería de Eugenio Picard, el licor Hesperidina de Bayer o la cer-
veza Bieckert se integran a menudo a la página central ilustrada con ca-
ricaturas, y “excede el catálogo de los productos a comerciar y convierte
14 Sandra Szir. “El Sud Americano. Notas para una historia material y visual de la prensa
periódica ilustrada en el siglo XIX”, en Verónica Delgado, Alejandra Mailhe y Geraldine
Rogers (coords.): Tramas impresas: publicaciones periódicas argentinas (XIX-XX). Estudios e
Investigaciones 54, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP, 2015, http://
www.libros.fahce.unlp.edu.ar/index.php/libros/index.
15 Claudia Román. Prensa, política y cultura visual. El Mosquito (Buenos Aires, 1863-1893).
Buenos Aires, Ampersand, 2017, pp. 130 y ss.
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Figura 2. Página de publicidad, El Sud Americano 1, Buenos Aires, 20 de julio de 1888, p. 20.
a esos productos en protagonistas de pequeñas narraciones”.16 Resulta
claro que los avisos de El Mosquito, aunque resueltos en variados for-
mas, como bien lo muestra Román con el ejemplo de Hesperidina, pre-
sentan un correlato de cierta homogeneidad con el resto del material
visual, y hasta incluyen figuras públicas como la de Sarmiento como es-
trategia publicitaria o como politización de lo comercial desmontando
16 Ibid., p. 133.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Figura 3. Publicidad de Hesperidina, El Mosquito, Buenos Aires, 9 de agosto de 1871.
la “función unívoca de la caricatura”.17 La particularidad de los modos
de anunciar de El Mosquito, vinculada a sus tácticas comerciales y em-
presariales, tenga tal vez vinculación con el hecho que fue el primer
periódico que se mantuvo en el mercado durante treinta años. Esas
prácticas serán adoptadas por el semanario Caras y Caretas, que tam-
bién alcanzó esa estabilidad (figura 3).
17 Ibid., p. 149.
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Consumo, clase y género
Como se ha afirmado en párrafos anteriores, el hábito de publicitar se
extiende considerablemente en el escenario de Buenos Aires en el cam-
bio del siglo XIX al XX de la mano de transformaciones económicas,
sociales, culturales y tecnológicas. La evolución de la publicidad está
enmarcada por los cambios económicos que experimentó la Argentina
en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.18 Entre los años
1880 y 1916 la población se triplicó, la economía se multiplicó nueve
veces, el producto bruto interno creció con el motor principal de las
exportaciones de productos agrícolo-ganaderos y la llegada de capitales
extranjeros en el contexto del desarrollo del capitalismo internacional.
La industria local también experimentó transformaciones, el número
de empresas fue en aumento, así como la cantidad de trabajadores.19
La ampliación del mercado interno impulsó una producción mayor y
aumentó la demanda de bienes de consumo final. En 1914 la estructura
industrial argentina consistía en un total de 48.779 establecimientos -a
diferencia de la de 1895 que era de 24.114 empresas- distribuidos en los
rubros de alimentación, indumentaria, construcción, muebles, rodados,
metalurgia, química, artes gráficas, textiles. Se trataba, sin embargo, de
una estructura heterogénea, en cuanto a dimensiones de las empresas, y
fluctuante debido a las recurrentes crisis económicas y cambios políticos
que resultaron en un panorama de crecimiento industrial con sectores
favorecidos y otros claramente limitados.
Más allá de los obstáculos, la industrialización provocó transforma-
ciones en la economía y en la sociedad articulándose con el crecimiento
urbano, el aumento de la cifra de trabajadores y el consumo interno.
Paulatinamente la producción fue creando un mercado nacional, y el
comercio experimentó una evolución de similares proporciones. Ofrecía
productos importados y nacionales y se desarrollaban las empresas
18 Para la economía del período las referencias son numerosas, véase los Censos Nacionales
(1869, 1895, 1914); el Censo Industrial de 1908; José Carlos Chiaramonte. Nacionalismo y
liberalismo económicos en la Argentina, 1860-1880. Buenos Aires, Solar-Hachette, 1971;
Roberto Cortés Conde. El progreso argentino. Buenos Aires, Sudamericana, 1979; Jorge
Sábato. La clase dominante argentina. Formación y características. Buenos Aires, CISEA/
GEL, 1987; Fernando Rocchi. “El péndulo de la riqueza: la economía argentina en el periodo
1880-1916”, en Mirta Zaida Lobato (dir.): El progreso, la modernización y sus límites (1880-
1916). Buenos Aires, Sudamericana, 2000, pp. 17-69; Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde.
