Entre las décadas de 1970 y 1990, las discusiones respecto del estatuto epistemológico de la historiografía ocuparon un lugar importante en algunos círculos académicos. Cuestiones vinculadas con la política, la retórica, la ciencia y la memoria no fueron ajenas a esos debates. Más que resolverse, la tensión al respecto fue dejada de lado: los historiadores, en su mayoría, siguen buscando aproximarse a la realidad pasada como lo hacían antes, mientras que sus críticos siguen pensando que, al hacerlo, son presa de una ilusión. El artículo que sigue presenta algunos temas centrales respecto del problema y argumenta tanto acerca de la necesidad de abordarlo cuanto sobre las implicancias de algunas soluciones.