¿Participa la novela del terreno de la guerra en tiempos de batallas culturales? ¿Puede ingresar, con su imaginación narrativa y con su prosa legible, a un terreno áspero de violencias discursivas y prácticas? ¿Qué relaciones se entablan entre los sentidos literales y metafóricos de la guerra, qué batería de recursos y figuras son armas de combate?
Este ensayo plantea que ciertas novelas intervienen con su imaginación narrativa en las batallas culturales del presente recurriendo a procedimientos que apuntan a habilitar otras experiencias de ese presente por medio de la transtemporalidad y a reelaborar las relaciones afectivas en y con el mundo por medio de la ecoafectividad. De ese modo, la novela puede suscitar, desde y más allá de su especificidad, identificaciones discretas, activaciones de la imaginación lectora, comprensiones y reflexiones sobre el mundo, reelaboración de los imaginarios sociales y también pequeñas prácticas de vida que operan en la construcción de un presente que desnaturalice y desactive las figuras bélicas. Para ello, la propuesta de un planteo general focaliza en novelas como Las niñas del naranjel (2023) de Gabriela Cabezón Cámara, entre otras.