Historia argentina. La República conservadora. Buenos Aires, Paidós, 2005.
19 Juan Carlos Korol. “La industria”, en Nueva historia de la nación argentina. Buenos Aires,
Academia Nacional de Historia-Ed. Planeta, 2001, pp. 151-152. Véase asimismo Adolfo
Dorfman. La industria argentina. Buenos Aires, Solar, [1942] 1982; Jorge Schvarzer. La industria
que supimos conseguir. Buenos Aires, Planeta, 1996; Claudio Bellini. Historia de la industria en
la Argentina. De la independencia hasta la crisis de 2001. Buenos Aires, Sudamericana, 2017.
90
Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
“introductoras”, mayoristas especializadas en distribuir mercaderías. El
comercio minorista se encontraba sólidamente instalado y diseminado
en diversos sitios en el país. Pero un nuevo tipo de comercio que venía
desarrollándose en el siglo XIX, se consolidó y multiplicó a comienzos
del siglo XX: las grandes tiendas departamentales. Al modo de los de-
partment stores ingleses o norteamericanos o del magasin francés, estos
comercios, en algunos casos de grandes dimensiones (Gath & Chaves,
A la Ciudad de Londres, Al Palacio de Cristal, Tienda San Juan), se
instalaron en algunas ciudades argentinas (figura 4). Desplegaron sus
distintas secciones en las que se ofrecía ropa confeccionada para hom-
bres y mujeres, muebles, artículos de bazar, ropa y juguetes para niños,
alimentos envasados.
Estas grandes tiendas han sido objeto de numerosos estudios que las
han relacionado con la implementación de un nuevo tipo de relación co-
mercial con los clientes y la promoción de una modalidad de experiencia
de consumo novedosa, el impulso de la actividad de compra como una
actividad principalmente femenina relacionada con el ocio y el placer,20
fenómenos a la vez vinculados con la publicidad y la prensa periódica.
En el ámbito local, el historiador Fernando Rocchi ha estudiado en for-
ma exhaustiva estas relaciones y afirma que la publicidad se constituyó
como una de las principales estrategias de expectativas de venta que
establecía una comunicación directa entre el fabricante y los consumi-
dores. El mercado experimentó cambios cuantitativos y cualitativos que
condujeron a la formación de una sociedad de consumo masivo, que ter-
minó por plasmarse definitivamente en los primeros años del siglo XX.21
La emergencia de un nuevo orden social condujo a la aparición y
crecimiento de los sectores medios, formados por nuevas capas de pro-
fesionales, docentes, empleados de comercio o de la burocracia estatal,
que conformaron un mercado interno que fue modificando progresiva-
mente sus pautas de consumo.22 Estos grupos de clase media y popular
urbanos podían acceder a ciertos bienes, aún en un momento de gran
visibilidad de jerarquías sociales. El consumo fue siempre un terreno en
20 Véase como ejemplo Erika D. Rappaport. Shopping for Pleasure: Women in the Making of
London’s West End. New Jersey, Princeton University Press, 2001.
21 Fernando Rocchi. “El péndulo de la riqueza: la economía argentina en el periodo 1880-
1916”, op.cit., p. 52 y ss.
22 Para una aproximación al tema del consumo desde un punto de vista histórico, social y
cultural véase M. Douglas y B. Isherwood. El mundo de los bienes. Hacia una antropología
del consumo. México, Grijalbo, 1979; Richard Fox y T. J. Jackson Lears (eds.). The Culture of
Consumption. New York, Pantheon Books, 1983; Robert Bocock. El consumo. Madrid, Talasa,
1993; Stuart Ewen. Todas las imágenes del consumismo. La política del estilo en la cultura
contemporánea. México, Grijalbo, 1991; Arjun Appadurai (ed.). La vida social de las cosas.
Perspectiva cultural de las mercancías. México, Grijalbo, 1991; Jean Baudrillard. El sistema de
los objetos. México, Siglo XXI Editores, 1992 [1968].
