Este artículo demuestra que al final del curso de 1976 –Hay que defender la sociedad–, Michel Foucault llegó a la conclusión de que la genealogía no constituye una nueva forma de historia. La invención de la genealogía le había dado la perspectiva histórica específica que le faltaba a la arqueología: el análisis de las relaciones de fuerzas. Pero para que la genealogía pueda constituir una historia propiamente dicha, tendría que poder explicar la formación de la sociedad. Ese era el objetivo de ese curso. Sin embargo, al tratar de reencontrar la guerra debajo de la sociedad, Foucault encontró más bien la sociedad debajo de las relaciones de fuerzas. Esta observación lo llevó a dejar de pensar la genealogía como un discurso histórico capaz de rivalizar con aquel de las ciencias sociales.