En este trabajo, argumentamos la importancia central de la escuela para el desarrollo de la modernidad política en Argentina. Se destaca no solo el carácter fuertemente represivo y excluyente del Sistema de Instrucción Pública Centralizado Estatal (SIPCE), que cristalizó en la Escuela de la Disciplina y operó sobre los grupos sociales considerados exponentes de la barbarie, sino, sobre todo, su carácter productor de nuevos sujetos. La escuela se convierte en la institución creadora de ciudadanía por excelencia: es a partir de su profunda incidencia que los hombres y mujeres se reconocen como ciudadanos argentinos, portadores de derechos universales. Sin embargo, estas incursiones educativas insertas en el proyecto político liberal, encontraron resistencias desde el inicio de su intervención sistemática: hubo agentes y grupos que entendieron la educación como un lugar potente para construir una socialización que, en vez de matar la propia historia, la tomara en cuenta para transmitirla y resignificarla. En las expectativas de los sectores populares, fuertemente relacionadas a la formación vinculada con el trabajo, pueden encontrarse otras experiencias y sentidos respecto de lo educativo. La tentativa de la Comisión Nacional de Aprendizajes y Orientación Profesional, extendida a partir de 1944, muestra el momento en que aquellas expectativas lograron desplegarse en instituciones estatales.