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Figura 4. Publicidad de tienda departamental San Juan, Caras y Caretas, Buenos Aires, 1904.
el que se expresaron las diferencias sociales, las luchas por la pertenencia
y las aspiraciones de ascenso. Los modelos de referencia para estas clases
media y popular estaban constituidos por una elite de alta prosperidad
92
Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
en el período entre 1890 y 1910 y de amplio dominio hegemónico en las
esferas social y cultural. Los grupos que conformaron el sector de la “alta
sociedad”, caracterizados por cierta heterogeneidad en cuanto a los orí-
genes, trayectorias, grados de riqueza o poder detentado, compartían sin
embargo formas y estilos de vida, pautas culturales, ritos de sociabilidad
y prácticas de tiempo libre. Estos estaban signados por una pretensión
de exclusividad, una aspiración cosmopolita de copiar modelos euro-
peos, ostentación y hasta una gran afectación en los gestos y conductas.23
Esta elite, sin embargo, centro de las miradas en este período de mayor
apogeo, enfrentó el desafío de un contexto social de movilidad ligado a
un significativo acceso a la educación y al consumo. Este emergió enton-
ces como un espacio en el cual la alta sociedad intentó establecer límites
más precisos de diferenciación y pertenencia y al que las clases medias
partícipes de ideales de vida burgueses lucharon por ingresar.
Esta tensión de hábitos y aspiraciones sociales puede examinarse de
modo conjetural en la publicidad de Caras y Caretas y sus productos más
frecuentes. En una enumeración informal, tomando como ejemplo el
año 1904, se observa que los productos más anunciados son medica-
mentos, pero un segundo gran conjunto de avisos que muestra un área
significativa de bienes publicitados lo representa la ropa de confección
producida en serie a través de las grandes tiendas que prometen buenos
precios, liquidaciones por fin de temporada y ofertas puntuales, pero
además moda y elegancia. La ropa confeccionada para hombres, mujeres
y niños (“vestidos en géneros fantasía”, “fantasía de cheviot y otros géne-
ros de muy buena clase bien adornados”, camisería, trajes, corbatas, ropa
interior, sobretodos)24 producía moda barata que emulaba los estilos de
la clase alta. La indumentaria y sus usos, como aspecto integrante de la
cultura, presenta un carácter simbólico ligado a la moda o al ser “mo-
derno” y a una identidad y jerarquización, interacción social, pertenen-
cia y exclusión establecidos por las clases dominantes.25 La sociabilidad
urbana activaba el consumo y la mirada destacaba las diferenciaciones
sociales en las nuevas costumbres y los modos de exhibirse.
23 Leandro Losada. La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Époque. Buenos Aires,
Siglo XXI Editores, 2008, pp. XV-XXX.
24 Caras y Caretas, publicidades de varios números de 1904.
25 Para una aproximación a diversos modos históricos de conceptualización de la moda
puede verse Marcelo Marino. “La historiografía de la moda y el recurso a las imágenes”, en
AA. VV. Balances, perspectivas y renovaciones disciplinares de la historia del arte. Buenos
Aires, CAIA, 2009, pp. 351-361. Pueden verse asimismo diversos estudios sobre la moda
como construcción cultural y simbólica: Roland Barthes. El sistema de la moda. Buenos Aires,
Paidós, 2003 [1967]; Valerie Steele. Fashion Theory. Hacia una teoría cultural de la moda.
Buenos Aires, Ampersand, 2018; Stanley Lieberman. A Matter of Taste: How Names, Fashions
and Culture Change with Time. New Haven, Yale University Press, 2000.
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Figura 5. Aviso Al Palacio de Cristal. Ofertas, Caras y Caretas 119, Buenos Aires,
12 de enero de 1901. Publicado en números sucesivos.
La publicidad fue asociada con herramientas de manipulación al des-
cribir imágenes que habrían procurado imponer actitudes y valores de
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Figura 6. Sección Páginas Artísticas. “En busca de pichinchas”, fragmento, Caras y Caretas
134, Buenos Aires, 27 de abril de 1901.
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las elites en las clases media y trabajadora. El argumento “emulativo”26 es
contrastado con otro que señala el atractivo de las imágenes con inclina-
ciones hedonistas que estarían por encima de los impulsos aspiraciona-
les. Sin embargo, se comprueba en los avisos de Caras y Caretas de ropa
confeccionada de grandes tiendas que el argumento y el precio indican
el acceso de esos bienes aún para bolsillos modestos (figura 5).
A la cuestión de clase se suma la de género y los modos en que el
consumo creó espacios y prácticas mayormente dirigidos a las mujeres,
en los cuales la cultura comercial intentó mostrar la compra no como
una obligación cotidiana, sino como una actividad placentera, enfatiza-
do en imágenes y textos. A los autores que afirman que la contrapartida
femenina del flâneur, el espectador y consumidor urbano que camina
por las calles y observa desde su subjetividad interrogándose sobre la
modernidad misma y la riqueza de su cultura material inagotable,27 no
existe, se les oponen quienes afirman que la flâneuse ocupó el espacio
urbano a través de la cultura del consumo (figura 6).28
La alianza entre comercio y prensa periódica.
Caras y Caretas
La estrecha relación entre publicidad y prensa masiva puede analizar-
se como un vínculo mutuamente provechoso que trascendió el sentido
monetario, y el caso de Caras y Caretas puede ser elocuente al respecto.
El periódico surgió en 1898 y constituyó en el ámbito local el primer
semanario ilustrado que reunía en sus páginas contenidos de actualidad,
humor gráfico, literatura, moda, divulgación científica y noticias de di-
verso carácter, junto con imágenes ilustradas, serias o satíricas, y foto-
grafías, y alcanzó un público de carácter masivo en el que se cruzaron
lectores de distintos niveles sociales.
Los sucesivos números de Caras y Caretas indican que la incorpora-
ción de avisos fue rápidamente en aumento, lo cual le permitía mantener
el precio de venta a 20 centavos y de esa manera facilitar el aumento de
público, hecho que resultaba cada vez más atractivo para los avisadores.
El semanario devino económicamente dependiente de la publicidad.
26 Lori Ann Loeb. Consuming Angels. Advertising and Victorian Women. Oxford-New York,
Oxford University Press, 1994, p. 199.
27 Véanse Keith Tester (ed.). The Flâneur. New York, Routledge, 1994; Janet Wolf. “The
Invisible Flâneuse”, en Feminine Sentences: Essays on Women and Culture. Berkeley, University
of California Press, 1990, p. 5.
28 Véase Anne Friedberg. Window Shopping. Cinema and the Postmodern. Berkeley, University
of California Press, 1993, pp. 32-37; Erika D. Rappaport. Shopping for Pleasure…, op. cit.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Inicialmente, estableció en $15 el precio de la página de publicidad,29
lo cual fue considerado excesivo para una publicación de ese tipo, sin
embargo, los avisadores no escasearon. En 1913 Caras y Caretas cobraba
por un aviso de publicidad hasta $27030 y podía tener 80 avisadores por
número; si se suma la tirada (más de cien mil ejemplares) y la cifra de
venta, resulta casi equivalente el monto que percibía por avisos y el de la
venta y suscripciones.
Más de la mitad del material impreso estaba ocupada por publicidad,
algunos avisos intercalados con las secciones de noticias internacionales,
y los avisos eran cada vez de mayor tamaño y más elaborados (figuras
7 y 8). Si bien El Mosquito ya había intercalado anuncios con los conte-
nidos satíricos corrientes, Caras y Caretas fue el primero que sistemáti-
camente fragmentó la lectura de sus contenidos con la introducción de
los avisos publicitarios dentro de la grilla del material editorial. En su
primer aniversario el periódico afirma:
La innovación de las actualidades europeas intercaladas en las páginas de avi-
sos ha sido bien recibida por el público, que tiene ese interesante servicio de
información más, y por los avisadores, que ven así empleado su dinero con ma-
yor eficacia, pues el anuncio se lee un 50 % más que si esas páginas estuviesen
como antes meramente destinadas a anunciar. El aviso de Caras y Caretas ha
evolucionado naturalmente con el auge y notoriedad de la publicación: antes el
periódico buscaba al avisador, ahora el avisador busca al periódico.31
Sin embargo, un año más tarde, las páginas de la revista publican pe-
queños anuncios con frases como “El reclamo bien entendido es el alma
del éxito”; “El aviso ilustrado con arte o con ingenio se impone a la aten-
ción del público predisponiéndole a favor de la casa anunciadora”; “Todo
comerciante que no anuncia abandona el puesto a sus competidores que
avisan”. De modo que Caras y Caretas desempeñó un papel significativo
en la formación de prácticas de consumo con respecto al público, pero
también en la activación del uso de la publicidad por parte de los comer-
ciantes constituyendo a sus lectores como consumidores, pero también a
los avisadores y a sus prácticas de publicitar (figuras 9 y 9’).
De modo que la publicidad emplazada en el contexto de las páginas de
Caras y Caretas profusamente ilustradas, debió competir y a la vez armonizar
29Antonio E. Morelli. “Periodismo y publicidad comercial”, El Diario, edición extraordinaria “La
Prensa Argentina”, enero de 1933.
30 Fernando Rocchi. “Inventando la soberanía del consumidor: publicidad, privacidad y
revolución del mercado en Argentina, 1860-1940”, en Fernando Devoto y Marta Madero (dirs.):
Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina plural: 1870-1930, T. 2. Buenos Aires,
Taurus, 1999, p. 319.
31 “Caras”, Caras y Caretas, Año II, N°. 53, Buenos Aires, 7 de octubre de 1899.
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Figura 7. “!!!Pidan!!! Refrescos Berthe y licores”, Caras y Caretas 368, Buenos Aires,
21 de octubre de 1905. Publicado en números sucesivos.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Figura 8. Aviso de A la Ciudad de México, “Exposición General de todas las Novedades”,
Caras y Caretas 209, Buenos Aires, 4 de octubre de 1902. Publicado en números sucesivos.
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Figura 9. Mensajes para avisadores incitando a publicitar, fragmentos, Caras y Caretas 127,
9 de marzo de 1901.
Figura 9'. Caras y Caretas 129, Buenos Aires, 23 de marzo de 1901.
con el material editorial y atraer la mirada del lector, en una puesta en página
fragmentada por múltiples focos de atención. La imagen en los avisos publi-
citarios se tornó necesaria en una gráfica en la cual lo visual abundaba cons-
tituyendo un punto más de interacción entre el material editorial y el aviso
comercial y ligando el mundo del comercio con el mundo de sus lectores.32
Las transformaciones visuales en los avisos publicitarios de fines del
siglo XIX se hacen perceptibles para observadores atentos y para la so-
ciedad toda. La revista Éxito Gráfico describe esta expresión que había
conquistado la cultura local y señala que no solo el uso de la publicidad
se había generalizado, sino que esta se había transformado y abandona-
do su carácter puramente “utilitario” para aliarse con el arte.
Sería repetir un concepto vulgar decir que vivimos del anuncio, especialmente en
nuestra capital, que ha tomado el carácter de las grandes ciudades extranjeras,
que parecen enclavadas dentro de un colosal quiosco anunciador. Es axiomá-
tico que el primer renglón de un negocio es la propaganda, y que cuanto mejor
hecha, cuanto más llamativa y artística, mayor éxito positivo se obtiene.33
Se afirma que el aviso era, anteriormente, solo interesante para aque-
llos que circunstancialmente precisaban algo especial que se anunciaba,
mientras que ahora era objeto de admiración “de los inteligentes y de las
muchedumbres”, y que primero se contemplaba el “seductor arte” y se
obligaba al espectador a enterarse del objeto del anuncio. En eso con-
sistía el mérito del “arte asociado al utilitarismo”.34 Los cambios visuales
en los anuncios se habían operado en formato, diseño y emplazamiento
32 Véase Ellen Gruber Garvey. The Adman in the Parlor. Magazines and the Gendering of
Consumer Culture, 1880s to 1910s. New York-Oxford, Oxford University Press, 1996, pp. 9-15.
33 “Los carteles de reclamo”, Éxito Gráfico, Vol. V, N°. 56, Buenos Aires, agosto de 1910,
p. 117.
34 Ibid., p. 118.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
de imágenes. La iconografía publicitaria se desarrolló entonces tomando
componentes de diversos sistemas visuales para conformar un disposi-
tivo correspondiente a un tipo de imagen que se suponía interesada en
instalar el consumo de bienes en amplios niveles sociales.
Los avisos publicitarios se insertan entonces en el contexto de los de-
más sistemas visuales de la revista, la caricatura, la fotografía, las ilustra-
ciones artísticas o de la ficción literaria. Cada una de las modalidades
adopta formas, signos, iconografías y modos de comunicar propios, liga-
dos a distintas expresiones artísticas, diferenciadas y enlazadas a la vez,
conectadas por las técnicas de reproducción que hacen de la página, las
líneas, las sombras, los colores o las tintas, un sistema de códigos comu-
nes. La ilustración publicitaria, sin embargo, frente a la satírica o literaria,
es novedosa, y frente a estas, que por lo general correspondía una firma
y un sujeto de enunciación, solían ser anónimas. Las ilustraciones de los
avisos y su discurso se diluyen en la naturalización de la representación.
El impulso de las publicaciones periódicas y su masividad produjo
una reorganización de los mundos de la producción de imágenes y su
circulación en ese espacio ampliado de cultura visual conformado por
objetos de artes gráficas, el circuito de las bellas artes y las tecnologías
visuales del período, como la fotografía y el cine. Para observar este sis-
tema cultural integrado que concierne a la mirada y a los actos visuales,35
las representaciones de la publicidad son útiles en el discernimiento de
categorías y formas de ver que ya no son las nuestras.36 Las imágenes de
la prensa pues nos asisten en la comprensión de aquellas experiencias
culturales que los lectores habían internalizado, en el caso de los avisos,
ligadas a los modos de pensar la moda, las relaciones sociales, la cultura
en relación con la vida doméstica, los alimentos o el cuidado personal.
Muchos de los bienes que Caras y Caretas anunciaba representaban nuevos
objetos ofrecidos al consumo, contrapuestos a pautas y hábitos culturales tra-
dicionales e impuestos por las nuevas reglas del mercado: ropa confeccionada,
aparatos de fotografía, máquinas de coser, artefactos de luz eléctrica y gas,
bicicletas, cocinas domésticas, aparatos para esterilizar y conservar la leche.
Aunque predominan los alimentos simples en su proceso de elaboración,
aparecen también alimentos envasados, de producción nacional, como hari-
na y vino, o importados, como chocolate soluble y bombones. El té y el café
se publicitan como una bebida de mayor refinamiento que el mate, acorde
35 Sin intenciones de considerar los actos de la mirada aislados de los otros sentidos ni de
otras facultades en el cuadro fenomenológico global de la percepción. Véase Jonathan Crary.
Las técnicas del observador. Visión y modernidad en el siglo XIX. Murcia, Cendeac, 2008.
36 Para una distinción entre quienes observan una cultura y quienes forman parte de ella como
participantes, véase Michael Baxandall. Patterns of Intention. On the Historical Explanation of
Pictures. New Haven-London, Yale University Press, 1985, p. 105 y ss.
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con la vida de la cosmopolita Buenos Aires. Gradualmente se encuentran
anuncios de alimentos para niños, como la harina lacteada “Nestlé”, que no
solo declaraba sus propiedades nutritivas y racionales y su fácil digestión, si-
no el poco tiempo que requería su preparación. De modo que los alimentos
que servían para cocinar o para consumo directo van ganando lugar: sopas,
alimentos para bebés, cafés, tés, galletas, promoviendo además un modo
de vida doméstica que va requiriendo formas de trabajo menos elaboradas.
Otras publicidades indican artefactos para el hogar, como muebles,
alfombras, tapicería, colchas o bienes suntuosos, pero también nuevos
accesorios disponibles en el mercado como caloríferos, cocinas, lámpa-
ras, ventiladores, máquinas de coser, destinados a actualizar y proveer al
hogar moderno del confort ofrecido por la industrialización. Además,
se publicitaban objetos para el tiempo libre asociados a actividades cul-
turales, pero también de una modernidad tecnológica vinculada con la
música (gramófonos, grafófonos, fonógrafos) y la fotografía, y señalaban
la posibilidad de un ocio y sociabilidad modernos (figura 10).
La imagen cumplió una función esencial en todo ese proceso, y las
modalidades de producción en los avisos de publicidad gráfica en Caras
y Caretas eran variadas. Hay avisos con ilustraciones firmadas por artis-
tas locales, como Francisco Fortuny, y hay otros de marcas globalizadas
provenientes directamente de los clichés de galvanoplastia de las firmas
extranjeras. Como hemos mencionado, las agencias de publicidad co-
mienzan a ofrecer servicios integrales en la década de 1920 y se empie-
zan a ocupar de los espacios para emplazar los avisos, la redacción, la
determinación del diseño, el tamaño, tiempo, frecuencia, estilo y la esti-
mación de costos.37 Hasta ese momento, estas funciones las cumplían los
propios departamentos de arte de las publicaciones (figuras 11y 12).38
Al atractivo visual de los avisos se le agregan otras estrategias co-
mo juegos y concursos que promovían interacción y atraían lectores y
avisadores. Los concursos actuaban como incentivo para los avisadores
potenciales para que publiciten y también un modo de corroborar la
atención del público a través de sus respuestas y de cuantificar en parte
la lectura.39 Caras y Caretas lanzaba concursos periódicos en asociación
con diversas marcas, mediante los cuales proveía premios en dinero o
productos. Los fabricantes de cigarrillos invitaban a los consumidores
a coleccionar las marquillas o las imágenes que se encontraban dentro
del paquete, para luego canjearlos por diferentes obsequios. Esta invi-
tación a juntar las imágenes a la vez que proporcionó la posibilidad de
37 Richard Ohmann. Selling Culture…, op. cit., pp. 94-106.
38 Ibid., pp. 102-103.
39 Ellen Gruber Garvey. The Adman in the Parlor…, op. cit., pp. 51-79.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Figura 10. Publicidad de Grafófonos de F. R. Guppy, Caras y Caretas 127, Buenos Aires,
9 de marzo de 1901. Nuevos objetos ofrecidos al consumo. Publicado en números sucesivos.
coleccionar, manipular, recortar o jugar con ellas, incorporó la publici-
dad a la vida cotidiana y entrenó en una sensibilidad particular hacia
estas imágenes populares.
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Figura 11. Publicidad elaborada con clichés de marcas extranjeras de Hierro Quina Bisleri
y Nocera-Umbra, Caras y Caretas 122, Buenos Aires, 2 de febrero de 1901 (fragmento).
Publicado en números sucesivos.
Figura 12. Publicidad de La Gran Fama, Caras y Caretas, Buenos Aires, 1904. Publicidad
elaborada en forma local por artistas propios. Imagen con firma de Francisco Fortuny,
ilustrador de Caras y Caretas (fragmento). Publicado en números sucesivos.
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Consumo, gráfica y publicidad en las revistas ilustradas. Buenos Aires, siglo XIX
Consideraciones finales
Se afirma que la publicidad combina palabras e imágenes en fábulas
comerciales, que crea historias que evocan fantasías y elementos mo-
rales, “que reconfiguran sueños de abundancia para formar un mundo
moderno de bienes y que a través de su retórica promueve un estilo
de vida consumista”40 con su carácter persuasivo y manipulador. Otros
dudan de su eficacia, pero no puede negarse la intensificación del fe-
nómeno en su dimensión material hacia fines del siglo XIX, que se
manifestó en una gráfica impresa e ilustrada que reconfiguró la cultura
visual de su tiempo.
Desde las páginas de las revistas, se produjeron las figuras de la pu-
blicidad, producción que se compartió con otros sistemas visuales y creó
códigos comunicativos que se insertaron en una composición gráfica
articulándose con textos en diversas variantes con los que interactuaron
elucidándose mutuamente. Los avisos de Caras y Caretas compartieron
un sistema técnico en un contexto de producción de imaginería más
amplio en el que el ilustrador en el contexto de las artes gráficas pro-
duce una imagen que será destinada a distintas secciones del periódico.
Las caricaturas políticas, los registros de una noticia o de una imagen
de Buenos Aires para las “Páginas Artísticas” compartían prácticas del
hacer con las publicidades y, además, interactuaban con la publicidad, las
secciones de modas o las notas técnicas o científicas. Las imágenes en
su conjunto dieron un marco plural pero adherido y solidario a la con-
tribución para tornar al lector o lectora en consumidor o consumidora.
40 Jackson Lears. Fables of Abundance. New York, Basic Books, 1994.
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